LA FUERZA DE LA LEY

El día empezó para Kaho al ir a buscar a Hanamichi y a Kaede a su casa para ir al juzgado, todo el viaje con la frase en su mente "si dios quiere por última vez".

Un Hanamichi ojeroso, con los ojos enrojecidos y sin su sonrisa amplia y contagiosa le había abierto la puerta. La niña esperaba en el cochecito dormida todavía, eran las siete y media de la mañana y el sol hacia todavía no una hora que había salido. La mañana era fresca y unas nubes bajas de color gris cubrían el cielo.

-Hanamichi… -intentó decir ante el mutismo del pelirrojo.

-Vamos -dijo el chico, empujando el cochecito de la niña. Kaho fue empujada a la calle de nuevo y sin más ni más Hanamichi cerró la puerta detrás de él.

-¿Y Kae…?

-No lo sé -le cortó Hanamichi- y no quiero hablar del tema.

Hanamichi subió en el asiento trasero con la niña en brazos. Y sin decir nada ella había arrancado rumbo a casa de Yohei. En diez minutos Hanamichi llamaba al timbre para dejarle la pequeña. Pero nadie contestó. Yohei no estaba en casa y su madre, Hanamichi lo sabía, hacía esa semana el turno de noche y no llegaría hasta las nueve de la mañana. Tenía que llevarse a la pequeña a los juzgados.

-¡Mierda! -Le oyó gritar de impotencia. Y con razón. Sabía lo preocupado que estaba, el canguro desaparecía, Kaede parecía haber hecho al final lo que le había salido de los cojones y se había ido, "como si eso mejorara algo", pensó Kaho. Y ahora Hanamichi tenía que llevársela a los juzgados, cerca de ese hombre horrible que era el padre de la niña.

Sin decir nada más Hanamichi había vuelto a subir al coche y a las ocho ya entraban los tres por la puerta del juzgado.

La siguiente media hora fue de lo más extraña.

Primero el abogado recibió una llamada al móvil y les dejó esperando en el pasadizo. Estaban ella y Hanamichi solos con la niña. Sin decir nada, sin hacer nada más que esperar a que fuera la hora de entrar de nuevo en la sala para oír la sentencia del tribunal.

Kaho esperaba ver llegar a Kaede de un momento a otro, corriendo, con alguna excusa para no estar ahí. No había intentado hablar de ello con Hanamichi porque en esos momentos el pelirrojo ya tenía bastante. Pero seguro que Hanamichi también deseaba que Kaede llegara. ¿Por qué no estaba con ellos?. ¿Por qué como mínimo no se había esperado a saber lo que los jueces tenían que decir antes de irse?. ¿Sabía Hanamichi algo de porque Kaede se había ido?

Pero quien entró corriendo por la puerta de los juzgados corriendo hacia ellos como si perdiera el tren no fue Kaede, fue Yohei.

-¡Hanamichi! -Gritó desde el final del pasadizo a pesar de las malas mirada de secretarios, abogados y otras personas que circulaban de un lado a otro, todos vestidos de negro con una cartera en una mano y un móvil en la otra pegado a la oreja.

Extrañamente Hanamichi no se inmutó. No se levantó chillando, no le pidió explicaciones, es más solo le miró un momento, hizo que no con la cabeza al tiempo que bufaba con cierto desprecio y volvió a centrar su atención en su pequeña hermana que dormitaba en sus brazos.

Yohei fue detenido unos instantes por uno de esos hombres trajeados, que le dijo algo que ellos no llegaron a sentir, Kaho le vio hacer una reverencia a ese hombre y luego arrancaba a correr de nuevo hacia ellos, esta vez sin chillar.

-¡Hanamichi! -Repitió entre jadeos Yohei cuando estuvo delante de ellos.

-¿Ya te ha contado lo que hizo, no? -Le cortó enfadado.

Yohei no entendía de qué iba, pero el tono de voz de Hanamichi no le gustó nada. Era frío, calculador, despectivo.

-Hanamichi, no sé de que hablas, pero tienes que… -dijo recuperando el aliento poco a poco.

-No. Ya basta. No quiero saber nada de ti, ni de él. NADA -dijo sin alzar la voz el pelirrojo.

-¿Se puede saber que te pasa tío? -Dijo Yohei harto de que usara ese tono con él.

-¡JA! Es esa si que es buena. ¿No me has oído?. ¡Lárgate! -Ahora sí que Hanamichi alzó la voz.

-Hanamichi por favor -le dijo entonces Kaho asustada. ¿Por qué Hanamichi reaccionaba así ante su mejor amigo?. ¿Qué estaba pasando?

-Kaho, sé que solo quieres ayudar, pero por favor, no te metas. No quiero saber nada -repitió esta vez sin gritar mirando fijamente a Yohei-. No tienes excusa. Sabías lo importante que todo esto es para mí, lo importante que ella es para mí -dijo Hanamichi señalando a la pequeña en sus brazos-. Y aún sí me has dejado colgado. Creí que seguías siendo mi amigo, pero no es cierto. Me alegro de que como mínimo Kaede tenga alguien para llorarle las penas, pero eso ya no tiene nada que ver conmigo. Sois las últimas personas con las que quiero hablar ahora mismo, así que por favor. Déjame.

-Me iré. Pero toma esto -le dijo sin insistir, alargándole un sobre blanco.

-¿Qué es? -Dijo un poco más calmado Hanamichi cogiendo el sobre.

-No lo sé. Me lo acaban de dar para ti. Solo sé que Kaede quería que lo recibieras antes de entrar en la sala -Dijo Yohei en un tono neutro muy poco característico de él.

-¿Qué quiere ahora?

-¡Y yo que sé! Mira Hanamichi, no sé que ha ocurrido ¿vale? Él no me contó nada, llegó llorando esta madrugada, me pidió hacer un par de llamadas y tomar una ducha y luego muy temprano por la mañana me pidió que lo acompañara en coche al centro. Intenté que…

-¿Al centro? -Susurró Kaho.

-Sí. Y antes que grites de nuevo, no estaba en casa esta mañana porque de vuelta he pillado un accidente. Lo siento si crees que te he fallado amigo pero te estás equivocando. Os vi pasar en el coche, di media vuelta y regresé a los juzgados para…

-¿Cómo que regresaste?. ¿Venías de aquí? -Preguntó ella de nuevo.

-Sí vine a dejar a Kaede. ¿Es que no está aquí? -Preguntó extrañado.

-… -Hanamichi no dijo nada, solo negó con la cabeza.

-Pues no hace ni dos horas que yo le he dejado aquí mismo. Obviamente no me dijo nada, me calló como tú, y créeme que empiezo a estar bastante harto de los dos. No sé que coño os pasa pero…

-Lo siento -murmuró Hanamichi con la cabeza baja.

Kaho vio como Yohei le miraba, inspiraba largamente y suspiraba. Luego sin decir nada se sentaba al otro lado de Hanamichi, que en una mano sostenía el sobre blanco y en la otra a su hermana. Yohei le pasó el brazo por los hombros a su amigo y le susurró.

-Los genios nunca se rinden.

Hanamichi esbozó una sonrisa triste que a Kaho le partió el corazón. Y sin decir nada Hanamichi se dejó abrazar por su amigo.

Unos minutos en silencio, en los que Kaho intentó encontrarle sentido a esa situación, pero no le cabía en la cabeza la extraña actitud de Kaede.

-¿No lo abrirás? -Le preguntó al ver que Hanamichi miraba intensamente el sobre en su mano, pero no se decidía a tocarlo.

Pero Hanamichi no contestó a su pregunta. Siguió con el sobre en la mano, le dio un par de vueltas pero hizo que no con la cabeza.

-Quizá haya algún motivo para que no esté aquí, quizá es algo importante lo que tiene que decirte.

Hanamichi negó de nuevo.

-Sé perfectamente por qué no está aquí y créeme si fuera urgente habría encontrado la forma de hacérmelo saber.

La mirada de Kaho se cruzó en ese instante con la de Yohei y comprendió que su amigo estaba igual de preocupado que ella y que sabía tan poco qué estaba pasando como ella. No sabía si eso la alarmaba o no, pero no se calmó precisamente.

Pocos minutos después el abogado que había estado al teléfono por un cuarto de hora como mínimo se les acercó a ellos de nuevo.

-Si quieren podemos ir entrando en la sala. En cinco minutos llegará el señor Riotsu y los jueces quieren empezar cuanto antes me han dicho.

No había motivo para negarse a empezar lo más temprano posible.

-Cuanto antes empecemos, antes acabaremos -dijo Kaho levantándose.

Por algún motivo que no alcanzaba a comprender Kaho vio como esa frase trastornaba a Hanamichi al punto de que su mano izquierda se apretó con fuerza alrededor del pequeño sobre blanco arrugando-lo.

Kaho vio entrar en la sala a Hanamichi con la niña, dejando atrás la carta hecha una bola de papel debajo el banco.

Dos minutos después entraban en la sala Tsukihiro y su abogado. Hanamichi le miró de reojo y vio como los ojos del hombre no se apartaban de la niña que inocentemente seguía jugando en sus brazos ajena completamente de la tensión que provocaba en la sala su sola presencia.

Tras unos instantes un poco tensos Hanamichi, Kaho, Yohei y el abogado vieron como Tsukihiro le hacía una casi imperceptible seña a su letrado y este salía corriendo de la sala, Tsukihiro miraba hacia ellos una vez más y finalmente intentaba ocultar una lágrima mirando al frente.

Instantes antes de que los tres jueces entraran en la sala el letrado entró de nuevo, se acercó a Tsukihiro y dijo:

-Todo solucionado -y sin decir nada más se sentó. Pero no llegó a tocar la silla que ya tenía que levantarse de nuevo porque hacían su entrada en escena los jueces. Como el día anterior la mujer al centro mostrando su posición de juez principal, con esos dos hombres detrás de ella que se sentaron de nuevo uno a cada lado.

-Buenos días. Antes de hacer nada más y en vista de las circunstancias tengo que pedir que los abogados se acerquen al estrado -dijo la juez.

-¿Qué circunstancias?. ¿Qué ocurre? -preguntó Hanamichi al su abogado. Este solo le contestó.

-No lo sé. No te apures.

-¡No te apures dice! -murmuró entre dientes Hanamichi mientras veía como los abogados se acercaban a los jueces y entablaban una conversación bajo voz-. Eso es cosa suya, seguro -siguió murmurando Hanamichi mirado de reojo al padre de la niña.

Yohei no recordaba haber visto a Hanamichi nunca tan nervioso. Su mirada saltaba de Tsukihiro al grupo de letrados y de estos a la puerta con una mirada suplicante como esperando que en cualquier momento tuviera que aparecer alguien por ella. ¿Dónde estaba Kaede? Cuando le viera de nuevo le iba a oír el muy…

Kaho recordó el día en que Kaede le llamó nervioso pidiéndole que fuera a su casa, al llegar se había encontrado con Hanamichi llorando impotente en la cocina y a Kaede en la sala calmando a una Aya más nerviosa que ellos todavía. Pero a pesar de todo le parecía que ahora el estado de Hanamichi era todavía peor. Ese día Hanamichi había sucumbido al enfado y su evidente estado de excitación le había impedido calmarse rápidamente, pero los nervios de ahora eran distintos. Eran lentos y le estaban devorando por dentro, discretamente haciéndole un nudo en la boca del estómago, tiñendo cada minuto de un poco más de negro todos sus pensamientos. Sus ojos habían perdido por completo la luz que los caracterizaba y estaba pálido y ojeroso. Seguro que no había dormido nada. Además lo veía mirar hacia la puerta como esperando que Kaede entrara por ella en cualquier instante y tras cada mirada en esa dirección su mirada se ensombrecía un poco más, sus facciones se endurecían un poco más.

Minutos después los abogados volvieron a sus asientos. Todos con cara de póquer. Antes de que Hanamichi pudiera pedirle explicaciones al letrado, la jueza alzó la voz y dijo:

-Letrados haremos un descanso, les doy quince minutos, pongan al corriente a sus clientes de cómo están las cosas. Se levanta la sesión.

-¿Qué ha pasado? -Dijo Hanamichi.

-Muchacho, escúchame atentamente porque tenemos poco tiempo. Las cosas acaban de cambiar. Teniendo en cuenta que la custodia de tu hermana no es propiamente competencia de este tribunal, los jueces han accedido a que podamos llegar a un acuerdo con el padre de la niña.

-¿Qué? -Exclamó Hanamichi sin entender nada.

-El señor Tsukihiro tiene una propuesta para hacerte con referencia a la niña. Y creo que deberías escucharle. Puede que sea la única forma de que la niña quede a tu cargo. Si no hay trato el jurado tirará adelante con la decisión que ya habían tomado. Obviamente no nos han dicho qué decisión es esa, pero la verdad es que no soy muy optimista. La jueza Genmitsu no es precisamente conocida por ser benevolente. Y a pesar de que de los dos jueces si uno de ellos estuviera de nuestra parte sin el voto de ella no tendríamos nada que hacer.

-¿Y qué quiere ahora Tsukihiro?

-Para empezar quiere contártelo él mismo.

-¿Por qué?

El abogado se encogió de hombros.

-Ha pedido que si quieres escuchar lo que tiene que decir vayas con la niña a una sala de reuniones del juzgado.

-¿Qué? Ni hablar.

-Hanamichi -dijo Kaho- puede que sea la única manera de que…

-No voy a dejar que ese hombre se acerque a mi hermana.

-Hanamichi, no tienes opción -le dijo Yohei colocándole un brazo en el hombro.

-No tenemos mucho tiempo. A la jueza no le ha gustado mucho la idea. Creo que quería decidir ella, por eso creo que deberías escuchar lo que el señor Riotsu tenga que decirte. No tienes porqué preocuparte por lo que pueda intentar, van a dejar a un agente con vosotros, no estaréis solos…

-¿Quieres decir que no solo quiere que lleve a Aya sino que quiere estar a solas con nosotros? -Exclamó desesperado Hanamichi-. Esto no puede estar pasando -murmuró.

-Quizá esto te ayude a decidir -le dijo el abogado alargándole un papel doblado por la mitad.

"¡Idiota, qué haces todavía ahí plantado! Levanta el culo y haz lo que haga falta ¡Que es de Aya de lo que estamos hablando!"

De repente la respiración de Hanamichi empezó a acelerarse, su mirada perdida se endureció de golpe y blandiendo el trozo papel en su mano sin dejárselo leer a ellos, masculló:

-Me cago en la… Cuando te pille… Es… -Kaho y Yohei que no entendían anda no se atrevieron a decir nada. Luego vieron como Hanamichi se obligaba a si mismo a hacer una profunda inspiración antes de cuidadosamente plegar el papel mientras decía-. Muy bien. ¿Dónde hay que ir?

-Sígueme -dijo el abogado.


Hanamichi entró en la sala abrazando firmemente a su hermana contra su pecho. Tsukihiro estaba sentado al otro lado de una mesa que había en medio de la habitación. Un policía de uniforme estaba de pie detrás de él. En la mesa había dos vasos de agua, uno en frente del hombre y el otro en el lugar vacío dónde se sentó Hanamichi (muy a su pesar), pues no había otra silla que esa.

-Grácias por venir -dijo Tsukihiro con una leve inclinación de cabeza.

-Mira, déjate de cojonadas y ve al grano -dijo sentándose y sentando a su hermana en su regazo.

-Muy bien. Te he hecho venir porque quiero proponerte un trato. Ayer quedé muy impresionado por todo lo que dijiste y…

-No conseguirá nada con… -le cortó medio enfadado medio espantado. No era nada fácil estar en frente de ese hombre tras todo lo que había pasado.

-Muchacho solo te pido que me escuches. Solo eso, luego podrás hacer lo que quieras, yo haré lo que me pidas. Pero primero déjame hablar.

-Está bien -dijo no muy seguro Hanamichi. Mirando a su hermana.

-Ayer, cuando confesaste tu relación con ese chico ante el tribunal…

-Ya no tienes que preocuparte por eso -le interrumpió de nuevo con un dejo de amargura.

-No me preocupa que te gusten los hombres Hanamichi, ya no. Sé que durante mucho tiempo he actuado muy mal contigo y lo siento, pero ayer me di cuenta de mi gran error.

-¿Ah sí?. ¿Y como fue eso?. ¿Ayer te diste cuenta de que pasarás el resto de tu vida entre rejas Tsukihiro? -A pesar de todo era incapaz de contener la rabia que es hombre le hacía sentir.

-No, ayer me di cuenta del valor que tienes. Siempre te consideré una carga, una molestia, no entendía como de una mujer tan perfecta como Sara había salido alguien como tú. Siempre culpé de tus problemas a tu padre y me equivoqué. Yo soy parte de esos problemas y en realidad tienes muchas de las cosas que me gustaban de tu madre. Nunca supe valorar eso en ti y ahora me arrepiento de ello.

-Que bonito -dijo sin sacarse de encima esos nervios y ese temor.

-No te lo tomes a guasa Hanamichi, porque es verdad. Cuando me casé con tu madre estaba como en una nube, todo iba viento en popa en mi vida y empecé a querer más y más. Entre otras cosas ansiaba tener esa familia perfecta que durante años me inculcaron que debía tener. Nunca valoré lo que tú y tu madre me ofrecíais como familia. Ahora sé que lo importante no es como se vea por fuera, sino como se ve por dentro.

-A buenas horas te diste cuenta ¿no crees? Conseguiste engañarnos a mamá e incluso a mí. Te acepté de buena gana y todo para que luego me trataras como a basura y acabaras matando a mamá. ¿Qué quieres ahora destrozar la vida de Aya también?

-No. Aya y tú sois lo único que me queda de la mujer que amé. Sé que nunca podré pedirte que me perdones, no lo haré. Pero quiero que como mínimo ella sí pueda ser feliz, al fin y al cabo soy su padre.

-¿Y como se supone que quieres hacerla feliz?. ¿Haciendo de papá perfecto desde la cárcel?

-No. Tú y ese chico sois ahora su familia y quiero que siga así.

-Lástima que él no piense lo mismo -no pudo evitar decir al recordar su última discusión con Kaede la noche anterior.

-¿Porqué dices eso?. ¿Ha ocurrido algo?

-Nada de tu incumbencia. Mira agradezco que te hayas tomado la molestia de intentar pedir perdón y como mínimo saber que no quieres amargarle la vida a Aya me tranquiliza un poco. Pero no alarguemos esto más.

-Tienes razón. Otra vez. Bueno, tu abogado te lo explicará con más detalles, pero el plan es el siguiente. Hay dos opciones para que esa juez no decida por ti. Una es que yo pida expresamente que mi hijastro, por ley, sea quien se haga cargo de mi hija dado que yo no podré. La otra opción, que creo que es la que mas te gustará es que yo renuncie a la patria potestad de la criatura en tu favor. Lo cual me desvincularía de su vida para siempre.

-Ahí acertaste.

-Sabía que la segunda opción te gustaría y estoy dispuesto a hacerlo pero quiero pedirte algo. Aunque lo dijiste en el juicio, quiero que le hables de mí. No quiero que crezca pensando que su padre no quiso saber nada de ella hasta el punto de rechazarla como hija. Si tú me prometes que ella sabrá la verdad, es tuya para siempre.

Hanamichi no dijo nada, aunque no necesitaba sospesar demasiado las posibilidades. No quería arriesgarse a que cuando saliera de la cárcel ése hombre quisiera acercarse a su hermana para algo. Si dejaba de ser su padre la ley la protegería a ella en un futuro. Pero por otro lado, aunque con un peso bastante menor, estaba el argumento que ya había dado a la juez; no quería tener que decirle a su hermana quien era en realidad su padre. Pero estaba claro que tampoco iba a mentirle, así que no había caso.

-Prometo contarle la verdad. Toda la verdad. Sabrá que cuando te conocí creí que quizá mamá sería feliz de nuevo, sabrá que ahora renuncias a ella para que podamos estar juntos y no porque no la quieras, pero también sabrá que pegabas a mamá y que estás en la cárcel por ello y por robar.

-Es justo. Yo me lo busqué.

-Te sienta bien eso de no beber. Incluso empiezas a parecerte a ese hombre bueno y cariñoso que se casó con mi madre -dijo un poco más relajado Hanamichi.

-Ten cuidado Hanamichi no sea que tus amigos se den cuenta que te ablandas así, no sea que ese grupo de pandilleros te la juegue. Entre ese tipo de gente al mínimo signo de debilidad te saltan a la yugular.

-Te equivocas. Nunca intentarían jugármela.

-Eso lo dices ahora, espera a que…

-¿No lo entiendes verdad? No son unos pandilleros, son mis amigos. No me siguen por ser agresivo, ni por ser más fuerte que ellos, ni por saber que les gano en un santiamén, aunque eso sea cierto, sino porque me respetan.

-Pero el respeto es algo que tal como se da, se pierde.

-No Tsukihiro. El respeto se gana. Es la confianza la que se da sin pedir explicaciones y en todo caso luego se pierde. Eso es algo que me enseñaste tú.

-¿Y el amor, joven psicoanalista?

-El amor es o no es, no hay medias tintas en eso -dijo Hanamichi levantándose como dando por zanjada la discusión.

-Espera un momento Hanamichi. Quiero hablar contigo de algo más.

-¿De qué? -¿A parte de la custodia de Aya qué más podían tener en relación ellos dos como para quedarse a hablar con él?

-De mi hermano.

-¿Para que voy a querer saber yo algo de alguien de tu familia?

-Porque no es como yo. Quisiera que Aya le conociese.

-¿Porqué?

-Porque necesito que ella sepa que a pesar de llevar la misma sangre que yo se puede ser buena persona.

-Perdona que te lo diga pero por lo que sé de tu familia dudo que sea mucho mejor que tú.

-Mi familia le dio la espalda hace años, precisamente porque no es como nosotros. Nunca quiso grandes riquezas, nunca aspiró a ser el mejor, se dedicaba a hacerse amigo de aquellos que peor lo pasaban, no hacía como el resto de hermanos que buscaban tener de amigos a los mejor posicionados. Luego, en un exceso de inocencia les confesó a mis padres su homosexualidad. Lo desheredaron y nunca supimos más de él.

-Ves como sois todos unas alimañas.

-No todos, él no. A pesar de todo siguió adelante estudió psicología y ahora trabaja en una clínica de las afueras. Pero va a mudarse al campo.

-Pensaba que no habíais vuelto a saber de él.

-Bueno en realidad no hablábamos, pero siempre intenté saber qué hacía. Seguía siendo mi hermano y cuando te metes en un mundo de tiburones no es bueno que alguien tan cercano ande suelto sin control alguno.

-Ya decía yo.

-Sí bien. Él también se mantenía informado. La cuestión es que cuando supo que estaba en prisión vino a verme. Él sabía que mi familia me daría la espalda y vino a dar apoyo moral en el proceso. Me di cuenta de lo injusto que había sido con él y me hizo darme cuenta de lo injusto que había sido con tu madre y contigo. Es muy buen psicólogo. Cuando supo que tenía una sobrinita le hizo mucha ilusión y le prometí que podría verla. Cuando renuncie a la paternidad de Aya nadie de mi familia podrá nunca reclamarte nada. No es que sepan que Aya existe, pero por si acaso. Pero me gustaría que él pudiera conocerla. Es mi hermano y nunca ha tenido una familia.

-No te prometo nada, pero si es cierto que no es como tú, no veo porqué tendría que impedir que Aya conociera a su tío.

-Gracias. Dale las gracias también a Rukawa.

-Si claro como no -dijo sarcásticamente Hanamichi de nuevo de pié con la niña en brazos, sin entender a que venía eso ahora.

-Cuídala mucho y enséñale ser buena.

Hanamichi no dijo nada más antes de salir por la puerta.


A fuera Yohei y Kaho le esperaban para entrar de nuevo en la sala con cara de preocupación. Pero sus rostros se relajaron al ver que Hanamichi una vez fuera de la vista de Tsukihiro sonrió al tiempo que alzaba a la pequeña que contenta con la atención de su hermano hizo un sonoro grito de alegría seguida de su risa alegre y contagiosa.

Mientras en el pasadizo Hanamichi les contaba a Kaho y a Yohei lo que acababa de ocurrir en la pequeña sala de reuniones, en ella Tsukihiro hablaba con el abogado, le pedía que informara a los jueces y al representante legal de los chicos, de que ya podían seguir.

La vista se reprendió en unos pocos minutos todos informados de cuanto había sucedido en la pequeña sala de reuniones.

-En vista que parece ser que el padre de la criatura es partidario que siga siendo el hermano mayor de la niña quien tenga su tutela a pesar de todas las circunstancias personales de éste, este tribunal acepta la anterior decisión del juzgado de menores como correcta por bien que hay que destacar que de los tres votos uno fue en contra de la decisión. Esta objeción será tomada en cuenta en el acta de la vista. Pero esté tranquilo joven -añadió la juez al ver la cara de espanto que momentáneamente sustituyó esa increíblemente amplia sonrisa que la adornaba desde hacía unos minutos-. Ese voto no puede hacer que esta sentencia sea revocada.

Hanamichi volvió a respirar al oír eso.

Pocos minutos después la juez daba por cerrado el caso definitivamente y les informaba que el acta, al tener que añadirse-le los actos ocurridos durante la vista, tenía que ser retocada y que les sería enviada a los abogados por medio de los secretarios del juzgado en unos días.

Antes de salir los abogados quedaron para la siguiente semana para hacer el papeleo de la renuncia de paternidad y Hanamichi salió riendo de nuevo con Yohei de la sala. Pero a Kaho no se le escapó la mirada de Hanamichi en dirección al banco del pasillo que habían ocupado esa misma mañana.

-¿Lo abrirías si no lo hubieras lanzado? -Preguntó de repente Kaho.

Hanamichi la miró desconcertado y se le iluminaron los ojos cuando vio como la chica se sacaba del bolsillo el pequeño sobre blanco arrugado.


Grissina: Veis como no soy tan mala... no le he quitado a Aya. XD