LA CARTA
Hanamichi cogió el sobre arrugado que Kaho le extendía y se sentó de nuevo en el banco. Con la pequeña en la mochila colgada de su pecho, se estuvo un momento observando el pequeño trozo de papel.
-¿Y si Kaho tenía razón y si era importante?. ¿Qué dices Aya lo abro?
La pequeña, que le gustaba que su hermano le hablara, le contestó con una risa y un grito de alegría.
Con las manos un poco temblorosas Hanamichi procedió a abrir el sobre.
Temía lo que pudiera contener. Y si Kaede se despedía. Ahora que todo lo de su hermana estaba arreglado lo ocurrido el día anterior le parecía surrealista y pasado de roscas. Eran los dos unos idiotas.
Besó a Aya y tras una larga respiración sacó el papel del sobre y lo abrió.
Hanamichi,
Sé que estás enfadado conmigo, que quisieras que entrara contigo a la sala, que a pesar de que si estuviera aquí me darías un mamporro por haberme ido por dentro agradecerías mi apoyo. Pero no puedo.
He hecho algo que no debería haber hecho (a pesar de que volvería a hacerlo esta y mil veces) y me "han retenido", por esto ahora no estoy aquí contigo dándote la mano.
Contándotelo pongo seguramente en riesgo todo pero no puedo estar aquí encerrado sabiendo que a pocos metros tú sufres por no saber si te quitarán a Aya cuando yo ya sé qué va a ocurrir.
Confía en mí. Haz lo que te pidan y todo saldrá bien.
Él renunciará a la paternidad si le das la oportunidad de contártelo, eso es genial, y ante esa voluntad de su parte de que tú sigas con la custodia la jueza va a rectificar su voto. Eso te dará la custodia definitiva de Aya.
Sé que es difícil de creer, pero es cierto, y por el amor de dios Hanamichi disimula esa sonrisa que se supone que tú no sabes nada de esto.
Hay tanto que quiero decirte y tan poco tiempo… para empezar felicitarte, nadie te separará de Aya, ahora ya es oficial. Casi.
Sé que te estás preguntando si he tenido algo que ver. Sí y no.
Es posible que Tsukihiro te hable de mí en el juicio, pero no fui yo quien le hizo tomar esa decisión. Fuiste tú, cuando ayer hablaste sin vacilar ante todos admitiendo que entre nosotros había algo más que una simple amistad. Demostrando ser todo lo que me gusta de ti.
Sé que quizá me precipité marchándome ayer por la noche... ¿pero qué querías que hiciera?. ¿Sabes cuan difícil es para mí negarte cualquier cosa? Necesitaba recapacitar, centrarme, encontrar la manera de hacerte ver que a pesar de no poder prometerte lo que me pedías no tengo ninguna intención de salir huyendo. Pero tú estabas también demasiado alterado como para escucharme.
Otra vez me he encontrado solo en mitad de la noche, huyendo de lo que siento por ti. Tranquilo, esta vez no busqué a Sendoh. Ni busqué a ninguna reportera sensacionalista. Fui directo a ver al abogado. Él consiguió que pudiera hablar con Tsukihiro por teléfono a pesar de la hora que era y éste me contó lo que tenía intención de decirte en el juzgado. Esta mañana Yohei me ha llevado aquí, para… en realidad le hacía perder el tiempo para que no estuviera en casa cuando tú llegaras. ¿De que otro modo habrías llevado a Aya al juzgado? Antes de hacer lo que ha hecho, su padre quería verla y no se veía capaz de pedirte que la trajeras. Ha renunciado a su hija para siempre, por ti, así que se lo debíamos.
No te enfades con Mito, él no tiene la culpa de que yo te ame.
Pero mientras esperaba a que llegarais ha llegado la jueza, que al verme medio muerto de frío en las escaleras del juzgado me ha invitado a un café. Y he aceptado. Quería saber qué había decidido o quizá hacerle ver que a pesar de amarte eso no me hace peor persona. (Aunque empiezo a dudar que mi salud mental no se vea afectada por ello, pero eso ya es otro tema)
A pesar de su fachada fría la juez Genmitsu es una gran mujer.
Ella me ha invitado con un objetivo similar, quería conocerme un poco más antes de decidir. Y por primera vez he confiado en alguien más que en ti o en Kaho. Y ha dado resultado. Algo de todo lo que le he contado sobre nosotros, sobre mí, sobre ti, sobre la niña, no lo sé, pero algo de eso y sabiendo que él quiere que la tengamos nosotros le ha hecho cambiar de opinión.
Pero este acercamiento no es ni ético ni lícito. Así que para minimizar el riesgo de que alguien sospechara nada me ha encerrado en su despacho. No puedo salir a pesar de que no ha cerrado con llave y que muero por estar a tu lado, porque no quiero salir de aquí hasta que estéis todos en la sala.
Y ni se te ocurra buscarme Torpe, que lo echarías todo a perder. Ya me echarás la bronca luego, primero preocúpate de Aya.
Cuando hayáis acabado yo ya me habré marchado y nadie sabrá nada, nadie sospechará nada. Así tiene que ser para el bien de todos.
Aya es libre ya, ese hombre parece que no nos volverá a molestar jamás y la jueza me ha prometido que no se la van a llevar.
¿Pero y ahora qué?
Te amo, te he amado desde la primera vez que te vi derrotar al Gori, lo sabes, y temo que te seguiré amando el resto de mi vida.
Y sé que de algún modo conseguí que vieras en mi todo cuanto puedo darte.
¿Pero es eso suficiente Hanamichi?
Me pediste que te prometiera algo que me es imposible cumplir. Yo no soy así. Si algo creo que tiene que hacerse lo hago, y si para la felicidad tuya, la mía, o de la pequeña, da igual, tengo que hacer algún sacrificio, lo hago. No es una cuestión de orgullo, de altruismo o de deber. Es simplemente mi naturaleza.
Dentro de la desgracia, he tenido la gran suerte de que mis padres me amaron con locura y siempre procuraron que yo fuera consciente de ello. Aunque luego les perdí, ellos me enseñaron lo que se siente al ser amado y lo mejor de todo me educaron para saber que la vida vale realmente algo si puedes dar a otros, aun si ellos no pueden darte a ti.
Son esas cosas lo único que realmente me queda de ellos, lo que me enseñaron, lo que me hacen ser como soy. No puedes pedirme que lo olvide. Por mucho miedo que tengas Hanamichi. Solo puedo cumplir la promesa que ya te hice de ser sincero.
He demostrado más veces de las que puedo contar lo que siento por ti y eso no ha cambiado. Pero…
¿Qué tenemos que hacer ahora nosotros dos Hanamichi?
¿Puedes seguir viviendo conmigo con ese miedo a que tenga otra idea de bombero, como tú las llamas?. ¿Puedo yo vivir contigo sabiendo que tu confianza en mí no es plena?. ¿Podemos ambos convivir sin que nuestros temores minen nuestra relación?
Quiero poder hablar de todo esto contigo, en persona, no así. Cuando creas que es el momento adecuado, sabes dónde encontrarme.
No olvides lo que sientes por mí, que la furia o la decepción o lo que quiera que pase por tu mente en este momento no nuble ese sentimiento.
Me amas, me lo dijiste tú y te creí; me hiciste tuyo y prometiste vivir con las consecuencias. ¿Recuerdas?
Dale un beso a la pequeña de mi parte y entra en esa sala. Ahora ya no tienes porque sufrir, sabes que ya es sólo un trámite. Sólo eso, un trámite. Luego todo habrá acabado.
Y cuando salgas… ya decidirás.
Sabes que yo te estaré esperando.
K.R
PS: No olvides que nadie debe ver esta carta. No la tires a la papelera, guárdatela y cuando llegues a casa la quemas. No quiero poner a la jueza en un aprieto.
Cuando la hubo leído un par de veces, se levantó y sin decir nada dobló ese trozo de papel y lo puso en su bolsillo, mirando a todos lados para ver si alguien le estaba mirando. (Con ese toque de discreción tan característico de aquel que sabe que lo que hace no es del todo lícito).
Luego con una actitud difícil de describir, se acercó a Kaho y Yohei que le habían estado observando de pie un poco alejados para darle cierta intimidad, temiendo que la carta fuera una despedida. Pero esa actitud serena, esa mirada tranquila y a la vez confiada les descolocaron.
-Llévanos a casa Kaho -dijo simplemente al pasar por su lado haciéndole mimos distraídamente a Aya, como si nada hubiera pasado-. ¿Tú también vienes verdad? -le preguntó a Yohei. Y siguió andando hacia el aparcamiento.
Tras la sorpresa inicial Kaho y Yohei se miraron y llenos de curiosidad le siguieron.
El día que había amanecido gris no había mejorado nada durante las horas que estuvieron en el juzgado. A pesar de que no llovía, se había levantado un fuerte vendaval y el cielo ya no era gris, sino que se estaba volviendo negro por momentos, parecía que se avecinaba una gran tormenta de finales de verano.
Un gran rayo cruzó el cielo y poquísimos segundos después un estruendo horrible les indicó que había caído cerca. La niña se asustó y se agarró a su hermano mayor.
-Olalà, este ha caído cerca -dijo ente divertido y sorprendido Yohei, a quien al contrario del pelirrojo le gustaban estas tormentas.
La mirada de Hanamichi le hizo callar, a pesar de que no pudo evitar las ganas de reír, que contuvo como pudo. Sabía que al pelirrojo no le gustaban las tormentas, aunque nunca supo porqué.
-Hanamichi, me encantaría venir con vosotros pero con la que está a punto de caer no puedo dejar que Naoko vaya andando a casa. Así que me voy a buscarla.
-¡Oh! claro. Pero por qué no venís después. Por la tarde, cuando amaine el tiempo.
-Muy bien -Yohei se acercó y abrazó a su amigo mientras Kaho abría el coche-. ¿Estás bien? -le susurró mientras le rodeaba con los brazos sin apretar mucho para no chafar la niña colgada del pecho de Hanamichi en su mochilita.
-Sí. Ve tranquilo, todo está bien -le dijo al separarse del cuerpo fuerte de su mejor amigo.
-¿Él… está bien? -Preguntó mirándole a los ojos, de forma seria.
-Sí. Está… Dónde está estará bien -le tranquilizó-. Gracias por todo Yohei. Sé que abusamos de tu amistad, pero…
-Para eso estamos los amigos Hana. Me quedo más tranquilo al verte sonreír de nuevo. Temía que Kaede…
-Ayer discutimos y el Kitsune necesitaba calmarse, por eso salió a dar un paseo. Además yo he estado muy nervioso con todo lo de Tsukihiro también -admitió ante la mirada de reproche de Yohei por echarle todas las culpas a Kaede-. Ya te lo dije una vez, no hay forma de estar demasiado juntos, porque entonces siempre hay algo que acaba explotando.
-¿Y recuerdas que te dije yo? -Le dijo con una media sonrisa en los labios.
-Química, química pura -contestó el pelirrojo antes de estallar en una sonora carcajada que quedó amortiguada por un sonoro trueno. El tercero desde que habían salido del juzgado-. ¡Joder! -Exclamó un poco asustado Hanamichi-. Será mejor irnos o nos cogerá la tormenta aquí. ¿Nos vemos esta tarde, vale? -Dijo entrando en asiento trasero del coche.
-Allí estaremos.
-Traed postres -dijo sonriendo Hanamichi antes de cerrar la puerta.
-¡Serás abusón!. ¡Como te atreves! -Dijo riendo Yohei mientras Hanamichi le hacía muecas des del otro lado del cristal.
Kaho arrancó y Yohei se dirigió al coche de su suegro para ir cuanto antes a por su querida Naoko.
No tardaron mucho en cruzar el centro, ver la ciudad tan bacía de coches daba escalofríos. El silencio se estableció entre Hanamichi y Kaho que todavía no se atrevía a preguntar nada de lo que quería saber.
Desde el asiento de atrás Hanamichi pudo ver por el retrovisor como ella le lanzaba breves miradas y hacía el gesto de abrir la boca como para decir algo, pero luego callaba y seguía conduciendo.
-Puedes preguntármelo -dijo Hanamichi mientras vigilaba que su hermana no se metiera la mano en la boca.
-Ya, no si yo… -Kaho enrojeció un poco y luego le dijo sin titubear-. ¿Él lo sabía verdad?. ¿Sabía lo que iba a ocurrir, no?
-¿Cómo lo…?
-Por la nota que te entregó el abogado en la sala. Solo una nota de suya podía hacerte cambiar así de actitud. La cuestión es ¿como sabía que ibas a necesitar ese empujón?
-Para empezar yo no necesitaba ningún empujón -dijo un poco altivo Hanamichi-. Y bueno ya le conoces… supongo que me conoce mejor de lo que creía -Hanamichi vio por el retrovisor a Kaho levantar las cejas y hacer un gesto con la cabeza como diciendo "ya ves"-. Me dijo que ayer estuvo hablando contigo.
-Sí. Estaba nervioso -dijo ella sin saber hasta dónde sabía Hanamichi de esa conversación.
-Asustado diría yo -dijo Hanamichi.
-Bueno no le culpo. ¿Te dijo sobre qué hablamos?
-¿Por qué crees que discutimos? -Preguntó tranquilamente.
-En el estado en el que estabais pudo ser por cualquier cosa -dijo Kaho. No entendía la calma de Hanamichi, seguro que se debía a la carta pero lo que esta decía era un misterio. Y por eso tenía miedo de decir algo inapropiado, tenía la sensación de andar por un terreno pantanoso al hablar de Kaede con Hanamichi.
-No por cualquier cosa Kaho. Kaede sabe como evitar discutir conmigo por tonterías. Sólo deja que ocurra cuando no tiene nada mejor que hacer. Sabe perfectamente como sacarme de quicio cuando quiere, y créeme, le divierte hacerlo. Pero también sabe como evitarlo cuando es necesario.
Mientras hablaban grandes gotas de lluvia empezaron a caer en el parabrisas del coche. La velocidad del viento no había disminuido, y la densa capa de nubes negras impedía el paso de la luz del sol a tal grado que Kaho tuvo que encender las luces del coche a pesar de ser las once de la mañana.
-Menuda tormenta -comentó Kaho abalanzándose sobre el volante del coche para ver el cielo iluminado por un rayo enorme-. Hanamichi creo que no me quedaré a comer, Toya tenía que volver en tren hoy pero con este tiempo no me extrañaría que cortasen las líneas.
-Bueno pues ves tranquila a buscarle. No vamos a dejar a tu futuro esposo tirado en la estación con este tiempo -dijo sonriente Hanamichi.
-¿De verdad no te importa? -Dijo no muy segura Kaho. La actitud de Hanamichi era desconcertante. Esa tranquilidad.
-Kaho, has estado a mi lado siempre que lo he necesitado y te lo agradezco. Pero ahora no te necesito. Entraré en casa, prepararé la comida y comeré; Y luego esperaré a que lleguéis por la tarde. Porque espero que vendréis tú y Toya igual que Yohei y Naoko.
-Claro, si es lo que quieres. Pero…
-No Kaho, a ver si voy a tener que enfadarme. Tú tienes que ir a buscar a Toya. Él te necesita más que yo en este momento. Además tampoco tiene sentido que te quedes solo tú a comer. Quería hablar con todos vosotros así que es mejor que vengas por la tarde y así no tengo que repetir las cosas.
-Eres…
-Soy un genio -dijo Hanamichi complacido, con una amplia sonrisa en su rostro.
Kaho estaba desconcertada. La sonrisa de Hanamichi era sincera, estaba tranquilo, relajado y todo parecía ir bien. Pero le había visto echar tristes miradas a la ventana, dónde la lluvia golpeaba con fuerza, como si esas gotas fueran lágrimas, pero era una tristeza serena, calmada, melancólica, de esas que solo deja un dulce recuerdo.
Sin darse cuenta habían llegado a la casa. Entre la cortina de lluvia se dibujaba la silueta oscura, sin luces, sin vida. Era una imagen tétrica pensó Kaho.
-Oye Hanamichi, mira -dijo con el coche ya parado enfrente de la casa y girándose en el asiento para poder ver a Hanamichi de cara, que ya estaba a punto para saltar del asiento trasero con su hermana en brazos y correr hasta la puerta de la casa para no mojarse mucho-. ¿Por qué no vienes conmigo y comemos con Toya en algún buen restaurante?
-¿Pero que te pasa hoy? Estoy bien Kaho. ¿Es que no lo ves? No hay nada por lo que preocuparse. Este genio está muy bien y tiene cosas más importantes que hacer que aguantar la vela en una comida de enamorados, así que lárgate ya -le dijo sonriendo.
-Pero no quiero dejarte solo -Gritó ella al ver como Hanamichi ya salía por la puerta trasera del coche.
-No me dejas solo -Le gritó Hanamichi desde la puerta a través de la densa cortina de agua. Al tiempo que le hacía adiós con la mano y subía las escaleras corriendo para que Aya no se mojara más de lo que ya estaba.
Kaho sin estar tranquila del todo arrancó el coche y se marchó a buscar a Toya.
-Ya estamos en casa -dijo riendo Hanamichi mirando embobado como su hermana hacía muecas por el agua que le chorreaba por la cara. A pesar de que Kaho había detenido el coche justo en frente de la casa la tromba de agua era tal que ambos hermanos estaban chorreando.
Sin pensárselo dos veces se encaminó hacia el baño dejando un reguero de agua por todo el pasillo y las escaleras.
En el baño puso el agua caliente en marcha y mientras la bañera se llenaba se quitó a su hermana de encima y se fue desvistiendo él y a la niña. Y sin esperar que la bañera estuviera llena del todo se metió en el agua tibia con su hermana en brazos.
El espectáculo era digno de ver. Ambos hermanos jugando a mojarse, mientras Hanamichi intentaba que el cuerpecito de su hermana pequeña no se le escurriera. La casa se llenó de risas mientras a fuera la tormenta no amainaba.
O eso pensaba una sombra escondida en la oscuridad de la habitación y que a través de la puerta abierta les observaba en silencio, sin dejarse ver.
Un relámpago iluminó de nuevo todo el cielo y por unos instantes su figura se hizo clara recortada contra el cristal de la ventana. No se movió pero no podía estar seguro de si Hanamichi había percibido su presencia.
Hanamichi no parecía haberle visto, pues siguió jugando como si nada con su hermana. Pasado un rato de juegos acuáticos Hanamichi decidió que ya había bastante y que ya iba siendo hora de secarse. Así que salió del agua y antes de hacer nada más envolvió a su hermana en una toalla y sin cubrirse con nada salió del baño para poder vestir a su hermana.
"Dios qué cuerpo tiene el muy jodido".
Si Hanamichi no le había visto todavía no quería salir al descubierto, pero… es difícil mantenerse alejado cuando el chico de tus sueños se pasea en pelota picada en frente de tus narices como quien no va la cosa.
-Aya, eres preciosa y te quiero mucho pero como no te estés quieta… -decía entre risas mientras intentaba untarle las ingles con crema a su hermana-. No te gusta, lo sé, pero peor será si los pañales te escuecen la carne créeme -y como si la pequeña lo hubiera entendido paró de moverse. Giró la cabeza hacia la puerta y sonrió alegre.
-¡Dede!. ¡dede!. ¡dede! -empezó a gritar riendo.
"Aya" Una pequeña sonrisa adornó ese rostro usualmente indescifrable.
Justo a tiempo se dio cuenta de que los gritos de la pequeña atraerían la atención del pelirrojo hacia la puerta de la habitación, dónde sin saber como había acabado embobado mirándoles. Así que sin saber muy bien porqué se escondió de nuevo en la oscuridad que el tormentoso día le proporcionaba justo a tiempo para que cuando Hanamichi se girara para ver a que tanto alboroto de su hermanita, no le viera.
-Ay, ya déjalo Aya, te pondré la crema tanto si te gusta como si no. Además no sé a que viene tanto alboroto, tampoco está tan fría como eso, en todo caso el que se está congelando soy yo. Eres muy pequeña para entender esto, pero muchos pagarían para estar en tu lugar en este momento hermanita. Fíjate que tienes al gran tensai a tu entera disposición, ni vestirme he hecho, así que déjate de tonterías y colabora un poco.
Cuando la tuvo vestida la tomó en brazos y se dirigió a la habitación. Prendió la luz y sin despegar los ojos de encima la cama dónde su hermana hacía intentos por girarse y ponerse a gatear, entró en el vestidor a por la ropa. Abrió distraídamente los cajones y sacó lo primero que encontró. Andaba tan pendiente de la niña que no notó el par de zapatos que salían por debajo del abrigo de invierno colgado al fondo del vestidor.
Con unos tejanos a medio abrochar sobre los calzoncillos, una camiseta ancha sin mangas y descalzo salió de la habitación y se encaminó hacia la cocina, dónde sentó a Aya en la trona mientras le preparaba la comida.
-No tengo muchas ganas de cocinar. Pero me muero de hambre -se quejó teatralmente Hanamichi-. Creo que voy a hacer algo del libro de mamá -dijo sonriendo maliciosamente mientras acababa de pasar la verdura y un poco de carne para el puré de su hermana-. Porque tienes que saber Aya que mamá era una magnifica cocinera. Y aunque el zorro nunca supo apreciar mis artes culinarias, yo heredé su toque en la cocina. Mamá tenía un libro dónde apuntaba sus mejores recetas. Mira que cosas más ricas -iba contándole Hanamichi a Aya mientras le daba su puré-. Me parece que recuperaré esa bolsa de gambas congeladas que tenía en el congelador para hacer un cóctel de gambas. ¿Sabías que las gambas son afrodisíacas?. ¿Qué te parece? Mmmm, pero no sé si quedan zanahorias, porque con la manía del zorro de comérselas como si fuera un conejo… ¿A que sí pequeña? Claro. ¿Y qué más? No sé, me apetece algo sencillo, algo de pescado quizá, tengo que mirar qué tenemos para ello. ¿Y tu Aya qué me dices del delicioso puré que te ha preparado este genio?
Desde el pasadizo, todavía sin dejarse ver Kaede pensaba de dónde habría sacado Hanamichi que él no apreciaba su cocina. ¡Pero si le encantaba comer lo que cocinaba, además verlo cocinar era todo un espectáculo! y además si lo hacía el pelirrojo no tenía que hacerlo él.
-¡Mira Aya como me has dejado la camiseta! -Lo oyó gritar.
No pudo contener la curiosidad y se le aceleró el corazón cuando vio a dentro la cocina a Hanamichi sacándose la camiseta empapada de agua con sensuales movimientos como si supiera que le observaban, para quedarse solo con los esos tejanos que tanto le gustaban a Kaede por lo bien que se arrapaban a las caderas de Hanamichi marcando su hermoso trasero.
-Ya me había duchado señorita -la regañó mientras con un trapo se secaba las cuatro gotas traviesas que seguían en su torso.
"Qué cabrón eres Hanamichi" se dijo a si mismo Kaede volviéndose a apoyar en la pared del pasadizo evitando así seguir viendo el torso desnudo del pelirrojo e intentando normalizar su respiración agitada y que en su entrepierna no…
-¿Por qué no se enciende este fogón? -Se quejaba Hanamichi cinco minutos más tarde poniendo al fuego una olla pequeña para hacer el arroz-. Ahora. Mira bien Aya porque vas a ver al genio preparar la más rica comida que puedas imaginar. Ahora mientras el agua para hacer el arroz se calienta, así, bien. ¡Pues a descongelar las gambas! jeje Que para eso se inventaron los microondas. Sí, ya lo sé, si fueran frescas serían más ricas, pero frescas son más caras y no las puedes guardar para ocasiones especiales como hoy. Eso es, y mientras esto se descongela pelaré las zanahorias. ¡Mira pero si parece que el zorro-conejo no se las comió todas! Podremos hacer la crema más deliciosa que hayas probado. Vas a ver como se pela una zanahoria. Atenta eh pequeña… Mira, se coge con esta mano así y con la otra… ¿ves? así despacito y con cuidado…
Kaede se asomó de nuevo para ver como las manos de Hanamichi iban arriba y abajo por esas zanahorias grandes, gruesas, arrancándoles la piel a tiras con el pela-patatas y luego las limpiaba con agua de una forma…
"¿Qué me has hecho Hanamichi?" Se dijo sin apartar la vista de ese hipnotizante movimiento que Kaede encontraba tan terriblemente sugerente. Con la respiración todavía más acelerada que antes y esta vez son poder evitar que en sus pantalones su miembro empezara a despertar.
-Aya cariño, que te estás durmiendo. Mira que eres… pareces el zorro que se duerme en cualquier lado -dejando las zanahorias Hanamichi cogió en brazos a su hermanita que tras comer empezaba a hacer cabezaditas todavía sentada en la trona.
Kaede se escondió en el hueco de debajo la escalera para no ser visto cuando salieron de la cocina. Y Hanamichi no tardó en volver a bajar, esta vez sólo. A pesar de haber estado en la habitación no se había puesto una camiseta, Kaede solo notó que…
¿Se había echado colonia?
Lo vio bajar las escaleras saltándolas de dos en dos y luego meterse en la cocina. Cuando oyó el ruido de los cazos, señal que Hanamichi estaba de nuevo entretenido con la comida se asomó a la puerta incapaz de contener las ganas de verle y medio mareado por ese penetrante olor que tanto le gustaba. Lo que no esperaba es que justo el instante de asomar sus ojosa azules por el marco de la puerta, recibiría un vaso de agua fría a la cara.
-¿Pensabas esconderte mucho rato más zorro? -Le preguntó Hanamichi con el vaso vacío en la mano.
-¿Sabías que…?
-¡Claro que sabía que estabas en casa! Lo que quiero saber es si pensabas quedarte espiándome por mucho rato o tenías intención de decirme algo.
-Yo… -titubeó Kaede secándose la cara con el trapo de cocina que le había quitado a Hanamichi de las manos.
-Tantas cosas que querías hablar ¿y ahora no tienes palabras?
-¿Sigues enfadado?
Hanamichi negó con la cabeza. Luego se acercó al moreno y lo abrazó por la cintura acercándolo a su torso desnudo.
-No quiero que cambies y no quiero que te vayas -le susurró Hanamichi estando frente contra frente.
-No voy a irme. Intenté decírtelo ayer Hanamichi. Quiero que confíes en mí.
-Lo sé -murmuró Hanamichi antes de besarle en la mejilla y separarse de él-. Ayúdame a preparar la comida anda que me muero de hambre. ¿Sabes hacer mayonesa?
-No -dijo un poco descolocado. ¿Ahí acababa todo?
-Ven -le dijo tan tranquilamente, lo tomó de la mano y del armario sacó aceite y sal, mientras sacaba la batidora y el cazo adecuado le pidió que sacara de la nevera un par de huevos. Kaede se sentó en uno de los taburetes a observarlo mientras Hanamichi echaba los huevos con un poco de aceite y la sal en el pote-. Y ahora solo hace falta un toque de genialidad -y empezó a batirlo todo-. El secreto para que no se corte es no dejar de batirlo, no pararse ni para echar más aceite. ¿Lo ves?
-Hanamichi… -murmuró Kaede.
-Y ya está, ven pruéba-la -y sin darle tiempo a decir nada Hanamichi metió un dedo en el cazó y una vez untado lo posó en los labios del moreno.
Los labios suaves de Kaede se abrieron dejando que el dedo de Hanamichi entrara en su boca. Un poco sorprendido primero no hizo nada, hasta que la lengua tocó la mayonesa y le lamió el dedo como si fuera la cosa más deliciosa y delicada del mundo, apretándolo suavemente con los labios y succionando ligeramente mientras la lengua le daba pequeñas lamidas de una forma tan sensual que Hanamichi no pudo dejar salir un pequeño gemido.
Kaede que por un momento se había olvidado de todo lo que no fuera ese dedo en su boca, abrió los ojos para ver la imagen más erótica que podía imaginar, Hanamichi sonrojado, con los ojos cerrados mordiéndose el labio para no volver a gemir. Entonces esos ojos de color marrón se abrieron para clavarse en los suyos azules, por un momento brillantes de excitación.
Sin dejar ver el pulso acelerado que latía en su pecho Hanamichi le dijo lo más neutramente que pudo.
-Ahora hay que… añadir el ketchup y la salsa perris para hacer la salsa rosa y…
Mientras Hanamichi hablaba Kaede se había levantado y se había acercado a él peligrosamente.
-Pareces mister camiseta mojada -susurró Hanamichi antes de tragar nerviosamente intentando que el nudo en la boca del estómago desapareciera.
-¿Y te gusta? -Susurró en su oído Kaede.
Le dio un vuelco el corazón y se le aceleró la respiración. Fue incapaz de responder, del mismo modo que fue incapaz de negarse a ser besado febrilmente mientras sus manos que parecían haber cobrado vida propia volvían otra vez a coger ese cuerpo firmemente por la cintura para acercarlo más a él.
'Cling' Sonó la campana del microondas, señal que las gambas ya estaban listas.
Eso hizo que Hanamichi volviera a la realidad. Dejó de besar a Kaede y sin decir nada lo soltó y se dirigió al microondas.
-Tengo que hervirlas para… -intentó decir al notar la intensa mirada de Kaede.
-Mírame -le dijo el moreno.
-Ya te he visto, gracias -le contestó Hanamichi pasando por su lado para abrir un cajón y sacar otro cazo para hervir las gambas-. Y creo que ya puedo cerrar el fuego o el arroz se nos estropeará.
-Hanamichi -volvió a llamarle Kaede, que no había despegado la vista de él en todo el rato.
-Sí, quizá que ponga a hervir las zanahorias con las gambas, así quedarán… -calló al notar el cuerpo de Kaede pegado a su espalda- …mejor -dijo con la voz más aguda de lo que le hubiera gustado. Pero es que la erección de Kaede en su trasero era notoria y sus manos en el abdomen imposibles de ignorar… a buenas horas se le había ocurrido ponerse esa colonia que sabía que le volvía loco.
-No me ignores -le amenazó Kaede al oído con una voz tan grave que le hizo estremecer.
-No te ignoro, sólo quiero preparar la comida, tengo hambre.
-Yo también -le susurró de nuevo con esa voz gutural fruto del deseo.
-No Kaede por favor -le suplicó manteniéndose firme en su actitud de no caer en las insinuaciones del moreno.
-¿Qué quieres de mí Hanamichi? -Le preguntó Kaede harto de esa actitud-. Si sabías que te estaba observando, me has estado provocando adrede. ¿Y ahora quieres que me detenga?
-Por favor -le dijo el pelirrojo y Kaede se separó de él.
-¿Por qué?. ¿Qué esperabas que ocurriera? Sabes lo que le ocurre a mi cuerpo cuando te veo desnudo y aún así te has paseado en pelotas enfrente de mí adrede, primero arriba, luego aquí sin camiseta. Sabías que estaba pendiente de todos tus movimientos y te has dedicado a toquetear las zanahorias como si…
-¿Que hecho qué?
-Y encima luego te has puesto la colonia que más me gusta, sabes que me embota los sentidos este olor. Y esto por no hablar de tus labios…
-Sólo quería que salieras por eso me he puesto la colonia -admitió Hanamichi-. En el baño he tenido que salir desnudo porque no podía dejar a Aya sola para vestirme, tenía que secar-la primero. Si hubieras salido de la habitación para ayudarme podría haberme tapado. Y me he sacado la camiseta porque Aya me ha lanzado todo por encima. ¡Ah, y no sé puñetas ha imaginado tu mente calenturienta pero yo no he hecho nada con ninguna zanahoria!
Kaede enarcó as cejas como diciendo que a lo mejor le creía.
-Además, aunque fuera cierto eso no quiere decir que… -intentó argumentar Hanamichi que de hecho sí había manipulado las zanahorias con bastante mala leche.
-Te deseo y sé que tú a mi también, qué hay de malo en… le susurró Kaede acercándose-le melosamente de nuevo creyendo haber ganado la discusión.
-Que no he tenido tiempo de decidir nada -le dijo zafándose de ese abrazo consciente que si no lo hacía sucumbiría rápidamente a las suaves caricias de Kaede-. Tan sólo hace una hora que la he leído -dijo sacando del pantalón la carta de Kaede.
-¿No te he dicho que…? -Dijo alarmado Kaede.
-Sí ya lo sé, pero no quiero hacerlo. Quiero conservarla, además aunque quisiera quemar-la tampoco he tenido tempo de hacerlo.
-Pero sí has tenido tiempo para encenderme a mí. ¿No? -Dijo enfadado Kaede. ¿No solo había pasado de la posdata sino que no había abierto el sobre hasta pasado todo?
-Es que eso es muy fácil de hacer -dijo Hanamichi mientras se le escapaba la risa por debajo la nariz-. No Kaede ahora hablando en serio, querías que habláramos. ¿No? Pues yo necesito tiempo vale.
-¿Tiempo para qué?
-No lo sé, para verlo todo más claro supongo. Estoy echo un lío y…
-¿No quieres seguir juntos? -dijo un poco asustado.
-¡No! Sólo te pido tiempo. Eso no quiere decir que no quiera estar contigo, ni que quiera frenar nada entre nosotros. Sabes que a mi también me gusta el sexo contigo, pero no arreglaremos nuestros problemas en la cama, básicamente porque ambos sabemos que ahí no tenemos ningún problema.
Kaede sonrió ligeramente ante el comentario.
-Y no quiero perderte por dejarnos llevar por las hormonas. Sólo te pido tiempo. Te quiero Kaede -le dijo abrazándolo de nuevo-. Me gusta vivir contigo, levantarme cada día abrazado a ti, poder comer lo que cocinas, oírte tocar a cualquier hora, me gusta la idea de que Aya pueda aprender de ti tanto como de mí, me gusta echarme al sofá sin hacer nada contigo a mi lado, levantarnos temprano para ir a entrenar juntos, saber que cuando llegue a casa alguien estará esperándome, que cada día puedo aprender algo nuevo de ti, me gusta verte cuando duermes y cuando me miras, saber que me deseas y provocarte hasta hacerte arder en deseos de arrancarme la ropa y follarme allí dónde estemos.
-No, si ya… -intentó hablar Kaede, pero Hanamichi le tapó la boca suavemente con los dedos.
-Shhhh, déjame hablar. Me aterroriza la idea de empezar la universidad el curso que viene, pero saber que estarás a mi lado me tranquiliza, muero por volver a jugar contigo, mis amigos te quieren como a uno más del grupo y sé que si mi madre viviera también le gustarías -los ojos de color avellana no se despegaron un segundo de los azul océano-. Me gusta tu olor, el olor de tu champú en tus cabellos suaves, me gustan tus manos firmes y elegantes -le dijo tomándole una mano entre las suyas y acariciándola levemente-. Me gusta que seas tan distinto a mí. Necesito tenerte cerca, saber que estás pendiente de mí, que me vigilas, que me observas. Me amas y no puedo describir lo que eso significa para mí. ¿Cómo quieres que no tenga miedo a perderlo todo? -Sin soltarle todavía, continuó hablándole-. Cuando a principios de verano te pedí de vivir juntos otra vez… sabía que esto me ocurriría, de éso tenía miedo, de que te convirtieras en todo mi mundo. Ahora que sé que ya ha ocurrido, sólo te pido tiempo para asimilarlo. No esperaba que mi dependencia de ti fuera tan grande Kaede, tampoco tú creo que seas consciente de hasta que punto te necesito.
-No lo sé Hanamichi, quizá no. Pero lo que me da miedo a mi es que confundamos las cosas, porque sinceramente, ¿crees que eso que describes es amor, o es otra cosa?
-¿Como dices?
-Que eso que describes no parece amor, parece… rutina.
-¿Y qué hay de malo que me guste la rutina a tu lado?
-La rutina no es amor.
-La rutina contigo me da seguridad, la rutina contigo me da paz, la rutina contigo me ayuda a olvidar y me hace soñar en un futuro mejor. La rutina Kaede es una estabilidad que hace años que no tengo.
-¡La rutina no es romántica, la rutina es algo de cada día, la rutina no es especial!. ¿No hay nada de sentimiento alocado, de locura, de insensatez en todo lo que sientes por mí? -por extraño que parezca el que acababa de perder los nervios era Kaede.
-¿Te parece poco insensato decirle a la persona que podía separarme de mi hermana para siempre que te amo, pudiendo negar-lo?. ¿Te parece poco alocado irme a vivir contigo sin siquiera saber si lo nuestro iba a funcionar?. ¿Te parece poco increíble que después de años de peleas constantes, de decirte hasta la saciedad que te odiaba y que deseaba no haberte conocido, haya sido no solo capaz de enamorarme como un perfecto idiota de ti, sino que encima te lo dije?
-No, me parece increíble que me digas que me quieres por rutina.
-¿Y qué hay de malo en eso Kaede? Me gustan las cosas sencillas, me gusta la tranquilidad, me gusta tener una base constante sobre la que poder hacer planes, me gusta la sensación de que delante de mi hay un camino, llano, sencillo en cierto modo. Me gusta saber que cuando me gire por la noche te encontraré allí, pegado a mí porque eres un jodido friolero, que cuando llegue tarde en casa habrá alguien preocupado por mí. Son esas pequeñas cosas del día a día las que más me gustan de estar contigo. Y son las que echaría de menos si te marcharas.
-Pues no es nada romántico Hanamichi.
-Puede que no, puede que tengas razón y además de imbécil no soy romántico. No sé si mi vida tiene algún sentido; siempre me ha acechado el miedo a no hacer nada importante con mi vida. Puede que tengas razón y no busque tener una historia de amor como la de tu abuelo tan romántica y tan triste. Pero toda la vida he soñado con encontrar esa persona especial que al final de mis días estará allí para decir, tu vida no ha pasado inadvertida, yo la he visto, yo estuve allí y ha valido la pena vivir-la contigo. Y, por alguna razón que no alcanzo a comprender, desde que te conozco que sé que quiero que esa persona seas tú.
Kaede quedó por un momento sin habla. Otra vez Hanamichi le había dejado pasmado. ¿Como había podido dudar de que lo que sentía por él no fuera amor?
-Puede que no sea romántico Kaede, pero no dudes de que lo que siento por ti va en serio.
Kaede hizo que no con la cabeza.
-Lo siento Hanamichi, no volveré a dudar de que lo que sientes por mi; te he acusado de no ser romántico sin ser cierto, perdóname.
-No hay nada que perdonar Kitsune -le dijo tocándole la mejilla gentilmente-. Hemos pasado por mucho Kaede y no dudo que todavía nos queda mucho por pasar. Sólo quiero que lo pasemos juntos, para bien o para mal.
-Cásate conmigo -le soltó más serio que nunca.
-¿Qué? -Exclamó con un tono un poco agudo debido a lo inesperado de la pregunta.
-Cásate conmigo Hanamichi. Juntos para siempre, en la salud y la en enfermedad, en la riqueza y en la pobreza y hasta que la muerte nos separe -explotó Kaede con los ojos vidriosos.
-Kaede, ya te dije una vez que casarse es algo muy serio y que…
-Es mi modo de prometerte que estaré a tu lado pase lo que pase -le dijo en tono de súplica.
-Pero…
-Por favor Hanamichi deja que sea yo esa persona que cuando llegue el fin estará allí para recordarte. Por favor se tú el testigo de mi vida.
Hanamichi no dijo nada, solo hizo que sí con la cabeza y luego le besó dulcemente.
A fuera la lluvia caía incesante y mientras se besaban un intenso resplandor vino seguido de un tremendo estruendo que asustó a Hanamichi. Este dio un respingo y se abrazó más fuerte al cuerpo de su ahora prometido. Y se fue la luz.
-¡Oh no!. ¡La luz!. ¡Ahora no podré acabar de preparar la comida! -Se quejó Hanamichi soltándose del cuerpo de Kaede y mirándose desolado la vitro-cerámica como se iba apagando.
-Qué lástima -dijo Kaede siguiéndole y abrazándose a su espalda-. Pero mientras no vuelve podríamos aprovechar el tiempo. Yo sigo con hambre.
-Si no supiera que es imposible pensaría que has hecho que se fuera la luz a propósito kitsune hentai -siguió quejándose Hanamichi, intentando no mostrar cuan nervioso le ponía la mano de Kaede en su abdomen jugando a recorrer lentamente el trozo de piel entre el ombligo y la cintura del pantalón.
-Sabes que por estar contigo soy capaz de cualquier cosa Torpe -le susurró al oído y luego le mordió el lóbulo.
-Aaahhh, Kitsune no hagas eso -le reprimió al notar que se le erizaba la piel.
-¿El qué?. ¿Esto? -Dijo metiendo un poco los dedos por dentro del pantalón.
-No, pero esto tampoco lo hagas -dijo contrayendo los abdominales en un acto reflejo.
-¿O te referías a esto? -Dijo Kaede antes de lamer-le el cuello.
-Kitsune que se me pone todo de punta cuando haces eso -se quejó Hanamichi.
-MMmmmmhhhhhhhhh -gimió Kaede en su oído.
-¡Eso no hentai!. ¡El bello!. ¡Se me eriza el bello!
-Es que… no… te explicas… Torpe… . Eso…, aquello…, lo otro… -dijo dándole suaves besos en los hombros entre palabra y palabra.
-Lo que pasa es que tú eres un… -dijo Hanamichi soltándose y girándose para enfrentarlo. Pero no pudo terminar la frase porque Kaede le tapó la boca con un flamante beso. Goloso como hacía tiempo que no se mostraba, Rukawa no tardó en hacerle abrir la boca y meter en ella su lengua húmeda y caliente. El arranque de pasión fue tal que Hanamichi casi se ahoga.
Pero ese minúsculo detalle no le importó mucho a Rukawa que tras saciar su sed de esos labios, decidió dejar la boca de Hanamichi y se fue directo a su pecho que subía y bajaba aceleradamente y bajo el cual el corazón latía desbocado y se adueñó de uno de sus pezones.
-¡Hhhhh! -ahogó un grito Hanamichi.
Y tras un pezón vino el otro. Mientras los dedos de Kaede habían desabrochado del todo el tejano del pelirrojo para dejar que lentamente le cayeran piernas abajo.
-¿Conque el bello eh? -Dijo Kaede cuando los pantalones cayeron y dejaron al descubierto los apretados calzoncillos muy abultados.
-Te odio -gimió Hanamichi al notar como los largos dedos de Kaede hacían descender su ropa interior.
-Lo sé -dijo Kaede levantando la cabeza y atacando su boca de nuevo-. Y te amo más por ello.
Las manos de Hanamichi hicieron subir la camiseta húmeda de Kaede y con cierta ayuda del moreno se la sacó.
Otra vez pecho a pecho, de pie en medio de la cocina, Hanamichi notó como las manos de Kaede pronto bajaban de su espalda a su culo en un frenesí incontrolable acercando cada vez más su desnudez con el ya muy evidente bulto bajo los pantalones de Kaede, a la vez que le masajeaba las nalgas magistralmente.
Normalmente a Hanamichi no le gustaba especialmente que le toquetearan el culo, pero esas no eran circunstancias normales.
Kaede muy resuelto y siguiendo con la iniciativa fue, disimuladamente, empujando a su amante totalmente sometido entre su boca y sus brazos hasta la puerta que daba al jardín.
-¡Aaaahahhhh! -Gimió Hanamichi al chocar con la espalda en ella-. ¡Está frío!
En ese instante calló de repente al sentir una sensación ya conocida. Un dedo de Kaede se había colado de improvisto en su trasero. Instintivamente sus esfínteres se tensaron envolviendo el dedo de Kaede.
-Relájate Hanamichi, te prometo que no te haré daño. ¿Confías en mí?
Hanamichi había estado esperando esa pregunta todo el rato. Respiró hondo asimilando lo que esa respuesta llevaba implícita. Luego buscó los ojos azules de Kaede antes de contestar. Pero su cuerpo relajado había contestado por él, se lo decía la sonrisa en los labios de Kaede. Aún así murmuró:
-Sí, confío en ti Kaede.
Kaede no pudo evitar el impulso de dejarlo todo, sacar el dedo de ese territorio conquistado, y atrapar su boca una vez más. Esta vez con mucho amor, con complicidad, con ternura en vez de pura pasión y arrebato. El beso se volvió lento, candente y arrítmico hasta que se disolvió en dos sonrisas y dos sonrojos.
Ambos tranquilos, ambos felices, con las manos en la nuca y la espalda del otro, como si dispusieran de todo el tiempo del mundo para estar juntos. Sin prisas ni presiones.
-¿No vas a tomarme? -Preguntó un poco avergonzado por ello Hanamichi.
Y pudo observar como por unos instantes los ojos de Kaede se abrían un poco más de lo normal, pero solo por un instante, porque luego se oscurecieron como nunca los había visto hasta entonces. Eran de repente dos pozos de puro deseo.
-Gírate -le dijo con la voz ronca.
Esperando a ver qué quería hacer Hanamichi le hizo caso. Pero no esperaba que Kaede se pegara detrás de él estampando-lo contra el frío cristal de nuevo.
-¡Kitsune, que está frío! -Se quejó el pelirrojo por el cambio brusco de temperatura de lo caliente del pecho de Kaede al frío cristal.
-¡Shhhh! No hables -le susurró con una voz grave y ronca en el oído haciéndole estremecer casi dejándolo sin palabras para objetar esa postura.
-Pero…
-¡Shhh! -Lo calló poniéndole un dedo en la boca-. Sólo siente, disfruta.
-Como quieres que disfrute si solo veo la tormenta. Quiero verte -dijo un poco asustado. No le gustaban las tormentas. A parte que le hacían pensar en su madre y eso tampoco era muy bueno para la libido precisamente.
-No necesitas verme para sentirme. Cierra los ojos... y concéntrate en tu piel... Concéntrate en mí... Estoy aquí..., estoy en ti... Siénteme.
Parecía que las palabras de Kaede empezaban a surtir efecto pues pronto los músculos de Hanamichi se relajaron de nuevo. Entonces Kaede empezó de nuevo su descenso.
Besando lentamente y con dulzura los hombros, la espalda, hasta llegar de nuevo a las nalgas. Se arrodilló detrás de él, sin pensárselo mucho metió de nuevo uno de sus dedos en esa raja, pero solo para jugar con su entrada, para palparla, para luego hacer lo mismo pero con la lengua.
Cuando Hanamichi notó la humedad en su entrada, esos pequeños lengüetazos hicieron estragos en él y pronto su espalda se curvó exponiendo todavía más su trasero. Movimiento aprovechado por el moreno para introducir de nuevo un dedo, que esta vez no causó ninguna sensación que no fuera plenamente deseada.
Con una mano entretenida con eso Kaede se contorsionó para alcanzar el aceite de la encimera para tenerlo a mano cuando llegara el momento.
Poco después un segundo dedo, esta vez bien untado con aceite se sumaba al primero. Hanamichi con los ojos fuertemente cerrados se centraba exclusivamente en esas nuevas sensaciones de invasión e intimidad. Notaba palpitar su erección a pesar que Kaede no se la había tocado para nada. En un movimiento instintivo su cadera se acercó a la ventana en busca de algún contacto. Pero el frío cristal y la sensación de perder los dedos de Kaede le hicieron volver a poner el culo en pompa, siendo solo sus manos quienes tocaban la fría ventana.
Para facilitar el acceso Kaede le ayudó a retirar uno de los pies de los pantalones que descansaban casi olvidados en sus tobillos. Ahora con las piernas mucho más abiertas pudo notar como un tercer dedo intentaba penetrarlo también.
-Relájate y no te dolerá apenas -en contra de lo que su sentido común le indicaba intentó relajar su ano y antes de darse cuenta ese intruso ya estaba dentro.
En ese instante Kaede usó la otra mano, hasta ahora inactiva para acariciarle la parte interior del muslo, suavemente, haciéndole sufrir, excitándolo más, hasta que finalmente decidió dejar de torturarlo y su mano envolvió sus testículos.
Un pequeño gemido salió de los labios de Hanamichi y la cabeza hasta ahora mantenida erguida se desplomó hasta tocar el frío cristal con la frente en un intento de apagar el sofocón.
Y cuando ya pensaba que duraría poco más Hanamichi sintió un cuarto intruso.
-¿Otro? -murmuró entre asustado y sorprendido Hanamichi.
-Shhh, no hables -le hizo callar Kaede.
Y antes que pudiera protestar el cuarto dedo hacía su incursión a la tierra prometida. Y con él, una punzada de dolor recorrió a Hanamichi. Poco amante de sentirse débil aguantó estoicamente los intentos de Kaede para que ese cuarto dedo pasara de ser una molestia punzante a un agudo placer. Pero no funcionó mucho que digamos y al fin tras unos instantes de duda Hanamichi le dijo:
-Kaede duele.
No era ninguna recriminación ni ninguna queja solo una notificación. Pero Kaede que hasta ahora se había dejado llevar por la lujuria de saber que iba a poseer a su pareja se asustó un poco y decidió retirarse.
-Si quieres lo dejo aquí -dijo un poco indeciso en parte porque no quería hacerle más daño, en parte porque moría por penetrarlo de una vez.
-¿Qué? -Casi gritó Hanamichi-. ¡Ni se te ocurra dejarme así!
Aprovechando que estaba libre de cualquier intrusión, Hanamichi se giró. Y mientras le besaba pasionalmente con una mano le masajeaba por encima del pantalón y con la otra intentaba desabrocharlo. Le costó un poco pero cuando finalmente pudo bajárselos Kaede estaba tan encendido de deseo que sus ojos volvían a ser unos pozos azules casi negros de deseo.
Hanamichi siguió con lo que hacía, con una mano en el miembro de Kaede se aseguró a base de masturbarle de que estuviera bien erecto. Y entonces le dijo:
-Ahora siéntate.
-¿Cómo? -dijo un poco sorprendido Kaede.
-Al suelo, vamos que no tenemos todo el día -insistió Hanamichi.
-Pero… -intentó objetar Kaede mientras obedecía. Y cuando estuvo en el suelo con la espalda bien apoyada en la puerta de cristal vio lo que Hanamichi pretendía. Iba a sentarse encima de él.
Para facilitarle el proceso Kaede encogió las piernas doblando las rodillas y dejando los pies planos en el suelo, formando un espacio entre ellas y su cuerpo dónde Hana pudiera sentarse cómodamente.
Poco a poco Hanamichi fue agachándose y justo cuando ya casi se había sentado Kaede le dijo.
-Un momento Hanamichi espera no quiero que te duela.
-No va a dolerme Kitsune, por favor hazlo ya.
-Un segundo -y entonces Hanamichi vio a lo que el moreno se refería. Kaede tomó la botella de aceite vertió un poco en sus manos y luego untó su pene erguido y palpitante. La imagen de Kaede frotándose el pene como si estuviera masturbándose le encendió y haciendo caso omiso a esa voz que en su interior le decía que debía ir despacio se sentó finalmente en la erección de Kaede, de una sola vez lo tubo todo dentro. Dejando al moreno sin habla por él placer y a si mismo también pero por una pequeña punzada de dolor.
Esta, pero, pronto desapareció; Kaede había hecho un buen trabajo al dilatarle y más pronto de lo que ambos esperaban se encontraron cabalgando en un ritmo hechizantemente lento al principio, pero que poco a poco iba aumentando.
La posición, uno frente al otro, les permitía mirarse, tocarse, besarse,… cosas que iban haciendo intercaladamente mientras sus caderas iban adquiriendo un ritmo cada vez menos cadencioso y más frenético.
Hasta que llegó un momento en el que Hanamichi notó las palpitaciones de Kaede y como iba a venirse y a conciencia se apretó enfundado el pene del moreno dentro de él el máximo posible. Un par de esas estocadas fueron suficientes pera hacer que Kaede se corriera.
Cuando Kaede recuperó un poco la cordura se dio cuenta que Hanamichi todavía no había descargado e izo un intento de salir de él para poder atender con mayor libertad la erección de Hanamichi.
Pero este le impidió que saliera de él.
-No te muevas Kitsune, me gusta tenerte así -susurró echando atrás la cabeza al notar la mano del moreno envolviendo su miembro.
Sin pensárselo mucho Kaede empezó a masturbarle cuidadosa, pero enérgicamente. Y pronto el cuerpo de Hanamichi hacía incontrolables movimientos pélvicos que obviamente fueron detectados por el miembro latente de su interior. Poco a poco volvió a ponerse en pie y esta vez el que hacía movimientos pélvicos ya no fue solo Hanamichi cabalgándole sino él mismo intentando adentrarse al máximo en ese enorme cuerpo completamente abandonado al placer que le estaba dando.
En una de esas profundas estocadas Kaede notó que había alcanzado su meta al notar el pequeño espasmo de placer de Hanamichi y consciente de ello estocó con fuerza repetidas veces consiguiendo sendos resultados, hasta que ambos acabaron cediendo al monumental orgasmo que todo el proceso les provocó.
-¿Porque no me dijiste antes que esto era así? -le susurró Hanamichi cuando la respiración se lo permitió apoyando su frente en la sudada de Kaede.
-No lo sé, pero me ha gustado. ¿Cómo se te ha ocurrido cabalgarme así?- susurró todavía gratamente sorprendido por la nueva experiencia y todavía dentro de Hanamichi.
-Uno que tiene sus recursos… -dijo intentando sonar misterioso Hanamichi.
-¡Lo sacaste del libro del abuelo! -Dijo atando cabos Kaede, recordado de repente el pequeño librito que habían recuperado del baúl del abuelo de Kaede.
-¿Qué más da de donde lo saqué, la cuestión es que nos ha gustado no?
-Sí -dijo sonriéndole antes de besarle castamente la comisura de los labios-. ¿Quieres que me aparte? -Le preguntó Kaede pasado un rato.
-Es extraño tenerte dentro. Pero me gusta la sensación. Me siento más unido a ti ahora que cuando te tomé yo.
-Eso es porque no es lo mismo, no exige lo mismo dar que que te den. Cuando dejas que te penetren te expones mucho más, exige un grado de confianza mayor.
-Lo sé. Pareces profesor en sexología Kitsune.
-No, pero estoy estudiando para la doble titulación en convivencia con Torpes pelirrojos y como hacerles gritar de placer.
-Mira que te la juegas -dijo riendo Hanamichi a la vez que hacía un ligero movimiento con la pelvis.
-¡Ehh que el aparato es delicado Idiota, ve con cuidado! -dijo en tono serio Kaede.
-No te preocupes Kitsune -le murmuró a milímetros de su boca-. Tengo tanto interés como tú en que tu soldadito siga de una pieza y por muchos años -entonces le besó de nuevo, lentamente con una sonrisa en los labios. Con la oscuridad a penas si le veía el brillo de los ojos, pero Hanamichi sabía que Kaede también se sentía feliz, no necesitaba verle para notar eso en el moreno, por lo pronto no lo necesitaba en esas condiciones de intimidad y cercanía.
Cuando ambos estaban de nuevo entregados a las caricias sutiles, los achuchones posesivos y ese beso interminable de repente volvió la luz iluminándoles a ellos y a toda la cocina.
-Parece que es hora de que termines de preparar la comida -dijo Kaede sonriendo.
Pero Hanamichi estaba estático mirando hacia el jardín a través de la ventana.
-¡Hanamichi!. ¿Qué ocurre? -Dijo Kaede haciendo un pequeño movimiento para girar la cabeza y ver a fuera que cosa tan sorprendente había capturado la atención del pelirrojo de ese modo.
-No Kae…de -dijo sin poder evitar que el moreno viera lo mismo que él.
Grissina: Bueno espero que os haya gustado. No sé si la carta era lo que esperabais, si conseguí teneros intrigadas hasta que Kaede apareció o no, y aunque alguna de vosotras me ha comentado que prefiere de Kaede de Uke... bueno espero que también os haya gustado el intercambio de papeles y además al final la iniciativa la llevaba igualmente el pelirrojo no? XD
Dejadme reviews chicas/os aunque hayan pasado unos años sigo queriendo saber vuestra opinión T.T
