Todo este fic, esta hecho y dedicado especialmente a mi preciosa, mi pequeña Lágrima… por que tú fuiste el aliciente para hacerlo… si la musa me abandonó, entonces te tuve a ti… con amor…

Ninguno de los personajes es mío… solo los tomé prestados para las historias. Ninguno se ha quejado así que no me preocupa en lo absoluto… nadie salió lastimado durante las grabaciones de éstos capítulos… (en este caso, solo el ego del Fénix… pero ya lo conformé)

HISTORIAS CORTAS SOBRE AMIGOS VERDADEROS.

DULCES

Corría como si todos los espectros del infierno le pisaran los talones.

Seiya se esforzaba al máximo para alcanzar una parte de lo que Athena Saori repartía en esos momentos. Al llegar, encuentra que la bondadosa joven le había apartado un pequeño bultito de tela brillante…

Los jóvenes caballeros de bronce se encontraban todo lo desperdigados que podían, en esa lujosa sala de la mansión Kido.

-Toma Seiya –dijo la muchacha – disfrútalos… más tarde cenaremos…

-¡Gracias! – el joven Pegaso se acomodó en un reclinable, para disfrutar del contenido de su bolsa, que constaba de una variedad de dulces, y un pastelillo.

Grande fue su decepción, cuando, al verter sobre su regazo, el contenido de su preciado bultito, se encontró con que no había ninguna confitura de mandarina.

- Ohhh! –Suspiró el moreno – no tengo de mandarina… pero si son mis favoritos…

- ¿Qué ocurre Seiya? – Preguntó dulcemente Shun - ¿a que viene ese gesto de pena?

- Es que no me tocaron dulces de mandarina… -contestó aquel, tristemente – Y con lo que me gustan…

-Lástima – aportó Hyoga, despatarrado en el suelo, frente al televisor, mientras se echaba a la boca tal cantidad de dulces, que era obra y gracia del Espíritu Santo, que no muriera ahogado con ellos – por que yo ya me los comí…

-¿Shiryu? – Inquirió Seiya -¿Tú no tienes? Podríamos hacer un trueque…

- No Seiya… bueno, sí tengo –respondió el de largos cabellos negros, que yacía acostado en un love seat de cuero blanco, con las piernas y la cabellera colgando de los descansa brazos – pero a mi también me gustan mucho… más suerte para la próxima, amigo…

-¿Amigo?- refunfuñó el caballo alado - ¡hmbffffmmffff! Si fuera al revés yo te los hubiera cambiado –murmuró entre dientes

- Perdóname amigo –le dijo el tierno Andrómeda, levantándose de su sitio en la barra del bar, donde había acomodado sus postres, para revisarlos – a mí tampoco me tocaron… sabes que te los hubiera dado, sin necesidad de intercambios…

-Gracias Shun… lo sé… -Seiya se levantó también para acercarse a él, y alborotarle cariñosamente los largos cabellos verdes – no te preocupes…

Ya solo faltaba de peguntarle a uno de sus compañeros de batallas.

Buscó con la mirada, y encontró al huraño Caballero del Fénix en una posición bastante extraña.

Se había acomodado en un inmenso y acolchado sofá, con la espalda en el asiento, y las piernas en el aire, apoyadas tanto en el respaldo como en el muro contra el que el mueble descansaba.

Su cabeza colgaba hacia abajo, con el pelo cayendo en mechones, y los ojos cerrados.

Masticaba fervorosamente algo, sin expresión alguna.

El Pegaso desistió de su empresa.

Si sus valientes e inestimables amigos se habían negado, más aún Ikki, que no se caracterizaba por su carácter extrovertido, y sus ansias de hacer felices a los demás.

Ikki, abrió solo un ojo, curioso, a la expectativa de lo que el chico castaño haría. Sonrió para sí al verle dejar caer los hombros, derrotado, y volverse a su inicial puesto en el reclinable.

-Con el miedo que me tengan, me basta –se dijo, satisfecho, el Ave de fuego

Y dejaron transcurrir la tarde, en espera del gran momento de la reunión.

Y siguieron disfrutando (en menor medida el dolido Pegasus) de todos los detalles que la joven encarnación de la diosa les había preparado. Ese día, precisamente, era un aniversario más de la fundación Kido. Así que se había servido a la mesa, una gran, lujosa, y estrafalaria cena, donde todos los caballeros de la orden ateniense serían agasajados.

Los caballeros de oro, junto a los platas y bronces, fueron acomodados al azar en la gigantesca mesa donde ahora departían alegremente, en espera de que Athena les diera su bendición para comer.

-¡A comer! –se dio la pauta- ¡que lo disfruten!

Por fin, la cena llegó a su término, partiendo cada uno a sus respectivas obligaciones, y cargando un pequeño presente.

Seiya, aún triste por el suceso de los dulces, salió a una de las múltiples terrazas, y se acomodó en una silla metálica.

Escuchaba a sus compañeros conversando, riendo desenfadados, en una habitación cercana.

Pero de pronto, sintió el cosmos del Ave Fénix, acercándose a él.

-¿Pensativo, burro con alas? –Comentó, despectivamente, Ikki –se te puede fundir el cerebro.

-Descansaba la comida, pajarraco asado… -respondió el castaño- solo eso…

- Sí, ya me empezaba a preocupar que se te ocurriera pensar… no queremos otra guerra santa…

-¿Miedo, Ikki? –susurró, aventuradamente, Seiya

Fue entonces cuando se encontró a sí mismo, en el centro de un nudo humano, provocado por un aparentemente furioso Fénix. Se sentía apaleado, y cuando intentó defenderse, tuvo que reconocer que las manos de su contrincante eran poderosas.

Porque habían apresado las suyas tras su espalda fuertemente, y mientras el intentaba evitar un grito, Ikki reía en un desagradable tono de Psicópata asesino maniático…

Y tan repentinamente como había iniciado, el ataque del Caballero del Fénix se detuvo, liberando sus manos, y apartándose de él, aún riéndose a mandíbula batiente.

-Malvado Ikki… me las va a… -y la frase murió en sus labios, al llevar sus manos al frente, y abrirlas - ¿Qué dem…?

Y giró rápidamente, tratando de encontrar a su atacante aún en el lugar, pero se había marchado.

- Ikki… por Athena –susurró, conmovido – tenías que ser precisamente tú…

Por que en sus manos extendidas había un presente que le alegró el alma, y no precisamente por lo que era…

Si no, por lo que significaban.

Cinco dulces de mandarina.

FIN