Todo este fic, esta hecho y dedicado especialmente a mi preciosa, pequeña Lágrima… por que tú fuiste el aliciente para hacerlo… si la musa me abandonó, entonces te tuve a ti… con amor…

Ninguno de los personajes es mío… solo los tomé prestados para las historias. Ninguno se ha quejado así que no me preocupa en lo absoluto… nadie salió lastimado durante las grabaciones de éstos capítulos…

HISTORIAS CORTAS SOBRE AMIGOS VERDADEROS.

UN ARBOL

Julián Solo, la reencarnación de Poseidón, le miraba, divertido.

Y es que era desesperantemente hilarante ver los esfuerzos del tierno Sorrento, por conservar con vida un árbol… bajo el mar.

- ¿Te rendirás algún día, General? –le preguntó, curioso

- No mi señor… nunca desistiré

-¿Te das cuenta, de que los árboles son criaturas terrestres?... no podrás hacerlo vivir bajo el mar…

-Pero hay tierra, mi Señor, y mucha agua –"Tal vez demasiada" sopesó el de ojos cerezas – además, el paisaje de aquí es tan… rocoso…

La carcajada que soltó el dios, reverberó por las colinas de corales que rodeaban al Templo del cual era regente.

Prefirió dejar a su Joven y dulce General Marino, con sus sueños de arboledas abisales, y se retiró a sus aposentos. Pero antes de irse, notó que otro de sus valerosos guardianes se encontraba cerca, oculto bajo la sombra de un pilar, a la escucha.

Un par de ojos verde esmeralda se enfocaron en la espalda de Sorrento de Sirena, para adornarse después con la sombra de una sonrisa.

Y se marchó, a hablar con el congelante Izaac de Kraken.

- Pero es que es una empresa imposible –dijo el joven de cabellos - ¿Cuándo aprenderé?... creo que Poseidón tiene mucha razón…

Y tras dar un par de pasos atrás, e inclinarse levemente ante la seca rama del que fuera un hermoso sauce bebé, se encaminó hacia su pilar.

Ya en él, bajó a su habitación, recostándose, y pensando derrotado, en los hermosos jardines que la tierra ostentaba.

No era que quisiera subir a tierra firme. Ni siquiera soñaba con eso.

Pero le hubiera gustado traer algo así a su amado océano.

-¿Sorrento? –Oyó la voz de Isaac, llamándole -¿te encuentras aquí?

-Aquí estoy, Isaac, pasa por favor…

-Ah! ¡Vaya! Te buscaba por que necesito que me ayudes con algo…

-¿Qué yo te ayude? –el de cabellos celestes, no lo creía -¿a que, querido amigo?

-Es que… es que… -"¿Qué rayos le digo?", pensó el peliverde, "debí planearlo mejor"- ummm

-¿Qué? –Sorrento dudaba – ¿se te olvidó?

- No… es que… ah! ¡Sí! – ¡aleluya! – lo que pasa es que tengo una invasión de molestos calamares justo sobre mi pilar, y no dejan de arrojarme tinta…

-¿Ca… la…mares?... ¿tinta? –Sorrento estaba a punto de pegar la carcajada

-Sí… ¿de que demonios te burlas? –Izaac aparentó ofenderse – No debí venir a pedírtelo… no se en que pensaba…

-¡No! ¡Espera General! –llamó el joven, tomándolo por los hombros- perdona mi imprudencia… y por favor dime… el modo en que puedo serte útil con esos… calamares…

-Humpbff!

-¡Vamos! ¡Discúlpame ya! –El peliceleste le asía por la cintura ahora, más que sonriente - ¿quieres que toque para que se vayan?

-Exactamente en eso pensaba…

Pero al llegar al dichoso pilar, la plaga de Calamares asesinos dispara tinta se había marchado como por arte de magia.

Para gran diversión de Sorrento.

Y gran consternación (fingida) de Isaac de Kraken .

Y en compensación por el inútil viaje, el joven de verdes cabellos, le invitó una copa al músico marino. Y la copa se volvió interminable, y la conversación parecía cada vez mejor.

-No sabía que fueras tan locuaz, amigo –dijo Sorrento a Isaac – me tienes gratamente sorprendido.

-Bueno, es lo menos que puedo hacer, ¡después del tremendo ridículo con esos malditos crustáceos!

-Creo que no son crustáceos… son…

-¡Bah! Al diablo con lo que sean… -dijo el Gélido General de verde cabello- al fin de cuentas, se fueron sin siquiera despedirse…

-¿Qué? –causando otro ataque de risa en su amable acompañante

Y con el transcurrir de las horas, cayó la noche. Noche que en el mar brillaba con las luces fosforescentes de las criaturas que, luminosas, flotaban sobre sus cabezas, como si de un cielo se tratara.

Y en cierto modo, eso era. Era su cielo. En vez de estrellas, anémonas luminiscentes, peces con franjas coloridas, pequeñas criaturas que brillaban como estrellas en la negra bóveda.

No hacía falta luna, por que el Templo de Poseidón alumbraba, blanco como el satélite, en el centro mismo de su civilización.

-Es en estos momentos, que doy gracias a los dioses –dijo el joven de ojos rosados- por vivir en este lugar, justo hoy, justo así…

-Es demasiado bello… -soñadoramente comentó el General dueño del pilar donde se encontraban- tanto, que ni siquiera se compara con el cielo exterior…

-Cierto… -Sorrento pareció recordar algo -¡Es tardísimo!... debo irme, por que he descuidado mis obligaciones… Poseidón me matará…

-Claro que no…-Izaac le sonreía –entonces, te acompaño

-No es necesario…

-Insisto…

Y caminaron juntos, a veces conversando, a veces solo disfrutando de la compañía del otro, hasta llegar al pilar de Sirena.

Se despedían alegremente, cuando el Peliceleste vio salir de sus aposentos, a un hermoso caballero de ojos verdes.

-¿Kannon?-inquirió- ¿Qué haces aquí dragón marino?

-De visita… pero ya nos vamos, ¿verdad Isaac?

-Sip

Y la forma en que ambos se miraron, despertó un deje de celos en el hombre de ojos rosas. Así que los observó partir, para internarse en sus habitaciones.

Y al encender una luz, un espectáculo se descubrió ante sus ojos.

Por que esos caballeros, al no poder hacer vivir un árbol bajo el mar, obraron otro milagro.

En toda la habitación de Sorrento de Sirena, en cada muro, había sido recreada, por la habilidosa mano del General Kannon, una de las maravillas de la creación.

Y un pequeño letrero en su cama rezaba: "¡No tocar! ¡Pintura Fresca!"

La recámara de Sorrento era un Bosque primaveral.

FIN