The Embrace of the Night
By: HybridVirus

Disclaimer: Hetalia y sus personajes son pertenencia de sus respectivos dueños, solamente soy dueña de Rafaela y no hay ninguna ganancia con esto, más que darles amor a las relaciones de mi país con otros países; solo soy una fan que escribe para fans.

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Capítulo II

El suave murmullo de la campanilla sobre la puerta de la tienda resonó gentilmente en el silencioso ambiente. Llamando la atención de la joven hechicera que se encontraba mezclando varias plantas, para preparar las infusiones que habían disminuido drásticamente en los estantes. Todos los aprendices que habían conseguido entrar al bosque y permanecer en el durante la luna llena, habían venido y arrasado con las pociones, maleficios, conjuros y tantos otros artilugios mágicos. Esta noche aquellos que pudieran formarían sus contratos, y era la última oportunidad de tantos otros por conseguir formar un contrato de improvisto, si es que conseguían asombrar a alguna de las criaturas del bosque con su dominio del arte mágico.

– ¡Hey baby!

Los orbes miel se posaron sobre el joven rubio que se acercaba rápidamente al mostrador, y que le sonreía con toda la coquetería del mundo. Una discreta sonrisa se apodero de la pelicastaña para salir de detrás del mostrador, y tomar el brazo de Alfred que aún se encontraba bajo recuperación. Sus ojos se deslizaron sobre la pálida piel en la que aún era notoria la marca de un juego de garras, que había por poco dejado al rubio sin un brazo. Los dedos de Rafaela se deslizaron lentamente contra la herida, asegurándose de contribuir a que la piel y la carne sanaran lo más posible con las limitaciones de la magia que había sido usada por el Dacian Draco.

Debía admitir que era algo fuera de este mundo, ya había pasado bastante tiempo desde la noche de luna llena, y todavía se podían sentir las ondas mágicas que se desprendían de la mallugada piel del rubio. No había duda alguna del porqué, todos suplicaban por la oportunidad de convencer a dicha bestia para que se uniera a ellos. Una mueca cansada se apodero de los carmines labios de la ojimiel, mientras que continuaba presionando su aura mágica contra el brazo de Alfred. Debía de ser algo realmente triste y solitario, ser cazado y perseguido hasta el punto de no poder confiar en nadie, estar siempre a la expectativa del ataque que seguiría después de haberse negado a aceptar a alguien como amo. Aunque era de esperarse, no todos los hechiceros trataban a sus familiares de una forma digna.

– ¿Cómo te sientes Alfred?

El rubio deslizo sus orbes azules sobre la herida que se encontraba cicatrizando lentamente en su brazo, no estaría en óptimas condiciones para adentrarse en el bosque durante esta noche. Sin embargo, estaba consciente de que era su última oportunidad para atrapar al Dacian Draco, de lo contrario tendría que esperar hasta el año siguiente y aun así, no era seguro que pudiera atraparlo. Esta vez tendría que darlo todo de sí, el rubio se mordió nerviosamente el labio inferior. Preguntándose sobre cómo conseguir que la pelicastaña lo ayudara con su plan, para atrapar a la legendaria criatura que había vivido por tanto tiempo en los bosques.

–¡Debiste verme! ¡Esa cosa era enorme, pero claro que lo enfrente!

Añadió Alfred en un tono altivo, al mismo tiempo que inflaba el pecho intentando parecer más grande de lo que era. Una sonrisa se apodero de la ojimiel, al volver a escuchar al rubio soltar la misma historia sobre su encuentro con el enorme lobo, que dominaba el extenso bosque a los alrededores de su pequeña ciudad. Un gesto lleno de incertidumbre se apodero de las bronceadas facciones de la chica, al mismo tiempo que dirigía una nerviosa mirada hacia Alfred. Sabía lo difícil que sería para el rubio no participar en la noche sin luna. Pero esta vez no había nada que ella pudiera hacer al respecto sobre eso. Una discreta sonrisa se apodero de sus labios, al recordar al pequeño conejito que había aceptado su ofrenda, y al que vería hoy en la noche para sellar su contrato.

– ¡Rafaela!

Chillo el indignado rubio que se había vuelto a colocar las vendas, sus orbes azules miraban a la dueña de las hebras castañas de un modo acusante, como si no pudiera creer que su amiga, no le hubiera estado poniendo la más mínima atención. Una de las cejas del chico se arqueo al ver la gentil sonrisa que se apodero del rostro de la ojimiel. La misma que parecía decirle que absolutamente todo estaría bien. El rubio se pasó la lengua por los labios, esperando que este fuera el mejor momento para mencionar el descabellado plan a su amiga. Estaba seguro de que si alguien podía ayudarlo a conseguirlo sería ella. Necesitaría cuidado médico para su brazo y Rafaela era la mejor sanadora del lugar, ella lo tenía que acompañar junto al resto.

– Disculpa Alfie, es solo que estoy algo nerviosa… por lo que sucederá en la noche.

El rubio sonrió encantadoramente, al mismo tiempo que se acercaba a la chica para tomar sus manos entre las de él. El ojiazul respiro profundamente, asegurándose de mantener su mirada fija en los orbes miel. Esta noche era especial, hoy todos estarían en el bosque buscando forjar los contratos aceptados y el resto que no había tenido suerte, intentarían probar que eran dignos en caso de que una criatura estuviera en las cercanías viendo a aquellos que no habían sido marcados aun por alguna otra bestia. Era algo normal que se forjaba solamente en esas noches, un lazo que no podía ser roto por nadie más que por la bestia y el hechicero, al verse rota alguna de las cláusulas del contrato acordado entre ambas partes.

–Rafaela…

Susurro nerviosamente el rubio, al mismo tiempo que una de sus manos se deslizaba sobre la bronceada mejilla de la ojimiel. Lentamente sus dedos acomodaron las sedosas hebras castañas detrás de la oreja de su compañera, buscando ver de mejor modo su rostro. Ellos habían vivido tantas cosas juntos, desde el inicio de la academia mágica, a los más intensos entrenamientos, y los enfrentamientos mágicos que parecían estar completamente en su contra. Juntos habían podido superar todo lo que se atravesara en su camino, eran amigos que se apoyaban en las buenas y en las malas. Ella aceptaría ayudarle ¿Verdad? El pálido joven trago en seco para después deslizar su lengua contra sus labios, repentinamente podía sentir como si su voz fuera incapaz de escapar de sus labios.

–¿Quieres cazar al Dacian Draco conmigo?

La incrédula mirada de la pelicastaña le helo el corazón, sabia de sobra que Rafaela no estaría feliz con su petición, ella no estaba contenta al día siguiente de la noche de luna llena. La había visto correr en su dirección, apresurándose a ayudarle a sanar con desesperación la herida en su extremidad. Pero principalmente no podía aceptar la decepción que parecía reflejarse en esos orbes que tanto apreciaba. La pelicastaña negó con un insistente movimiento de su cabeza, al mismo tiempo que aferraba las manos a su brazo herido, como si intentara hacerlo recordar la última vez que se había enfrentado a dicha criatura.

–Alfie… yo tengo un contrato que cumplir…

La quijada del rubio se apretó con fuerza, mientras desviaba la mirada. Incapaz de aceptar la respuesta de la hechicera, a la que no se atrevía a decirle lo que sentía. El familiar que la ojimiel había encontrado era algo completamente indigno de ella ¿Porque demonios se atrevería a aceptar a semejante criatura a su lado? Esta decisión de Rafaela era algo ridículo, una que no la ayudaría absolutamente en nada. 'Please babe…' susurro el rubio con desesperación, mientras que sentía como su corazón parecía palpitar con dificultad, al saber que este se encontraba atrapado en el firme agarre de la mujer frente a él. Un sonoro 'tch' escapo del más alto al ver la negación de la sanadora, sus orbes se entrecerraron en un gesto lleno de molestia, a la par que soltaba a la ojimiel y daba media vuelta. El sonoro eco de los pasos del ojiazul resonaron en la silenciosa tienda, mientras que Rafaela lo veía acercarse cada vez más hacia la puerta.

–¡Por favor Alfie, déjalo en paz!

(¯ `v´¯ )
`.¸.´

Un nervioso suspiro escapo de la ojimiel, mientras se colocaba la blusa de color vino que había elegido al día siguiente de haber vuelto del bosque. La tela se ceñía levemente a su cuerpo, lo suficiente como para que esta no estuviera completamente holgada, y al mismo tiempo dándole el suficiente espacio para moverse en él sedoso material, esto en caso de que el familiar con el que se encontraría decidiera que primero habrían de combatir para que el contrato se llevara a cabo. Un nervioso suspiro escapo de los labios de Rafaela, al mismo tiempo que se aseguraba de acomodar la tela de sus pantalones de corte alto. Estaba consciente de que usualmente se usaba el traje tradicional, pero de entrar con él al bosque, terminaría destrozado entre la maleza.

–Tranquila Rafaela…

Murmuro para sí misma la pelicastaña, mientras tomaba la misma maleta que había usado en su expedición anterior al bosque, asegurándose de verificar de nuevo todo el contenido dentro de la misma. Llevaba las suficientes pociones, hechizos y varios objetos mágicos en caso de ser necesario. No era algo fuera de lo común, que otros hechiceros invadieran su campamento en el caso de que creyeran que un enfrentamiento seria la forma indicada de conseguir la aprobación de alguna de las tantas criaturas del bosque. 'No hay de qué preocuparse' susurro la joven en una tranquila voz, mientras acercaba a la puerta la bolsa de la casa de campaña que había usado con anterioridad, la bolsa de dormir y las cobijas, introduciendo lo que se podía en la maleta.

–Todo estará bien…

Un suspiro escapo de sus labios, mientras miraba por la ventana la gentil mezcla de los suaves tonos del crepuscular atardecer. Los suaves naranjas que se mezclaban con el azul celeste del cielo, que daba paso lentamente al tono oscuro del cielo nocturno que se acercaba con rapidez, para dar paso a la legendaria noche de la luna negra. Todo hechicero que se respetara un poco, sabía que era en esta noche cuando toda conexión creada entre familiar y hechicero, pasaría a dar forma a una fuerza colosal en su control mágico. Una agridulce sonrisa se apodero de la dueña de los orbes miel al ver a los padres y familia de varios de los estudiantes que se habían adentrado ya hace horas en el bosque.

Las velas y los cirios mágicos que adornaban los alrededores de las runas, le recordaban a las palabras de su padre antes de haberse retirado de la pequeña ciudad, dejándola para que terminara sus propios estudios en la academia. Podía reconocer algunos de los hechizos en la cera mágica, debía admitir que se sentía completamente orgullosa de que, muchos de ellos fueran de su propia autoría. Los había grabado con cuidado, cariño y mucho esmero. Asegurándose de que los buenos deseos, para cada uno de sus dueños fueran capaces de dar suerte y contrarrestar cualquier maleficio que creyeran los dañaría, aunque al parecer se habían convertido hoy en la guía para desear suerte a los jóvenes que se adentraban al bosque.

–Deséame suerte…

Murmuro para sí misma, al mismo tiempo que deslizaba su mano derecha sobre su brazo izquierdo, el gesto que probablemente sería algo común para cualquier persona como un gesto lleno de nervios. Tenía un significado especial y que solo parecía ser comprensible para ella misma. Finalmente, la ojimiel tomo sus cosas para dejarlas a un costado del exterior de la puerta y proceder a cerrar la misma con llave, para después deslizar sus dedos contra la cerradura, permitiéndose utilizar un pequeño encantamiento en caso de que alguien decidiera entrar por la fuerza, mientras ella no se encontraba. Los orbes miel se deslizaron sobre la plaza principal, intentando encontrar con su mirada a cierto joven de irises azules.

–¡Buena suerte!

Una pequeña sonrisa se dibujó sobre el rostro de la ojimiel, al mismo tiempo que dirigía una mirada a la gente que discretamente la miraba de reojo. Estaba consciente de que muchos no estaban felices con su decisión de ser una sanadora, pero no había mucho que pudiera hacer al respecto. Sabía que esperaban algo más de ella, en especial por ser hija de su padre. Pero a veces la manzana caía muy lejos del árbol. Ella no era su padre y probablemente nunca podría sobrepasar las hazañas del mismo hombre, que había sido capaz de domar y poner a su servicio a las mismísimas estrellas. Por supuesto que sabía que su padre no estaría feliz con el familiar que había obtenido, pero a los ojos de la joven. Tener un familiar era mejor que, no tener ningún familiar. Aunque este no cumpliera con los requisitos de su padre.

(¯ `v´¯ )
`.¸.´

El eco de sus pisadas resonaba insistentemente en el extenso dominio de los árboles. Un divertido gruñido escapo de sus fauces, mientras sentía el sinfín de ataques mágicos que habían estado usando en su contra desde recién iniciada la tarde. El sol se había encontrado alto en el cielo, bañando al bosque con su insistente resplandor. Como si intentara bañarlo con su luz, al saber que esta noche no habría alguna guía, para los hechiceros que se hundirían entre las sombras que creaba el silencioso bosque. Fue en ese momento en que el silencio se había vuelto algo innatural. Los aromas que se encontraban en el viento le decían que aquello que ocurría durante todas las noches de luna oscura estaba a punto de suceder.

Había vivido hace tanto en este lugar, incluso antes de que existiera el sello de la barrera del hechicero negro, la misma barrera mágica que tomo poderío sobre este lugar. Por lo que ya había visto a la horda en diversas ocasiones. Siempre era lo mismo, todos serian hechiceros que no habrían podido encontrar a una bestia que los aceptara, por lo que se adentraban en el bosque desde temprano. Intentando desesperadamente encontrar la aprobación de alguna criatura dispuesta a aceptarlos y compartir su mana con ellos. Esa tarde como muchas otras, se preparó sabiendo de sobra que muchos de ellos vendrían por él. No era algo fuera de lo común, aquellos que insistían en encontrarlo y convencerlo de servirles. Se unían en un gigantesco grupo, esperando derrotarlo con sus números. Lo curioso de esto era que, a la mitad de este enfrentamiento, no habría mago que no se apuñalara por la espalda, puesto que todos empezarían a atacarse a si mismos.

Su boca se abrió por completo, permitiéndose arrojar una llamarada de fuego amarillo en la dirección del hechicero rubio, que se encontraba avanzando entre todo el caos, mismo que era causado por el gigantesco combate que se veía alrededor de ambos. Sus orbes rojos se entrecerraron al mismo tiempo, que sus dientes aparecían gracias a la forma en que los labios del enorme lobo blanco se hacían ligeramente hacia atrás. Si había algo de lo que Vladimir se sentía orgulloso era de su olfato, no había nada que no fuera capaz de rastrear. Por eso sentir el tenue aroma de la magia que se desprendía del brazo del rubio, le hacía hervir la sangre con molestia. Lo habían ayudado a recuperarse, y en vez de apreciar ese gesto. Ese molesto chiquillo se había vuelto a adentrar al bosque, desperdiciando el tiempo y la magia de su hechicera.

–¿Creíste que podías escapar?

Pregunto con sorna el joven ojiazul, al mismo tiempo que el resplandor rojo en sus manos se hacía presente. La bestia no hizo más que rodar los ojos, ese truco no funcionaría dos veces. Ya sabía a qué se enfrentaría y esta vez no se permitiría ser lastimado, no cuando se supone que tenía que estar en óptimas condiciones para llevar acabo su propio contrato. Si era lastimado una segunda vez, mostraría que era indigno de ser el familiar de su hechicera. No se permitiría fallar, no se podía fallar a sí mismo, a sus deseos, y no podía fallarle a la mujer que estaría esperando por él, en el momento en que las sombras se apoderaran por completo del bosque.

–No, podrás huir de mí.

El movimiento de la energía mágica resonaba a su alrededor, cortando velozmente el aire en las cercanías. Si Vladimir debía de admitir algo, sería que el dominio del chico sobre las cuchillas de viento que se encontraba manejando eran algo digno de admirar. La herida que había adquirido en su primer encuentro, era la prueba viviente de ello. Pero aquello que ha funcionado una vez, no lo vuelve a hacer una segunda. El elemento de la sorpresa que le había favorecido ya no se encontraba con él. Por lo que no era sorpresa alguna el ver que, con un rápido movimiento, Alfred se encontró atrapado debajo de la enorme criatura, con los ojos completamente abiertos. Incapaz de admitir que las patas que se encontraban presionando su cuerpo contra la áspera superficie del suelo, eran capaces de arrebatarle la vida en un abrir y cerrar de ojos.

Bajo cualquier otra circunstancia, estaría dispuesto a matar al hechicero. Pero el aroma de la magia de la bruja de los orbes miel, escapaba del rubio como si pasaran bastante tiempo juntos. El arriesgarse a que su protegida se enterara de que él había sido el causante de la muerte del joven. Podría evitar que el contrato que debía de celebrar con la dueña de las hebras castañas, no llegara a ser plasmado y aceptado por la hechicera. Así que le gustara o no, tendría que dejar ir al rubio. La repentina sensación de la magia en el ambiente había cambiado de golpe, el pelaje blanco del Dacian Draco se erizo como si de un gato se tratase al sentir la presencia que en ese mismo instante se estaba abriendo paso de golpe en el bosque.

–¿¡Qué diablos es eso!?

Grito uno de los aterrados jóvenes al ver las resplandecientes luces de los relámpagos, que coloreaban de un tono violeta las oscuras nubes que se habían cernido sobre el cielo. La luz del sol ocultándose marcaba el inicio de la cacería de los hechiceros en el bosque. Pero el aroma del ozono empezando a inundar el bosque era advertencia suficiente de lo que se encontraba en las cercanías. El bosque no sería seguro esta noche, y él tenía que asegurarse de sacar del mismo a su hechicera. Un gruñido escapo de las fauces del cuadrúpedo, mientras se alejaba apresuradamente del grupo de hechiceros que continuaba mirando el espectáculo de luces que fue seguido por un relámpago de color morado, mismo que se precipito hacia la tierra en lo que estaban seguros eran los límites del bosque.

–Esas llamas…

Susurro el rubio al percatarse del oscuro resplandor que había aparecido, en el mismo instante que el destello de luz había tocado la tierra. Si estaba en lo correcto y creía estarlo, esa segunda luz había sido un hechizo de fuego, pero solamente había visto a una hechicera usar ese oscuro tono en sus llamas. Sin pensarlo mucho el rubio dejo atrás al resto de jóvenes, que aún permanecían estáticos mirando lo que parecía ser una batalla de luces. Pero era la idea de saber que la ojimiel había decidido defenderse, era lo que le helaba la sangre y lo mismo que lo llevaba a apresurar sus pasos en la dirección del sonoro retumbar de los relámpagos.

–Don´t worry babe, I´m coming.

¿Qué cosa podría ser lo suficientemente aterradora, como para obligar a Rafaela a pelear? El eco de pasos detrás de él, le dijo que finalmente algunos de sus compañeros habían decidido acompañarle, para verificar que es lo que estaba pasando. Ahora todo lo que necesitaba hacer, era asegurarse de llegar a tiempo para encargarse de lo que fuera que se encontraba en las afueras del sello mágico de la ciudad, y así detener a lo que fuera que Rafaela intentaba cortarle el paso.

Continuara…

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Hybrid-Virus

Yo! Espero que se encuentren bien lectores y que estén teniendo un excelente día. ¡Finalmente llega el capítulo dos! Desde finales del mes pasado estaba casi listo, pero no lo había podido terminar. Ah… en verdad me agrada Vladimir, pero admitiré que la criatura que veremos en el capítulo siguiente, también es de mi agrado. Elegir a la bestia que representaría dicho país fue algo complicado, pero al final me parece que fue la elección correcta. Ignore al dragón que es conocido en dicho país como leyenda, porque no quería que el rival de Vladimir también fuera un dragón.

De algo podemos estar seguros, Vladimir lo conoce de sobra y sabe que el peligro en ese momento es inminente, esa es la razón por la que parte del combate para encontrar a Rafaela, sin estar consciente de que la misma no se encuentra aún en el bosque. Esto porque como él mismo menciona, su olfato es realmente bueno. Pero, cuando los rayos tocan la tierra es posible que se encuentre un aroma fuerte en el ambiente, este es el aroma del ozono que se desprende de los rayos, y es similar a la sensación que nos queda después de entrar a un lugar que fue bañado en cloro, por lo que podemos decir que el olfato de Vladimir se encuentra imposibilitado por el momento.

Finalmente, Rafaela encontrara a Vladimir en su forma original en el capítulo que sigue. Espero que dicha actualización esté lista para finales del mes o en su defecto a principios del mes que viene. ¿Alfie podrá brillar en combate? Tendremos que esperar para averiguarlo. ¿Habrá algo entre Alfred y Rafaela? Puede que sí, pero con Vladimir en el camino, es altamente improbable, así que eso quedaría más como un amor no correspondido.

Sin más que agregar por el momento, dejen un Review y nos vemos en la próxima actualización.

¿Dudas? ¿Comentarios? ¿Critica? ¿Etc.? ¡Ya saben qué hacer, envíen un review!

:Traducciones:

-Hey nena

-No te preocupes muñeca, ya voy.

"Formemos parte de la línea de reviews, cuando leamos un fanfic con un personaje que nos gusta y no es muy común ver, de un fandom olvidado o de una historia que nos guste; dejemos un review, porque esa persona escribe para nosotros y que mejor forma de inspirarla y darle combustible para seguir"