The Embrace of the Night
By: HybridVirus

Disclaimer: Hetalia y sus personajes son pertenencia de sus respectivos dueños, solamente soy dueña de Rafaela y no hay ninguna ganancia con esto, más que darles amor a las relaciones de mi país con otros países; solo soy una fan que escribe para fans.

Pd: Se aceptan donaciones en PP :La descalabran:

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Capítulo III

El eco de los gritos uniéndose al estruendo del rayo al golpear la tierra, resonaba insistentemente en sus oídos. El aroma del ozono en el ambiente, se encontraba inundando el exterior de la barrera mágica en los alrededores de la ciudad. Mientras que las runas grabadas en las enormes piedras resplandecían gracias a la electricidad que había intentado destruirlas, buscando abrirle el paso a la tormenta que arreciaba en el exterior de la barrera. El insistente aullido del viento, le recordaba a una bestia furiosa y fuera de control, que no buscaba más que sembrar el terror en el corazón de su presa. Por lo que no era sorpresa alguna, el ver como su descomunal fuerza mecía las ramas de los arboles casi intentando arrancarlas, a la par que el oscuro cielo cubierto de nubes se iluminaba incesantemente, por el destello de los relámpagos.

– ¡Alguien tiene que hacer tiempo!

El eco de los gritos llenos de pánico y terror resonó en lo más profundo de su corazón, las runas eran lo que mantenía todos los alrededores sellados, eran la capa principal del sello que había sido forjado para mantener al resto del mundo fuera de esa área. Si eran destruidas, absolutamente toda la tierra quedaría expuesta a que cualquier persona pudiera entrar, cualquier hechicero podría intentar reclamar control sobre la ciudad que su padre había mantenido segura por tanto tiempo. Un escalofrío recorrió la columna vertebral de la ojimiel, al posar su mirada sobre el dueño de los cascos que resonaban con fuerza en el exterior de la barrera.

– ¡Vayan por Arthur!

Grito con decisión la pelicastaña, intentando que de ese modo las personas que se habían rehusado a retirarse, finalmente partieran del lugar en busca de seguridad. Estaba segura de que había visto a uno de sus compañeros de la academia correr, en el instante en que los furiosos relinchos de la criatura se empezaron a escuchar. Pero no era quien, para juzgar sus acciones… tendría que hacer todo lo posible para mantener las runas en el mejor estado. El eco de las pisadas de la criatura y la forma en la que un destello violáceo escapaba de sus orbes, le decía que toda la tormenta estaba siendo controlada por ese mismo ente. Había algo extraño en esto… las criaturas nunca se acercaban a la barrera, mucho menos intentaban atacarla.

– Lo intentare…

El eco de las pisadas de algunas personas alejándose fue toda la señal que necesito para acercarse hacia la runa principal, misma que irónicamente se encontraba lo más cerca posible de su casa. Pero a sus ojos tenía sentido, su padre las había forjado y la presencia del hombre mantenía a cualquier cosa que pensara en acercarse lo más lejos posible. Por supuesto que su padre ya tenía tiempo de no estar en el lugar, y parecía que algunos ya estaban empezando a percatarse de dicha situación. Los orbes de Rafaela se encontraron con las resplandecientes amatistas, pertenecientes a la bestia de pelaje negro que se encontraba en el exterior de la barrera. El repentino flash y el crujido de la electricidad golpeándose contra el domo mágico resonó en el ambiente.

– Solo esta vez…

Susurro la ojimiel al mismo tiempo que deslizaba su mano derecha contra su brazo izquierdo, recordando de nuevo aquello que su padre le habría dicho antes de partir. Con una decisión que no sabía de donde estaba sacando, Rafaela se aseguró de presionar su mano derecha contra la runa principal, el verde resplandor se aferró a la piedra introduciéndose en esta para reforzar una vez más la magia en la misma. Mientras le quedara mana, podría asegurarse de que la barrera no cayera, pero eso no significaba que se pudiera dar el lujo de permitir que la criatura continuara atacándola, tenía que salir y enfrentarla. Al menos hasta que Arthur llegara para tomar su lugar enfrentándose al corcel oscuro que se encontraba en el exterior.

–¿Podrías ayudarme… solo esta vez?

La diestra de la ojimiel retiro el pequeño brazalete dorado que yacía en su muñeca izquierda, y sin detenerse a digerir que en verdad estaba cometiendo una locura, se permitió finalmente salir del alcance de la barrera mágica. La criatura mágica que en un principio la había ignorado, parecía encontrarse por completo concentrada en ella ahora. El pelaje negro del caballo relucía de una forma hermosa, su oscuro tono y sus orbes violetas hacían un contraste completamente encantador, y bajo cualquier otra circunstancia Rafaela estaba completamente segura que estaría encantada de tener a la criatura como familiar, pero la realidad es que las criaturas salvajes no atacaban la ciudad. Este ente ya tenía un amo que lo había enviado, para destrozar el trabajo de su padre, y simplemente no había modo alguno de que permitiera eso.

– Retírate ahora y nadie tiene porque salir herido.

El repentino siseo de la electricidad resonó en el ambiente, haciendo que la pelicastaña evadiera con un rápido movimiento el rayo violeta que había sido arrojado en su dirección. Una incrédula mirada fue arrojada en la dirección del caballo de seis patas, que había atacado sin el menor miramiento a la joven hechicera. Cualquier incertidumbre quedaba completamente disipada con las acciones del familiar, ya no tenía duda alguna. La había visto reforzar la barrera, y por lo mismo ahora la consideraba una amenaza para cumplir con las ordenes de su amo. Alguien había podido ingresar magia que no le pertenecía del todo, y sus órdenes eran las de derrumbar el sello mágico, que ella debía de proteger a costa de todo, incluso aunque eso la llevara a perder el contrato con su familiar.

– Supongo que eso significa 'No'.

El repentino ardor de la magia recorriendo su brazo izquierdo le hizo entrar una vez más en razón. Lo que estaba haciendo era una locura, ella no estaba hecha para usar magia de ataque, y aun estando consciente de esto… estaba ahí arriesgando el pellejo por los ideales de un hombre, que había partido en un viaje ya hace un par de años, el mismo hombre que la había dejado atrás. La sensación de la magia suplicando por ser liberada retumbaba por cada célula de su cuerpo, como si se tratara del agua atrapada en una presa a punto de desbordarse, buscando destruir todo a su paso. Un tembloroso suspiro escapo de los labios de la pelicastaña, solo por hoy haría una excepción. Bajo el cielo oscuro les mostraría que, aunque no era su padre… daría su todo por mantener a salvo aquello que él había construido con tanto esmero.

–Entonces… no hay necesidad de mostrarte piedad alguna…

Siseo entre dientes la ojimiel al extender su brazo en la dirección del corcel negro, permitiéndose liberar finalmente el hechizo que su tembloroso brazo había intentado contener, desde el momento en que se había retirado el sello creado por el brazalete dorado en su muñeca. El sonoro grito de dolor del animal resonó en el tormentoso ambiente, ante la forma en que las llamas negras liberadas por la hechicera carcomían lentamente su pelaje y parte de su cuerpo. La parte del fuego que no había tocado al animal, se abrió paso rápidamente sobre la superficie como si tuviera vida propia, el movimiento de las llamas le recordaba a una serpiente acercándose rápidamente hacia su presa, buscando atraparla en el cruel agarre constrictor que le anunciaría un final lleno de desesperación.

–No importa que hagas…

Los sonoros relinchos del animal corriendo por los alrededores intentando liberarse del abrazo de las llamas en su crin y el resto de su pelaje, resonaba insistentemente en sus oídos, junto al sonoro rugido de los truenos que anunciaban la inminente llegada de los rayos que serían la respuesta del familiar ante su osadía por haberlo atacado. Los cascos de la bestia mágica resonaban en los oídos de la pelicastaña, casi tan estridentes como el bombeo de la sangre gracias a su acelerado corazón. 'No importa cuanto lo intentes' mascullo entre dientes la ojimiel, al sentir la estática que estaba empezando a advertirle de la magia que la bestia liberaría en el lugar.

El cosquilleo en su brazo también era una clara advertencia de que estaba lista para responder, sabía que podía atacar todo lo que fuera necesario, el verdadero problema era… ¿Cuánto podría aguantar su cuerpo? Un tembloroso suspiro escapo de sus labios, mientras la imagen de cierto rubio pasaba por su mente ¿Cuánto tiempo tardaría Arthur en llegar a ayudarla, si es que debía de detener a Alfred para que no se pusiera en riesgo? "Que vergüenza" esa voz de nuevo estaba ahí, recordándole que no había sido la elección correcta para dejar a cargo de semejante tarea tan importante. Puede que fuera cierto, puede que no hubiera sido la elección correcta, pero eso no la detendría de cumplir con su deber.

–¡Las llamas del hechicero negro no pueden ser extinguidas!

(¯ `v´¯ )
`.¸.´

El sonoro aullido del viento se mezclaba con el siseo de las llamas negras, mientras que el aroma del fuego y el ozono se desprendían del asediado exterior del sello mágico, informando que ninguno de los seres en el exterior se permitirían flaquear en su enfrentamiento. Entrecortados jadeos escapaban de la exhausta chica, al mismo tiempo que los sonoros relinchos del imponente corcel resonaban insistentemente en los alrededores. Los orbes de la ojimiel intentan a toda costa mantenerse sobre la criatura, al mismo tiempo que procuraba mantenerse en movimiento, para evitar ser golpeada de nuevo por la magia del oscuro ente. ¿Cuánto tiempo llevaba peleando? El estruendo de los relámpagos en el cielo retumbo de nuevo contra sus oídos, llevándola a arrojarse una vez más a un punto cercano al familiar.

La electricidad nunca se acercaba al negro animal, por lo que la única apuesta que tenía en este instante, era la de mantener una cercanía prudente… al menos en lo que esos rayos que ya la habían alcanzado una vez, chocaban contra algún punto de los alrededores. ¿Dónde diablos estaba Arthur? Un nervioso jadeo escapo de los labios de la bronceada mujer, al sentir la estática en el ambiente y el sonoro rugido de los relámpagos golpeándose con fuerza contra el suelo. Una mezcla entre un gruñido y un grito, escapo de la hechicera al sentir la forma en que el costado del animal se deslizaba contra su cuerpo, haciendo que la misma electricidad de la que había intentado huir la empujara de golpe contra el suelo.

–Maldición…

Siseo la chica al mismo tiempo que extendía los dedos de su mano izquierda, aprovechando la cercanía del animal, para arrojar su propio maleficio en la dirección del equino. El sonoro chillido de dolor le arranco una socarrona sonrisa, mientras sus temblorosas manos se encontraban contra el piso. Su entrecortada respiración apenas le dejaba tomar un poco de aire, al mismo tiempo que intentaba a toda costa ponerse de pie una vez más. La mano derecha de Rafaela se colocó lentamente sobre su adolorido torso, aprovechando la distracción de la criatura, para intentar sanar lo mejor que pudiera la herida que la magia del familiar le había causado. Un tembloroso jadeo escapo de la bruja, al mismo tiempo que dirigía de nuevo una mirada exhausta hacia la pequeña plaza de la ciudad.

–Arthur…

Susurro con una exhausta voz, al mismo tiempo que daba unos cuantos pasos hacia atrás, intentando crear un poco de espacio entre ella y la furiosa criatura que no dejaba de correr, intentando mitigar el daño de las llamas que carcomían parte de su carne. El aroma del pelaje del animal quemándose junto a su cuerpo, le arrancaban una extraña sensación en lo más profundo del estómago. Era una incomodidad que no podía describir del todo, pero que hacía que esa extraña voz le exigiera que no se detuviera. El repentino centellar de luces en el cielo atrajo la mirada de los orbes miel, consiguiendo que un entrecortado jadeo escapara de la dueña de las hebras castañas, al ver las imponentes luces sobre el cielo, las mismas que anunciaban que la criatura mágica estaba cansada de jugar con ella.

–No…

Murmuro la ojimiel mientras una sensación de vértigo se apoderaba de su estómago, conocía de sobra un maleficio que no podía ser detenido al verlo, había visto miles de veces a su padre conjurar sus encantamientos, esta magia que podía ver arremolinándose en el cielo… era muy similar a la magia que utilizaba el creador de la barrera mágica. Hechizos que destruían todo a su paso y que consumían todo lo que se encontrara en su camino, sin dejar el mas mínimo rastro de aquello que se atreviera a oponerse a los deseos de su conjurador. "Prepárate" siseo de nuevo la voz, haciendo que los orbes miel se abrieran desmesuradamente ante lo que había escuchado en su cabeza. ¿Prepararse para morir? Esa era la única opción que tenían, no había forma alguna en la que pudieran sobrevivir al ataque que se avecinaba.

–¿¡Que!?

Grito con nerviosismo la ojimiel al escuchar de nuevo la voz susurrar un "Vamos a recibir la magia" haciéndola extender de inmediato su mano izquierda hacia el cielo, un sudor frio empezó a permear sobre la bronceada piel. Sus orbes se posaron sobre las marcas negras que se extendían sobre su tembloroso brazo, mostrándole que el uso extendido de la magia ya había empezado a lastimar la extremidad, lentamente la piel de su brazo había empezado a oscurecerse dejándole saber que tenía que sanar el daño creado por las llamas; el dolor que había estado ignorando durante el combate empezó a hacerse presente al posar sus ojos sobre su temblorosa extremidad. Si no detenía la pelea pronto, podría arriesgarse a perder el brazo gracias al daño que se extendía hasta llegar a su codo. Aunque… perder un brazo parecía ser mejor a perder la vida.

El repentino rugido del cielo se mezcló con el furioso relincho del corcel negro, haciendo que los orbes miel se cerraran de golpe gracias al resplandor violáceo que había surgido de la oscura bóveda cerúlea. Un tembloroso jadeo escapo de la ojimiel al mismo tiempo que mantenía su mano firme, en la dirección que había tomado antes de cerrar los ojos. No había tiempo para arrepentirse de la locura que llevaría a cabo, no tenía forma alguna de huir del alcance del maleficio. Lo único que podía hacer en este caso, era atacar para defenderse y suplicar que su magia pudiera hacerle frente al hechizo de la criatura. La sorpresiva sensación de manos en su brazo izquierdo le robo la concentración de golpe. Haciéndola abrir los ojos para encontrarse con las resplandecientes sonrisas de sus compañeros.

–¡Chicos!

Una temblorosa sonrisa se apodero del rostro de la hechicera, al ver las indiscretas sonrisas de los recién llegados al exterior de la barrera mágica. Los orbes olivo se deslizaron lentamente sobre las exhaustas facciones de la ojimiel, para dirigir la mirada hacia la criatura que se encontraba aun de pie frente a ellos. '¿Crees poder lanzar un hechizo más?' la voz de Christian resonó en el ambiente, al mismo tiempo que la pálida mano de Matthew se colocaba contra su espalda, intentando darle soporte para que no tuviera que seguir cargando su peso en sus temblorosas piernas 'Solo uno más, después podrás descansar' susurro la voz del pálido rubio, para dirigirle una gentil sonrisa a la ojimiel. El eco de los pasos del tercer hechicero llenó de lágrimas los ojos de la dueña de las hebras castañas, al ver a la persona que menos esperaba venir en su ayuda.

– Hey baby, don't worry we've got this.

(¯ `v´¯ )
`.¸.´

El eco del choque de la magia a sus espaldas resonaba por todo el ambiente, mientras que el malestar en su brazo y su estómago aún permanecían en su cuerpo. La sensación de sus pies moviéndose le hacían sentir que se derrumbaría en cualquier momento, mientras que la gentil caricia de las pálidas manos que se aferraban a su costado intentando guiarla, le recordaban al alivio que produce un bálsamo calmante para las heridas. La sensación del cálido cuerpo que se encuentra a su costado, le produce una agradable comodidad, seguridad y la sensación de que no importa que pase… encontraran el modo de que todo salga bien.

–Babe, come on.

Lentamente los orbes miel se posan sobre la mirada celeste, la misma que refleja una preocupación que Alfred no se atreve a decir con palabras. Es esta mirada con lo que Rafaela confirma lo que ya sabe perfectamente, el estado de su persona es completamente deplorable para cualquiera que pueda mirarla. Su brazo se ha oscurecido casi por completo, diciéndole que debe detenerse y darle prioridad al intentar sanar lo que aun pueda del mismo, quizás con un poco de suerte su extremidad pueda sobreponerse y sobrevivir a la batalla que acaba de librar. La misma batalla en la que dejaron a Christian y Matthew… no había forma en la que esa cosa pudiera ser derrotada tan fácilmente y algo en su corazón le decía que haberse separado, había sido un terrible error de juicio de los cuatro.

– Don't worry, ellos estarán bien.

Una suave negación de la ojimiel fue la única respuesta que recibió el rubio, mientras se detenían entre los arboles del frondoso bosque. Entendía el hecho de que la quisieran sacar de ahí, entendía que para ellos la prioridad era salvarle el pellejo y detener a esa cosa. Pero… había algo extraño con ese familiar… algo no estaba bien del todo. No sabía describir que era lo que estaba pasando… pero algo en su interior gritaba que esto estaba completamente mal. Esa cosa no debió de haber podido entrar en la barrera de su padre, pero aquí se encontraba intentando matarlos para poder destruir las runas mágicas. Algo estaba pasando con la barrera… algo que estaba muy mal, y eso era algo que ella tenía que detener a como diera lugar.

–Tienes que volver Alfie…

Susurro entrecortadamente la ojimiel, al mismo tiempo que se erguía como podía sin usar el cuerpo del rubio como apoyo. Aún tenía el suficiente mana para intentar curarse, pero de agotarse no podría defenderse y en el caso de que la barrera intentara ser atacada de nuevo, debería usar ese mana para asegurarse de que no cediera a los ataques. La única opción sería recargar mana, pero el descanso no era una opción factible en este instante. Lo único que podía hacer era llevar acabo su contrato, si el familiar la aceptaba tendría mana ilimitado; de ese modo tendría la suficiente fuerza mágica para intentar salvar su brazo, reforzar la barrera y así poder volver con Christian y Matthew, quienes eran los mejores contrincantes para la criatura mágica, al haber encontrado sus propios familiares.

–Chris y Matty están en peligro…

Las manos del rubio se aferraron con fuerza a la ojimiel, para atraerla hacia su pecho y así envolverla en un abrazo. Su barbilla se recostó sobre las hebras castañas de las que se desprendía un aroma ligeramente chamuscado, los orbes azules se cerraron con fuerza mientras susurraba negaciones a la petición de la dueña de los orbes ambarinos. No podía dejarla a mitad del bosque donde cualquier cosa podría pasarle. No era un plan aceptable, porque se encontraba herida y no sabía si Rafaela sería capaz de protegerse en caso de que alguna criatura la encontrara. La sensación de una mano colocándose sobre su mejilla, le hizo posar su mirada sobre los decididos orbes de la hechicera. Alfred sabia de sobra que no podría convencerla… y no le quedaba más opción que preguntarse ¿Dónde jodidos estaba Arthur?...

Continuara…

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Hybrid-Virus

Yo! Espero que se encuentren bien lectores y que estén teniendo un excelente día. Solo puedo decir que me siento mal ¡Porque al Alfred le van a comer el mandado! Ah es bueno volver a escribir, aunque aún no volvemos al ritmo habitual. Pero ahí vamos, lentamente volveremos a escribir tanto como antes. Al menos eso espero...

En este capítulo podemos ver un poco de acción, y finalmente aparece el adorado Christian (Australia), junto a Mathew (Canadá) y el agregado de Alfred (Gringolandia). Que forman parte del grupo que salió a cazar al Dacian Draco, y de los cuales dos consiguieron familiares en el proceso. Obviamente ya saben quiénes son sus familiares.

Es a causa que esto que Mathew y Christian se quedan peleando después de que logran repeler el hechizo del corcel, ya que al ambos tener un familiar, su magia es más fuerte que la de Alfred y Rafaela. En el transcurso deciden sacar a la ojimiel de ahí, porque seamos realistas… con un brazo en tan mal estado, Rafaela es peso muerto en este instante. Por lo que la misma decide intentar formalizar su contrato para poder recuperarse, pero al saber que aun así la fuerza de los otros dos no será suficiente, decide que puede irse sola y le pide a Alfred que vuelva para ayudar a los otros dos hechiceros.

Espero que el capítulo siguiente salga en el transcurso del resto del mes, pero ya veremos cómo sigue la situación en el trabajo. A veces pareciera que habrá tiempo y calma y nada que ver, el estrés sigue a todo lo que da.

Sin más que agregar por el momento, dejen un Review y nos vemos en la próxima actualización.

¿Dudas? ¿Comentarios? ¿Critica? ¿Etc.? ¡Ya saben qué hacer, envíen un review!

:Traducciones:

-Hey nena, no te preocupes, tenemos esto.

Nota: En este caso, el we've got this, es una forma de expresar que resolverán las cosas, en pocas palabras Alfred dice que ahora que están ahí, se harán cargo de la situación.

-Nena, anda.

-No te preocupes.

"Formemos parte de la línea de reviews, cuando leamos un fanfic con un personaje que nos gusta y no es muy común ver, de un fandom olvidado o de una historia que nos guste; dejemos un review, porque esa persona escribe para nosotros y que mejor forma de inspirarla y darle combustible para seguir"