The Embrace of the Night
By: HybridVirus
Disclaimer: Hetalia y sus personajes son pertenencia de sus respectivos dueños, solamente soy dueña de Rafaela y no hay ninguna ganancia con esto, más que darles amor a las relaciones de mi país con otros países; solo soy una fan que escribe para fans.
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Capítulo IV
El suave 'Thump' de sus pasos resuena entre el escabroso silencio, que se ha apoderado por completo del oscuro bosque. Los exhaustos orbes se mueven de un lado a otro, intentando encontrar alguna de las marcas que había dejado ese día en los árboles, para encontrar su camino de vuelta hacia el lugar donde había echo su ofrenda. Un tembloroso jadeo escapa de los labios de la hechicera, al mismo tiempo que lleva su mano derecha hacia su maltrecho brazo, la sensación del escozor en el mismo se encuentra completamente fuera de control. Uno de los hombros de la ojimiel se apoya contra la superficie de un árbol, intentando colocar todo su peso sobre el mismo, para no caer de bruces contra el suelo ante el cosquilleo que se apodera de su extremidad.
– Puta madre…
Rafaela se muerde con fuerza el labio inferior, intentando contener cualquier otro adolorido sonido que intente escapar de su boca. No se puede permitir que absolutamente nada en los alrededores de la oscura espesura, este consciente de que no tiene la suficiente fuerza para defenderse. Porque hay un miedo abismal en el ambiente, la abrumadora sensación parece provenir desde la misma oscuridad de la noche sin luna. Como si absolutamente todas las criaturas en el bosque, estuvieran conscientes de que algo no está bien en los alrededores. Un tembloroso jadeo escapa de la adolorida chica, mientras sus ojos se deslizan una vez más entre la oscuridad, intentando encontrarse con aquello que tanto desea ver.
– ¿Dónde?...
Susurra la entrecortada voz quedamente, al mismo tiempo que un insistente eco en la lejanía parece resonar sin cesar contra sus oídos. Quizás sus nervios estén tomando el control de su mente, porque puede jurar que aquello que escucha son gritos… Gritos llenos de desesperación, junto al siseo de la magia de varios hechiceros encontrándose en combate. Pero es algo completamente inaudito, porque Christian, Matthew y Alfred deben de encontrarse muy lejos de ese lugar, el trio debe de encontrarse en las afueras del bosque, no hay razón por la que deban de estarse adentrando en el mismo. Con unos cuantos tambaleantes pasos, la ojimiel se separa del grueso tronco para que finalmente los orbes caramelo se encuentren con el pequeño resplandor, que proviene de uno de los árboles en la lejanía.
– ¡Ahí estas!
El insistente eco de gritos arrecia a lo lejos, pero curiosamente ya no puede percibir el murmullo de la magia de los hechiceros. Lo que sea que se encuentra en los alrededores, ha escapado de los magos que se atrevieron a enfrentarlo. Lo cual impulsa a la ojimiel a apresurarse en la dirección en la que puede ver el pequeño grabado en la madera. No necesita encontrarse con una criatura furiosa, que intente desquitar su molestia con ella. Su tambaleante cuerpo continúa moviéndose a toda prisa en la dirección que señala la pequeña marca, solo es cuestión de tiempo para que llegue al claro. Un extraño cosquilleo se apodera de su corazón, arrancándole una nerviosa sonrisa al saber que una vez ahí, la posibilidad de sanar sus heridas es una realidad al alcance de sus dedos.
– Solo un poco más…
El eco de su corazón latiendo desbocadamente, resuena insistentemente en su pecho y podría jurar que puede percibirlo en el mismo ambiente. El insistente 'Thump' se mantiene firme en sus oídos, mientras sus cansados pies se acercan apresuradamente al lugar rodeado de árboles donde sabe que hizo su ofrenda. Una aliviada sonrisa se apodera de las bronceadas facciones de Rafaela, mientras se impulsa a continuar corriendo en la dirección donde espera de todo corazón, que su propio familiar se encuentre esperando por ella. La repentina sensación de algo golpeándose contra su costado la empuja sin la menor delicadeza, haciéndola derrumbarse y ser arrastrada por el piso hasta estrellarse contra uno de los tantos árboles entre la espesura del bosque.
– Ahn… Ah..
Un sonoro jadeo escapa de la dueña de los orbes miel, al mismo tiempo que intenta recuperar el aire que salió de golpe de sus pulmones, gracias al repentino golpe de aquello que se impactó de lleno contra su cuerpo. Lentamente los parpados de la hechicera se separaron para intentar encontrar al perpetrador de semejante acto, solo para abrirse desmesuradamente al ver a la criatura que se encontraba a unos cuantos pasos de ella. El pelaje negro se pierde entre la oscuridad del bosque, pero sabe de sobra de que cosa se trata. Porque solamente ha visto ojos de ese encantador tono violeta, en el ser por el cual su brazo izquierdo se encuentra completamente inservible en esos instantes. Un escalofrío recorre con fuerza a la sanadora, mientras intenta arrastrarse lentamente hacia atrás, buscando agrandar el espacio entre ella y el terrible familiar que se encuentra frente a su exhausta persona.
–Mierda…
La respiración de la ojimiel se encuentra completamente agitada, gracias al pánico que empieza a apoderarse de su mente. Como es que esa cosa se encuentra ahí y más importante ¿Cómo se encuentran los demás? El terror empieza a tomar control lentamente de la hechicera, al mismo tiempo que intenta aferrarse al árbol que se encuentra cerca de su espalda para intentar ponerse de pie. La idea de haber perdido al trio de hermanos le carcome lentamente por dentro, si no hubiera aceptado su ayuda se encontrarían bien en ese mismo instante. De que servía haberlos arriesgado, si al final continuaba aquí frente al invasor que no había podido derrotar. Un entrecortado jadeo escapa de los sonrojados labios de la dueña de las hebras cobrizas, al ver la forma en la que los orbes violetas del animal empiezan a centellear, gracias a la magia que ha tenido la desgracia de sentir en su propia carne.
La magia en el ambiente es completamente innegable, puede percibirla en lo más profundo de su ser, en su erizada piel y en el exaltado latir de su desbocado corazón. Los orbes ambarinos se mantienen abiertos, al mismo tiempo que Rafaela intenta aferrar sus entumidos dedos a la corteza para continuar poniéndose de pie. No puede permitirse perecer a manos de esa cosa, mientras se encuentra en el suelo. Su padre jamás se lo perdonaría, el hombre sería capaz de traerla de vuelta de los muertos, simplemente para decirle que esperaba mucho más de ella, que ser derrotada por un familiar que el hombre consideraría como algo mediocre al no tratarse de una estrella. El sonoro relincho del animal y el eco de sus cascos golpeando el suelo, son la última advertencia que sabe le será obsequiada.
La ojimiel sabe de sobra que no hay tiempo alguno para pensar, y por primera vez esa molesta voz que proviene de su cabeza, no hace más que brindarle un extraño silencio. El familiar cosquilleo doloroso se apodera de su mano izquierda, al preparar lo último que le queda de mana para lanzar de nuevo un hechizo. No hay duda alguna de esto, hoy alguno de los dos tendrá que perecer… pues Rafaela no se podría perdonar el dejar escapar a esa cosa, no después de todo el daño que ha hecho en el interior de la barrera. Los orbes miel se entrecierran en un gesto repleto de molestia, para lanzar aquello que espera no sea su último hechizo… si es que puede hacer rendir su mana.
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El doloroso relincho del animal resuena en lo más profundo de su cabeza; haciéndola perder la noción de los alrededores gracias al eco del choque mágico, el mismo creado por el impacto de sus llamas al haberse encontrado de lleno contra una de las resplandecientes amatistas del corcel. La temblorosa consciencia de la pelicastaña va y viene, haciéndole saber que enserio su mana se encuentra bastante cerca de extinguirse. La sensación del vértigo se apodera por completo de su exhausto cuerpo. Este es su límite, aunque quisiera no hay nada más que pueda hacer al respecto del furioso ente que grita de dolor, el mismo que parece mirarla con un odio que sabe de sobra no se merece, pero se ha ganado con su última acción desesperada. No hay nada más que ella pueda hacer, la pesadez en su corazón se encuentra presente porque a pesar de saber que está a unos cuantos pasos del lugar… No puede ver ningún rastro del pequeño conejito, que esperaba pudiera compartir su magia con ella.
–Maldición Papá…
Murmuro entre dientes la ojimiel, mientras se aferraba a la áspera corteza del tronco. La sensación de sus dedos intentando mantenerla de pie le parecía tan pesada que, juraría que de no ser por su mano ya se habría derrumbado por completo contra el suelo. Las náuseas en su estómago no se hicieron esperar, diciéndole que enserio estaba entrando en una especie de shock por el exceso del uso de su mana. Había llevado su cuerpo al límite, había prácticamente destrozado uno de sus brazos y aun así… no había sido capaz de derrotar a su contrincante. Si su padre la pudiera ver… lo más seguro es que sentiría vergüenza de llamarla su primogénita. Eso es lo que era… esa era la única explicación que tenía para que la dejara en este lugar, mientras que sus hermanos habían partido con él.
–¿Por qué siempre tienes razón?
Jadeo entrecortadamente la voz, al mismo tiempo que intentaba recuperar un poco el control sobre su exhausto cuerpo. La sensación de la electricidad en el ambiente resuena de nuevo a su alrededor, con cada exhausta inhalación que hace puede apreciar el aroma del ozono que empieza a permear en los alrededores. El rugido del cielo anuncia que enserio ya no hay tiempo, o siquiera la más miserable oportunidad para conseguir escapar de esta situación. Una parte de ella se rehúsa a aceptar que enserio es así como va a ser liberada de su deber con la barrera. Mientras que esa extraña voz le exige que finalmente le entregue todo de ella, la promesa de la eternidad suena como algo aterrador ante la idea de ser la deshonra de su familia. La hija que fue abandonada para proteger la barrera, resulto ser la más débil y la peor elección del hombre, cuya magia no parecía tener rival en este mundo.
Un sonoro grito escapa de los mallugados labios de la hechicera, al escuchar el estruendo del relámpago que anuncia su fatídico destino. Es el pánico lo que la lleva a intentar moverse, mientras que sus exhaustos pies gritan y suplican por un descanso que no puede darles, a no ser que quiera morir en ese mismo lugar. Un terror que nunca ha sentido se apodera de la joven, al percibir como lentamente su cuerpo va perdiendo el control sobre sí mismo. Todo de su cuerpo le pesa de tal forma, que podría jurar lleva una enorme carga sobre el mismo. Sus parpados también pesan de tal modo que les hace cerrarse con insistencia, mientras que su mirada se nubla por segundos como si su cabeza estuviera a punto de tener un cortocircuito. La realidad de que su exhausto cuerpo no puede más es aquello que le dice… que enserio no tiene un modo de cambiar el resultado de esta pelea.
El eco de un curioso relincho resuena en el ambiente, mientras el cuerpo de la guardiana de las runas se derrumba sobre la hierba. La resplandeciente amatista se entrecierra en un gesto repleto de sorna, al ver la forma en la que los orbes ambarinos parecen encontrarse perdidos entre la nada. Hay cosas que, aunque son realmente lamentables la criatura sabe de sobra deben de ser llevadas acabo. La muerte de esta chiquilla le dará entrada a su señora en este campo de fuerza. Pero… la idea de quitarle la vida a quien, sabe de sobra es uno de los preciados hijos del señor de las estrellas, es algo que le lleva a demorar la sentencia final que puede volcar un peligro sin igual hacia su ama. Si su señora no encuentra aquello que busca, su muerte a manos del hechicero se convertirá en algo que no podría ser negado.
El orbe violáceo se entrecierra ante la duda en su interior, sabe que debe de obedecer las órdenes de su ama y eliminar la barrera. Pero… también sabe que si fallan y lo que buscan tan desesperadamente no se encuentra ahí. No habrá forma en la que él o cualquier otro de los familiares de la mujer, pueda enfrentarse al hombre que vendrá hacia ellos buscando venganza. Pocas historias infunden tanto temor en el mundo mágico, como los ataques del hechicero negro y sus leales criaturas de la noche. Las mismas que arrancan los corazones aun latientes de los pechos tanto de simples hombres, como de los más experimentados hechiceros. El dolor en su ojo izquierdo y en su demacrado cuerpo le recuerda que ha sido tocado por las llamas negras, él no tiene forma de escapar de la maldición de las estrellas.
Ya no es más que un familiar demacrado y fuera de forma, ya no tiene lo que se necesita para proteger a su señora, no frente al inminente riesgo que se encuentra frente a sí. Obedecer las órdenes de la mujer es su deber y al mismo tiempo, una parte de él sabe que de hacerlo no será capaz de protegerla, no sin un ojo y con este cuerpo que consume rápidamente su propio mana, desesperado por sanar el daño de las llamas negras. Desde el inicio ha sabido que esto es una misión suicida, pero no suponía que lo seria también para su señora. La tormenta arrecia con fuerza en el cielo ante su indecisión, si cumple con su deber su ama puede morir, si no lo hace ella lo volverá a intentar hasta cumplir con su cometido o morir en el intento.
El eco de sus cascos resuena en el tétrico ambiente que se ha apoderado del bosque, el eco de un combate en la lejanía expone la posibilidad de ocultar que esto sea un acto llevado acabo por un invasor. Pero sabe de sobra que eso no es verdad, pues sabe que no hay forma alguna en la que las estrellas puedan ser burladas. Tampoco puede negar la realidad… esta jovencita es algo realmente peligroso. Sin la ayuda de un familiar sus llamas le habían robado un ojo, y también habían devorado lentamente partes de su cuerpo. Con el tiempo y la ayuda de una criatura mágica, esta chiquilla daría paso a un peligro de fuerza mayor para su señora. El matarla o dejarla viva expondría la misma amenaza, si ella vivía y su fuerza aumentaba se volvería arriesgado que su señora la enfrentara, pero si la mataba… su señora seria cazada por el hechicero negro para compensar la muerte de su hija.
El eco de los relámpagos en el cielo y las centelleantes luces violetas en el mismo, son la decisión final que la criatura puede brindarle a la pequeña bruja como su juez y verdugo. Lo único que puede hacer es esperar que ese hombre no este mintiendo, aunque eso le parece poco probable puesto que el mismo menciono que la guardiana de las runas, no era más que una chiquilla débil que no tendría la menor oportunidad contra su magia. Sus cascos golpean fuertemente contra el suelo para dar su orden a la tormenta de que desate todo lo que le queda de fuerza, está decidido a ser piadoso y no hacerla sufrir más de lo que es necesario, él no es un monstruo y sabe que sin alguien que le brinde protección a la barrera, esta caerá fácilmente ante su magia, aunque no esté en la mejor forma. Tiene que hacer esto bien, pues el mismo será quien ha firmado la sentencia de muerte de su ama, en caso de que las criaturas puedan percibir la tortura a la que fue sometida la hechicera.
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El viento aúlla incesantemente mientras el aroma del ozono pulula en el ambiente, su magia sisea en su forma eléctrica al finalmente ser liberada. No hay nada que se pueda hacer al respecto de su decisión, pues lo hecho… hecho esta. Un cansado resoplido escapa del corcel, mientras se concentra en el golpeteo de sus cascos al intentar alejarse del lugar. Una parte de él no quiere presenciar, como un cuerpo es completamente carbonizado gracias a su magia. No porque le parezca incorrecto, pero la incertidumbre del futuro de su ama resuena insistentemente en su interior. El silencio en el ambiente detiene por completo los movimientos de la criatura, que puede sentir un repentino escalofrío calarle en lo más profundo de los huesos.
–Roderich…
La voz parece ser un simple siseo del viento, uno que trae consigo el eco de un pasado muy lejano… el mismo que le recuerda ese momento en que su señora empezó a perder su poderío en el mundo de la hechicería. El repentino choque de su magia resuena imponentemente a sus espaldas, junto al eco de las llamas abriéndose paso entre la hierba y la tierra en el suelo para cortar su avance con un muro de fuego amarillo. Cualquier duda en su cabeza queda disipada al ver el peculiar color del fuego, pues reconoce ese tono de color amarillo a la perfección y este no significa nada bueno para él. Con un movimiento veloz el corcel se encuentra de espaldas al muro de llamas, mientras su único orbe se encuentra fijo en la silueta de la que proviene la siseante magia.
–Vladimir…
La forma en que las llamas parecen adherirse al pelaje blanco, como si las mismas se encontraran fundiéndose con el ente frente a su vista; es algo que produce una sensación de molestia y nostalgia en su interior. Los cuernos negros que se curvan ligeramente hacia atrás, siguen siendo igual de resplandecientes que la obsidiana e igual de amenazantes, que durante esos tiempos en los que solían enfrentarse el uno al otro. Los rubíes que conocía de sobra… no eran más que un espectáculo de llamas heladas, ante la perceptible molestia e indiferencia al pasado que ambos compartían. Las escamas negras resplandecen en diferentes puntos del cuerpo de la lobuna criatura, pero quizás las más llamativas son aquellas que enmarcan sus ojos, justamente como si llevara un antifaz sobre el blanco pelaje.
–¿Haz entrado en razón?
Las palabras de ambos son incorpóreas, no hay necesidad de mover sus bocas. Pues su magia trasciende los años de vida de muchos hechiceros en el mundo mágico, y ambos se reconocen como criaturas que escapan de la simple comprensión humana. Es por eso que Roderich no puede explicarse, que razón puede tener su viejo compañero para venir en su busca después de su traición. Puede ver la molestia y del mismo modo la agresión que se desprende de la magia del lobo. Su único orbe se encuentra fijo en la forma en la que las fauces de la criatura, se encuentran abiertas en lo que sabe puede convertirse en un ataque en cualquier instante. El decir que el Dacian Draco se encuentra molesto, no le hace justicia a la furiosa rabia que escapa de su magia.
–¿Razón?
Gruñe la incorpórea voz, al mismo tiempo que las llamas empiezan a elevarse imponentemente. La forma en la que las mismas sisean y crujen como si estuvieran listas para devorar todo a su alcance, son una advertencia de no hacer nada que pueda despertar aún más la ira del exaltado amo del fuego amarillo. '¿Ser secado por una marchita pasa, es entrar en razón?' el tono de la voz despide un ácido y furia a la que Roderich no puede hacer más, que apretar sus propios dientes ante la abierta provocación lanzada hacia él. La ofensa hacia su señora es algo completamente imperdonable a sus ojos, pero en su estado demacrado sabe de sobra que no es adversario para Vladimir quizás, aunque no estuviera tan malherido tampoco lo seria, pues sabe que las palabras del lobo resplandecen con la vergonzosa verdad de su situación.
–Vladimir, esto tiene solución si vuelves con nuestra señora.
La cabeza del lobo gira levemente hacia un costado, como un gesto curioso o quizás divertido ante las esperanzadas palabras de la deplorable criatura que se encuentra frente a él. Roderich en algún momento fue un ser como él, era algo legendario que infundía temor ante los hombres y el anhelo de los hechiceros. Lamentablemente la vieja arpía no los había utilizado de un modo adecuado, podía sentir el hedor de la muerte desprendiéndose del negro corcel. La bruja en verdad estaba secando lentamente la vida de la criatura, que se encontraba completamente a su merced, a pesar de que su contrato había sido roto ante los incumplimientos del mismo. Si Roderich quería permanecer al servicio de semejante hechicera, era completamente libre de hacerlo, pero no había forma alguna en la que él permitiera que le utilizaran de semejante modo.
–Yo tengo mi propia ama, no necesito a tu vejestorio.
El orbe violeta se encuentra fijo en la furia que se desprende de su viejo compañero. La ira de Vladimir le parece algo sin justificación, hasta que el aroma que proviene de las llamas finalmente es reconocido por su olfato. Es algo realmente leve y tenue, completamente imperceptible a menos que buscaras por él. Lo cual le dice que aún no hay un contrato de por medio, pero Vladimir igual ha aceptado servir a una hechicera consumiendo una parte de su magia. El aroma de algo dulce como el agua fresca, usada para ayudar a crecer la más aromática madera revolotea entre las llamas amarillas. El mismo aroma que sabe percibió durante su combate en el exterior del sello mágico. El hecho de que no hay un cuerpo carbonizado a espaldas de su ahora contrincante, confirma que debió tomar su decisión antes de que Vladimir pudiera llegar. Porque en este instante la pequeña bruja se ha convertido en la peor amenaza que su señora pueda tener.
Continuara…
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Hybrid-Virus
Yo! Espero que se encuentren bien lectores y que estén teniendo un excelente día. Este capítulo paso por varias modificaciones, pero el resultado final ha sido realmente de mi agrado. Finalmente tenemos un nombre para el familiar que anda haciendo desmadre, ¿Quién diría que se trata del siempre propio y reservado Roderich? La nueva interrogante será ¿Qué cosa es la que busca en el interior de la barrera? Y ¿Quién será la ama de Roderich? Aunque sé que ya tienen sus ideas al respecto.
Después de mucha espera Rafaela y Vladimir finalmente se verán una vez más en el capítulo que sigue. *Insértese gritos de autora loca emocionada* hemos esperado por el momento en que Rafaela se dé cuenta que no va a tener a mint bunny. Y en vez de algo de tamaño compacto, adorable y esponjoso, va a tener al matón más grande, peligroso y esponjoso del bosque.
Sin más que agregar por el momento, dejen un Review y nos vemos en la próxima actualización.
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