The Embrace of the Night
By: HybridVirus
Disclaimer: Hetalia y sus personajes son pertenencia de sus respectivos dueños, solamente soy dueña de Rafaela y no hay ninguna ganancia con esto, más que darles amor a las relaciones de mi país con otros países; solo soy una fan que escribe para fans.
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Capítulo V
El suave murmullo de sus pasos resuena en el gentil silencio de la noche, el resto de las criaturas continúan aun ocultas gracias a la presencia de su magia en el ambiente. El recuerdo de la vergonzosa batalla de Roderich deja un sabor completamente amargo en su boca. Aunque estaba consciente de que el corcel no se encontraba en las mejores condiciones, no podía permitirle irse intacto ante la osadía de lastimar a su hechicera. Una socarrona sonrisa se apodera de los pálidos labios de Vladimir, al mismo tiempo que sus manos se aferraban gentilmente a los muslos de la mujer que lleva en su espalda, para intentar acomodar nuevamente a su futura ama. No necesita llamar la atención con su apariencia original, al menos no hasta que pueda asegurarse de dejar a su protegida en el interior de la segunda barrera.
La sensación de la gentil respiración que acaricia su cuello, le arranca un sinfín de escalofríos ante la agradable cercanía y la calma al saber que por el momento su ama se encuentra bien. Vladimir sabe que lo correcto sería utilizar el claro para pactar su contrato, pero la peste de la sangre y el aroma del chamuscado pelaje de la otra bestia mágica, son algo completamente desagradable a lo que no se permitiría exponer a su señora. No hay la más mínima posibilidad de que él se permita forjar algo en ese lugar. Tampoco es posible ante el eco de los combates en los alrededores, una parte de él sabe que la hechicera no aceptara sus términos, si es consciente de que tienen compañía en los alrededores.
– Lo hiciste muy bien…
Susurra con un tono repleto de orgullo la voz del joven pelicastaño, mientras varios de sus dedos se mueven gentilmente contra la bronceada piel de la dueña de los orbes miel. Aunque Roderich no se encontraba en óptimas condiciones, el hecho de que la dueña de las hebras cobrizas pudiera lastimarlo y privarlo de uno de sus ojos, le demuestra que su elección es acertada y algo aún más que aceptable. La mano derecha del ojicarmin se desliza cuidadosamente sobre la bronceada piel, para colocar su brazo debajo de los muslos de la pelicastaña y así poder liberar su mano izquierda del agarre que tiene en una de esas mismas extremidades. Para finalmente tomar con sus dedos la mano izquierda de la joven mujer, que se mantiene aún inerte en su espalda.
– Estarás bien.
Menciona la gentil voz de la criatura, al mismo tiempo que sus dedos se deslizan sobre la piel que ya no porta el mismo tono ennegrecido. La pálida mano se coloca sobre la extremidad de la hechicera, asegurándose de dirigir los dedos de la inconsciente chica con el movimiento de los de su propia mano. Los resplandecientes rubíes se mantienen fijos, sobre los movimientos que vienen de los recién sanados músculos gracias a su propia magia. No es común que use su magia para esto, es quizás por eso que se siente tan ansioso de que la hechicera despierte, para que confirme si su trabajo es en verdad aceptable. El suave murmullo de los latidos del corazón, que puede sentir gracias a la cercanía de sus cuerpos, son lo único que lo mantiene tranquilo.
– Por el momento descansa…
El gentil murmullo de la brisa nocturna, trae consigo el susurro de la noche sin luna que llama a aquellos lo suficientemente valientes, o quizás inconscientes para adentrarse en la oscuridad del tenebroso bosque, que él conoce como su guarida después de haber roto su propio contrato, con un ama que no consideraba digna de él. Sus orbes se entrecierran al saber que la calma en esta noche es la prueba de que hay algo extraño en el ambiente. Alguien se ha asegurado de introducir magia extraña en este lugar, que él mismo conocía como la palma de su mano. El bosque no es seguro en este momento, incluso aunque la amenaza de Roderich haya sido erradicada, al haber huido de su enfrentamiento en un estado mil veces peor, que en el que termino la pelea contra su ama.
–Una tormenta se acerca…
La calma que se respira en el aire es algo completamente sofocador. Le recuerda a la calma antes de que una tempestad se azote, sin la más mínima piedad contra sus insospechadas víctimas. Las únicas personas que pueden permitir el ingreso de semejante magia, son aquellas que tienen contacto con la barrera en el interior. Roderich ha podido adentrarse en este lugar para deshacerse no solo de la barrera, si no también del guardián y pudo hacerlo porque alguien dentro, le permitió entrar para encargarse de semejante acto. No hay forma alguna en la que él se pueda permitir, que le hagan daño a su compañera… no durante esta noche y ninguna de las que vienen. Mucho menos si la que busca conseguir semejante cosa, es esa odiosa y seca arpía que piensa que aun puede usarlo a su antojo. La mirada carmín se posa en el cielo que solamente es iluminado por las estrellas, la noche aun es joven por lo que aún puede llevar acabo su cometido, solo necesita… un poco más de tiempo.
(¯ `v´¯ )
`.¸.´
Un gentil suspiro escapa de la silueta, que se encuentra descansando plácidamente sobre la mullida cama. La sensación del viento acariciando su piel gracias a la ventana abierta en la habitación, le arranca un pequeño quejido de los labios haciéndola tantear la cama, en busca de las mullidas cobijas que usualmente la acompañan a la hora de dormir. Otro escalofrío le recorre por completo al sentir de nuevo la insistente caricia del viento, haciendo que finalmente sus orbes se abran pesadamente, para posarse en la abierta ventana que se encuentra a un costado de la cama. Los orbes ambarinos se colocan sobre el oscuro cielo, en el que las estrellas resplandecen suavemente. Los brazos de la pelicastaña descansan sobre el marco de la ventana, mientras su mirada se mantiene fija sobre el cielo sin luna.
–¿Que?...
Un gesto nervioso se apodera de las facciones de la ojimiel, para dirigir la mirada hacia las runas que se encuentran intactas en el exterior de la casa. Sus orbes son apresados por el resplandor del sinfín de velas, que se encuentran encendidas en la pequeña plaza, brindando una luz guía para los estudiantes que se encuentran entre las tinieblas del bosque. Las manos de la ojimiel se mueven para separarla de la superficie de la ventana, haciéndola que se percate de las danzantes sombras en su habitación gracias a las velas que se encuentran encendidas. La mirada ambarina se desliza sobre la superficie de su librero, donde puede ver todos los libros que ha usado a lo largo de los años. En un rincón puede ver ese viejo sofá de una plaza, el mismo que se encuentra repleto de muñecos de peluche, que aún conserva a pesar de ya no ser una niña.
–¿Esto es un sueño… o me quede dormida?...
Susurra con una entrecortada voz la ojimiel, al mismo tiempo que dirige su mirada hacia su mano izquierda. Está completamente segura de que su mano y brazo se encontraban completamente obscurecidos, gracias al daño creado por la fuerza de las llamas negras. Pero… su piel parecía no haber cedido a ningún tipo de daño, los dedos de su diestra se deslizaron cuidadosamente sobre la desnuda piel sin marcar de su siniestra. Un escalofrío le recorre la columna vertebral, al percatarse de que su brazalete no se encuentra en su muñeca. No hay forma alguna en la que eso fuera un sueño, porque ella jamás se atreve a retirar el sello que permanece, sobre aquello que le obsequio su padre antes de irse y dejarla como la improvisada guardiana de la barrera mágica.
–¿Qué está pasando?
Se pregunta en voz alta la dueña de las hebras castañas, mientras siente su rostro arder al ver lo que lleva puesto. El vaporoso vestido es una cosa casi translucida, aunque sabe que es algo largo igual no deja mucho a la imaginación, gracias a la forma en la que la brisa hace bailar el atuendo, que reconoce como el traje tradicional para plasmar un contrato con un familiar. No es que le parezca incomodo, es el hecho de que sabe de sobra que ella no estaba usando esto. Alguien le ha quitado la ropa y le ha puesto esto, entre todo lo que habrían podido elegir para ponerle. Una parte de ella espera que esto sea una broma de mal gusto de parte de Alfred. El corazón de la ojimiel late nervioso, ante la vaga idea de que en verdad sus amigos se encuentran bien en este mismo instante.
–¿Cómo te sientes?
La mirada caramelo se dirige rápidamente hacia la puerta de la habitación, encontrándose con una risueña sonrisa y el resplandor de un par de aliviados orbes escarlatas. El suave murmullo de los pasos del joven acercándose a su persona, le erizan la piel ante la idea de encontrarse en su hogar con una persona que solamente ha tenido la suerte de ver una vez. El movimiento del pelicastaño colocándose sobre una de sus rodillas al pie de la cama, llama toda la atención de la dueña de las hebras cobrizas, al mismo tiempo que un descontrolado sonrojo se apodera de sus facciones, al sentir la forma en que las pálidas manos toman con cuidado su mano izquierda. Los dedos del dueño de los cálidos rubíes, se deslizan lenta y cuidadosamente sobre la piel de su mano.
–No soy diestro con esto, al menos no como tu…
El suave tono del dueño de los orbes carmines en conjunto con la gentil sonrisa que le era dirigida, consiguió que Rafaela se relajara finalmente. Quizás estaba preocupándose por nada… Ella lo había ayudado antes, era normal que quisiera devolverle el favor ¿No es así? Aunque… no tenía el mas mínimo deseo de preguntar sobre porque razón, estaba usando el traje ceremonial. '¿Tú… me salvaste?' Los orbes rojizos se posaron sobre la temblorosa figura de la hechicera, la misma que se encontraba sentada en la cama y de la que provenía la nerviosa voz que escapaba de esos sonrojados labios. Lentamente el rostro del dueño de los resplandecientes orbes carmines, se acercó al dorso de la mano que se encontraba aun en su firme agarre.
–Protegerte es mi deber…
Un escalofrío recorrió el cuerpo de la joven de las hebras caramelo, mientras sus ojos se mantenían fijos en la oscura silueta inhumana que se encontraba danzando en la pared, gracias a las llamas amarillas de las velas que se encontraban alumbrando tenuemente la habitación. La mirada ambarina se mantiene fija sobre las alargadas pupilas depredadoras, que se encuentran estáticas en su persona sin que esos pálidos labios se separen de su piel. Es en ese momento que Rafaela entiende… Que esos ojos no son causados por un hechizo de ningún tipo… Esos son los ojos de una criatura que fácilmente ha tomado una forma humana, y que no parecerá aceptar un no a lo que sea que desea de ella.
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Un tembloroso jadeo escapa de Rafaela, al mismo tiempo que intenta alejar su mano de los labios del ser frente a ella. Su corazón late completamente fuera de control, pero si debe de ser honesta no está segura de si esto es por miedo, o quizás sea la emoción de saber que una criatura ha llegado a semejantes límites para conseguir su compañía. Un escalofrío recorre todo su cuerpo al ver la sonrisa socarrona, que se encuentra sobre los labios del ser que se rehúsa a perder el firme agarre de su mano. Un avergonzado sonrojo se apodera del rostro de la menor, al entender que cualquiera que sea este extraño juego, que se están llevando a cabo en este instante, la criatura mágica parece encontrar divertidas sus acciones.
–No puedes rehusarte…
Sentencia con finalidad la voz del joven de hebras castañas, mientras una de sus rodillas se presiona contra la mullida superficie de la cama, acercando de ese modo su rostro al de la dueña de los orbes miel. Hay algo extraño que le eriza por completo la piel y dispara el latir de su corazón, el mismo que no parece poder controlar en ese instante. La criatura esta tan cerca que puede sentir su cálido aliento, y el fresco aroma de la naturaleza del bosque desprendiéndose de la piel del joven, que no se ve dispuesto a permitir que la noche siga avanzando, sin que el contrato que debe llevarse a cabo sea aceptado tanto por criatura mágica, como por parte de la hechicera.
–Yo… ¡tengo un prospecto a familiar!
Chilla la abrumada bruja al mismo tiempo que cierra los ojos, intentando concentrarse en evitar esa extraña sensación que parece acelerar por completo su corazón, hay algo en el ambiente que parece estarle nublando la cabeza. Algo que hace que su nariz cosquille de una forma agradable, y que le hace sentir lentamente que se debe relajar, y no pensar mucho en esta situación. ¿Quizás sean las feromonas que parecen escapar del curioso ente? Las mismas que se parecen mezclar con el agradable aroma de los pinos y el agua fresca, para después dar paso a un suave aroma a madera y almizcle, seguidos de una fragancia dulzona que parece estar tomando control rápidamente de sus facultades mentales.
–Yo soy tu familiar…
La mirada miel se mantiene firme sobre las profundas, y resplandecientes piedras preciosas escarlatas, que parecen arder como las llamas del abismo. Hay algo en esos ojos que parece gritar por ella, algo silencioso que igual puede ser contemplado a simple vista. Hay algo extraño… pero igualmente encantador en la agridulce tortura, que parece cernirse sobre el par que se encuentra sobre la cama. La cercanía entre ambos arde y quema de una forma que no puede explicar, pero es quizás el repentino y desagradable ardor al sentir como el cuerpo sobre ella, parece decidido en mantener una discreta distancia, lo que la hace recordar las palabras que han escapado de esos ligeramente sonrojados labios, que la criatura ha decidido usar como disfraz ante los ojos de los humanos.
–¿Que?
Un ronco gruñido escapa de lo más profundo de la garganta de Vladimir, al mismo tiempo que sus manos se colocan sobre los desnudos hombros de la dueña de las onduladas hebras. Hay algo en esos ojos, algo que parece tomar control de su mente, pero él sabe de sobra que es la magia que ha consumido desde el momento en que acepto la ofrenda. Su magia ha tenido el tiempo suficiente para adaptarse a la de ella y consumirla para iniciar el proceso en que su mana se convertirá en uno solo. Es el aroma de esa mezcla lo que toma control de la nerviosa hechicera, que parece intentar resistirse a toda costa a la llamada del contrato. Una parte de él gruñe repleta de molestia al saber que, no es ella en verdad quien intenta evitar el contrato con tanta desesperación.
–Yo acepte tu ofrenda…
Sisea la voz con un tono que no permite espacio a la duda, mientras una de sus manos se aferra con fuerza a la muñeca izquierda de la joven bruja. Un gruñido gutural escapa de la garganta de la criatura, al sentir la resistencia de eso que se encuentra latiendo dentro del brazo izquierdo. El maleficio que yace enraizado en esa extremidad es algo que sabe no puede eliminar, no sin dañar a la portadora, y aun así no es seguro que pueda en verdad eliminarlo del todo. Pero existe la posibilidad de que, sí puede silenciar a esa cosa lo suficiente… podría llevar acabo su contrato sin el mayor inconveniente, el tiempo es preciado en este momento ya que llegar a un acuerdo es algo de suma importancia a la brevedad posible.
–Tú fuiste quien se ofreció a mí.
El pecho de Rafaela sube y baja rápidamente gracias a las profundas inhalaciones, que llenan sus pulmones con el preciado oxigeno que parece intentar evadirla. Una extraña calma se apodera de su cabeza, gracias al repentino cese de los iracundos gritos de esa voz en su subconsciente. La misma que le exigía que detuviera a toda costa a la criatura, que se encuentra inmovilizándola. El insistente alarido de que no escuche ninguna de las palabras repletas de mentiras retumba en su cabeza, al mismo tiempo que la mirada caramelo se posa sobre el metal negro, que se encuentra sobre su muñeca. Su brazalete es de otro color, pero está segura de que se trata del mismo que le tomo meses forjar, con ciertos encantamientos para crear el sello en su brazo. Pero… su magia jamás había sido capaz de silenciar a esa voz.
Continuara…
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Hybrid-Virus
Yo! ¡Espero que se encuentren bien lectores y que sigan teniendo un excelente día! Tuvimos doble actualización, algo fuera de lo común, pero aquí nos encontramos. Disfrutando de la oportunidad de actualizar alguna de las historias para el adorado Vladimir.
Ah finalmente sabemos él porque del sello en el brazalete de Rafaela, la maldición en su mano es la causa por la que en verdad no puede usar magia de ataque, como el resto de los hechiceros de la academia. Es por esa razón que Rafaela ha preferido dedicarse a la sanación de lleno, para no lamentarse ante aquello que en verdad no puede hacer. En capítulos pasados podemos ver que "La voz" no es del todo mala, pues a pesar de que juzga las decisiones de Rafaela, se encuentra dispuesta a guiar en ciertas situaciones donde la bruja requiere de experiencia o de conocimiento que no posee.
La maldición es irónicamente un obsequio de su padre antes de partir, la misma tiene un propósito que fue explicado a Rafaela de un modo críptico y lleno de simbolismo, por lo que Rafaela no ha sido capaz de romperla para poder tomar su legítimo lugar como la guardiana de la barrera mágica. Es esa la razón de que todos en la ciudad, cuestionen la decisión de Rafaela de tener a Mint Bunny como familiar, ya que las expectativas sobre ella son bastante altas, por simple afiliación familiar.
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