Su beso fue tan intenso que repercutió inmediatamente en Mikasa.
Sentía el cuerpo desnudo de Levi sobre ella, adueñándose de cada rincón de su ser. Sus dedos recorrían su piel con premura, expresándole sus intenciones. El calor era abrasador y envolvente, realmente magnífico.
Fue en ese momento cuando ambos se acomodaron para llevar adelante el final del acto sexual, sin separar sus labios sedientos de placer. Él se adentró en su profunda soledad y se afianzó a ella.
Sus movimientos eran lentos y la joven arqueaba su espalda ante cada estímulo en su intimidad. Mikasa se aferró a la espalda de Levi y clavó las uñas en su espalda mientras él continuaba proporcionándole placer.
Para cuando el vaivén adquirió velocidad, ella lo acompañaba al son. Sus gemidos eran descontrolados y su respiración se agitaba cada vez más.
—Levi... —exclamó entre jadeos— Levi...
Pero la realidad era mucho más cruel. Más aún cuando se percató de que todo fue un extraño y hermoso sueño húmedo.
—Señorita Mikasa, ¡Qué alegría es verla mejor! —a su lado se encontraba Isabel, mostrando su preocupación—Iré a avisarle a Levi que ya despertó.
Cuando la joven empleada se dirigía hasta la puerta, Mikasa se sentó rápidamente en la cama y expresó: —¡¡Espera!! —aún no se recuperaba del sueño y su cuerpo sentía un gran cansancio—¿Hace cuánto estás aquí?
—B-bueno—echó un vistazo a su celular y miró nuevamente a la Ackerman—, hace casi tres horas llegué por petición de Levi. Él me pidió que buscara ropa para usted y que la ayudara a vestirse...
Mientras oía el relato de Isabel, Mikasa observó su cuerpo y notó que llevaba puesto un pijama. Suspiró aliviada y, al mismo tiempo, sintió cómo su rostro se ruborizó al darse cuenta de que Isabel podía haber presenciado algo que la avergonzaba.
—¿D-dónde está Levi? —preguntó apenada.
—Salió de aquí para arreglar el problema eléctrico—guardó sus manos en el bolsillo del uniforme y suspiró —. Le costó mucho, pero finalmente lo logró.
—Entonces, si ha terminado, ¿por qué no ha regresado? —aún no entendía la razón por la cual su guardaespaldas no había vuelto después de la última vez que se vieron.
Exaltada, Isabel abrió sus ojos y exclamó: –¡Porque el señor Grisha y el señor Eren han regresado!
De inmediato, Mikasa se levantó de la cama y se dirigió rápidamente hasta la salida de la habitación. La joven empleada se hizo a un lado y observó cómo la Ackerman salió corriendo y descalza.
—Su secreto estará a salvo, señorita Mikasa—murmuró y salió de la habitación de Levi.
Así era. Tal como imaginaba, Isabel compartía su más íntimo secreto.
[...]
Después de una mañana completamente diferente, en donde la culpa invadía su mente y cuerpo, Levi decidió investigar cómo podía arreglar la electricidad. A partir de los indicios que arrojaron los cables—los cuales estaban cortados perfectamente—descubrió entonces que se trató de un sabotaje y que el invasor de Mikasa pudo haber ingresado por la puerta de servicio. Sin embargo, lo que no entendía era cómo pudo atravesar la puerta de entrada al jardín, dado que en ese sitio siempre había guardias vigilando.
El Ackerman llegó a la conclusión de que ese ataque fue premeditado en la medida de que supieron los movimientos de la familia Jaeger. ¿Acaso tenía que ver con el ataque que habían sufrido Eren y Mikasa? Todo era posible.
Afectado ante todo lo sucedido en la noche anterior con Mikasa, Levi decidió pedirle ayuda a Isabel para que pudiera buscarle ropa y le hiciera compañía en cuanto despertara. Debía pasar esa página y enfocarse en lo que realmente importaba, sin necesidad de que los sentimientos interfieran en sus planes. Además, debía pensar cómo acercarse a su tío sin que fuera tan alevoso.
Mientras acababa su labor, escuchó al mayordomo recibiendo a los señores de la casa. Levi respiró profundo y frunció el ceño para concentrarse en lo que vendría luego.
—¿Cómo se encuentra todo, Mike? —fue lo primero que preguntó Grisha mientras quitaba su abrigo.
—Hemos tenido un inconveniente eléctrico. El guardaespaldas de la señorita Mikasa se ha ofrecido gentilmente a restaurarlo y lo ha logrado—respondió con seguridad— y también...
—Iré con él, ¿dónde se encuentra? —interrumpió Eren con desesperación.
—En la cocina, señor—señaló.
Con una mano apoyada en la herida, Eren fue tras Levi. Desde aquella llamada, el joven Jaeger no pudo dejar de pensar en ambos y necesitaba corroborarlo con sus propios ojos.
Al llegar al lugar, notó que el guardaespaldas estaba guardando las herramientas en una pequeña valija.
—Levi, debemos hablar a solas—fue lo primero que dijo—. Acompáñame a mi habitación, por favor.
Al voltear, Levi notó que el joven Jaeger estaba nervioso y con miedo. No parecía el mismo de siempre. Además, su semblante estaba mucho más pálido y sus ojeras eran bastante evidentes.
—Está bien,señor—el Ackerman tomó la valija y siguió al hijo menor de la familia—. Dejaré esto en...
—Llévalo, no hay problema con eso—espetó y se adelantó.
Los pasos de Eren eran lentos y, por momentos, notaba que estaba adolorido.
"¿No es muy pronto para que haya regresado? Apuesto que no se sentía seguro allí y por eso prefirió volver para ver con sus propios ojos. Me arrepiento de haberlo llamado."
Mientras estaban subiendo las escaleras, se encontraron con Mikasa. Ella se mostraba preocupada y acongojada al volver a ver a Eren. Sin embargo, trataba de esquivar la mirada hacia su guardaespaldas y evitar apenarse por todo lo sucedido.
—Eren...—expresó en forma de susurro. Esperó a que el Jaeger llegara hasta ella y lo abrazó—¿Cómo te sientes? ¿Puedo ayudarte? —lo sostuvo de sus hombros con firmeza —Lo que sea, tú dime...
El aludido suspiró y acarició una de las mejillas de su prometida.
—Tendremos tiempo para hablar. Por favor, abriga tus pies y baja a desayunar—sugirió amablemente mientras acomodaba su cabello—. Tengo asuntos pendientes con Levi.
Si bien el tono de voz de Eren aparentaba serenidad, el hecho era que Mikasa percibió que nada de lo que intentaba transmitir era verdadero.
Por otra parte, la Ackerman sentía una profunda culpa que le impedía mirar a los ojos al hombre con quien se iba a casar y, a su vez, temía que él descubriera su secreto.
—Lo haré, pero cuando termine quiero hablar contigo, ¿si? —suspiró y dio media vuelta para ir hacia su habitación.
—Mika... —su llamado la detuvo y volteó hacia él—Todo estará bien.
Levi, desde atrás, notaba que ambos tenían un código implícito al hablar. Además, percibía el nerviosismo de Mikasa e incluso él mismo estaba incómodo. No obstante, se había hecho la idea de que debía continuar adelante con su misión, ya que aún no tenía respuestas concretas de quién podría haber asesinado a su madre.
—Gracias, Eren—respondió y retomó su camino.
Una vez que la Ackerman se alejó lo suficiente, Levi y Eren continuaron adelante. Se detuvieron frente a la habitación del Jaeger y le permitió a Levi que ingresara primero.Después, el joven entró y colocó seguro en la puerta.
Desconcertado, Levi esperó a que su empleador se sentara en la orilla de su cama para que comenzase a hablar.
"Está muy extraño. Se nota que algo no anda bien en él..."pensó al ver su expresión angustiada.
—Levi... —llevó una mano hacia la zona donde había sido herido. Frunció el ceño y bajó la mirada— Lo que ayer me dijiste me dejó muy preocupado y necesito que me cuentes a detalle qué fue lo que pasó.
El Ackerman guardó las manos en sus bolsillos y respiró profundo. Había detalles que tenía que omitir por obvias razones.
—Anoche, tras la fuerte tormenta, la corriente eléctrica fue cortada. Al ser un horario donde la mayoría de los empleados duermen, decidí investigar para ver qué pudo ocasionar el corte—tragó saliva y ordenó sus ideas de modo que no revelara más información de la debida—. Allí noté que los cables habían sido dañados intencionalmente. Fue por ese motivo que lo llamé.
Eren escuchaba atentamente las palabras del guardaespaldas y levantó su mirada hacia él.
—¿Has visto a alguien ajeno a nuestra familia? —inquirió con seriedad. Levi debía decir la verdad.
—Si—al inicio había dudado, pero necesitaba poner a prueba a Eren, su mayor misterio entre los miembros de la familia—. Un hombre que estaba junto a su hermano Zeke. No recuerdo su nombre y no pude ver su contextura física, pero sí lo escuché hablar—mintió.
Si hablaba sobre lo que había visto entre ellos o lo que había escuchado, probablemente sospecharían de él.
—Estoy seguro de que era ese maldito de Reiner... —murmuró Eren —Ese tipo es un traidor y se lo dije muchas veces a Zeke. No entiendo porqué sigue creyendo en sus mentiras.
"Y será mejor que nunca lo sepas."
—Hay algo más que debe saber, señor—agregó con cierto temor. Levi apretó su mandíbula y desvió la mirada—. La señorita Mikasa fue atacada durante el incidente eléctrico.
Aquella frase fue el detonante para que el Jaeger se levantara inmediatamente y se ubicara frente a Levi. Lo miró fijamente a los ojos y el Ackerman notó cuán compungido estaba el joven. Su rostro palideció y sus labios estaban retorcidos en una horrible mueca que denotaba el horror y el dolor.
—¡¡Q-que Mikasa fue...!! —llevó una mano hacia su rostro y arrugó la piel de su frente—Ella no...
Sin decir más nada, Eren dejó a Levi a solas y salió de la habitación. Aunque aún no estaba recuperado de su herida, el joven Jaeger trató de buscar a su prometida lo más pronto posible. Bajó rápidamente las escaleras y se dirigió hacia la cocina.
El Ackerman decidió seguirlo y allí presenció una escena inesperada: Eren besando a Mikasa con un gran aferro. Sorprendida, ella se mantuvo estática y con sus ojos abiertos.
Después de aquel beso, Eren la abrazó con fuerza y comenzó a llorar. Ella, abrumada ante todo lo sucedido, bajó la cabeza y rodeó el cuerpo de su prometido con sus brazos. Fuera de la cocina, Levi observaba la secuencia desde la lejanía y sentía una profunda culpa ante su desliz.
—Nos iremos ya mismo, Mika—espetó Eren—. Debemos ir con él.
—Pero, ¿qué hay de ti? —Mikasa no entendía el repentino cambio de Eren.
—No hay tiempo. Ellos ya saben dónde te encuentras y yo sé dónde está él...—sujetó la mano de Mikasa —No podemos perder más tiempo y lo sabes—su prometida asintió y ambos salieron de la cocina con prisa.
Pasaron por al lado de Levi y ella notó que él se encontraba allí. Sus miradas se sostuvieron un instante y se perdieron en el océano de las culpas y responsabilidades.
Definitivamente, ya no había vuelta atrás para ninguno: Levi debía continuar adelante con su propósito y Mikasa debía pasar la página de su cercanía pasional con su guardaespaldas por su propio bien.
[...]
Al otro lado de vereda, Hange se encontraba en un lujoso departamento en el centro de Shinganshina.
La mujer estaba junto al enorme ventanal que daba hacia la avenida y cada día observaba el tráfico. Estaba aburrida y no le agradaba la soledad que la rodeaba.
Sin embargo, estaba agradecida con Erwin por haberla ayudado y gracias a que él la apartó del bar, pudo recuperarse física y mentalmente. No obstante, Hange extrañaba su hogar y los recuerdos que guardaba el lugar. Aunque Erwin le había dejado las llaves del departamento, no sentía la necesidad de abandonarlo como en ese momento.
Por esa razón, decidió salir de allí con lo puesto y caminó con prisa en dirección hacia su verdadero hogar.
Las calles eran demasiado transitadas durante el día. Eso la estresaba. De noche, en cambio, la tranquilidad era la armonía perfecta para su espíritu.
La mujer sabía que no estaba muy lejos del bar y eso la aliviaba.
Para que su camino no resultara tan tedioso, decidió pensar en Levi y cómo podría estar yendo en su trabajo. Se preguntaba si él logró usar la cama debidamente o seguía con aquella manía de quedarse en estado de alerta. Necesitaba hablar con él y saber qué pasos daría de allí en adelante.
Cuando se detuvo frente al semáforo, divisó un enorme cartel publicitario donde se encontraba el principal candidato de Shinganshina, Grisha Jaeger.
—Faltan muy pocas semanas. Las elecciones están a la vuelta de la esquina—musitó Hange y cruzó la calle una vez que la luz estaba en rojo para los automóviles.
Su mente continuó divagando a lo largo de todo el camino y la última persona en la que pensó fue en Erwin. Desde que Porco Galliard se había atrevido a intentar llevársela, el líder de la pandilla comenzó a comportarse diferente. Por un momento, sintió miedo de lo que pudiera planear o hacer. A fin de cuentas, él lideraba un enorme grupo de personas y debía mostrar su fortaleza ante el resto.
Cuando Hange llegó al bar, decidió entrar directamente y fue allí cuando su espíritu percibió un horrible ambiente cargado de odio y crimen. En el salón principal, alrededor de diez personas se encontraban fumando habanos mientras jugaban poker por apuestas. Por otro lado, sus empleadas se mostraban incómodas al acompañar a uno de los subordinados de Erwin.
Hastiada por lo que estaba viendo en ese instante, decidió continuar adelante e ignorar el panorama.
Cuando estuvo a punto de dirigirse a su habitación, unos desgarradores gritos la detuvieron en la puerta de la habitación donde guardaban los víveres.
La tensión eléctrica bajaba y subía, un extraño sonido acompañaba las súplicas de un hombre. Atemorizada y con su cuerpo temblando, decidió sujetar el picaporte y abrir lentamente. El chirrido de la puerta se mezcló con ese espantoso sonido que la aturdía.
Fue entonces cuando sus ojos vieron una escena desgarradora y asquerosa. Frente a ella se encontraba el hombre que amaba con una horrorosa mueca de sonrisa mientras torturaba a Porco Galliard con electricidad. El cuerpo de aquel joven estaba famélico y la sangre cubría por completo su torso. Aún guardaba fuerzas para gritar y eso atrajo a Hange hasta allí, contemplando un escenario muy tétrico y vomitivo al cual no estaba acostumbrada.
—Erwin... —murmuró y, de inmediato, el jefe de la pandilla dejó caer la picana eléctrica para mirar a su amada a los ojos. Ofuscada y decepcionada, Hange se mantuvo estática y a punto de romper en llanto—¿Qué haces con mi bar, con ese tipo y con tu gente?
Porco soltó un quejido y perdió el conocimiento. Erwin caminó hacia Hange y sujetó su brazo, llevándola fuera de la habitación.
Atónita, la mujer bajó su mirada hacia el suelo y tensó su rostro. Apretó fuertemente su mandíbula y sus puños. Una vorágine de sensaciones desagradables la abrumaron y prefirió llamarse a silencio para escuchar sus argumentos.
—¿Qué haces aquí? Te he dicho que te quedaras en el departamento —espetó con desesperación.
—T-tú... —levantó la vista y llevó su mano hasta la mejilla de Erwin, limpiando algunos rastros de sangre— ¿Estás usando mi hogar para tus fechorías? ¿A ti te parece correcto? —aunque sonaba serena, el hecho era que estaba completamente encolerizada.
—¡¡No se trata de eso!! —justificó rápidamente y apoyó ambas manos en sus hombros—¡¡Ese hombre merece esto y más!! —sostenía.
—Entiendo tu trabajo—apartó las manos de Erwin y lo miró directamente a los ojos. Ya no contenía sus lágrimas ni guardaba sus palabras—, pero esto no está bien—resopló y dio unos pasos lejos de él.
De inmediato, Erwin sujetó su antebrazo y esperó a que la mujer volteara a verlo. Sin embargo, nada de eso sucedió y el líder de la pandilla entendió que no estaba dispuesta a solapar sus acciones.
—E-esto es... —apretó su mandíbula y gruñó.
—Váyanse ahora mismo. No quiero a nadie aquí y llévense a ese hombre—espetó en voz baja y quebrada.
—Lo s-siento mucho. Creo que me dejé...
—Este bar es mi hogar—interrumpió—. Los recuerdos que existen aquí son todos los que viví junto a Keith y Levi—giró su rostro y frunció el ceño—. Que tú y tus secuaces lo usen como cueva para hacer sus porquerías significa que les importa un carajo lo que sienta o lo que piense.
—Hange...
—¡¡Váyanse!! —gritó y Erwin bajó su cabeza.
A unos metros, los miembros de la pandilla observaban cómo su líder era doblegado por las palabras de la persona que amaba. Era extraño verlo tan vulnerable
El hombre no insistió en persuadirla. Sabía que ella no estaba de acuerdo con la tortura o los asesinatos, pero trataba de evitar pensar en ello.
Era hipócrita no imaginarlo, pero su amor la cegaba al punto de idealizarlo.
Cuando Erwin se dirigió hasta el salón principal, Hange continuó el camino hasta su habitación.
Le dolía, sí. La caída de su idealización era mucho más dolorosa de lo que podía imaginar. Quería mentirse a sí misma por mucho tiempo más, pero no podía tolerar que su territorio se infestara de la misma porquería en la que ellos se movían. No era lo que Keith quería para su futuro. Mucho menos Levi.
Cuando debía pensar en resignarse y retomar su trabajo habitual para ganarse la vida, algo rompió ese sueño.
Un fuerte estruendo atravesó la barrera de sus límites y la pandilla de Erwin entendió que la siembra dio excelentes frutos.
—¡¡Qué gusto es encontrar una cueva de ratas y que su líder esté aquí!! —el ruido molesto de algunas armas de fuego alertaron a Hange, quien procedió a esconderse tras uno de los muebles.
—¿¿¡¡Quién rayos eres tú, pedazo de mierda!!?? —inquirió Erwin, acercándose al que llevaba la voz de aquel grupo de asalto.
—Vengo por mi tonto amigo Porco—respondió con serenidad—. Estoy seguro de que tú sabes al respecto y venimos por él...
—Ese idiota pasó a mayor vida por husmear donde nadie lo llama...
El visitante rió.
—Me quieres ver la cara de imbécil, ¿verdad? —encendió un habano y dio una primer calada—Porco está aquí y sólo vengo en paz, a menos que tú no colabores.
—¿¿Seguro vendrás por él y se irán sin más?? —la voz de Hange sorprendió a Erwin, quien se mostraba absorto por la intervención de la mujer.
—Palabra de honor, mi reina—reverenció y sonrió —. En mi nombre, Reiner Braun, estoy prometiendo quitarles el peso de Porco y olvidar sus diferencias.
Hange suspiró y frunció el ceño.
—Sígame. Esto acabará aquí mismo... —la mujer se adelantó y Reiner la siguió.
Erwin, desconcertado, fue tras ambos y decidió quedarse atrás por si algo sucedía. Hange le señaló el sitio donde estaba amarrado Porco. A diferencia de minutos antes, el joven había despertado e intentaba hablar cuando se percató de la presencia de Reiner.
—Aquí está. Llévatelo de aquí y no regresen nunca más—exclamó Hange, molesta con todos los presentes.
—Así que aquí estabas, Porco—murmuró y se acercó hasta él. Se colocó en cuclillas, guardó una mano en el bolsillo y con la otra daba otra calada a su habano—. Hoy es tu día de suerte—De un movimiento rápido y certero, Reiner sacó un revólver de su bolsillo y apuntó directamente en la frente de Porco—¿Sabías que en nuestro grupo no hay espacio para los traidores? —gatilló. Un disparo directo y certero había eliminado a su objetivo, dejando boquiabiertos a Erwin y Hange.
A pesar de la conmoción del lugar, Reiner se mostraba satisfecho y tranquilo. Se alejó del cuerpo de quien había sido su compañero y salió de la habitación sin decir más nada.
Regresó junto a su grupo y antes de dejar el bar, Erwin había corrido tras él.
—¿¿¡¡Qué rayos significa todo esto!!?? —gritó con desesperación.
Reiner se detuvo y dio media vuelta. Tras una sonrisa fingida, respondió: —¿Esto? ¡¡Esto es una guerra, Erwin Smith!! Nadie se salvará... —sostuvo el habano con una mano,extendió sus brazos y comenzó a reír a carcajadas—¡¡Los Jaeger dominarán toda la región y los aplastarán como asquerosas cucarachas!!
Sin decir más, Reiner y los demás abandonaron el bar. Erwin estaba completamente furioso y Hange, frustrada y desconcertada.
La mujer dejó caer su cuerpo al suelo y miró sus manos.
—Por mi culpa...—musitaba— Por mi culpa murió y yo...
—No fue tu culpa—respondió—.Ellos quieren que esto sea una guerra—exclamó Erwin—,pero será sobre mi cadáver—miró fijamente a su amada y agregó: —. Lo prometo,Hange.
Era una sentencia entre ambas partes. La guerra estallaría tarde o temprano. Sin embargo, lo que vendría prontamente no sería nada predecible...
