Días después...

Los actos eran más frecuentes y la presencia de Zeke se acrecentaba conforme anunciaba nuevas medidas en materia de seguridad. Los habitantes de Shinganshina se sentían más que conformes con el nuevo líder, pese a todo el dolor que cargaría en su duelo.

O eso pensaba la mayoría.

—Oye, Zeke... —Annie se había sentado al borde del nuevo escritorio de su compañero. Jugueteaba con una lapicera azul entre sus dedos y lo apretaba cuando estaba por decir algo. —¿No crees que esto está saliendo mucho más rápido y fácil de lo que planeamos?

El aludido levantó la vista sobre sus lentes, mirándola con recelo ante la pregunta malintencionada. Sabía que Annie era perspicaz pero también podía ser un ave de mal agüero si se lo proponía.

—Es lo que ganamos por trabajar muy duro. No subestimes a un Jaeger o podrías pasarla muy mal —advirtió mientras leía unos documentos. Pasó la siguiente hoja y acomodó sus lentes. —. Nuestro jefe nos ayudó muchísimo en este proceso para que limpiemos sus cosas en esta tapadera llamada política. Nadie sospecharía de un honesto y dolido líder que tuvo que asumir el mando tras el asesinato de su padre...

Annie interrumpió la conversación con una fuerte carcajada que irritó a Zeke. Se bajó del escritorio, acomodó su falda y caminó con elegancia hasta el ventanal que daba justo frente a la plaza donde se juntaban los seguidores de su partido.

—¿Honesto? ¿Dolido? ¿Desde cuándo eres un pésimo actor, mi querido Zeke? —Cruzó sus brazos y suspiró. —No deberías subestimar a los incrédulos que los votaron.

Irritado, Zeke arrojó los papeles sobre el escritorio y se levantó rápidamente, pateando el asiento hacia atrás. Annie, sin un ápice de miedo, lo miró de soslayo al oír el ruido de la verdad quebrando su orgullo.

—¿Qué mierda te sucede? ¿De qué lado estás? —inquirió y se fue acercando hasta ella.

Formó un puño y lo mordió con fuerza, dejando una marca en el nudillo de su dedo medio.

—Estoy donde quiero estar. No soy amiga tuya ni aliada. El jefe nos reunió por su conveniencia así que no tengo por qué ser obsecuente contigo, ¿comprendes? —respondió y se alejó de él, regresando al escritorio. Ordenó los papeles que tenía Zeke y lo leyó con rapidez. —Recuerda, la gente te lleva al cielo pero también te lanza al infierno si quisieran...

Apoyó los papeles ordenados en su lugar y se retiró de la oficina. Dio un portazo que enfadó aún más a Zeke, quien tomó un lapicero que estaba a su alcance y lo arrojó contra la puerta. Las lapiceras rodaron por el suelo y el nuevo gobernante de Shinganshina se mostraba ofuscado. Enredó sus dedos en el cabello y lo despeinó con rabia. Regresó hasta su escritorio y lo primero que hizo fue abrir el primer cajón, revisando bajo una pequeña pila de papeles. Cuando halló lo que estaba buscando, acercó su silla hasta su lugar y se sentó. Destapó la botella de vodka y dio un largo sorbo que quemó su garganta por completo. Gruñó y lo apoyó con bronca sobre el escritorio, lanzando la tapa contra el ventanal.

Tomó un habano que tenía al alcance y lo encendió. Apoyó su espalda en el respaldo y dejó caer su cabeza hacia atrás, expulsando el humo hacia arriba. Durante esa búsqueda de la relajación, sus oídos escucharon el crujido de la puerta y frunció el ceño al darse cuenta de que alguien estaba por interrumpirlo.

—¡Wow, Zeke! Aparentemente todo se puso difícil con Annie, ¿me equivoco? —Cerró y colocó seguro.

Dirigió su vista hacia su visitante y dejó el habano en el cenicero.

—Reiner, dime que tienes buenas noticias o vete de una vez, ¿quieres? —espetó con fastidio, dejando las cosas en claro.

El aludido se acercó hasta él y sujetó su habano para darle una calada. Lo miró con una expresión de seguridad, victorioso y optimista. Dejó salir el humo lentamente hacia el rostro de Jaeger. Luego, lo dejó en el mismo sitio y llevó una mano hacia el rostro de Zeke.

—Estás algo tenso últimamente... —insinuó y fue acercándose con la firme intención de besarlo.

No obstante, Zeke se levantó de prisa y caminó unos pasos hasta darle la espalda. Cruzó sus brazos e ignoró por completo a Braun.

—No has respondido. —dijo tajante. Zeke no estaba dispuesto a oír tonterías, no después de escuchar las palabras sinceras e hirientes de Annie.

Reiner suspiró con pesadez y se dirigió hasta el sitio donde estaban las lapiceras tiradas para juntarlas nuevamente.

—El jefe me llamó hace un momento. Todo marcha bien por allí —Cuando levantó el último, dejó el lapicero sobre el escritorio. —. Tiene a los cachorros bajo su control.

Zeke volteó y frotó su barbilla. Sonrió y el cólera desapareció.

Se acercó hasta Reiner y sujetó su rostro.

—¡¡Esas sí son buenas noticias!! —Apretó sus mejillas con fuerza, dejándolos marcados. —¡¡Hay que celebrar en este momento!! —Regresó hasta el escritorio y tomó la botella. Se la ofreció a Reiner y éste aceptó.

—Tal vez... —Dio un largo sorbo y enarcó sus cejas. —Podríamos repetir lo que hicimos esa noche en la oficina de tu mansión, ¿no lo crees?

Acorralado, Zeke se sonrojó y carraspeó. Le arrebató la botella y tomó varios sorbos largos del vodka, ignorando la quemazón de su garganta y cuán ebrio estaría en pocos minutos.

—¿De qué hablas? —inquirió haciéndose el confundido. —No recuerdo nada de nada...

Reiner se arrimó hasta su oído y sopló su lóbulo con sutileza, estremeciéndolo.

—No te preocupes, ese será nuestro secreto. —susurró.

El ambiente estaba demasiado tenso para Zeke, pues le estaba costando lidiar con las insanas intenciones de Reiner por repetir aquel extraño y fogoso encuentro en su casa. Su perfil político podría verse afectado por la lujuria si no se controlaba, pero la oferta se escuchaba demasiado tentadora.

Sin embargo, la incesante melodía de su celular lo salvó de una pésima decisión. Suspiró aliviado y sacó el móvil para ver quién insistía tanto en hablar con él. Frunció el ceño al ver su nombre y miró a Reiner para insinuarle que se retirara. Éste comprendió al instante y abandonó la oficina sin rechistar.

Una vez que se cercioró de que estaba a solas, esperó que sonara nuevamente y atendió.

—¿Qué sucede? No me llamarías con tanta insistencia si no fuera importante.

Oyó atentamente lo que la otra persona le explicaba y aquello cambió su humor a uno optimista. Lo que estaba escuchando le dio satisfacción.

—Entonces no esperen más y vayan por ellos. El jefe los tiene muy bien vigilados pero es cuestión de tiempo para que las ratas sean pulverizadas.

Mientras sostenía el móvil, fue hasta donde había dejado su habano y le dio una calada. Su mirada se enfocó en el ventanal y sonrió con malicia.

—Mañana haré el anuncio. Estoy seguro de que todos apoyarán esto y créeme que con eso habremos ganado la guerra. Tú encuéntralo y avísame antes que a nuestro jefe. Tengo varios asuntos pendientes con esa basura.

Y dicho eso, colgó la llamada. Guardó su celular en el bolsillo y dio otra calada más a su habano. Y de un momento a otro, las carcajadas salieron sin más.

Porque esa noticia fue lo suficientemente satisfactoria para continuar con un malévolo plan que nadie más que él y esa persona sabrían.

[...]

En la mansión Reiss, un grupo bastante grande se habían agolpado en la entrada para escuchar la versión de Uri tras conocerse el polémico video de Kenny asesinando a una persona.

Nadie sabía el trasfondo, sino que se dejaban llevar por miles de chismes que manchaban la reputación de Ackerman. Uri, por otra parte, sabía perfectamente cuáles fueron las razones por la que lo había hecho y lo apoyaba ciegamente.

Sus seguidores se habían decepcionado de él, pues jamás dio la cara para hablar a favor o en contra de Kenny. Por esa razón, los periodistas no perdieron su tiempo y se instalaron en ese lugar.

Sin embargo, lo que no sabían era que él ya había previsto tal reacción y por eso, apenas culminaron las elecciones, huyó con Kenny, Mikasa y Hange a un sitio seguro.

Lejos de los malos recuerdos y de los chismosos, Mikasa trató de retomar sus actividades cotidianas para tratar de procesar todo lo que Kenny le confesó aquel día.

«Créeme, matar a tu familia no fue sencillo. No estaba listo, jamás se me cruzó por la mente, pero tampoco iba a permitir que te lastimaran.»

Las palabras de su padrino volvieron a su mente y las lágrimas colmaron el cuenco de sus ojos. Ella se encontraba en el jardín, ejercitándose como solía hacerlo. Mientras realizaba abdominales, los recuerdos dominaban su ser.

«Levi cumplió muy bien su papel y agradezco que lo haya hecho así, pues no sólo cuidó de ti, sino que se alió con Eren. Él también fue víctima de ellos.»

Se sentó en el suelo y lo golpeó con sus puños. Levantó sus rodillas y las abrazó como cuando era apenas una niña. Escondió su rostro en medio de sus piernas y su ropa se humedeció con su llanto. La impotencia de conocer más verdades y la incertidumbre de no saber cómo estaban Eren y Levi la ofuscaban.

—No es justo... —murmuró y alejó su rostro de su ropa, secándose las lágrimas.

Se levantó del suelo, se estiró y sacudió el polvo. Se dirigió hasta su habitación y se sentó en el escritorio. Allí había un cuaderno bastante deteriorado y una pluma. Lo abrió y arrancó una hoja. Una vez que lo cerró, comenzó a escribir:

Papá, mamá:

Hoy es un nuevo día sin saber nada de Eren. La última vez que lo vi estaba destruído emocionalmente y me preocupa su estado físico. Los Jaeger son peligrosos y tarde me di cuenta de ello. Él cargó con un peso muy horrible con tal de protegerme y siento que no estoy devolviendo nada de lo que me dio...

Por otro lado, mi padrino me pide que esté tranquila, que actúe con cautela. Levi está con él y sabe que no lo dejará a su suerte. Sin embargo, la muerte de Grisha me deja muchas dudas y pienso que Eren supo algo más. Su desaparición es difícil de sobrellevar pero no podemos escapar de aquí hasta tener las pruebas suficientes para desenmascarar a ese hijo de puta que tiene como hermano.

Siento miedo, ¡quiero un fuerte abrazo de alguno de ustedes! Me siento tan sola, desamparada y cada día es más intenso...

Mi corazón está a punto de colapsar y no puedo dejar de pensar en ellos, en Eren y Levi. Esos hombres son mi mayor tesoro, la razón por la cual aún sigo viva.

¿A qué costo? Me ahoga la incertidumbre, el dolor... Quiero ir a esa mansión y sacarlos de ese sitio, porque estoy segura de que están allí...

Díganme, ¿qué hago con tanto dolor acumulado en mi ser?

.

.

.

De inmediato, dejó de escribir al recordar lo que Levi le dijo una vez: «Aferrarse al futuro y que nos espera algo mejor que nuestro pasado.»

Definitivamente ella debía tomar su sugerencia y pensar en su futuro. Sin embargo, el hecho de pensar en la integridad de Levi y Eren la hacían temblar de miedo.

Esa misma noche, no sólo le dijo una importante frase que la motivaría sino que le hizo recordar un hecho que creía haber olvidado: un beso anhelado, cargado de deseo de su parte. En ese entonces, su compromiso con Eren limitó lo que estaba sintiendo y la culpa los abrumó. Su corazón latió con fuerza, sus manos temblaron... ¿Qué clase de mujer faltaría el respeto de esa manera?

Levi era atractivo, leal y protector. El hombre ideal para cualquier mujer, pero... ¿Ella podía ser digna de alguien como él?

Sintió sus mejillas arder al pensar en ello. Tomó nuevamente la pluma y agregó:

¿Saben? Al final todo fue una farsa. No me casaré con Eren pero lo aprecio tanto que no puedo dejarlo a su suerte. Él me dio la razón para seguir viva hoy y su valor me enseñó a pelear por mis convicciones. No obstante, desde que Levi apareció siento que mi corazón experimenta algo extraño. Quiero acercarme a él y a la vez siento miedo. Levi es reservado, desconfiado pero con una firme voluntad por hallar las respuestas a su destino. Pero yo... No sé qué siento, qué quiero o qué pienso. Mi corazón late muy fuerte, duele mucho pero no es un dolor que desgarre. Lo sé, soy una tonta. Me gusta sufrir pero pienso que esta vez es algo que no podré arrancar con facilidad de mi pecho.

¿Qué haré? Tengo miedo...

No quiero seguir siendo marioneta de mi pasado, de los Jaeger ni de los viejos asquerosos que me querían arrebatar todo.

¿Cómo puedo pelear sin salir herida en mi corazón?

Cuando terminó de escribir, dejó la pluma a un lado y plegó la hoja en dos partes. Luego, revisó su bolsillo y sacó un encendedor. Movió su pulgar con rapidez sobre la rueda de encendido hasta pulsar el botón de ignición. Acercó la llama hasta una de las puntas de la carta y enfocó su mirada en ello. El fuego fue consumiendo el papel hasta reducirlo en cenizas y humo que se llevaban sus pensamientos, sus dudas y su posible respuesta.

El olor a quemado invadió la habitación. Era un hedor satisfactorio para la joven, pues estaba segura de que nadie sabría sus más profundos secretos.

—¿Mikasa? —Los golpes en la puerta de su habitación hicieron que ella soltara el último trozo de papel encendido. —¿Puedo entrar?

Acomodó su cabello y escondió su pluma. Cruzó sus brazos y fingió su mejor sonrisa.

—¡Adelante! —gritó y suspiró.

Al otro lado de la puerta se encontraba Kenny, quien se percató inmediatamente del humo en la habitación y miró con discreción a su ahijada para comprobar lo que le pasaba. Se dio cuenta de su preocupación y por eso optó por cerrar la puerta y sentarse en los pies de su cama. Apoyó las palmas de sus manos sobre el colchón y dejó caer su cabeza hacia atrás. Mikasa lo veía con desconcierto.

—Estamos a punto de dar nuestro primer movimiento después del golpe bajo que recibimos el día de las elecciones —explicó en un tono sereno. —. Esa noche tuvimos que escabullirnos como unas horribles ratas cuando son ellos los que destruyen todo.

Mikasa bajó la mirada y apretó sus puños con sutileza.

»—Entiendo que sientas miedo por Eren, él se arriesgó por todos al volver a ese lugar...

«¿Desde cuándo es adivino?» pensó Mikasa al tratar de disimular su sorpresa.

»—Pero Levi está con él. Estoy seguro de que no dejará que le hagan daño si se encuentra allí. Mi sobrino es tozudo, antipático y ser poseedor de cualquier defecto que pueda cruzarse en tu cabeza. Pero si algo le enseñó su madre desde pequeño es a defender a las personas que aprecia, a aquellas que carecen de la suficiente fuerza para hacerlo por sí mismos. A demostrar que la valentía nace desde el corazón y no del cuerpo, ¿comprendes? —Kenny se reincorporó y se levantó de la cama para acercarse a ella.

Acarició su cabello y palmeó su hombro. Mikasa no soportó la carga emocional y se paró para abrazar fuertemente a Kenny. Él acunó su rostro en su pecho y suspiró. Ambos estaban preocupados y con impotencia. Las acciones de los Jaeger los habían dañado más de lo que pensaron y eso desmoronó a Mikasa.

—No quiero quedarme aquí y esperar la nada misma... —espetó y se alejó de Kenny para secar sus lágrimas. —Yo también soy fuerte y quiero ayudarlos.

Absorto, Ackerman sonrió al sentirse orgulloso de la fuerza de voluntad de Mikasa. Él era muy tosco al expresar sus sentimientos pero con ella era diferente. Aprendió a ser sutil y cariñoso, pues la joven siempre se quejaba al ser tratada como niño cuando no lo era. Sin embargo, lo que no sabía en aquel entonces era que Kenny evocaba a Levi en ella, por lo cual siempre anheló que heredara todo lo que sabía, tal como su sobrino.

—Si es así, ven conmigo. Tenemos novedades. —Besó su cabeza y se soltaron.

El primero en retirarse fue Kenny, quien cerró la puerta de la habitación dejándola a ella a solas. Una lágrima rodó por su mejilla y la secó de inmediato para que nadie más lo viera vulnerable.

«¡ Eso es! A partir de ahora, necesitamos que tú seas más fuerte que nunca, pues no sabremos cómo terminará todo.»

[...]

Tras varios minutos, Mikasa decidió ir a la sala y la recibieron amablemente Uri, Kenny y Hange.

—¡Faltabas tú! Menos mal. —Hange se acercó a ella y tomó sus manos.

—Lo siento... —susurró y sonrió.

Miró a su alrededor y se percató de la presencia de un hombre corpulento sentado en uno de los sofás. Su rostro estaba repleto de golpes y una fuerte hinchazón en su mejilla izquierda la inquietó. Hange se dio cuenta de lo que veía la joven Ackerman y suspiró.

Se alejó de ella y fue hasta ese hombre, sujetó uno de sus hombros y dijo: —Él es Erwin, el líder de la pandilla de Shingashina.

Mikasa asintió y se ubicó delante de él. Estiró su mano y Erwin estrechó la suya con la de ella.

—Es momento de pensar en nuestros movimientos —Uri se ubicó en el sofá central, levantó su pierna y apoyó el tobillo derecho sobre su rodilla izquierda. —. Erwin trajo novedades en primera persona de lo sucedido en los suburbios.

Mikasa, absorta, decidió ubicarse al lado de Hange y cruzar sus brazos.

—Ese tipo, Reiner... —carraspeó y se quejó al tocar su mejilla inflamada. —Fue con un gran grupo de asesinos despiadados a cazarnos. Él lo advirtió una vez y la guerra empezó. Pero lo que me molesta es que me haya dejado vivo para contarlo. ¡¡Me exaspera!!

—¿Entonces Reiner se encargó de eliminar a tus compañeros? —inquirió Mikasa, aterrorizada ante la idea de pensar en cuán peligrosos podrían ser ahora que contaban con Zeke en el poder.

—Ellos se adueñaron de los barrios más carenciados y lavaron las cabezas de los pobres infelices que pensaban que nosotros existíamos para delinquir —aseguró Erwin, levantándose del sofá. —. Ahora ellos tienen todo el control para traficar y no me refiero a las drogas, sino a las personas, a las mujeres, niños... ¡¡Son de lo peor!!

Kenny apretaba su mandíbula con fuerza, pues estaba al corriente de sus turbios negocios. Miró a Uri y él negaba con su cabeza. Gruñó y maldijo a Grisha y a cualquiera que estuviera bajo su influencia.

—¡¡Oigan!! Es un anuncio de Zeke. —Hange miraba su móvil y corrió a encender el televisor.

Los demás estaban expectantes ante las palabras del hombre que se había convertido en su principal enemigo. La muerte de Grisha fue inesperada pero ellos estaban seguros de que algo muy turbio se escondía detrás de ello y que tarde o temprano saldría a la luz.

—¡¡Buenas tardes, compañeros!! Me enorgullece verlos reunidos aquí...

En un ambiente donde el recelo reinaba, todos miraban atentamente los gestos y escuchaban detalladamente las palabras de Zeke.

—¡¡Hipócrita!! —murmuró Mikasa.

—Pues como sabrán, tengo un anuncio que hacerles y debo confesar que estuve pensándolo mucho antes de revelárselos —Tomó un sorbo de agua que se encontraba frente a él y acomodó el micrófono para continuar. —. Pero ya no seguiremos ocultando la verdad.

—¿¡Qué mierda dirá el hijo de puta este ahora!? —expresó Erwin, encolerizado.

—¡Mentiras! ¿Qué otra cosa más? —respondió Mikasa.

—Ha pasado muy poco desde el fallecimiento de mi padre y no me sentía listo para hablar de ello. Sin embargo, hoy estoy preparado y quiero que tomen esto con calma, pues a mí me cuesta trabajo asimilarlo por completo.

Los gritos, aplausos y el apoyo recibido era mucho más de lo que imaginaba. La incredulidad era moneda corriente en Shinganshina.

»— Bien, no daré más rodeos y seré muy breve. Ese día, mi padre fue asesinado por los seguidores extremistas de Kenny Ackerman. Es decir, los miembros de la pandilla de Shinganshina que aterrorizaron por años los suburbios ingresaron a la mansión para acabar con él. Obviamente no pudieron conmigo y por eso hoy estoy aquí, pero esto no quedará así. Será la justicia la que se encargará de ellos a través de sus leyes...

Erwin se enfadó aún más. Su piel se había tornado rojiza en cuestión de segundos y los presentes lo notaron de inmediato. La difamación era tal que ya no habría justificación para limpiar su nombre o salir a las calles sin ser reconocido.

Todos estaban sumergidos en la impotencia del abuso de poder, de los negocios oscuros y la ausencia de justicia en una ciudad donde los ricos y poderosos hacían y deshacían a su antojo.

La única que no estaba enojada pero sí absorta era Hange. Acomodó sus lentes y se acercó deliberadamente a la pantalla del televisor para enfocarse en un punto en específico. Lo señaló y miró al resto con desconcierto. Sus labios temblaban y no podía hablar con claridad.

—¿Qué sucede Hange? —preguntó Erwin al acercarse a ella y mirar lo que señalaba.

El asombro se adueñó de su ser, junto con el sentimiento colérico que había despertado Zeke.

—¿Y-ya v-vieron? —Dejó caer su cuerpo al suelo y llevó su mano al rostro.

Mikasa dio unos pasos hasta el televisor y agudizó su vista, ignorando las palabras de Zeke.

Su corazón se detuvo un instante y el frío recorrió su nuca. Su garganta se cerró y las palabras se atoraron en ella. Respiró profundo antes de hablar.

—¿P-por qué e-está Levi protegiendo a Zeke? —farfulló.

Porque a unos metros del gobernante de Shingashina se encontraba él, Levi Ackerman, protegiendo la espalda de la persona que estaba destruyéndolos en esa sociedad infestada de corrupción, tráfico y odio.

Una revelación que desconcertó a todos los presentes y que los llevó a preguntarse sobre Eren.

¿Por qué Levi estaba con Zeke? ¿Qué pasó con Eren y por qué no había ni un solo indicio de vida?

Mikasa y Kenny no lo comprendían. Les dolía el pecho y los enfadaba.

Ahora más que nunca, no se quedarían de brazos cruzados esperando su final...