VIVIENDO COMO UN CHICO

-Diálogos.-

"Pensamientos"

Capitulo 12 FINAL.

Primera Parte.

El armario abierto

-Pero solo a ti se te ocurre comprar un vestido así en pleno invierno niña.-regañó la señora Higurashi al ver la prenda que su hija había comprado para asistir a la fiesta de navidad del CUT.

-Madre no sé quién puede llegar a entenderte. Primero me dices que me vista como una mujer, y cuando lo hago, siempre encuentras algo malo en mi.-dijo malhumorada Kagome, que estaba más que fastidiada por el hecho de que su plan de venganza económica contra su madre había fracasado.

-Yo no digo que esté mal, Kag, a lo que me refiero es que es muy rabón y te dará frío, lo escogiste muy primaveral.-comentó la señora mientras observaba con ojo critico el vestido rojo oscuro de tirantes y corte sencillo.

-Puedo usar una gabardina negra que vi en la tienda, digo solo para cubrirme un poco.- y era verdad, la gabardina era muy bonita, y muy cara también.

-Ahora estás pensando como mujer. Ya, ya, no he dicho nada.-tranquilizó la señora al ver que su hija iba a echarle en cara su último comentario.

-Me voy a dar un baño, y mañana tal vez vaya a la tienda por la gabardina.-dijo la pelinegra tratando de modular el tono emocionado de su voz, pues ya solo faltaban tres días para que se llevara a cabo la fiesta.

-Pues ya que andas en eso sería bueno que empezaras a comprar más ropa, y no esa clase de harapos que sueles usar ¿eh?.-sugirió la señora.

-¿Puedo usar la tarjeta de crédito como yo quiera?-preguntó maliciosa la pelinegra.

-Siempre que compres cosas bonitas y femeninas, niña.

-Trataré de hacerlo, pero no prometo nada.-comentó ella como no queriendo la cosa.

-Si compras algo que no sea bonito, hago que lo regreses, estás advertida.

-Si, si.-dijo con desgana la morena a la vez que se encaminaba a la puerta de salida de la sala.

-Kagome.-llamó la señora Higurashi.-Hoy habló tu padre conmigo y…pues, quiere el divorcio.-comentó la progenitora de la pelinegra, cuyo semblante había cambiado drásticamente a uno muy serio.

-No te puedo decir que lo siento madre.-murmuró la joven lentamente, no estaba acostumbrada a charlar de temas delicados con su madre…ni con nadie.

-¿Estás de acuerdo entonces?-inquirió la señora alzando una delineada ceja.

-La verdad si. No tiene caso que sigas casada con alguien que no está a tu lado, y que te engaña en tus propias narices.-soltó Kagome con toda la ruda franqueza que la caracterizaba.

-En eso tienes razón, creo que te lo estás tomando mejor que yo, no es fácil, pero lo superaré.-se hizo un corto pero tenso silencio, que la madre interrumpió.-¿Quisieras ir a Osaka? Tengo que ir por cuestión de negocios, tal vez pesque un pez gordo para la empresa, me voy este sábado.

-No madre, no me apetece viajar.-Kagome estaba casi segura que lo que haría su madre en Osaka era pasar de la junta de negocios a un fin de semana de shopping, como hacía siempre que se encontraba deprimida. Y realmente no tenía ganas de compartir la depresión de su madre, pues sabía que pronto pasaría. Y cuando eso pasara volvería a ser la mujer emprendedora de siempre.

Esa noche durmió como un tronco, y al día siguiente despertó tan fresca como una lechuga, con el ánimo arriba, se incorporó, vistió con pantalones deportivos y chaqueta colores añil. Bajó a desayunar… sola, pues su madre ya se había marchado, después salió de su casa, atravesó el jardín, subió al taxi que la estaba esperando ya, y marchó con rumbo al centro de Tokio.

El tener un buen sentido de la orientación era algo que Kagome Higurashi agradecía, pues de ipso facto ubicó el local donde había visto la famosa gabardina, que era de color negro profundo, larga y sencilla, solo con dos bolsas a los costados y solapa. El grueso material de la tela, era bastante acogedor.

Y lo mejor de todo es que costaba el doble que el vestido que se había comprado, sonrió con malicia.

-Disculpe, podría darme la gabardina que está en el escaparate.-pidió la chica a la dependienta curvilínea que doblaba algunas prendas.

-Cuesta 200 dólares.-replicó la chica de ojos verdes, mirando con perspicacia a la pelinegra.

-Me la voy a llevar, ¿puede usted dármela? ¿O la tengo que coger yo?-cuestionó mordazmente Kagome, a quien le molestó la actitud de la dependienta, ¿quién se creía para juzgarla por su apariencia? Porque eso era precisamente lo que estaba haciendo, seguramente ella creía que no tenía el dinero suficiente para pagar por la bendita prenda.

-¿Tiene suficiente dinero? Porque no damos crédito.-dijo la dependienta con desdén.

-Si estoy pidiendo la gabardina es porque tengo dinero para pagar por ella, ¿si?-le dijo la pelinegra sacando la tarjeta de su bolsillo y blandiéndola frente a la mujer.

-Muy bien.-replicó la dependienta después de examinar a la chica de arriba abajo.

Kagome salió de ahí con cara de triunfo, pues la chica al ver que era verdad lo que decía se derramó en disculpas, y como ya estaba acostumbrada a esos incidentes, decidió que no le amargaría el día.

Al pasar por una zapatería, unas botas negras de tacón cuadrado y algo alto llamaron su atención, sobretodo las hebillas pequeñas que adornaban los costados de cada una de las botas. El largo alcanzaba a cubrirle por completo la pantorrilla, su mente imaginó de inmediato la imagen del vestido, gabardina y vestido rojo. Le gustó. Pero una vocecilla dentro de su cabeza le dijo que no iba a filmar una película de acción donde ella sería la protagonista, sino que iría a una simple fiesta, por lo tanto desechó la idea de usar botas el próximo viernes, más su voluntad se mantuvo firme en apropiarse de ellas.

Después de comprarlas, miró más tiendas y se hizo de algunas prendas de vestir, la mayoría eran pantalones de mezclilla u otro material, en diferentes estilos: capri, pesquero, etc.

Siguió andando por las céntricas callejuelas, deteniéndose más del tiempo necesario, en las tiendas de aparatos electrónicos, o bien en tiendas de revistas, o en locales donde hacían tatuajes, perforaciones, etc.

Llegadas las 3 de la tarde, el estómago de Kagome comenzó a gruñir escandalosamente, pues el desayuno de las 11 de la mañana ya no le llenaba.

Vio una cafetería al final del mall, se introdujo en el lugar y pasó por entre las mesitas blancas que estaban llenas de personas, turistas que tomaban video de lo acontecido y de la gente que pasaba por ahí, otros tanto tomándose fotos. Parejas besándose apasionadamente, amigas cuchicheando animadamente, Kouga sentado en una mesa de la esquina, concentrado en arrugar la servilleta que yacía en sus manos.

-¿Qué hace aquí este imbécil?-se preguntó en voz alta Kagome.

Y como si él la hubiese escuchado, levantó la vista y la divisó enseguida. Arrugó el ceño varias veces, Kagome hizo caso omiso de su observancia y presencia, así que siguió avanzando hacia el mostrador de la cafetería, su alimentación era prioridad en ese momento.

-¿Disculpe, puede darme un bentto?-peticionó verbalmente la pelinegra, que de pronto sintió ganas de no quedarse a comer ahí.

-Si claro, enseguida.-le atendió amablemente el chico del mostrador.

Kagome maldijo por lo bajo cuando notó que la imponente figura de Tsumi Kouga se posicionó a un costado suyo.

-Hola Kagome.-saludó crudamente el tipo, sin tomarse la molestia de mirarla.

-Kouga.-contestó ella, mirándolo de reojo.- No diré que me alegra verte porque mentiría, y tampoco preguntaré cómo estás porque no me interesa. Así que preguntaré lo único que me intriga: ¿Qué quieres?-la pelinegra no supo si fue la forma de contestarle o el tono aburrido que utilizó, lo que le incomodó al chico. Pero si pudo percibir esto último, pues Kouga se tensó al momento.

-Escucha, estoy tratando de ser amable, no tienes porqué agredirme.-se defendió él, dirigiendo su mirada a la de Kagome, que por el contrario se rehusó a mirarlo.

-¿Tratando? Bueno, pues no trates ¿si? Cuando quieras ser amable hazlo, cuando no lo sientas, no lo hagas, además no te lo estoy pidiendo.-repuso ella, atreviéndose a encararlo.

-Aquí tiene su pedido.-interrumpió el dependiente de la cafetería, mostrando la caja transparente que contenía algunas bolas de arroz, y verduras varias.

-¿Cuánto será?-Kagome optó por ignorar a su ex compañero.

-No será nada.-declaró Kouga.-Yo pagaré por eso, no te preocupes, es lo menos que puedo hacer por ti.

Kagome se sorprendió por el comportamiento de su adversario, pero de inmediato quiso rebatir la oferta.

-No Kagome, tienes todo el derecho de no hablarme más, pero por lo menos deja que me porte bien contigo aunque sea solo esta vez, esto va por mi cuenta, porque me nace, porque quiero hacerlo ¿Ok? –su mirada se veía sincera, la pelinegra no pudo hacer otra cosa mas que aceptar, no sin antes hacer un mohín de fastidio.

-Bien.-dijo el chico.

-Adiós Kouga.-se despidió la chica.

Kagome aún no olvidaba los golpes asestados por aquél tipo, sabía que él trató de enmendar su falta, sin embargo ella aún no estaba preparada para aceptar semejante acto.

Tal vez con el tiempo olvidaría al tipo que causó esa gran humillación, sin embargo no le sería tan fácil, pues la paliza y humillación estaban enlazadas, e igualmente lo estaba él. Y Ayame.

-Esa maldita cabeza hueca.-se mordió un labio y tensó la mandíbula para no comenzar a soltar improperios en contra de la pelirroja.

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El día había llegado, su estado de nerviosismo era tal que podría haberse llevado el premio a la torpe de torpes en un concurso de torpeza. Todo lo que pasaba por sus manos inevitablemente iba a estrellarse contra el piso.

-Houjo te espera Kag.-dijo la madre de la chica, desde el umbral de la puerta.- ¿Estás lista?

Kagome la miró dubitativa, con un labial en la mano y un peine en la otra, los ojos de la chica estaban haciendo una súplica muda.

-Ya veo que no.-le sonrió tiernamente.-Déjame ayudarte.

Kagome tragó duro.

-Por favor.-musito.

La señora Higurashi, tomó el labial y comenzó su labor de maquillar a su hija, después la peinó y fue lo suficientemente prudente para no hacer algún comentario sobre su pelo, tan corto, que pudiese arruinar el momento de paz, después de mucho tiempo, con su hija.

-Listo.-anunció la mujer, ofreciéndole el espejo a la chica.

-No, no me lo des, podría romperlo.-rechazó la morena, caminó hacia el espejo de su armario y contempló el reflejo de su rostro, la figura de su cuerpo.

Podría jurar que no era ella, a simple vista ese rostro pertenecía a otra chica, una chica linda, de ojos cubiertos por una espesa capa de pestañas e intensa mirada, labios carnosos, que resaltaban aún más por el color rojo que usó, el cual hacía un contraste hermoso con la blanca piel de ella. El peinado, le favorecía bastante, su madre había hecho milagros. Por primera vez en su vida, se gustó.

-¿Te gusta?-inquirió la pelinegra dubitativa.

-Me encanta.-declaró la señora, que sin previo aviso se abalanzó sobre la chica y la abrazó fuertemente.

-Mamá arruinarás el maquillaje.-dijo Kagome con voz ahogada, pero en el fondo sabía que esa muestra de cariño se sentía muy bien, tanto que un repentino nudo se hizo en su garganta. Y antes de que las lágrimas bordearan sus maquillados ojos dijo.-Arruinarás mi vestido.

-Tienes razón.-el pretexto había funcionado, se separó de la chica y la contemplo con lagrimas en los ojos.

-¡Oh mamá! ¿Porqué lloras?-le interrogó Kagome.

-Porque ya eres toda una mujer.-dijo ella en un suspiro.

-No es hora de ponerse sentimental mamá.-la pelinegra era lo que menos quería en ese momento, y al ver que la cosa se estaba poniendo demasiado sensible, optó por salir de ahí.

-Ya es hora de irme, Houjo debe estar desesperado.-le dijo, a lo cual su madre asintió.

Bajó las escaleras y de espalda encontró a Houjo, enfundado en unos pantalones negros y saco del mismo color, al parecer él escuchó sus pisadas porque se volvió y dejó escapar un largo silbido.

-Estás preciosa.-le dijo con asombro.

-Gracias.-fue la corta respuesta, le bastó con verlo a la cara y saber que era verdad. Se sintió ruborizar, era la primera vez en su vida que le decían que se veía bien, bueno la segunda, pero le era muy difícil acostumbrarse a ello.

-¿Lista?

-Si, cuando quieras.-dijo ella a la vez que asía el bolso negro y se ponía la gabardina.

-Vamos entonces.

Salieron de la residencia Higurashi, caminaron por el jardín y subieron al auto azul eléctrico de Houjo, el aterciopelado y plateado cielo daba paso a la ligera oscuridad, que se cernía paulatinamente sobre la ciudad. Una que otra estrella, se notaba en el firmamento, brillante como una joya.

-Le dije a tu madre que te traería a las doce, cenicienta.-comentó en tono de broma el chico.

-Muy bien, solo espero que el auto no se convierta en calabaza. Ni tú en ratón.-dijo ella riendo.

-¡Hey no nos ofendas así!-exclamó él con fingida indignación.

El trayecto hacia Ikiwa le pareció más largo de lo normal, y al llegar a la que hasta hace unos meses fuera su universidad, la noche ya había caído completamente. Kagome no podía dejar de estar nerviosa, sus manos asían febrilmente el bolso de cuero negro.

Al estacionar el auto, frente a lo que, en sus días universitarios nunca visitó, era un salón exclusivo para eventos escolares, tales como las exposiciones de trabajos, o las conferencias para ciertas facultades, o bien para fiestas, como pasaba ahora.

Sintió las piernas flaquear, cuando éstas tocaron el pavimento, el corto tacón de las sandalias rojas le hicieron trastabillar, se detuvo con la portezuela.

Por un momento, deseó correr y no volver la mirada, sin embargo tranquilizó ese loco impulso, y repuso la cordura perdida.

-¿Vamos?-inquirió Houjo en tono galante, ofreciendo su brazo. Ella no respondió, solo se limitó a aceptar la invitación.

A medida que se acercaban a la puerta, Kagome trataba de tranquilizarse, recordándose que ese día, ella lucharía por alguien, y que no debía sorprenderle sí "ese alguien" se encontraba acompañado de alguna fémina.

Sin embargo, ni todo el trabajo de mentalización realizado pudo prepararla para la impresión que la causó la compañía de Inuyasha, que sentado en una de las mesas del fondo, vestido de manera casual pero igualmente elegante, charlaba con Ayame, y compañía.

-Allá están.-dijo Houjo, señalando la mesa redonda cercana a la de Inuyasha, donde estaban Sango, Miroku, Kohaku y su novia.

Kagome se reprendió a si misma, por no querer quitar la mirada del de ojos melados, pero era algo superior a ella.

-¿E-en verdad eres tu?-fue el inquisitivo saludo de Kohaku, que con la boca abierta miraba de arriba a bajo la figura de la pelinegra.

-¡Kag!-emocionada Sango se levantó del asiento y abrazó a la chica. La pelinegra intuyó que ese recibimiento, más que para un mero rito de afecto, fue para llamar la atención de los que se encontraban cerca. Y lo logró, porque al escuchar su nombre, Inuyasha viró la cabeza y Kagome pudo ver claramente la expresión de éste.

-¿Te está mirando?-interrogó Sango aún abrazándola.

Kagome no contestó, solo emitió un "Ajá"

-Bien.-musitó la castaña.

-¿Qué hace con ella?-cuestionó Kagome.

-No sabía que ella era su pareja, pero no hagas caso.-y con un ademán desenfadado, cortó el asunto.

Inuyasha no podía verla bien, sin embargo, su rostro reflejaba asombro, el cual fue creciendo, a medida que se le permitió observar la nueva apariencia de la morena, quien en esos momentos, debido a la calidez del lugar, se desprendía de la negra gabardina, dejando expuestos sus desnudos brazos y piernas.

-¡Kagome, no te había visto bien!-exclamó Miroku, sonriendo abiertamente.

-¡Hey! Ella viene conmigo.-advirtió en tono de broma Houjo. La pelinegra tuvo la oportunidad de quedar sentada frente a Sango, quien tenía de fondo al objeto del deseo de la morena.

-Gracias muchachos, pero ya dejen eso a un lado, que me pongo roja.-fue la respuesta de la chica ante las adulaciones de sus compañeros.

-Además ella no es la única que viene bonita, ¿Qué hay de Ling y de mi?-comentó la castaña en tono indignado.

-Es verdad.-afirmó la morena.- esa puti-falda te queda muy bien Sango.

Sus compañeros rieron ante la broma, mientras Kagome lo hacía también y de paso, aprovechando la distracción de sus amigos, miró furtivamente al de ojos color de miel, que desde su lugar, la observaba de igual forma.

La velada comenzó con la intervención del director Renkotsu, quien después de decir su discurso, pasó a retirarse. y dio inicio la cena, constituida por yakitoris, natto y Goya. El postre servido constaba de dos platillos, uno era una copa de helado y el otro, un tazón de durian en almíbar.

Después de la grata merienda, los ánimos subieron, y al centro, donde se encontraba la pista, varias parejas emprendieron un baile suave y armonioso, deslizaban sus pies como si pisaran algodón. La melodía que emitían las bocinas colocadas en lugares estratégicos del lugar, era una romántica, especial para las parejas.

Miroku no tardó en sacar a bailar a la suya, y Ling hizo lo propio con Kohaku, entonces sentados a la mesa, solos y a la penumbra del salón, quedaron Houjo y Kagome.

Que por su parte ya no divisaba claramente la figura de su amado.

-¿Segura que no bailas?-preguntó por segunda vez Houjo.

-De verdad Houjo, y si vuelves a preguntar, aunque sea por error, te daré un puñetazo.-amenazó con voz serena la morena.

-Veo que lo guapa no te quita lo bravo. Vuelvo enseguida.-dijo Houjo, dando unas palmadas en la espalda de la joven.

Kagome quedó a solas, en penumbra, escuchando la dulce melodía al piano, acompañada de la voz de una mujer. Escuchaba atenta la letra:

Entre el suelo y el cielo hay algo, con tendencia a quedarse calvo de, tanto recordar. Y ese algo, que soy yo mismo, es una cuadro de bifrontismo, que solo da una faz, la cara vista es un anuncio designal. La cara oculta es la resulta de mi idea genial de echarte…Me cuesta tanto olvidarte.

Olvidar quince mil encantos es, mucha sensatez, y no sé si seré sensato, lo que se es que me cuesta un rato hacer, cosas sin querer, y aunque fui yo quien decidió que ya no más, y no me cansé de jurarte, que no habrá segunda parte, me cuesta tanto olvidarte…

-¿No bailas?- Kagome alargó su mano y dio un pellizco a la pierna del que estaba junto a ella.

-Te lo advertí.-dijo con desgano la morena.

-Solo traté de conversar contigo.-se excusó la voz. La pelinegra se paralizó al momento.

-Inuyasha, disculpa, pensé que eras Houjo.

-Pobre de él que tiene que soportar tus rudos modales.-comentó una voz aguda, que hizo que Kagome sintiera, de pronto, la sangre hervir.

-Volviste pronto Ayame.-replicó Inuyasha.

-Te dije que solo tardaría un momento. Pero bueno, ahora si, lo prometido es deuda: me debes un baile.-y diciendo esto lo cogió por el brazo y lo haló.

No le bastó fastidiarle el momento, sino la noche completa. De repente la buena vibra que la llenara desapareció bajo la sombra de la ira y los celos.

Apretó los dientes y los puños lo más que pudo, hasta sentir como su mandíbula se tensaba intensamente y sus, de por si, cortas uñas, se clavaban en su carne.

-Regresé.-avisó alegremente Houjo.

-Llévame a casa.-pidió la chica.

-¿Te pasa algo? Estás muy agitada.- ¡y vaya que lo estaba! su respiración era entre cortada y fuerte.

Kagome no respondió, simplemente se puso de pie y caminó entre las mesas con rumbo a la salida del lugar.

Houjo desconcertado, la siguió muy de cerca, y la asió por un brazo.

-¿Kagome?

-Déjame.-peticionó ella, que ahora estaba al borde de las lágrimas.

-¿Por qué lloras?-inquirió él, cada vez más confundido. Y al ver que no había respuesta por su parte, más que la de intentar soltarse de su agarre, la tomó por los hombros y la acercó a sí, con la intención de confortarla.

-Llévame a casa.-musitó llorosa, abandonado sus intentos de escapatoria.

-No, primero tendrás que tranquilizarte, anda vamos.-y diciendo esto la condujo por entre el lugar hasta llevarla cerca de los sanitarios, donde estaba relativamente más calmado el ambiente.

-¿Me vas a decir qué fue lo que pasó?

-No quiero hablar de eso ahora.-dijo ella enjuagándose las lágrimas.

-No debiste haber llorado, tu rimel se corrió.

-Me vale.-replicó enfadada.

-¡Anda! Ve al baño y arregla eso, te espero aquí.

Kagome obediente, como nunca en su vida, se adentró en el sanitario, ahí frente al enorme espejo, notó como su esfuerzo se había ido por la borda. Sus mejillas sonrosadas, las orejas más rojas que un tomate, y los ojos lagrimosos, se lo dijeron claramente.

Limpió perezosamente el rimel corrido, pero al ver que no quedaba bien, se lavó la cara completamente, sabía que ya no tenía arreglo, "Ya no importa, me da igual, todo me da igual" pensó amargamente.

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Notas de la autora: Mil disculpas por no actualizar pronto, pero eso fue gracias a una serie de eventos desafortunados que ocurrieron en mi vida, como lo fueron la perdida de todos mis archivos, gracias a que mi computadora se enfermó y el doctor la dio de alta hasta las dos semanas y media, luego estuvo la semana de parciales, seguida de otra semana de repaso de todo lo visto en el semestre, para terminar con la semana de exámenes finales, y si agregamos falta de inspiración, obtendremos la espera que se llevó a cabo, pero finalmente aquí está la primera parte del final.

La canción es de la autoría de Nacho Cano, de Mecano.

Ya estoy sobre la segunda parte, no tardaré mucho, pues ahora estoy de vacaciones, dos sabrosos meses, ¿la vida es bella no?...

Blanca: Soy mexicana, y bueno sé que no es tan humorístico pero como bien dije, esto será de humor o bien trataré de que lo sea. XD Si lo logré o no, eso lo deciden ustedes.

Gracias a todos por su apoyo. Espero que lo hayan disfrutado.