Nota: Uff... siento que exploto, enserio aproveche muy bien las dos semanas... es que no soy de esas que puede escribir un capitulo largo en unos días... no siempre escribo a la primera lo que quiero decir y pues así me tardo y más por la escuela que me trae de arriba para abajo... tengo poco tiempo TT-TT...
Pero en fin... agradezco mucho sus comentarios! Se que era el prologo pero espero que les guste el capitulo que lo he hecho para ustedes mis lectores y agradezco infinitamente sus comentario que me han alegrado de algún sentido y sin más disfruten del capitulo...
Promesa
Los que en las cosas bellas hallan un sentido feo están corrompidos y no son seductores. Ello no es más que un defecto.
Tema uno: El Engaño
Es increíble, sumamente increíble, el como nos podemos mentir a nosotros mismos, como nos negamos a la realidad, como nos escondemos en mentiras que parecen irreparables; increíble es la actitud aniñada que muchos tomamos para no escuchar nuestros errores y no admitirlos, para creer que estamos bien y que todos los demás están mal, que lo que pensamos es correcto y nuestras acciones también. El engaño es una de las formas más bajas de corromper al alma y a los sentimientos de cariño.
· · ·
Capitulo uno: Una razón para amar y morir por ello. (El recuerdo)
La luz de sol se traspasaba por las blancas cortinas de la oscurecida habitación, golpeando en un rostro claro que descansaba aplacible sobre colchas rojizas y blancas.
Haciendo una mueca de enfado abrió sutilmente uno de sus ojos, comprobando bien como el fastidioso sol le cubría su rostro. Le obligaban a levantarse, pero su cabeza le dolía a mil demonios, no sabía que hacer con la gran punzada que sentía en su cráneo, el dolor inmenso en sus manos y pecho, y con su, al parecer, momentánea amnesia. Se incorporo con dificultad en la cama, aplicando bastante fuerza en sus manos para lograr quedar sentado en la cama; no sentía, por extraña razón las piernas, pero tampoco sentía que le dolieran... un mareo inmenso se le junto en su garganta por su nueva posición, causando que su expresión se tornara sorprendida y asustada, por lo que en un movimiento rápido quito las colchas que cubrían su cuerpo y bajo de la cama... o al menos eso intento... cayendo incómodamente de la cama golpeándose parte de la cara. Sus piernas quedaron aun arriba y las miro con fastidio... ¿pero que le estaba pasando?... las siguió mirando y unas gotas de sudor resbalaron por su frente; intentaba moverlas, pero al perecer sus piernas no eran receptoras del mandato de su mente, causando que después de unos segundos su molestia aumentara y las lágrimas ocuparan sus ojos. Las atrajo con su tórax logrando que estas cayeran cruelmente resonando en el suelo con una gran golpe, pero... el no sintió nada; tanto fue su impacto que el miedo torno su vista... sus piernas no se movían, no lo hacían ¡¿Por qué!... la desesperación le consumía, tenían que moverse, tenían que hacerlo- rogaba sin paciencia... el mareo aumento en su garganta y él intento, a gatas, dirigirse al baño pero el esforzarse ya era innecesario y no hubo más tiempo para que obligadamente, asqueado, a vomitar lo antes acumulado en su garganta esparciéndose por el piso de madera, ensuciando con pocos restos de comida pero mayoritariamente con un liquido de color rojizo; sangre nuevamente- pensó con angustia... Sus parpados se llenaron nuevamente de lagrimas y sus ojos violetas se tornaron cristalinos por estas, no podía más estar así, ya no lograba soportarlo. Al parecer su memoria volvía. Un gemido de dolor, de fastidio, de impotencia salio de sus labios y así lloro con más rabia y fastidio, mientras que las lágrimas recorrían su enrojecido y desesperado rostro.
—¡Shuichi!- un grito renuncio entre los lamentos del de rosados cabellos. Su vos era autoritaria pero a la ves destellaban una preocupación inigualable y una compasión lastimera. La aludida corrió asta donde yacía tirado el pelirosa, levantándolo con delicadeza y acostándolo sobre la cama, sentándose a un lado de este, acariciando su rostro.- Mi dulce niño, por favor, por favor, no te hagas esto...- rogaba la joven.
—¿Me curare algún día?- interrumpió tomando la mano de su mejilla para estrecharla, temiendo, temiendo a que ya no estuviera.
Los ojos de la muchacha se llenaron de lagrimas y un sollozo dio paso a sus lamentos, tapo con su mano libre sus ojos llorosos y tras unos segundos los limpio cambiando su expresión de tristeza en una sonrisa amplia, pero muy fingida para el pelirosa.
—Te curaras- dijo con la vos algo entrecortada clocando su dulce manita en su rostro y besándola con afecto. Su ojos brillaron; un brillo opaco para el amatista, un mirar sin esperanza, sin sinceridad.
Una sonrisa insatisfecha se delineo en su labios. Mentía. Su propia hermana le mentía y lo hacía tan mal que se veía sin mascara la lastima que le tenía.
—Gracias- dijo sin más, le dolía tanto que le mintiera frente a sus propios ojos, pero más le dolía verla afligida, así que con una ingenuidad; con la que los demás comenzaban a caracterizarle, le sonrió para que no se afligiera tanto por su estado.
—Mi Shuichi, mi lindo hermano- en un movimiento delicado, enredo sus brazos entre su cuello y le dio un beso en la mejilla, mientras más desconsoladas lágrimas brotaban de sus castaños ojos.
Shuichi no hacía más que acariciar sus lacios y largos cabellos rojizos para calmar su malestar, para calmar su desconsuelo. Suspiro con desgana, siempre lo mismo, pensó con amargura. Lastima, mentiras, aflicción y desconsuelo; eran aquellos sentimientos los que le abrazaban en las noches, los que le despertaban en las mañanas y ¿le daban razones para vivir?. ¡Que entristecidas eran las esperanzas con las que vivía!.
¿Seria que nunca abría para él un consuelo?... necesitaba unos brazos fuertes y reconfortantes, duros y calidos a la ves para que al menos, unos fragmentos de segundos, lograse ser feliz, lograra poder olvidara aquel sufrimiento que día tras noche le aquejaba, y que así duraría por toda la eternidad. No quería los lamentos de la gente, consolaría claro, pero y a él... ¿Quién le consolaría a él?... nadie lo hacía, todos se sentían tan afligidos que no hacían nada más que llorarle, como si de un muerto se tratase. ¿Acaso esperaban con tanto deleite su muerte?... le desesperanzaban tanto, le destruían en alma con su dolor, le culpaban de la forma más cruel, le castigaban... ¿Había sido su error?... si tan solo hubiera sabido que le asaltarían y secuestrarían unas cuadras delante del callejón por el cual él se dirigía hacía su casa, nada de esto estaría pasando, ningún llanto cruzaría por los ojos de sus seres amados. Pero, ¡Oh Dios!... le culpaban de algo ineludible, definitivo. No tenía él la culpa de que la mente de la gente fuera tan desquiciada, fuera tan desesperada e inconsciente; la tendría, la culpa, si él fuera así pero, era un muchacho cortes, responsable, sensato, un joven que amaba lo que tenía y se esforzaba por obtener lo que no tenía, que vivía su vida al limite y era conciente de ello. Deseba con ansias que con una disculpa todo volviera a ser como antes, que las miradas dirigidas a él fueran divertidas, afectuosas, conmovidas hasta, en un sentido divertido, burlonas; en sí que su entorno fuera nuevamente feliz; ya no deseaba aquel ambiente desolado, entristecido, angustioso, lastimero; una segunda oportunidad para ser feliz, eso era lo único que anhelaba, lo que imploraba ansioso.
—Traeré tu desayuno, ...- anunció la pelirroja deshaciendo el abrazo que les unía. Se veía más calmada y ya no lloraba. Pero el sentía que moriría en ese instante, estaba destrozado, estaba tan afligido.
Recostó su cabeza en la almohada y la ladeo unos momentos intentando reprimir las lagrimas que se juntaban en sus ojos. Respiro profundamente y miro a los ojos castaños de su hermana y le dedico una débil sonrisa.
Su mundo se derrumbo en esos instante, no sabía que hacer, le daba tanta angustia no poder hacer nada por su hermano, era frágil.
—Bien Maiko- exclamo el pelirosa, ladeando nuevamente su cabeza contemplando con interés un lugar de la habitación, con la mirada perdida y triste.
La castaña se levanto de la cama con nuevas lágrimas en los ojos y se dispuso a marcharse no antes de limpiar el desorden del piso. Y así, salio de la habitación del muchacho, dejándolo con su desconsolado pensar, con sus afligidos lamentos, con su inigualable dolor.
· · ·
—...Lo hemos intentado todo- murmuraba una mujer, con las manos en el rostro ocultando su preocupación- comprendo que las piernas no reaccionen, esta claro que se quedo invalido, pero sus frecuentes mareos, sus escupidas de sangre, su amnesia momentánea, su pálido rostro; eso es algo no logro comprender, por más que le han echo chequeo tras chequeo no logran decirnos que es lo que atrofia su cuerpo...- decía con frustración la mujer de rizados cabellos rojizos, sentada en uno de los sillones del living, contemplando con preocupación las escaleras que daban al cuarto de su lindo hijo.
—Amor...- una calida vos resonó en la habitación. Un hombre retiro las manos del rostro de su esposa, y se aferro a ellas mientras le miraba con su violáceos ojos, a sus esmeraldas, con una tristeza y afecto incomprensible- estuvo una semana secuestrado, le encontramos en un estado deplorable, y vimos frascos y frascos vacíos que al parecer le había echo beber a Shuichi, morirá, no hay duda de eso- dijo sin más el hombre que seguido sumergió en su pecho el afligido rostro de su mujer que comenzó llorara precipitadamente.
—Robaron su inocencia, Kenji, se la arrebataron de la forma más cruel- se lamentaba la mujer aferrándose más al pecho de su marido.
—Madre- llamo la calida vos de Maiko en las escaleras- ya ha despertado Shuichi, le llevare ahora el desayuno- anunció antes de adentrarse a la amplia cocina.
Yume, la madre del pequeño, se desato de los brazos de su esposo y retiro las lágrimas que empañaban su vista, miro a su hija y asintió para seguido acercarse a las escaleras por la cual la muchacha había bajado y, con pasos firmes, las subió con un sonrisa amarga en sus labios.
El tocar de la puerta desvió el silencio de la habitación en la que, el de rosados cabellos, se había sumergido en pensamientos oscuros y desolados; la puerta fue abierta dejando ver a la bella mujer con una calida sonrisa.
A estado llorando- pensó rápidamente el pelirosa al mirara su rostro y las secas lagrimas que se posaban en este.
La habitación estaba en penumbras, tenía un olor a encerrado y a medicamento que le asfixió al instante; una mueca de enfado su poso en su fino rostro y miro con algo de angustia a su pequeño hijo, corrió las cortinas de las ventanas y abrió una de ellas para que refrescara la sofocante habitación.
—Buenos días, madre- saludo con una sonrisa fingida el pelirosa, viendo como su madre recogía las ropas del suelo y las colgaba en uno de los armarios.
—Buenos tardes, Shuichi- reitero la mujer con signo de enfado deteniéndose para mirarlo.
—¿Tan tarde es ya?- pregunto sorprendido desviando la molesta mirada que su madre le dedicaba a la ventana donde se podía vislumbrar bien lo tarde del día, las cuatro o cinco de la tarde seria ya.- Lo lamento a-ayer no puede dormir bien, el sueño no llego- se excuso.
—¿Cuándo desayunes, te gustaría ir a dar un paseo, Shuichi?- dijo dulcemente su madre acercándose a la cama, cambiando la expresión de su rostro, donde permanecía el pequeño, sentándose a lado de él-
—Seria, seria agradable, madre- dijo con una calida sonrisa, entrelazando una de las manos de su madre con la suya en una muestra de cariño pero, ella la alejo inmediatamente y se levanto de la cama dolida... Su expresión se deprimió al instante- seria agradable- prosiguió- pero hoy no madre, me duele todo- restregó sumergiéndose más en las grandes cobijas.
Su madre se sorprendió por la crueldad de su hijo al hablarle y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas... ¿qué no se daba cuenta de lo que estaba pasando ella, de lo que todos pasaban por su causa?... su mirada se endureció y no hizo más que salir de la habitación en el exacto momento que llegaba Maiko con la bandeja del desayuno.
—¿Qué le ha pasado?- le cuestiono a Shuichi dejando la bandeja en un pequeña mesa junto al pelirosa.
—Maiko...- le llamo Shuichi con la vos entrecortada- ¿te gustaría salir a pasear con migo?- pregunto evitando la mirada de la joven, no quería sentir su lastima nuevamente.
—Claro que sí Shuichi- sus ojos brillaron de alegría por la invitación de su hermano pequeño- seria muy agradable. Termina de desayunar y te ayudo a vestirte para que salgamos ¿si?- dijo con picardía la muchacha sonriéndole divertida.
Shuichi simplemente asintió y vio como se marchaba la pelirroja. Tomo el desayuno que le había traído y comenzó a comer con fastidio, al menos saldría con ella, al menos saldría por un rato.
Paseaba, su hermana, con una gran sonrisa de satisfacción mientras acarreaba la silla de ruedas en la que se encontraba un calmado Shuichi que se embellecía con lo bonito que era aquel parque, hace mucho que no salía; salir por salir simplemente, siempre caminaba por las calles con algún pendiente y no se fijaba en los detalles de estas, era un joven muy ajetreado, su estudio para él era primordial, por lo que no salía con sus amigos, no se divertía en las noches como los demás universitarios. Él siempre había sido muy pulcro y serio hacia cualquier amistad o conocido... y en amor... uff, ese tema estaba cerrado, nunca le habían dado un beso ni acariciado hasta enloquecer, no le habían echo nunca sentir el rey del mundo por una simples palabras de afecto y compromiso, nunca había estado enamorado en lo que antes había sido su vida, porque para él, ahora el ya no tenía vida, puesto que su destino estaba elegido, y quien vive, elige su vida y trasforma su destino y para el su vida era llegar a la muerte y fallecer en lo oscuros brazos de esta, ese era el destino que se le tenía elegido después de que aquellas personas le hubieran dejado en tan lamentable estado lo cual era sumamente doloroso.
Agito la cabeza negativamente, restregándose a si mismo, no era momento para lamentarse de cosas pasadas y dolorosas; contemplar simplemente aquel parque con una sonrisa, era preferible a perderse en los atroces pensamientos de su encadenada vida.
—¿Shu, te gustaría comer un helado?- pregunto la castaña frente suyo inclinándose para estar a la altura de su vista. Shuichi rió divertido ante la invitación de su hermana y asintió sonriente. Maiko se alejo unos momentos de él para ir por el dichoso helado. Y por fin se quedo en soledad, y contemplo el como comenzaba a oscurecerse el día; aquel atardecer era muy lindo, aunque no lo visualizaba bien, podía contemplas los rojizos, azules, amarillos... los sinfines de colores que tornaban el cielo para dar paso al oscurecido anochecer y a la luna divina, impotente y brillante, en lo alto del cielo. Fue tan rápido el como sucedió todo ese esplendido espectáculo, que sus ojos amatistas se abrieron enormemente al notar la cercanía que la luna ejercía hacía ellos, parpadeo un par de veces sintiendo como si su mente le estuviera jugando una nueva jugarreta, pero no, era increíble, estaba, estaba muy, muy cerca de ellos ¿por qué?...
—Yo no veo razón alguna para contemplar a la estorbosa luna- una vos fría y calculadora resonó entre sus desesperadas reflexiones. El pelirosa giro hacia aquella persona que se había sentado en una de las bancas del parque, misma en la que su hermana le había dejado.
—¿Estorbosa?... ¿por qué se refiere a ella como un estorbo?- pregunto extrañado el pelirosa al joven que fumaba para su mal gusto.
El rubio fijo sus felinos ojos dorados en los violetas inocentes del chico, causando que este se estremeciera al instante. Tiro el cigarro, ya consumido, al suelo aplastándolo con uno de sus pies, y desvió su mirada hacia el cielo soltando una risa, al parecer mofándose del chico.
—Simple...- hablo con vos seca- porque lo es, es un estorbo. Antes le usábamos como luz, ¿pero ahora, para qué le usamos?... tenemos luz, bastante a decir verdad, por lo que el apreciarla se es estúpido, pues su luz no es ya tan impactante como las que hemos creado ya...
—Que tormentoso es su pensar- le interrumpió ofendido- que ciego y enfermizo. Es una naturaleza, debemos de apreciarla por ello, porque mientras que todos se cautivan con las efímeras luces del hombre, no hay luz más hermosa que esta- apunto a la luna- pues es, no una creación de hombre, si no del mismo dios.
—Ja- se rió nuevamente del chico- tienes razón, es una creación del mismo dios, por ello se esta cayendo- lo ojos de Shuichi se sorprendieron por el comentario- por ello, va a matarnos a todos, por ser creación del dios, aquel al que tú tanto amas y veneras- el rubio se levanto con un corto suspiro y se acerco al chico.- Bueno que veneres a la luna maravillosa- dio énfasis a la palabra- pues la razón es simple, se cae para castigar a los que la quisieron remplazar, la luna esta celosa, niño, por eso nos matara. "Por uno la llevan todos" ¿no?- dijo con cinismo y revolvió sus rosados cabellos para alejarse del chico dejándolo desconcertado por sus palabras y su extraña personalidad que era, para sí, algo... ¿calida?...
—Aquí tienes- Shu-cha- dijo alegre la castaña, entregándole el helado que sostuvo con la mirada turbada y perdida, pensativa.- ¿Sucede algo?- pregunto con preocupación, logrando sacar al muchacho de sus reflexiones causándole un sobresalto.
—¿He?... no, no Maiko, esta todo bien, jeje- dijo con una sonrisa boba, comenzando a comer su helado- oye esta rico...
—Eres raro Shuichi- se burlo divertida su hermana retomando nuevamente el mismo camino para regresar a casa...
· · ·
Una poesía, una poesía era aquel hermoso cántico que arrullaba los pasos de ese hermoso joven, y que acompasaba su respiración y se vislumbraba con su visión.
Con la misma rapidez que la bala se incrusta en el pecho de una victima; las sombrías sensaciones de ser lanzado al suelo, atado y amordazado con expresión pavorida en el rostro y sin fines de lagrimas en los ojos, fue la rapidez con la que aquel acto fue empeñado a fin de la destrucción de una vida.
La nebulosa oscuridad cubría sus ojos, cubría sus esperanzas de ver al cielo y contemplar al sol en una tarde de verano... Repetía con gélidos lamentos que esta era su hora, que este era el final y el inicio anhelado de la muerte; maldecía a los dioses con rabia incontenible y rezaba por su amada familia... ¡Oh Dios, que alma tan pura era la de aquel joven que pensaba en la vida de los demás antes que la suya, que rogaba por la felicidad de repulsivas personas antes que de su propio júbilo y, que lo hacía, precisamente cuando él lo que más necesitaba era de aquellos memorables rezos
Sus lágrimas no eran más que una plenitud de lamentos, una sinfonía amarga y deliciosa. Era tan apetecible aquel joven de piel clara como la luna, de obres amatistas y expresivos, la pura reencarnación de los ángeles sagrados que se regocijan en el paraíso.
Sus secuestradores, sus crueles asesinos de vida, no eran más que una repulsiva masa de asquerosidad, de suciedad y de burlonas risas. ¡Oh que tan condenada había sido la vida de aquellos humanos, aquellos que ahora se alborozaban y embriagaban con el sufrimiento de un ángel no correspondido.
Gemidos, gemidos incontrolables de sofocante dolor eran los que culminaban y pecaban en el divino silencio de la suciedad de la tierra donde su cuerpo yacía desnudo y era penetrado una y otra ves no más que por sus agresores.
El dolor, aquel sufrimiento no era más poderoso que la infinita vergüenza que sentía él por si mismo. Su santidad era tomada de la forma mas repulsiva nunca antes conocida y él, él por ser débil, no podía evitarlo... era tan imbécil como su padre le llamaba, tan tonto, si tan solo... Los ojos furiosos, apenados y bellos del joven se abrían en un impacto no antes conocido, era el miedo que quemaba su sangre; el pavor de ser consumido por aquellos hombres de la forma más lenta y sufrida.
Suplicas, suplicas se quemaron en la garganta del joven de violáceo mirada, no podría articular palabra alguna, estaba mudo, mudo de miedo, mudo de dolor... su vos, la armonía que surgía de su labios había sido ahogada por aquellos repugnantes seres que se acercaban sigilosos y amenazantes a su violado y maltratado cuerpo.
Los líquidos extraños eran revueltos en unas risas penetrantes, signo no más que el de la locura en la que ellos se encontraban; maldito placer el que era el de beber el alcohol amarillento he insatisfactorio, placer condenado que quemaba la sensatez de la gente y que castigaba al que no le bebía. No eran más que unos borrachos los que envenenaban al pobre joven, eran unos muertos en razón los que bailaban en el éxtasis de la maldad y de la demencia.
Sangre era lo que culminaba en la clara y perfecta piel del bello ángel, sangre aquella que resbalaba por su boca y su pecho, era la sangre que brotaba de provocadas heridas, tanto como por dentro de él, como fuera.
Su cara estaba destrozada, ensangrentada y sudorosa, su cuerpo, su cuerpo era una rojiza y amoratada manta de lastima y tristeza, su manos, su manos no daban para más estaban débiles y al más simple movimiento estas ardían como ninguna otra cosa, su piernas, su piernas eran lo más trágico de su ser, no las sentía siquiera y estaban más que masacradas, mas que consumida por aquellos malhechores, por aquellos...
¡Ah! Dios amado porque no amenazas a esto condenados de la vida, mátales, pero que no sufran, solo que vivan ya en un éxtasis condenado, por favor liberales de su opresión, de su equivocación- rogaba en pensamientos el muchacho, esas eran las suplicas que su mente aclamaba a pesar de la inesperada inconciencia.
El tiempo... ¿cuanto tiempo había pasado?... ¿unas horas, unos días, unos segundo? No lo sabía, el tiempo en eses instantes era lo de menos, pero contando las mayoritarias veces que aquellos hombres yacía dormidos y salían en un vaivén, entrando y saliendo de la habitación, se podía constar que habían sido varios días; varios días que él era poseído de la forma menos satisfactoria y más dolorosa para su cuerpo y sentido.
De la misma forma que la piel había sido creada para recibir placer, para que al nacer el bebé no se sintiera desconfiado a las carisias ni abrazos de las gentes, de esa misma forma, para su negativa, había sido formada para el dolor, el insaciable dolor, para que los que pecaban fueran castigados, los que dañaban fueran dañados y los que no entendía fueran entendiendo a mano dura.
Y él, aquel hermosos ser que soportaba las incitantes palabras de esos hombres, era el mismo que rogaba por la salvación de ellos, por el perdón de sus almas. Una lagrima se deberían soltar por ese divino ser, una lagrima de alegría por que al menos un humano, un ser bello y puro, deseara, hasta en su obligada muerte, la salvación de aquellos que le robaban la felicidad. Una, por igual, lágrima, de vergüenza, por nuestro pensar tan bajo y desconsiderado, por que solo sea una persona de tantas, de millones...
La última noche llegaba para sus ojos, él presentía que por fin seria liberado de esas crueles cadenas con esclavas y, sus presentimientos, fueron acertados por una extraña razón... Unos felinos ojos, de dorado color le miraban, día tras noche, contemplaban su dolor... ¿por qué?... no lo hacían por quererse satisfacer con su angustia, no, no era tan cruel pero ni tan santo, si no que lo hacia por una simple razón, para salvarle; bien sabía él que aquellos personajes atroces no le dejarían tan fácilmente en unas horas, ni días, ni semanas, si no que se extasiarían de él hasta que su respiración se volviera nula y el latir de su corazón callado y quieto, el por igual desearía poder tener aquel ángel hermoso, sin la intención de matarle claro esta, pero ellos... ese si era su objetivo, acabarse a aquel ser. Así que para su pesar observaba cada acción que realizaban para encontrar el momento exacto para atacar y salvarle. Por que al igual que los demás el se había enamorado de esa pureza inigualable y esa sonrisa que aquel chico intentaba mantener.
Y así fue, así fue que en un final inesperado él dio muerte a aquellos hombres, no muerte común si no una muerte que les perseguiría en la vida inmensa, una muerte más atroz que cualquier castigo, una muerte en la conciencia, de la cobarde conciencia...
· · ·
Sus amatistas ojos se abrieron impactados y un suspiro escapo de sus labios, un suspiro largo y calmado, volvía a respirar al parecer, parpadeo un par de veces y subió las colchas más a su cuerpo para que le cubrieran de la fría noche.
—Igual que aquellos ojos...- divago en vos alta acostumbrando su visión a las penumbras de la habitación. Se sentía tan miserable, invalido y enfermo de quien sabe de que cosa, su vida era todo un rotundo desastre, tan amargo... ladeo su cabeza a la derecha y observo como el viento movía las cortinas blancas que colgaban del marco del ventanal. Cero sus ojos para sentir la helada brisa que cruzaba... amaba el frío, le encantaba la tranquilidad y frescura con la que se deslumbraba, acerco con algo de dificultad la silla de ruedas que se encontraba a lado de la cama y se sentó en esta; un poco agitado, se acerco al ventanal dispuesto a cerrarla pero sus intento fue obstruido por una impresionante vista... "La luna es celosa... por eso nos matara... castigar a los que la quisieron remplazar" recordaba las palabras del rubio de mirada dorada... y ante él el hermoso resplandor de la bella luna, tan cerca de él, tan cerca de todos, se quedo mirándola fijamente por unos instantes o quizás más, embelesado con la propia belleza que emitía la luna; si desde lo alto se le contemplaba con ninguna, de cerca se veía magnifica. Logro observar como descendía con una lentitud desesperante, provocando un sobresalto del muchacho..."...matara... esta celosa... la quisieron reemplazar..." ¡oh Dios, era cierto... -ella nos mataría- murmuro.
Su visión se torno opaca, estaba pálido... no todos los días se veía a una luna caer para destruir la vida... cerro sus ojos para, así, desaparecer la visión atroz que ahora predominaba en su mente, giro su silla y volvió a la cama dejando la ventana abierta, no podía mirara nuevamente por ella, no quería creer que todo se acabaría por esa belleza infinita...
Se recostó e intento despejar su mente... en nada, pensar en la nada, pero no, cada ves veía más cerca a la Luna, más y más cerca. Y mientras esta avanzaba veía gente, sus retratos, personas conocidas se mostraban ente él, su familia... Su madre... Su padre... Su hermana... El joven de mirar dorado... y la Luna.
—No quiero morir- dijo en sollozos y cayo en los aterradores sueños que le aquejaban todas las noches...
· · ·
Yume de Shindou era una hermosa mujer, de rojizo cabello rizado y algo largo, de piel algo blanca y facciones delicadas, y de impactantes ojos verdes con un lindo toque de picardía y autoridad. Se había casado, con un hombre de nombre Kenji Shindou, a sus 19 años de edad un 7 de Agosto del año 4041 y compartía unos hermosos 21 años de casada con aquel hombre que amaba, no antes que su hijos claro esta. Era un mujer muy dedicada y algo aferrada a las cosas como a sus ideas, rezaba comúnmente y asistía a las celebraciones religiosas. A sus 39 años, había visto fallecer a su madre por la terrible enfermedad del cáncer, a su hermano mayor en un accidente automovilístico y a un bello ser que nacía de su vientre por su diabetes; tan joven y enferma... Ya contaba con dos hijos antes de su enfermedad, Maiko Shindou y Shuichi Shindou, los dos ya mayores de edad que aun vivían con ella, bajo su propio techo. Para ella y su esposo aquellos dulces niños, que aun eran eso para ella, los amaba con toda el alma; eso era lo que ella solía decir a todo el mundo pero, por lo cual, a todo el mundo mentía como así misma.
Fe un sábado en la noche cuando, Yume, supo lo del secuestro de su hijo; la desesperación por tenerle le domino moviendo cielo, mar y tierra para encontrar la ubicación de su hermoso hijo pero, no fue que después de 9 días que le encontró; y en ese preciso momento que veía como su cuerpo se estaba acabando, fue el momento en que el amor que le profesaba con tanta dedicación y atención se esfumo en un abrir y cerrar de ojos... su hijo moriría de eso no había duda y lo más triste era que en unos meses, no llegaría ni al año, así que decidió, para su pesar, dejar de amarle... no deseaba sufrir de la misma forma que hizo con sus otros familiares y menos con aquel bello niño de amatista mirar, tan cautivador, tan puro; le odiaría, no, mejor dicho, dejaría de amarlo, se alejaría de él, le trataría como un simple desconocido, pero eso seria tan difícil... sus sonrisas eran tan cautivadoras tan simples y sinceras... no quería sufrir por aquel hermoso ser y... no lo haría, no más...
· · ·
Abrió los ojos con un nuevo impacto, había dormido solo un instantes al parecer, confirmando sus dudas al ver que el reloj marcaba las 2:10am y el se había acostado a la 1:40...-¡rayos!- maldijo mentalmente, no lograba conciliar el sueño y el frío se hacía más penetrante por la ventana aún abierta, aquella luna no le permitía dormir, sus sueños eran en cada momento más espantosos, no quería morir por algo tan santo como lo era esa resplandeciente esfera blanca... Respiro profundamente he intento apaciguar a su ajetreado corazón que latía por el miedo y hundió más su cabeza en la acolchonada almohada cerrando los ojos... pensar en la nada no le servia al parecer, así que, para diversión suya, opto por comenzar a contar ovejas echando a volar su imaginación...
Había una cerca en su pensar, y por ella diferentes ovejas saltaban mientras él las contaba entretenido, había pieles de todo tipo de colores y diferentes pelajes; cada oveja al cruzar por la cerca emitía un sonido diferente, él solo escuchaba cual se le hacía más cautivadora, comenzando a elegir cual era mejor que otra y así sin darse cuanta cayo en el suelo al contar la oveja numero 1098 de piel rosa y pelaje azul que emitía un cántico de sinfonía, al parecer aquella oveja había sido la ganadora...
· · ·
Maiko Shindou era una joven de 21 años, había heredado el cabello de su madre aunque un poco más lacio y los ojos, al parecer, de su abuelo, por parte de su padre, cafés claros y dulces. Sus padres eran Yume y Kenji Shindou, para ella ellos eran las personas más respetuosas, responsables, sensatas y amorosas del mundo, y quien no pensaría tal cosa, puesto que la pareja, al ser la primera hija le habían cuidado de la mejor forma posible, aun cuando naciera su hermano... al parecer tenía mucho amor para dar. El amor que le tenía a su padres era mucho pero no se lograba comparar con el que le tenía a su hermano; ella aún al ser la mayor, cuando Shuichi nació y cumplió una edad decente para entender las cosas le cuidaba como si él fuera el mayor, le protegía de todo peligro y le reconfortaba en los momentos difíciles. Le admiraba como una fan a su artista favorito, ella decía que Shuichi era lo mejor en su vida y nunca le cambiaría por nadie en el mundo; ellos nunca en su vida habían reñido, porque Maiko era una joven de una paciencia eterna y Shuichi era muy respetuoso con ella, por lo que siempre se reían y jugaban... para ella su vida era su hermano y cuando supo que este se encontraba muy grave sintió como si el mundo se le acababa, como si le estuvieran acecinando una y otra ves de formas diferentes una más dolorosa que la otra... y aún cuando le dijeron que este se encontraba un tanto bien pero no seguía fuera de peligro esta no pudo sonreírle y lo único que dijo fue "Mi hermano jamás será mi vida"... al parecer la muchacha había madurado al decirse a si misma tales palabras pero, su madures se transformo en una rotunda equivocación que fue la lastima, se lamentaba de su estado y hacía lo mejor por el por lastima infinita, sentía compasión de aquel chico que era su hermano, pero era su familia, no se debe tener lastima de alguien que se ama sino dolor, sufrir no por el sino por verle en ese estado e intentar ayudarle, no burlarse de él y ella lo hacía por la misma razón que su madre... optando por quererlo como un desconocido simplemente... le quería tanto que no quería sufrir por él... ¿es eso querer?
· · ·
—Maldición- maldijo entre dientes.. ¿será que no podrá dormir hasta darse cuanta nuevamente de las malditas formas en las que su familia le trata?... el no tiene la culpa de que así fueran, de que le hayan abandonado en el momento más difícil de su vida... y no les culpaba, el miedo era un sentimiento muy poderoso y era bueno tenerle miedo a algo... así que no le veía nada de malo a sus acciones, era su familia y sabía que podían alejarse los más que quisieran y odiarlo pero, él no lo haría... el simplemente no podía dejar de sonreírles pues su primera vida fue su familia y al parecer con ella moriría, les necesitaba demasiado...
Sin percatarse al pensar en su sentimientos el sueño comenzó a dominarle de nuevo, pero ya no quería, en verdad le dolían mucho las imágenes de las falsas sonrisas de su hermana, de los furiosos rostros de su madre, no quería verles, le partía el alma... tan bellas que eran... sin más cerro su ojos nuevamente...
· · ·
Kenji Shindou, hombre de 40 años, de unos intensos ojos amatistas, con una piel algo bronceada, de aspecto calido y dulce, un tanto fornido pero no en exageración dándole un físico aún de juventud, muy osado... Él era un hombre de negocios muy ocupado pero, siempre tenía tiempo para su familia, la cual amaba como ninguna, amaba a su esposa y a su hija... pero en sí a Shuichi nunca logro amarle... desde que nació y comenzó a sonreír, se cautivaba con la vista del chico que era más resplandeciente que la suya y con su simple sonrisa llena de sentimientos... pero nunca puedo hacerle un mimo, nunca le abrazo ni le dijo algo lindo... nunca le demostró que era su padre, sentía que le dañaría que le destruiría de una forma u otra y cuando este fue encontrado en el repulsivo suelo de una abandonada casa su corazón, que le quería en el fondo, se destrozo... pero para bien, su cariño creció inmutablemente... se enamoro de su hijo aún más... pero su miedo por igual aumento... "y si el chico le replicaba que nunca estuvo para él en los momentos menos difícil...y si le odiaba por la poca vida que tenía..." el no quería eso, por tal razón simplemente no le miraba, no le hablaba... le ignoraba sin darse cuanta que el silencio destrozaba las esperanzas del chico, de que alguna ves le quisiera o apreciara.
· · ·
Bien, bien, había comprendido el punto... pero que importaba ya... moriría de todas formas, simplemente quería descansar y olvidar la desastrosa familia que le lastimaba con tanto ahínco... todos ellos eran unos egoístas pensando en su satisfacción, mismos como aquellos hombres que le dejaron en tal estado... simplemente ellos y nadie más. A decir verdad, todos éramos egoístas en algún sentido, con algo material, con la superficialidad, hasta con el cariño, el amor, el odio etc. etc. ... Que asqueroso era el hombre, que sentido tenia crear las cosas si moriríamos por ellas, nos posesionaríamos por tenerlas y nunca soltarlas al mundo... solo yo, yo y yo... ¿que nunca se cansaban, que nunca se daban cuenta de su estúpida equivocación?... ¿por qué...? maldita Luna, si es que caerías, por qué ahora no lo haces, ¡cae de una ves, destruye las corruptas mentes de los hombres, condena a los que pecan y acecina a los fieles... todos de la misma forma, que mueran...
—¡Nos vamos!- grito Maiko abriendo de repente la puerta asustando de inmediato al pelirosa- muévete, tenemos que irnos... ¡ahora!- le ordeno, para que abriera los ojos. Le cargo y le saco de la habitación... le movía con tanta facilidad, puesto que era tan frágil que el peso no se lograba sentir. Shuichi solo miraba su rostro extrañado, ¿porque?... ¿qué pasaba?...
—¿Pero... que...?-
—Cállate Shuichi no hay tiempo para explicar tenemos que irnos... ahora... irnos lejos- decía agitada acercándose a la puerta principal, abriéndola permitiendo ver al pelirosa a la amenazante luna que caía.
—¡Suéltame!- le exigió el pelirosa
—¿Pero que demonios dices...?
—que no ves, Maiko... ¿adonde, adonde iremos?...¡dime!... ¿nos salvaremos?... ¡déjame!- grito
—No quiero que mueras- dijo en sollozo al observar el enfado de su hermano.
—Que no muera... moriré, todo lo aremos... no quiero ir a ningún lado... no quiero morir a tu lado... esa luna maltita nos matara y ¿tu quieres salvarme?... ¡que irónica eres, déjame, la soledad es más reconfortante que tu lastima, Maiko!... ¡yo no quiero que me salves!- le grito pidiéndole que le llevara nuevamente a su habitación- lárgate y déjame... ahora comprendo el porque de mis dudas y mis lamentos... ustedes me han destruido ya no les necesito... solo déjenme... vete- rogó pidiéndole que se marchara
—¡Eres un mal agradecido!- le grito molesta y salió corriendo de la habitación para reunirse con su madre... su padre al igual que él no se iban con ellas... su muerte era simplemente inevitable, no podrían hacer nada ante ello.
Comenzó a sollozar... no por la muerte, si no por su familia... que difícil era morir con el pensamiento de que esta te odia y nunca te quiso, es algo aterrador y muy vació. Un temblor sacudió la tierra... todo comenzaría ya... la muerte era cuestión de poco tiempo... el final era el siguiente paso.
Se sentó en su silla y se acerco a la ventana que seguía abierta, miro tras ella y vio la luna impotente cayendo, levantando una nube de polvo, destruyendo. La cerro, no quería verla... cerro absolutamente toda su habitación y se sumergió en la oscuridad de sus pensamientos y su ambiente... la oscuridad, el silencio, la soledad muchas de las veces lograba ser reconfortante, en esta era tan asfixiante.
Un ruido golpeo su ventana... y el miro desconcertado hacía ella... vislumbro una sombra detrás de las cortinas blancas que le cubrían... el ruido se intensificaba y su curiosidad por saber quien era tal persona que la intentaba abrir también. Se quedo unos segundos inmóvil sin saber que hacer, escuchando el golpear del vidrio una y otra ves hasta que uno de estos se rompió invitando a entra a una mano que quito el seguro de la ventana y la abrió ágilmente... entro a la habitación permitiendo ver simplemente un imponente cuerpo y no más que eso, las penumbras de la habitación no se lo permitían.
Un silencio aterrador domino en la habitación... estaban frente a frente y sin percatarse los dos con lo ojo cerrador sin poder contemplarse el uno al otro... las respiraciones acallaron el silencio y los parpados del de amatista mirara se abrieron con un miedo y timidez penetrante. Observo al joven... o más bien a la sombra que permanecía de pie delante suyo... era alto. Su ojos se abrieron enormemente al observar el brillo de los ojos de aquella sombra... Dorados... puros... hermosos... un gemido escapo de sus labios al ver como estos ojos les correspondían mirándolo.
—Le he encontrado al fin- dijo sin más la sombra acercando su rostro al muchacho. Esa vos la conocía pero...
—¿Quién- quien es... usted quien es?- pregunto nervioso por la cercanía del hombre.
El otro solo se alejo de él y se sentó en una silla frente suyo y le miro embelesado...
—Ya nos conocemos, Shuichi- hablo el hombre.
—¿Por qué viene a verme?- pregunto confundido.
—¿Quiere que me vaya?-
—¿Quiere irse?-
—¿Por qué esta en la oscuridad?-
Shuichi hizo una mueca de enfado, al parecer su únicas respuestas serían simples y retóricas preguntas.
—Es lo único que me queda- dijo con tristeza agachando el rostro- contésteme... ¿a qué ha venido?-
—A verle- dijo con una sonrisa.
—¿Para qué... por qué en este momento... por qué?-
—Por que, tú Shuichi Shindou, quieres que este aquí... por eso-
—Pero no le conozco... porque he de quererlo a lado mío-
—¿Seguro?- le reto- ¿usted quiere que me vaya?-
—"¿Irse?... es que yo no le he llamado, pero..." No, yo no quiero... ¿cómo se llama?-
—No es necesario darle mi nombre si moriremos de todas formas...-
—¡Es necesario!... quizás para usted no pero yo necesito saber quien es... ¡dígamelo!- le exigió
—No- sentenció.
Shuichi iba a decir algo pero al escuchar la tajante vos con la que le respondió, todo reclamo se le quemo en la garganta... ¿cómo podía haber una persona que te haga sentir tanta calidez y tanto miedo al mismo tiempo?. Solo le miro con una decepción infinita, ya le había recordado, fue él quien le había salvado y quien le había dicho lo de la Luna, pero al parecer era una persona enfermiza y dañina, solo le aria sentir más mal de lo que ya estaba... quería que se fuera... ahora
—¡Si así es, váyase... déjeme solo!- le ordeno.
—Ja... bien, me iré... pero, antes tómese esto- dijo el ambarino entregándole una pequeña botella- usted quiere ser feliz, será feliz-
—¿A que se refiere con eso?... ¿qué es?- pregunto sosteniendo la pequeña botella, pero al verle a los ojos, por extraña razón, la bebió sin decir alguna otra palabra. El sabor del contenido era, por lo gracioso, sabía a fresa... por lo que degusto sin replicar toda la botella sintiéndose algo ligero.
—Ahora usted no quiere que me vaya- dijo el rubio tomando su rostro.
Shuichi se sonrojo al instante, la cercanía del él le ponía muy, muy nervioso.
—Pero... yo si quiero. ¿Por qué cree que no?-
—Por que usted es feliz ahora- afirmo dándole un beso en la frente y mirarle a sus ojos violetas.
No sabía que decir...¿estar feliz?...¿era eso cierto?... pues en alguna forma... ¡no, el ya no podía ser feliz nunca, no... no podía... ¿o sí?
—Póngase de pie- le ordeno alejándose un tanto de él, impactando al pelirosa por tal absurda orden, que no veía que el no podía- vamos-
—Pero yo no...-
—Si tu no quieres nunca vas a poder caminar- le interrumpió con una sonrisa.
El pelirosa le miro confundido y sin darse cuenta se sostuvo de los mangos de la silla y con unos extraños movimientos quedo de pié. Abrió sus ojos sorprendido, estaría soñando, él no podía... él ya no podía... esto era una de sus comunes mentiras, su mente le engañaba... era increíble... ¡¡oh dios estaba... estaba de pie!. Una amplia sonrisa delineo sus labios, estaba alegre, estaba muy, muy feliz. Dio un paso con algo de dificultad... ¡estaba caminando nuevamente!...dio otro tambaleándose un poco sobre sus piernas con dirección al rubio... dio otro pero, al no estar muy acostumbrado al caminar, cayo al suelo.
—Ves que si estas feliz- dijo el rubio sosteniendo al pelirosa antes de que este cayera al suelo. El calor comenzó a aumentar en el cuerpo del pelirosa, su cercanía le hacía experimentar cosas desconocidas, sentimientos ocultos.
—Yo... yo, no se, no se que decir- dijo todo sonrojado mirándole a los ojos.
—¿Gracias?- dijo con cinismo y una sonrisa.
El amatista solo le sonrió y se lanzo en sus brazos diciéndole lo agradecido que estaba... abrazándole como un niño a su madre, le debía tanto y en tan poco tiempo de haberle conocido.
—Ahora me voy- sentenció intentando zafarse de los brazos del pelirosa.
—¡¡NO!- grito desesperado deshaciendo el abrazo para mirarle a los ojos- no me dejes no te vayas, yo no quería... por favor, quédate... quédate aquí, aquí con migo, por favor- rogaba el pelirosa en un río de lágrimas de alegría y algo de tristeza.
—Pero yo quiero ahora irme- dijo el rubio algo molesto.
—Por favor... no, quédate a mi lado... ¡quédate a mi lado por siempre!-
—Pero que cosas dices niño, tu me has corrido ahora yo me voy- anunció con indignación.
—Yo lo lamento, lo lamento tanto... pero no te vayas... mira que has hecho tanto por mi como ninguna otra persona en tan poco tiempo-
—¿Es que nadie te ha querido, Shuichi?- pregunto el rubio rodeándolo en su brazos.
Shuichi se alejo de los brazos del ambarino y se sentó en el suelo agachando la cabeza, reprimiendo sus lágrimas... era afirmativa la respuesta de aquella pregunta y eso le dolía tanto en el alma, le dolía que fuera cierta.
El rubio levanto, por el mentón, el rostro del chico haciendo que le mirara y este se echo a llorar al verle; su corazón se comprimió unos instantes, que imagen tan amarga era la que observaban sus ojos, se veía tan afligido aquel niño en las lágrimas, se veía tan mal. Sin darse cuanta de lo que haría tomo el delicado cuerpo y hundió el rostro de Shuichi en su pecho para que este llorara más libremente...
Shuichi a la acción de aquel hombre abrió los ojos impactados al sentir el calor de su cuerpo, le abrazaba. ¿El era... el era su consuelo, le estaba consolando permitiéndole que llorara en su pecho, que descargara sus pesares, le estaba consolando rodeándolo con sus brazos fuertes y calidos... ¿él... él le quería?... Sus lágrimas se tonaron de felicidad irremediable... ese hombre le hacia sentir en el cielo desde la tierra... tan poco tiempo... había sido tan poco tiempo en el que estaba junto a él y ya le hacía sentir un amor indescriptible, se había enamorado.. estaba enamorado de ese ser que hacía en unos segundos lo que su familia nunca había echo en años... no odiarle, aceptarle, no tenerle lastima, consolarle, no temerle y expresarle en acciones lo que siente... amarle simplemente, ese hombre le amaba y él lo sabía bien aún cuando no lo había escuchado de su labios.
—dime, dime por favor tu nombre- pidió el pelirosa ya más tranquilo abrazado al rubio.
—¿pero para qué...?-
—por que desde ahora siento que tu y yo nunca estaremos separados-le interrumpió- porque desde ahora se que nos querremos siempre... tu me complementas y lo se porque yo por igual ago con tigo, si tu no me necesitaras no estarías aquí y yo te necesito por igual... tu y yo nos correspondemos y al saber tu mi nombre yo deseo, necesito, imploro saber el tuyo, decidme, para no morir sin haberlo pronunciado, para saber quien es a quien yo amo en los segundo más aterradores del mundo entero pero, que para mí, son los más perfectos... dime, dime cual es tu nombre por favor-
—Yuki...Yuki Eiri- dijo el rubio impactado por las palabras de chico.
—Yuki- repitió el pelirosa con una sonrisa...-me enamore de ti Yuki, me enamore en unos segundo que para mi han sido más que años enteros de haberte conocido...- declaro el joven con un leve sonrojo sin dejarle de mirara a los dorados ojos de Eiri.- tu me amas ¿verdad?... tu lo ases...- afirmo el pelirosa hundiendo su cuerpo más en el del ambarino.
El silencio resonó entre sus respiración, sus labios fueron acallados en un instante encantador, sus palabras fueron consumidas por un beso inexígete de placer más que el propio de sentir un amor calido, uno verdadero. Sus bocas les unían en un beso que al principio comenzó impactado y se fue tornando delicioso y acompasado por caricias y una descubierta sensación de cariño.
¿Quién dice que el último momento ya no es importante?...
Hay estaban, aún en penumbras, pero que por debajo de todo ello, lograban verse, lograban vislumbrarse con la belleza que a los dos le caracterizaba por fuera, pero después de ello contemplaban aquel amor que tanto se profesaban, que tanto comenzaban a profesarse. Irónico era el momento en el que habían decidido amarse, irónico era el momento en el que habían credo un porvenir para ellos, un futuro el que ellos compartían juntos. Irónico era que el amor aún naciera en la frustrante muerte.
—¿Nunca me abandonaras cierto?... siempre... siempre estaremos juntos- afirmo el amatista.
—Yo te amo- expreso el ambarino con dificultad, jamás había dicho tal palabra y ahora, ahora la decía a alguien que conocía de tan poco tiempo... pero ¿qué era él tiempo comparado con el amor?..era en sí...nada... no había tiempo limite para amarse y él se había enamorado en unos segundo y aún así su amor no era menos fuerte que de aquellos que se habían amado ya de años...
—Yo... ¡oh Yuki yo también te amo!... tu y yo nos amaremos siempre ¿verdad?-
—Ese es nuestro futuro, Shuichi, el que nosotros en estos momentos hemos imaginado ese será nuestro futuro en otra vida-
—Entonces, estamos aquí iniciando con una cadena de que no amaremos siempre...¿es así, Yuki?- pregunto un tanto entusiasmado.
Eiri solo le sonrió y le atrajo más a su rostro para basarle nuevamente acelerando el corazón del pelirosa
—Siempre estaremos juntos- sentenció sin más el rubio para perderse en el dulce cuerpo de su adorado amante- es un promesa...-
—Una promesa...- repitió el pelirosa aferrándose más al rubio.
Un aterrador temblor les sacudió pero estos no dejaban de abrazarse, no temían si no que mantenían la esperanza... el temblor se hacia cada ves más fuerte y con una sonrisa y una mirada de ojos, aquellos jóvenes se perdieron en una inmensa luz... falleciendo en cuerpo con la visión más perfecta del mundo: El amor de sus ojos.
& · · · &
El molesto sonido de la alarma del reloj retumbo en sus oídos, asustándolo deliberada mente, anunciando que era hora ya de levantarse... este sin más tomo el infernal aparato y lo estrello con la pared.
¿Qué reloj sería ya ese? Se pregunto la muchacha frente la puerta que miraba atónita la pared donde había chocado el reloj, para seguido dirigirle una mirada molesta a su hermano que yacía echadote en la cama... el reloj casi le golpea en la cabeza.
—¡¡Pero si que eres un chiquillo muy berrinchudo para levantarte Shu-chan!- le regaño la muchacha
—Déjame dormir Maiko, tengo mucho sueño- restregó tapando su rostro con la almohada pidiéndole más descanso...
—Pero Shuichi ya amaneció es hora de despertar... al que le amanece temprano le rinde el día- señalo la pelirroja quitando la almohada del rostro de su hermano- así que no seas flojo y levántate de un buena vez-
—¡¡Nooo! Unos minutos más por favor, unos chiquititos- pidió el amatista sumergiéndose más en las cobijas.
—Los cuento... 5 segundos y si no te levantas de esa infernal cama te las veras con migo... uno- comenzó a contar.
—Dos...-
Shuichi solo fruncía el seño... ¿por qué siempre hacía eso?
—Tres...-
Le dirigió una gélida mirada a su hermana que le sonreía alegremente... -"bruja"- pensó divertido
—Cuatro...-
Maldición... es que tenía mucho, mucho sueño!
—y...cin-
—No ya, ya, ya me levante, ¿contenta?- dijo Shuichi bajándose de la cama para comenzar a vestirse
—¡Mucho!- señalo sonriente la castaña- y dime, hermano hermoso y adorado...-"barbera"- pensó Shuichi- ¿dormiste bien?- pregunto sentándose a lado de él.
—¡¡Sí!... hasta que me levantaste... pero, pensándolo bien...- se detuvo y volteo a ver a su hermana.
—¿Si dime?-
—Tuve un sueño muy extraño, soñé con que la Luna se estaba cayendo y que había un muchacho igualito a mí, del mismo nombre y toda la cosa, idéntico... en sí era yo pero él era invalido y lo habían tratado mal... y que encontraba a alguien que le hacía caminar y se enamoraban los dos en unos momentos... lo extraño es que en el mismo momento que la luna caía y se declaraban amor eterno y toda la cosa y después... se... morían...-
—Pero que triste, pobres...-
—¿Pero no es extraño, Maiko?-
—No lo se, pero puedo decirte que me leí un libro que decía que muchas veces los sueños representan cosas que van a pasar o que ya pasaron y te piden recordarlas... es algo extraño, pero ha de significar algo ¿no?... al menos eso yo supongo-
—Patrañas... solo era un sueño, no se ni porque te lo dije... bueno ya levántate que tenemos que irnos-
—Ahora tu eres el que me apresura...- exclamo indignada
—Pues soy tu hermano mayor... anda Maiko vámonos que llegamos tarde a clases-
—Bien, bien... pero tu cama esta rica, ya se porque tu nunca te levantas... jejeje...-
Y así se fueron a un nuevo día de clases... Maiko feliz y sonriente como siempre y Shuichi con aquel sueño que le hacía pensar en tantas cosas y una de ellas era..."una promesa"...
Capitulo dos: ¿Verdadera Promesa?...¿Verdadero recuerdo?
Continuara...
Los que en las cosas bellas hallan la Belleza son entendimientos cultos. Para ellos aún hay esperanza.
Nota: Reflexión nn! xDD...
El engaño se transmite de muchas formas; engaño en los pensamientos, en las personas, en un mismo... el engaño es una puerta cerrada en un mundo oscuro en el que no se aya la luz y uno se pierde, se engaña en sus mentiras, en sus verdades, en su religión... el liberalismo de una forma puede llegar a ser bueno, el tener la mente abierta para nuevas oportunidades, positivas claro esta, es algo sano para la mente... aunque tampoco es bueno abusar de la libertad de uno... simplemente no se permitan engañar por nada, no se encierren y si temen busquen razones verdaderas para temer o si no sean valientes ante cualquier obstáculo... recuerden que la vida es una constante guerra entre la superación de uno mismo y el engañarse es estancarse en esa superación...
Nota: Bueno eso fue todo por hoy...espero que les aya gustado y que espero su valiosa opinión... solo me resta decirle que "Lo poco que hoy hagan se les recompensara mañana. Es de ignorantes el cubrirse los oídos y pensar en cosas malas"... jejeje... en fin nos veremos en el próximo capitulo dentro de 2 semanas ¿ok?... Cuídense y vivan la vida no ella a ustedes...
Bye bye...
Se despide Reiko Inari!
