Nota: ¡Ohayo yaa! Bueno estoy aquí con ustedes mis encantadores lectores que son mi meta más afanada jejeje. Numero uno, una disculpa por el retraso pero... he estado en una, digámosle, "recuperación interna", jejeje, es que he estado ocupada en otras cosa, no digo que más importantes seria una descortesía de mi parte pero más... hem, apresuradas, que se tenían que hacer en el instante. Además que por varios día tuve uno de esos bloqueos mentales, pero que gracias a mi linda amia Caridad logre concentrarme mejor. Pero bueno, aquí esta ya el capitulo y espero no atrasarme más u.u. Bueno número dos, quiero agradecer a todos ustedes por sus comentarios que me hicieron muy, muy feliz!... me agrada que les guste, tanto como mi forma de redactar hasta el trama que lleva esta historia, agradezco también a los que lo leen simplemente, pues con su visión es más que suficiente, me lleno imaginando que hay muchas personas que esperan con ansias el siguiente capitulo, aunque no sea verdad, pero no esta mal engañarse de ves en cuando ¿no lo creen?... y Número tres, solo quiero decir también que empieza este capitulo con que Eiri tiene un pareja mujer, si les molesta me disculpo con ustedes, pues es que es algo meloso y muuuuy cursi... en si Eiri no es Eiri si no un tipo romántico pero les informo, por si se les hace más cómodo, la tipa se muere y Eiri ya vuelve a ser Eiri (léase: el tipo amargado, cruel, frío, arrogante, listo y despectivo n.nU) después de ello...¿ok? Pero bueno, no les entretengo con extraños comentarios por parte mía, sin más espero que les agrade este 2 capítulo, bueno sin más, lean y espero sus opiniones...
Promesa
"Podemos perdonar al hombre que hace una cosa útil, con tal de que no la admire. Lo único que puede absolvernos de hacer una cosa inútil es admirarla intensamente."
Tema dos: La muerte
Esto no es más que el final del trayecto que uno cruza para finalizar toda su vida. Como todo comienzo, hay un final. Aunque se ve bien de buena mano que lo único que en la vida se tiene seguro es la muerte. Todos moriremos, unos antes que otros, pero es algo que llegara de querer o no. Lo amargo es que muchos le tememos al vació, a la soledad, a la desaparición, es como si tuvieras a alguien y a los cinco minutos aquella persona, con la que reíste, platicaste y te divertiste, de la nada, por razones explicitas y desconcertantes ya no estuviera, ya no volviera estar jamás hay. Ya no ver las sonrisas, las palabras, la felicidad, solo un vació inmenso y amargo. En si puede que a lo que le tememos de la muerte es al la soledad, a quedarnos sin aquella persona. Pero la muerte es otra puerta, extraña y diferente a todas las demás, pero es otra... no se sabe si habrá algo más aya de ella, pero la muerte si llega debe llegar y aceptarla, claro es bueno luchar por la vida y saber cuando es momento de entregarla pero, no se debe de entregar por un simple capricho, por un enfado o una decepción, la vida sigue y sigue, si te detienes puede que ya no alcances y eso es lo más triste de todo ello. Perderte en el camino.
· · ·
Capitulo dos: ¿Verdadera Promesa?... ¿Verdadero recuerdo?
Un cuarto de hora llevaba ya sentado en aquella banca lujosa del teatro, no prestaba, en si, mucha atención en la obra; su gusto al teatro era apreciable, le encantaba mucho la cultura que reflejaban los actores al interpretar obras de los antiguos escritores pero, aquella obra que se escenificaba en ese momento la conocía como ninguna otra, él solo esperaba, esperaba a alguien, alguien muy importante en su vida, esperaba a que ella...
Una calida vos hizo que su vista, su atención perdida, se encontrara posada en una belleza extrema para sus ojos; aquella frágil vos que caracterizaba a la dulce muchacha que interpretaba a María en una de las obras más románticas y amargas. Sus ojos brillaron al verse observado discretamente por aquellos azulados ojos, claros como el cielo nublado en las tardes clandestinas. Era esa hermosa joven a la que esperaba con ansias. Era aquella joven que arrebataba sus sueños y palabras tontas y exasperadas. Era su mundo aquella chica que, de una extraña razón, conocía por inefable confidencia.
La obra transcurría de maravilla mientras el observaba impaciente que saliera la joven y cautivara al público tanto con su ser, que hablara con su enternecedora vos y se moviera al compás de sus pasos, agitando, con ello, sus hermosos rubios cabellos peinados de una dulce forma dándole más aire de pureza e irreparable belleza.
Su actuación era genuina, como si lograras entender el cándido amor que María, la más hermosa de la obra, le dedicaba a su amado Joaquín; como si lograras sentir en tu interior la amarga tristeza cuando, a esta hermosa joya, se le veía arrebatado su encantador príncipe de poesía. Sufrías con aquella innegable actriz celestial, y te regocijabas en lo mas alto del éxtasis del cielo con sus sonrisas y ojos enamorados.
Aquellos exactos versos que surcaban en calidas palabras salían de la pequeña boca de esa princesa de amor. Su piel tersa a la vista de todos, clara y perfecta, su rostro fino y encantador... era en si la mujer más hermosa de toda su vida.
Los aplausos no fueron más que una acompasada explotación de admiración al ver como el telón se cerraba bajo cortinas rojizas de gruesa tela. Silbidos explotaban de las bocas de los hombres decentes tanto como de mujeres bien vestidas y maquilladas. Esto no era más que la exaltación en la que los espectadores se había hundido en un sin mil de lagrimas al ver a la preciosa María, en un impacto enternecedor, al tener a su amado Joaquín muerto en sus brazos por las fieles espadas y cobardes por muchos casos.
De una astuta forma aquel joven de rubios cabellos, que durante toda la obra había visto embelesado a la delicada María, se levanto funestamente de su banca, quedándose sordo ante cualquier llamado hacía él... bajando rápido por la lujosa estancia llagando a la planta baja del teatro dirigiéndose a los camerinos de los actores. Estaba desesperado, no esperaría ni un solo segundo para verle, para extasiarse aun más con su fina belleza e inteligencia.
De unos empujones leves, se movía entre la estrepitosa gente que le obstruía el paso para su hermosa princesa de obras. Su impaciencia explotaba en emoción, moriría si algo o alguien no le permitiera verle.
Llego a la puerta y se paro en seco, tomo la perilla dorada y respiro profundamente; ¿se sentía nervioso, parpadeo varias veces y giro la perilla...
La observo, se encanto con su delicado cuello, mientras la joven retiraba el débil maquillaje de su rostro y deshacía el gran peinado en el que se enredaba sus cabellos para soltar y dejar caer sus rubias hebras y dejar al viento su largo pelaje. Nunca había visto tanta belleza que se lograra comparar con la hermosura de aquella mujer, era perfecta, con su esbelto cuerpecito tierno y simpático, con sus delgadas muñecas y celestiales manitas cuando recorrían su rostro, sus ojos, sus labios. ¿Qué se sentiría el besar a aquella muñeca perfecta? Aun no lo sabía, tan precipitado había sido su encuentro en el instituto de artes, que sin que ella se diera cuanta, al verla actuar por primera ves la había encontrado absolutamente hermosa, una persona inteligente y sensata que se dejaba guiar por su instinto y lograba su metas, se le hacia tan exquisita aquella joven que lo que más deseaba era hacerla suya, tomarla como propiedad y vivir el resto de su vida al lado de ella... la quería para si mismo, seria envidioso por ella, tendría celos si alguien más la tocaba, mataría y moriría por aquella joven.
Tan absorto se encontraba admirando su cuerpo, sus acciones al peinar sus cabellos que no percato en que la joven le estuviera mirando con su grandes ojos, interrogantes y brillantes. Se fundió con el mirar de la joven, se sintió en el cielo al ver la intensidad de aquel mirar que le hacía derretirse. Vio como la joven se acercaba a él y le tomaba del brazo para pedirle que tomara asiento a lado suyo y darle un lindo y simple beso en la mejilla.
—Hola Eiri-san- saludo la joven con una sonrisa mirando a las doradas joyas de aquel hombre.
—Estuvo magnifica señorita Van.- alego el ambarino entrelazando sus manos con las de la joven, eran tan tersas.
—¿Usted cree eso Eiri-san?- le pregunto ruborizada. Se sentía cohibida a cualquier acción de aquel joven al que amaba desde la primera ves que le vio, quería gritar a los cuatro vientos el amor que le profesaba, pero ¿y si él no sentía lo mismo?... ¿Si el no le amaba, si le rechazaba de la forma más cruel del mundo?... ¿que aria sin sus sonrisas, sin sus lindas y halagadoras palabras, como soportaría el alejarse de él?
—Yo aseguro con la firmeza de mi palabras que usted también a apreciado la forma en la que aquellas personas le han amado por esas dos extenuantes horas, no puede negármelo pues he visto el brillo, el destelle de sus ojos al recibir esos efusivos aplausos esas exaltadas alabanzas; y no es que lo crea, si no que lo afirmo-
—¿Me han amado?- Pregunto a los ojos dorados del rubio, queriendo decir aquella pregunta no en plural si no dirigida simplemente para él, buscando aquella respuesta de "sí".
Eiri parpadeo unos segundos, tan directa tenía que ser aquella mujer con sus bellos ojos, aquella mujer que había robado cruelmente sus corazón llevando consigo su alma y razón... bien, tan directa tenía que ser ella¿por qué el no seguirle el paso, porque no aceptar que en verdad que sí la había amado, sí la estaba amando, tanto que no se había atrevido a apartar su vista de sus movimientos, de su rostro, de sus labios?
Acerco su rostro inclinándola un poco observando sus labios y consigo de vez en cuando sus ojos que le miraban entrecerrados dejándose llevar por el momento. El silencio guiaba la timidez de la joven a una nueva experiencia de satisfacción, acercando por igual su rostro intentando unirlos.
Eiri se detuvo a unos poco segundos de sus labios para susurrar en ellos las palabras anheladas de su corazón y mente para que ella las abrazara como una declaración de amor, de afecto irreparable.
—Eso han hecho... amarte - respondió para terminar hundiendo sus labios es un reconfortante beso lleno de afecto, lleno de cariño, lleno de deseo.
Abrió sus ojos en sobresalto por el "atrevimiento" de Eiri, no sabía que otra reacción tomar más que la de sobresalto por las palabras dichas de los labios de aquel hombre... ¿estaría acaso sorda y las abría confundido?... ¿dijo exactamente eso?... no podía creerlo, era algo totalmente increíble... ¡era verdad, en realidad el si le había dicho que le amaba, que la amaba a ella...¡Dios!. Esto en verdad era mejor que unas estúpidas alabanzas; comenzó a responder al beso pero no cerro sus ojos, le observo, el como aquel pequeño joven movía su boca, permitió que entrara el en ella, permitió que tomara el mando de la situación, se entregaría a él si lo deseaba, había esperado tanto por estar junto a él que deseaba no despertar de aquel sueño, si es que eso era pero, sabía bien que no podría ser eso, solo un simple sueño, no, era más¿quizás estaría muerta? Estaría en el cielo y los ángeles le abrían permitido el ser feliz por la eternidad teniendo aquello que siempre deseo y anhelo tener en sus brazos, en sus labios, en su cuerpo dentro de ella.
Eiri abrió los ojos sin apartar sus labios de la joven, vio como ellos le observaban lujuriosamente, pero no, no era el momento, lo deseba, claro, deseaba el estar dentro de esa joven, el que fuera suya pero, no era el momento. Tendría que parar eso, además el ruego por aire les exigía apartarse.
Respiro como si fuera la primera vez que lo hiciera, se había excitado un tanto, pero no permitiría que sus pretensiones arruinaran el momento, estaban empezando no quería ser él el que se apresurara a todo.
La observo, su frágil sonrojo y sus ojos expresando nada más que deseo¡que mujer tan prendida! Pensó para sí al ver como intentaba acercarse a él nuevamente pero se detuvo, lo que a Eiri lo hizo sentir aliviado, se sentó y arreglo sus ropas y volvió a mirara a Eiri con una sonrisa fácil.
Silvy Van, mujer originaria de Brest Francia, visitaba Kyoto Japón no más por la razón de convertirse en una actriz muy reconocida y famosa mundialmente, dominaba varios idiomas y eso le permitía viajar a diferentes lugares del mundo. Poco era el tiempo que ella tenía de conocer a Uesugi Eiri, chico originario de Tokio Japón que era algo serio pero finalmente muy vivaz y jovial, bastante guapo y atrevido; como definió ella con tan solo cruzar una palabras con el chico, aquel muchacho de rubio mirar le había encantado con tan buena perspectiva y forma de vida, que poco a poco comenzó a llenarle gradualmente que lograron entablar una buena amistad. Los dos estudiaban en la misma Academia de Artes, lugar en el que se conocieron, Silvy se entregaba en las clases de teatro mientras Eiri en las de pintura, aunque bien este comenzaba a dudar si de en verdad le gustaba el dibujo puesto que le agradaba más un buen libro que una brocha o un cincel. Pero en sí Eiri al igual que Silvy estaba apasionado por las artes; sin restar las edades, puesto que Silvy era dos años mayor que Eiri que contaba con unos lindos 18 años de edad, aun así por ser, no por el parecido, si no muy... exquisitos, se habían gustado por su apariencia externa, como era una Universidad que se especializaba por las artes en varias materias, coincidían y por razones extrañas les tocaba en equipo o en bancas compartidas, por lo que habían entablado una gran amistad que sobrepasaba cualquiera. Aunque ya se leí que estos querían algo más...
Se miraban en silencio, se extasiaban con la apariencia del otro en el molesto silencio... Alguien debía decir algo, alguien debía expresar ya lo que sentían el uno por el otro; esto cada ves que convertía en un infierno del cual amenazaban con que no saldrían si alguien no actuaba rápido a decir algo sensato y coherente que llenara a ambos. El orgullo de Eiri no le permitía hacer nada, bueno si, pero quizás la timidez no... que le pasaba, él era tan bueno en esto, pero en verdad aquella joven le encantaba, era tan lista y tenía tanto talento... Bha, solo serían una simples palabras, unas simples declaraciones de afecto y todos felices y contentos, para que hacerla de emoción si ya los dos sabían bien lo que uno sentía por el otro, se amaban , no había duda de ello, que podían perder nada más que solo el tiempo.
Se puso de pié y respiro profundamente, se acerco a ella y tomo su mano, no sería nada complicado ahora... así que tragándose el orgullo que le predominaba, él empezaría con la inútil confesión... le declararía que le quería, lo mucho que le quería.
· · ·
Nuevamente él silencio, al parecer Eiri sabía como callar a las personas. Silvy, muchacha atrevida y muy experimentada en las relaciones de pareja, estaba más que sonrojada, le había confesado lo que sentía de la forma más romántica nunca antes escuchada para sus oídos que le había llegado profundamente a su corazón y eso le hacía muy, muy feliz, tanto que su respiración era algo complicada y sus ojo se cristalizaban por el acumulado llanto de felicidad que comenzaba a sentir, nadie le había dicho palabras tan más románticas... Enserio si Eiri se lo proponía podía ser demasiado lindo y mono, de eso no había duda alguna. Agacho la cabeza y sus ojos permitieron que sus lágrimas resbalaran por sus, las lágrimas de la gran felicidad. Volvió a mirara al ambarino para sonreírle tiernamente y seguido lanzarse frenéticamente a su brazos en los que fue recibida con diversión y cariño. ¿Él momento más feliz de su vida?... se pregunto y no tubo opción más que asentirse a si misma, lo era, en verdad estaba más feliz que nada.
Bien, lo había echo, le había expresado sus sentimientos a aquella actriz con un éxito rotundo, había valido la pena después de todo leerse esa romántica novela en la que pasaba casi lo mismo, el tipo tenía que confesar su amor a otra tipa... pero en fin, solo esperaba que todo marchara bien después de todo eso, a decir verdad esos desaires de romanticismo le hacían sentir algo extraño... ¿el hablando de rosas?... en verdad si era muy extraño, escribirlo seria una opción pero expresarlo él, con su personalidad, no lo era tanto. Aunque si, tenía que admitirlo a las mujeres les encantaba. Al menos sabía bien sus sentimientos a Silvy y no estaba equivocado con lo antes dicho, era pura verdad todo ello...
— ¿Eiri¿En que, en que tanto piensas?- pregunto Silvy mirándolo extrañada acomodándose en su pecho.
Parpadeo unos segundos y miro a Silvy con una sonrisa, se disculpo sin saber el porque e hizo que se pusiera de pié.
—Vamos Silvy, actúa para mí- le pidió saliendo del camerino con dirección al escenario. Algo de lo que más le fascinaba de aquella joven, eran sus actuaciones inigualables, la forma en la que se adaptaba al personaje era tan llamativa que parecía como si en verdad fuera aquella persona y no Silvy Van.
— ¿Quieres que actúe para ti?- le pregunto al tocar el piso de escenario. El teatro estaba completamente vació, la última obra que se había presentado había sido la de "María" en la que Silvy había actuado como estelar. Era ya un poco tarde, digamos las 12:30 de la noche, y eran ellos los únicos que habitaban el lujoso teatro Utsukushiki Tsuki de Tokio.
Eiri solo la miro sonriente, afirmando que sí, eso era lo que él quería.
— ¿Pero que quieres que actúe?- pregunto mirando los lugares donde el público se situaba.- Eiri¿sabes? La primera ves que entre en este teatro, al pisar el escenario escuche los aplausos de la gente, escuche las alabanzas de los tiempos pasados. Era como si se guardaran en las paredes de hasta el más recóndito lugar de este sitió. Mi oídos se llenaron de los efusivos gritos de los hombres y mujeres. Fue algo extraño- se giro hacia Eiri que le miraba encariñado.- Me sentí, me sentí tan...- negó.
Eiri parpadeo confundido agachando la cabeza extraño, sintió como si el hechizo se hubiera roto, pero ¿cuál? Silvy se acerco a él y se retiro las traviesas lágrimas de los ojos para sonreírle nuevamente.
— ¿Qué te parece si me ayudas a ensayar?- Eiri la miro confuso- daremos otra presentación mañana en la noche. Romeo y Julieta presentaremos y como ya te has de imaginar yo seré nuevamente la estelar como Julieta. ¿Me ayudarías, se bien que te sabes los diálogos.-le pregunto divertida.
— ¿Qué escena?- pregunto levantando su ceja expectante.
—En la que se conocen¿la recuerdas?-
Eiri rió bufándose.
—Si con mi mano indigna he profanado tu santa efigie, sólo peco en eso: mi boca, peregrino avergonzado, suavizará el contacto con un beso.- hablo Eiri acercándose a Silvy tomando su mano.
Silvy sonrió e hizo que sus manos se levantaran para hablar.
—Buen peregrino, no reproches tanto a tu mano un fervor tan verdadero: si juntan mano peregrina y santa, palma con palma es beso de palmero.- comenzaron caminar en círculos con sus manos alzadas unidas mientras se miraban atrevidamente a los ojos.
— ¿Ni santos ni palmeros tienen boca?- espetó interrogante.
—Sí, peregrino: para la oración.-
—Entonces, santa, mi oración te invoca: suplico un beso por mi salvación.- Eiri comenzó a acercarse a Silvy pero esta se alejaba sonriente.
—Los santos están quietos cuando acceden.-dijo deteniéndose.
—Pues, quieta, y tomaré lo que conceden-acorta la distancia y la besa dulce y rápidamente- Mi pecado en tu boca se ha purgado.
—Pecado que en mi boca quedaría.- le mira enamorada.
—Repruebas con dulzura. ¿Mi pecado¡Devuélvemelo!- le exigió demandante.
Silvy suspiro y le beso nuevamente pero con más tesón y pasión. Eiri respondió el beso al instante antes de que esta tocara la comisura de sus labios y la acerco hacía sí en un abrazo posesivo, tomándola por su cintura.
—No hagas eso en la obra que te refutaran por mala actora- dijo Eiri sarcástico al separarse un tantito de ella rogando por aire.
—Solo lo aria si tu eres el Romeo- anuncio agitad apara volverle a besar aun con más intensidad que antes.
· · ·
—¿Estas seguro de lo que haces?- pregunto por tercera ves en la noche dando un sorbo a su café algo preocupado.
—¿Seguro, sí, se bien lo que hago- alego por tercera vez en la noche mirando al rubio beber su café- Es que en verdad la amo, y hoy que la obra acabe le pediré que... –agacho la cabeza con una sonrisa en sus labios algo nervioso.
—Se case con tigo- afirmo el rubio que le acompañaba, dejando la taza de café en un mesita del centro, levanto la vista para posar su verdes ojos en los de ese joven al que quería tanto- Pues si esa es tu decisión, no tengo más que argumentar. Iré con tigo si es lo que deseas, al cabo se me hace imposible decirte que no- dijo con su siempre sencilla sonrisa.
—Muchas gracias Thoma- agradeció Eiri levantándose.- Me da gusto el que ayas aceptado. Lamento las molestias de haberte despertado tan tarde, pero era necesario, nos veremos en la tarde- se despidió el joven que salió de la casa de aquel hombre de negocios.
Thoma suspiro con cansancio recostándose en el sillón, mucho le había sorprendido el que Eiri tocara a su puerta a las 3 de la madrugada, miedo por igual también, el imaginarte a alguien tocando a esas horas la puerta de tu casa a cualquiera le daría escalofríos. Aunque más sorprendido se había quedado al saber que el muchacho se casaría¿con quien? Quien sabe, aun actriz que supuestamente sería muy famosa, por ello Eiri le había invitado al teatro para que el la conociera. Solo esperaba que todo aquel cuente que se había montado su cuñado fuera verdad. Suspiro nuevamente, ajusto su bata y se digno a volver a la cama con su esposa, eran demasías sensaciones para unos escasos instantes.
· · ·
Entregaron los boletos en la taquilla y se adentraron en el teatro buscando los asientos indicados esperando a que la obra comenzara, se escuchaban algunos murmullos y el teatro comenzaba a llenarse gradualmente. Una nube de silencio predomino en el teatro y las cortinas de telón comenzaron a deslizarse permitiendo ver dentro del escenario. Los aplausos comenzaron a acallar al silencio al ver como un barbudo hombre entraba con un porte imponente y se paraba frente al público para hablar.
Con vos estridente, aquel hombre barbudo presento la obra.
En Verona, escena de la acción, dos familias de rango y calidad renuevan viejos odios con pasión y manchan con su sangre la ciudad. De la entraña fatal de estos rivales nacieron dos amantes malhadados, cuyas desgracias y funestos males enterrarán conflictos heredados. El curso de un amor de muerte herido y una ira paterna tan extrema que hasta el fin de sus hijos no ha cedido será en estas dos horas nuestro tema. Si escucháis la obra con paciencia, nuestro afán salvará toda carencia.
El presentador salió y nuevamente la sala se lleno de efusivos aplausos mientras que la primera escena se efectuaba como entrada con otros dos hombres...
Hay se quedo escuchando y viendo la obra, esperando y esperando a que su amada Julieta apareciese con sus enamorados ojos, entregada hacía Romeo, con esperanzas, con ilusiones.
Pero, para desgarre de su corazón y vergüenza de su orgullo, al salir Julieta con Romeo, en lugar de salir con sus ojos llenos de amor, con sus labios carnosos y llenos de deseo, con el corazón palpitante en espera de un nuevo amor, no fue más que una angustiosas decepción el verla, una decepción que se convirtió en una flecha espinosa en su alma. Al escucharle hablar en la tercera escena sintió como si su corazón se arrancaba por tal dolor.
— ¡Ah, Romeo, Romeo¿Por qué eres Romeo? Niega a tu padre y rechaza tu nombre, o, si no, júrame tu amor y ya nunca seré una Capuleto.- Hablaba con dureza y sus palabras se veían forzadas y sin importancia, no miraba a Romeo a los ojos y no le dedicaba una una preocupación. Estaba muerta. Sus besos se sentían helados y desinteresados tanto como para él, como para el demás público, no tenía brillo su caminar ni sus facciones, la obligaban a actuar, la obligaban a amar.
Se afligía más y más con forme veía aquella repugnante actuación¿y el profesionalismo, y la belleza que le caracterizaba a aquella hermosa joven? Veía como hombres y mujeres se burlaban de la muchacha y salían hastiados de la risa del teatro, restregando la perdida de dinero, y él, él se quedaba con la mirada ausente, perdido en un sinfín de decepciones¿por qué, se recriminaba¿acaso fue su culpa, se había convertido en una chica sin gracia interior, sin talento, sin belleza sin... le había dejado de amar, la había dejado de desear.
—Eiri-san- le hablo Thoma preocupado al ver el pálido y frustrado rostro del joven.
—Déjame Thoma- ordeno el ambarino sumergido en un valle de lamentos- no se, no entiendo. ¡Si hace ayer había actuado de una encantadora manera, no se el por que de... el porque sea que ahora hasta tan pésima para caminar por el escenario-decía con deje de amargura- Solo se algo- alego mirando a la muchacha actuar de forma rencorosa- algo que te diré antes de que te marche, pues estoy tan apenado que ya no quiero ni verte. Yo no me casare con aquella mujer- término de hablar y tapo su rostro con sus manos sumergiéndose en su asiento. Sí, Eiri pasaba por un mal rato.
Thoma lo miro con dolor, no negaba que aquella mujer hubiera actuado bien en alguna ocasión pero, ahora no lo hacía ni tantito; tal parece que las apariencias engañan o es quizás que Eiri tan enamorado que estaba de aquella joven que no había logrado ver bien la deplorable forma en la que actuaba. Suspiro negando, ya nada podía hacer más que desaparecer de aquel teatro y permitir que Eiri descargara sus penas en soledad.
Sus ojos estaban furiosos, esperaba con ansías que todo esto terminara, quizás Silvy tenía un razón coherente para esa equivocación tan atroz, no podía ser que de la noche a la mañana ella, una persona tan lista, capaz, confiable, actuara de la forma más horrible, no podía ser posible, él había escenificado con ella hace unas horas una escena en la que Romeo y Julieta estaban y habían sido tan hermosas, perfecta hasta en su pronunciación. Sí, quizás estaba enferma y algo era lo que le atrofiaba el actuar bien. El telón se cerró y con paso rápido y esperanzado se levanto de su asiento al terminar la obra, poca había sido la gente que se había quedado por lo que nadie detenía sus pasos. Abrió la puerta y hay la vio, con ojos tristes, cambiando sus ropas y limpiando su tenue maquillaje.
—¡Pero que...!- comenzaría a reprocharle pero, vio como ella le miro al pronunciar la primera palabra y sus ojos se iluminaron, se convirtieron en unos azulados ojos enamorado.
—¡Eiri!- se levanto la joven de su asiento y se acerco al ambarino- ¿lo has visto, lo has visto?- le pregunto infantilmente- yo he sentido los aplausos fastidiosos y desesperados- se alejo de él y comenzó a despabilarse por el camerino- he visto a la mayoría de la gente salir por esas grandes puertas del teatro, han odiado tanto mi actuación, la han despreciado tanto y de seguro muchos han reclamado la devolución de su dinero. Pero ¿sabes el porque es que estoy aun así muy feliz?- se giro para mirarlo a su dorados ojos que le observaban interrogante y deseando que lo que la joven decía solo fuera fruto de una cruel pesadilla-... ¡estoy así no más porque me he dado cuenta de que ya no podré actuar nunca más!- exalto al aire y el corazón de Eiri se rompió en mil pedazos que parecían que jamás se podrían reponer- ¿y por que se eso, porque antes la actuación era mi vida, era por lo único que me interesaba, era lo más importante para mí. Me entregaba tanto aquellas actuaciones, mis sentimientos eran expresados en aquellas mujeres especiales de las antiguas obras, Rosalinda, Cleopatra, María, hasta Julieta, yo era aquellas jóvenes, me sentía amada en el teatro, me sentía en los cielos al pisarlo, pero ahora, ahora ya no hay tal sentimiento, todo esta acabado, ahora me siento diferente.- se detuvo y se acerco a Eiri- él estar a tu lado, es mucho mejor que la actuación, tu me has abierto las puertas a un nuevo mundo, tu ahora eres mi vida, eres por el que llorare, por el que podría hasta morir, eres mi todo, lo más importante, lo significativo de esto que es mi vida, tanto me alegra el haberte conocido el saber que puedo crear mi propia historia, mi propia novela encantadora, y con tigo, contigo será con quien la creare, estaremos juntos, siempre juntos- Silvy tomo la mano de Eiri- El teatro era mi vida Eiri, era lo único que me importaba, por eso daba lo mejor de mí, por conquistar el teatro pero, ahora, ahora tu eres mi vida, eres lo único, lo nuevo que tengo, lo que más me importa y lo que quiero hacer que me ame por toda la vida, solo tú-
Eiri la miro sorprendido, cuanta simplicidad y arrogancia predominaban en sus palabras, cuanta...
—Aléjate de mí- le grito- lo has hecho Silvy, has hecho que me des asco, que me valgas poco, que... ¿por que!... has- - has matado mi amor, lo has matado tu sola- le dijo con la mirada agachada- ya no hay nada, lo mataste, lo desgarraste con esto, ahora dime¡¿quién eres ahora sin el teatro! Ya no quiero verte nunca más. Te has vuelto una persona hueca, una persona superficial, ya no hay estilo que te predomine, te creí una persona sensata, te creí el amor de mi vida¡quería hasta casarme con tigo, pero que obtengo¡mírate, mira en lo que te has convertido- se levanto- en nada, en una persona sin importancia, una persona sin criterio. Mataste mi amor Silvy, lo has matado- le declaro con furia.
Silvy se quedo en impacto y sonrió tonta, no procesaba aun lo que le había dicho Eiri, no quería hacerlo, "has matado mi amor" ¿era eso lo que en verdad había escuchado¡no es cierto, seguramente era una mentira, sí, estaría bromeando con ella, pero, pero cuando vio como la miraba, su mirada dorada, le observaba llena de rencor; su mundo se partió en dos¡no era cierto, eso no era cierto ¿verdad? No hubo más tiempo, todo paso tan rápido solo logro observar como Eiri se alejaba de ella y cerraba la puertas tras de sí. ¡No¿Ahora ella que haría...?.
Se puso de pié rápidamente y sin pensarlo dos veces corrió hacía Eiri¡¿qué había echo! Creía que hacía lo correcto, creía que le gustaría más a Eiri que le prestara más atención que al teatro pero, se había equivocado, se había equivocado de la forma más desconsiderada.
— ¡Eiri!- le grito con desesperación tomándole del brazo- por favor, Eiri, por favor, yo... yo lo siento, en verdad no sabía, no sabía- lo acorralo y hundió su rostro lagrimoso en el pecho del rubio.
—No Silvy, tu no sabias- tomo las muñecas de la joven que se aferraban a su cuerpo con fuerza e hizo que se separara de él- tu no sabías que al hacer eso te verías como una persona sin un talento en particularidad, te verías como una persona tonta y vana, frívola y torpe. ¿Qué no piensas en tu apariencia¿En tu imagen¿Por qué es que te guiaste por el amor¿Por qué es que hiciste eso? No era lo correcto, no lo era, pero ya calla que tu vos comienza a aturdirme por dentro, tus palabras han sido tan sinceras que se me clavan cada ves en este cuerpo por el que lloras, ahora sufre, es lo que deseo en este instante, aunque se bien que no lograras sentir nunca el llanto desesperado que yo sentí por ti al escuchar esas imbéciles palabras que supuestamente para ti reflejaban amor. Jamás tendría a alguien a mi lado que no se importara por su ser, que se dejara llevar por el amor despreocupándose de sus verdaderas metas, de sus sueños de infancia. Así que aléjate de una ves que tu sola presencia me da asco y lastima- le soltó con furia empujándola hacía la otra pared logrando que se golpeara al acto.
Silvy miro sus ojos felinos llenos de furia, llenos de angustia y tristeza. Ella no quería eso, miro el como Eiri se alejaba nuevamente, deseaba correr nuevamente hacía él, pero... pero se le era imposible. Las lágrimas de la impotencia surcaron por sus mejillas quemándola exteriormente, deseaba tanto el estar muerta en aquel instante. Comenzó a resbalarse por la pared interrumpiendo al silencio con sus sollozos desmedidos y lastimosos. En verdad deseaba tanto a la muerte en aquel momento... (¡Tanto que mataría por estar muerta! u.u xDD... ¬¬ Imbécil... TnT)
· · ·
Se cubría con la oscuridad de la noche, su manta de calor no era más que la cruel brisa fría y desolada. Le furia dominaba su mente, la desesperación sus pasos, la venganza su alma.
¡Que imbécil, que tonta había sido aquella mujer, esa en la que había confiado en lo absoluto, aquella a la que se había rebajado y había mandado a su orgullo por la borda. Que superficial muchacha, que desenfrenada y devota a algo inútil. ¿Cómo era posible que daría todo por una amor simple que acabaría quizás en un corto tiempo?...
Se paro en seco, y parpadeo varias veces, tapo sus rostro con sus manos y maldijo por lo bajo.
—Genial- dijo con sarcasmo- ella...- hizo una cara de fastidio- ella solo confiaba con que durara- expreso al viento y suspiro ahogadamente. Que cruel había sido... Pero, aun así ella no debió de haber confiado tanto.
Negó, debía de aceptarlo, al menos por esa vez, se había sobrepasado. Frunció el ceño indiferente, se sentí muy extraño aceptar para él los errores, él no era de esas personas que daban segundas oportunidades pero, al recordar el como la joven se ferraba con sus manitas a su pecho, como lloraba desconsoladamente le daba tanta... lastima. Suspiro, bien, nada le costaba hacer algo por que la mujer no se matara en una de esas.
De sus bolsillo saco una caja de cigarrillos y coloco uno en sus boca, lo encendió, y se degusto con el saber del tabaco, cerro sus ojos y sintió como sus cuerpo entraba en calor, respiro profundo y continuo su caminando.
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El molesto golpeteo de la puerta le hizo despertar de su perezoso sueño, tallo sus rostro en signo de cansancio y bostezo como si de un león se tratase, alboroto aún más sus cabellos rubios y se digno a salir de la cama dispuesto a correr al mal nacido que se atrevía a despertarlo a las... 9:30 de la mañana, se coloco una bata y salió de su habitación. Con pasos berrinchudos cruzo el living y abrió de golpe la puerta.
—¡Que!- grito fastidiado.
—¡He buenos días Eiri-san!- saludo con una característica sonrisa Thoma.
—¿Qué es lo que quieres?- pregunto despectivo viendo como su cuñado entraba sin previo aviso a su departamento.
—Hay un asusto muy importante del cual quiero hablar con tigo- informo el rubio poniéndose ya cómodo en uno de los sillones del living, seguido por un malhumorado Eiri.
—No tengo tiempo para eso...-
—No has visto lo periódicos, las noticias. Ningún medio informativo ¿verdad?- le interrumpió el ojiverde algo exaltado y preocupado. Su sonrisa ya no se formaba en su rostro, si no que se veía serio y eso le producía escalofríos al rubio.
—Pues, no, a decir verdad tú me has levantado.- respondió extrañado por la actitud de Thoma-¿acaso sucede algo?-
Thoma suspiro lentamente y miro al rubio, negó con la cabeza y se dispuso a contarle al ambarino aquello que le atrofiaba tanto.
—No la pudieron salvar- Eiri le miro sin comprender- Eiri-san, ayer en la noche que tú dejaste a la Señorita Silvy, se le encontró en el teatro... -...
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Sus pasos eran débiles, temblorosos y torpes, a duras penas lograba mantenerse en pié, sus ojos seguían llorosos y rojos, su respiración era algo errática y sudaba frío considerablemente. Veía borroso y estaba pálida.
Un sonidos desesperado salía de su boca para perderse en la brisa helada de la noche frustrante, no decía absolutamente nada; ya no podía decir más ya nada, sentía como si fuera a decir algo incorrecto; solo gemía como si la garganta la tuviera seca. Más llanto ocupo su vista y cayó al suelo estrepitosamente. Comenzó a gritar con desesperación, a aferrarse a su cuerpo con manos impacientes, a rasgar su cuello, sus brazos, sus piernas. Estaban cansada de aquel asqueroso cuerpo, se aborrecía a si misma. No valía la pena vivir ya más, su angustia era más dominante que cualquier otro sentido en su mente. Deseaba tanto la felicidad que se daría por vencida en aquel instante por saber que ya nunca podrá encontrarla otra vez. Su llanto era más afligido que el de un bebé cuando se da cuenta que no hay nadie junto a él, cuando se siente solo o tiene hambre. Ella sentía que ya jamás tendría alguien en sus brazos, que se encontraría vagando en el oscuro camino de la injusta soledad, que no tendría ya sonrisas para su ojos, ni un abrazo para su piel ansiosa. Que ya nunca sentiría lo que es amara a alguien sobre todas la cosas y nunca más se sentiría amada.
Con un rotundo esfuerzo se puso de pie y comenzó a gemir como si de un animal se tratase; estaba furiosa, estaba desesperada, ansiosa por lago que parecía ser la mejor solución. Sus ojos pedían dolor físico, pedían lamentaciones.
Se ladeaba constante mente golpeándose en la pared pero su caminar no detenía, abrió la puerta de su camerino y cerro con seguro al estar dentro de este. Respiro profundamente como si intentara calmarse pero no, y comenzó a arrojar todo inconscientemente, a romper todo vestido que hay se encontraba, a mandar a volar todas las cosas que no eran más que suyas. A gritar con demencia y locura desmedida.
Se miro al espejo, observo sus ojos llenos de ira, llorosos y rojizos, su rostro con algunas cortaduras en la frente y mejillas, su cabello revuelto y con algunas manchas de sangre. Observo la impotencia que reflejaba su rostro, la amargura con la que se le definía, la depresión en la que se hundía infantilmente; de un golpe logro que el espejo se esparciera en varios fragmentos al suelo, causándole varias cortaduras en el puño derecho con el que lo había destrozado. Miro al suelo y volvió a observar su rostro en los regados espejitos. Se quito los zapatos que traía y aplasto uno de los espejos cortándose el pié, un gemido escapo de se boca, miro con aberración los demás espejos y con el mismo píe, con furia, comenzó a estrellarlos aun más bañándolos de sangre, de su sangre. Cayó al suelo y seco las asquerosas lágrimas de sus ojos.
Se fue a un rincón y hundió su rostro entre sus piernas, estaba agotada, intento recostarse en el piso frío del camerino pero algo le golpeo la cabeza al recostarse en el. Miro con indiferencia un frasco negro que hay se encontraba. Su opaca mirada se ilumino y lo tomo en sus temblorosas manos. Abrió con algo de dificultad el frasco y lo bebió todo de un trago. Se levanto mareada y con los ojos pesados, se acerco a la puerta y quito el seguro. Intento volver al indiferente y helado rincón donde se había acurrucado tanto, pero sus pasos comenzaron a hacerse cortos y a flaquear. Su mirada se hizo borrosa y sus parpados comenzaron a cerrarse, su cuerpo se enfrío y cayó autónomamente al suelo, se golpeo la cabeza y todo el cuerpo, su boca comenzó a escupir sangre. Empezó a convulsionarse y su mirada se torno blanca, su respiración se hizo más errática, luego más débil mientras la temperatura de su cuerpo descendía. Unos 2 minutos duro en convulsión y constante vomito de sangre hasta que su cuerpo quedo absorto de cualquier movimiento y sus ojos quedaron cerrados al igual que su respiración se volvió nula y de su boca solo resbalo un hilo de sangre.
Silvy Van, actriz de Francia, moría envenenada en una fría habitación, de uno de los más reconocidos teatros de Tokio, por la soledad y el dolor de ser despreciada por una torpe acción.
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Todo estaba en silencio, su ser estaba perdido en algún lugar muy lejano de su cuerpo. Dejo de escuchar a aquel hombre. Sentía como si no estuviera hay, como si todo fuera un broma, un juego, un círculo que giraba y giraba sin querer detenerse. Todo era irreal en ese momento, toda acción que realizara, era como si no la hiciera, todo parpadeo él no lo provocaba, toda respiración él no la sentía. Él no era aquel hombre que miraba expectante a la nada, había muerto, ya no se encontraba en aquel cuerpo con el que compartió tan buenas sensaciones y tan malas. Ahora él podría ir y venir a cuan gusto se le diera la gana.
Eiri se levanto de su asiento mirando al frente.
—Vete, no digas nada, solo vete. ¡Ahora!- le ordeno al rubio y comenzó a caminar con dirección a su habitación, ya estando frente de la puerta, con un giro mecánico, la abrió y entro en ella cerrándola bruscamente…
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6 meses habían transcurrido ya, él no se había atrevido a tocar nuevamente el piso de aquel teatro ni de ningún otro. Se sentía tan mal al solo escuchar las presentaciones que se darían en ellos.
Después de las 3 semanas de aislamiento total, de hambruna, y dialogo nulo hacía cualquier ser viviente. Ahora ya, a los 6 meses, se encontraba en aquel trágico sitió de Francia, donde los inquilinos, ningún de ellos, reposaba con vida, nada más que aquellos que sus tumbas visitaban.
Las lágrimas ocupaban sus ojos; en ninguno de esos seis largos meses se había permitido el llorara, no podía, la había odiado aún más el primer día que le dijeron lo que con ella había sucedido que, solo furia era lo que sus acciones ocupaban, se había vuelto más arrogante y desconfiado, pues la culpaba de todo su dolor se lo recriminaba a ella y a su cuerpo muerto, ya no se expresaba con nadie, más que con su hermana y cuñado. Aborrecía a todo el mundo y la mayoría del mundo, que le conocía, le aborrecía a él, era una persona despectiva y seca, su palabras eran medidas y te dañaban siempre que él las decía.
Deslizo su larga mano por la lapida, deletreando con la yema de sus dedos cada una de las palabras que en ella aparecían. Su mirada se afligió más al observar nuevamente el nombre que se gravaba en el mármol. Tanto había insistido en que no quería compañía, tanto que ahora se sentía inmune y lo único que deseaba eran unos brazos consoladores para descargar su angustia incontenible. Después de seis meses podía o más bien se permitía llorarle a aquella joven a la que quiso por unos cortos instantes. Silvy Van, debía, desde ahora, ser un recuerdo vano, ella ya no merecía su lamentos, los de nadie, lo que había echo era tan... tan asquerosamente bajo, tan irracional, tan estúpido, tan cobarde.
Se lamentaba, claro que lo hacía, no por el hecho de perder a una persona con la que nunca más se podría hablar, a la que nunca más se le podría tocar ni observar, si no, por el echo de que había amado a una mujer tan débil de pensamiento, tan alejada de la racionalidad, una mujer muy inmadura e inconsciente en sus actos. Aún recordaba el llanto de sus familiares, la desesperación de su hermano menor. Pobre familia, sufrirían tanto con ya dos muertes, la de su padre y su débil hija.
Coloco una simple rosa en aquella tumba y dispuso a marcharse aún con el rostro angustioso. El estar hay le hacía sentir tan mal, a cualquiera, odiaba aquellos lugares, no soportaba el estar por mucho tiempo en ellos, jamás visitaba a sus abuelos fallecidos y nunca se había atrevido a visitar la tumba de sus padres, al solo escuchar la mención palidecía al instante, la muerte de ellos había sido una de la cosas que, en su corta vida, fue más difíciles de superar, una año entero con un trauma que parecía eterno, él en verdad les había querido mucho y su muerte había sido muy dolorosa.
Intento caminar más rápido, perecía imposible el encontrar la salida del cementerio, se sentía impaciente por irse ¡ya!... comenzaba a desesperarse hasta que su mirada se ilumino, una sensación extraña domino todos sus pesares intercambiándolas con una alegría diferente a cualquiera que él antes aya sentido, no era por la razón de ver el final del cementerio, hasta eso, se había dado cuenta que aun estaba un poco lejos, pero, ese rostro frágil y entristecido, eso brillantes ojos cristalinos por las lágrimas, ese extraño color de cabello que resaltaba ante cualquier cosa en la amargura del cementerio, esa imagen que ocupo toda su atención, logro que su corazón latiera velozmente como si quisiera salir de su sitio y llenarse de la esencia de aquel muchacho de rosas cabellos y violetas ojos que yacía inclinado en el suelo contemplando con amargura, pero aun así con una linda sonrisa miraba una de las tantas lapidas que hay se encontraba.
Su rostro dolido, afligido, lamentoso se convirtió en uno encariñado y... Se acerco al joven sin pensarlo dos veces, una corta distancia le separara de uno al otro, Eiri se sentía inquieto sin saber el porque.
Se levanto y cerro los ojos, el cielo estaba nublado y el sol no se apreciaba por las grandes nubes, la brisa era algo fresca y reconfortante, suspiro y se giro donde un hombre, que había sentido desde ya hace rato, le observaba, quería saber bien cual era la identidad de la persona que no le dejaba estar ni un poco solo. Abrió los ojos permitiendo que las lagrimas retenidas en ellos vagaran libre por sus mejillas y logro contemplar al hombre que le miraba penetrante con unos felinos ojos dorados. Se asusto, el parentesco era idéntico, el cabello, el color de ojos, la postura, el color de piel pero, aquel hombre de sus sueños siempre le había sonreído, no, no podía ser él, quizás, pero la tristeza de aquellos ojos le decían que no era el en verdad.
Su corazón dio un nuevo revuelco al ver como era observado, el como se observaban fijamente el uno con el otro. Esta tan feliz sin saber el porque, pero el ver las crueles lagrimas que vagaban de aquellos ojos violetas su corazón se detuvo irremediable mente, que imagen tan encantadora pero tan dolorosa, ese niño lloraba, lloraba por alguien, por alguien que quizás había amado tanto y él, él se avergonzó de si mismo al ver el rostro del chico. Su felicidad se convirtió en un cariño incomprendido que sin saber bien la razón acorto la distancia que les separaba y tomo entre sus manos el rostro del chico y le limpio, con una delicadeza que creía desconocida, sus lágrimas. El joven se extraño a tal acto y no hizo más que sonreírle de una forma tan sincera, tan agradecida, tan dulce y tierna, y, que para sorpresa del rubio, ante esa sonrisa caer desmayado en sus brazos.
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Le recostó en una de las tantas bancas del parque que había encontrado a poca distancia del cementerio. Levanto un poco el rostro del de cabellos rosados y le dio un poco de beber de una botella que compro una tienda camino al parque. Se le quedo contemplando unos momentos más, al ver que no despertaba, enterneciéndose con la apariencia de aquel desconocido chico, sin entender el porque él le hacía sentir en una tranquilidad infinita consigo mismo.
Observo el como él muchacho, depuse de unos minutos, comienzo a abrir sus parpados aún algo mareado y desconcertado por el desmayo.
Le dio algo de espacio y espero a que el muchacho se repusiera.
—¿Por qué es que te has desmayado?- le pregunto Eiri con deje algo preocupado esperando la respuesta del chico.
El pelirosa le observa algo sorprendido por la pregunta, pero se digno a responderle al verse ayudado por el rubio. Se incorporo y su mirada se torno algo triste.
—Hace unas dos semanas supe de la muerte de mi abuelo-comenzó a hablar con algo de dificultad-y, a decir verdad, me dolía mucho su partida, yo le había querido tanto y no aceptaba el que no estuviera, todos me decían que era algo inevitable pero no quería entenderlo, así que... deje de hablarles, deje de salir, deje de de alimentarme, deje de hacer todo aquello que me gustaba durante esas semanas, hasta que, hoy por extraña razón lo acepte ¿sabe, acepte su partida y me decidí el venir a verle, pero, supongo que fue mala la idea venir sin comer nada- rió- lo más seguro es por ello que me he desmayado.- dijo el chico con una linda sonrisa entrecerrando los ojos.
Eiri lo miro comprendiendo bien, algo mismo a él le había sucedido, se quedo un poco pensativo sin apartar la vista del muchacho que comenzaba a sentirse algo incomodo por la atención que le estaba dando el rubio.
—¿Cómo te llamas?- le pregunto al fin Eiri.
—Etto... me llamo Shindou Shuichi- respondió el pelirosa algo nervioso.
Eiri se quedo nuevamente pensativo, ese nombre... es extraño, comenzó a sentir que aquel nombre ya lo había escuchado pero no recordaba exactamente de donde, hasta la apariencia del chico comienza a hacérsele conocida, sí, el... él había visto ya antes a alguien con ese mismo aspecto y es nombre¿pero donde?. Negó un poco frustrado y miro a Shuichi que se nota algo decaído.
—Shuichi¿te gustaría el comer con migo?- le pregunto con una sonrisa el rubio.
Shuichi se quedo pensativo.
—¿Me invita, usted a comer?- le pregunto dudando en sí en aceptar o no.
—Te invito a comer- afirmo Eiri tomándole del brazo para que se pusiera de pié y le siguiera.
Se acerco a él mirando directo a sus ojos, Eiri lo miro confuso, Shuichi intentaba leer las intenciones que tenía aquel extraño rubio el hacer con él, intentaba ver si le convenía o no... se quedaron así unos momentos que parecieron horas hasta que Shuichi asintió comprendiendo que él no era bueno para leer la vista así que no tuvo más que asentir a la oferta y seguir al rubio hasta su auto con una sonrisa de 100,000 dólares
Eiri se quedo aun algo extrañado por la actitud que Shuichi estaba tomando, que no tuvo más que regañarse a si mismo...¡Dios Eiri llevaras a un loco a tu casa, baka!...
Gracias a las grandiosa empresa musical de Thoma, este hombre de grandes negocios intencionalmente conocido podía contar con todo beneficio posible con la mayoría de los países y, Francia, era uno de los tantos países que tenía negocios con el Sr. Thoma Seguchi por lo que, este contaba con una lujosa casa en aquel territorio, Por ello había el pobretucho ex-artista de Eiri Uesugi podría contar con la comodidad de tener a un cuñado, el que le amaba mucho, como para permitirla usar todo el tiempo que el estuviera hay, dado a lo cual Eiri podría impresionar a su extraño niño loco que se encontraba de copiloto a lado de él hablando y hablando de un sin fin de cosas, pareciendo que ni tuviera nada, ni hambre ni nada¡quizás le aya timado, pero en realidad no quería impresionarlo si no conocerle más, aunque le temiera ya, y que él, Shuichi, estuviera al menos cómodo con alguien como él.
—Y dígame, como se llama usted, es que con lo despistado que soy, en verdad ni siquiera repare en preguntarle, pero bueno ¿cómo se llama?- pregunto el pelirosa (alias: molesto por que su vos fastidia mucho, perico porque no se calla y baka porque nadie se cae de un carro entrando en el, solo él)
Eiri lo miro detenida y rápidamente no intentando apartar mucho la vista del camino, pero que al menos observara un poco su mirada llena de indiferencia y odio que ya le nacía desde el interior. Se quedo en silencio esperando que él chico ya no dijera nada más y al parecer así era, solo le miraba con sus enorme ojos violetas interesado en que le dijera su nombre. Dudo en decírselo¿cómo es que estuviera tan interesado en un nombre? Negó y se dispuso a contestar.
—Yuki Eiri- dijo con deje de burla, sabiendo bien que lo acababa de inventar, así si él preguntaba por un Yuki nadie sabría quien es. Esperaría el tiempo en que él muchacho se tardaba en descifrarlo.
—¿QUE!- dijo, más bien grito provocando que Eiri se asustara ante la vos chirriante del pelirosa y perdiera momentáneamente el control del volante sacudiéndolos a los dos un poco, por no decir que casi chocan o atropellan a un indefenso perro de color café llamado Chispita. (ok ya me pongo sería ¬¬U)
Shuichi se quedo en absoluto silencio al ver la cara pavorida del rubio y que comenzaba a respirar agitadamente, mientras que estacionaba el carro donde fuera posible, para tapar su rostro con sus manos y apoyara su cabeza en el volante apretando el claxon, como si él estuviera gritando, permitiendo que sonara unos minutos para tranquilizar su latir y respiración. Revolvió un poco sus cabellos, lanzo su cabeza para atrás y respiro muy profundamente, tomo el volante con las dos manos, inhalo, y exhalo con lentitud, y así un poco más "calmado", puso en marcha nuevamente él carro para ahora si llegar a casa en un silencio rogado desde hace varios minutos atrás.
Shuichi tenía la cabeza agachada muy apenado, tanto silencio le daban ganas de llorara, no quería incomodar a "Yuki" en verdad que no quería pero el nombre, el nombre era igualitito, era imposible que él lo tuviera, pues su aspecto también se comparaba mucho con el de su sueño, un sueño muy extraño y trágico a decir verdad a hora que lo recordaba nuevamente. Quizás, quizás su hermana si tenía razón y era un acontecimiento del futuro, pues ese sueño que le agobiaba algunas noches lo había comenzado a soñar ya hace tiempo.
Levanto su cabeza y miro la de Eiri, aun estaba molesto se le veía bien en su ceño fruncido y en sus ojos que se afilaban pareciendo un acecino que deseaba carne fresquerita como la era la suya. Trago en seco, sería mejor quedarse calladito después de todo, además la casa de el rubio no podía estar tan lejos.
· · ·
¡La confianza apestaba a mierda, si no estaba lejos ¡bha! Cual, estaba a quince minutos, si como no (sarcasmo). Shuichi se bajo del auto sintiendo como sus nalgas parecían ya haberse unido a la fuerza al estar tanto tiempo sentado, apachurrándolas convirtiéndose solo en una, empezó a mover las piernas de un lado a otro como si quisiera bailar, ante la despectiva mirada de un sexy rubio que esperaba con impaciencia a que terminara.
Tenía que admitirlo, esa extraña y complicada personalidad que tanto destacaba a Shuichi le fascinaba, pues si se hubiera enfadado del todo cuando le hizo chocar casi con "Chispita" (¬¬) le hubiera bajado del carro y que él chico se las arreglara solo para volver a su casita sano y salvo, él ya no contribuiría en eso, pero como no, como en verdad ese tipejo extrovertido y salido de una fantasía algo retorcida le hacia reírse, más bien le hacia sentirse algo así como que VIVO, pues él no quería desaprovechar esa nueva vida que se le había obsequiado, que se le obsequiaba en bandeja de plata, casi de oro.
"Endemoniado Yuki", maldecía al rubio por lo bajo, primero le hacía pasar unas dos infernales horas en aquel marrano carro, que a decir verdad era un Mercedes Benz del año, y luego no le permitía estirarse conociendo nuevamente lo que era caminar. "Maldito, maldito hijo de su ¡#$&# y de su #&$". Espero a que Eiri le abriera la puerta y al hacerlo le dedico una linda sonrisa de odio contenido mientras entraba en la casa casi queriendo hacer temblar el suelo por los golpes que daba al pisar.
Shuichi iba delante el rubio caminado de forma berrinchuda hasta que alguien le tomo del brazo.
—¡Pero que te suce...!- grito Shuichi muy enojado dispuesto a decirle a Eiri hasta de lo que se iba a morir por no haberle dicho que vivía tan lejos y que se atrevía hasta de estrujarlo como si su muñeco fuera (de echo lo es ¿no? n.n).
—Shuichi aquí esta la cocina, y el comedor al lado si te ibas más adelante te perderías- le interrumpió el rubio al ver la cara molesta de el ojivioleta antes de que este dijera algo de lo que se fuera a arrepentir por el resto de su vida, pues quien sabe, la conciencia es muy cruel cuando se sabe que se ha hecho un gran daño a una persona que no se lo merecía.
El pelirosa parpadeo confuso mirando al rubio que ya le había soltado del brazo gentilmente. ¿perderse?
—Yuki como crees que voy a perderme, no soy tan...- Sí, por primera ves Shindou Shuichi reparo en observar la casa.-... que grande...- dijo embelesado con la altura del techo, y lo infinito que parecía el pasillo por el que él había estado caminando hace momentos.
—Lo ves- hablo Eiri entrando a la cocina dispuesto a prepararle algo de comer a Shuichi, algo rico y que satisficiera su hambre, pues en verdad que se sentía culpable haber dejado por casi tres horas más al pelirosa sin comer nada.
Shuichi entro a la amplia, ordenada y bien decorada cocina del rubio, observándola como si de un niño con juguete nuevo observara las cosas que el infernal juguetillo traía consigo. Estaba admirado con aquella gran casa.
—Vaya Yuki¿en verdad esto es tuyo?- pregunto el pelirosa sentándose en una pequeña mesa cuadrangular que tenía un florero como centro de mesa.
—No- contesto Eiri sonriente. Shuichi se confundió
—¿No¿entonces de quien es? Es que esta increíble- pregunto nuevamente mirando entretenido al rubio preparar la comida.
—De un familiar-
—Vaya- Shuichi seguía confundido- Yuki tu no eres de aquí ¿verdad?- dijo al fin obteniendo toda la atención del rubio ante la deducción tan sabía.
—¿Al igual que tu, no.- respondió para seguir en su trabajo.
—Es que, me acabo de dar cuanta que los dos hablamos japonés y que hemos hablado así todo el tiempo y como estamos en Francia...¿como supiste que hablaba japonés?-
—Yo solo hable-
—Ha- dijo Shuichi ya comprendiendo.- ¿Qué preparas?-
—Comida-
—¿Yuki de done eres entontes¿A que viniste aquí, yo soy de Kyoto Japón, bueno mi familia, por parte de mi madre es de aya, yo vine a visitar a la familia de mi padre que es de Francia¿sabes? Mis padres están divorciados y lo peor de todo es como todavía no soy mayor de edad y tiene la custodia, de mi y mi hermana, compartida, yo tengo 16 años y cumplo el 16 de abril, no se te hace gracioso, aunque cuando vuelva a cumplir ya tendré 17, yo ya quiero irme de casa de mamá y papa, pero mi hermana, ella aun no podrá irse pues ella apenas tiene 15 años cumplidos, ella ahora se encuentra con mamá, pues así es, si yo estoy con mamá ella esta con papá o al revés como es este caso, solo nos vemos una ves en dos año todos juntos que es en navidad, aunque mis padres no se dirigen la palabra por que están con su parejas, el novio de mamá es un riquillo bien feo y la novia de papá, bueno él no tiene novia, el es un artista mal pagado como dice mi tío, yo solo me río. Aun tengo planeado que cuando cumpla edad y tenga trabajo pueda hacer que me quede con mi hermana, pues ella no merece estar cambiado de escuela cada dos años, sufre mucho porque es muy amiguera al igual que yo, solo espero que algún día eso se cumpla pero es que...¿que me miras?-
—Tokio Japón, Shuichi, vine a visitar a alguien que ya murió- respondió Eiri levantándose de la silla que estaba junto con Shuichi para ya servirle la comida.
—Jejeje, es que hablo mucho, en verdad. Que triste, no se a mí no me gustan los cementerios, todos tienen caras largas y lloran, como yo hoy hice con mi abuelo, aun lo extraño ¿sabes, Yuki, es que era, bueno no él único, si no el que más me quería, el que me cuido desde que yo era un nene que no sabía hablar y ahora mírame no me cayo jajaja...-
Eiri se acerco a Shuichi con un plato y una jarra de agua, le sirvió y se sentó a su lado, se acerco a él que aún no dejaba de hablar y con la mano le tapo la boca viendo como así se movía unos instantes hasta que se quedo quieta.
—Come- le ordeno señalándole el plato. Después de que menciono su edad creía que ya se callaría pero ¡no, cuan errado estaba, aun le seguía y tenía intención de no parar¿Qué haría Shuichi cuando estaba solo¿hablar a la soledad quizás?... suspiro y aparto la mano de la boca de Shuichi al ver como el chico asentía con una sonrisa apenada. Vio como tomaba el tenedor y comenzaba a comer feroz mente.
Eiri se levanto por séptima vez para servirle a Shuichi el séptimo plato, vaya cada vez aquel mocoso de 16 años le sorprendía más y más, no se callaba y tragaba como cerdo, aunque claro, el no haber comido en dos semanas eso te provocaba pero... cada vez que le servía le colocaba más y más porción y pedía aun mas, menos mal que había preparado mucho.
Se sentó nuevamente en la mesa y al recibir una sonrisa de Shuichi comenzó a comer él nuevamente.
Se le quedo observando con mucho detenimiento¡¿como poder dejar de verle! es que era muy hermoso a decir verdad, se le veía tan lindo que... Negó rotundamente¿se estaba volviendo loco acaso? No tenía derecho de pensar en aquellas cosas, no era ético en ninguno de los sentido, hace no más de un año una persona por la que sintió un aprecio algo desmedido yacía muerta en un cementerio y él se sentía atraído por un mocoso al que había invitado a comer por haber sufrido un desmayo y él, el considerado de Eiri pensaba en que era lindo ese niño¿¡donde era a caso que se encontraba su cordura?.
Shuichi suspiro al quedar totalmente saciado agradeciendo a Eiri por la comida, se sentía ya mejor y con muchas fuerzas para hacer cualquier cosa.
Se quedaron en silenció en el comedor, un silencio algo incomodo para Shuichi que no conseguía que el rubio dejara de verle y sin darse cuanta él termino de mirarle con la misma intensidad que el rubio. Comenzó a reparar en los detalle de su rostro, era alargado pero se notaba varonil. El rubio estaba sonriendo un tantito pero, sí, era un sonrisa para Shuichi. Se acerco un poco para mirarlo mejor y parpadeo alejándose al encontrar algo. No podía ser cierto¿o sí, no, imposible, los sueños... los sueños no son verdadero pero, en verdad se parecía demasiado al del sueño¿sería que su hermana tenía razón?... ¿qué los sueños en verdad reflejaban algo del futuro¿Ese sería su futuro, estar cerca de Yuki?... mhm... ¡no! No podía ser cierto, pero...¡hay imposible, tenía que marcharse, todo esto le daba dolor de cabeza.
—Yuki...¿te importa si me boy, quiero irme ya a casa- pidió Shuichi con algo de desesperación.
Eiri lo miro confuso. ¿Por qué es que quiere irse?
—No- respondió inconscientemente. ¿Pero que...? no podía impedirle irse¿que estaba diciendo?.
Shuichi le miro sorprendido, su respuesta había sonado como una orden y al ver como Eiri se levantaba de su asiento sus ojos se abrieron imaginando lo peor. Se hizo hacía atrás aun sentado y cayo al suelo sin poder evitarlo. Se quejo por el golpe apartando la silla sentándose en el suelo y miro a Eiri que se acercaba a él, se asusto aun más, no sabía que hacer, se veía claramente que él era más debilucho que aquel hombre¿qué tal si le hacía algo?... ¡no él no quería! Con el sueño le bastaba imaginarse las cosas, no deseaba vivirlas por si mismo. Se levanto con agilidad y salio del comedor esquivando al rubio.
Eiri no comprendía porque la actitud pavorida de Shuichi, no intentaba hacerle nada si eso pensaba, solo que se había caído de la silla y quería ayudarlo por extraña razón, pero al parecer el solo quería evadirlo.
Salió tras de él pero no, el mocoso si que corría rápido, ya no estaba por ningún lado. Rayos, maldijo, como llegaría su casa estando a muchos kilómetros de la ciudad de Brest, por ello se habían tardado tanto, no por otra cosa.
Se quedo unos momentos más afuera de la casa, comenzaba a anochecer¿qué haría? Podía pasarle alguna cosa.
¿Por qué es que se preocupaba tanto por aquel chiquillo!. Tenía que hacer algo de todas maneras ¿pero que?. Comenzó a sentirse mareado, que momento más indicado para esto, tenía que subir a su auto e intentar encontrar al niño. Dio un paso pero su cabeza dio un revuelco punzante que le izo caer de rodillas, quizás si se recostaba tantito podría sentirse mejor. Entro a la casa nuevamente y se tubo en uno de los sillones que estaban en la estancia, recostó su cabeza unos momentos hasta que sintió que él sueño le dominaba ¿por qué?. No quería dormiste e intento ponerse de pié nuevamente pero no logro hacerlo. Hasta que se dejo vencer por el dolor se su cabeza y opto por dormir un rato, además el chico no llegaría muy lejos, quizás volvería al darse cuenta de que no podría ir a su casa a pié, o al menos eso quería creer para no preocuparse tanto, sabiendo bien que debía preocuparse bastante. Pero en verdad le dolía demasiado y no podía ponerse de pié, su cuerpo parecía estar en su contra y sin más se quedo dormido ante tal revolución que comenzaba a formarse en su mentecita...
Capitulo tres: Descubriendo verdades.
Continuara...
"Todo arte es absolutamente inútil"
Nota: Reflexión
Bueno, supongo que todo queda claro, la muerte, doloroso camino por el cual todos cruzamos, es lo más complicado para una persona. Lo único que se puede hacer ante ello es aceptarla, pues, de nada sirve el sentirle rencor a alguien que ya a muerto, es tonto y una gran perdida de tiempo. Pero que puedo decirles, yo siento que ustedes ya la comprenden a la perfección, lo único que puedo hacer yo es, no se, darle ánimos a aquellos que siente que no valen nada, que son innecesarios a la sociedad, pues a decir verdad, sí, si lo son... ok no es cierto, no se la crean, son muy importantes para muchas personas, así que sigan viviendo, además para que satisfacer a los que los deprecias con su muerte, es mejor darle a entender que son mejores, siempre es bueno darse aires de superioridad sin sobrepasarse.
Nota: ¿Qué les pareció?... por favor no me odien por lo de la tipeja esa, si la odiaron quiere decir que todo estuvo bien, además Eiri se supone que también la odia, además si ponía a un hombre este no se mataría y el chiste de todo esto era que alguien tenía que suicidarse ¿comprenden?. Pero bueno les agradecería su opinión y critica "con criterios" si no, no me hagan pasar un mal rato se lo pido por favor TT-TT. En fin, gracias a Caridad nuevamente, me sacaste de un gran lió, y a los que escribieron también, que lo hayan disfrutado y que hayan odiado a Silvy jejeje. Y bueno nos veremos en el próximo capito que espero no tardarme mucho como en este, pero quien sabe quizás si me tarde... ustedes espérense lo peor simplemente, es mejor a esperanzarse en la duda ¿no lo creen?. Bueno que tengan un buen día y sean bueno con los que se lo merecen, disfruten la vida y GRACIAS. Tanto como por leerlo y dejar opinión.
Bye bye
Se despide su servidora Reiko Inari.
