Descargo de responsabilidades: no escribo con la intención de obtener una remuneración económica, es simplemente un entretenimiento. Los personajes y la historia de Ranma 1/2 son propiedad de Rumiko Takahashi.
Primero, la Fiesta
Una casa con las luces encendidas, media tarde, el sol se estaba acostando en el horizonte tras las lejanas montañas. Iba dejando surcos y caminos en el cielo, rojizos, rosados, anaranjados siendo un crepúsculo hermoso, un verdadero espectáculo. Pero las personas que estaban dentro de aquel gran chalet en una finca ignoraban aquel acontecimiento divino. Estaban en una fiesta, una fiesta privada entre amigos. La mayoría de ellos habían llegado, la música sonaba entonando el ambiente y la bebida se repartía por cada rincón.
La casa estaba decorada de manera personal en un estilo serio pero a la vez acogedor. Entrando en la estancia, desde el gran recibidor se divisaba el amplio salón, al que para acceder se tenía que bajar dos peldaños. La cocina, toda de madera, estaba llena de cacharros tirados encima de la encimera, latas abiertas, platos sucios para limpiar, comida rápida en bolsas de plástico, restos de lo que se había llevado a la mesa baja del salón donde todos conversaban animadamente. Había quince personas y faltaban por llegar cinco más. La idea de estar todos allí juntos esa tarde de aquel viernes había sido de Aiko y Kitami, estudiantes de la Universidad Gaukin. Ambas querían una reunión de amigos a lo grande, algunos cercanos, otros de más lejos, amigos de otros amigos, en fin, el reto era que cuanta más gente mejor. Las dos chicas eran compañeras del dueño de la casa, y quisieron celebrar la ocasión en su chalet debido a que era el más grande y espacioso, además de estar apartado de la ciudad, por lo que no tendrían problemas con el volumen de la música. Ranma era quien vivía allí desde hacía un año y medio cuando se la comprara después de ganar un importante campeonato de artes marciales en su país, Japón. En aquella competición ganó bastante dinero, y no se lo pensó dos veces, compró aquella vivienda hecha de piedra. Se mudó de su otro piso en el que había estado hasta entonces viviendo con sus compañeros de equipo. Aiko y Kitami le convencieron para preparar una fiesta, puesto que hacía tiempo que no hacían una, y ahí estaban, entre risas y contando anécdotas.
Entre los presentes se encontraban sus viejos amigos de la adolescencia con los que en su mayoría había perdido bastante el contacto, exceptuando a Ukyo y a Daisuke. A los demás, Shampoo, Mousse, Ryoga, Sayuri, y Akari, no los vio ni supo de ellos hasta ahora, así que fue un agradable encuentro. El resto de gente eran en su mayoría compañeros de la facultad, compañeros del equipo de artes marciales de la universidad, o alguna que otra persona que venía con ellos invitada. Aún faltaban Hiroshi, Yuka, Ichiro, Naoko y Akane. Con ésta última también había perdido inevitablemente el contacto por lo mal que habían terminado años atrás, pero parecía que la cosa iba a cambiar ahora.
El volumen de la música moderna y la televisión encendida inundaban el lugar. El humo del tabaco de los que fumaban se esparcía lentamente y el alcohol se olía por doquier. Aiko y Kitami crearon el entorno y ambiente bajando las luces. Sonrieron. Carcajadas, risas, comentarios en voz alta. La fiesta estaba yendo genial, todo el mundo se lo estaba pasando muy bien.
Entre los que eran viejos amigos de Nerima se contaban recuerdos de sus raras vivencias en aquella época. Ahora eran adultos y las cosas habían cambiado bastante para cada uno de ellos. Se entrelazaban sus historias con las palabras de Keiko y Syuho, que interrumpían metiéndose con Ranma por cosas que le habían pasado en la universidad. Algunas de las chicas cotilleaban, un par veían por televisión la liga de artes marciales profesional, los que eran pareja, a veces, para más intimidad, se perdían por la casa separándose del grupo en general, y unos pocos bailaban al ritmo de la música.
De pronto sonó el timbre entre todo aquel ruido. Aiko y Kitami, que estaban al tanto, fueron juntas a abrir con una copa en la mano. Iban vestidas a la última, siguiendo la moda. Ambas eran guapas, y sabiéndolo, en cuanto vieron llegar a Ranma a su universidad hacía ya casi cuatro años, se fueron directas a ligarle. Pero el tiro les salió por la culata, aunque nunca se arrepintieron, porque acabaron siendo buenos amigos. Abrieron la puerta y allí estaban Ichiro y Naoko, quienes habían aparcado su coche junto a los demás. Los cuatro se saludaron y se metieron dentro para unirse a la fiesta. Como fue normal, hubo de por medio las presentaciones entre aquellos que no se conocían y el correspondiente pedido de bebidas para los recién llegados.
Estuvieron cerca de una hora haciendo y diciendo idioteces entre todos, incluso se había iniciado un entretenido debate por el tema de hombres y mujeres, en el que ambos sexos participaban diciéndose de todo. Alguno que ya había bebido más de la cuenta era el centro de atención siendo provocador de muchas risas. Los que creyeron que ya no irían los tres que faltaban por llegar se sorprendieron al ver que el timbre sonaba de nuevo. Eran cerca de las diez de la noche, y los primeros en ir llegando lo habían hecho sobre las ocho de la tarde. Esta vez fue sólo Aiko a recibirles, y sí, estaban los tres, Hiroshi y Yuka, que venían de la mano puesto que eran pareja, y Akane, que estaba al lado. La chica universitaria les dejó pasar y para romper el hielo, les hizo una broma por haber llegado los últimos. Les dijo de dejar sus chaquetas y prendas en un montón cerca de la entrada. Ocurrió lo mismo que con la pareja anterior, todos se presentaron y les hicieron sitio para que se sentaran. Viendo que eran tantos, cogieron banquetas, alguna silla de la cocina, o simplemente se sentaron en el suelo encima de la alfombra, todos formando un círculo. Hasta que se conformaron así pasaron unos diez minutos al menos, porque con tanta gente a la que conocer o con la que hablar recordando los viejos tiempos como con Ryoga o Ukyo, pues se entretuvieron. Las miradas entre los amigos de Nerima fueron de asombro, de complicidad, hacía tanto que no se veían. Por supuesto, quien se alegró de que Akane fuera a su fiesta fue lógicamente Ranma. En realidad él dudaba que acudiera, puesto que entre ellos más bien no había habido ningún tipo de relación en todo ese tiempo. Pensó positivamente, tal vez las cosas cambiaran de ahora en adelante.
En cuanto la vio, la recorrió de arriba abajo, todo su cuerpo y su atuendo. Él estaba sentado en el centro de unos de los grandes sofás cremas con los brazos apoyados por detrás en la zona superior. Akane llevaba unos pantalones ajustados negros que tapaban unas botas con algo de tacón, y un jersey fino de cuello alto y de mangas hasta el antebrazo de color rojo. Estaba muy guapa. Ella, mientras saludaba a todos, también le echó una mirada de reconocimiento a él, observando cuán apuesto estaba. Se habían encontrado hacía semana y media en una discoteca yendo de marcha cada uno por su lado con su pandilla de amigos. Dio la casualidad que un par de sus amigos se conocían, así que se encontraron y estuvieron un rato charlando. Era por esa razón que Akane ya conocía a bastantes personas en aquella fiesta a la que acababa de llegar. Unos días después del encuentro la llamó Kitami para que fuera a la fiesta, ya que Ranma se lo había comentado pensando que a Akane le gustaría ver a los viejos amigos de Nerima. Esa fue una de las razones por las que Akane accedió. Así vería a todos con los que pasó miles de aventuras, y en el fondo, vería al joven que la tuvo enamorada hacía años de nuevo. Cuando ambos se vieron aquella noche en la discoteca se quedaron sorprendidos de encontrarse. Cuatro años viviendo al margen el uno del otro en la misma ciudad y no se habían cruzado. Aquella noche mantuvieron una conversación preguntándose qué tal les había ido todo, qué hacían ahora, lo típico, dando los dos por agua pasada la discusión que tuvieron el año en que él se fue del Dojo Tendo. Ambos habían madurado y habían conformado un carácter más adulto, dejando en el camino de la niñez reacciones, formas de actuar, de pensar, que ya no les tocaba. Se espabilaron cada uno a su manera y siguieron adelante sin el otro. Cuando al fin les tocó el turno de decirse 'hola' en la fiesta, no se hicieron casi contacto visual, evitándose. Simplemente se dieron dos efímeros besos y ella pasó a saludar a otra persona.
Una vez estuvieron todos acomodados empezó de nuevo el bullicio con preguntas, el alboroto de los gritos para hacerse oír, risas, conversaciones alternas y mezcladas. Los recién llegados se sirvieron una copa y picaron algo mientras hablaban divertidamente. Las organizadoras de todo aquello llamaron para que trajeran más comida a domicilio. Akane conversó sobre todo con Ryoga, Akari y Ukyo, los tres se contaban su vida poniéndose al día.
Cuando picaron en la cena todos callaron un poco más, y se escuchó más el sonido de la televisión, ya que habían bajado el volumen del equipo de música, ahora en un tono más suave. A lo largo de esa velada las miradas de dos personas estaban la mayoría del tiempo sobre la otra intentando hacerlo sin que se dieran cuenta, observándose mutuamente, pillándose alguna vez en la cacería. No pasó desapercibido para algunos de sus amigos, quienes se reían de la escena. Fue así que Ukyo susurró a su desorientado amigo.
—¿Has visto cómo se miran esos dos? —preguntó refiriéndose con los ojos a Ranma y Akane sin ser descubierta.
—Ya, ya me he dado cuenta, se ve que no han cambiado. Vaya par de tontos —respondió Ryoga con una media sonrisa.
—Yo creo que estos acaban... —continuó ella.
—Enrollados —terminó él mirándola y riéndose más abiertamente. Ella hizo el mismo gesto, pero este se torció cuando intervino una cotilla Aiko.
—¿Quiénes están enrollados? —preguntó de manera alterada poniendo cara de curiosidad y acercándose a los dos jóvenes que estaban hablando.
—Nada, es que unos amigos que conocemos Ryoga y yo han acabado enrollándose después de mucho tiempo —soltó Ukyo para salir del paso y automáticamente irse a la cocina para perderse un rato. Pasaba de provocar rumores.
—Me voy a la cocina a por una cerveza, ahora vuelvo. —Y se escapó. Fue Ryoga quien se quedó hablando de otros temas con Aiko.
Las horas transcurrieron, haciéndose cada vez más tarde. Más alcohol, más música, aunque ahora el estilo era más relajante y sensual. Habían jugado a algún que otro jueguecito con la bebida. Alguno ya iba con el puntillo puesto, aunque estaban los que se controlaban. El punto de la noche lo produjo Syuho, quien llegó a coger una borrachera tan grande que no hacía más que decir paridas. Incluso se puso a bailar encima de la mesa del salón siendo el mono de circo de la fiesta.
—¡Tío, qué me vas a joder la mesa! —exclamó Ranma preocupado por el mueble.
Su amigo le contestó rojo de cara y con una botella en la mano.
—Vaamoss Ranmaa… —dijo riendo—. Suuubbe aquí y… y demuéstranos cooomo bailassss —arrastró las palabras al estar ebrio—. Siiii, como baiilass paraa ligaarrte a laas pivitaassss.
Todos rieron a la vez mirando a Ranma de forma graciosa, para ver qué decía. Ichiro, que estaba de pie en una esquina de la mesa, se fijaba en que Syuho no perdiera el equilibrio y se fuera a caer, previéndolo. Tras lo que dijo el joven más bebido de la fiesta, las palabras provocadoras se dirigieron hacia el chico de ojos azules para que saliera a mover su cuerpo tal y como lo había estado haciendo el alcohólico.
—Sí, Ranma, sal. Vamos, haznos ver qué bien te mueves —le dijo con descaro Aiko. Él la miró de forma asesina por haber dicho eso, pero sólo fue el comienzo.
—Sí, sí, sí, que yo quiero verte, bailas muy bien cuando quieres o al menos eso he visto yo cuando nos vamos de marcha. —Esa fue Kitami, que le pinchaba de la misma forma que su amiga.
—¿Pero estáis mal o qué? —contestó él divertido—. Que lo haga Syuho vale, pero yo estoy muy bien sentadito —finalizó cruzándose de brazos en el sofá y poniendo un pie sobre la otra rodilla.
—Pero tío, eres un gallina. ¡Vamos, qué estamos divirtiéndonos!—medio gritó Keiko, su compañero de entrenamientos, sabiendo que a lo mejor el orgullo de Ranma se picaría con lo de 'gallina'.
Akane se sorprendía de que le presionaran tanto para que saliera. Ella ni loca saldría ahí delante de todos ellos. Pero eso estaba por ver.
—Ranma, estamos esperando majo. ¡Vamos sal! —le refunfuñó Ukyo con gracia.
—¡Vamos Raanmaaa, tú puedess colegga! —pachurreó Syuho que seguía en la mesa dando tumbos vigilado por Ichiro.
Todos los que allí estaban, exceptuando a dos o tres, comenzaron a apabullarle a la vez, con palmas y gritando a coro. El chico aludido estaba por coger e irse de allí, aunque sabía que no le dejarían. Estaba en el centro de todo el meollo, le tenían rodeado, o más bien acorralado. Daisuke también se animó a poner su pizca de arena.
—¡Hey Ranma, qué hoy eres nuestro anfitrión, qué estamos en tu casa joer! Sal ahí de una vez, que te estás haciendo de rogar, tío —chilló sonriendo con coña a su amigo. El chico de la trenza lo veía crudo entre tanta animación y ruido.
Esperando un rato y viendo que no salía, Shampoo, que estaba sentada a uno de sus lados, le cogió de un brazo y le tiró hacia delante para que subiera al podio-mesa. Ranma se dio por vencido y se levantó subiendo a la mesa olvidándose de si ésta aguantaría o no su peso. Syuho ya se había bajado hacía unos momentos, y raramente, no estaba allí en el salón. La ovación que recibió el joven al estar ahí arriba fue ensordecedora. Todos sonreían por haberle convencido. Él les hizo callar y habló haciéndose el interesante.
—No bailaré a menos que tenga una acompañante y buena música —dijo despreocupado.
Aiko y Naoko se fueron rápidamente a cambiar el disco para poner algo más marchoso pero a la vez que llevara un ritmo pausado que pudiese insinuar de todo al bailarlo. Todos se miraron un instante pensando en quién sacar a bailar, pero Ukyo, muy pícaramente no se lo pensó dos veces y le puso la guinda al pastel.
—¡Akane! —gritó llamando la atención de todo el mundo, y en especial la de la elegida—. Si Akane, sal tú —dijo poniendo cara de inocente.
Ukyo sabía que algo había entre esos dos y ella iba a colaborar para que sucediese. Akane le lanzó la muerte directa en la mirada. Todos apoyaron la idea como una oveja de rebaños que siguen el camino que les marcan y empezaron a animar otra vez, pero esta vez a la chica. Ella reaccionó negativamente.
—¿Qué? Ah no, eso sí que no —dijo también negando con la cabeza y echándose hacía atrás en el otro sofá en el que estaba sentada cruzando los brazos.
Ya le daba una tremenda vergüenza salir a bailar ahí arriba delante de todos, como para encima hacerlo con Ranma, quien precisamente no la tranquilizaba, sino muy al contrario, la ponía nerviosa por sentirse aún atraída por él. Además, no habían hablado en toda la noche.
La tontería seguía y ella continuaba sin ceder. Akane, viendo que no había mucha salida, se levantó para salir de ahí, pero como era previsto, no la dejaron. Aprovecharon que se había puesto de pie para obligarla literalmente a subir. Su sitio en el sofá fue rápidamente ocupado para que no se pudiese volver a sentar, y en torno a ella hicieron un círculo que sólo dirigía a la mesa, donde Ranma esperaba con las manos en los bolsillos traseros de su pantalón vaquero. Cuando los vieron por fin a los dos encima de la mesa gritaron más y avivaron la escena diciéndoles de todo.
—¡Uooo, vamos chavales, mover esos cuerpos! Rrrrrrrrr…
—¡Sí, ese esqueleto, hay que ponerle marcha, va Akane!
—¡Ranma, enséñala a bailar monstruo!
Se sucedieron otros comentarios más que no hacían más que alterarla a ella. Él parecía que lo llevaba bastante bien, en el fondo estaba encantado de bailar con ella, fue lo que quiso desde un primer momento. Empezó una nueva canción y se acercó a ella, que desde el principio había estado como a un metro de distancia. Notó como ella tenía las mejillas coloradas por la situación. Akane le miró dudosa sin saber qué era lo que Ranma iba a hacer.
—Que no muerdo, eh… —le dijo al oído entre tanta bulla, y dirigiéndose con los ojos a todos los que estaban ahí en un nivel inferior mirándolos afirmó—: Ellos sí que comen.
Akane sonrió y habló decidida.
—Ja, ja, ja. —Fue una risa irónica—. Ya veo —dijo viéndoles reírse de ellos, de ella por lo mal que lo estaba pasando interiormente. Pero haría un esfuerzo, era una fiesta y tenían que pasárselo bien. De perfil a Ranma, notó como él empezaba a bailar hacia ella siguiendo el ritmo de la música, más bien rodeándola, dando vueltas a su alrededor lentamente. Sin embargo, ella estaba estática, se había quedado de piedra. Sabía bailar, pero estaba bloqueada, cortada. Los amigos siguieron vociferando, para hacérselo si puede más complicado.
—¡Así se hace Ranma, di que sí, te la estás comiendo!
—Uhhh Akane, baila va, muévete —la abucheaban.
—¡Menuda parejita! —gritó Ryoga mirando de reojo a Ukyo de manera cómplice. Ella sonrió y siguió aplaudiendo al compás de la melodía.
Ranma consiguió ponerse frente a Akane aún contorneándose, esperando a que ella le siguiera, y viendo que no reaccionaba se le acercó.
—¿Qué pasa, no sabes bailar o es que se te ha parado el corazón? —susurró provocándola y burlándose a la vez—. Si quieres te puedo enseñar…
Akane había sentido unos escalofríos con sus palabras cerca del oído, pero también se sintió ofendida. Había tenido un brazo cogido del otro todo ese tiempo que no se había movido, pero como si las palabras de él la activasen se le acercó de la misma manera y en su oreja más cercana le susurró de igual manera:
—Aprende chaval.
Empezó a moverse sinuosamente delante de Ranma con mucho más estilo de lo que lo había hecho él. El chico sonrió victorioso por hacer que ella comenzara a bailar. Quienes escandalizaron con copas en la mano y demás fueron los espectadores, que se alegraban de que por fin hicieran algo. Ranma la siguió al principio contemplándola, cayéndosele la baba por verla de aquella forma tan sexy, tan metida en los pasos que estaba haciendo, ondeándose con la música, pareciendo que se olvidase de la timidez y empezara a divertirle el animar la fiesta como si fuera una gogó.
—Uooo, uoo, uoo. Akane está que echa chispas —dijo Hiroshi en alto mirando a su novia y sonriendo.
—Si es que cuando Akane se pone, no hay quien la siga —respondió Yuka riéndose con su chico.
Aquel momento se iba entonando poco a poco, sobre todo para los dos que estaban sobre la mesa. Ranma quiso participar en el auge que ella estaba provocando y se acercó lentamente a su cuerpo. La chica se sorprendió de primeras viendo que él venía junto a ella, pero se desmelenó dejándose llevar por la emoción del momento y por él. Tras un tiempo bailando frente a ella y después de que la chica marcara su territorio moviéndose de diferentes maneras, pegó definitivamente su cuerpo al de ella sin tocarla con los brazos, pero sí para meter una pierna entre las de ella e ir bajando despacio con la música. Ella captó la idea y le correspondió bajando también. Estaban muy juntos, con la respiración del otro rozándoles la cara. Aquello se estaba volviendo muy atrevido, provocador, seductor e insinuante. Akane se cogió de su cintura para no caerse hacia atrás; habían bajado tanto que casi estaban de cuclillas. Fueron subiendo de nuevo a la misma velocidad, lentamente, volviendo a la postura erguida. Los chillidos que dieron todos viéndoles hacer eso fueron con segundas, como si los dos que bailaran llevaran el baile a algo mucho más interesante y profundo entre ellos. Ukyo ya no dudaba que algo ocurriría esa noche entre la pareja, y se alegraba por Ranma, porque conocía los sentimientos de su amigo hacia Akane. Daba lo mismo que Ranma hubiera estado con otras chicas en la universidad, incluso con novias, porque el amor que sembró con Akane a la edad de los dieciséis años en adelante había sido muy intenso y le había calado hondo. Por su parte, pensaba más o menos lo mismo de Akane. No habían hablado mucho en ese tiempo, pero creía sinceramente que aún estaba enamorada del hombre del que lo estaban todas, incluso ella cuando estaba en la lista de las prometidas. La noche que se habían encontrado en la discoteca dieron síntomas de alegrarse de verse, pero a la vez había un orgullo marcado que ponía un respeto considerable entre ambos por la pelea de hacía años.
Seguían moviéndose, encerrándose los dos en una burbuja, disfrutando y a la vez olvidándose de quienes los miraban sonrientes. Se estaban acalorando por la actividad y por tener enfrente a la persona con la que querían acaramelarse si fuese posible, dejando de lado el pasado. De esa manera, en un momento dado, Akane se dio la vuelta quedando de espaldas a él, pero pegada a su fornido cuerpo, restregándose con él, balanceándose, bajando un poco. Ranma la acompañaba, teniendo su cabeza en el hueco del hombro de ella. Los dos respiraban agitados, se estaban calentando, y lo sabían. Le cogió las caderas para marcar él los movimientos ahora, sensualmente, de forma pausada y suave. La chica levantó los brazos en el aire por encima de su cabeza, rodeando la de él. Arrimó su cara a la del chico rozándole tiernamente. Aquella caricia era peligrosa, era como pisar una mina en un campo de bombas. La canción iba a terminar dentro de poco y sabiéndolo se cambiaron de posición de nuevo para quedar de frente. Ranma la seguía teniendo cogida por las caderas, no quería soltarla ni lo haría mientras pudiera. Se estaban mirando profundamente, la canción ya terminaba, pero ellos estaban nadando en los ojos contrarios, hablándose, preguntándose, enamorándose otra vez.
—¡Hey vosotros, que la canción ya ha terminado! —dijo Mousse pegando después un trago a su cerveza.
—Sí eso, que os habéis encendido mucho guapos —habló Shampoo riendo por el espectáculo que habían dado, una sesión de insinuación y coqueteo pura y dura.
—Bueno, creo que aquí va a haber más fiesta después de que nos larguemos todos —soltó Keiko bastamente haciendo reír a todos excepto a los tórtolos, que seguían mirándose el uno al otro.
—Si queréis nos vamos para que podáis continuar con la juerga solitos —comentó Ukyo alzando la voz para que la escuchasen. Los dos de la mesa se giraron y separaron algo sonrojados por el comentario.
—¿Qué dices Ukyo? —preguntó Ranma bajando. Todos les aplaudieron fuertemente a los dos una vez llegaron a tierra; la fiesta había sido un auténtico éxito y más con ese final.
—No, que ya se hace tarde y deberíamos irnos a casa, ¿verdad chicos? —mencionó dirigiéndose a la mayoría.
Ukyo sonrió, le estaba preparando el campo de batalla para quedarse a solas con Akane. La mayoría asintió y todos se empezaron a mover y levantar para irse yendo, no sin antes darles las felicitaciones por el gran baile y la gran fiesta a Ranma, a Aiko y a Kitami. La gente fue desapareciendo poco a poco. Keiko recogió a Syuho y se lo llevó con él para dejarle en casa, algunas de las parejas también se marcharon por su cuenta, los viejos amigos se despidieron prometiendo volver a quedar más a menudo, y los de la universidad se despidieron hasta el lunes para las clases. Ukyo, Akane, Aiko, Hiroshi y Yuka fueron los últimos que quedaron. Ayudaron a recoger por encima los desperdicios de latas, botellas, bolsas de comida, y otras cosas que habían quedado desperdigadas. Poniéndose su abrigo, Hiroshi se dirigió a Akane:
—Akane, nos vamos —dijo refiriéndose a él y a su novia.
La chica en realidad no quería irse, deseaba quedarse un poco más para estar un rato a solas charlando con Ranma, pensaba que era una buena ocasión.
—No te preocupes Hiroshi, ya la acerco yo a casa —interrumpió Ukyo salvándola de tener que dar excusas. El chico miró a Akane para ver si así quedaba la cosa, y viendo que ella asentía se despidieron y se fueron. Posteriormente, Akane le dio las gracias a Ukyo por haberla ayudado a quedarse. Por respuesta recibió un guiño gracioso. Ranma salió de la cocina y vio a las dos jóvenes recogiendo.
—Bueno, creo que ha sido una gran fiesta —dijo contento.
—Ya te digo, sobre todo por ese bailecito, ¿eh, Akane? —intervino Ukyo de forma diablera y sonriendo traviesamente. Los aludidos se miraron y se sonrojaron, siendo Akane la primera en apartar los ojos.
—Sí, supongo que sí —contestó él ayudando también—. Gracias por quedaros a ayudarme, podéis marcharos si queréis, ya termino yo con lo que queda.
Ukyo cogió unos vasos y se encaminó a la cocina, parándose antes al lado de Ranma y susurrándole algo que Akane no pudiera oír.
—Yo de ti serviría una copa a la señorita y me sentaría a hablar con ella. —Para luego irse como si nada.
El joven sonrió, le conocía. Sabía que tenía razón, lo que quería era estar con Akane, hablar con ella, sentirla cerca, verla, escucharla, tocarla, besarla, acariciarla. Pero aquello último se salía un poco de la realidad. Haciendo caso a su amiga movió ficha.
—¿Akane, quieres tomar una copa? —preguntó acercándose a ella.
La chica asintió y pronunció un simple 'vale'. Los dos sabían de sobra a donde les podría conducir aquello, pero querían ver si sucedía de verdad. Por lo tanto, Ranma se puso a servir dos vasos.
Tras unos quince minutos, Aiko y Ukyo aparecieron en el salón y vieron a la pareja sentada en el sofá hablando animadamente. Siendo rápidas, las chicas se despidieron intentando no interrumpirlos demasiado. Salieron por la puerta pitando dejándolos por fin solos. Tras eso hubo unos segundos de silencio, que rompió ella continuando con la conversación.
—De verdad que me gusta tu casa —le dijo pegando un sorbo a la copa.
—¿De veras? —«Pues a mi me gustas tú», pensó mentalmente Ranma.
—Sí, es un estilo que pega contigo —dijo mirando alrededor.
De pronto, sin previo aviso, Ranma la besó anhelosamente. Ella se sorprendió, pero correspondió al momento intentando continuar el beso cuando él ya se estaba separando. Se miraron a los ojos y él percibió que lo había hecho bien. Akane dejó la copa sobre la mesa y se arrimó al chico. Estaban sentados juntos, con las rodillas hacia el otro, él con el brazo por detrás de ella sobre el sofá, ella con las manos juntas encima de su regazo.
—Decía que... ¡Mmm!
La joven había vuelto a ser secuestrada por los labios del chico con fervor. Ranma tocó su cadera con una mano queriendo abrazarla más intensamente, pero conteniéndose un segundo después. Cinco minutos más tarde, ambos estaban besándose apasionadamente, acariciándose, rozándose sin decir nada, sólo viviendo con ganas esos momentos. Tras separarse unos segundos en los que se miraron intensamente a los ojos, ella apretó su abrazo alrededor de su cuello y él apretó el suyo en la cintura.
—Quédate conmigo esta noche —le pidió sereno. Sabía de antemano que aquella sugerencia podía ser arriesgada.
Ella retiró los brazos y se separó algo más mirando hacia la mesa que tenían enfrente.
—Con una condición, que no hablemos del pasado y que no mezclemos nuestros sentimientos —sentenció.
Ranma se sintió como si le hubieran echado una jarra de agua fría. Seguía enamorado de ella, o eso creía, y querría habérselo expresado si acababan acostándose. Pero por lo que veía, las cosas no eran tan fáciles. Sin pensarlo dos veces accedió. Si ella sólo quería sexo, lo tendría. Él con hacerla suya una noche tendría suficiente, aunque lo más seguro es que quisiera repetir otro día, y otro, cosa que no sucedería a menos que iniciaran una relación.
—Eso han sido dos condiciones, pero acepto igualmente. —Y se lanzó a besarla profundamente recostándola en el sofá.
