Segundo, la Desinhibición

Estuvieron bastante rato con los labios unidos, acariciándose superficialmente con las manos. El silencio que se había sembrado en la casa después de que sus otros amigos se hubieran marchado estaba siendo corrompido por sus alteradas respiraciones, el sonido de sus besos, y de algún gemido. Ranma estaba sobre ella, entregándose en lo que hacía de manera impulsiva, disfrutando de algo con lo que más de una vez en los años de separación había soñado. Akane, por su parte, le palpaba la espalda, notando sus trabajados músculos. Estaba totalmente inmersa en su goce personal, queriendo permanecer en esa situación eternamente.

Ranma cayó en la tentación de rozarla en el pecho y consiguió por respuesta un jadeo de satisfacción. Akane se movía inquieta debajo de él, deseando que no parara de besarla y tocarla. Ranma, que se había puesto en acción en muy poco tiempo, decidió meter su mano debajo del jersey fino para tocar piel en lugar de tela. Fue erizando el camino hasta el seno pasando por la tripa y las intranquilas costillas. Akane se asombró de su decisión, pero le dejó seguir. Le estaba gustando lo que le hacía y sabía que antes o después, si se iban a terminar acostando, iban a tener que rozarse en sitios más íntimos. Se miraron unas cuantas veces, transmitiéndose mensajes distintos con los ojos, pero no preguntaron ni dijeron nada al respecto.

Llegó un momento en el que Akane, haciendo un esfuerzo de voluntad por tener que parar de besarle, sugirió ir a la habitación para seguir allí. Ranma la observó acalorado y tierno, retirando su mano de donde la había tenido y dándole un ligero beso en los labios antes de incorporarse. Una vez de pie le tendió la mano para levantarla del sofá y guiarla por la casa.

Caminaron por el semi alumbrado y amplio pasillo al final del cual Ranma abrió la puerta de la izquierda. Ambos entraron despacio en el oscuro cuarto. Él encendió la primera luz que introducía a la habitación. Con ella, Akane pudo observar cómo se situaban la mayoría de los muebles en el espacio. Se dio cuenta de que ocurría como en el salón, para acceder a la cama y al dormitorio en sí se tenían que bajar un par de peldaños. Desde la entrada, ella divisaba un baño enfrente, a escasos dos metros, y un armario oscuro frontalmente cubierto de espejos en la pared de la izquierda. La mayor parte de la habitación se extendía hacia la derecha. Ranma se soltó de Akane y se fue a encender las lámparas de las mesillas de noche. Ahora era posible apreciar con claridad los detalles de la estancia. Akane fue archivando en su mente lo que su retina captaba. Parecía un lugar lleno de comodidades y lujos; era evidente que Ranma tenía soltura económica, eso se podía deducir viendo sólo la casa. Tras bajar los peldaños, pisaron moqueta en lugar de parquet. Akane se dio cuenta de los otros muebles, como los armarios, al estilo del primero, de madera antigua, la colcha y las almohadas de la cama, el televisor en una de las esquinas del cuarto, la mesa y silla cerca de la gran ventana, adornada con cortinas echadas, el confortable sillón, y un equipo de música en un estante, cerca de otras decoraciones, libros, y fotografías. Él volvió sobre sus pasos, apagó la primera luz y cerró la puerta, oyéndose como se anclaba. Akane esperaba de pie, nerviosa, empezando a cuestionarse si estaba haciendo lo correcto. ¿Era eso lo que quería? ¿Acostarse con él? Una respuesta rápida bombeó su mente sin razonamiento alguno diciéndole que «Sí», y por otra parte, como si escuchara un eco, presentía las palabras que le decían lo contrario: «Te estás haciendo daño a ti misma». Volvió a la realidad cuando sintió el contacto de las manos de Ranma en su cintura, que la atrajo hacia su cuerpo.

Colocó sus pequeñas extremidades en sus pectorales, a ambos lados de la apertura de la camisa negra. Fijó su vista en su cuello y en la parte del pecho que se divisaba entre la prenda. Ranma se detuvo a mirarla a los ojos, y esperó a que ella correspondiera. Akane, que se sintió observada, levantó su vista conectando al fin con él. Aquello fue un flechazo mutuo. Se habían dado justo en el corazón, un disparo certero al centro de la diana, al núcleo en ebullición de los sentimientos que sentían por el otro. Sensaciones como el amor, la ternura, la posesividad estaban siendo desterradas de la tumba en la que habían estado unos cuantos años, errantes, pero no perdidas. Sin más preámbulos, Ranma la besó largo y tendido, profundamente, insinuando su satisfacción de estar con ella y no otra persona. Rozaba los labios rosados con pasión y delicadeza, alternándose, denotando seguridad, atracción, agrado, y cariño. Akane sentía todo eso y más, pero quería alejarse de aquello, de la tentación de fundirse en sus brazos y de entregarse sin más. Eso no era precisamente en lo que habían quedado. Rompió el beso separando su rostro algo de distancia. Ranma se extrañó.

—¿Pasa algo? —preguntó confuso ante la reacción de ella.

—¿Mmm? —dijo haciéndose la sueca—. Eh, no, no

Puso sus manos sobre el primer botón de la camisa, que pedía a gritos ser desabrochado. Mientras lo hacía, Ranma le levantó la cara cogiendo su mentón y alzándoselo con la mano.

—Si pasa algo me lo puedes contar —dijo dulce y tranquilo, mirándola comprensivo.

Akane se sintió desbordada, abatida totalmente frente a sus ojos y su preocupación. Por unos segundos fue incapaz de pensar, sólo se relajó como recordaba no haberlo hecho en mucho tiempo.

—De veras que no me pasa nada —señaló yendo a besarle superficialmente para reafirmar lo dicho tras unos segundos de lapsus.

Continuó desabrochando la camisa lentamente. Sus bocas se separaban cada pocos segundos, rozándose, sonriendo por el juego. Actuaron como si no hubiera pasado nada. Ranma volvió a atacar, yendo directo al cuello de la chica, abrazándola en la ida lo más estrecha y cariñosamente que pudo. Aspiró la fragancia del cabello de su amante algunos segundos, cerrando los ojos, llenándose de ella. De momento, había disfrutado como un niño pequeño, un adulto aún adolescente en varios aspectos que no experimentaba en mucho tiempo el estar realmente con la persona a quien deseaba.

Akane, sin embargo, se puso como meta ser inmune a sus indirectas físicas. Las verbales, en parte, le estaban prohibidas si quería acostarse con ella, al menos era una de las condiciones, "no mezclar sentimientos, no hablar del pasado". Pero las cosas no se estaban desarrollando a su favor. Al romper el beso, Ranma la observó fijamente, transmitiéndole con los ojos todo aquello que no podía decirle. Akane sabía que esos irises azules le estaban dando lo que ella tanto anhelaba, su afecto. Se recompuso en cuanto pudo y volvió a huir de su mirada. Se culpó interiormente por ser tan débil en cuanto a sucumbir a los encantos del joven, y más que encantos, sus maneras de seducirla, de conducirla al terreno que él quería y al que ella se había propuesto no llegar. No podía permitir que el amor se interpusiera, pues Akane sabía que si así ocurría, le traería muchos problemas. De un momento a otro, quiso meterle prisa al asunto.

—Ya va siendo hora de que entremos en acción, ¿no? —dijo desabrochando el cuarto botón—. Me encantan los juegos previos, pero… —Besándole jugosamente un pectoral que iba siendo descubierto y tocándole con las manos el abdomen encima de la tela se interrumpió a sí misma—. Sabes, tu cuerpo ha cambiado a mejor en estos años —susurró mullendo sus labios de nuevo en la misma zona—. Ahora estás mucho más… —Mirándole un instante para acabar su frase con entusiasmo, dando un apretón fuerte en su nalga izquierda—. ¡Potente!

Ranma sólo pudo reír de forma natural por el comentario.

—Bueno —dijo acariciando insinuante con las yemas de los dedos el cuello de la chica—, tú tampoco estás nada mal —afirmó memorizando sus rosadas facciones por la agitación de los besos anteriores—. Al menos de lo que puedo apreciar con la ropa que llevas puesta.

Aquello insinuaba carta blanca para empezar a desnudarse, o así lo entendió ella. Extrañada, sentía que aún se retraía frente a él en cuanto a desnudez se refería. Ideas confusas comenzaron a merodear por su mente pensando que su cuerpo no era lo suficientemente bonito. Sus caderas las consideraba anchas, sus pechos pequeños, y su trasero lo consideraba del montón, por no decir plano. A pesar de ello, intentando estar a la altura, no se echó atrás.

—Ya iremos viendo a través de la noche qué sabor tienen nuestro cuerpos, ¿no te parece? —Desabrochó la camisa negra y se la echó hacia atrás, dejando su torso y corpulentos hombros al descubierto.

—Por supuesto —agregó él.

Akane, después de darle caricias y recibir lo mismo, no pudo soportar la intensa mirada con que Ranma la cortejaba. Prefería ser ciega en esos instantes antes que enfrentar su mirada. Tras pensar por unos momentos, la bombilla se encendió en su cabeza a la vez que se dejó atrapar por los labios del chico. Ambos sonrieron al distanciar sus bocas, él de satisfacción y ella de alivio por haber encontrado solución a su problema. Dio un par de pasos hacia atrás y se empezó a quitar el fino jersey de cuello alto que llevaba. Los atentos ojos de Ranma enloquecían con el espectáculo que le brindaba sin entender a qué venía el despojarse tan repentinamente de la ropa.

—¿Tienes un pañuelo? —Sonó cálida tras la prenda de la que se deshacía lentamente con los brazos a través de la cabeza.

Su busto fue apareciendo gradualmente mostrando su vientre, sus senos cubiertos por un sujetador negro de encaje, y sus hombros.

—¿Un pañuelo? —preguntó poniendo cara de poker.

—Sí, un pañuelo —repitió lanzando la prenda sobre la silla que había al lado de la ventana, frente al pequeño escritorio.

—¿Puedo saber para qué? —cuestionó poniéndose la camisa correctamente pero sin abrocharla.

—Lo sabrás en cuanto lo tenga. Anda, vamos —le animó acercándose melosamente—. Porfa... —Rogándole con unos ojos de niña pequeña.

Ranma fue hacia uno de los armarios.

—Te da igual como sea, ¿no?

—Sí, da igual. Bueno, si es grande mejor —respondió Akane. Aprovechó que él estaba de espaldas buscando el pañuelo para colocarse los pechos mejor en el sujetador y alborotarse un poco el pelo. Ranma volvió y le tendió el trozo de tela.

—Aquí tienes.

—Gracias —dijo sonriéndole y cogiendo el pañuelo de seda color burdeos. Lo empezó a doblar de forma que quedara como una fina banda.

—La noche se va a poner más que interesante —se susurró a sí misma sin que él la escuchara. Ranma ya se imaginaba para qué lo querría. Después de todo, era de suponer.

—¿Me lo atas por favor? —pidió ella dándose la vuelta y sujetando las tiras alrededor de su cabeza para que se lo anudara.

—Ajam. —Sonó él concluyente—. Conque era para esto para lo que querías el pañuelo, para perderme de vista, ¿eh? —bromeó sabiendo que en el fondo quería evitar mirarle. Le ató el pañuelo.

Akane rió nerviosa.

—Puede que no te vea —habló neutral pegando su espalda y cuerpo contra el de él—, pero te siento —dijo cogiéndole el trasero de sopetón por detrás para que comprendiera.

Akane reposó su cabeza en uno de los hombros del chico, quedando ambos rostros cerca, casi tocándose con la mejilla. Ranma la besó efímeramente en el pómulo llevando sus manos a su cintura.

—¿Te excita más hacerlo con los ojos vendados? —preguntó interesado.

—Puede. Depende del momento —dijo en voz baja—. Es bastante morboso y a la vez fascinante, porque no ves nada y tienes que agudizar el resto de tus sentidos. Te lo recomiendo si no lo has probado —finalizó Akane sonriendo hacia él.

—Yo prefiero ver como la otra persona disfruta. —Y con su boca detrás de su oreja añadió—: En todos los aspectos.

—Bien, es otra opción. Pero yo he decidido que esta noche me guíes tú. —Continuó rozando de vez en cuando su nariz en su mandíbula.

—Descuida —murmuró buscando su boca, primero perfilando la piel que llevaba a su barbilla y cuello, y luego lamiendo ligeramente, humedeciendo los labios de Akane con fervor.

Se sintió más tranquila. El pañuelo la había aliviado mucho, aunque por otra parte sabía que se había puesto en desventaja. Ranma le masajeó los senos, empezando suavemente para luego ir haciéndolo con más fuerza. A partir de ese momento decidió ir con pies de plomo sobre el cuerpo de Akane, yendo a por todas para tener sexo con el que divertirse, dado que Akane no le había dejado otra alternativa.

Akane dio un par de gemidos, e intentó contenerse. Hasta entonces, Ranma se había recreado por encima del sujetador. Pero sin que fuera un obstáculo, sus habilidosas manos resbalaron debajo de él, agarrando uno de los pechos impetuoso. La otra mano se fue hacia el pantalón ajustado de la chica. Sin querer complicarse la vida, Ranma se abstuvo siquiera de meter su mano en el pantalón; directamente la introdujo entre las ingles de ella, encima de la prenda, haciendo fuerza con los dedos en esa zona tan sensible, queriendo ponerla al cien por cien. Lo consiguió. Akane pegó un respingo por el placer, incluso rompiendo el beso profundo que se habían estado dando. Queriendo tomar el control de la situación, Akane intentó separarse de él empezando a distanciar su espalda de sus pectorales y su abdomen. Pero Ranma no estaba ya por la labor de esperar y aguantarse. Volviéndola a besar con determinación la aprisionó entre sus brazos según los tenía, amasando su pecho con vigor una vez más y repitiendo enérgicamente lo que había realizado unos segundos antes en su parte íntima. Akane quedó sometida por un instante sin poder reaccionar. De manera brusca se separó dándose la vuelta y quedando de frente a él, con los ojos vendados.

—¡Eres un...!

—¿Qué? —masculló alzando la voz adrede e interrumpiéndola—. ¿Qué pasa ahora? —preguntó acercándose a Akane y cogiéndola por las caderas para amarrarla.

—¿Es que ningún hombre te ha tocado así o fui yo el único? —Bajó su cabeza para ir a besarla de nuevo en la boca.

Con las manos sobre sus pectorales, Akane intentó impedirle acercarse más. Con una sonrisa arrogante le contestó enrabietada.

—¡Ja! ¿Pero dónde te crees que vas listo? —le gritó en la misma forma burlona que él había utilizado desde el principio.

Se estaban empezando a picar igual que cuando eran jóvenes, con la diferencia de que ahora lo más seguro es que no acabaran pegándose o peleándose.

—¿A qué viene este cambio? —pronunció más serio. Al no escuchar respuesta, decidió actuar por su cuenta, y la empujó unos cuantos pasos para tirarla sobre la cama y caer sobre ella. Akane dejó salir el aire rápido al tener todo su peso encima.

—Ranma… —dijo molesta y sorprendida al verle comportarse de aquella forma—. Tranquilízate, ¿vale? No seas burro, o…

—¿O qué? ¿Me vas a amenazar? ¿Te vas a negar? —chuleó sin importarle mucho lo que ella pudiera decirle.

—¡Quítate! —ladró intentando deshacerse de él.

Ranma respondió haciendo más fuerza aún, cogiéndola por las muñecas y poniéndoselas a ambos lados de la cabeza, en total dominio.

—¿Por qué te resistes? Me has dicho que quieres que te guíe esta noche.

La miró a la cara aún con el pañuelo puesto. Sin contestar, Akane simplemente giró su cabeza hacia la derecha en gesto de resignación por no poder escapar de sus garras. Ranma sonrió.

—¿Te estás haciendo desear? —preguntó con retintineo queriendo que le respondiera—. Porque si es así lo estás consiguiendo.

La fue besando en el cuello que tenía al descubierto. En silencio, descendió gradualmente hasta uno de los senos cubiertos por la insinuante prenda interior de encaje. Akane lo sintió e intentó zafarse del agarre en sus muñecas, pero le fue imposible.

—No quieres colaborar, por lo que veo. —Sonrió—. Todavía resistiéndote como una niña pequeña.

Volvió a su pecho, mordiendo con los dientes el borde del sostén para bajarlo y así excitarle la piel de la mama y el pezón.

—No pienso moverme de aquí hasta que participes —afirmó inclinándose de nuevo a su tarea.

Akane estaba que echaba chispas en su interior. Por una parte le repateaba que él fuera con esos aires de superioridad, de hombre manipulador, pero por otra, esa misma reacción que Ranma estaba teniendo la estaba derritiendo por dentro, provocándole incluso aún más ganas de acostarse con él. Los placeres no se hicieron esperar y sucumbió a él.

—Ven —susurró con voz ronca después de haber estado callada tanto tiempo.

Ranma obedeció y subió a su mentón. Akane buscó a tientas su boca levantando algo la cabeza del colchón, y antes de que él se dejara besar susurró:

—Así me gusta.

Ranma deshizo lentamente la presión de sus estrechas muñecas, observándola unos instantes.

—¿Vas a oponerte a todo lo que te haga? —preguntó en un tono más calmado, queriendo saber si iba a ser una lucha contínua el avanzar para tocar, desnudar, en fin, acostarse juntos.

Eran más de las tres de la madrugada, y el día había sido largo para él, habiendo tenido que hacer muchas cosas a lo largo de la mañana, entre ellas entrenar, y por la tarde noche, ocuparse de la fiesta con Aiko y Kitami. Estaba algo machacado. Pero eso le daba igual si estaba con ella. Temía que Akane se echara atrás ante sus ataques de lujuria.

—Responde Akane —advirtió. Le repateaba que no lo hiciera. «¿Acaso está jugando conmigo?», razonó el chico. Si no iban a hacer nada, para qué tomarse tantas molestias. Aunque no perdía la esperanza.

De repente, Ranma se levantó bruscamente, poniéndose de pie, dejándola confusa. Se quitó los zapatos y calcetines tirándolos de mala gana al suelo. Enfadado en sus gestos y movimientos se dirigió a la salida. Sin mucho ánimo abrió la puerta de su propia habitación. En un último momento la divisó sobre la cama, todavía tumbada en la misma posición.

—Estaré por el salón. Que duermas bien —dijo antes de pegar un portazo.