Cuarto, la Realidad
Quedaron abrazados y relajados tumbados sobre la cama. Ranma sonrió en la frente de Akane recordando. Eso último que le había dicho le había hecho vivir de manera más intensa las sensaciones finales de su cuerpo. Miró hacia abajo y la vio con los ojos cerrados. Se sentía completo y renacido de sus cenizas. ¿Hacía cuánto que no se sentía así con una mujer? ¿Sería porque era Akane y ya se conocían de antes? Sabía que ese era su lugar, estar al lado de ella. La besó cariñosamente en el pelo.
—Eso último que me has dicho me ha sentado muy bien.
Ranma no iba a negarlo, ni tampoco a hacer como si esas palabras no tuvieran su valor. Ya no era un crío, si ahora esa confesión le había ensanchado el corazón, no dejaría que ella se fuera sin saberlo.
—¿Eh? —Akane se sorprendió, escondiendo un poco la cabeza, no esperándose que él abordara ese pequeño detalle nada más acabar. Se puso intensamente roja y aunque intentaba ocultar su rostro, Ranma no le dejó mucha opción, pues se separó algo de distancia para mirarla. Sonrió anchamente al verla como una cereza.
—Bueno, ya sabes —dijo nerviosa—, el momento ha sido tan, tan… —No le dio tiempo a terminar.
—Intenso —afirmó él surcándola con la mirada, disfrutando de su sonrojo y aparecida timidez.
Hubo un pequeño silencio.
—No tienes que explicarme por qué lo has dicho, sólo me gustaría saber si al decirlo lo has sentido de verdad o lo has dicho por decir —susurró Ranma en su oreja.
Akane reaccionó súbitamente, como si poner en duda la credibilidad de sus palabras la hubiera ofendido.
—¡Claro que lo he sentido! A ver si te crees que digo cosas de ese estilo al azar —respondió mirándole directamente a los ojos frunciendo las cejas.
Akane entendía que a lo mejor ese 'te quiero' había salido muy de sopetón, que lo más seguro es que esa noche no fuera el mejor momento para haberlo dicho, pero también sabía de sus creencias en cuanto al amor, y sabía cómo era su corazón, traicionero cuando menos se lo esperaba.
—Vale, vale. Era más curiosidad que otra cosa. Si es así, entonces me alegro. —La estrechó contra sí suspirando agradecido y con suavidad—. Me gusta que me quieras, Tendo, o que aún lo hagas.
Esbozó una gran sonrisa, seductora, que Akane no se perdió. Fue por ese gesto y no tanto por las palabras que ella también sonrió divertida.
—No seas tonto, Ranma. —Hizo que su sonrisa le cautivara, bordándola de falsa inocencia. Se irguió en su posición sentada—. No te hagas ilusiones —avisó.
Ranma achinó sus ojos, contemplándola. Comprendía el significado y trasfondo de aquellas palabras. No es que le chocara, pero al final le hizo gracia, porque aunque él mismo buscara algo serio a lo que aferrarse se daba cuenta que de una sola noche tras casi cuatro años de separación no iba a surgir nada especial, sólo una buena compañía, un bonito recuerdo y tal vez una reencontrada amistad.
—Tranquila, marimacho. Ya sé que sólo venías a por un buen polvo, no te preocupes —pronunció de manera divertida.
Sin embargo, el resultado no fue el esperado, ya que Akane entristeció la mirada.
—Te equivocas, eso no es verdad. Puede que al principio esa fuera la idea, pero… pero de todos modos, si hubiera sido así, ¿te habría molestado? —dijo ladeando su cabeza para mirar hacia otro lado.
Intentó retirar sus brazos de su cuello, pero Ranma, viendo la jugada, no se lo permitió. Echó su cabeza y cuello hacia atrás para retenerla. Le tomó los antebrazos para que no se alejara.
—Akane, era una broma —dijo asombrado por la actitud defensiva—. No lo he dicho con mala intención. No te tomes en serio todo lo que digo. Me da igual si sólo querías sexo. —«Bueno, en realidad no me da igual», pensó mentalmente. La acercó a su pecho—. A mí lo que me importa es que nos lo hemos pasado bien —dijo intentando descifrar si le estaba creyendo o no—, que después de tanto tiempo sin habernos visto ni hablado, pues que ha valido la pena el que vinieras a la fiesta. Ojalá todos los reencuentros fueran así.
Akane dejó escapar un suspiro y sonrió. Le abrazó buscando refugiarse de nuevo en su cuerpo y dejó caer sobre la piel de su mandíbula varios besos.
—Te has portado muy bien conmigo, te lo agradezco —reconoció—. A pesar de lo baka que sigues siendo, sabes manejar las situaciones mejor que antes.
—Hey, ¿cómo que baka? —preguntó divertido con cara de ultrajado.
—Yo sigo siendo una marimacho, ¿no?
Ranma hizo una mueca de derrota, pero la cambió por una sonrisa y un acercamiento a ella. Akane quería empezar a preguntar muchas cosas, acerca de lo que pasó, sobre su nueva vida, pero se acobardaba.
—¿Qué quieres que hagamos ahora?
—Em, podrías empezar por desatarme, si te parece —contestó moviendo sus manos—. Se ha vuelto un poco incómodo.
—Pero entonces te escaparás. —Negó con la cabeza—. No quiero que te vayas —añadió con doble sentido que esperaba ella captara.
—No me voy a ir a ninguna parte, Ranma. Vamos, ¿no te gustaría que te abrazara en condiciones? —Intentado con esa frase que la liberara para su propio beneficio también.
La miró dudoso, pero terminó cogiendo sus manos para desatar el nudo.
—Más te vale no hacerme una treta o iré tras de ti.
Para su alivio y sorpresa, cuando Akane tuvo las muñecas y manos libres se tiró sobre su pecho, en un arranque de atrevimiento, y le abrazó con todas sus fuerzas y ganas, sonriendo.
Después de aquel agradable instante, Akane quedó tumbada sobre él con el torso erguido. Se miraron en silencio, escrutándose, reconociendo de nuevo los rasgos en sus caras, la adquirida madurez. Ranma atinó a descifrar la expresión de Akane.
—Habla —le dijo abiertamente.
—¿Por qué? —respondió haciéndose la sueca, rozando su hombro desapercibidamente, como un entretenimiento más.
—Porque lo veo en tus ojos. Quieres decir algo y me interesa saberlo.
—Es tarde, ¿no crees que deberíamos dormir? —Huía malamente con su vista.
—No me evadas, Akane. —Ranma frunció sus cejas—. Dime lo que está rondando por tu cabeza, no tengas miedo. Vamos, sé que hay algo que te estás callando —insistió.
Akane rebufó, rindiéndose y separándose, quedando tumbada boca arriba, cosa que a él no le gustó.
—Ranma, no quiero estropear el momento. ¿Por qué quieres saber? Además, no quiero discutir precisamente ahora. —Queriendo decir más pero apagando la voz de su interior, ese no era el momento adecuado.
Ranma se puso de lado, se apoyó en un brazo sobre la cama para alzarse cerca de ella, observándola algo escéptico.
—¿Das por hecho que discutiríamos? —Dejó pasar unos segundos deduciendo—. Es por lo de hace cuatro años, ¿verdad?
—Supongo que sí. —Akane giró su cara al lado contrario—. Pero no creo que sea un buen momento para hablar de ello. —Se sentó en el borde del colchón dándole la espalda.
—Sigues molesta, ¿no? —quiso saber con un tono grave, casi exigiendo.
Ella le miró efímeramente encontrando en sus ojos tristeza mezclada con determinación.
—Ranma, ahora realmente no sé exactamente lo que siento. No esperaba acabar en tu cama así, estar desnuda delante a ti, ni siquiera pensaba venir a la fiesta —consiguió decir teniéndole a su espalda, sabiendo que sus oscuros ojos estarían analizándola. La situación se le estaba yendo de las manos, todo estaba dando un vuelco que podría arruinarlo todo.
—Pero tú querías que esto ocurriera, si no, no te habrías quedado. Tú ya sabías a dónde llevaba esto, y no me digas ahora que no sabes lo que sientes. Si lo que pasa es que aún estás herida, ese es tu problema. Yo creo que ya ha pasado el suficiente tiempo para que me perdones, aún cuando yo no tuve toda la culpa de lo que pasó. —Reemprendió decidido, sabiendo que llevaba razón.
—¿Ves porqué te puse condiciones si me quedaba? Estamos sacando los trapos sucios del pasado —señaló sin mirarle a la cara.
—Has empezado tú. Tú eres la que muestra que no se puede avanzar si no se habla del tema.
Akane se giró violentamente para encararlo.
—¡Oye, no sé por qué te haces el ofendido cuando fui yo la cornuda! Deja de actuar como si no hubieras hecho nada, ¿vale? —dijo con unos ojos que reflejaban venganza. Pero cesó tan rápido como apareció.
Ranma se sorprendió abriendo los ojos como platos. Lo tuvo claro. No permitiría que Akane se fuera sin saber la verdad. Se sentó y fue a por sus boxers para ponérselos de nuevo. Le lanzó a ella su camisa negra para que se tapara.
—De acuerdo. Vamos a hablar, a aclarar lo que tendríamos que haber aclarado en su momento, porque veo que en realidad no sabes nada.
Akane recibió la camisa en un vuelo y la dejó por unos momentos sobre sus muslos, algo extraviada con las palabras del chico.
—Mira no, déjalo Ranma. De verdad, yo paso de enfadarme contigo. Esto ha estado muy bien, nos hemos visto, nos hemos reído, hemos echado un buen polvo. Ya sabes, eso es todo, yo mañana me iré y seguiré con mi vida. —Dio a entender muy desinteresadamente, no queriendo entrar en más detalles, más por miedo que por otra cosa.
Ranma se paró de golpe quedando de pie, observándola, quedándose con lo de 'un buen polvo'. Aquella expresión no le gustó nada, porque pensaba que había sido justamente lo contrario. Le parecía que Akane usaba a su antojo lo que había pasado esa noche y no se lo iba consentir, no quería que jugara con él. Además, quería que hablasen.
—Ah… ¿Ahora es un buen polvo? —pronunció con desagrado acompañándolo de una mirada fiera y fruncida—. Pues entonces bien que te la he metido, ¿no? Tanto que no has podido evitar decir que me querías —escupió sabiendo que lanzaba una daga hiriente.
Akane arrugó su frente y sus ojos con enojo, ardiendo en llamas su mirada por lo que Ranma acababa de decir. Ranma continuó andando por el dormitorio para llegar hasta el armario y coger una camiseta que se puso. Ante el silencio de ella dijo lo que pensaba sin cortarse un pelo.
—Sabes, no puedes ir por ahí acostándote con la gente y hacer al día siguiente como si nada. —«Y menos conmigo y más siendo tú», pensó.
—¿Cómo que no? Si eso es lo que yo quiero puedo hacerlo porque me da la gana, y más si sólo ha habido sexo —respondió ella a la defensiva poniéndose la camisa negra, tapándose y abrochándose los botones.
—Ya, pero es que justamente lo de antes no ha sido sólo sexo. Vamos, no juegues conmigo Akane, al decir eso me siento como si me hubieras utilizado. —Abrió la puerta de su habitación y la miró a los ojos fijamente y con severidad—. ¿Vienes al salón?
Unos momentos pasaron hasta que Akane se decidió a contestar haciéndole esperar en la entrada del cuarto.
—Ahora iré —murmuró despacio, dándole a entender que él podía adelantarse.
Ranma desapareció, dejándola sola. Akane estaba confusa, no entendía cómo era posible que hubieran estado tan conectados antes y que ahora fueran tan distantes el uno con el otro. Cogió sus bragas y entró al cuarto de baño. Reflexionó sobre las palabras de Ranma y pensó en cómo encarar la siguiente conversación.
Unos minutos más tarde, Akane llegó descalza a la cocina con la camisa negra a la altura de sus muslos y un escote parcial. Se quedó parada en el umbral de la puerta. Ranma estaba bebiendo un zumo que había sacado del frigorífico apoyado en la encimera con los brazos cruzados. Ambos parecían más tranquilos.
—¿Quieres algo de beber? —preguntó poniendo unos vasos en el fregadero, recogiendo superficialmente los restos de la fiesta que habían llegado en una pila a su cocina.
—Con agua me vale —contestó Akane dando un par de pasos para servirse ella misma.
Ranma, que estaba ocupado en ese instante, le indicó donde estaban los vasos. Ella fue a por uno y se acercó a él en el fregadero. Abrió el grifo y se sirvió. Después se giró hacia Ranma, que estaba a su derecha secándose las manos con un trapo. Sintió la necesidad de hablarle para calmar cualquier pensamiento que estuviera teniendo en ese momento.
—Ranma, yo no te he usado —susurró buscando sus ojos.
—Yo tampoco —respondió secamente dando paso a un silencio incómodo.
Akane no sabía lo próximo que debía decir, no entendía siquiera por qué la conversación había tomado ese rumbo. Apoyó el vaso en la encimera.
—Ranma, no sé lo que está pasando, pero creo que has malinterpretado lo de esta noche. No te lo voy a negar, lo de antes ha sido especial. Pero es una noche frente a cuatro años. ¿De veras esperabas algo más? Yo…
—No, no, claro que no —la interrumpió algo cabizbajo, ladeando su vista—. Mira, yo sólo quiero que solucionemos aquel malentendido. ¿Te parece eso bien?
Akane asintió con la cabeza y se hundió interiormente al ver a Ranma tan apenado. Se intentó aproximar para rozar y cogerle un brazo, pero obtuvo un rechazo por respuesta cuando Ranma se irguió y se dirigió al salón con su vaso. Akane se sintió mal, mal porque no sabía si Ranma esperaba que ella se lanzara a sus brazos o porque ella se alejaba de algo que había estado añorando.
Akane fue también al salón y se sentó en el otro sofá, manteniendo una distancia. Pensaba que si él la había rehusado, ella no insistiría.
—Vamos a ver —empezó Ranma—, ¿cuál fue el verdadero motivo por el que discutimos? Dímelo —ordenó en un tono serio y sin vida.
Akane rememoró aquellos días de juventud y también lo mal que lo había pasado.
—Porque estabas con otra —habló cruzándose de brazos y apoyando sus pies en la mesa de madera, mostrando sus piernas.
—¿Porque estaba con otra o porque me viste con otra? No es lo mismo.
—¿Qué más da? Tú ya sabes lo que pasó en el festival. ¿Acaso quieres que te lo relate? —Totalmente sarcástica en esa última pregunta.
—Por supuesto, quiero oír tu versión —dijo serio.
Aquello pilló por sorpresa a Akane. Nunca pensó que pudiera interesarle lo que ella experimentó aquella noche tiempo atrás.
—Pues como recordarás, estábamos en aquel festival. Todo iba genial. Bailé contigo, hablábamos con nuestros amigos y, en un momento dado, nos separamos. Yo me quedé con Yuka e Hiroshi cerca de la barra y tú te medio perdiste por la pista de baile con los otros. No pasaron ni diez minutos cuando te vi con otra chica que no era del grupo. Estabas hablando con ella, muy arrimados, al menos ella. Empezasteis a bailar y os reíais juntos. Al principio no le di mucha importancia, pues sabía que eras un imán para las chicas. —Ranma enarcó una ceja extrañado, le sorprendía que Akane pensara de esa manera respecto a él en aquellos años—. Pero mis celos aparecieron y me crisparon —continuó—, y cuanto más os veía, más me enfadaba. Yuka e Hiroshi no entendían qué estabas haciendo. Me dijeron de acercarme y decirte algo. Que yo supiera, hasta ese momento, tú nunca le seguías el rollo a ninguna. Y bueno, no me acerqué. Os vi demasiado a gusto juntos. Parecía que ya no me necesitabas ahí y me lo dejaste bien claro cuando la besaste. —Suspiró—. Así que me largué de allí. Total, se me habían quitado las ganas de todo.
—No la besé yo —objetó con osadía.
Akane puso una mueca divertida y burlona.
—No me hagas reír, Ranma. La besaras tú o no, el caso es que estabas allí para devolverle el beso —contestó dolida. ¿De verdad Ranma pensaba que no le había visto?
Ranma aguantó unos segundos antes de volver a hablar. Al hacerlo, se encargó de que su mensaje contuviera la necesaria información para explicar el por qué actuó como lo hizo una vez que discutieron en la calle cerca del Dojo.
—Sabes Akane, una de las razones por las que me rendí contigo fue porque nunca llegaste a confiar realmente en mí. Nunca me escuchabas hasta el final. Después de mil escenas, fuera con Shampoo, con Ukyo o con cualquier otra chica, siempre acababa siendo el malo sin siquiera poder dar una explicación. Incluso si te repetía una y otra vez que no iba detrás de nadie, tú casi siempre pensabas lo peor. Me cansé. Acabé harto. —La miró a los ojos—. Por eso, aquella noche, al final de la discusión fuera del Dojo, dejé de rebatirte. Estabas tan alterada y metida en lo que habías visto que no valió la pena intentar convencerte de lo contrario. Cuando me preguntaste si quería que lo dejáramos, decidí que lo mejor era estar una temporada separados, para calmar los humos. —Ranma se dio cuenta de que a Akane se le había cambiado la cara por completo. Estaba muy seria, atenta, y confusa.
«¿Ranma se rindió conmigo?», pensó Akane mentalmente muy decepcionada, escuchando el resto de la frase. Tanto era el dolor rememorado que la venganza se hacía paso cada vez con más fuerza.
—Bueno, al menos eso me demuestra que realmente no te interesaba —dijo Akane intentando que no se notara su herido orgullo.
—¿Ves? Te equivocas otra vez. ¿Acaso no me estás escuchando? Si me fui fue para darnos tiempo, para ver si lo arreglábamos. Pero al volver a las pocas semanas de mi entrenamiento creo que ninguno de los dos tuvo muchas ganas de solucionarlo. Como recordarás, todo empeoró. No hacíamos más que discutir, gritarnos, y pasar el uno del otro. Llegué a pensar que en realidad no te gustaba tanto como me hacías creer y que habías querido cortar nuestra relación desde hacía ya un tiempo. Tuve que empezar una nueva vida. No tenía mucha lógica que me quedara en el Dojo si lo nuestro no iba a funcionar.
Ranma se cruzó de brazos y puso las piernas apoyadas en la mesa, quedando recostado en el sofá como ella.
—Pero Ranma, si lo que me estás diciendo es que fue sólo mi culpa el que todo acabara así… No es verdad, tú… —Akane se atragantó con los ojos acuosos debido a los sentimientos que se sucedían en su interior—. Tú no sabes lo que duele ver a la persona que quieres engañándote, no sabes cómo me sentí cuando te vi con aquella chica. Si con el tiempo te ignoré fue porque estaba dolida y resentida contigo. Pero siempre esperé que volvieras y que lo intentáramos de nuevo. Entonces te fuiste definitivamente —dijo apenas audible. Cogió un cojín de los que había cerca y lo medio abrazó dándose fuerza para no desbordarse.
—No he dicho que fuera sólo tu culpa, yo soy el primer idiota en toda esta historia —comentó enterneciéndose al ver a la mujer algo desvalida rodeando el cojín como una niña pequeña. Le dieron ganas de consolarla de mil formas diferentes, sólo para acabar con aquel problema y aquella conversación. Sin embargo, el hecho de su desconfianza hacia él aún le quemaba por dentro—. Pero si aquella noche al menos me hubieras dado un mínimo de comprensión. Con aquella chica no pasó nada, de verdad. No te engañé. Admito que nos besamos, pero no porque yo quisiera. —Se detuvo para ver si debía continuar, puede que ella no quisiera saber más.
—¿Entonces por qué? —preguntó Akane muerta de curiosidad.
—Aquella chica estaba huyendo de su ex-novio y se colgó del primer chico que vio, y ese fui yo —dijo rápidamente Ranma—. Al principio estaba desesperada, me dijo de esconderla. Así que me separé del grupo y me quedé con ella, mezclados entre la gente que bailaba. Me dijo que la ayudara, que hiciera como si estuviera con ella, como si fuéramos novios. —Acompañó su explicación con gestos de manos y expresiones faciales—. Le dije que ya tenía novia, que buscara a otro con el que montar la historia. Pero en ese momento el ex-novio apareció a varios metros y vi que lo que decía era cierto, buscaba bronca. Ya conté con que tendría que pelear con él después y me puse alerta. —Ranma iba despacio, relatando todo tal y como lo recordaba, sin querer olvidarse nada—. De modo que le seguí el rollo y eso, supongo, fue lo que viste, que bailábamos, que nos reíamos. Estábamos hablando de tonterías. Ella me contaba lo de su ex, que le estaba dando la lata, que no sabía cómo quitárselo de encima. Vimos que su ex se acercaba haciéndose paso entre el resto de la gente que nos rodeaba y fue entonces que me preguntó si me podía besar. —Ranma vio el gesto de Akane, de incredulidad—. No me dio siquiera tiempo a responderla porque se me tiró encima y me besó.
Ranma suplicó en su mente por que Akane le creyera. Sabía que era difícil, pues la situación no daba mucha opción a pensar que en realidad todo había sido porque una chica huía de su ex en lugar de querer ligarle. Percibió también el cambio de postura en Akane, que bajaba las piernas al suelo y se sentaba mejor en el sofá.
—No sé si viste lo que continuó, pero llegó el ex este con muy mala hostia. La cogió a ella del brazo de muy mal modo y empezaron a discutir. Se dijeron de todo, incluso me metieron en medio, no hubieron patadas de milagro. Después de no sé cuantos insultos y amenazas, al final se fue dejándonos en paz. Me quedé un rato más ahí para asegurarme de que ella estaba bien. Me dio las gracias unas cuantas veces por haberla 'salvado' —comentó haciendo el gesto de las comillas—, y se fue. No la volví a ver en el resto de la noche —terminó esperando que la larga argumentación hubiera servido de algo.
Silencio pretencioso y Akane no encontró otra vía que no fuera la humorística para tomarse aquella historia como la causa del daño sufrido. Le miró como una gata felina con las garras a punto de pegar un zarpazo.
—¿Qué hago? ¿Te aplaudo? ¿Te doy una palmada en el hombro? Te digo: 'Muy bien hecho, Ranma. Salvaste a una chica en apuros, pero te cargaste la relación con tu novia'. No sé, estoy más que pasmada de saber que hemos estado cuatro años sin vernos porque preferiste hacerte el héroe a dejarle el papel a otro. ¿Significa eso que la próxima vez que una chica necesite echar un polvo para sentirse mejor también se lo consentirás? —dijo ella aborrecida incluso de lo que decía.
—No sé, dímelo tú —atacó Ranma lanzando otra hacha directa que la hizo quedarse callada—. Eres retorcida, ¿eh Akane? Mira, también me cansa que le hagas burla a todo lo que digo. Parece que crees que te quiero hacer daño adrede. —Ranma se sentó más rectamente en el sofá, con los codos sobre las rodillas, mirándola—. No me hice el héroe y si me cargué la relación fue porque tú también pusiste de tu parte. Una cosa no funciona si dos no quieren. ¿No sé qué más quieres que haga o diga? ¿Quieres que te pida perdón? ¿Es eso? Pues entonces lo siento, Akane, siento que no me entendieras ni que me entiendas, que pienses que hago esas cosas 'sólo' por hacerme el héroe. Pensé que era lo correcto ayudarla. Además, fue un estúpido beso que no significó nada para mí. En aquel tiempo para mí sólo existías tú —dijo soltando el aire de sus pulmones de forma profunda—. Sabes, esta vez pensé de verdad que me creerías o que me darías una oportunidad. Pero ni con esas, ni tras cuatro años —comentó incrédulo, exageró el gesto de sus manos—. Bah, ¿qué más da, no? Si como tú muy bien has dicho mañana cada uno seguirá con su vida. No sé ni por qué me he molestado en contarte lo que en realidad ocurrió.
Akane comenzó a llorar abruptamente viendo a Ranma hablarle de esa manera. Pasó de la normalidad al llanto en un segundo, como si hubiera explotado de pronto todo el rencor y dolor que llevara dentro desde que se separaran.
—No ha servido de nada —medio escupió Ranma. Se levantó quedando de pie algo malhumorado, dando superficialmente por terminada la conversación, aún observándola turbada.
—Me habría… me habría gustado verte a ti en mi situación, si hubieras sido tú el que me hubiera visto besándome con otro —espetó Akane entre lágrimas que corrían sin ser retenidas a voluntad, sentándose mejor en el sofá echándose hacia delante, queriendo retenerlo.
—Los celos me habrían corroído y le habría pegado una gran paliza al chico en cuestión —confesó sentándose de nuevo despacio, pero esta vez en la mesa de madera enfrente de Akane. No quería rendirse esta vez, viendo su confundida y empapada expresión—. Pero se lo habría hecho pagar caro a él por ponerte una mano encima. Porque confiaba ciegamente en ti, Akane, sabía que tú no me harías algo así. —Transformó sus ojos océano en una calma absoluta—. Y si lo hubieras hecho, entonces habría descubierto que en realidad no me querías y me habría llevado el chasco de mi vida —declaró con abatimiento.
—Pero Ranma —habló Akane entre sollozos, respirando entrecortadamente—, ¿cómo podrías no pensar que a lo mejor soy yo la que te estoy engañando? —preguntó queriendo encontrar un motivo para pensar que ella tenía razón, que pensó lo racional en aquel momento.
—Pues porque te quería y estaba enamorado de ti, Akane —enfatizó llamándola por su nombre de nuevo—. Además de que pensaba que nos teníamos la suficiente confianza —respondió sereno queriendo que ella interpretara con ese mensaje la respuesta a todo.
—Pero yo también me sentía así respecto a ti —chapurreó tragando saliva y sorbiendo las lágrimas de vez en cuando.
Ranma hizo un gesto negativo con la cara, acompañándolo de una triste sonrisa.
—No. Tú tenías tanto miedo de que te hiciera daño que dudabas de todo y al final lo pagabas conmigo, fuera mi culpa o no, haciéndote daño a ti misma por desconfiar tanto y haciéndome daño a mí por ver que no confiabas lo bastante en mí.
Akane, tras escuchar eso, se derrumbó llorando con las manos en la cara y los codos en las rodillas. No creía posible que ella hubiera imaginado o montado más del cincuenta por ciento de los problemas que tuvieron.
—La realidad era que nuestra confianza era inexistente —terminó Ranma apesadumbrado por la imagen llorosa que tenía delante.
Pasaron unos segundos en los que Akane intentó controlar su convulsión. Mientras tanto, Ranma le había pasado una mano por la cabeza y parte de la cara, restregando sus mejillas. No pudo evitar consolarla, estaba en apuros y él quería rescatarla.
—No llores por eso, Akane, es parte del pasado. —Quería animarla como fuera porque se le estaba contagiando la pena—. Vaya mierda —dijo con un enfado ligero debido a las sensaciones, unas tan amargas, otras tan aliviantes por la aclaración.
—Ranma —le llamó recomponiéndose, quitándose las lágrimas—, sien-siento haber sido tan inflexible y tan estúpida. Era una cría.
«No puedo creer que haya estado tanto tiempo separada de ti pensando que me habías rechazado. ¡Qué imbécil soy! Cuánto tiempo perdido», pensó para sí misma. «Aunque el muy idiota no lo puso nada fácil».
—Yo también cometí errores. Ambos los hicimos. —La obligó a mirarle con la mano que se posaba en su rostro. Observándose los dos, Ranma provocó al final lo que deseaba con su mirada, que ella mostrara una pequeña sonrisa que borrara la humedad de las lágrimas—. Así está mejor.
Akane terminó calmándose, limpiando sus mejillas con parte de la camisa abierta.
—Creo que deberíamos dormir un poco, es tarde —sugirió al final Akane, pidiendo un descanso a gritos. Ya tendrían tiempo de hablar más en otro momento.
—Sí, buena idea, estoy hecho polvo.
Los dos se levantaron a la vez quedando uno delante de otro, observándose por un instante.
—Ven aquí —remarcó él atrayéndola y rodeándola con sus fuertes brazos, provocando el ansiado abrazo de reconciliación.
Akane chocó contra su pecho inesperadamente por tal acto, aunque no le disgustó, más bien todo lo contrario. Paz. Eso es lo que estaba sintiendo, acompañado de serenidad, una que no había encontrado en los cuatro años anteriores.
—Gracias por escucharme —oyó de los labios del hombre, que se había quitado un gran peso de encima, una carga que había sido arrastrada.
—Te lo debía —contestó aspirando profundamente para después dejar salir el aire en un suspiro que se llevaba toda la tensión restante.
Se quedó más relajada al corresponder el abrazo rodeándolo por la cintura. Ninguno de ellos daba síntomas de querer actuar, ni de querer separarse. Akane apretó su abrazo casi inconscientemente, perdida en el aroma del joven. Con los ojos cerrados estaba sumergida en su propio mundo, entrando en un sueño que empezaba a drogarla debido al cansancio acumulado. Ranma sonrió, tanto interior como exteriormente. Notar que le arropaba con sus pequeños brazos le indicaba que no todo estaba perdido. Además, el hecho de que no hubieran llegado realmente a discutir sumaba puntos a que pudiera salir algo bueno de todo aquello.
—¿Vamos a dormir, Akane? —Miró hacia abajo, viendo que ella se apoyaba casi completamente sobre él.
—Mmm —afirmó la joven con un sonido sin moverse de su postura. Estaba tan a gusto notando su calor…
Fue entonces que Ranma se separó despacio y le tomó la mano para guiarla. Akane se quejó del distanciamiento silenciosamente con una mueca y un abrir de ojos paulatino.
De nuevo en el dormitorio no se entretuvieron mucho. Ranma abrió las colchas y las sábanas, para automáticamente meterse en la cama y apagar las luces. Ella le imitó. El cuarto se quedó oscuro y en silencio. Ya eran altas horas de la madrugada, ciertamente amanecería en pocas horas. Ranma se acostó en el lado derecho, en un principio de cara al techo, no sabiendo si debería de buscar el contacto con ella o no. No se arriesgó y se volteó de cara a la ventana, dándole la espalda a ella.
—Buenas noches —había escuchado decir a Akane—, o casi buenos días. —Sintió que sonreía a su espalda.
Ranma respondió lo mismo, sembrando de nuevo el silencio. Pasaron algunos minutos, y aunque Akane se sentía terriblemente agotada, mantuvo los ojos abiertos en la oscuridad. Estaba mirando hacia arriba, rememorando lo ocurrido desde que llegara a la fiesta hasta aquel instante, con imágenes del pasado entrelazándose. En ese momento no podía creer que estuviera en la misma cama con él, ni siquiera quería recordar que se habían acostado hacía apenas una hora. Todo se volvía borroso de solo pensarlo. Giró su cabeza sobre la almohada en la dirección en la que estaba Ranma, aunque sólo viera una vaga sombra. Le daba la espalda y parecía estar en el mundo de Morfeo, respirando tranquilo. La tentación del roce era una chispa en ella, echarle madera al fuego era cuestión de hacer realidad sus necesidades y anhelos. Se acercó sin hacer movimientos bruscos, arrastrándose como una serpiente en la arena. Cubrió el espacio rápidamente y antes de tocarle se detuvo a mirarle por si se agitaba. Nada. Se acomodó a su figura, doblando sus piernas y pegándolas tras las de él, juntando también su tripa y pecho a su espalda, reposando la cabeza cerca de su trenza y pasando uno de sus brazos por su contorno.
—Akane.
—¿Si? —Su corazón descabritó al oír su voz. Seguía despierto y parecía igual de relajado.
—Mañana no te vayas sin despedirte.
—No te preocupes, te dejaré mi número de teléfono sobre la mesa —dijo en tono irónico.
Ranma, en la posición en la que estaba tumbado, giró parte de su tronco y cabeza hacia ella, quedando prácticamente de cara al techo.
—No, en serio, te puedo acercar a casa sin problema si quieres. Sólo tienes que levantarme.
—Que amabilidad por tu parte, ¿no? Con lo que siempre te ha gustado dormir.
—Bueno —volviendo a la posición original, de cara a la ventana, escapando de los roces sugerentes—, hay veces en que vale la pena perder tiempo de sueño para hacer estos realidad. —Ranma aprovechaba sus palabras y cualquier oportunidad para dejar claro en qué camino iban sus sentimientos, era decisión de Akane aceptarlos o no.
—Tranquilo, no tengo intención de irme corriendo. —Apretó su cara contra su espalda, sintiéndole respirar y latir.
—Me parece bien entonces —contestó cerrando los ojos y posando su brazo sobre el de Akane, el que le rodeaba la cintura.
Ranma no tardó en dormirse, había hecho tantas cosas ese día que estaba agotado. Akane, sin embargo, disfrutaba de su simple compañía ya no sólo con su cuerpo, sino también con su alma. Se había sentido tan sola todo ese tiempo. Cierto era que tenía a sus amigos, a su familia, que había rehecho una vida sin él, que había conocido otras cosas más allá de Ranma y de las artes marciales. Pero la pieza importante que completaba el rompecabezas y daba fuerza a todas las demás era justamente la que se había alejado de ella abruptamente sin ella imaginar las consecuencias. «Te he echado de menos, baka», habló en su mente, «y ahora, ahora no sé qué esperar. ¿Qué ha sido de tu vida en todo este tiempo? ¿Cuánto en realidad has cambiado? Ojalá mis dudas se disipen con el tiempo. Desearía que fueras mi novio de nuevo, pero me siento tan insegura Ranma. Tengo tanto miedo de que me hagas daño». Siguió en ese tono de pensamientos un buen rato más, dándole demasiadas vueltas a las cosas. Pero algo tenía claro:
—Te quiero, Ranma —susurró con sus labios pegados en uno de sus hombros.
Deseó ver las cosas desde una perspectiva más objetiva al día siguiente. Tras un lánguido suspiro, se volvió a acomodar en el colchón y contra él, y cerró sus ojos.
