Sexto, el Intento
Lunes.
La clase de estadística no había sido del todo aburrida, aunque dejaba mucho que desear para ser de su interés. Menos mal que Kitami le estaba echando una mano con esa asignatura, porque si no seguramente le traería de cabeza. La próxima parada era en el aula 109D, clase de marketing, otra que también se las traía buenas. «¿Por qué decidí hacer la carrera de publicidad, que incluye clases tan complicadas?», se preguntó despreocupadamente. «Porque quieres conseguir un buen trabajo el día de mañana que te dé dinero para vivir. Porque tal y como están las artes marciales hoy, complicado está lo de abrir un gimnasio». La clase empezaba en cinco minutos y él ya iba con retraso. Aligeró el paso serpenteando entre los demás estudiantes. Bajó las escaleras que estaban entre la biblioteca y el edificio de ingeniería. Ahí era normalmente donde se encontraba con Ukyo, para a partir de ahí, hacer el camino a clase juntos. No tuvo ni siquiera que buscarla con la mirada, pues ella ya estaba ahí, esperándole impaciente.
—Vamos, tío. —Le cogió por la manga del jersey—. Espabila que llegamos tarde. —Ranma puso cara de conformismo y se dejó arrastrar hasta su destino.
La profesora explicaba la materia utilizando una pantalla gigante en la que proyectaba los datos y ejercicios más importantes. Hablaba con el ritmo de una cinta grabada, para en un momento dado detenerse y contestar las inusuales preguntas de los estudiantes. El habitáculo estaba en penumbras, excepto el foco que iluminaba la pantalla y dos luces más que hacían visible la parte inferior de la clase. El resto del lugar se desvivía en sombras. En uno de los laterales al fondo de la sala, subiendo los escalones hasta una de las últimas filas, se encontraban Ranma y Ukyo cogiendo apuntes en silencio. Prestaban atención parcialmente, a veces perdiéndose en sus pensamientos o simplemente haciendo garabatos. Ukyo, que estaba haciendo lo segundo, se sujetaba la cabeza con la otra mano y miraba sus pequeños dibujos producto del aburrimiento. De pronto paró en sus dotes artísticas llevándose la tapa del bolígrafo a los labios y le echó un vistazo al hombre sentado a su lado. Ranma tenía la vista fija al frente y una pierna apoyada en la silla de la fila de delante. Un brazo escribía, el otro estaba relajado; parecía concentrado. Con una idea en mente, Ukyo irguió su espalda, moviéndose para coger una hoja limpia de su carpeta, y empezó a escribir. Segundos más tarde, Ranma recibía dicha hoja encima de las notas que estaba tomando. Miró a su amiga por las formas y automáticamente leyó.
¿Qué tal la otra noche con Akane? ¿Hubo postre?
Sin conmoverse, Ranma anotó su respuesta.
¿De qué hablas?
Cuando Ukyo tuvo la hoja de vuelta ambos se miraron y ella sonrió.
Jaja… Pasó de todo, ¿no? Porque para que te hagas el sueco conmigo.
¿Sueco? ¿Qué sueco? Soy japonés…
Ukyo, al ver de nuevo su contestación, simplemente le lanzó una mirada cansina.
Vamos, Ranma, deja ya de jugar conmigo. Cuéntame lo que pasó anda (si es que ha pasado algo, claro). Ya estoy dudando, tal vez metiste la pata o Akane se llevó un chasco…
Ranma volvió a escribir como las veces anteriores, sin expresar nada facialmente.
Imagínate lo que quieras. Por cierto, ¡buen intento de provocación!
Le entregó el papel y le sonrió victorioso. Ukyo sólo refunfuñó como una niña pequeña y escribió en mayúsculas esta vez.
¡QUÉ SOY TU AMIGA, RAN-CHAN! ENCIMA DE QUE TE ECHÉ UNA MANO. ¿ESO NO CUENTA O QUÉ?
Le estampó la hoja encima de la libreta dando a entender que se le estaba acabando la paciencia. Ranma se quedó pensativo unos segundos. En realidad no le importaba tanto decírselo, aunque no por escrito.
¿Qué tal si lo hablamos más tarde CO-TI-LLA? (Remarcó.) ¿Te quedas así más tranquila? Porque estás de un pesadito... Para que veas que soy considerado y todo.
Ukyo sonrió esta vez auténticamente, satisfecha con tal respuesta. No le contestó, simplemente le miró y asintió.
Fue nada más salir de clase y Ukyo ya le estaba atosigando de nuevo con el tema. A ese ritmo, Ranma la iba a mandar a hacer puñetas.
—Pero es que es Akane, Ranma. No es Naomi, Yuco o fulanita cualquiera. ¡Es Akane! —le había dicho de camino a uno de los garajes de la universidad.
—¿Y qué tiene eso de importante? —respondió intentando quitarle interés al asunto, algo que no estaba consiguiendo.
—Oye, que no me chupo el dedo, tío, que sé que Akane te sigue molando, así que deja de hacerte el tonto. Mira, que le quieras decir a Syuho o a Jiro que Akane es otra más, pues vale, pero conmigo eso no funciona. Vamos, que te conozco de toda la vida, no me vengas con cuentos ahora. Si de verdad no me lo quieres contar, lo entiendo, es tu vida privada. Pero tampoco es para tanto. Sólo quiero saber si fue bien con ella, nada más —decía energética Ukyo, que andaba marcando el ritmo de sus pasos.
Ranma suspiró, dándose por vencido.
—Eres de lo que no hay. Si no te lo cuento, te molestas, y si lo hago no pararás de darme la brasa.
—Déjate de rollos y desembucha —dijo casi interrumpiéndole, viendo que su amigo se ablandaba.
Ranma desvió la mirada hacia un lado, negando con la cabeza y una sonrisa de resignación cubriendo su rostro.
—Estuvo bastante bien, mejor de lo que esperaba —confesó—. No hubo mazos, ni insultos… Salí vivo —dijo exagerando sonriente.
—¿Es que acaso esperabas eso? —Se sorprendió la chica—. Dudo que Akane sea la misma de hace cuatro años. ¿La has encontrado muy cambiada? —preguntó doblando la esquina de un edificio junto a él.
—De curvas por supuesto —respondió bromista con una sonrisa lujuriosa. Sintió el empujón de su amiga en el hombro por su comentario.
—Idiota, no me refería a eso precisamente. —Soltó el aire de una forma que decía '¡Hombres!'.
—Vale, vale, tranquila. Estaba de coña. —Se dio unos segundos y continuó—: Mmm, no sé, la vi más madura, más señorita. No ha cambiado tanto, es la misma chica que conocí a los dieciséis, pero ahora convertida en mujer. —«Una que está como un tren», se dijo para sí mismo.
—¿Entonces te acostaste con ella al final? —lo soltó como si fuera la pregunta más normal del mundo, salida de la nada.
—Sí —contestó breve a punto de sonrojarse—. Luego dices que sólo quieres enterarte de si fue bien o no, pero en realidad quieres enterarte de los detalles.
Ukyo sonrió alegremente.
—Lo sé —dijo dándole un semi abrazo por el hombro—. Ya sabes cómo soy. Además, que siendo Akane es normal que me interese más, ¿no crees? Al fin y al cabo, los dos sois mis amigos. Espero al menos que te portaras bien con ella —dijo volviendo a su semblante natural.
—¿Ukyo, qué estás insinuando? ¿Por quién me tomas? —dijo ofendido, separándose.
—Por un ninfómano —respondió de manera obvia.
—¡Digo aparte de eso! —exclamó con una cara mayor de reproche y picardía.
Los dos se miraron y se empezaron a partir de risa.
—Vale, vale, suficiente. Dejémoslo ahí —rio Ukyo—. ¿Qué vas a hacer ahora? —le preguntó viendo que llegaban al garaje donde Ranma tenía aparcado su coche.
—Ahora tengo pesas, luego clase y después entrenamiento. —Arrugó su cara como un niño chico—. Odio los lunes —se quejó.
—¿Quieres ir a comer algo por ahí para cenar? Así me puedes contar los detalles de la gran noche. —Ofreció con una sonrisa.
—No puedo, tengo trabajo atrasado. Con lo de la fiesta y hacer el vago no he hecho nada este fin de semana, y encima tengo que entregar un trabajo el miércoles. —Ranma dijo todo esto llegando a su coche y dejando los libros que había cargado en sus manos en el asiento trasero. Cerró la puerta y se fue al maletero—. Y mañana también estoy hasta arriba de cosas. Tengo que ir al banco, a clase, más el entrenamiento, y también tengo que ir a ver a una mujer que me va a ayudar con los créditos que llevo atrasados en la carrera, ya sabes, por las artes marciales —dijo desencantado.
Aunque las artes marciales fueran una de las pasiones de su vida, también era verdad que le robaban mucho tiempo y una de las consecuencias era ir más despacio que el resto de los estudiantes. Con tantos viajes para las competiciones, horas extra de entreno y malos horarios para tomar las clases era difícil seguir el nivel del resto y sacar buenas notas.
—Bueno, pero con suerte terminarás de graduarte con nosotros, y si no, pues te quedas estudiando durante el verano, como hiciste el año pasado.
—Pffss, ni de coña, este verano me quiero ir de juerga con Keiko y Syuho a algún sitio. Por cierto, deberías de venirte con nosotros —dijo mientras movía cosas en el maletero—. No sé, haré lo que sea para sacarme las clases que me quedan, rogaré a los profes o algo, tienen que entender mi posición.
—Tranquilo, todo te irá bien, ya lo verás. —Trató de animarle ella.
Ranma, que ahora llevaba colgada del hombro una bolsa deportiva, había cerrado el coche y se dirigía a la salida con Ukyo.
—Pues si hoy no puedes y mañana tampoco, ¿qué te parece el miércoles? ¿Tienes planes para esa tarde? —Ukyo le vio meditar por unos segundos.
—No, supongo que estoy libre.
—¡Genial! Entonces nos llamamos o si no lo hablamos el miércoles cuando nos veamos en clase. —Le vio asentir—. Oye, ¿por qué no le dices a Akane de venir? Seguro que acepta.
Ranma la miró horrorizado.
—¡Qué dices! ¿Y qué le comas la cabeza y os pongáis a hablar de mí? Gracias, pero no. Si puedo evitarlo, mejor —aclaró—. Además, que no sé en qué plan estamos. Peor aún, ni siquiera sé si hay plan, así que olvídalo.
Ukyo ladeó los ojos, Ranma era un exagerado.
—Como quieras, aunque pienso que sería una buena idea. Si cambias de opinión, déjamelo saber, ¿vale?
—Sí, seguro —contestó sin convencimiento.
—Me voy. Si no te veo mañana pues ya hasta el miércoles. —Le hizo un gesto de despedida.
—De acuerdo. Ni se te ocurra llamar a Akane a mis espaldas, que sé de lo que eres capaz.
—Relájate, no tengo su teléfono. Además, esta vez no pienso intervenir —dijo sonriendo y alejándose.
—Como si necesitara tu ayuda —resopló yéndose en la dirección contraria.
El agua de las duchas en el vestuario masculino corría libremente. Eran cerca de las siete y media pasadas y el sol de la tarde ya se acostaba en el horizonte.
—¡Será cabrón! —gritó un enfadado Jiro, que entraba en las duchas en ese momento, colgando la toalla que segundos antes había estado alrededor de su cintura—. Se cree que tenemos todo el día para él. Y porque dice que no nos estábamos esforzando... ¡y una mierda! —rugió echando humo por la cabeza.
—Relájate, Jiro —habló un compañero que se duchaba a su lado, tratando de calmarle.
—Pero es que siempre nos hace lo mismo, joder. Nos alarga el entrenamiento y él como si nada. ¿Pero qué quiere después de tres horas, qué esté fresco como una rosa? ¡Qué le den! Yo tengo una vida y cosas que hacer.
Los otros hombres que se duchaban no se inmutaban al escucharle, más bien, se reían por lo bajo. No era la primera vez que presenciaban una rabieta por parte de su amigo por ese y otros motivos, como por ejemplo, perder un combate. A todos les molestaba que el entrenador hiciera eso, que los tuviera treinta minutos más de lo que el entrenamiento duraba, pero nadie se quejaba. Cada uno de ellos sabía lo que conllevaba el estar ahí, entrenando y peleando para esa universidad y con una beca que les pagaba todo, por lo menos a la mayoría. Muchas veces podía ser un infierno, pero valía la pena vivirlo si con ello te sacabas la carrera. Desde el principio el entrenador dejaba las cosas muy claras, el que quería las tomaba y el que no se podía ir libremente. Por eso nadie le contrariaba, además de que era muy respetado por su experiencia y su personalidad. A Ranma en particular le gustó su forma de enseñar desde el principio; era un desafío continuo. Nunca era suficiente para él y siempre les presionaba para sacar el máximo potencial que poseían. Así era que ganaban los campeonatos, no durmiendo, comiendo o saliendo de fiesta con los amigos, sino esforzándose al cien por cien cada día. Estaba de acuerdo con Jiro en que podía ser el peor 'cabrón' de la historia con el que te podías cruzar. Estaba incluso a la altura de Happosai, aunque sin el detalle de pervertido. Pero al menos este entrenador lo hacía por el bien de ellos, para que en el futuro, no sólo en un combate, pero en cualquier situación de sus vidas, pudieran salir adelante sin problemas.
Jiro se fue callando gradualmente y las duchas se fueron despejando de igual manera, dejando al final a cuatro muchachos hablando bajo el agua caliente. Keiko cambió de tema, ahora que había menos gente:
—Eh, Ranma, hoy se te ha visto más suelto luchando. Yo diría que más activo y animando —dijo en un tono que iba con segundas.
El aludido frunció la cara no entendiendo a qué se refería. Syuho y Jiro aún no prestaban atención.
—Estoy igual que siempre. No sé, tal vez sea que habré dormido más hoy —contestó casualmente, no dándole mucha importancia.
«¿Igual que siempre?», pensó Keiko. «Pero si hoy nos ha ganado a todos y no ha descansado ni una sola vez».
—No, no —empezó sonriendo—, yo me refería al... ¿revolcón de este fin de semana? Eso es lo que te ha dejado tan energético, ¿verdad? —Keiko tuvo que preguntarlo reprimiéndose las ganas de reír traviesamente, porque no estaba seguro de si su amigo había pescado cama o no al final.
Los tres chicos le miraron, Jiro lavándose la cabeza, Syuho frotándose los brazos y Keiko limpiándose el pecho. Ranma simplemente dejaba que el agua le cayera encima.
—¿Cómo? ¿Has tenido atracón este finde, Ranma? ¡Tú también eres otro cabrón más! —soltó Jiro con una mueca de '¡Qué suerte tiene el tío!'.
—¿A quién te llevaste al catre esta vez? —preguntó Syuho curioso.
—Hey, parar el carro. ¿De qué coño estás hablando, Keiko? —dijo Ranma a la defensiva mirando a su compañero.
—Hombre, tío, no me digas que la dejaste pasar... La chica de la fiesta, Akane se llamaba, ¿no? Con la que te marcaste el baile —suspiró recordando—. ¡Qué belleza macho! ¿De dónde la has sacado?
—¿Quién? —Syuho aún intentaba averiguar de quién estaban hablando.
—Akane, la chica que vino a la fiesta el otro día. Bueno, eso si te acuerdas, porque pillaste un colocón tremendo. Al menos hiciste que el míster aquí presente bailara —dijo refiriéndose a Ranma con el mentón.
—Ah, vale, vale, ya me acuerdo. ¡Joder! —gritó girándose hacia sus amigos—. Claro que me acuerdo, cómo olvidarla. Una monada, Ranma. Macho, siempre has tenido buen gusto. —Syuho asintió dándole la razón a Keiko.
—¿Y qué esperabas? —preguntó ofendido Ranma ¿Acaso pensaban que se conformaba con poco?
—Vamos, que la has catado bien, ¿no? —dijo triunfante Keiko.
—Sois unos entrometidos —dijo Ranma suspirando.
—Pero tío, si sólo nos preocupamos por tu salud —rio entre dientes Keiko.
—Sí, seguro…
—Pero entonces, ¿dónde la conociste? ¿Es de nuestra universidad? —preguntó Syuho queriendo sonsacar más información.
Keiko le interrumpió como un hacha.
—¡Qué dices! No la he visto nunca por el campus. ¿Crees si no que le habría dejado a Ranma entrarla primero? Ni de coña —respondió echándole una sonrisa pícara y divertida a su amigo.
—¿Y tú qué sabrás? Hay un montón de chicas en la universidad, como si las conocieras a todas —replicó Syuho ignorándolo.
—Hey, callaros ya. Dejarle a él que hable —interrumpió Jiro, que había permanecido en silencio. Se estaba hartando de los otros dos.
Ranma se empezaba a cuestionar si debía contarles quién era en realidad Akane. Los tres eran sus amigos, pero para ciertas cosas había que tener cuidado, nunca sabía por dónde le iban a salir. Después de un silencio en donde nadie dijo nada y sólo se oía el agua de las duchas correr, Jiro le llamó la atención.
—Eh, Ranma, ¿vas a decir algo o qué? Encima de que te los callo.
Ranma decidió no darle más vueltas.
—Es mi ex novia.
—¡¿Qué?! ¡¿Akane tu ex novia?! —gritó Keiko—. Ala tío, pues bien callado que te lo tenías.
—No hace falta que chilles, Kei —respondió Ranma acariciándose las orejas.
—¿En serio es tu ex? —preguntó Jiro levantando las cejas—. Tiene pinta de que te ha echado de menos.
—¿Y cómo es que lo dejasteis? —preguntó Syuho.
—Es una larga historia.
—Nunca la habías mencionado —continuó Syuho totalmente intrigado.
—Era agua pasada. —Ranma cerró su ducha y se dirigió a por su toalla para secarse la cara y después enrollarla por la cintura. Salió de ese espacio dejando a los otros tres hombres alucinados con la noticia.
—Será idiota. Mira que dejar escapar a una tía así... —murmuró Keiko.
—Para qué tener una mujer cuando puedes tener varias. Ya sabéis el lema, no te ates a ninguna, pero haz lazos con todas —dijo Jiro sonriente.
—Tú no la viste —habló en serio Keiko—. Sin ofender a Yuco o a Sakie, pero ésta les da mil vueltas. Está como un tren. Si fuera Ranma intentaría recuperarla de nuevo y al diablo con otras chicas. Ésta lo vale. Sólo recordar cómo bailaba —mencionó en plan soñador.
—No sé, cuando le eche el ojo, si Ranma no la quiere, iré a por ella, ya que tanto habláis —contestó Jiro terminando de enjuagarse el pelo.
—Dudo que se acerque a ti, no es la típica tonta —soltó Syuho cerrando también su ducha y yéndose a por la toalla. A diferencia de Ranma, se quedó en la entrada de las duchas secándose para ver cómo terminaba la conversación.
—No será tonta, pero es de las que se deja en la primera noche. —Sonrió—. Además, que si no es así, pues será más divertido.
—Yo de ti me andaría con cuidado. No juegues con las mujeres de otros —dijo Syuho viendo por los peligrosos caminos por los que se iba su amigo—. No es la primera vez que te lo decimos.
—¿Y quién ha dicho que sea de Ranma? Si bien he entendido, sólo es su ex novia y él sólo le ha dado el repaso. —Jiro pasó a lavarse los brazos y continuó—: Todos sabemos que Ranma no es quien para hablar, habiendo salido con dos tías a la vez y liándose con cuantas se le cruzan. De santo no tiene nada.
Syuho y Keiko se miraron.
—Estás como una cabra, Ji, si ni siquiera conoces a la chica. —«Y parece que tampoco conoces a Ranma», pensó Syuho.
—Eso y que espero que no te metas en problemas —añadió Keiko.
De repente, Ranma apareció vestido con una bolsa de deporte colgada del hombro, inocente a lo que se había estado hablando en las duchas.
—Bueno tíos, me largo, que tengo trabajo que hacer. Os veo mañana. —Les hizo un ademán con la cara y agitó una mano.
Todos se volvieron para mirarle.
—¡Qué rápido chaval! Pues nada, nos vemos —respondió primero Keiko.
—¡Anda, lárgate de aquí ya cabroncete! —exclamó Jiro picándole sanamente—. ¡Seguro que ya tienes a una piva esperándote!
Ranma sonrió negando con la cabeza. Syuho, que estaba más cerca de él, no alzó mucho la voz.
—Está chalado, como de costumbre.
—Lo sé.
Ambos rieron por lo bajo.
—Va, te veo mañana —dijo Syuho.
—Vale. —Ranma le dio una palmada en el hombro y desapareció del vestuario para llegar hasta su coche y marcharse a casa.
Miércoles.
En un restaurante no muy lejos del apartamento de Ukyo, ella y Ranma cenaban en una mesa pegada a la ventana. Era un establecimiento normalito, pero con buena comida y precios decentes. Lo visitaban con frecuencia cuando quedaban en grupo.
—¿Pero la has llamado? —preguntó Ukyo mordiéndose una uña y con el codo apoyado en la mesa.
—No tengo su número de teléfono.
—¿Y a qué esperas para buscarlo? —siguió inquisitiva la chica.
—Hey, no me agobies. He estado liado estos días y no he tenido tiempo para nada —respondió cansado.
Ukyo ignoró lo que para ella eran excusas.
—¿Cómo vino a la fiesta entonces? ¿No os distéis los teléfonos el día que fuimos a la discoteca y nos la encontramos?
—No —respondió seco—. Yo lo único que hice fue decirle a Kitami que si la quería invitar por mí estaba bien. Y no sé cómo lo hizo, pero Akane apareció en la fiesta —contestó Ranma dándole un trago a su bebida.
—Kitami y sus contactos. —Ukyo sonrió. Llevó sus manos a su bolso y empezó a buscar su móvil. Tecleó unas cuantas veces y al minuto ya tenía el aparato pegado a su oreja.
—¿A quién llamas?
Ukyo se puso un dedo en los labios diciéndole de callar.
—¿Kitami? Sí, soy Ukyo. Nah, todo bien, cenando fuera con Ranma. —Ukyo interrumpió su conversación telefónica y se dirigió a Ranma—. Kitami te dice 'hola'. —La chica sonrió y el hombre correspondió el gesto con una mano—. Él dice lo mismo. —Ukyo cogió su bolso de nuevo y sacó un papel arrugado y un bolígrafo mientras escuchaba a Kitami—. Lo sé, no esperes menos de un hombre… —Ukyo puso una cara de 'no me sorprende' que dejó a Ranma mirando hacia la ventana no queriendo saber de lo que estaban hablando—. Por cierto, tengo una pregunta, ¿tienes aún el número de teléfono de Akane Tendo? Es la chica que vino a la fiesta la otra noche, la del baile… Sí, estoy lista. —Ukyo empezó a anotar el número—. Perfecto, gracias. ¿Puedo saber cómo lo conseguiste? —Ukyo asintió con la cabeza, una sonrisa en su rostro—. Ah, ya veo. No se te escapa una. —Guardó el bolígrafo en el bolso—. Te dejo entonces. Gracias otra vez. Nos vemos en clase. Ciao. —Cuando colgó puso el móvil sobre la mesa.
—Ahí lo tienes. Llámala —dijo tendiéndole el papel. Ranma se la quedó mirando. Esto era increíble, se sentía como si le estuvieran tratando como a un crío.
—La llamaré más tarde —habló de forma pasiva.
—Ah, no, llámala ahora que si no seguro que se te olvida. Ya han pasado unos cuantos días. Se pensará que sólo quisiste un polvo con ella, cuando los dos sabemos que eso no es verdad, ¿cierto?
Ranma la miró a los ojos con el ceño fruncido.
—¿Por qué tanta presión con el tema de Akane? Ya soy mayorcito para…
—Déjate de chorradas. Llámala. —Se miraron fijamente por unos segundos. Ukyo se acercó a él por encima de la mesa y habló en un tono más bajo—. ¿De qué tienes miedo? La quieres de vuelta, admítelo. Vamos, no dejes pasar esta oportunidad para estar con ella de nuevo.
—¿Y tú qué sabrás Ukyo? —rebufó mirando por la ventana para ignorarla—. No tengo miedo, eso que te quede bien claro.
Ukyo apreció que estaba llegando al límite de su amigo.
—Pues entonces llámala —respondió seria—. Dices que no sé nada, pero en realidad sé bastante. —Miró el perfil Ranma, esperando al menos que la estuviera escuchando—. Perdona si me estoy poniendo pesada, pero es que no sé a qué estás jugando. En serio —cogió su vaso y antes de beber continuó—, dudo que quieras ver a Akane con otro tío. Eso o entonces sí que ya no te importa, cosa que me resulta difícil de creer viniendo de ti. —Tomó un sorbo de su bebida y al dejar el vaso sobre la mesa se cruzó de brazos y se le quedó mirando, esperando a que dijera algo.
Ranma no estaba por la labor de contarle a Ukyo que desde la noche que pasó con Akane no había dejado de pensar en ella. Quería volver a verla, hablar con ella, estar con ella, entregarse de nuevo a ella. No, no se lo admitiría. Además, algo inexplicable le impedía llamarla. Tenía claro sus sentimientos respecto a ella y más ahora que habían sido reavivados. Pero no sabía qué pensar por parte de Akane. No estaba dispuesto a entregar su corazón así como así. Él también había sufrido lo suyo cuatro años atrás, no era de piedra. Así que sólo se estaba tomando tiempo para pensar sobre ello. Puede que aquella noche hubiera sido mágica y que al volver a la realidad se hubiera quedado en eso, en una simple noche mágica que no tenía por que repetirse. ¿Pero entonces por qué le había dejado el sujetador? ¿Se lo habría olvidado? Se rio por dentro. «Vamos, uno no se olvida de algo así. Yo no me olvidaría de mis boxers... A menos que tuviera prisa. Pero dudo que Akane tuviese prisa por irse». Resopló. No tenía nada claro.
—¿Ran-chan? —le llamó su amiga. Le observaba algo preocupada. Tal vez no debería de haber forzado el tema.
«A la mierda, acabemos con esto de una vez», pensó Ranma cogiendo el trozo de papel arrugado donde estaba anotado el número de teléfono. Ukyo abrió los ojos ante su reacción nacida del silencio y sonrió al ver como empezaba a marcar en su móvil. Se levantó de la mesa.
—Ahora vuelvo. Voy al baño. —Y desapareció de escena.
«Eso, vete», se dijo Ranma. «Me das el coñazo para que la llame y ahora te largas como si me hicieras un favor. Ukyo, eres un caso». Devolvió su atención a la señal que sonaba. Uno, dos, tres tonos.
—Sí, mmm… ¿Akane?
