Séptimo, el Rechazo

La televisión emitía una de las series que Akane y sus compañeras de apartamento nunca se perdían. La echaban cada miércoles por la noche y era casi como un ritual que Koi, Yuka, Nikao y Akane se sentaran en el salón para disfrutar de un nuevo capítulo. Sin embargo, ese día Nikao estaba ausente. Tenía un examen al día siguiente y llevaba varias horas encerrada en su habitación estudiando. Cuando llegaron los anuncios, las tres que se encontraban en el salón empezaron a comentar la trama del episodio que estaban viendo. Koi se levantó para ir a la cocina. Justo al mismo tiempo, Nikao abrió la puerta de su dormitorio para ir al mismo sitio y coger algo más de bebida. Necesitaba un descanso. Ambas chicas volvieron al salón juntas. Las dos parejas se quedaron hablando, Yuka con Akane, sentadas, y Nikao con Koi, de pie detrás del sofá bebiendo.

De repente, el móvil de Akane empezó a sonar y a vibrar sobre la mesilla que tenía a un lado del sofá. Sentada sobre un rincón del mismo con las piernas encogidas bajo su trasero, dejó de hablar con Yuka y cogió el teléfono levantando la tapa para ver quién era. No reconoció el número, por lo que lo dejó sonar un par de veces más. Registrando en su memoria, intentó dar con la persona que la podría estar llamando con ese número. Las otras chicas bajaron sus voces y la miraron para ver si iba a coger la llamada. La musiquita empezaba a ser molesta y más porque aumentaba de volumen con cada tono.

—¿Diga? —preguntó expectante Akane, sin haber recordado a nadie.

—Sí, mmm… ¿Akane?

A la joven se le cambió la cara por completo. Reconoció la voz al segundo, incluso antes de que terminara la frase.

—¿Ranma? —dijo por el efecto sorpresa.

Nikao y Koi se quedaron mudas al oír ese nombre. Giraron toda su atención hacia su amiga, que estaba con la boca abierta. Yuka no se sorprendió tanto. Esperaba curiosa para poder oír algo de la conversación. Sonrió a las otras dos chicas en confidencia. «Por fin se ha animado a llamar Saotome. Ya era hora o Akane se iba a pegar un tiro», pensó.

—Sí, hola, soy yo. ¿Qué tal estás?

—Ah… —Akane recompuso su voz y se sentó derecha sobre el sofá, sus nervios saliendo a flote—. Bien, bien, ¿y tú? —Apenas articulaba las palabras correctamente.

—Cansado, pero bien. Bastante liado esta semana la verdad.

—Ya, yo también he andado agobiada estos días —mintió Akane. Cierto era que había tenido cosas que hacer, pero había tenido más tiempo libre que de costumbre. Se hizo un pequeño silencio en la línea que Ranma rompió:

—Siento no haberte llamado antes.

—¿Cómo? —Akane seguía intentando centrarse—. No te preocupes, si me acabas de decir que has estado liado. No tenías la obligación... —Se empezó a sonrojar y las compañeras no tardaron en sonreír tontamente.

Ranma rio sensualmente a través de la línea. Akane no se lo perdió y se derritió al oírlo.

—¿Qué no tenía la obligación? —preguntó divertido—. ¿Después de encontrarme con esa prenda de ropa interior en la silla de mi dormitorio?

Akane se puso como un tomate y Yuka, Nikao y Koi se murieron por saber qué era lo que Ranma le estaba diciendo para que se le afectara de aquella manera. La joven se quedó sin palabras, avergonzada por lo que hizo, si bien en aquel momento dejó el sujetador a propósito.

—A veces soy olvidadiza —se inventó malamente. «Seguro que Ranma no se lo está creyendo. ¿Por qué miento tan mal?».

—Podrías haberte olvidado también el número de teléfono, me habría sido más fácil dar contigo.

Akane percibió cómo su voz se había vuelto más seductora al decir aquello. Esperó unos segundos, notando como le galopaba el corazón con más fuerza cada vez. En un acto de atrevimiento, le contestó de la misma manera, incluso estando delante de sus compañeras.

—¿Qué pasa, me has echado de menos? —Empezó a jugar con un mechón de su pelo, olvidándose completamente de las que la observaban descaradamente.

Koi abrió la boca sin emitir sonido alguno, agitando la mano como si le quemara, dando a entender a las otras dos mujeres que la cosa se estaba caldeando tras esas palabras de Akane. Yuka les mandó un Ok con el pulgar hacia arriba, gesto que Akane también vio, lo que la hizo volver al planeta Tierra. Koi y Nikao sonrieron abiertamente tras el respaldo del sofá. Los anuncios eran lo único que se escuchaba, los cuales habían sido bajados de volumen convenientemente por Yuka.

A Ranma le pilló desprevenido esa respuesta. Abrió los ojos y sonrió. Ahora agradecía que Ukyo no estuviera presente, para poder así contraatacar ese desafío verbal.

—Una noche como esa no se olvida fácilmente —dijo casi ronroneando.

Akane se mordió el labio inferior al recordar lo que habían hecho esa noche. «¿Te gustaría repetirla?», pensó en contestar, pero sacudió su cabeza. No, aquello era demasiado arriesgado y de chica loba. Ella no buscaba eso, buscaba mucho más, pero en ese momento estaba hecha un lío. No estaba preparada para esa conversación, no sabía qué decir. Acabó diciendo lo que sin duda estaba al final de la lista, lo que menos debería de haber dicho.

—Ya… Seguro que has tenido muchas más noches como esa sin mi ayuda. —Akane se dio una patada interiormente. «Dios, ¿qué he hecho?».

Las caras de las compañeras se congelaron y a Ranma se le cayó la mandíbula a la mesa. «¿Qué?», se dijo mentalmente sin entender. Se recompuso instantáneamente tras ese guantazo telefónico y trató de encauzar todo de nuevo. Total, empezaba a hacerse a la idea de que Akane le daba por un Casanova, cosa que no era del todo falsa, para qué mentir. Pero si quería tenerla de vuelta, tenía que encontrar la forma de demostrarle que lo que ella decía eran sólo suposiciones.

—¿Eso piensas? —Reaccionó a tiempo.

—Eh… Bueno, n- no quería realmente decir eso. —Akane se trababa, tenía la sensación de que si abría más la boca iba a meter la pata más aún.

—¿Qué te parece si quedamos y lo discutimos? Así puedes recuperar también tu sujetador —comentó en voz baja—, si es que todavía lo quieres.

Akane estaba como un flan y el que sus amigas estuvieran ahí delante no le estaba ayudando nada. Empezaron a hacerle gestos que lo único que consiguieron fue distraerla, así que se levantó del sofá y empezó a andar hacia su habitación. Sus compañeras la siguieron sin ella darse cuenta.

—No sé, la verdad es que… —intentó continuar.

—¿Qué tal este viernes? —Ranma iba directo, como una flecha, a conseguir su cita.

—Ya he hecho planes —volvió a mentir.

—¿Y el fin de semana? —insistió.

—Tengo bastantes cosas que hacer. —Más mentiras.

—¿Cómo por ejemplo? —preguntó un poco brusco tras las negativas de ella.

—¿Ranma? —preguntó sorprendida por el tono de voz.

«Joder, Akane, sí que te estás haciendo de rogar. Déjame cazarte», pensó Ranma a marchas forzadas en su cabeza.

—Es que no me creo que no tengas un par de horas para mí. ¿Tan pocas ganas de verme tienes? —explicó.

—No, no es eso. Es sólo que tengo que estudiar un montón y trabajos que hacer. También tengo partido. —Al menos eso último era verdad.

—¿Partido? —cuestionó Ranma sorprendido.

—Sí, juego en el equipo de voleibol de la universidad.

—Ah, vaya. No lo sabía —dijo algo descolocado.

—Hay bastantes cosas de mí que desconoces, Ranma. —Cruzó el umbral de su dormitorio y se sentó sobre la silla de escritorio que tenía, dejando la puerta abierta. Koi, Nikao y Yuka se mantuvieron escondidas en el borde contra la pared, escuchando.

A Ranma aquellas palabras no le sentaron muy bien. Saber que en realidad ya no la conocía como entonces le molestaba. Cuatro años eran cuatros años. Al menos, ahora conocía su cuerpo. Sonrió. No se daría por vencido tan fácilmente, quería conocer todo lo demás.

—Entonces, ¿por qué no quedamos para conocernos mejor? —preguntó volviendo a la carga. «Ups, eso no ha salido como yo quería».

Akane se sonrojó y giró sobre su silla hacia la puerta viendo parte de las sombras de sus amigas. Mientras seguía con la conversación, se levantó y fue a cerrar la puerta. Koi, Nikao y Yuka pusieron caras al ver que las dejaba fuera, pero sin que fuera realmente un obstáculo, se pegaron a la puerta como lapas a una roca.

—Quiero decir —intentó explicarse Ranma—, ya sabes, conocernos de nuevo. Saber más el uno del otro, de nuestras vidas en todo este tiempo.

Akane le cortó demasiado rápido para su gusto.

—Ranma, en serio, no puedo. Estoy muy liada toda esta semana y me viene fatal. Lo siento. —Su voz reflejaba determinación, pero sonaba entristecida a la vez. Quien la conociera sabría que no le gustaba lo que estaba haciendo. ¿Rechazar una cita con el hombre que la volvía loca? «¿Qué demonios estará haciendo?», se preguntaron las compañeras de apartamento.

A Ranma no le empezaba a hacer ni una pizca de gracia el cariz de la llamada. ¿De veras que no encontraba un hueco para él? ¿Esas eran las ganas que tenía de volverle a ver que ni media hora le daba? Tal vez estuviese perdiendo el tiempo. A ver si era él el que se había equivocado y la que sólo quería un polvo era ella, como bien mencionó aquella noche. «Vamos Ranma, no saques conclusiones precipitadas», se intentó tranquilizar. «No seas como la Akane de dieciséis años». Se empezaba a sorprender del aguante que tenía, ya que pocas chicas le negaban nada. Quizás por eso Akane resultaba tan fascinante. Cuanto más difícil se lo ponía más ganas tenía de estar con ella, de hacerla suya. De pronto, oyó gritos lejanos a través de la línea.

—Pero Akane, ¿se puede saber qué estás diciendo? —se escuchó chillar a Koi desde la puerta a todo pulmón—. ¡Deja de mentir y queda con él! —Habían deducido que Ranma le estaba pidiendo salir y que ella le estaba rechazando.

—¡Eso, eso! ¡Deja de poner excusas! —añadió Yuka.

Las tres chicas se partieron de risa. Si bien decían algo muy cierto, no dejaban de divertirse con la situación. Seguramente Akane las mataría, pero qué importaba. Parecía que Ranma era un hombre especial en su vida, o eso habían percibido a lo largo de los días y de las conversaciones con Yuka.

A Akane casi se le salieron los ojos de las órbitas. De Ranma sería poco decir que se quedó flipando. «¿De dónde han venido esos gritos? ¿Qué Akane está mintiendo y poniendo excusas?». Se separó el móvil de la oreja y lo miró fijamente por un momento. «Hum, esto se pone interesante», pensó sonriendo.


Ukyo había sido olvidada en los baños para mujeres.

—¿Pero se puede saber qué tanto están hablando? —murmuró de pie cerca de los baños caminando de un lado a otro.

Llevaba cinco minutos haciendo tiempo extra ahí, mirando a Ranma hablar por teléfono. Se había ido educadamente de la mesa para dejarle hablar en privado y, ahora que veía que estaba de cháchara, se empezaba a arrepentir. «Ya he conseguido mucho haciendo que la llamara. He hecho bien en dejarle solo». Se detuvo para apoyarse contra la esquina que hacía la pared. Esperaría.

—Disculpe, señorita. —Un camarero con una bandeja llena de platos intentaba pasar por donde ella.

—Uy, perdón —dijo apartándose. Miró su reloj de muñeca. Las nueve y cuarto. Tampoco era tan tarde, aunque mañana tenía que madrugar. Con Ranma nunca había problema, ya que entre semana no solía quedarse hasta las tantas, a diferencia de los fines de semana. Le volvió a mirar. Seguía igual de enfrascado en la conversación. Más valía que el desenlace fuera bueno o si no tendría algunas palabras con Akane y con él. Realmente deseaba que la cosa funcionara entre ellos. Estaba decidida a ayudarles en todo lo que pudiera.


—¿Akane? —preguntó Ranma confundido por aquellas voces.

—Espera un momento, Ranma —respondió rápido con el aire saliendo a trompicones de los pulmones. Se levantó bruscamente de la silla y apretó el teléfono contra la tela de su camiseta para que Ranma no pudiera oírla. Abrió la puerta de un tirón descubriendo a sus compañeras medio riéndose. Éstas esperaban la bronca de Akane como un balde de agua fría. No se habían equivocado, llegó al instante.

—¿Qué demonios estáis haciendo? —dijo empezando a enfadarse de verdad. Entre los nervios, el rechazar la cita de Ranma y las tonterías de sus amigas, tenía unas ganas comprensibles de matar a alguien—. ¡Iros de aquí y callaros! —Les hizo gestos con la cara y la mano libre para que se marcharan.

—Pero Akane, ¿qué estás haciendo tú? ¿Cómo que tienes mil cosas que hacer? Si los exámenes los hicimos todos la semana pasada —replicó Koi—. Ya hemos terminado.

—¿Por qué estás inventándote excusas? ¿Hay algo que no sepamos? —preguntó Nikao sin entender.

—No os importa, no es vuestro asunto. Ahora largaos. A saber cómo arreglo yo esto ahora. —Se retiró para volver a cerrar la puerta.

—De verdad Akane que no te entiendo. ¿No habíamos estado hablando de que lo ibas a intentar con él? —Aquella fue Yuka, que mostraba aparentes signos de confusión en el rostro.

—¡Fuera! —dijo bastante seria—. Esta vez sí que os habéis pasado. —Les cerró la puerta en la cara.

—Pero si lo estás jodiendo todo tú solita —susurró Koi poniéndose de mala leche mientras se apartaba de la puerta.

—¿Será posible? Encima de que intentamos ayudarla —dijo también en bajo Nikao—. Cómo se pone, es una temperamental.

—Tranquilas chicas. —Yuka les hizo un gesto con la mano para que volvieran a acercarse a la puerta, a lo que obedecieron—. Luego hablamos. Ahora vamos a dejarle claro a Saotome que nuestra Akane es una mentirosa —murmuró.

Las tres se sonrieron como compinches, asintiendo con la cabeza y pegando sus orejas a la puerta de madera.


Dentro de la habitación.

—Puff, joder —maldijo antes de volverse a colocar el móvil en la oreja—. ¿Ranma?

—Sí, aquí sigo.

—Perdona, mis compañeras de apartamento están haciendo el capullo, les da por gritar de vez en cuando y... —intentó explicarse.

—Tranquila, no pasa nada.

—Gracias —respondió disminuyendo el tono de voz. «¿Qué pensará Ranma de mí?».

Ranma volvió a intentarlo.

—¿Entonces qué? ¿Sigues sin querer quedar? —Lo que había escuchado lo dejaba más confundido todavía. ¿Akane quería quedar pero estaba mintiendo para no hacerlo por alguna razón o no estaba mintiendo y no quería quedar? Fuese lo que fuese que se lo dejase claro, no estaba para tanto cachondeo. Aunque tenía que admitir que la situación le resultaba graciosa.

—Sí, Ranma, ya te lo he dicho. No es que no quiera quedar contigo, es...

—Que no puedes esta semana —acabó por ella.

—Sí, justo.

—Pues entonces… —Ranma pasaba de pedirle salir para la próxima semana, pasaba de ponerse de rodillas y de rogarle. Si ella no quería, es lo que tendría. Más voces llegaron a su oído de imprevisto.

—¡Ranma, está mintiendo de nuevo! ¡Akane quiere salir contigo, pero tiene miedo! —gritó Yuka.

—¡Akane, mentirosa, deja de hacerte la estrecha! —se sumó Nikao.

—Serán cabronas —maldijo Akane levantándose una vez más como un resorte. Llegó a la puerta a la vez que Koi hacía su último llamamiento.

—¡Ranma, no te creas lo que te ha dicho! ¡Está deseando repetir lo de la otra noche!

Aquello fue el colmo.

—Ranma, tengo que dejarte —farfulló cortante. Dio al botón rojo y terminó la conversación telefónica de cuajo, sin darle tiempo siquiera a Ranma de contestar.

—Yo a éstas me las cargo, no van a salir vivas —murmuró enfurecida a punto de cometer su primer crimen. Escuchó como las tres chicas salían corriendo por el pasillo. Encima se lo tomaban a risa, lo que le hizo incluso más daño. Les iba a echar la bronca del siglo.


—Por fin, ya era hora —dijo Ukyo separándose de la pared. Bordeó unas cuantas mesas y al llegar hasta la suya vio a un Ranma entre sorprendido e incrédulo.

—Esto es increíble —le oyó susurrar.

—¿El qué es increíble? —preguntó al sentarse.

Ranma se reía todavía de la situación que se había dado a través de la línea telefónica, sobre todo de que Akane siguiera siendo tan volátil.

—No te lo vas a creer.

Aquello llamó la atención de Ukyo, que se sentó más erguida delante de él dispuesta a escuchar.

—¿El qué? Cuéntamelo.

Ranma soltó un suspiro y comenzó a relatar lo que había sucedido.


—¿Pero se puede saber de qué vais? —vociferó Akane llegando al salón, apretando en un puño su móvil.

—Vamos, Akane, cálmate. No es para tanto —dijo Koi con las manos en alto intentando incrementar la distancia entre Akane y ellas. Las tres estaban justo delante de la entrada a la cocina con una Akane furiosa a un par de metros.

—¿Cómo que no es para tanto? ¿Por qué os metéis en mi vida? —gritó. Hizo crujir los nudillos de la mano libre como alivio, intentando contenerse, algo que no llevaba demasiado bien—. Yo no os hago putadas de estas —dijo en un tono más neutro.

Las jóvenes se quedaron en silencio aceptando parte de aquella culpa.

—Pero Akane, es que no tenía sentido lo que estabas haciendo. —Nikao quiso hacerla entrar en razón.

—¿Y qué más os da a vosotras? ¿Acaso os digo yo con quién tenéis que salir o con quién no?

—¿Pero por qué le mientes? ¿No decías que te gustaba? No tienes nada que hacer este fin de semana excepto el partido y salir de juerga con nosotras. ¿Qué son todas esas excusas? —dijo Yuka.

—¿Por qué os tengo que dar explicaciones?

—Porque somos tus amigas. Queríamos ayudarte y hacer- —afirmó Koi con confianza.

—¿Ayudarme? —interrumpió Akane molesta—. ¿Ayudarme como lo habéis hecho ahora? ¿Qué va a pensar Ranma de mí con lo que ha oído? Se creerá que estoy jugando con él o que…

—Es lo que estás haciendo —habló Nikao esta vez.

—Gracias a vosotras —mencionó furiosa apuntándolas con el dedo—. Si os hubierais callado, nada de esto habría ocurrido.

—Akane, no queríamos hacerte daño —empezó Koi en un tono de disculpa.

—Pues ya lo habéis hecho — dijo sin mirarlas a la cara.

—Sólo estábamos intentando que aceptaras a salir con él. A todas nos alegra que muestres interés por un chico después de tanto tiempo —continuó Koi.

—Y uno que está muy bueno, por lo que parece —agregó Nikao de fondo para intentar aligerar el ambiente.

—No pensábamos que te fueras a enfadar tanto. Vale que a lo mejor nos hemos pasado, pero es que no podías dejar pasar una oportunidad así —dijo Yuka sumándose a los argumentos de la defensa.

—Ya estás llamándole y diciéndole que sí que sales. —Koi empleó un tono de voz más fuerte y la apuntó con el dedo para que la hiciera caso.

—¡Koi! —le susurró Nikao a la vez que la golpeaba con el codo para que no forzara más el tema.

La mirada seria que le lanzó Yuka no transmitió un mensaje muy distinto, decía algo así como 'Mantén la boca cerrada a partir de ahora, por favor'. Todas se quedaron en silencio. Las tres chicas miraban a Akane, que se había puesto con los brazos en jarra y la cabeza gacha como si estuviera pensando en la forma de matarlas. Pero les sorprendió su reacción.

—Mirar, da igual. No importa. —«Lo hecho, hecho está», pensó desinchándose como un globo. Se dio la vuelta para ir a su habitación.

—Pero Aka- —empezó Koi yendo tras ella, pero Yuka la frenó en seco cogiéndola del brazo y diciéndole de callar. Una vez se cercioró de que Akane no podía escucharlas, habló:

—Dejar que se le pase, se ve que le ha afectado bastante.

—Joder, pero entonces la hemos cagado bien —comentó Nikao preocupada, apenada por la última imagen de Akane.

—Tranquilas, hablaré con ella —les informó Yuka—. Tal vez nos estemos equivocando con toda esta historia. —Koi y Nikao asintieron.

Se desperdigaron por la casa en silencio. Nikao volvió a sus estudios, pasando por el cuarto de Akane, que tenía la puerta cerrada. Bajó la cabeza sintiéndose mal por lo que había pasado. Koi se sentó en el sofá para terminar de ver el capítulo de la serie que seguían por televisión. Yuka permaneció unos momentos en la cocina pensando en cómo hablar con Akane sin que ésta le diera la espalda nada más intentarlo.


—¿No estás contento? Eso quiere decir que le gustas —dijo una sonriente Ukyo mientras andaban hacia el coche. Habían salido del restaurante aún hablando de la famosa llamada.

—Sí, claro, y por eso me ha dicho que no puede quedar, ¿no? A pesar de todo lo otro —contestó Ranma no muy convencido.

—Eso lo estará haciendo adrede, para hacerte la caza más emocionante —indicó ella divertida.

—Pues lo único que ha conseguido es confundirme. No me quiero comer la cabeza. A mí que me lo diga claro y ya está, no todo este circo de las amigas gritando una cosa y ella diciendo otra. —Abrieron las puertas y se metieron en el deportivo, Ranma al volante.

—Tranquilo, Tigre, que a lo mejor ella también se lo está pensando —le picó Ukyo.

—Si se lo está pensando, malo —reconoció el de la trenza.

—¿Qué pasa? Que si una chica no te dice que sí a la primera, ¿entonces ya no te vale? Pero si es lo que más te pone de Akane, no me lo niegues —continuó pinchándole la amiga.

—No, si a la primera ya me ha dicho que sí —respondió desconcertado.

Ukyo comprendió que se refería a lo del fin de semana.

—Y claro, quieres repetir y la nena te lo está poniendo difícil. —Rio y vio como él sonreía derrotado.

«Sí, Ukyo tiene razón. Quiero repetir... ¡y cuanto antes!».

—Si lo he conseguido una vez, puedo hacerlo de nuevo. Que lo ponga lo difícil que quiera, antes o después llegaré a ella —dijo seguro de sí mismo.

—¿La volverás a llamar?

—No lo sé, me lo pensaré. No quiero que piense que estoy desesperado —le confesó socarrón sonriendo.

—Pero si ya lo estás, para qué mentirnos —dijo sonriendo la chica de la espátula mientras miraba pasar por la ventana las luces cambiantes de la ciudad.

—Cállate ya, anda Ukyo —contestó Ranma resignado encendiendo la radio a bajo volumen dentro del coche; su amiga le conocía demasiado bien. Condujo unas cuantas manzanas más y se despidió de Ukyo cuando la dejó enfrente del portal en donde vivía. Después de verla subir, se marchó a casa pensando en la forma de llegar a Akane, una rosa que parecía estar rodeada de muchas espinas.


Toc, toc, toc. Silencio. Toc, toc, toc. Silencio de nuevo.

—Akane, ¿puedo entrar? —preguntó Yuka una hora después de la discusión. No obtuvo respuesta. Decidió abrir la puerta lentamente, dejando sólo una ranura por la que echar un vistazo. Su amiga de la infancia estaba sentada en su escritorio, leyendo.

—Akane…

—¿Qué quieres, Yuka? —dijo sin su habitual alegría.

La joven entró en la habitación y cerró la puerta tras ella. Se quedó apoyada sobre la madera.

—Quería hablar sobre lo de antes, lo de la llamada.

—No te molestes, ya os he dicho que da igual.

Yuka respiró hondo. Aquello iba a requerir más esfuerzo del que pensó inicialmente.

—No, no da igual. Sé que te ha molestado mucho lo que hemos hecho, pero te aseguro que al principio lo estábamos haciendo inocentemente. Admito que el resto ha sido aposta, pero es que no podíamos creernos lo que estabas haciendo. —Yuka esperó unos segundos para ver si Akane se giraba a mirarla o decía algo—. ¿Por qué no quieres salir con Ranma? —Lo dejó ahí, la pregunta del millón.

—No quiero hablar de eso.

—¿Hay algo que no me hayas contado?

Akane suspiró y empezó a jugar con un bolígrafo que había encima de la mesa.

—No, te lo he contado todo, Yuka, aunque tal vez no debería de haberte contado nada. —Fue entonces cuando la miró a los ojos como una hoja de metal cortante.

Yuka se quedó helada. Akane estaba poniendo en entredicho la amistad que las unía, y todo por una pequeña broma.

—Akane, nosotras sólo queríamos que salieras con él, que te divirtieras.

—Ya lo sé, Yuka, pero las cosas no se hacen así. Ahora la que ha quedado en ridículo soy yo.

—¿Quieres que le llame y le diga que lo sentimos, que ha sido una broma? —preguntó Yuka dispuesta a arreglar el asunto de la forma que fuera.

—No, eso no arreglaría nada —contestó Akane rápidamente.

Ambas se quedaron en silencio. Yuka no sabía qué más decir. No veía que fuera a sacar mucho de ella estando tan a la defensiva. Cuando ya pensaba en darse la vuelta para irse y dejarla sola, Akane la sorprendió.

—No estoy segura.

Yuka levantó la cabeza dándole toda su atención.

—¿De qué?

—De Ranma.

Pasaron unos segundos más que a Yuka la mantuvieron en suspenso. Se acercó llegando hasta el escritorio y se apoyó en el lateral.

—Pues por eso necesitas conocerle más, no cerrarle las puertas.

—Tengo miedo de que me vuelva a hacer daño, de pillarme más por él en poco tiempo y de que luego me deje. O de joderlo todo como hace cuatro años —dijo Akane con algo de timidez, sin mirar a su amiga a la cara. Yuka se mantuvo en silencio, sabía que le tocaba escuchar—. Ranma siempre fue una parte muy importante de mi vida y, ahora que ha reaparecido, no sé qué esperar. Todo este tiempo le he estado echando de menos, soñando muchas veces con volver a verle, pero nunca pensando que ocurriría. —Su voz era sutil, casi melancólica—. Y ahora que nos hemos reencontrado, lo primero que hemos hecho es acostarnos y, aunque admito que me ha encantado —rio desilusionada—, creo que es lo peor que podríamos haber hecho.

—Akane, no tiene porqué, es normal que cuando dos personas se atraen mucho se acuesten juntos. Eso puede no significar nada o puede significar mucho. Vosotros siempre os habéis gustado desde que teníamos dieciséis años y, a pesar de haber estado separados, la llama que teníais entonces se ha avivado en lugar de apagarse. Eso explica mucho de lo que os pasa. —Yuka volvió a cambiar de posición, sentándose esta vez sobre la cama de Akane—. Escucha, es lógico que te sientas así, que tengas dudas, pero no puedes darle la espalda sólo porque no estés segura. Aprovecha la experiencia. Tienes veintidós años y llevabas un tiempo diciéndome que querías estar con un chico, ¿no? —Akane, que había girado su silla para estar de cara a Yuka, asintió vagamente—. Las cosas siempre nos llegan cuando no las esperamos. Así es la vida.

—Tienes razón. —Akane se reclinó sobre el respaldo y miró a su amiga apenada—. Siento lo de antes, sé que yo tamb-

—Bah, Akane, no te preocupes, bastante la hemos liado nosotras tres —la cortó Yuka—. Lo único que no sabíamos es que ibas a reaccionar así de mal, como cuando te enfadas de verdad. Pero es que nosotras somos también muy malas —sonrió traviesa—. Lo que fuera necesario para que tuvieras una cita. Queríamos pincharte para que cambiaras de opinión. Perdónanos el que se nos haya ido de las manos.

Akane también sonrió, aunque sólo por las comisuras.

—Tendré que decirles algo a Nikao y a Koi luego, o mañana.

—Tranquila, te entenderán. Además, ya sabemos todas el temperamento que tienes, así que no es nada nuevo. —Levantó las cejas, con la sonrisa llegándole a los ojos.

—¡Yuka! —La palmeó en el hombro por meterse con ella. Las dos rieron, sintiéndose mucho mejor al notar como la tensión se disipaba. Akane estaba mucho más calmada y abierta a la conversación y Yuka lo agradeció.

—Esta vez estaba justificado por tu parte. Nos hemos pasado un poco —reconoció la chica de pelo largo color castaño claro.

—Ya es agua pasada —comentó la menor de la Tendo, queriendo dejar atrás lo ocurrido.

—Akane, no te cortes en decirme lo que te pasa. Estoy aquí para ayudarte, ¿vale? —le dijo Yuka a modo de reprimenda y en total confianza.

—Lo sé. Gracias. —Akane ladeó la cabeza, pensando—. ¿Crees que debería de llamarle? —preguntó insegura. No hizo falta concretar a quién se refería.

—Yo creo que a él le gustaría, podrías explicarle lo que ha pasado.

—Bien. Le llamaré mañana entonces, hoy prefiero despejar mi cabeza.

—Sí, creo que es lo mejor. —Se acercó para darle un abrazo—. Ya verás como todo saldrá bien.


Enfrascado frente a la pantalla del ordenador sobre su escritorio, Ranma encontró con éxito lo que había estado buscando en Internet. Ya sabía lo que tenía que hacer, o al menos tenía un plan. Akane tal vez estuviera muy liada aquel fin de semana para quedar con él, pero eso no significaba que no pudiera disfrutar de ella a distancia. Aún tenía unos cuantos días para pensar en algo más si es que era necesario. A continuación revisó su correo electrónico y, tras responder un par de mensajes, apagó el ordenador. Cogió un vaso de agua de la cocina, fue apagando luces y se encaminó a su dormitorio. Desvestido, se metió en la cama y encendió el televisor con el mando a distancia. A aquella hora no había nada realmente interesante, sólo los típicos programas nocturnos desfasados que conseguían audiencia por el espectáculo hortera que montaban, no por ofrecer algo con verdadera consistencia.

Se desligó rápidamente de las palabras del presentador, que se volvieron lejanas. Su mente se transportó como hechizada a la noche del fin de semana anterior, al tiempo de placer que experimentó junto a Akane. No era la primera vez. Si no lo había rememorado ya por lo menos unas mil veces, no lo había hecho ninguna. Cada vez que lo hacía, cierta parte de su cuerpo se tensaba, anticipándose. Una sensación agradable le inundaba y, simultáneamente, una impotencia dolorosa le corría por la venas por no poder saciar su deseo y arrebato con ella ahí, en ese mismo instante. Constató que se le estaba poniendo dura. Bien sabía que si no dejaba de pensar en las curvas y en los sensuales movimientos que su musa representaba para él en su cabeza, iba a tener que echar mano, literalmente, de su mano. «Dios, lo que le haría si la tuviera delante». Ahora que lo pensaba, aquella noche se habían quedado cortos. Sólo lo habían hecho una vez y había sabido a poco. Conocía su capacidad. Aquella noche había estado bastante bien, aunque Akane en realidad no había visto ni la mitad de lo que le podía ofrecer. «Con 18 años era un novato, pero ahora tengo bastante más experiencia», reflexionó. No es que fuera el amante perfecto, pues las posibilidades siempre eran miles y por aprender seguro que le quedaba un buen camino, uno que le gustaría conocer junto a ella. Pero para noches de pasión con fogosidad se sentía que iba sobrado, o así había sido hasta el momento. Como le pusiera las manos encima a Akane, la iba a hacer alucinar en colores, porque no la dejaría descansar. Quería que todo saliera bien, iba a hacer todo lo posible para conquistarla. Tenía la preocupación de que su corazón saliera herido, pero si no lo intentaba ahora que se había presentado la oportunidad, estaría toda su vida preguntándose por ella y por si realmente fue un error el dejarlo siendo tan jóvenes.

La erección ya era prominente, sería cruel consigo mismo dar marcha atrás en aquel momento. Los días anteriores se había controlado fácilmente. Había estado tan cansado y exhausto de todas las actividades del día que con cambiar el rumbo de sus pensamientos caía dormido enseguida. Pero hoy ya no había necesidad de reprimirse. Había entregado el trabajo de inglés, pasado unos cuantos apuntes, terminado los asuntos del banco y otras gestiones que le habían vuelto loco los tres días anteriores. Mañana no iba a ser un día tan ajetreado, como mucho, ir a clase y a entrenar. Deslizó su mano bajo la cinturilla de sus boxers y la introdujo hasta llegar a su miembro tenso y erguido. Dejándose llevar por las fantasías que Akane realizaba para él en su cabeza se zambulló en un mundo de sensaciones. «Dios, Akane, si estuvieras aquí...», pensó.

Se desfogó en poco tiempo. La acumulación de varios días había sido difícil de contener. Habiendo descargado su lujuria por ella, se quedó totalmente relajado. Eran momentos en los que su respiración se apaciguaba y su corazón recuperaba su latido normal. Las imágenes de una Akane desnuda seduciéndole en su mente se quedaron sin iluminación. Ya enfriado, se fue al baño a limpiarse y a cambiarse. Ponerse caliente ahora sin ella era un placer a medias. Al meterse de nuevo en la cama desnudo devolvió su atención al televisor. Ya se excitaría con más ahínco cuando estuvieran juntos. Mientras tanto, terminaría bien la semana y se concentraría en ganar el combate del sábado.