Disclaimer: Harry Potter y sus personajes son propiedad de J. K. Rowling. Esta historia está escrita sin ánimo de lucro.
Advertencia: Este fic es un slash (relación chico/chico) y contiene lemon (sexo explícito). Si no te gusta el género no sé que haces aquí metido. Dale a "Atrás" y busca otro fic más acorde con tus gustos.
Para EugeBlack con enorme cariño. Niña, ya por fin el final! xD Disfrútalo! Tqm!
Never Say Goodbye
Capítulo 4
Abrió los ojos con lentitud. Sentía el cuerpo amodorrado, incapaz de reaccionar con rapidez y presteza. Se talló los ojos y se pasó la mano por el pelo, intentando desperezarse. Se sentó en el sofá, en donde había permanecido tumbado, y se colocó bien las gafas sobre la nariz, intentando recordar lo que había pasado.
Recordaba vagamente las figuras de los médicos y enfermeras alrededor de una cama de hospital. Pero¿quién era la persona que se encontraba sobre la cama?
Entonces recordó todo lo sucedido el día anterior. Recordó la figura de Draco, entubado y lleno de vendajes sobre la cama, respirando con lentitud y regularidad hasta que de repente su pecho se detuvo y su corazón dejó de latir.
Harry se levantó de un salto y miró hacia donde debería estar la cama de Draco. Pero ésta no estaba. La habitación se hallaba vacía a excepción de él.
Salió corriendo de la habitación, sintiendo la desesperación corroyéndole por dentro. ¡Qué había pasado con Draco¡Dónde estaba¡Por qué le habían separado de él?
Buscó a su pareja por todas las salas que había cercanas a su habitación, intentando no dejarse vencer por aquel horrible sentimiento que se estaba apoderando de su interior. Draco no estaba muerto, no podía estarlo.
De pronto, chocó con una enfermera. No se había fijado en ella, corriendo como iba por el pasillo, enfocado únicamente en descubrir lo que había pasado con Draco.
-¡Señor Potter! –oyó que le llamaban a su espalda. Él se dio la vuelta y observó a la mujer con la que se había chocado, viendo que era una de las enfermeras que había tratado a Draco. Se acercó rápidamente a ella.
-¿Dónde está Draco? –le preguntó, sin esperar a que ella le dijera nada-. ¿Dónde está¿Qué le ha pasado¿Cómo está?
-Tranquilícese, señor Potter –le pidió la enfermera-. Han llevado al señor Malfoy a hacerle unas pruebas. Dentro de un rato lo llevarán de nuevo a la habitación.
Le estaban haciendo unas pruebas… Harry no podría describir el alivio que sintió en aquel momento al entender que Draco seguía vivo, que había conseguido sobrevivir a aquella crisis, que su corazón había vuelto a funcionar.
-Los doctores esperaron que el señor Malfoy ya estuviera en su habitación antes de que usted despertara del tranquilizante que me mandaron darle, señor Potter, pero ha habido un pequeño problema y han tardado en comenzar a hacerle las pruebas.
El tranquilizante… sí, recordaba a esa misma enfermera entregarle uno cuando vio que el corazón de Draco había dejado de latir. Su respiración se había vuelto errática, apenas podía aspirar el oxígeno suficiente, y un intenso mareo le había invadido la cabeza. Por eso había despertado en el sofá de la habitación.
-¿Porqué no se va a esperarle a su habitación, señor Potter? –le sugirió la enfermera con una suave sonrisa-. No tardarán mucho en llevar al señor Malfoy allí.
Harry asintió medio ausente, sintiendo cómo el latido de su corazón iba tomando un ritmo normal. Se dio la vuelta y se encaminó a la habitación con paso lento. Allí esperaría a Draco, y esta vez sí que iba a dejarle solo.
Volvía a sostener la mano de su pareja entre las suyas y sus ojos verdes fijos en la relajada y pálida cara que reposaba de lado sobre la almohada, ya por fin sin ese horrible tubo saliendo de su garganta, dejándole respirar por sí mismo y con normalidad. Hacía apenas media hora que se lo habían devuelto después de hacerle las pruebas, y desde que había colocado la cama en su sitio, él se había sentado a su lado y no lo había soltado.
Draco seguía respirando pausadamente, sin despertar ni dar señas de querer hacerlo. Su corazón volvía a latir a un ritmo normal e ininterrumpido.
De pronto, el móvil en un bolsillo de sus pantalones comenzó a vibrar, sorprendiendo así a Harry. Creía que había apagado el teléfono cuando había llegado al hospital, mientras esperaba a que le dejaran ver a Draco, pero al parecer sólo había sido un pensamiento que no había llevado a cabo.
El móvil siguió vibrando durante unos segundos más hasta que Harry lo sacó de su bolsillo y le dio al botón de llamada, colocándoselo en la oreja.
-¿Diga?
Una voz varonil comenzó a hablar por el otro lado de la línea telefónica, de forma pausada y amigable. Harry afirmó varias veces, respondiendo a las preguntas que le formulaba su interlocutor, antes de que una enorme sonrisa se instalara en sus labios y sus ojos verdes volvieran a brillar con alegría.
-Sí, por supuesto –sonrió-. Allí estaré, se lo aseguro. Muchas gracias.
Justo en ese momento, una enfermera entró en la habitación para revisar las constantes vitales de Draco. Se quedó quieta en la puerta un momento, mirando con el entrecejo fruncido a Harry.
-Aquí no se puede tener encendido el móvil, señor Potter –le dijo, con una voz dura y fría.
El moreno asintió y apagó el móvil, pero su sonrisa no se borró de su cara. Aproximó su cara a la de su pareja y le besó los labios, sin importarle la inoportuna presencia de la enfermera.
-Ahora seremos una familia completa, mi amor –le susurró, como si Draco pudiera escucharle-. Ya no estaremos más solos.
Volvió a mirar el reloj por millonésima vez en aquel día. ¿Cuántas horas llevaban en aquel hospital¿Diez, doce? Había perdido la cuenta. Las horas pasaban terriblemente lentas, frustrándole y oprimiéndole el corazón con una vil garra helada.
Y Draco seguía allí tumbado en esa cama y sin moverse, sin dar indicios de que iba a despertar. Maldito Malfoy… tan cabezota como siempre. Siempre tenía que estar llevándole la contraria, siempre hasta para las cosas más nimias. Muy típico de él querer también llevarle la contraria en aquella ocasión.
Se pasó una mano por el pelo, despeinándoselo aún más de lo que ya lo tenía. Suspiró cansadamente y clavó sus ojos verdes en la cara relajada de su pareja. Entre sus manos seguía sosteniendo una de las de Draco, tan pálida y laxa como al principio, aunque ahora conservaba el calor que le había cedido Harry y que antes no tenía.
-Venga, Draco, despierta. Odio los hospitales y odio estar aquí, ya lo sabes. Y aún odio más que estés tú ahí postrado sin despertar mientras yo estoy aquí esperando a que abras los ojos para poder echarte la mayor bronca de tu vida.
Apretó con un poco de fuerza la mano entre las suyas, esperando recibir una respuesta, un pequeño movimiento que le indicara que Draco había sentido el apretón, que estaba despierto. Pero esperó en vano.
-Maldita sea, Malfoy –volvió a susurrar-, siempre te ha encantado hacerme sufrir, de una forma o de otra, pero siempre te ha encantado.
Por su mente pasaron aquellos momentos en Hogwarts, cuando aún eran unos impulsivos adolescentes, Harry más que Draco, por supuesto, y se liaban en feroces peleas verbales y físicas para demostrar lo equivocado que estaba su contrincante o que uno era mejor que el otro. También recordó aquellas peleas fingidas que en realidad sólo servían para mantener una fachada ante los demás, de sus bocas saliendo insultos y palabras de odio mientras que con sus miradas se declaraban el amor que se profesaban; y aquellos buenos ratos en la cama mientras hacían el amor y Draco le hacía sufrir con sus enloquecedoras caricias y sus lentos besos recorriendo cada porción de piel de su cuerpo.
-Despierta, Draco, por favor –suplicó de nuevo, besando la suave piel del dorso de la mano y acariciando la pálida mejilla que medio reposaba sobre la almohada-. No quiero ir a por ella yo solo, Draco. Quiero que tú vengas conmigo, que vayamos los dos juntos y seamos la familia que siempre hemos deseado.
Pero Draco siguió sin responder. No hizo ni un solo movimiento, sólo el pitido de la máquina que controlaba el corazón y el lento movimiento ascendente y descendente de su pecho le indicó a Harry que Draco seguía viviendo.
Amargas lágrimas volvieron a caer por sus mejillas, la alegría de la noticia recibida por teléfono reemplazada por la congoja, el miedo y la frustración que sentía en su corazón.
Se secó las lágrimas de un manotazo y se puso en pie para sacarse la sudadera de 'Pekes' y dejarla en el respaldo de la silla, dejando con cuidado la mano de Draco sobre el colchón a un lado de su cuerpo. Luego dio una vuelta por la habitación, estirando los agarrotados músculos y dejando vagar sus ojos por la estéril sala, de paredes pintadas con colores fríos y claros, hasta posarlos sobre la ventana que daba a fuera del edificio.
No había nadie por la calle. Había unos cuantos coches aparcados al lado de la acera y las farolas iluminaban la oscura noche de aquel día. El cielo estaba lleno de nubes, ocultando así la silenciosa presencia de la luna.
Suspiró y dejó reposar su frente contra el frío cristal, sin apartar sus ojos del satélite, trayéndole buenos y malos recuerdos a su mente.
La luna había sido su compañera en las noches solitarias de su infancia; había sido testigo de la primera vez que él y Draco había hecho el amor, a orillas del lago y bajo sus tenues y románticos rayos de luz… pero también había sido la culpable de la dura vida que había llevado Remus Lupin; bajo ella se había llevado a cabo la violenta Batalla Final contra lord Voldemort; bajo ella había muerto cientos de personas por unos estúpidos ideales.
En ese momento, Harry volvió a preguntarse si él también estaba maldito. Maldito a una vida llena de sufrimientos y sueños rotos, de soledad y tristeza, en donde ninguno de sus seres queridos podría vivir tranquilo y estaba destinado a morir de una forma violenta y dolorosa sólo porque él les tuviera aprecio.
Sirius murió. Remus murió. Ron y Hermione le abandonaron… ¿Draco también lo haría¿Se volvería a quedar solo?
No. Draco no le fallaría. Tenía que recordar la promesa, su promesa. Draco la cumpliría.
-¿Señor Potter? –le llamaron desde la puerta, sobresaltándole y obligándole a darse la vuelta.
La doctora Walters le miraba desde su lugar junto a la cama de Draco, con el historial del rubio en las manos.
-Buenas noches, doctora –saludó más por cortesía que por otra cosa.
-¿Por qué no se va un rato a la cafetería a tomar algo? –le sugirió ella-. Necesita despejarse un poco, lleva mucho tiempo aquí metido, y le vendrá bien tomar un café.
Pero Harry se negó con un movimiento de cabeza.
-No, prefiero quedarme. No quiero correr el riesgo de no estar aquí cuando Draco despierte.
La doctora no le contestó a eso, pero sus ojos le indicaron a Harry con total claridad lo que pensaba sobre aquello. Harry frunció el ceño y apretó la mandíbula, viendo cómo ella enfocaba una pequeña linterna a los ojos de Draco, abriéndoselos con dos dedos, y negando con la cabeza.
Ella creía que Draco no saldría adelante. Ella creía que él no iba a despertar, que seguiría dormido sin reaccionar a nada ni nadie de su alrededor hasta que su corazón se detuviera. Draco estaba demasiado herido, demasiado machacado. No sobreviviría.
-No le diré adiós, doctora –susurró él con ira, sobresaltando a la mujer-. Nunca le diré adiós.
Ella le miró sorprendida y levemente asustada. ¿Cómo había sabido ese chico lo que estaba pensando? Se apresuró a terminar de revisar a su paciente y a salir de la habitación, siendo incapaz de permanecer por más tiempo en el mismo lugar que ese hombre de poderosos ojos verdes.
-Despertarás¿verdad, amor? –le dijo Harry a Draco, con voz quebrada-. Le llevarás la contraria a esa estúpida mujer¿a que sí? Le demostrarás que eres más fuerte de lo que ella cree.
Besó una de sus mejillas y le apartó uno de esos suaves mechones rubios de la cara, acariciándolo como tantas otras veces lo había hecho antes.
Suspirando de nuevo, se sentó en la silla y apoyó la cabeza al lado de una de las manos de Draco, cerrando los ojos y concentrándose en la respiración lenta y casi inaudible de su pareja.
Antes de darse cuenta se quedó profundamente dormido.
Caminaba con rapidez y sigilo a través de los pasillos de frías piedras. Con una de sus manos sujetaba la capa de invisibilidad para que no se le escurriera y le dejara al descubierto; con la otra mano sostenía el Mapa del Merodeador, activado y con unos cuantos puntitos moviéndose por el papel.
Las antorchas colgadas en las paredes creaban aterradoras sombras en los rincones y por detrás de las armaduras, pero Harry no tenía miedo. Estaba en Hogwarts, allí lo único malvado que había de verdad era el grasiento profesor de pociones y el maldito poltergeist que en esos momentos causaba estragos en el séptimo piso, distrayendo así a Filch y ayudando a Harry sin siquiera saberlo.
Bajó corriendo las escaleras, llegando a las inmensas puertas de entrada del castillo, dando breves vistazos al mapa para asegurarse de que no había ningún vigilante por allí cerca. Pero no, el camino estaba desierto.
Con mucho cuidado e intentando no hacer ruido, abrió una de las puertas lo suficiente para poder salir. Y una vez fuera, libre de los muros de piedra, corrió a través de los terrenos hacia el bosque.
El cielo estaba plagado de estrellas y libre de nubes. La luna no llegaba a iluminar del todo el claro del bosque hacia el que se dirigía, pero Harry se conocí a la perfección aquella parte y apenas necesitaba luz para saber por donde ir.
Se quitó la capa invisible de encima y desactivó el Mapa del Merodeador, guardándose ambos objetos en los bolsillos hechizados de la túnica.
De pronto, unos brazos le rodearon la cintura por detrás y una cabeza se posó sobre su hombro, dándole un pequeño beso en el cuello.
-¿No crees que es un poco tarde para dar paseos por el bosque, Potter? –le susurró al oído, con esa voz arrogante que le caracterizaba, arrastrando las palabras.
-Estaba esperando a que cierto prefecto rubio de Slytherin me pillara y me castigara por romper las normas –Harry sonrió divertido, dándose la vuelta hasta estar cara a cara con su pareja-. ¿Algún voluntario?
-Mmm… -Malfoy entrecerró los ojos y fingió pensárselo-. Supongo que tendré que hacerlo yo. No hay nadie que se atreva a castigar al niño dorado del director.
Harry le dio un pequeño empujón a Draco al entender la insinuación del slytherin, pero no se borró la sonrisa de sus labios. Había aprendido a conocer a Draco, y sabía que eso lo había dicho más para bromear que para echárselo en cara.
-Eres muy gracioso –dijo Harry sarcásticamente, entrecerrando los ojos. Se cruzó de brazos, fingiendo enfado, pero la actuación no le duró mucho. Draco, de un rápido movimiento, se volvió a acercar a él y le abrazó contra su cuerpo, juntando su frente con la de Harry y mirándole fijamente a los ojos.
-Te amo –le susurró contra sus labios, justo antes de apresarlos con los suyos en un apasionado beso.
Harry se abrazó a él pasándole los brazos por el cuello, correspondiendo al beso y expresándole sin palabras todos aquellos sentimientos nuevos que invadían su corazón.
No hubo más palabras entre ellos. Se tendieron en la hierba, al cobijo de un alto y frondoso árbol, descansando en los brazos del otro de la agobiante semana que por fin estaba terminando.
Draco mantenía abrazado a Harry por su cintura, atrayéndole hacia su cuerpo y obligándole a apoyar la cabeza contra su hombro. Cuando el gryffindor enterró la cara en su cuello, comenzando a respirar pesadamente contra su piel, Draco enredó sus dedos en los rebeldes mechones del pelo de su pareja, peinándolos y acariciándolos con cariño y ternura e intentando no sacarle del tranquilo sueño en el que había caído.
Pasaron varias horas sin que ninguno de los dos variara su postura. Ni Draco había dejado de acariciarle el pelo, ni Harry había despertado de su apacible sueño. Pero tenían que volver a sus habitaciones antes de que alguien se diera cuenta de que no estaban. Llevaban ya demasiado tiempo desaparecidos.
-Venga, Harry, despierta –murmuró en su oído, haciendo despertar poco a poco a Harry, sin parar el movimiento sobre el pelo-. Vamos, Harry, arriba.
El gryffindor comenzó a abrir los ojos, sintiendo aquella mano acariciándole el pelo y ayudándole a despertar. Posó sus orbes verdes entrecerrados sobre los grises, que le miraban con un extraño brillo.
-Venga, bello durmiente, despiértate –ese tono de voz dulce y tranquilo que caracterizaba a Draco cuando hablaba con él cambió de pronto, volviéndose ronco y rasposo, como si le costara hablar.
>>Harry… te vas a hacer daño… si sigues tumbado así…
Harry despertó de pronto con un sobresalto y observando con los ojos totalmente abiertos al cuerpo que seguía sobre la cama.
-Por fin despiertas, bello durmiente… -volvió a sonar aquella voz ronca con esfuerzo.
Oírla fue el detonante para Harry. Sus ojos se llenaron de lágrimas que cayeron por sus mejillas, pero en esta ocasión no eran de tristeza y frustración, sino todo lo contrario. La felicidad que sentía se representó en la inmensa sonrisa que iluminó los rasgos de Harry.
-Draco… -susurró, con miedo a que si lo decía en voz alta aquel sueño desaparecería.
Pero no lo hizo. Draco siguió allí, mirándole con sus ojos grises y una cansada sonrisa dibujándose en sus labios.
-Maldito cabezota –volvió a susurrar Harry, poniéndose en pie-. Te ha costado hacerme caso¿eh?
Draco amplió un poco su sonrisa. Sus ojos empezaban a cerrarse en contra de su voluntad. Intentaba mantenerse despierto, seguir viendo la cara familiar de Harry, pero sus párpados pesaban demasiado.
De pronto sintió los labios de Harry posarse sobre los suyos. Quiso corresponderle al beso con todas las ganas, pero apenas pudo mover los labios, lo justo para demostrar a Harry que seguía despierto y que quería besarle a su vez, pero por mucho que lo deseara no conseguía hacerlo como él quería.
Consiguió alzar una de sus manos hasta posarla sobre la nuca de Harry, indicándole que no se separara y que continuara besándole, pero seguía atontado y adormecido, y apenas pudo mantenerla allí.
-Voy a llamar a la doctora –le susurró Harry sin apartarse apenas de esos labios-. No te duermas¿de acuerdo?
Draco asintió con la cabeza, saboreando aún el dulce beso que le había obsequiado Harry.
El moreno se separó de su lado con reticencia; no quería separarse de su pareja. ¿Y si, cuando volviera, Draco había vuelto a dormirse y ya no despertaba más¿Y si aquello había sido una jugarreta de su imaginación y sus deseos mezclados y en realidad Draco no había despertado en ningún momento?
No, Draco había despertado y le había despertado cuando él se había dormido, acariciándole el pelo con las pocas fuerzas que tenía. Draco seguiría despierto para cuando él volviera a su lado.
Y así había sido. Le pidió a la primera enfermera que vio que avisara a la doctora y regresó con rapidez al lado de su pareja.
-Te vas a enterar cuando salgas de aquí –le dijo Harry sosteniendo de nuevo su mano, con un brillo peligroso en sus ojos-. Me vas a pagar toda esta preocupación que me has causado.
Draco sonrió. Quería reírse, pero su atontamiento se lo impidió.
-Yo también me alegro de volver a verte.
Lo único que consiguió como respuesta fue una mirada demasiado significativa. Cuando saliera del hospital y volviera a casa le iba a caer una buena.
-Harry –carraspeó y tragó-, no sé si lo soñé, pero… ¿dijiste que ya no estaríamos más solos?
La luminosa sonrisa de Harry fue suficiente contestación para él.
Le temblaron las manos a la hora de llamar a la puerta. Bueno, en realidad le temblaban las manos desde que había salido del hospital. Y no podía evitarlo. Estaba nervioso, muy nervioso, aunque no le gustara admitirlo. Pero al margen de lo inquieto que se sintiera, estaba feliz, muy feliz.
Draco había despertado esa noche, la doctora había dicho que se recuperaría y que, con suerte, no le quedarían secuelas, y en esos momentos se encontraba delante de los servicios sociales, después de haber ido a casa a ducharse y a cambiarse de ropa, y se disponía a entrar a buscar a la pequeña que iba a trastocarles la vida a Draco y a él.
Al final se armó de valor y tocó con los nudillos en la puerta de madera pidiendo permiso para entrar. Un hombre de cara amigable le abrió y le hizo entrar al despacho, saludándole con una sonrisa y un firme apretón de manos.
Antes de que se diera cuenta, aquel hombre le había dejado en sus brazos un pequeño bebé de unos meses de edad, una pequeña niña de grandes ojos azules oscuros y una pelusilla negra coronando su frágil cabeza.
Harry cayó totalmente embobado y enamorado de la pequeña niña, de su alegre sonrisa y su cautivante mirada.
Le acarició con cuidado y algo de temor la mejilla y la barbilla de la pequeña con un dedo, haciéndola reír y sintiendo su suave y delicada piel.
-Es preciosa… -fue lo que murmuró cuando cayó verdaderamente en la cuenta de que aquella bebé era suya, que se iba a quedar a vivir con ellos desde ese mismo momento.
El otro hombre se rió suavemente. Le dio unos papeles para firmar y por último una bolsa de lona en cuyo interior estaban guardados algunos objetos de la pequeña, unos vestidos, algunos juguetes y lo necesario para su higiene.
-Iremos mis compañeros o yo alguna que otra vez para observar la integración de la pequeña en su nuevo entorno –dijo el hombre, y añadió al ver que la bebé se había quedado dormida en los brazos de su nuevo padre-, aunque dudo que haya algún problema.
Harry asintió, indicando que le había escuchado, pero sus ojos no se había apartado de su nueva hija, totalmente embelesado con su pequeña carita durmiente.
-Muchísimas gracias –dijo él, elevando la mirada y fijándola sobre el asistente social-, de verdad, muchísimas gracias.
El hombre le estrechó la mano, despidiéndose de él. Le abrió la puerta e hizo una caricia en la cara a la bebé.
-Nos vemos, Deirdre. Sé buena y no hagas muchas travesuras.
Se secó el sudor de las manos por enésima vez en la sábana de la cama. Echó un vistazo de nuevo a la puerta de la habitación, esperando ver entrar a Harry con el nuevo miembro de su pequeña familia de un momento a otro.
Estaba aburrido y eso no ayudaba precisamente a sus nervios y a que el tiempo pasara más rápido.
Suspiró profundamente y se pasó una mano por el pelo, sonriendo divertido al darse cuenta de su movimiento. Harry había termino pegándole esa horrible costumbre tan poco Malfoy.
Estaba recordando las otras manías de su pareja cuando de pronto llamaron a su puerta. Giró rápidamente la cabeza en esa dirección y dio permiso para entrar.
Sus ojos grises brillaron con ternura al ver a su pareja con un bebé en brazos, una escena preciosa y entrañable que había deseado observar desde hacía mucho tiempo.
-Mira, Draco –dijo Harry en voz baja, sentándose en el borde de la cama e inclinando los brazos para que Draco pudiera ver a la pequeña-. Es nuestra niña.
Draco se quedó tan embobado con la bebé como se había quedado Harry cuando la había visto por primera vez. Extendió una mano con la intención de acariciarla una de sus sonrojadas mejillas, pero se detuvo a medio camino, con temor a hacerle daño. Miró la cara de Harry, vio sus brillantes ojos verdes y su sonrisa feliz, mirándole a él también, instándole a acercarse a la pequeña.
En cuanto sus dedos entraron en contacto con aquella piel suave, unos grandes ojos marinos se abrieron y se fijaron en el hombre que estaba frente a ellos.
-Draco, te presento a Deirdre –habló Harry, observando con fascinación esa conexión invisible que se había creado entre su pareja y la pequeña-, Deirdre, te presento a tu papá Draco.
Deirdre, de pronto, extendió sus pequeñas manitas hacia Draco. Gorjeó feliz cuando éste se atrevió a cogerla en brazos y la cobijó sobre su regazo.
No hubo palabras entre ellos. Lo único que se oía en la habitación eran los gorjeos de la pequeña, que tenía cogida en una de sus regordetas manitas uno de los dedos de su nuevo papá.
Cuando la enfermera entró de nuevo en la habitación horas después se encontró con la hermosa escena de Draco durmiendo a pierna suela con la bebé también dormida confiadamente sobre su pecho, segura entre los fuertes brazos que la protegían y que inconscientemente no dejaban que cayera. Harry acariciaba ausentemente el pelo rubio de Draco con una mano y con el otro brazo posado relajadamente sobre su cintura, mirando embelesado y velando el sueño de su familia.
Poco a poco, él también cayó dormido.
Un año después…
-¡Deirdre¡Ven aquí, canija!
Unos pasitos rápidos sonaron sobre el parqué del pasillo en dirección al salón.
Harry, al oírlos, se giró, viendo a través del hueco de la puerta el correteo de su pequeña hija huyendo de Draco. Se rió, negando con la cabeza. Todos los días estaban igual.
Volvió a girarse y continuó haciendo la cena, tarareando la canción de Bon Jovi que sonaba en ese momento en la minicadena. Oyó detrás de él a Draco perseguir a Deirdre, llamándola y jugando con ella.
Deirdre se rió. Su risa infantil resonó graciosamente por todo el pasillo. Las sillas del comedor fueron removidas de su sitio.
-¡Estate quieta, enana!
Pero al parecer Deirdre no hizo caso a Draco. Volvieron a oírse sus pasitos por el pasillo, y de pronto Harry sintió unos bracitos abrazarse a una de sus piernas y un cuerpecito ocultarse tras ella. Harry apagó el fuego riendo y cogió a su niña en brazos. Draco entró en la cocina, sonriendo con diversión.
-Así que estás ahí, pitufa –dijo, acercándose a ella y a Harry.
Deirdre volvió a reírse, acurrucándose en los brazos de su padre y descansando su cabecita sobre el fuerte hombro.
-No baño –dijo, con una voz alegre, mirando a su padre rubio con sus grandes y brillantes ojos azul oscuro.
-Oh sí, sí baño –contraatacó Draco.
Deirdre negó con la cabeza, Harry se rió y Draco entrecerró los ojos adoptando un aspecto amenazador, o al menos intentándolo, porque la sonrisa que bailoteaba en sus labios lo desmentía.
-¡Ey! –exclamó de pronto-. ¿Por qué tienes que ser siempre tú el héroe, Potter? –le preguntó, fingiendo enfado. Se acercó a él y le abrazó por la cintura, dejando a Deirdre entre los dos cuerpos.
-Porque yo soy el más guapo –rió Harry.
-Si te apetece pensar eso… -Draco se encogió de hombros, sonriendo sarcásticamente, mirando con gula los labios rosados de su pareja.
Y sin ya poder seguir conteniéndose más, Draco los apresó entre los suyos. Harry se rindió al beso, concentrado sólo en esos dulces labios que le acariciaban y en esa lengua que danzaba con la suya.
Pero la risita divertida de su hija en sus brazos le sacó de su ensoñación. Sintió como Draco se separaba reticente de él, sin abrir aún los ojos, queriendo extender la maravillosa sensación de Draco acariciándole el máximo tiempo posible.
-¿Eso es una promesa, Draco? –preguntó Harry, refiriéndose obviamente al beso que había compartido.
-Por supuesto que es una promesa.
Y cogiendo en brazos a Deirdre, Draco sonrió a Harry seductoramente y le besó en los labios con rapidez para luego salir de la cocina en dirección al baño haciendo cosquillas a su hija.
Harry se dio la vuelta de nuevo y continuó haciendo la cena, oyendo las risas continuadas de su hija.
Él también sonrió.
Mecía suavemente a su hija en sus brazos, cantándole al oído en susurros una vieja canción de cuna que guardaba en los recuerdos de su más tierna infancia.
Deirdre quedó profundamente dormida sobre su hombro, su respiración golpeando la piel de su cuello. Sus manitas sujetaban, aun dormida, la camiseta de su padre, sin querer que él la dejara sola, sin querer que él al apartara de su cuerpo cálido y de su presencia tranquilizadora.
Unos fuertes brazos envolvieron la cintura de Harry, siguiendo el movimiento que hacía el hombre para dormir a la pequeña.
-¿Ya se durmió? –le preguntó Draco al oído, mirando la carita de Deirdre totalmente relajada.
-Sí, ya se durmió –respondió Harry en voz baja, sin parar el movimiento y sin hacer ningún además que indicara que fuera a dejar a su hija en la cuna.
Draco le comprendía. Era casi imposible despegarse de Deirdre, sobretodo cuando ésta estaba dormida. Era apabullante la sensación de tener esa pequeña vida en sus brazos, totalmente abandonada a ellos, confiada, viéndola crecer día a día, viendo sus progresos, sus frustraciones y sus intentos hasta que conseguía lo que se proponía.
A Harry y a Draco se les hinchaba el pecho de orgullo cada vez que Deirdre les llamaba papá y papi respectivamente, cada vez que iba correteando hacia ellos cuando llegaban a casa e iba a saludarles.
De pronto una nueva canción comenzó a sonar en la minicadena, que no había sido apagada en ningún momento, ni siquiera durante la cena. Never Say Goodbye sonó por todo el salón, llegando hasta la habitación de Deirdre y por lo tanto a los oídos de los dos hombres.
Draco apretó su abrazo en la cintura de Harry al escucharla, llegando a su mente las horribles imágenes que habían ocurrido aquel día en su coche hacía ya un año atrás.
Una única lágrima cayó por su mejilla. No podía imaginarse lo que hubiera pasado si aquel día no hubiera escuchado a Harry y no hubiera ido con más precaución al volante, o si aquel día se hubiera abandonado a esa relajante oscuridad y no hubiera luchado por su vida. Se hubiera perdido aquella maravillosa sensación de ser padre, de ser parte de una familia que se amaba profundamente, no lo que había vivido siendo niño.
Ahora era feliz. Y lo que para él era más importante: Harry también era feliz.
Una mano le acarició la nuca, enredándose entre los mechones rubios, dándole un suave masaje en la piel. Draco cerró los ojos, recostando la cabeza en el hombro de Harry y pegándose aún más a su cuerpo.
-¿Qué te pasa? –le preguntó Harry, notándole extraño. Draco negó levemente con la cabeza, como única contestación.
Harry le miró preocupado. Le dio un beso en la mejilla y dio un paso hacia delante, aproximándose hacia la cuna que había contra la pared. Draco le siguió sin querer separar su cuerpo del de su pareja. No dejó de abrazar su cintura, ni siquiera cuando Harry se agachó para dejar a Deirdre, profundamente dormida, en su cuna, arropándola con su mantita azul.
No necesitaron intercambiar palabras entre ellos. Besando con suavidad la frente de su pequeña para que no se despertara, los dos salieron de la habitación en total silencio. Dejaron la puerta entornada, y en cuanto Harry soltó el picaporte, Draco le dio la vuelta hasta mirarle a la cara y le besó en los labios, aprisionándole entre sus brazos. Harry gimió dentro del beso, correspondiendo al baile de labios que imprimía Draco sobre los suyos. Le rodeó el cuello con los brazos y abrió los labios instándole a profundizar el beso.
La música aún sonaba en la minicadena, sus notas lentas llegando a sus oídos con claridad mientras ambos hombres compartían su apasionado beso.
Draco apretó su agarre sobre la cintura de Harry. Sin poder contenerla, una lágrima escapó de sus ojos grises, cayendo sobre la bronceada mejilla de Harry, Éste, al sentirla, se separó rompiendo el beso y le miró a la cara.
-Draco¿qué te pasa? –preguntó con voz dulce, acariciándole una mejilla a Draco.
El rubio se mordió el labio inferior en un intento de que más lágrimas no cayeran.
Harry suspiró, comprendiendo lo que le pasaba a su pareja. Le acarició el pelo y volvió a pegar su cuerpo al de Draco, abrazándole. Draco, sabiendo que Harry sabía lo que pasaba por su cabeza, se dejó abrazar y ocultó la cara en el hueco del cuello de su pareja. Se abandonó al final a su angustia entre aquellos fuertes y protectores brazos, sabiendo a la perfección que Harry no le dejaría caer y le sostendría hasta que él dejara de sentirse culpable por lo pasado aquel día.
Harry le murmuraba palabras consoladoras al oído mientras sus lágrimas caían recorriendo su cuello. Sentía las caricias que le prodigaba el moreno en su cabeza y en su espalda y oía sus palabras susurradas con suavidad en su oído, diciéndole que todo estaba bien, que aquello era pasado y que no debía pensar más en ello.
Poco a poco fue tranquilizándose, sus lágrimas dejaron de caer de sus ojos y los sollozos de escapar de entre sus labios. Levantó la cabeza y conectó sus ojos plateados con los esmeraldas de su pareja.
-Hazme el amor, Harry –susurró-. Demuéstrame que sigo vivo.
Harry no tardó en obedecerle. Tomó aquellos aristocráticos labios bajo los suyos con pasión y cariño. Una de sus manos bajó por el cuello y los hombros hasta el pecho, en una lánguida caricia hasta que se posó justo sobre el corazón, sintiendo las palpitaciones bajo la palma de la mano.
-Estás vivo, amor –le susurró en sus labios, sin separar apenas sus caras-. Estás vivo, y bien. No sigas pensando en eso –pasó los labios por toda la línea del mentón hasta llegar a la oreja-. Todo eso ya pasó y nada nos volverá a separar.
Draco cerró los ojos e inclinó la cara hacia la de Harry. Gimió con abandono cuando Harry comenzó a repartir besos por su cuello. Sus brazos se aferraron al cuerpo de su pareja y se dejó llevar por Harry hacia su habitación, sin dejar que aquellos dulces labios abandonaran su cuello.
Harry se separó casi dolorosamente de Draco cuando estuvieron dentro del dormitorio, besando brevemente la boca de Draco. Cerró la puerta con un hechizo insonorizador, sin varita, y apoyó la espalda en la madera dándose un momento para observar a su pareja.
Draco permanecía en medio de la habitación, con sus hermosos ojos grises ocultos tras sus párpados. Su pelo rubio estaba alborotado, enmarcando su rostro sonrojado de afilados y aristocráticos rasgos. La respiración agitada se le escapaba de sus labios rojos e hinchados por los besos.
De pronto abrió los ojos. Harry pudo observarse a sí mismo reflejado en aquellos brillantes orbes grises. Sonrió cuando vio el deseo y la necesidad que sentía Draco.
-Harry…
El moreno acudió a la desesperada llamada de su amante. De inmediato tomó aquellos anhelantes labios, abrazándole contra su pecho y comenzando a acariciar cada rincón de su cuerpo disponible por encima de la estorbosa ropa.
Draco enredó sus largos dedos en los rebeldes mechones oscuros de Harry, tironeando de ellos cuando Harry volvió a su cuello, besándolo, lamiéndolo y marcándolo como suyo, abriendo la camisa del rubio para acceder a toda la piel del pecho y del abdomen.
Malfoy no se estuvo quieto. Mientras sentía los débiles mordiscos por su clavícula, bajó las manos por la fuerte espalda de Harry buscando los bajos de la camiseta que vestía. En cuanto los encontró, metió las manos por debajo de la tela y, acariciando de paso la bronceada piel, subió la camiseta hasta que se la sacó por la cabeza.
Ambas pieles mandaron descargas eléctricas por todo el cuerpo cuando los pechos se juntaron ya sin la molesta barrera de la ropa de por medio. Sus bocas volvieron a encontrarse en un pasional beso. Las manos de Draco se movían frenéticas por el cuerpo de Harry a la vez que enredaba su lengua con la del otro.
-Draco, Draco, tranquilo –dijo Harry, separándose de él y sujetándole a Draco las manos con las propias con gentileza-. Draco, tenemos toda la noche, no hay prisa.
Draco le miró con algo de vergüenza. Se mordió el labio inferior al ver la sonrisa divertida de Harry.
-Lo sien…
Pero Harry no le permitió terminar. Le besó y le estrechó entre sus brazos calmadamente, intentando tranquilizarle. Colocó sus manos en la parte baja de la espalda de Draco, imprimiéndole un ritmo lento y lánguido a sus labios.
Draco aceptó ese ritmo con gusto. Se abrazó a sus hombros y se apoyó en su cuerpo, sintiendo la tibieza de esa piel bronceada que le volvía loco, sintiendo la dureza y flexibilidad de esos músculos bajo ella que le acogían con cariño.
Las grandes manos de su pareja comenzaron a masajear su baja espalda con delicadeza. Sus lenguas se encontraron en una lenta danza, en donde lo más importante era demostrarle al otro sus sentimientos y sentir cada centímetro posible del otro cuerpo.
Suspiros comenzaron a llenar la habitación, acompañados de los ahogados sonidos del roce de las ropas y de las caricias de ambas pieles cálidas.
Sabía que los dos necesitaban respirar, pero Harry sencillamente no quería separarse del dócil cuerpo de Draco. Detuvo el beso, mordiendo con suavidad el labio inferior del rubio.
Los dos respiraban agitadamente, con los pechos juntos y sin separarlos en ningún momento. Se miraron a los ojos y se sonrieron antes de volver a fundirse en un nuevo beso apasionado y lento.
Harry comenzó a acariciar más allá de la parte baja de la espalda de Draco. Pasó sus manos por toda la espalda, notando los fuertes músculos, y por los costados, bajando hasta las caderas y atrayendo aún más si era posible aquel cuerpo hacia el suyo, metiendo una de sus piernas entre las de Malfoy y notando el bulto en la entrepierna de su pareja, que escondía bajo los ásperos pantalones.
-Mmm… Draco –ronroneó en su oído, moviendo su pierna levemente presionando su dureza.
Draco gimió levemente como respuesta. Una mano de Harry sobre su cabeza acariciando su pelo y la otra reposando descuidadamente sobre su cadera. Le estaba robando cualquier rastro de cordura con sus lentas caricias.
-Merlín, Harry…
Harry volvió a aquel pálido cuelo. Notando la arteria bajo sus labios, mordió y chupó hasta conseguir formar una pequeña mancha, marcándole como de su propiedad, sacando un gemido de aquella garganta que vibraba bajo su boca. Los largos dedos de pianista se enredaron en su pelo, presionándole contra su cuello instándole a que intensificara sus besos y sus caricias, pero Harry no le hizo caso.
Pasó sus labios por toda la piel del cuello y de los hombros como una lenta caricia, bebiendo los suspiros que salían de los labios de Draco y la suave fragancia que despedía aquella deliciosa piel.
Regresó a la afilada mandíbula de Draco, recorriéndola hasta llegar a una de las orejas, dibujando con la lengua sus contornos y mordiendo el lóbulo. Sentía la respiración agitada de Draco golpeando su propia piel, creándole escalofríos. Arañó mimosamente con los dientes la sensible piel detrás de la oreja y la chupó para luego soplar débilmente, poniéndole toda la piel de gallina y riendo entre dientes al notarlo.
Sus brillantes ojos verdes observaron con deleite el rubor que se había adueñado de las mejillas de Draco, mirando aquel labio inferior que estaba siendo mordido por unos perfectos dientes blancos, que fueron sustituidos por los suyos propios. Draco gimió de nuevo al sentir que volvía a besarle, aferrándose al cuello e Harry para evitar que se volviera a separar de él.
De pronto, y cediendo un poco ante Draco, Harry le fue empujando poco a poco hasta donde estaba la cama. Cuando el colchón golpeó la parte de atrás de las piernas del rubio, Harry se detuvo y se inclinó hasta sentar a Draco sobre el edredón sin separar ni detener el beso.
Pero al final la falta de oxígeno les obligó a separarse. De todas maneras, Harry no le dio tiempo a que se quejara. Volvió a besar la línea de la mandíbula y el cuello, acariciando con sus manos los hombros y los costados haciéndole unas leves cosquillas que le hicieron reír débilmente.
Se arrodilló en el suelo para seguir besando y saboreando toda la piel que tenía a su alcance. Draco le dejaba hacer, echando la cabeza atrás y cerrando los ojos para concentrarse en los enloquecedores roces que su pareja le prodigaba. La piel se le erizaba al contacto con esos amorosos labios.
Y de pronto, una cálida humedad rodeó uno de sus pezones. Jadeó. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, teniendo que colocar una mano en el colchón como apoyo para no caer hacia atrás y perder el contacto con aquella habilidosa lengua. Subió su otra mano hacia el pelo de su pareja, aferrándose a él. Gimió y arqueó la espalda contra la boca de Harry cuando éste le mordió con suavidad y luego le besó como pidiéndole disculpas. Unas disculpas al parecer innecesarias al escuchar el gemido que escapó de los labios de Draco.
-Harry… -jadeó Draco, tironeando un poco de los rebeldes mechones de entre sus dedos.
-Tranquilo –contestó Harry, liberando al pezón antes torturado y creando un camino de besos hasta el otro.
Dibujó con la lengua círculos a su alrededor antes de tomar el otro pezón rosado. Siguió lamiéndolo y mordisqueándolo durante unos momentos, recreándose en los sonidos que escapaban de aquella sabrosa boca. Con una mano recorrió los abdominales, siguiendo las suaves y leves líneas con un dedo. Luego su lengua siguió el camino que había marcado sus dedos por todo el abdomen hasta toparse con la cintura de los pantalones.
Oía la respiración agitada de Draco confundiéndose con al suya. Levantó la mirada, descubriendo que Draco también le miraba, con sus grandes ojos grises brillando con pasión y lujuria, con los labios entreabiertos y el pecho moviéndose con rapidez y erráticamente. Vio como su garganta se movía al tragar saliva cuando sintió a Harry manipular los botones de sus pantalones hasta que estos estuvieron abiertos. Suspiró, arrugando con fuerza las sábanas con su mano.
Las manos de Harry volvieron hacia la cintura de Draco, palpando la suave piel pálida. Sus dientes comenzaron a jugar con la goma de los boxers, tirando de ella hacia abajo y haciéndole cosquillas con la nariz.
Y antes de que se diera cuenta, Harry le había hecho levantar la cadera y le había bajado tanto los pantalones como la ropa interior. Mientras seguía deslizando la ropa por aquellas largas piernas, Harry acariciaba la piel sintiendo los fuertes músculos bajo las yemas de sus dedos.
De pronto dejó de sentir la mano de Draco juguetear con los mechones de su cabello. Levantó la cabeza y observó divertido que su pareja no podía seguir soportando aquella enloquecedora lentitud y había llevado la mano hacia la dureza que se alzaba entre aquellos rubios rizos, moviéndose sobre ella en movimientos ascendentes y descendientes.
-No, no, no… -dijo Harry con un brillo malicioso en sus ojos verdes-. No me quites la diversión, Draco, no seas malo.
-Pues ve más rápido –contestó Draco con la voz ronca. Su mano no se había detenido en su misión, así que Harry la cogió con una de las suyas y entrelazó sus dedos con los de Draco.
El rubio gimió con desaliento. Se mordió con fuerza el labio inferior y apretó el agarre sobre la mano de Harry, haciéndole reír.
-Relájate, Draco –le susurró, volviendo a su misión de desnudar a su pareja.
Dio gracias a quien fuera porque Draco tuviera la manía de caminar por la casa en calcetines. No se creía capaz en aquel momento de haber podido desatar los cordones de unos zapatos. Así que, con premura, le quitó los calcetines y le sacó los pantalones, colocándose de nuevo entre sus piernas y probando con impaciencia la suave piel del abdomen.
Fue bajando poco a poco, mordisqueando y chupando toda la extensión de piel, rozándola con la nariz y con los labios. Draco, con la mano que tenía asida a la de su pareja, le empujó la cabeza hacia abajo, alzando las caderas, indicándole lo que deseaba.
Y al final Harry cedió ante los deseos de Draco. Soltándole la mano y colocándola en su cadera, bajó la cabeza hasta que tocó con sus labios la base de aquella dureza que se alzaba orgullosa antes él.
Draco suspiró ante el leve contacto. La respiración agitada de Harry golpeaba contra él, creándole ondas de placer que le recorrieron el cuerpo entero, poniéndole la piel de gallina. Tenía la piel repleta de pequeñas gotitas de sudor que le recorrían el pecho y la espalda.
Gimió cuando Harry recorrió con su lengua toda la extensión de su erección. Jadeó cuando Harry mordisqueó con suavidad su glande. Casi gritó cuando Harry se introdujo su dureza en la boca.
-Dios… Harry… -masculló, sin casi poder respirar. Harry le estaba robando toda la cordura, todo el poder de pensar. Intentó guiar inconscientemente la cabeza de Harry, pero él de nuevo se rebeló, no dejándose guiar ni dejarle mover la cadera como Draco quería.
Durante los siguientes momentos, lo único que se oía en la habitación eran los gemidos y los jadeos del rubio. Estaba a punto de correrse, Harry lo sabía gracias al agarre casi desesperado de Draco sobre sus cabellos. Y justo cuando se iba a dejar ir, siendo incapaz de seguir resistiendo, Harry apartó la boca de él. Su respiración agitada movía con rapidez su pecho, escapando y entrando por sus labios rojos. Sus manos se encontraban crispadas alrededor de las sábanas y de los cabellos de Harry. Sus ojos febriles se encontraban entreabiertos, incapaces de enfocarse en nada.
Harry sonrió al verle, aún arrodillado entre sus piernas. Bajó las manos de las caderas hasta sus tobillos, acariciando toda la piel de las piernas, rozando con mimo la parte posterior de las rodillas.
Draco murmuró su nombre, llamándole, suplicándole. Harry cerró los ojos intentando buscar algo de autocontrol para no tomarle en aquel mismo momento. Pero no quería hacerlo, no aún.
Apartando una mano de aquella pálida y deliciosa piel, se abrió el botón de los pantalones y se bajó la cremallera. El ruido de ésta sacó de su estado de ensimismamiento a Draco, que le hizo mirar a Harry. En sus ojos brilló la lujuria. Le encantaban aquellas bronceadas mejillas sonrojadas, los rojizos labios hinchados, el brillo de pasión y amor en los ojos verdes.
Le alzó la cabeza hasta que estuvo a su alcance y le besó con furia, como castigándole por no haberle permitido correrse. Pero aquella juguetona y hábil lengua sobre la suya le hizo olvidar sus intenciones.
Le pasó el brazo por el cuello, atrayéndole más hacia él, dejándose caer finalmente sobre la cama, con Harry encima batallando con sus pantalones para despojarse de ellos, para poner cuanto antes toda su piel en contacto con la de Draco.
Y al final cuando lo consiguió, habiendo tenido que hacer uso de su magia sin varita, soltó un largo gemido, sintiendo como la avasalladora presencia de Draco le rodeaba sin vacilación.
Los pechos empezaron a ascender y descender sincronizadamente. Los sudores se mezclaron, creando una sabrosa película sobre ambas pieles a la que ninguno de los dos hombres pudieron resistirse y comenzaron a saborearla allá donde alcanzaban sin permitir que sus cuerpos se separasen.
Los gemidos y los jadeos de Draco chocando contra su oído indicaron a Harry que el rubio no aguantaría más, que estaba al borde entre la locura y la cordura. Y Harry, oyendo esos eróticos sonidos escapando de su pareja, supo que él también estaba en su mismo estado, sin apenas haberse tocado, sólo viendo y oyendo al sensual rubio entre sus brazos.
Moviendo sus manos desde la cadera de Draco, en donde había estado acariciando el hueso de la pelvis y la suave piel del vientre, hacia su pecho, Harry mordió y lamió el lóbulo de su oreja, susurrándole palabras incoherentes al oído. Los dedos de Draco recorrieron cada centímetro de su espalda, sintiendo los fuertes músculos tensarse bajo su toque, bajando hasta su trasero y apretando contra sus propias caderas, imprimiendo un cadencioso ritmo con las suyas.
Aspirando con fuerza todo el oxígeno que podía, Harry colocó ambas manos a los lados de Draco y alzó su torso, separándose de Draco hasta mirarle a los ojos. Sus orbes verdes conectándose a los grises fue lo único necesario para que Draco se quedara quieto y embobado mirándole, jadeando con fuerza.
Harry apretó las mandíbulas intentando controlarse al ver aquella rosada lengua lamiendo y humedeciendo aquellos rojos e hinchados labios que le volvían loco. Cerró los ojos y suspiró, sonriendo cuando notó las caricias de Draco sobre su pelo y sus hombros.
-¿Por qué… te paras? –le preguntó Draco entrecortadamente.
Harry no le contestó. Le volvió a mirar, detallando sus mejillas sonrosadas, su frente sudorosa, sus rubios mechones húmedos, sus entreabiertos labios rojos, sus rubias cejas, sus doradas pestañas y sus brillantes ojos grises. Le sonrió y bajó la cabeza hasta besarle, apreciando aquel sabor único que tenía la boca de su pareja, aquel sabor único que le tenía totalmente enganchado a Draco.
Y cuando volvió a levantar la cabeza y volvió a conectar ambas miradas, no hizo falta decirle nada a Draco. Éste se movió temblorosamente hacia la cabecera de la cama, dejando el borde en donde ambos habían estado, y viendo como Harry se movía sobre él sin tocarle. Lejos de enfriar la pasión, aquel movimiento lo que hizo fue crear una enloquecedora sensación sobre ambas pieles, demasiado sensitivas ya a esas alturas, sintiendo estremecedoramente cerca la presencia de su compañera de placer.
Draco para aquel momento apretaba con fuerza el edredón bajo su cuerpo con los puños, intentando mantener el control y no dejarse llevar como estaba deseando. Cerró los ojos y respiró rápida y agitadamente, intentando pensar en cualquier otra cosa que no fuera el caliente y sudoroso cuerpo de su pareja sobre él, sus brillantes ojos verde esmeralda o su arrebatadora sonrisa.
Y de pronto, sin aviso alguno, un dedo embadurnado en una sustancia fría comenzó a tantear su entrada. Se mordió el labio inferior y se relajó, dejando que aquel dedo entrara en él con la suavidad usual y comenzara a prepararle amorosamente, de la misma forma en que siempre lo hacía su pareja.
Sentía la poderosa mirada de Harry sobré él, casi podía sentir la sonrisa que seguramente se estaba dibujando en sus labios al verle totalmente abandonado a las sensaciones que le estaba haciendo experimentar. Maldito Potter…
-Como… -intentó hablar entre jadeos, notando como esta vez, dos dedos entraban en él y seguían preparándole-… como no te… des prisa… voy… voy a…
Pero Harry no le permitió continuar. Le hizo callar besándole con fuerza.
-No, no lo harás –le susurró Harry al oído. Le acarició el cuello con la otra mano, bajando por su pecho y su abdomen, haciendo gemir a Draco con esa simple caricia. A continuación, y sin detener su caricia, agregó un dedo más a los que preparaban a su pareja.
-Harry… ya, por favor –gimoteó Draco, incapaz de aguantar más ni de estarse quieto, moviendo sus caderas para que esos dedos en su interior llegaran lo más profundo posible.
Pero Harry los sacó antes de que Draco perdiera totalmente el control. Soltó una pequeña carcajada al oír el gruñido de Draco cuando sintió que aquellos tres enloquecedores dedos lo habían abandonado. Sin embargo no le permitió notar aquella ausencia durante demasiado tiempo. De un rápido movimiento se posicionó sobre la entrada de su amante y empujó con suavidad y firmeza hasta estar totalmente en su interior. Las cálidas paredes de Draco, aprisionándole el miembro de aquella deliciosa forma, consiguieron sacarle un largo gemido a Harry. Suspiró profundamente antes de abrir los ojos y asegurarse de que Malfoy estaba bien. Aquellos brillantes ojos grises se lo confirmaron sin palabras.
-Y ahora –la voz de Draco se oyó extrañamente ronca-, muévete.
Harry estuvo tentado a reírse, pero en vez de eso aprisionó los labios de Draco con los suyos, comenzando a moverse con lentas y largas embestidas. Draco rodeó su cintura con sus piernas, empujándole hacia él con fuerza y moviendo sus caderas para ir al encuentro de las otras. Sin dejar de corresponder al beso del moreno, enredó sus largos dedos en la maraña de mechones oscuros que era el pelo de su pareja, impidiéndole separarse de él, ni de sus labios. Los gemidos eran ahogados en la boca del otro, los sudores continuaban mezclándose sobre las pieles, los fuertes y tensos músculos moviéndose los unos sobre los otros, las lenguas danzando en un baile erótico, tan antiguo como la luna que se veía a través de la ventana y que hacía brillas sus cuerpos sudorosos.
La fuerza con la que Draco abrazaba su cintura instó a Harry a acelerar sus embestidas, perdiendo completamente el control sobre su cuerpo. Draco se amoldó con facilidad al nuevo ritmo, separando sus labios de los de Harry para poder gemir con total libertad, echando la cabeza hacia atrás y dando paso libre a Harry, que comenzó a morder y chupar cada centímetro de la pálida piel de su cuello.
-Conmigo, Harry –suspiró Draco, clavando las uñas en la espalda de Harry, sintiendo como el placer le sobrepasaba. Harry le llenaba, Harry le abrazaba, Harry le amaba. Era lo único que necesitaba.
-Siempre, amor –oyó que Harry le respondía, dando una última y certera embestida.
Sendos "te amo" inundaron la habitación cuando el orgasmo les llegó con fuerza. Ninguno de los dos fue consciente de sus palabras. De lo único que podían ser conscientes en ese momento era del cuerpo del otro, de la calidez que les invadió cada centímetro de su cuerpo.
Los pechos se tocaban a cada respiración agitada, los brazos y las piernas siguieron enredados durante unos segundos más, apresando aún el cuerpo del otro entre ellos.
Momentos después, y muy lentamente, Draco dejó caer sus piernas sobre el colchón, manteniendo sus manos sobre el pelo de Harry y sin dejar de acariciar las suaves hebras negras. Harry, soltando un suspiro, se separó lo suficiente de Draco para salir de él, pero sin permitir que aquellas manos abandonaran su cabeza. Se dejó caer al lado del cuerpo del rubio, abrazándole contra él, pasándole los brazos por su cintura, ocultando su cara en el hueco de aquel pálido cuello y respirando aquella mezcla de fragancias que tenía la piel de Draco.
Estuvieron así durante unos momentos, demasiado perezosos los dos como para querer moverse. Al final, Harry movió su mano, de una forma vaga y lenta. Su magia trabajando imperceptiblemente, dejándolos limpios y sacando el edredón de debajo de sus cuerpos para luego caer sobre ellos e impedir que cogieran frío.
Un último beso, una última mirada, una última sonrisa, y los dos cayeron con gusto en brazos de Morfeo.
Un pequeño saltito sobre su cama fue lo que les hizo despertar a la mañana siguiente. Los dos abrieron sus ojos, sin abandonar el cálido abrazo en el que se encontraban tan cómodamente, y observaron soñolientos a la pequeña personita que se alzaba sobre sus pies algo insegura sobre la superficie poco firme del edredón.
-¿Deirdre? –preguntó confuso Harry, con voz pastosa y levantando la cabeza.
Como contestación, la pequeña palmoteó riéndose y dando un pequeño saltito antes de ir corriendo hacia sus padres y tumbarse entre ellos, sin parar de reír.
Harry se tensó por un momento, agradeciendo que la niña hubiera decidido quedarse sobre el edredón en vez de meterse con ellos bajo las sábanas. Luego miró la puerta del dormitorio, encontrándosela abierta. Oía ausentemente las risas de su hija, causadas por las cosquillas que le hacía Draco sobre la tripa.
-Deirdre –la llamó de nuevo, volviéndose hacia ella y mirándola a los ojos-. ¿Cómo has salido de tu cuna y abierto la puerta?
Deirdre se encogió de hombros, sin saber qué contestar a su padre. Luego volvió a sonreír, poniéndose en pie de nuevo y saltando sobre su papá para darle un abrazo.
A ninguno de los dos hombres se les pasó por alto el leve chisporroteo que salió de las palmas abiertas de la pequeña ni el brillo mágico que apareció en sus ojos azules oscuros. Los dos se miraron, comprendiéndose sin palabras, besándose en los labios y dándose ánimos el uno al otro. Luego, ambos miraron a la pequeña, que seguía en brazos de Harry. Al final, después de muchos problemas, habían conseguido la familia que siempre habían deseado.
FIN
¡Ya por fin se acabó! Lo que me ha costado u.u' Aish… Es que entre trabajos, exámenes y un monumental bloqueo, como que el placer de escribir se convirtió en algo casi ficticio :(
Pero bueno, como veis, fui incapaz de matar al pobre Draco. No soy tan malvada, aunque haya gente que diga lo contrario .
Respecto a la adopción de Deirdre… la verdad, no tengo ni idea cómo es el proceso, así que no seáis muy duros conmigo en ese aspecto :S Ok?
Euge, wapa¿te gustó? .
Reviews, please! Comentadme si os gustó el final o si os lo esperabais de otra forma ;) Total, a nadie le amarga un review, aunque sea uno pequeñito ;)
Besotes!
Aykasha-peke
Miembro de muchas Órdenes
