Bendecido con el corazón de un héroe

Escrito por Magnus9284, traducido por Fox McCloude

Disclaimer: My Hero Academia, Konosuba y todos sus personajes son propiedad de Kohei Horikoshi, Natsume Akatsuki y Kurone Mishima. La historia original le pertenece a Magnus9284, yo solo tomo crédito por la traducción. Todos los derechos reservados.


Capítulo 11 – Fama e infortunio


Habían transcurrido tres días desde que Beldia había intentado atacar la ciudad de Axel. Tres días desde que la población de Axel fue testigo de cómo un joven y decididamente extraño Druida logró una hazaña imposible. Tres días de chismorreo interminable sobre el aventurero peliverde y su grupo de seguidoras…

- ¿Escuchaste? ¡Algunos dicen que obtuvo sus poderes por acostarse con dríadas!

- ¡¿De verdad?! ¡No me extraña que le encante estar rodeado de chicas!

- ¿Tal vez sea hijo de una dríada?

- ¡Esperen! ¿Es decir que está formando su harem para crear una nueva raza?

Rumores así de descabellados no solo se expandían como el fuego, sino que los aventureros ni se molestaban en bajar la voz cuando el Druida en persona se paseaba por el gremio, para desesperación de la pobre Luna, que estaba viendo esto como la excusa perfecta para que Izuku abandonara la ciudad.

Sin importar lo malos que se tornaran los rumores, un solo hecho permanecía inescapable. Izuku había derrotado a un General del ejército del Rey Demonio. Era un héroe de Belzerg, y el héroe de Axel.

Obligarlo a huir sería un golpe masivo contra la reputación de la ciudad. Ya no se consideraría la ciudad más amigable para los novatos en todo el reino… y su vida se convertiría en un infierno con las penalizaciones resultantes.

- Oh, dioses y diosas… – Luna murmuraba su oración, recordando de pronto que tal vez debería cambiar de panteones. – Grandes espíritus de la tierra… permitan que Izuku encuentre la gracia dentro de las murallas de nuestra ciudad.


(-0-)


Entretanto, en cierta herrería de enanos…

- ¡¿Qué quieres decir con que solo eres un Druida?!

Aela no podía creer lo que Izuku acababa de confesarle.

Hasta ese día, había tenido la firme idea de que el chico verde había estado ocultando su verdadera clase, que en realidad era un Archidruida que ocultaba su verdadero estatus. En su mente, eso explicaría su victoria sobre Kyouya, su magia extraña, y su uso de hechizos de nivel altamente absurdo.

Descubrir que había hecho un árbol de hierro antes del de oro con el cual enterró a Beldia fue lo que cementó la idea.

- Es tal como te dijo, solo es un Druida. – replicó Megumin por Izuku, todavía leyendo la libreta en sus manos. – Por increíble que suene.

Hoy, Izuku finalmente había dejado de esconderse, abandonando la posada para volver a interactuar con la ciudad. El primer día que se encerró, fue principalmente porque había absorbido maná de los no-muertos para completar el hechizo combinado que destruyó a Beldia. Esta decisión resultó en que descubrió de la manera difícil que tener energías tan impuras fluyendo por su cuerpo era malo para su salud… y muy doloroso.

Cuando entró a la posada, tras discutir los detalles de la recompensa con Luna, simplemente se dejó caer boca abajo en el cuarto que ella con mucho placer le ofreció, y no fue capaz de moverse hasta el día siguiente.

El segundo día todavía estaba tratando de aliviar el dolor de su cuerpo, con ayuda muy saludable de parte de tres chicas que lo abrazaban… ¡lo que le hizo descubrir que los besos y abrazos realmente tenían propiedades curativas!

Y cuando al fin volvió a salir, descubrió que nadie quería cobrarle ni un centavo, al menos tratándose de comida y de alojamiento. Si estaban agradecidos, Izuku lo apreciaba. Todavía se mantenía fiel a la idea de que estos negocios simplemente le cobrarían por sus servicios cuando llegara finalmente su recompensa, lo cual no era tan malo considerando todo.

Eso le recordaba que todavía necesitaba arreglar su túnica personalizada.

- Todavía no lo entiendo. – preguntó Izuku con voz preocupada. – ¿Cómo es que combinar habilidades es algo tan raro?

Cuando Izuku trató de explicarle sus combinaciones de habilidades, Aela se había soltado en gritos de negación, como si sus palabras fuesen herejías. Como si escuchar que había utilizado habilidades menores, combinadas con potenciamientos, para recrear hechizos de nivel mucho más alto, fuera como escuchar que su religión era un engaño. Megumin, sin embargo, se había mostrado extremadamente interesada en aprender más, y estaba entusiasmada de aprender sobre tal poder.

Y precisamente por eso estaba leyendo la libreta que tenía en las manos.

- ¡Es que no es posible! – volvió a gritar Aela. – ¡Ni siquiera Kyouya podía hacerlo!

Izuku le lanzó una sonrisa de disculpa a la pelirrosa. Era difícil saber qué era peor: que la pobre chica siguiera tratando de defender al sujeto que la dejó abandonada, o que todavía lo viera como un alto estándar para juzgar a la gente.

- ¡Oi, Izuku! – El dueño de la herrería se acercó al grupo, cargando lo que parecía un maniquí de metal. – Aquí está el muñeco de prácticas anti-magia. ¡Quiero ver si tu noviecita puede romper esto!

Ambos, Izuku y Megumin, casi escupieron por la insinuación. Ninguno de los dos parecía listo para ser reconocidos como una pareja oficial. Y aun así, tampoco hicieron esfuerzos por negarlo.

- ¿Cosa… fuerte? – preguntó Liza, tocando con el dedo el maniquí.

- ¡No juegues con él! – la regañó el enano, aunque no más duro de lo que lo haría con cualquier otro cliente. – Esta cosa está hecha para repeler la magia. Puede ser tan bueno como una armadura de nivel medio, pero incluso una bestia como tú podría romperlo como si fuera papel.

Liza parecía confundida por los términos usados al hablarle, pero Chika rápidamente la agarró de su mano escamosa y la guio para que se alejara del muñeco.

Izuku había decidido que hoy era un buen día para hacer dos cosas. Enseñarle a Megumin más hechizos útiles, y comisionarle a Aela una ballesta personalizada. Ambas cosas, gracias a una pregunta inocente, se podrían encontrar en esta herrería en particular.

- El amo pidió el muñeco, para que Megumin pueda probar un nuevo hechizo. – Chika trataba de explicarle a su colega ex-esclava. – ¡Chika piensa que no deberías tocarlo!

El enano sacudió su cabeza, pues los susurros de la harpía negra todavía le hacían sentir como si algo le hubiera arañado el cerebro.

- Entonces – el enano volvió a llamar su atención mientras plantaba el muñeco en el suelo – ¿qué clase de súper magia vas a invocar?

Izuku no podía evitar preguntarse por qué era tan difícil de entender. ¿Por qué la gente creía que combinar habilidades era imposible? ¿Acaso la sinergia era un concepto totalmente ajeno a este mundo?

- No es ninguna súper magia. ¡Definitivamente no está ni de cerca nivel de mi Big Bang! – respondió Megumin con un tono dramático, regresándole la libreta a Izuku con una sonrisa. – El asunto es… que es algo destinado a sortear las resistencias mágicas.

Izuku había pedido el muñeco con el único propósito de probar una teoría. Las resistencias mágicas reducían los efectos de la magia; eso era algo muy obvio. Lanzar una bola de fuego, incluso una explosión, contra algo altamente resistente o totalmente inmune a la magia, resultaría en un desperdicio del maná. Pero ¿qué tal si en vez de ser golpeado directamente por el hechizo, el objetivo fuese golpeado por algo creado por el hechizo?

- ¡JA! – El enano se burló, dándole unas palmaditas en la espalda al muñeco. – ¡Buena suerte entonces! ¡Esta cosa está hecha de mitrilo encantado y platinado!

La declaración del enano era muy grande, pero si era cierto, entonces esa cosa debía ser casi inmune a los ataques mágicos. Izuku dudaba que sobreviviera por más de un segundo contra el Big Bang, pero probar eso era un gran no.

- ¿Estás lista? – le preguntó Izuku a su querida y pequeña compañera. – Recuerda visualizar todos los componentes, ¿ok?

- ¡No te preocupes! – replicó Megumin, mostrando una sonrisa arrogante y un brillo juguetón en sus ojos. – Fue una petición extraña, y una fórmula química muy compleja, ¡pero ya la memoricé!

Cuando Megumin había pedido más hechizos combinados el día anterior, Izuku mencionó que debería ser posible combinar dos hechizos de nivel bajo y crear algo más fuerte que la suma de los dos hechizos separados.

Megumin resopló cuando el hechizo que necesitaba aprender resultó ser Engrasar.

Engrasar. Un hechizo utilitario que creaba una gota enorme de una sustancia grasienta. Podría ser cualquier cosa entre aceites o grasas, en serio. Desde manteca de puerco hasta aceite para lámparas, el hechizo podía conjurarse en un área limitada o incluso a distancia. Se podía conjurar desde la mano, o en un punto focal para crear un charco de la sustancia para cubrir el piso. Era un favorito de los grupos que hacían uso liberal de retiradas estratégicas, y en celebraciones como una broma estándar. La mayoría de ellos eran los aventureros que tenían que crear antorchas improvisadas, o exploradores avaros que no querían gastarse dinero en aceite de lámparas.

Pero no era un hechizo de ataque.

- Chika, Liza. – dijo Izuku hablándoles a las semihumanas. – Aléjense del muñeco. No sabemos cómo resultará esto.

Chika y Liza obedecieron, alejándose más. Aela hizo lo mismo, con toda la intención de usar a la masiva chica cocodrilo albina como escudo, en caso de que algo saliera mal.

Izuku sabía muy bien que las sustancias grasientas hacían excelente combustible, lo que significaba llamas muy fuertes. La parte de conjuración de Engrasar hacía que la cosa fuese real, lo que significaba que si se prendía, llamas reales golpearían el objetivo. El fuego no era un torrente de maná, por lo que en teoría debería sortear las resistencias mágicas.

Por supuesto, las llamas normales todavía debían verse afectadas por la resistencia al fuego.

Esa suposición lo llevó a pensar, ¿qué tal si la sustancia no fuese solo algo inflamable, sino también tóxico, pegajoso, y corrosivo?

- ¡Aquí vamos! – les advirtió Megumin preparando la primera parte de su hechizo, crear fuego. – ¡Ja, ja, ja! ¡Es hora de enseñarles cómo nosotros, los Demonios Carmesís, podemos manipular incluso las llamas del infierno!

Megumin había decidido ponerse en total modo chunni.

La llama que rodeaba su mano no era para ser lanzada. En vez de eso, estaba designada para ser el método de ignición para la grasa que estaba a punto de ser expulsada desde un punto más allá de su mano, pero que todavía haría contacto con el fuego conjurado. Como un mechero… o tal vez un lanzallamas.

- ¡Arde en los fuegos eternos del infierno! – gritó Megumin apuntando con su palma abierta hacia el muñeco. No hubo necesidad de recitar encantamientos o decir el nombre de los hechizos, pues eran débiles. – ¡LLAMA INFERNAL!

Por un instante, la llama que rodeaba su mano tomó un tinte de azul profundo. Y entonces, desde su mano brotó lo que solo podría describirse como un torrente de furia líquida. Un fuego azul brillante voló hacia el muñeco, lamiéndolo como una lengua salida de las profundidades del infierno.

El hechizo apenas duró un segundo, pero los efectos fueron obvios. El maniquí de metal se prendió en llamas, y las llamas azules se pegaron a él como una bomba de napalm a un trozo de carne. No debería haber sido posible; el muñeco era resistente a la magia, y no había nada en el metal para alimentar al fuego, mucho menos para encenderlo.

- ¡Eso es fuego infernal! – gritó Aela totalmente sorprendida. – ¡Esas llamas salieron del mismo infierno!

La Cazadora pelirrosa siguió gritando mientras señalaba al muñeco que ardía como si estuviese siendo testigo de una herejía. Era difícil creer que era otra cosa, pues el poder destructivo que acababa de presenciar debía ser de naturaleza demoníaca, no un hechizo de una pequeña niña.

- ¿Cómo? – exclamó la voz hueca del enano, seguida por los ruidos del metal doblándose.

El muñeco se estaba doblando al derretirse, produciendo ruidos muy similares a gritos de dolor y sufrimiento.

- ¡IZUKU! ¡IZUKU! – Megumin estaba saltando alegremente, incapaz de desviar la mirada de los devastadores efectos de su nuevo hechizo. – ¡Funcionó! ¡De verdad lo hizo!

Izuku se rio, encantado por la risa aniñada de la pequeña Archimaga.

- Por supuesto que lo hizo. – replicó el chico, dándole una palmadita en la cabeza a la niña. – El alquitrán de carbón no solo es inflamable, sino que arde con fuerza, lentamente, y se pega a la mayoría de las superficies. Añadiendo sulfuro a la mezcla, tenemos un fuego de color diferente, agregando alta toxicidad y corrosión como efectos secundarios que acumulan el daño.

La explicación de Izuku llegó justo a tiempo para que un olor nauseabundo y repulsivo llegara a sus narices. Aela casi empezó a vomitar, Chika e Izuku se cubrieron las narices por reflejo. Megumin y el enano no parecían verse afectados a pesar de todo.

- Huele… raro. – dijo Liza, mostrando lo poco que le afectaba el asqueroso olor.

- Eso es azufre… – El enano conocía muy bien ese olor. Era el olor que le advertía a los suyos que se acercaban demasiado a las puertas del infierno, y que debían dejar de excavar.

- Es una mezcla de ácido sulfúrico e hidrosulfúrico. – explicó Izuku, dando unos pasos atrás del casi derretido muñeco y las llamas azules. – La combinación corroe el metal con facilidad, y también es algo tóxica… tal vez deberíamos retirarnos y dejar que ese desastre siga ardiendo.

Aela no entendió lo que el Druida quería decir, pero claramente entendía que la pequeña Archimaga acababa de crear algo horriblemente peligroso.

- ¿Creen que Wiz ya haya terminado mi túnica? – preguntó Izuku, recordando cómo la hermosa pero altamente personalizada tela había quedado reducida a jirones tras su pelea contra Beldia. – La extraño un poco.

Aela finalmente entendió que todos en el grupo de este Druida eran peligrosos. El Druida propiamente podía convertir los hechizos más básicos en habilidades horriblemente mortales. La Archimaga, ya de por sí peligrosa por ser una Demonio Carmesí, estaba aprendiendo hechizos imposibles. La Paladín probablemente fuese más fuerte que Kyouya, y ni siquiera tenía un arma legendaria en sus manos. Y luego estaban las dos esclavas, una de ellas con músculos más duros que el acero, y la otra que podía usar su voz como un arma mortal.

¡¿Qué se suponía que ella le ofrecería a este grupo de monstruos de destrucción masiva para poder pagar su deuda?!

- Aela. – la llamó Izuku, atrayendo la atención de la Cazadora que apenas se estaba recuperando. – Ven con nosotros.

La oferta vino con una sonrisa y una mano extendida que no podía pertenecer a un personaje tan monstruoso. Aun así, la pelirrosa la aceptó, pues necesitaba ayuda para ponerse de pie… sin mencionar que tampoco podía rechazarla en ese momento.

- ¿A dónde? – preguntó Aela, ligeramente preocupada.

- A la tienda de Wiz. – replicó Megumin por Izuku. – Tenemos que ir a ver si la túnica de Izuku ya está lista.

- También necesitamos conseguirte equipamiento. – continuó Izuku, ganándose una mirada cuestionadora de la Cazadora. – El señor Talenof aquí ya aceptó la comisión para tu ballesta. Ahora solo tenemos que conseguirte algo de equipo táctico para que puedas usar el arma a su máximo potencial.

Aela no podía entender a estas personas. Estaba hasta el cuello de deudas, y cualquier cosa que ganara iría directo a sus bolsillos, y aun así insistían en conseguirle mejor equipamiento. ¡¿Qué clase de líder de grupo era este chico?!

No era Kyouya… el gran héroe… amable y justo… el mismo sujeto que la abandonó…

- De acuerdo. – replicó finalmente Aela, poniéndose de pie, y apenas logrando tolerar el asqueroso olor del azufre ardiendo. – Aunque no sé cómo les voy a pagar por todo esto.

Aunque Izuku parecía confundido por las palabras de la pelirrosa, Megumin solo rodó los ojos. La pequeña Demonio Carmesí sabía cómo operaba el chico. Al provenir de otro mundo, su moral y sentido de la justicia trabajaba en un nivel diferente. Lo que otros consideraban como dar demasiado, él lo consideraba un trato justo por la compañía. Ella, siendo el epítome de la terquedad, lo sabía mejor que nadie.

- ¡IZUKU! ¡MEGUMIN! – El grito de Darkness interrumpió el momento. La Paladín venía corriendo tan rápido como podía, lo que le ganó miradas de preocupación de sus compañeros.

- ¿Sucedió algo? – preguntó Izuku, presintiendo que esta prisa no tenía nada que ver con que su recompensa habría llegado antes de lo que esperaban.

- Una maga de Lyndon acaba de llegar al gremio, y está preguntando por Megumin. – reportó Darkness, antes de tomar un tono todavía más serio. – Está exigiendo la presencia de Megumin inmediatamente.

Izuku y Megumin intercambiaron miradas preocupadas. Eso no sonaba bien.

Mientras el grupo se marchaba para ver a la maga, el enano se quedó mirando el metal derretido, que seguía ardiendo con un tinte azulado muy etéreo…

- Quizás pueda usar este metal derretido con fuego infernal… – murmuraba Talenof para sí mismo. – ¡Sí, lo utilizaré con esa ballesta loca!

Que nunca se dijera que los enanos no sabían cómo reciclar.


(-0-)


Unos minutos después, en el salón del gremio…

Mientras viajaban, Izuku fue informado de lo que estaba sucediendo.

Los magos provenientes de la universidad de Lyndon, localizada en la capital, eran conocidos universalmente como los mejores del continente. Toda la magia útil era investigada allá, y si se creaba algún nuevo hechizo que fuese útil, se esperaba que llevara el nombre de un mago de Lyndon.

La magia creada por los Demonios Carmesís usualmente era tolerada, pues no era útil para magos fuera del clan. Muchos de los hechizos en las ramas avanzadas de la magia, al igual que la temida rama de la detonación, eran creados por Demonios Carmesís, y como tal, eran etiquetados de inútiles. Hasta el codiciado "Sable de Luz" era conocido por ser solo un desperdicio de maná comparado con hechizos más tradicionales como "Rayos Ardientes" y "Lluvia de Meteoros".

Tenía sentido que fuese Megumin a quien llamaran. Su "Big Bang" había actualizado los libros, inmortalizando su nombre al crear algo terroríficamente poderoso. Pero ¿acaso la estaban llamando para darle reconocimiento, o…?

- ¡Llegas tarde! – Un chico que no se veía mayor que Izuku les gritó, mirándolos a él y a su grupo con desdén. – Tú, la Demonio Carmesí. Lady Stella te está esperando. Ve al cuarto privado.

El chico ladraba órdenes, actuando como si fuera superior a todo mundo en el gremio. Izuku tomó nota de su extraño cabello naranja y su túnica púrpura vibrante. Era un mago, que solo necesitaría un sombrero puntiagudo para ganarse un papel en una película de Disney.

Haciendo su mejor esfuerzo para ignorar esa imagen mental, Izuku y su grupo se dirigieron hacia el cuarto privado, solo para que el furioso joven mago los detuviera.

- ¡Hey! – les gritó el chico. – ¡Se supone que entres sola!

- No. – replicó Megumin simplemente.

- ¡¿QUÉ?! – El mago se estaba enfureciendo, claramente escandalizado por la actitud rebelde de la niña. – Tienes que obedecer…

- No. No quiero ni tengo por qué obedecer tus reglas de etiqueta. – explicó Megumin, discretamente agarrando la mano de Izuku en busca de apoyo. El Druida esmeralda no dudó en apretársela. – Entre los de tu jerarquía, tienen que enviar cartas con tiempo apropiado para responder a los llamados. No recibí ninguna carta y la solicitud vino de la nada. Obviamente tú crees que eso no era necesario porque no soy parte de tu universidad, lo cual eso significa que yo no tengo por qué adherirme a tus reglas por la misma razón.

El chico parecía a punto de explotar. Pero en el momento en el que el joven mago cogió su varita, Darkness y Liza saltaron a la acción. La Paladín tenía el escudo y el garrote en las manos, de pie firmemente entre el chico y la pequeña Demonio Carmesí, mientras que la chica cocodrilo albina estaba protegiendo a ambos, Izuku y Megumin, con su cuerpo.

- ¿Todos los magos de Lyndon son así de irrespetuosos? – preguntó en tono escandalizado Darkness. – ¿Acaso los tuyos han olvidado lo que significa ser parte de la nobleza?

Darkness había asumido un tono verdaderamente intimidante. Al ser de sangre noble tenía un nivel insuperable de conocimiento de las reglas de la nobleza, lo que incluía los rituales para peticiones y reuniones. Los magos de Lyndon eran considerados nobles hasta cierto punto, e igual que los nobles eran capaces de abusar de su autoridad para algunas cosas. Dicho abuso de poder, sin embargo, no los excusaba de seguir etiqueta apropiada. Esta solicitud tan forzada fue muy grosera, por no decir más.

El chico no supo cómo responder, pero igual no fue necesario.

- Por favor, disculpa el comportamiento de mi pequeño aprendiz, Lady Dustiness Ford. – Una mujer joven, mayor que Darkness, pero todavía en la flor de su juventud, interrumpió la discusión. – Mi estudiante tiende a irse de mano al tratar con este tipo de asuntos.

Darkness tuvo un respingo visible al escuchar que su apellido era mencionado públicamente.

Izuku no era un chico ingenuo. Podía fácilmente ver todo lo malo de la situación. Esta mujer debía ser la llamada Lady Stella, y sus ojos no reconocían el valor de nadie en su grupo, a excepción de Darkness. Lo que significaba… que buscaba evitarse problemas con la nobleza local.

- Zach. – llamó Stella a su aprendiz, que al instante se puso rígido. – Discúlpate con esta noble señorita de inmediato.

Como si le hubieran pulsado un interruptor, el chico cayó de rodillas y empezó a murmurar disculpas.

Los magos de Lyndon eran tratados como nobles, pero no ostentaban ningún título. Antagonizar con amigos de un noble era lo mismo que antagonizar con los mismos nobles. Obviamente creían que Darkness podría haber invocado sus derechos de nobleza para… aplastarlos hasta mandarlos al olvido.

- Lo dejaré pasar, mientras recuerdes mostrar los modales apropiados. – Darkness logró mantener su acto de aristócrata, aunque para Izuku era muy obvio que le traía un mal sabor de boca. – Ahora, por favor explíquenme de que se trata todo esto.

La mujer, Stella, falló en disimular el tic en su ceja.

- Por supuesto. – replicó Stella con una sonrisa obviamente falsa. – La Archimaga y yo necesitamos discutir sobre su hechizo recientemente creado. Como estoy segura que debes saber, está dentro de nuestros derechos discutir un tema tan sensible en un cuarto privado.

Darkness chasqueó la lengua. La creación de hechizos y sus secretos eran una de las pocas cosas sobre las que los nobles no tenían autoridad.

- Entiendo. – concedió Darkness, pero después de intercambiar una breve mirada con Izuku, lanzó un último golpe. – Sin embargo, debes entender que ella no irá sola a ninguna parte, no sin el líder de nuestro grupo. Y antes de que lo niegues, te informo que él ayudó a crear el hechizo que estás buscando entender.

- Ya… veo… – La maga parecía muy sorprendida por la información. – Entonces por favor síganme. Pero las esclavas no pueden entrar. Especialmente esa asquerosa… harpía.

Cuando las cosas empezaban a verse mal, Chika dio un salto y se posó sobre las barandas del segundo piso. No era que estuviese buscando evitar el conflicto, sino que se estaba preparando para atacar como un ave de rapiña. Para descender en picada sobre su presa, y hundir las garras en cualquier cosa que considerase como enemigo.

- Chika obedece a su amo. – informó la harpía negra, con los ojos brillando como carbones encendidos al rojo vivo. – Los magos locos no son los amos de Chika.

- No te preocupes por ella. Por favor, llévanos. – dijo Izuku antes de que las cosas fueran a empeorar, luego volteó hacia Megumin, antes de murmurarle en voz baja. – Si algo malo sucede, Liza se encargará de derribar la puerta.

Megumin se rio mientras seguía a la mujer, que estaba totalmente ignorante de lo peligroso que era este grupo.


(-0-)


Luego de unos treinta minutos…

Adentro del cuarto privado, Izuku estaba a punto de averiguar que este mundo era aún más retorcido de lo que pensaba.

La Universidad de Magia de Lyndon siempre había sido la que reclamaba propiedad de todos los hechizos más poderosos y útiles. No había forma de sortearlo. Aunque la mayor parte del repertorio de hechizos había sido creado por ellos, no era el caso para todos originalmente.

Cuando un principiante como Megumin lograba crear algo radicalmente novedoso, poderoso y muy útil, los magos de Lyndon tratarían de reproducirlo, lo ajustarían a su estilo, y luego reclamarían el hechizo como si fuera suyo. Los hechizos creados por los Demonios Carmesís eran, como siempre, completamente ignorados debido a sus circunstancias únicas. El "Sable de Luz" era poderoso, pero consumía tanto maná y tenía tan altas probabilidades de salir mal, que la mayoría de hechiceros con sentido común no lo utilizaban excepto en circunstancias muy especiales. Los Demonios Carmesís, por su parte, tenían reservas de maná tan enormes que podían spammear la maldita cosa como si fuera un asunto trivial.

Los Demonios Carmesís no creaban buenos hechizos, esa era la verdad universal. Pero cuando lo hacían, siempre había un mago de Lyndon listo para robarles el crédito, para que dicha verdad permaneciera intacta. Lady Stella tenía toda la intención de hacer precisamente eso, pero se encontraba ante un enorme problema.

- ¿Cómo funciona esto? – preguntó Stella, sintiéndose no poco molesta. – Gasté una cantidad enorme de puntos de habilidad tratando de aprender tu hechizo, me dio el conocimiento de la fórmula para invocarlo… ¡pero no puedo entender nada!

Para poder recrear un hechizo, el invocador debía entender el conocimiento detrás de él. Aprender el hechizo le daba al usuario el conocimiento para invocarlo, seguro, pero no el conocimiento intrínseco detrás de los principios de dicho hechizo. Conocer el hechizo "Bola de Fuego" le daba al invocador el conocimiento de cómo moldear y canalizar el maná para transformar las energías en un fuego reactivo, pero no el conocimiento de cómo el maná cambiaba la naturaleza del aire para crear dicho fuego, ni tampoco cómo preparaba ese fuego para explotar al contacto. Eso tenía que aprenderse en la universidad, luego de leer tomos enormes de teoría mágica.

El Big Bang de Megumin usaba conocimiento que no se encontraba en ninguna escuela de magia en todo el mundo. Aunque eso no impediría que otros Archimagos aprendieran el hechizo, no había manera de entender apropiadamente los principios detrás de él. Lo cual significaba que, para toda intención y propósito, no había manera de robarle el crédito de este hechizo.

A su vez, eso significaba que Megumin, una Demonio Carmesí, había superado a la Universidad de Magos de Lyndon.

- ¿Qué demonios es un átomo? ¿Y cómo es que son los bloques de la realidad? – Stella continuaba su interrogatorio, notándose más y más estresada con cada segundo que transcurría. – ¿Cómo puede algo moverse a velocidades superiores al sonido? ¡¿Y cómo puede un bloque de la realidad dividirse?! ¡Nada de esto tiene sentido!

El ver cómo se descontrolaba esta mujer se les hacía cada vez más difícil de soportar para ambos, Megumin e Izuku. Tenían que resistirse a las ganas de reírse a carcajadas.

Para Megumin, esto era la mayor victoria que podría haber logrado, tener a una maga de tanto renombre suplicando por su conocimiento. Para Izuku… era divertido ver cómo su conocimiento sobre física y química le estaba provocando a alguien semejante colapso mental.

En serio, si esto había ocurrido solo con eso, ¿qué podría pasar si le enseñara a Megumin cosas todavía más complejas? ¿Sería capaz de provocar una supernova? ¿De crear un agujero negro en miniatura?

La maga de repente dejó caer sobre la mesa una pluma y un pergamino.

- La Universidad de Lyndon debe tener este conocimiento. – dijo Stella en una voz muy ominosa. – Explíquenme, con lujo de detalles, cómo funciona este hechizo.

Izuku y Megumin intercambiaron una mirada solo por un segundo, antes de volver a mirar a la todavía enojada maga frente a ellos.

- No. – replicó Megumin fuerte y claro.

La mujer se echó para atrás como si la hubieran golpeado.

- Megumin no tiene razón para ceder a tus demandas. – dijo Izuku, cogiendo de la mano a su pequeña compañera. – Lo que exiges es irrazonable. No puedes pedirnos nada sin ofrecer algo a cambio, eso es de mala educación.

- ¡El orgullo y honor de la Universidad de Lyndon está en riesgo! – Stella prácticamente estaba gritando; para ella, no había nada ilógico sobre su petición. – ¡Una novata como tú! ¡Que se le permita caminar con semejante honor! ¡ABSURDO!

Megumin e Izuku finalmente se rieron.

- ¡Cielos, si solo es un simple hechizo! – dijo Megumin en tono burlón, seguido de su característica sonrisa presumida. – ¿Qué van a hacer cuando termine de desarrollar el resto de los que tengo?

Eso era un engaño, por supuesto, pero Megumin no iba a dejar pasar esta oportunidad. El colgarles encima de sus cabezas a la universidad de magos más prestigiosa que había su descubrimiento era algo que ningún Demonio Carmesí podría ignorar.

- ¿Tienes más hechizos? – preguntó Stella en voz hueca, esta situación era demasiado para ella. Se suponía que obtendría el conocimiento y dejaría en el polvo a esta novata, pues era su derecho como maga de Lyndon. En lugar de eso, ¡estaban totalmente faltándole al respeto!

- Hay un muñeco anti-magia que todavía sigue ardiendo con las llamas del infierno, en alguna parte de una herrería de enanos. – Izuku decidió añadir este pequeño trozo de información. Honestamente, estos magos de Lyndon eran difíciles de tolerar.

- ¡¿Qué cosa?! – preguntó la maga mayor sorprendida. Conocía sobre esos muñecos, ¿pero escuchar que uno de ellos estaba ardiendo debido a un hechizo?

Megumin se rio, incapaz de resistirse al impulso tras ver la cara de shock de la maga de alto rango.

- ¿Y qué más podrías esperar? – preguntó Megumin. – ¡Mi novio me acaba de enseñar cómo invocar azufre ardiente desde las profundidades del infierno mismo!

Izuku se quedó congelado. Esperaba que su relación se escalara, por supuesto, pero escuchar la declaración directo de sus labios, y con una voz tan orgullosa…

Stella se congeló. Si lo que oía era cierto, no habría forma de impedir que los Demonios Carmesís ganaran fama y reconocimiento. Había pasado más de un siglo desde el último gran descubrimiento en los conocimientos de magia, y el rey se estaba contemplando la posibilidad de reducir los privilegios de la Universidad Lyndon a raíz de esta falta de logros. La simple idea de que el rey redirigiera su benevolencia hacia los Demonios Carmesís era intolerable.

- Entonces, ¿no fue una simple casualidad? – preguntó Stella con la voz temblorosa. – ¿Ese hechizo devastador no fue un accidente? ¿Acaso encontraste un tomo mágico antiguo de gran poder?

- ¡Nop! – replicó Megumin, alzando la barbilla con orgullo. – ¡Todo fue el resultado de investigar y encontrar el verdadero conocimiento del mundo natural!

Izuku se sintió orgulloso de su compañera, que se las arregló para entender que la naturaleza tenía un gran poder, solo que esperaba a la mente adecuada para utilizarlo. Aunque planeaba asegurarse que la pequeña Archimaga aprendiera algo más que detonaciones brutales.

Stella respiró profundamente, tomando aplomo para las acciones que estaba a punto de llevar a cabo.

- Ya veo. Si ese es el caso… si realmente eres una prodigio… – la maga mayor se puso de pie sobre el banquillo donde estaba sentada, y su túnica azul comenzó a colgar debido a que se inclinaba un poco – será mejor que mueras como una simple coincidencia.

Izuku y Megumin parpadearon sorprendidos; se esperaban que la mujer suplicara su conocimiento, que les ofreciera dinero por él, incluso tal vez pedirle a Megumin que se uniera a la famosa academia. Izuku apenas tuvo tiempo de reaccionar, pues una cuchilla se materializó en la mano derecha de la maga.

Lo siguiente que pasó… fue demasiado rápido para que Izuku pudiese procesar las cosas…

La mujer tratando de apuñalar con su cuchilla a su querida Megumin…

La pequeña Archimaga encogiéndose del terror al ver tan obvio intento de asesinarla…

Izuku saltó para abrazar a Megumin sin pensarlo, para protegerla de cualquier daño. Otra vez, su cuerpo se había movido solo antes de pensar. Pero esta vez, su corazón le decía de manera consciente lo que tenía que hacer. Su mente no tuvo oportunidad de procesar todas las emociones en ese momento, cuando sintió la punta de la cuchilla tocándole la espalda.

Su corazón y alma estaban de acuerdo en el curso de acción a pesar de todo, haciendo que su cuerpo reaccionara con la intención de mantener a su querida Demonio Carmesí a salvo.

*¡BAM!*

La puerta de la sala privada se abrió de golpe. Una linda chica castaña estaba del otro lado, con preocupación escrita por toda la cara. Sus ojos se parecían mucho a los de Megumin, marcándole como una Demonio Carmesí, solo que más alta y más desarrollada que la pequeña Archimaga.

- ¡Megumin! ¡Estás en peligro! – gritó la chica. – ¡Los magos de Lyndon no son de…!

Sus palabras murieron en su garganta, al reemplazar su preocupación por horror al ver lo que había encontrado. Una sala llena de sangre, y espinas enormes creciendo por todos lados, empalando todo excepto un solo punto específico.

- Lo… siento… – murmuró Izuku, sosteniendo fuertemente a Megumin en sus brazos.

Megumin no podía responder. Había sangre por todos lados, y chorreaba por las espinas masivas que salían del cuerpo de Izuku. Sangre que brotaba de un cuerpo que había sido atravesado repetidamente por muchas de esas espinas.

Ahora la sangre estaba cayendo sobre el rostro de ella, gracias a la gravedad. Para ella, parecía que Izuku era el que estaba sangrando… y que la sangre seguía caliente…

Echando los ojos hacia atrás, Megumin se desmayó, incapaz de soportar la idea de que acababa de ver morir a alguien por primera vez.

- ¡Lady Stella! – exclamó el aprendiz desesperado.

- ¡¿Qué diablos pasó?! – preguntó Luna horrorizada.

- Lo siento… – repitió Izuku, soltando lágrimas, mientras se veía cubierto lentamente por la sangre de su primera víctima humana.

Hasta este día, había logrado lidiar con la muerte. Primero, repitiéndose constantemente que cazar la vida salvaje era necesario, y que los animales no habían sufrido mucho realmente, y luego forzándose a aceptar que la mayoría de las especies de goblinoides eran demasiado feroces como para ser consideradas humanoides con los que se podía razonar, por lo que sus muertes eran necesarias para salvar vidas humanas.

Hoy, todo eso se vino abajo, pues se encontró a sí mismo como culpable por quitarle la vida a otra persona. No habría ninguna excusa viniendo a su mente, ni siquiera el hecho de que lo había hecho para defender a alguien importante de una asesina. Ese hecho seguía indisputable e imposible de cambiar.

Izuku Midoriya había matado…

En la pequeña bolsa donde guardaba sus pertenencias, las tarjetas de aventurero y esclavos de Izuku comenzaron a pitar. La primera, denotando que acababa de desbloquear su siguiente etapa en el sistema de clases, y las otras mostrando que sus chicas ahora podían ganar clases propias.

Esta historia continuará...


Notas del traductor:

Y estamos de vuelta con esta traducción, gente. Naturalmente, ahora que Izuku se cargó a Beldia sin ayuda de la diosa inútil, su reputación va en aumento, y el gremio se está desesperando en mantenerlo en el pueblo. ¿Y creyeron que Megumin había llegado a su límite con el Big Bang? Ja, para nada, ahora Izuku le acaba de enseñar lo que se conocía en la antigüedad como "fuego griego", que no se apaga al contacto con el agua. Pobre Aela, con un complejo de inferioridad por estar rodeada de monstruos de destrucción masiva, pero esperen que obtenga su ballesta y ella también pronto podrá unirse al club.

Por otro lado, aquí se ve la otra cara de la fama, cuando atraes la atención de gente indeseada. Esa maga de Lyndon pagó el precio máximo por tratar de apropiarse del crédito por el hechizo Big Bang, así que no puedo decir que siento pena por ella. Pero no se preocupen, no se quedará muerta por mucho tiempo (aunque eso tampoco será un consuelo, ya verán por qué). Al menos servirá de ejemplo para disuadir a otros de querer meterse con nuestro héroe verde, y le dejará la conciencia tranquila.

En fin, me despido por ahora. Gracias por los reviews a Amo del vacio y darkdan-sama. Oh, y para quienes se preguntan qué ha sido de Aqua desde la última vez que la vimos, aquí un pequeño omake. Hasta la próxima y recuerden, ¡superen los límites, PLUS ULTRA!


Omake – Hora de aventuras con Aqua.

Aqua sintió que por fin su suerte cambiaba para mejor.

Tras escapar finalmente de las garras tiránicas de Izuku, se había unido a otro reencarnado. Uno que sí le daba alabanzas apropiadamente, que la mimaba como se lo merecía, y se aseguraba que estuviera tan cómoda como fuera posible. ¡Era mucho mejor que vivir con ese maldito nerd y su política de trabajar duro!

El Espadachín era un poco escalofriante a veces, sin embargo. Todo lo que decía tenía un cierto tono de nociones románticas que era muy unilateral. Podría ser lindo, pero ella no tenía intenciones de enredarse con un mortal.

La chica Ladrona estaba bien. Quería al chico, y por supuesto su dinero. Parecía haberse dado cuenta que la diosa no sentía atracción hacia el Espadachín, lo que la hacía menos un problema.

Salir de Axel no había sido tan complicado. Aqua solo había hecho una parada rápida en el cementerio para poner una barrera poderosa, y de ese modo sus servicios no serían más requeridos, y luego se fueron a sus habitaciones para recoger todas sus pertenencias, ya que no iban a volver en un futuro cercano.

Aqua les aseguró que la pelirrosa estaría bien con Izuku mientras siguiera trabajando. El joven Druida era demasiado amable con las chicas perdidas como para dejarla morirse de hambre o que durmiera en los establos.

Su último paso antes de salir al camino hacia la base principal del Culto de Axis fue tomar una misión, una que astutamente decidieron no aceptar de manera oficial. Más bien, miraron los detalles, y se marcharon sin registrarla; así tendrían más tesoro para guardar para ellos luego.

- ¡¿Lo ven?! – gritó la Ladrona, señalando hacia un cofre, uno que un segundo antes se había convertido en una mandíbula gigantesca para devorar una piedra cercana. – ¡Les dije que era demasiado fácil para ser seguro!

Aqua se sacudió los hombros, pensando en lo que habría sucedido si le echaba mano al cofre. De verdad que quería el dinero, pues al abandonar al grupo de Izuku se quedó sin reservas a su nombre, así que realmente quería reclamar un cofre de tesoro para sí misma.

- Miren, esta parece ser la última sala. – declaró Kyouya preparando a Gram, el tesoro que valoraba más, únicamente por debajo de su amada diosa.

Asintiéndose entre ellos, entraron, listos para enfrentar al jefe final de la mazmorra, y reclamar para sí mismos el tesoro.

La última sala no era la cámara grandiosa que los liches y nigromantes deberían tener. Solo era un dormitorio espacioso. En la cama, descansaba un esqueleto bien preservado, todavía vestido con ropa bien limpia. A un lado de la cama, en una silla de manera bien tallada, estaba sentado lo que parecía un cadáver momificado vestido con túnicas de mago.

Keel el lich, dueño de esta mazmorra, había esperado que llegara alguien que pudiese invocar magia sagrada de alto nivel. Durante siglos se había contentado con permitir que aventureros al azar vinieran a saquear su hogar, manteniendo a sus sirvientes más peligrosos encerrados, para que las posibilidades de conocer a un sacerdote de alto nivel se incrementaran.

La chica peliazul apestaba de magia sagrada, y no había mostrado ningún problema en purificar a los pocos sirvientes a los que envió a enfrentarlos.

- Bienvenidos, aventureros. – saludó Keel al grupo, tratando de mantenerse tan poco amenazante como le fuera posible.

El lich no quería pelear. No tenía razón para hacerlo. Su amada había muerto hacía tiempo, dejando este mundo sin lamentos debido a que su amor era verdadero. Y ahora, lo esperaba en las puertas del cielo, ya que solo necesitaba ser purificado apropiadamente para dar el último paso juntos.

Solo tenía que hacerles la petición, y a cambio les ofrecería todo el tesoro que tenía en su cámara secreta como recompensa…

- ¡Muere, monstruo! ¡NO PERTENECES A ESTE MUNDO!

Y entonces, Kyouya tuvo que actuar sin pensar, liberando todo el poder de su espada legendaria.

En un destello de luz, el cuerpo del lich, y los restos esqueléticos de su amada, se convirtieron en cenizas. Con una sonrisa de autosatisfacción, el Espadachín decidió ignorar que los liches se reformaban luego de suficiente tiempo, favoreciendo la idea de simplemente salir de allí rápido, con las manos de su grupo llenas de oro.

- Revisaré el área en busca de puertas y cofres ocultos. – informó la Ladrona a sus compañeros mientras se disponía a hacer lo suyo.

- Yo pondré una barrera aquí, para que ningún otro no-muerto pueda entrar a esta sala. – declaró Aqua, sin saber que estaba abriendo el camino para que cosas peores se apoderasen de la mazmorra.

Kyouya, por su parte, se sentía como un verdadero héroe. El solo tener a Aqua a su lado le hacía sentir que su poder había sido incrementado su poder más allá de las capacidades de cualquier mortal. ¡Hasta sentía que podría haberse enfrentado a All Might de igual a igual!

Pero, su búsqueda de oro rápidamente fue interrumpida.

La muerte repentina del jefe final había reactivado a los no-muertos restantes. Furiosos de que su amo hubiese sido asesinado sin siquiera dejar que fuera escuchada su petición, y como todos ellos buscaban liberación con magia sagrada, cargaron como una horda masiva contra el grupo.

En un área abierta, Kyouya no habría dudado en liberar el poder de su arma sagrada, ¿pero en un espacio tan confinado? Hasta él conocía los peligros de ser enterrado vivo. Así, el grupo corrió hacia la salida, gritando de horror como novatos sin esperanza alguna.