Capítulo II: Cartas y desengaños
Fue tras nuestra vuelta a la ciudad cuando los sucesos comenzaron a transcurrir frenéticamente.
En nuestra fiesta del comienzo del otoño, encuentro que solíamos celebrar en nuestra casa el segundo sábado de septiembre ocurrió lo inimaginable, los Green – Jones trajeron unas noticias aterradoras, al parecer, la joven Marie Coeur-Smith , hija de un miembro de la alta burguesía francesa y una aristócrata londinense había muerto en extrañas circunstancias la noche antes. Ellos se habían enterado porque daba la terrible casualidad de que los Coeur – Smith eran vecinos suyos desde siempre. La muchacha, de tan sólo diecinueve años había aparecido muerta en el barrio de Campden con unas extrañas marcas en el cuello. Por lo demás no presentaba mal aspecto, ni había sido forzada ni golpeada de ningún modo. El hecho se convirtió en la noticia del momento. No había nadie que no lo hubiera oído durante los siguientes días, Corrió como un reguero de pólvora cerca de una cerilla prendida.
Yo había conocido a Marie varios años antes, a las afueras de Londres, en la escuela de equitación de Hampstead, ella era una excelente amazona, además de una muchacha muy alegre y hermosa de cabello rubio y ensortijado. Siempre creí que ella sería capaz de conseguir al hombre que se propusiera y que haría de él una marioneta, admiraba su personal estilo de conseguirlo todo. Pues además de bella era muy inteligente y sabía muy bien que no le gustaba estar en segundo plano como otras mujeres. Tal vez su gran ambición había sido la causa de su terrible fallecimiento… ¿Qué demonios estaría haciendo Marie en el menesteroso barrio de Campden cuando le sorprendió la muerte?
Lo sentí por ella, y por sus padres, que eran muy buenas personas, de los mejores. Su hermano mayor Percy siempre me pareció un presuntuoso y un joven muy impertinente, dudé incluso que él lo hubiera sentido por su por su pobre hermana Marie. Probablemente a día de hoy aún no había conseguido separarse del estúpido espejo de plata que llevaba a todas partes para contemplarse una y otra vez. ¡¡Ah, ese maldito muchacho siempre me había sacado de quicio. Ojala hubiera sido él quien hubiera aparecido en el sucio callejón tieso como un trozo de bacon viejo.
Pasaron las semanas, el otoño llegó y las lluvias hicieron acto de aparición en nuestra gris ciudad.
Londres, era mi única oportunidad de volver a ver a Jerome, si es que él aún no se había olvidado de mí. Una tormentosa tarde de octubre recorría las calles de la ciudad con Claire y varias jóvenes de nuestro entorno social. Nos disponíamos a pasear un rato antes de ir a una exposición. Una de ellas propuso entrar en un café y todas aceptamos de buen grado su sugerencia puesto que el día se había puesto imposible con tanta lluvia.
Llevábamos unos minutos dentro cuando entraron varios hombres; entre ellos iba Jerome, para mi sorpresa. Hice cálculos y recordé que cerca de donde estábamos se encontraba la sede de su partido. Eso lo explicaba todo. Mi hermana le reconoció al instante y me miró fijamente con una expresión muy asustada. Yo le hice un gesto de negación con la cabeza haciéndole entender que ya había olvidado por completo al señor Morrow.
Tranquila Claire – le susurré al oído – No pasa nada, estoy bien.
Me alegro querida, ya sabes que esto no te conducía a ninguna parte, además disgustaría a papá.
Luego me sonrió y posó su cabeza sobre mi hombro.
La dulce y obediente Claire…..siempre hizo todo lo que mis padres le dijeron, tal vez por eso era la favorita de todo el mundo, jamás supe porque le mentí en ese momento, ella nunca me hubiera delatado, puede que no aprobara mis sentimientos pero mis secretos estaba siempre a salvo con ella. Tal vez era mejor así, si algo ocurría era mejor que ella se mantuviera al margen.
Jerome se percató de mi presencia al poco rato y me miró en varias ocasiones de modo disimulado y a la vez interrogante, yo no podía mirarle abiertamente o mi hermana hubiera sospechado. Cuando nos íbamos, de camino a la puerta del café uno de los miembros de su partido pasó "casualmente" junto a mí y me entregó un papel doblado, papel que guardé con extremo disimulo en el bolsillo derecho de mi abrigo. A duras penas pude esperar a llegar a casa y leerlo. Tras la cena me encerré en mi habitación y lo desdoblé con mucho cuidado, no había duda, esa era su letra. Leí las palabras una y otra vez como si se trataran de uno de los mejores poemas de William Blake. La nota era corta y concisa:
"Me he alegrado tanto de volver a verte mi ángel… Si estas dispuesta a unirte a mí para siempre, te esperaré dentro de 2 días en el parque de St. James, frente a la isla de los patos. A las 6 en punto, sé puntual por favor; el resto de nuestra vida se decidirá en ese encuentro."
Aún me amaba, de eso no cabía duda. Y esa sensación me embargó durante todo el tiempo de espera hasta nuestra cita.
Recuerdo que el día de nuestro encuentro era jueves, me encantan los jueves, son un buen día para las noticias, tanto buenas como malas. Jerome se me declaró en el puente de Oxford un jueves, y el día que Marie murió también lo era…..
Aquella tarde me despedí de mis padres con normalidad, intentando disimular mi nerviosismo. Me excusé con que iba a pasear. Claire se ofreció a acompañarme y yo por primera vez en la vida le dije que no. Un no rotundo, tanto que luego tuve que sonreír y quitarle importancia, de algún modo a mi salida de tono.
-No quiero que te resfríes querida, el día hoy es fresco, no le conviene a tu salud hermana.
Ella me miró con fastidio, por suerte sabía leer entre líneas que iba a prescindir de su compañía al menos por esa tarde.
El carruaje me llevó cerca del lugar en el que nos encontraríamos así que a penas tuve que andar, lo cual era un alivio ya que el pomposo vestido azul cielo que llevaba no era precisamente para un día de campo…
Al acercarme al lago le vi, llevaba un traje oscuro, abrigo y sombrero gris a juego.
-Jerome –susurré casi imperceptiblemente. Dios, estaba tan nerviosa…
El pareció haberme escuchado puesto que se giró y me observó mientras me acercaba. Su cara se iluminó con una preciosa sonrisa. Caminó hacia mí con paso decidido. Nuestras manos se juntaron y tras comprobar que nadie en el parque nos observaba también lo hicieron nuestros labios.
Me abrazó enérgicamente con sus fuertes brazos y permanecimos así segundos que a mí me parecieron días enteros. Añoraba tanto tenerle cerca, aunque a penas habíamos estado juntos y a solas desde que habíamos desenmascarado el uno al otro nuestros sentimientos. Fue la primera vez que me sentí segura completamente en toda mi vida. El acarició mi cobrizo cabello mientras me susurraba que no permitiría que nos separáramos, que nada ni nadie podría hacer que no estuviéramos juntos.
El silbato de un Bobby hizo que nos apartáramos asustados el uno del otro.
-Señorita no tiene usted pinta de ser una … de esas chicas. Hagan el favor de separarse.
-¡¡ Es mi hermano! –dije totalmente fuera de mí. La mentira salió de mis labios con la mayor naturalidad del mundo. Y volví a rodear su cintura con fuerza. Jerome se sorprendió al sentir mi impetuoso gesto. Por fin asintió con la cabeza al policía que parecía totalmente desconcertado.
-Es mi hermana pequeña – Dijo al fin. – Como puede comprobar es la más cariñosa de la familia…. Y sonrió al policía con cara de circunstancias.
Jamás llegué a saber si el hombre nos creyó pero se alejó con una risita de nuestro lado y tarareando una canción.
Minutos después paseábamos el uno junto al otro por el parque. Él parecía preocupado. Intentó decirme de modo torpe que si no podíamos convencer a mis padres lo mejor era fugarnos. Ni él mismo parecía saber muy bien lo que me estaba proponiendo. Estaba tan asustado…. Nunca supe determinar si le amaba más cuando era El Sr. Morrow, el político agresivo y avasallador o cuando se convertía en el pequeño Jerome, el poeta asustado e inseguro que tartamudeaba palabras dulces de amor…. A ambos les encontraba igualmente encantadores.
Le dije que lo de huir no era una buena solución, no era mi estilo, tampoco creí que un funcionario del gobierno debiera abandonar su puesto a la ligera. Al menos yo no estaba dispuesta a dejarle tirar todo su trabajo por la borda a cambio de nuestra felicidad.
-Jerome… Disfrutas demasiado cumpliendo tus responsabilidades. Dudo mucho que pudieras vivir alejado de tu trabajo y de tus amistades…de hecho dudo que ninguno pudiera vivir al margen de todo lo que hemos conocido…
-Yo no digo que la situación sea para toda la vida…siempre podemos volver. Seguro que tus padres son más razonables cuando llevemos un tiempo casados y viviendo en una bonita casa a las afueras… Puede que llegado el momento sientan curiosidad por sus nietos, ¿no crees Angela? –dijo con una sonrisa pillina mientras me cogía de la mano.
Yo me sonrojé hasta las orejas al escuchar tales palabras.
Creo que te has vuelto loco Sr Morrow.- dije atropelladamente intentando cambiar de tema, suspiré- ¿Por qué todo tiene que ser tan complicado?
Hay otra solución…Algo que ha llegado a mis oídos últimamente pero no sé si tu estarías dispuesta a ello… es algo…drástico según me han dicho.
¿A que te refieres Jerome, me tienes en ascuas.
Creo que primero debería informarme mejor… es …peligroso en cierto modo, un asunto algo turbio…
Jerome, no sé de que estas hablando pero…no me gusta tu tono. No sé si quiero hacer algo "oscuro". ¿Sería malo para mi reputación?
Creo que después de eso ya no tendrías reputación querida…
Le miré totalmente desconcertada. Y él no quiso hablar más del tema. Volví a casa inquieta y algo asustada. ¿Por qué no me dijo que ocurría? ¿a que venía tanto secreto?¿No se suponía que debíamos ser sinceros el uno con el otro? ¿Que asuntos eran esos de los que no quería hablar?
Una semana después fuimos invitados a la fiesta de los Bradbury, unos burgueses dueños de una importante cadena de tiendas y amos casi de la totalidad de un pueblo al sur de la ciudad. Su hijo mayor, William pertenecía al gobierno en calidad de ayudante del secretario de la cámara de los Lords.
-Londres es un pañuelo aunque por lo visto no muy limpio… – dijo mi padre con desaire al ver que el Sr. Morrow también había sido invitado a la fiesta.
Convencí a mi padre de que el mejor modo de acabar con la embarazosa situación acontecida el pasado verano era que yo me acercara cortésmente y acabara con cualquier intento de que Jerome volviera a pedirme en matrimonio. Mi madre se mostró conforme con la idea y Claire ayudó a convencer a mi padre de que me dejara hablar con él a solas, aunque a ella en realidad no le importaba demasiado la situación. Lo único que quería era que la dejásemos sola para poder acercarse a hablar con James Bradbury, segundo hijo de los anfitriones y oficial del ejército de su majestad la reina Victoria. A mi hermana siempre le perdieron los hombres de uniforme….
Nos alejamos de las risas de las muchachas y los militares, los comentarios malintencionados de los políticos y de la atenta mirada de mi padre en dirección a uno de los balcones. La noche era bastante cálida para ser comienzos de noviembre. Estaba despejado y las estrellas se veían con claridad.
-Se supone que vengo a dejarte – dije conteniendo la risa.
-¿Cómo dices? – preguntó muy asustado.
-Mis padres creen que estoy aquí para convencerte de que no tienes posibilidades conmigo, que te rechazo.
- ¡Oh!. Buena excusa para venir a hablar conmigo, muy imaginativa al menos.
- La verdad es que no puedo albergar un sentimiento más opuesto… Así que supongo que me estoy convirtiendo en una muchacha mentirosa y manipuladora.
Él río un poco mi comentario.
-Lo siento. Si vienes a rechazarme supongo que tengo que intentar parecer apenado, al menos la muchacha merece mi desconsuelo.
-Eso nunca está de más, sería en cierto modo un halago.
Asintió con la cabeza
-Creo que ahora tenemos que hablar de otro asunto…algo menos divertido.
Comenzó a hablar de su investigación sobre el tema que había dejado en el aire la otra tarde. Y a medida que hablaba yo me sentía más y más inquieta.
-Hay una nueva raza creciendo en las entrañas de Londres, son poderosos. Aún no son muchos pero sé que pronto serán más y comenzarán a dominarlo todo. Tenemos que unirnos a ellos. Nos proporcionarán seguridad, nos acogerán. Una vez pertenezcamos a su grupo podremos estar juntos o hacer lo que queramos. Nadie podrá interponerse.
-¡Jerome me estás asustando!
-Habla más bajo querida, aquí no estamos seguros.
-No entiendo nada de lo que me dices, hablas de seres de la noche, de vida completamente distinta a la que conocemos, de oscuridad…No sé si estoy entendiendo bien lo que quieres decirme…
-Hablo de Vampiros Angela, de seres de la noche, me has entendido perfectamente mientras lo explicaba.
-Tal vez no quería entenderte… ¿Acaso te estás volviendo loco, eso son leyendas, cuentos góticos para niños con imaginación, no puedes hacerme creer que compartes esas locas ideas.
-Yo las creo y estoy dispuesto a convertirme en uno de ellos para estar a tu lado, seguro que algunas personas que conoces ya forman parte de ellos, se infiltran en fiestas, saben muy bien lo que hacen.
-¡Imposible, creo que has trabajado demasiado o que estos sentimientos te están nublando la razón, no puedes estar hablándome en serio, ¿Quién demonios iba a estar entre nosotros más que otras personas de nuestra clase?
-¿En serio crees que puedes afirmar que por ejemplo en esta fiesta SÓLO hay personas normales?.
-Sí, claro que lo afirmo. Y pienso que tú no deberías creer esas fantasías.
- Angela, no puedes convencerme de que no existe aquello que yo…HE VISTO!.
Le observé completamente aterrada, su cara ya no era el dulce rostro de siempre, se había tornado serio, oscuro, frío, duro.
-¿Qué los has visto, pero eso no puede ser cierto. –Negué con la cabeza, desconcertada por su respuesta.
-Hay un lugar, se llama la guarida, siempre hay alguno allí….claro que también se reúnen en otros sitios.
-¿La guarida?
- Sí, pero es peligroso, yo fui con alguien que ya había estado allí una vez para un…."encargo". Íbamos en busca de un vampiro llamado "Angelus".
Negué con la cabeza de nuevo, no podía creer sus palabras
-Tienes que saber con quien vas y sobretodo saber de antemano con quien puedes y con quien no puedes hablar allí, de lo contrario estás muerto. Creo que Marie Coeur-Smith lo pudo comprobar muy a su pesar…
¡¡Marie, me tapé la boca con las manos totalmente aterrada, ¿ella estaba metida en eso?
Aquello era la confirmación de la existencia de tales seres, todo encajaba. Pero yo no quería acabar como ella. Estaba claro que no eran gentes de fiar y no me apetecía morir por amor, Romeo y Julieta era una preciosa obra pero era sólo eso, teatro.
Di un paso hacia atrás, no quería seguir escuchando, Jerome me pareció un hombre odioso por sugerirme tal cosa, yo no iba a seguirle a tan necio final. ¿Que pasaba si los vampiros nos mataban como a Marie en vez de aceptarnos entre ellos?
-Entonces… ¿vendrás conmigo? – dijo al fin
Le abofeteé y salí corriendo sin mirar atrás, no quería volver a verle jamás. Aquella noche alegué un fuerte dolor de cabeza y volví a casa en el coche con la fiesta recién empezada.
La última vez que le vi fue en el recital del réquiem de Mozart que hubo en el teatro Royal Drury Lane. A la salida le vi esperando su carruaje junto a dos personas más mayores, presumiblemente sus padres y un muchacho de unos trece años que se parecía a él pero con rasgo algo más dulces, supuse que era su hermano pequeño. El semblante de Jerome parecía abrumado, llevaba el pelo revuelto y no dejaba de juguetear con el sombrero de copa entre las manos; percató de mi presencia y me miró, me sonrió con aire preocupado. Giré la cara con desaire y le negué de este modo el saludo….cuanto me arrepentí de mi estúpido orgullo tiempo después.
