Capitulo 3: Decisiones precipitadas

"¿Podemos hablar Angela?" dijo mi madre asomándose por la puerta de mi habitación. Asentí sin mirarle, y giré la cabeza hacia la ventana mientras guardaba rápidamente la carta que Jerome he había escrito cuando nos encontramos en el café. Mamá llevaba días insinuándome que olvidará a Jerome sin éxito, aún así, seguía insistiendo una y otra vez, parecía no cansarse de aparecer a hurtadillas junto a mí en mi habitación, a solas en alguno de los salones, en el jardín mientras recogía flores despreocupadamente para hacer un ramillete, incluso vino conmigo y Claire a Hyde Park a pasear una tarde mientras lanzaba frases que mi hermana no parecía comprender y yo entendía perfectamente….

-Sé exactamente como te sientes… A todas nos ha pasado alguna vez, pero….hay que saber sobreponerse.
- No sé a que os referís - dije haciéndome la tonta, no me apetecía hablar del tema.
- No lo ocultes, puedes engañar a tu padre, incluso a tu hermana pero yo te conozco mejor de lo que crees. Angela cariño, el amor es una cosa de necios, tu tienes hombres mejores que conquistar, si quieres un marido te casaremos, pero que sea alguien de buena clase, con tierras, o con una buena renta, puede que las dos cosas, tu vales más de lo que crees.
-Madre – contesté muy enfadada- lo último que deseo en este momento es casarme. Por favor no me torturéis más. Desearía estar sola…
- Angela, un clavo saca otro clavo. Eso lo sabe todo el mundo.
- No estoy de acuerdo. Si pretendéis buscar marido hacedlo para alguien que tenga deseos de casarse, perdéis el tiempo siendo mi celestina…
- ¿Acaso crees que ya nací siendo vieja, una vez fui joven y también sentí el amor; pero supe aceptar la voluntad de mis padres y escoger lo que me convenía en favor de lo que me apetecía. El amor dura un suspiro pero una buena renta bien administrada dura toda la vida. Además después del tiempo aprenderías a apreciar a tu esposo.
-Eso que decís es horrible. A amar no se aprende madre, se siente. ¿Acaso crees que el amor es como bordar? – Dije desconcertada, no había escuchado hablar a si a mamá jamás.- No pienso casarme. No hay nadie para mí en Londres.
-En eso tienes razón…. Aunque ojala te hubieras dado cuenta por ti misma, sin necesidad de llegar a esto…
- ¿De que habláis madre? ¿Qué ha ocurrido?
- Dios sabe que he intentado hacerte cambiar de idea, pero por desgracia eres tan testaruda como tu padre. Quise suavizar el golpe pero….tu no quieres. ¿Por qué eres tan obstinada? Eso no te traerá nada bueno en el futuro.
- No os entiendo y me estáis poniendo nerviosa. ¿Qué ha pasado?

Mamá rebuscó en el bolsillo de su delantal de fino hilo blanco. "Toma" – dijo alargando el brazo con un trozo de papel doblado- "es de hace 5 dias". Lo recorté antes de que lo vieras.
Abrí el fragmento de periódico: "El político J.E. Morrow desaparecido…. Jerome Eugene Morrow político y escritor autor del libro Sociedad Inglesa Actual desapareció ayer del domicilio familiar de los Morrow hace 2 noches…. se desconoce su paradero, la policía investiga el caso y aún no se han encontrado pistas sobre los hechos de la noche de su misteriosa desaparición…"

- ¡Imposible! – exclamé. – No puede haberle ocurrido nada… ¡¡no puede ser!
- Lo siento mucho cariño, pero algo le ha ocurrido ¿tu sabes donde puede hallarse?
- Nooo. Por supuesto que no – Dije mintiendo descaradamente. Tenía una pista, lo único a lo que aferrarme y era preferible asegurarse antes de nada.

Lo días transcurrieron horriblemente largos, llena de dudas y de intranquilidad. Cada mañana corría a la puerta a primera hora para recoger el periódico - a veces llegaba antes que el ama de llaves- y buscar entres sus hojas respuestas a mi incertidumbre….por desgracia no las hallaba. Las noches eran una pesadilla continua, sin a penas pegar ojo. Por momentos creí que la locura me invadía y antes de perder la razón por completo me obligué a cometer la mayor demencia de todas.

Aquella noche me bajé del carruaje no muy lejos de Covent Garden y pagué apresuradamente al cochero, el cual abandonó el lugar con mucha rapidez y a penas sin despedirse.
Me adentré en las callejuelas, tenía un nombre y un lugar pero no sabía exactamente donde hallar ninguna de las dos cosas. Tras vagar durante largos minutos encontré la taberna. Encima de la puerta colgaba un viejo y descolorido cartel en el que rezaba el nombre "The Lair" (la guarida). No había duda, tenía que ser allí. Entré, todo estaba bastante oscuro. Tan sólo unas pocas velas iluminaban el lugar. Miré a mi alrededor buscando al hombre del que Jerome me había hablado "Angelus". Me acerqué a una mesa, las voces de sus ocupantes cesaron a medida que me acercaba. Uno de los hombres de la mesa me señaló había un lugar al fondo del local. Luego cogió su copa y vació su rojo contenido de un trago, parecía demasiado espeso para ser sólo vino tinto... Varias personas me siguieron con la mirada a medida que avanzaba, estaba asustada y comenzaba a ponerme enferma ese extraño lugar.
Sentados en la mesa de fondo había cinco personas: tres mujeres y dos hombres. Ellas tenían el pelo largo y ricos vestidos. Una de ellas a penas era mayor que mi hermana; era morena y llevaba una muñeca de porcelana entre sus brazos. Las otras dos mujeres eran rubias y algo más mayores que esta. En cuanto a los hombres uno era castaño, de expresión fría en el rostro y con el pelo liso, largo hasta los hombros, el otro por el contrario tenía el cabello más corto rubio y algo rizado, su semblante era bastante más risueño, o al menos eso parecía a simple vista. Este último había estado recitando una horrible poesía hasta el mismo instante en que me presenté frente a ellos. Desde luego era un mal poeta, y si todo salía como yo esperaba tras esa noche probablemente acabaría descubriendo en que otras cosas era aún peor.

-Busco a "Angelus"-dije con voz temblorosa.
-¿Y quien le busca? -contestó divertido el muchacho rubio.
-Me llamo Angela, y... alguien me dijo que tal vez él podría ayudarme. ¿eres tú?
-¿Ayudarte?-dijo la más joven con desdén- Creo que te han informado mal...muy mal - y se levantó rápidamente dispuesta a atacarme. El hombre moreno le sujetó por uno de los brazos con fuerza.
-Drusilla, ¿cuantas veces tengo que repetirte lo de no "comerte" a mis clientes?

La chica miró con odio la cruz que yo llevaba al cuello y luego se sentó, o más bien se lanzó contra el asiento enfadada.

-Y bien -dijo el hombre más amablemente - ¿en que puedo servir a la señorita?
-¿Tú eres Angelus entonces? - El asintió con la cabeza - Tengo la sospecha de que un hombre vino aquí hace algunas semanas, creo que alguno de vosotros...le convirtió. Necesito que hagas lo mismo conmigo, ¿podrías hacer eso o no es posible?
-Por un módico precio, todo es posible preciosa...veamos...tu te refieres a un hombre moreno, alto, vestido como un pimpollo de alto cargo, de aire un poco ausente, taciturno tal vez...¿no es eso?

Asentí, sin duda ese tenía que ser mi Jerome.

- ¡Oh, ¿no me digas que vas a convertir a esta muñequita? -dijo Drusilla enfadada mientras zarandeaba su muñeca enérgicamente.

Angelus la miró con fastidio, con esa expresión de un padre hacia una hija caprichosa.

-Dru -llamó el chico rubio - "No sólo de sangre vive el vampiro" - dijo con pose interesante- a veces necesitamos dinero. ¿Como te crees que te conseguí ese caro juguete?

-Se lo robaste a aquella niña que mataste cerca de Picadilly -dijo una de las mujeres rubias.- Eres un mentiroso William.
- ¡¡Touche, has acertado en ambas afirmaciones.- rió sarcásticamente añadió:

"Niños perdidos
sangre fresca
un buen mordisco
la mejor fiesta"

¡¡Estaba claro que era un poeta horrible!. Las tres mujeres rieron con fuerza la ocurrencia de William.

-Y bien, Srta. Angela, ¿A cuanto asciende el precio que te merece mi ayuda?
-Todo lo que he traído es esto - dije poniendo sobre la mesa una bolsita llena de libras que llevaba en el bolso.

Angelus sonrió fríamente. "Creo que con eso bastará, aún no he establecido tarifas fijas...jejeje". Recogí la bolsa y procedí a guardarla de nuevo. El se levantó y pude comprobar que era muy alto, puede que incluso más que Jerome y desde luego era algo más corpulento, muy fuerte, de eso no quedaba duda. Se acercó a mí y el tenerle tan cerca me asustó. Su aspecto era bastante amenazador aún cuando su rostro no reflejaba expresión ninguna.

-Acompáñame pequeña -me dijo con el tono más amable que fue capaz de pronunciar.

Yo no me moví de mi sitio, estaba aterrada, desconcertada, totalmente fuera de lugar, me sentía como si me hubiera presentado en el baile del cumpleaños de la Reina vestida en camisón. El hecho de acompañar a solas a un hombre tan fuerte no me agradaba, me sentía intimidada por él. Por un momento pensé que no podría ocurrirme nada en un lugar lleno de gente, luego llegué a la conclusión de que allí dentro eran todos como él. De hecho yo debía de ser la única diferente al resto. Lo que a mi me pasara a nadie le importaba en ese lugar.

-¿Vas a cumplir tu promesa o pretendes engañarme? – las palabras me salieron por si solas, desde luego era un pregunta tonta, si no iba a ayudarme realmente jamás me lo hubiera dicho a la cara.
Me miró con suficiencia. "Que sea un vampiro no quiere decir que no tenga palabra"
Por alguna razón le creí.
Le acompañé hasta una destartalada puerta al otro lado de la taberna, bajamos unas escaleras llevando un candelabro como única luz. El lugar parecía un almacén o algo parecido, había una mesa cubierta de polvo y cajas de licores apiladas junto a una pared. Angelus abrió una puerta y entramos. Dentro el panorama era bastante más sórdido. Una mesita, dos o tres sillas repartidas por la habitación y una lámpara de aceite que Angelus procedió a prender. Con algo más de luz mis ojos pudieron ver mejor la poco agraciada "decoración". Había manchas de humedad en las paredes y en el centro de la estancia una especie de aparato a medio camino entre un banco y una mesa de tortura lo reinaba todo, las correas y cadenas que estaban unidas a ella por aros metálicos estaban caídas de manera que rozaban el suelo.

-Hace frío –acerté a decir
-Tranquila, pronto ya no sentirás nada.
-¿Eso quiere decir que vas a matarme?

Angelus cerró la puerta con un herrumbroso pestillo que chirrió estridentemente mientras era movido. Luego se giró hacia mí.

-Preciosa ¿acaso crees que mi corazón late? ¿O que estoy respirando este aire cargado de humedad? Tienes que estar muerta para que esto funcione. Esa es la idea. Yo estoy muerto, y todos los estaban arriban también lo están. No obstante te puedo asegurar que jamás ninguno de nosotros se sintió tan vivo.

Le miré asustada - ¿Sería demasiado tarde para echarme atrás, nadie me había explicado nada de lo que se supone que tenía que hacerme. ¿¿Muertos vivientes, como podía darse tal aberración, todo aquello en lo que había creído siempre se desmoronó ante tales afirmaciones.

Angelus dejó el candelabro sobre una de las sillas y dio un paso hacia mí. Comencé a ponerme más nerviosa si cabe. Temblaba, más por el miedo que por el frío.

-Relájate pequeña señorita, ¿estas segura de que quieres hacer esto, después ya no hay vuelta atrás –me miró fijamente.

Respiré hondo, cerré los ojos y pensé en que mi amado estaba perdido por el mundo, desaparecido y sobretodo…..totalmente solo. Yo le había negado mi compañía y ahora mi misión era buscarle y enmendar este error, por fin llegué a la clara convicción de que debía haberle dicho
que si desde el principio. Si nuestro destino era estar juntos ¿Qué más daba en una vida que en la otra?

-Estoy preparada. –dije con mucha convicción.

Angelus se acercó a mí con paso firme. Me cogió suavemente por la cintura, mi bolso se desprendió de mi mano y cayó con un golpe seco sobre el suelo. Me sentía hipnotizada, a penas podía moverme, era como si mi voluntad perteneciera por completo a Angelus. Después me besó, con dulzura al principio, luego se tornó en un beso mucho más intenso, podría incluso decir que violento. No podía pensar con claridad y mucho menos apartarle de mí. Aquello era como un baile del que no conocía los pasos….por suerte o por desgracia Angelus los conocía a la perfección.

Mis manos recorrieron su espalda. Me sentía como un pelele entre sus brazos. No podía parar, no podía detenerle o más bien no quería que se detuviera. Aquello estaba mal a ser una de esas cosas de las que es preferible arrepentirse por haberlas hecho que por haberlas dejado pasar. Desabrochó mi capa y esta cayó pesadamente al suelo. Me empujó contra la mesa, apartó el cabello que cubría mis hombros y acarició mi cuello con sus manos. Cuando abrí los ojos su cara se había tornado monstruosa, animal, sus ojos reflejaban un brillo felino. Quise gritar pero no pude, tan sólo me quedé quieta como una estatua, totalmente paralizada por el miedo y por una extraña fuerza que Angelus ejercía sobre mí con sólo mirarme, aún hoy no he encontrado respuesta a esa "magia".

Sus labios se posaron sobre mi cuello, me estremecí, su piel estaba fría al contacto con la mía. Me mordió, el dolor me sacó de mi estado y reaccioné, intenté apartarlo de mí pero era mucho más fuerte. Sujetó mis muñecas con sus manos. Continué forcejeando unos segundos pero pronto las fuerzas me abandonaron. Me sentí mareada, estaba a punto de desmayarme. De pronto Angelus paró. Me apoyó contra el extraño banco y me aferré a una anilla de metal con las manos para no caerme. El abrió su camisa, vi como sacaba un pequeño puñal del bolsillo de su levita y se hacía un profundo corte en el pecho del cual comenzó a manar una sangre oscura y espesa.

"Ahora Bebe de mí y vivirás eternamente"

Le obedecí, bebí y noté como su emponzoñada sangre me invadía todo el cuerpo. "Te condeno a la muerte en vida, al hambre eterna que jamás será saciada", me susurró.
Luego me desplomé entre sus brazos.