.

"Roomies"

Por:

Kay CherryBlossom

.

(POV Serena)

2. Congeniando

.

Mis labores de dama de honor me habían consumido todos éstos días, a tal grado que a penas dormía y comía bien. Además, tenía un par de semanas para organizarme y mudarme a lo que sería mi nuevo hogar. Seiya no pareció sorprendido cuando le dije a regañadientes que le agradecía su oferta y tendría que mudarme a su apartamento. Por supuesto que recibí su sonrisita de suficiencia y sus comentarios pervertidos, pero me hice la occisa y traté de ver ésto como lo que él dijo que supuestamente sería: un trato de negocios nada más.

La boda fue hermosa en su sencillez. Íntima, de apenas cincuenta invitados y muy poco convencional. Mina no usó un vestido de princesa si no un sensual traje de sirena con la espalda descubierta, no hubo un banquete si no un buffet. La música tampoco fue gran cosa refinada, sólo una banda independiente que gustó a todos. Seiya cantó en uno de los números, y aunque odio admitirlo, sabe lo que hace. Y vestido y bañadito como nunca lo había visto, pues cualquiera podría apostar a que era buen partido, como Mina decía.

Luego todo lo echó al retrete cuando se embriagó hasta las trancas y se enredó con una prima de Mina frente a todo el mundo. Encantador. En fin... a mí me va y me viene.

Aún con todo lo moderno del asunto, no pude evitar deprimirme porque mi amiga estaría lejos al menos un mes. No quería volverme una plasta y enviarle mensajitos todo el tiempo en su luna de miel, de modo que le deseé suerte y me hice de tripas corazón los primeros días y me dediqué a empacar las pocas cosas que tenía para acomodarme en mi nuevo hogar.

Miro por última vez aquél sitio que había sido mi refugio por varios años. Las paredes vacías sin las fotos, el lugar amplio y frío... todos mis recuerdos con Mina se quedaban ahí, y la expectativa del cambio me angustiaba.

—Oh, no me digas que te vas a poner a llorar... —oigo una voz burlona a mi lado, devolviéndome al presente. Yo cierro los ojos y trato de contar hasta diez. Seiya había insistido en acompañarme para llevar mis cajas en su coche, y agradecí el gesto (yo no tenía dinero para pagar una mudanza), pero aparentemente, su amabilidad no incluía cerrar el pico cuando debía.

—¿No puedes dejar de ser un bruto ni en un momento emocional?

—Pero si tú eres una exagerada —argumenta Seiya sin piedad —. Si al menos el piso fuese tuyo... pero era rentado.

Y suelta un bufido.

—¡El valor es simbólico! —le grito a todo pulmón —¡Tarado!

—Quejica —escupe.

Mi ex casera toma las llaves de mi mano con nerviosismo y se aleja por el pasillo. Trato de no seguir peleando y lo sigo hasta su coche, que era un bonito audi compacto. Me quedo boquiabierta, pero me esfuerzo por no hacer comentario alguno cuando subo y admiro lo lujoso que es por dentro. Ahora entiendo por qué se siente la gran cosa, los hombres se sienten cinco puntos más arriba cuando traen un buen automóvil. Eso debe compensar su déficit neuronal, ja.

Como no tengo tema de conversación y sigo medio melancólica, me concentro en el camino. Pronto llegamos al condominio y me siento bastante satisfecha a pesar de todo. Es un apartamento amplio, de dos habitaciones y dos baños (gracias, Dios, gracias) y una cocina muy bien equipada. No es que necesite una cocina de lujo para mis macarrones instantáneos de queso y hacerme mi té, pero ¡quién sabe! Podría ocurrir un milagro algún día. Toda la decoración es como pensé, aséptica, despejada y en tonos intensos. Una pantalla enorme y cero decoración. Muy de hombre.

Suspiro pensando en los beneficios. Estoy a veinte minutos en tren de la editorial, hay muchísimas tiendas de víveres (y dos heladerías, ñomi) y nadie me estrangulará en un callejón.

—Ésta es tu habitación —me conduce Seiya hasta una puerta al fondo del corredor. Entro y en un nano segundo se me va el aliento.

El cuarto es amplio, alfombrado en beige y todo lo demás en blanco. En la gran ventana tiene unas bonitas cortinas de encaje floreado y semitransparentes. Sólo la pared del fondo está pintada de rosa pálido y contrasta con lo demás. Está preciosa.

Algo no me cuadra y arqueo una ceja.

—¿Este era el cuarto de Yaten? —pregunto irónica.

—Lo era —reafirma. Yo me siento perdida, y le señalo la pared y las cortinas algo cohibida. ¿Mi amiga se habría casado con un gay de closet? Oh, no...

Seiya se revuelve en su sitio con incomodidad, y evade mi mirada.

—No, nada de éso estaba... Bueno, pensé que te sentirías más cómoda en un lugar más femenino —dice toscamente.

—¿Por qué? —pregunto perpleja.

—Pues no sé... ya es suficiente que te mudes con un tipo que apenas conoces, ¿no? Si quieres lo quito, tampoco quiero que me hagas dramas por...

—¡No, está perfecto! —me anticipo para calmarlo. La verdad fue un gesto extraño, pero dulce. Engañosamente dulce —. Me gusta... gracias.

Él chasquea los labios y me da la espalda. Es claro que no quiere responder a eso.

—Dejaré que te instales. Yo... estaré por ahí —dice, y cierra la puerta prudentemente.

Aprieto los labios. Hay algo que no embona... el amable Seiya Kou que me acondiciona un cuarto para que esté a gusto pensando en cosas que yo ni siquiera he considerado, y el cretino que me trata como una mascota y se burla de mí. Como fuera, la idea de vivir una experiencia diferente me llena de algo que no sé como definir... algo que me hace apretar el estómago, respirar agitadamente y emocionarme. Supongo que es la adrenalina.

¿Cuándo fue la última vez que la sentí? Ni me acuerdo.

Mientras saco de las cajas las cosas más indispensables, me pongo a pensar en eso. Mi vida era sin duda muy monótona. Mi trabajo consiste en leer y revisar notas que escriben los verdaderos periodistas y traspasarlos al área de impresión. A veces, elijo las fotos o doy un par de ideas, pero mi jefe es algo machista y muy anticuado. Nunca ha aceptado una propuesta mía. Pero trabajar en un periódico, después de haber estudiado periodismo, es casi como pasar a Hollywood directo después de estudiar actuación. Es muy difícil escalar tan rápido, y todo el mundo me dijo que no estudiara eso, que eligiera algo útil, que me diera de comer. Yo, como buena necia que soy y pésima para los números, me enterqué y heme aquí... sufriendo por algo que yo sabía que iba a pasar.

Por eso no quiero volver con mis padres. No quiero darles la razón, al menos no todavía. Aunque mi trabajo es algo aburrido, me da para pagar el alquiler.

En lo social, tampoco soy una chica muy popular. Tengo buenos compañeros en el trabajo, pero la mayoría son más grandes de edad y el círculo es reducido. Toda mi vida social se limitaba a lo que Mina quisiera incluirme, y yo la seguía tratando de mimetizarme con ella, porque la admiraba mucho. Mina, con sus atuendos chics y sensuales y su risita simpática y sus chistes picantes, hacía amigos en todas partes. Todos los hombres la cortejaban y era muy divertida y segura de sí misma. Yo trataba de seguir sus consejos, pero irremediablemente volvía a la zona gris en la que me sentía cómoda, vistiendo mis jeans gastados con mis converse, mis camisas a cuadros y mirando películas románticas todo el fin de semana. Y a como estaban ahora las cosas, era claro que Mina era la que vivía la película, y yo era la espectadora con las palomitas.

Y ahora que lo pensaba... ¡apestaba! ¡apestaba en serio!

Enfurruñada, dejo el resto de mi ropa en las cajas y pienso que era suficiente por hoy. Ya estaba anocheciendo. Puedo sobrevivir con las cosas que ya he acomodado, mis artículos de higiene personal y eso. Me lavo la cara en mi nuevo baño (amplio y genial, la verdad) y sonrío al espejo. La chica rubia de ojos azules me mira fijamente, expectante, decidida a hacer algo con su vida...

Tomo aire y salgo a la estancia.

Encuentro a Seiya sentado en el sofá y haciendo algunos tanteos agradables con su guitarra acústica. Yo carraspeo y él abre los ojos y me mira fijamente. Yo me sonrojo. ¿Lo estoy interrumpiendo? Bueno, ésa era un área común, ¿no? Y una de las reglas era poder compartir las áreas comunes con total libertad. Ahora también es mi piso. En teoría...

Sí, le he dado una lista de reglas... ¿y qué? Seiya y yo no tenemos precisamente un historial bonito. Él me intimida, entiéndanme, por favor. Necesito protegerme aunque sea con el papeleo.

—¿Qué? —me espeta. Dioses, alguien tiene que decirle a éste hombre que necesita leer el manual de Carreño alguna vez.

Me hago la valiente y digo con voz firme:

—Quiero celebrar hoy. El... hecho de que ya vivamos juntos.

Y nada más preguntárselo lamento haberlo hecho por el orden significado de ésas palabras. Seiya me mira entre horrorizado y entre queriéndose echar a reír. Opta por lo segundo, pero me enfada igual. ¿Qué tenía de malo?

—No somos unos recién casados, niña. Sólo somos roomies, ¿recuerdas? —me dice luego de terminar de carcajearse, y vuelve a componer con su guitarra —. Mujeres... —murmura fastidiado.

—¿Qué tiene que ver que sea mujer? —le reclamo indignada —. Ni siquiera sabes por qué quiero celebrarlo. Eres un patán. ¿Para qué me ofreces vivienda si te parezco ridícula? ¿Eh?

Seiya levanta la cabeza y abre muchos sus ojos azules. Su mirada es tan profunda que me fulmina. Suaviza sus facciones e inquiere:

—A ver, ¿por qué quieres celebrarlo? —pregunta calmado, aunque su tono es como el de un padre que regaña a una niña de cinco años.

Me esfuerzo por darle una explicación normal, sin sentimentalismos para evitar que me agreda otra vez.

—Este cambio es importante para mí. Por primera vez tomo una decisión por mí misma y quiero recompensarme por ello. No es asunto tuyo, es... algo mío.

—¿Y por qué no celebras con tus amigas? —pregunta extrañado.

Me agarra en curva, y me vuelvo a sonrojar.

Porque mi única amiga está en la playa, tomando margaritas y asoleándose con su marido, demasiado ocupada siendo feliz para pensar en mí. Y yo estoy aquí, con el mayor papanatas del mundo y sin opciones. ¿Entiendes, zoquete? Es supervivencia pura, no eres especial.

Hago caso a mi sentido común y opto por el maravilloso arte de la manipulación femenina, como un especie de venganza por burlarse de mis hormonas.

—Porque me lo debes —acuso. El me mira como si le hubiera hablado en chino —. Por lo que me hiciste, ¿recuerdas?

—¿Qué mierda...? ¡Si ya me he disculpado!

Levanto un dedo para interrumpirlo.

—Eso no es suficiente. En la ley, además de ofrecer disculpas, debes reparar el daño.

—Tu cabeza de bombón relleno carbura de vez en cuando, ¿eh? —sonríe, y por alguna extraña razón, no me molesta el comentario. Quizá por que me distraje con su sonrisa. Tiene una bonita sonrisa, ahora que lo veo.

Mi papá es abogado, pero no se lo iba a decir.

Tampoco le voy a decir que tiene una sonrisa bonita.

—¿Entonces?

Se encoge de hombros, como dándome largas. Puaj, qué insufrible es.

—¿Qué tenías en mente? —pregunta después de un rato. Yo me muerdo el labio inferior. No sé organizar nada intrépido, ésa es Mina. La echo tanto de menos...

Me exprimo los sesos tratando de pensar qué haría ella, y le digo:

—Podemos comprar alcohol —¿será buena idea? Ay, no creo. Ayudo a completar —. Y unas pizzas para acompañarlo... una cena.

—Así que la pequeña Serena quiere portarse mal... me pregunto si estás aprovechándote de mi hospitalidad —replica, con una sonrisa ladina y entrecerrando sus ojos como rendijas.

Es la primera vez que me llama por mi nombre, y el corazón se me dispara y me arden las mejillas. Nerviosa, me coloco un mechón de pelo que se me escapa de mis coletas detrás de la oreja.

Pero debo recordar que todo lo que dice es para mosquearme, no está coqueteando conmigo. Saco el pecho y le espeto:

—No me haces favores, Seiya. Te estoy pagando. Y si no eres tú, será otro... sólo trato de ser amigable con mi roomie en la primera noch- en el primer día —compongo torpe, sabiendo lo que va a entender.

Seiya se frota la barbilla con parsimonia y sus ojos azules me observan con descaro. ¡Será cabrón! Luego, se pone de pie y avanza con lentitud hacia mí. Todos mis sentidos se ponen en alerta al tenerlo cerca. ¿Por qué? ¿Qué va a hacer?

Él se inclina, y me llega un aroma agradable y raro. Como a cítricos. ¿Será su loción?

—¿Qué? —gimo medio descontrolada.

—En la esquina hay una vinatería —murmura, antes de encaminarse hacia la puerta —. Será interesante... vamos.

Lo sigo tomando mi bolso, y no sé por qué, pero siento que le estoy vendiendo mi alma al diablo.

Uf, ya me da vueltas la cabeza.

El vino fue buena idea, quedó bien con la pizza. Pero apenas terminamos, Seiya ya estaba diciendo que la noche era joven y sacando una botella de tequila quien sabe de donde, y chocando ése vasito pequeño contra el mío. Eso no parece buena idea, pero me siento relajada, con una sonrisa (de borracha, no de felicidad auténtica) colgada al rostro y charlando amigablemente con él, por mucho que pareciera increíble. Estamos en la barra de la cocina, sentados sobre dos taburetes con la mejor selección de rock alternativo que Seiya tiene en su Ipod de fondo. No creí pasármela tan bien. A pesar de mis prejuicios, él es muy divertido, y me cuenta toda clase de anécdotas que le han ocurrido con Yaten, con sus amigos y en su vida en sus borracheras, vacaciones, trabajos, etcétera. Al parecer tiene una vida muy intensa. La lista de mujeres que nombra sin querer es espeluznante. No es que lleve la cuenta, claro.

—¿Qué hay de ti, Bombón? ¿Novios, amantes, admiradores...? —pregunta mordiendo lentamente uno de los limoncitos que hay en el plato, al centro de nosotros. Lo hace de un modo lento que hasta parece sugerente, ¿o me lo imagino?

Intento serenarme y sacudo la cabeza. No me apetece hablar de mi vida de monja célibe ni pensar en si Seiya es sugerente para chupar un limón.

—Es Mina quien los tiene... o los tenía —retruco sonriendo —. Estoy tan contenta por ella... se lo merece. En el fondo, ella deseaba el "fueron felices y comieron perdices", ¿sabes? Aunque nunca lo dijera, yo sé que sí...

—¿Y tú? ¿Es lo que quieres? —inquiere curioso.

¿Eh? La conversación no está yendo como esperaba.

—Yo... —mi voz suena aguda, como si acabara de pegarme en el dedo chiquito del píe con un mueble. El alcohol me envalentona demasiado, y sin darme cuenta, las palabras se escapan de mi boca —. Yo no creo que sirva para el amor. Tengo muy mala suerte.

Por instantes, mientras oigo a The Cranberries, una serie de imágenes pasadas se me vienen a la cabeza. Yo quedándome sola en la mesa del bar porque nadie me sacó a bailar. Yo quedándome en casa porque nadie me pidió ir a la graduación. Yo llorando a escondidas porque nadie me dio flores en San Valentín. Yo en la parada del autobús mirando al apuesto chico de pelo negro que siempre me cruzo y es mi amor platónico. El chico de pelo negro se presenta y se llama Darien, y me invita un café. Darien pidiéndome ser su novia. Yo por meses siendo feliz. Besos, abrazos, promesas. Yo, viendo como se hace frío... distante. Preguntando si algo pasa. Dice que no, que son ideas mías. Yo rogándole que no me deje, que no es posible que se haya enamorado de otra. Yo destruida. Yo...

Miro a Seiya esperando que comience a ametrallarme, pero no lo hace. Los ojos se me empañan de modo molesto, y hago un esfuerzo sobrehumano para fingir, pero sé que necesito re dirigir esta charla cuanto antes, o él se va a hartar de mí, y ahora es el único amigo que tengo. O eso parece...

—¿Por qué dices eso? —pregunta como preocupado.

—No sé... ya te lo he dicho, es Mina quien sabe ligar y... yo no. Está bien, no me importa estar sola —le corto.

Y creo que no consigo que suene como si no me importara, porque Seiya me mira arqueando una ceja. Creo que necesita más explicaciones que solamente atribuir mi situación a la mala providencia.

Acabo con otro shot de tequila y suerbo el limón, haciendo un gesto que debería ser gracioso, aunque en mí debe notarse patético. No aguanto nada.

—Es decir, mira a Mina... —digo arrastrando las palabras, y señalo una de las fotos grupales que Seiya tiene arrumbadas de la boda, aún sin enmarcar. Luce sonriente, preciosa y sexy aún de novia —. ¡Y mírame! Yo... no les gusto a los hombres. No sé por qué. No los culpo... sólo es... triste, y frustrante.

Y vuelvo a beber.

Mientras carraspeo de modo nada decoroso y mi garganta se adormece, Seiya mira fijamente la foto. Luego se encoge de hombros y me dice:

—Es guapa, supongo. Si a alguien le gusta ese... tipo de chica.

Yo me río escandalosamente.

—¿Te refieres al tipo diosa Afrodita? ¿de quién no sería tipo?

—Mío —dice él firme y decidido, y entonces me mira con sus ojos perversamente brillantes —. Si me das a elegir, te elegiría a ti.

Creo que me he quedado boquiabierta, y no encuentro ni mi voz ni mi cerebro por ninguna parte. Siento que necesito una semana sólo para procesar ésa simple frase, y para variar, me agarra desprevenida.

Mi subconsciente me grita que no le crea. Mi corazón, en cambio, se despierta, como si hubiera estado dormido y empieza a dudar.

—Sí como no —me río otra vez, y mastico unas cuantas frituras saladas para quitarme el sabor amargo de la bebida.

—Hablo en serio —dice Seiya tranquilamente.

—Te estás burlando de mí —insisto bajando la mirada.

¿Por qué tenemos que hablar de ésto? Millones de temas. La economía, el clima, la boda, los amigos, las carreras... ¿por qué todo debe ir dirigido siempre al sexo? No me gusta. Me siento como una niña de dos años y no quiero que Seiya me humille.

—Serena...

Su lengua parece como acariciar mi nombre, y el corazón se me dispara cuando de un tirón, jala mi taburete hasta donde él está. Lo miro cuanto puedo, sus brazos fuertes apoyados en la encimera, su pelo oscuro que hace contraste con sus ojos zafrinos y su piel clara. Y su boca... Ay, apenas puedo respirar. ¿Qué me pasa?

—¿Ah, sí? —es lo único que consigo decir.

Estoy como idiota mirándolo, el alcohol me hace sentirme más acalorada, o es él. O las dos cosas. Tenía mucho que no sentía ésto. Éste... éste... ¿deseo?

—Créeme, eres muy deseable... —me sorprendo al notar que pensaba en la misma palabra que yo. Extiende la mano y con su dedo pulgar, recorre mis labios en un gesto hiper sensible, y un escalofrío me recorre por la espalda —. Te besaría ahora mismo...

Me quedo impresionada, intimidada y muy caliente, sobre todo de la entrepierna. Seiya lleva su dedo hasta mi barbilla y junto con los demás, acaricia mi cuello. Yo cierro los ojos ante su caricia. Unos cosquilleos raros me llegan hasta el vientre... ay Dios. Huele muy bien, está muy próximo y... creo que quiero que me bese.

No puede ser... pero sí quiero que me bese. ¿A qué sabrá? Se me figura como a chocolate o a helado de vainilla.

—Pero no lo haré —sentencia en voz alta, rompiendo abruptamente mi burbuja erótica, y alejándose de mí. Le da un trago a su vasito y acaba con él en un santiamén.

El estómago se me encoge. Me desea... éste chico guapo, atrevido y fastidioso me desea... ¿pero no va a besarme?

—¿Por qué no? —refuto casi histérica. Ojalá que no se de cuenta.

—Pues... me odiaste la vez que lo hice, ¿o no? —pregunta algo perdido y viéndome como si estuviera loca —. Apenas hicimos las pases, no quiero cagarla otra vez.

Es cierto. Se me olvidó.

Me muerdo el labio inferior, pensando en que tiene razón. ¿Quién entiende a las mujeres? ¿Y más a una como yo? Soy muy tortuosa y complicada. Bueno, yo sólo quería algo de romanticismo, creo, porque la verdad, en cuanto lo vi ésa vez, me pareció muy atractivo. Luego lo arruinó.

Aunque no es que ahora tengamos rosas, velas y un violinista precisamente... sólo hay una botella de tequila a la mitad, Eric Clapton y muchas hormonas.

"Tu problema es que eres muy tensa, Serena" Recuerdo las palabras de Mina una vez, cuando yo me escandalicé y la reñí por haber pasado la noche con un tipo que acababa de conocer en el trabajo.

Es verdad. No todo tiene un sentido... a veces sólo hay que sentir. Dejarse llevar. Vivir. Necesito desesperadamente vivir, y Seiya me ha dado la oportunidad de hacerlo, de salir de mi cascarón.

Estoy al borde del precipicio y tengo que decidir si saltar o no.

Me animo a estirar una mano hasta su antebrazo, aunque no de modo muy cariñoso. Su piel se siente caliente debajo de mis dedos. Me mira sorprendido, pero el acercarme hasta su rostro y pestañeando en un coqueteo torpe es suficiente para que me entienda.

Gira la cara y pega sus labios a los míos con tanta intensidad que me hace daño, y al gemir por la sorpresa, él aprovecha la ocasión para meterme bien la lengua y recorrer el interior de mi boca con una pericia experta y alucinante. Mi lengua trata de moverse y responderle, pero él lleva toda la danza de roces y sensaciones, de sacudidas y empujes. Siento que estoy indefensa, pero me gusta sentirme así. No me da miedo. No sé si es el alcohol o sólo confío en él, sólo sé que quiero seguir. Por primera vez en mi vida, no estoy pensando.

Apenas puedo entender lo que debo hacer y me aventuro a besarlo con las mismas ganas, llevo mis manos a su pelo y jalo de él, y lo toma como un incentivo. Seiya se pone de pie, e inesperadamente me coge de la cintura y me levanta, me agarra del trasero me sienta en la barra de la cocina, tirando cosas... los vasos, las botanas... y finalmente, yo, con él sobre mí.

Me desea... y yo a él, aquí, en ésta mesa, mientras suena Sex on Fire de Kings of Leon.

Qué irónico...

Es afortunado que esté tumbada, porque de todas formas no sabría que hacer con mi cuerpo de pie. Toda yo tiemblo y me estremezco, cuando él deja mis labios dejándolos sedientos, pero lo que hace es mejor todavía, porque viajan hasta mi cuello, la clavícula y más abajo, mientras sus manos están en mis muslos...

—¿No me vas a pedir que me detenga? —me pregunta ronco y gutural. Yo balbuceo algo sin sentido. Mi mente está muy lejos, más o menos por Plutón —. No te oigo, Bombón...

—Aaah, no—susurro ahogada—, no...

Él parece que se ríe y se comporta otra vez de modo avasallador e invasivo. Sin sutilezas ni cursilerías. Me derrito en sus brazos y él lo sabe, y la verdad no me importa mucho ahora... Me hace levantar las manos y sus manos me despojan de la camiseta que llevo y por un segundo, lamento no tener lencería sexy como Mina. No parece darse cuenta de éso, porque sigue a lo suyo y se quita su propia camiseta, y yo sólo lo contemplo desde mi lugar, babeando como perrito frente a un jugoso filete. Tiene un abdomen que parece editado con photoshop y sin querer me relamo. Quiero probar cada centímetro de ése cuerpo... ahora.

Sobre la tela de mi sujetador, él se dedica a estrujar uno de mis senos y besar el espacio entre ellos. En alguna parte del mundo creo que escucho el sonido de un timbre, pero no le hago caso.

—Qué dulce eres —murmura entrecortadamente, y entonces, baja mi sujetador sin quitármelo, sólo para dejarme expuesta, toda para él. No puedo creerlo. ¿Qué estoy haciendo? Voy a tener sexo con Seiya Kou, con un chico, después de mucho tiempo...

Oigo otra vez el timbre. Esta vez no lo estoy imaginando. Alguien toca a la puerta y...

Seiya se prende a uno de mis pezones, su erección roza mis pantalones y entonces dejo de carburar. Juega conmigo, con sus mordiscos me lleva al límite del espasmo y luego se pasa al otro. Así, sin prisa y sin pausa.

Estoy segura que en cualquier momento, aún sin hacer nada más, voy a tener un orgasmo. El orgasmo que con aquél otro hombre nunca tuve.

Entonces unos golpes violentos en la puerta me hacen abrir los ojos y asustarme, y cortar el rollo y todo.

—¡Abre la puerta Kou, sabemos que estás ahí! —grita la voz de un chico del otro lado. También se oyen risas, parece que están muy divertidos o... ebrios. O ambas.

Seiya entra como en un colapso de ira, golpea la mesa con un puño y yo salto del susto. Él suaviza su mirada, como si se disculpara. Recoge mi camiseta del suelo, y me dice que me vista, que son sus amigos y había olvidado que vendrían.

No sé si odiarlos o agradecerles por su oportunismo.

.

.


Notas:

Jaaa.. bueno, éstos muchachitos. Es complicado que un hombre y una mujer vivan juntos... no digo que no se pueda, es sólo... mmm... XD Las cosas darán un giro partir de ahora. Creo que la linda Serena ya empieza a tragarse sus palabras, entre otras cosas, ja, ja!

Espero sus comentarios, ya saben que vivo de éso. No sean vagos... miren que les actualicé rápido. :p

Besos cachondos de cereza,

Kay