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"Roomies"
Por:
Kay CherryBlossom
(POV Serena)
26. Regreso
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Lo sé, yo tampoco me imaginaba que volvería a rebobinar este casette. Sobre todo cuando están tan obsoletos. Igual que el amor. Y mi sentido común.
Mientras me dirijo a la habitación principal, la parte microscópica de mi cerebro que alberga el raciocinio está intentando inútilmente mandarme señales de alerta al resto de mi ser, que está ocupado por Seiya y todo lo relacionado con él. La parte sensata, o lo que queda de ella, me dice que debo tener una seria conversación lo antes posible, que no puedo pasar esto por alto… otra vez. A estas alturas cualquiera puede aseverar que hago de la vista gorda bastante a menudo.
La última vez que estuve en este apartamento no sabía más que del terror y el dolor. Hoy puedo apreciar distintos y pequeños detalles que antes no vi. Seiya tiene un microondas nuevo, un cuadro de John Lennon pintado en acuarela en la sala y las fotos del refrigerador ya tienen su lugar en un marco de mosaico para doce fotos que Mina le regaló en su pasado cumpleaños, y que yo me perdí, por supuesto.
—Y bueno, aquí puedes colocar tus cosas, si quieres —murmura Seiya en voz alta, y me abstrae de mis pensamientos.
Me está mostrando tres cajones vacíos de su cómoda, y por un momento creo que todo esto se trata de una alucinación. Mi ropa en la habitación de Seiya. Sencillamente no puede ser.
—Ah, vale —le digo, sin saber qué agregar. Debo parecer desorientada y muy, muy incómoda, porque Seiya me dice:
—Bombón, si no estás segura…
—No, sí que lo estoy —apunto interrumpiéndole —. Sólo que pensé que…
Mi oración muere en el camino. Siento que cualquier cosa que diga puede arruinar nuestro mágico entendimiento desde la fiesta de Mina.
—¿Que dormirías en la otra habitación? —pregunta con obviedad, pero lo hace de modo suave.
Asiento sin mirarlo. Eso me dijo, ¿no?
—Bueno, recordé que ahora no tienes ni un banquito donde sentarte, así que pensé que sería la solución más lógica que te quedases en mi cuarto.
—Claro. Gracias —le esbozo una sonrisa seca. Lógica, cómo no.
Un paso a la vez, me recuerda mi microscópica consciencia. ¿Es que esperaba boda y decorar juntos el apartamento sólo por un beso? Mi estupidez y mi ingenuidad no debe tener límites. No quiero presionar y que se vaya todo al traste, por mucho que deba poner las cartas sobre la mesa y bien puestas, para que esta vez no se repita la historia. Además, yo misma no sé qué quiero en estos momentos. Es muy estresante esto de tener una lista de problemas en mi vida que no hace más que crecer, sin perspectiva de que ninguno vaya a arreglarse en el momento.
Decido pues, agregarle un poco de humor a ver si así nos relajamos un poco.
—Es perfecto, Seiya. Gracias de verdad —le digo cuando él me recuerda que puedo tomar lo que necesite del baño o la cocina — Pero, ¿estarás bien en el sofá? Ya empieza a hacer frío por las noches.
Me mira con cara de poema. No puedo evitar reírme al segundo después de hablar.
—Sólo te estaba jodiendo, tonto. No me importa que durmamos en la misma cama. No sería la primera vez y ya somos grandecitos.
Sonríe entre aliviado y noqueado por mi audacia.
—Sí, es verdad.
—¿Te asustaste, eh? —me río de él, sentándome en de borde de la cama —. Una de cal por tantas de arena.
—¿Perdón? —espeta, pero sonríe.
—Ya lo oíste. Tú siempre me estás tomando el pelo.
—No presumas, no tienes mi habilidad. Fue cosa de una vez.
Funcionó. Se cortó el ambiente de tensión y las aburridas cortesías entre nosotros, aunque la idea de que llegue la noche hace que se me encoja en espasmos el estómago.
Acomodo y doblo mis pocas prendas y todavía me sobra espacio. Es una pena que me haya deshecho de todas mis cosas, aunque por alguna razón tampoco las echo de menos. Eran muebles viejos y anticuados que tenía desde la adolescencia, y sin ellos tengo la excusa para estar aun más cerca de Seiya. Supongo que no hay mal que por bien no venga...
Ojalá que aplique para todo.
Seiya dice que ordenará comida china y se va a la cocina, mientras yo finjo estar ocupada con la ropa. En realidad necesito un momento a solas para mí y procesar todo esta transición. Minako no se ha quedado tan satisfecha con la idea de que vuelva aquí, y ha intentado convencerme de que lo piense mejor a pesar de que fue ella la que prácticamente me forzó a hacerlo. Bueno, forzar no, pero con sus comentarios bobalicones en la fiesta ella cree que sembró en nosotros la duda sobre eso de que estamos enamorados y tenemos que estar juntos. Y quizá es así, tal como Seiya me lo dijo todo confuso y arrebatado cuando estábamos encerrados en ése pequeño cuarto de lavado. Pero lo conoce, no sé si tanto como yo, pero lo conoce. Sé que le preocupa que él no se comprometa al cien por ciento conmigo. De que este regreso sea solamente un círculo sin fin. A mí también me preocupa, pero debo intentarlo. No sólo porque es claro que no puedo estar sin él, si no porque su compañía me ayuda. Eso es lo último que le dije a ella para que me soltara la correa. Además, si tiene algo que atender en su relación con Yaten, no lo hará mientras yo esté en el medio. Todos ganamos de algún modo.
O eso es lo que espero, espero que no sea Seiya irónicamente él quien me dé el tiro de gracia.
Sacudo la cabeza, convenciéndome que eso no pasará.
Me doy una ducha rápida, y como no tengo ropa limpia, tomo una playera de Seiya de sus cajoneras. Es negra y lisa, y su aroma es tan rico como siempre. Me recojo el pelo en una coleta alta para variar y me pongo mis viejas pantuflas.
—¡Venga, Bombón, que me hago viejo! —me grita todo histérico desde la cocina. Sonrío. Había olvidado lo gruñón que se pone cuando tiene hambre.
—Ya voy, ya voy…
Me siento en una de las sillas libres de la encimera y miro las cajitas desechables con fideos y rollitos primavera. El estómago me ruge al instante, pero cuando voy a tomar unos palillos siento la mirada de Seiya fija en mí.
—¿Qué?
—Te pusiste una playera mía —masculla.
Ups.
—Oh, sí. Como dijiste que podía tomar lo que…
Él pone una mano al frente para detenerme. Frunce el ceño, pero se recupera rápido.
—No, está bien. Es que se te ve mucho mejor que a mí —me sonríe.
Mi cuerpo entra en calor al instante; sus palabras tienen siempre ése efecto en mí. Carraspeo para cambiar de tema mientras nos ponemos a comer.
—No es que quisiera husmear, pero…
—¿Pero encontraste mi colección de porno gay sadomasoquista?
Se me cae la mandíbula hasta el piso.
—¡Eeek, claro que no! —grito cuando reacciono. Luego le veo, toda horrorizada —. ¿Tienes una?
Seiya se ríe de mí mientras me acerca una Coca-Cola. Menudo cabrón. Siempre está jugando conmigo. Tiene razón, sí soy muy ingenua.
—Bueno, decías —me invita a continuar, al ver mi cara enfurruñada. Enseguida se pone a comer como un vagabundo.
—Es que me dio curiosidad ver mi habitación y... bueno, la que era mi habitación. La que era antes de Yaten, o aun lo es, no sé… —me rasco la cabeza y me enredo con mis palabras.
—Sí, capto cuál. No es una integral derivada, Bombón. El apartamento sólo tiene dos habitaciones —me dice en tono tosco. Yo pongo los ojos en blanco —. ¿Qué pasa con ella?
—Pues entré, y me llamó la atención que tienes partituras, un sofá y un par de guitarras. ¿Es ahora tu cuarto de ensayo para la banda o algo así? —pregunto algo insegura. Se supone que ése sería mi espacio.
—Nah, cómo crees. La banda necesita mucho espacio para montar todos los instrumentos, equipos de sonido y demás. Además los vecinos son unos lloricas. Jamás podría ensayar ahí —me explica con toda la boca llena.
Me deja exactamente igual que al principio.
—¿Entonces qué hacen ahí?
Me mira un momento dudoso, antes de tragar.
—Estoy dando clases de guitarra. De vez en cuando.
Su respuesta me sorprende demasiado.
—¿En serio?
—¿Por qué mentiría?
—No dije que fuera mentira, pero...
—¿Crees que no puedo dedicarme a algo que no sea destapar cervezas y limpiar mesas puercas?
—¡Yo no he dicho eso! —me exaspero enderezándome. Carajo, es tan rebelde y desesperante como recordaba. Eso me entristece un poco. ¿Así será todo? ¿Nos la pasaremos discutiendo? A veces es divertido, pero no todo el tiempo. Es agotador.
No obstante, me vuelvo a sorprender cuando me sonríe y se encoge de hombros.
—No te preocupes. Sólo bromeaba. No eres la única que piensa que desperdicio mi vida en ése bar. En parte por eso decidí hacerlo. Michiru me dio la idea.
Ah… pues un hurra por Michiru, a ella sí le hace caso. Ya no le tengo celos, pero sigue sin caerme del todo bien. Es tan… perfecta y delicada. Meh.
—No pretendía ofenderte, es sólo que no te imagino como un profesor —me explico picando mi comida.
—No es nada profesional, sólo le doy lecciones a chavales.
—Más a mi favor, ¿cómo logras que te hagan caso? ¿les pegas en los dedos con una vara?
—Estaría de lujo, pero de hecho es más efectivo decirles lo mucho que les gustan a las chicas los músicos —me guiña un ojo. Yo sonrío y niego con la cabeza. Astuto como siempre.
—Me alegro por ti.
—Gracias.
La comida está muy buena, y durante minutos sólo nos dedicamos a cenar. Todo es como entrar en un túnel del tiempo: él y yo comiendo solos, compartiendo y charlando. Hablando de lo que compraremos en el supermercado el fin de semana o qué película será buen estreno recientemente. Claro que hay otras que se sienten muy distintas, yo me encerraba mucho rato en mi cuarto a leer, trabajaba hasta tarde y por supuesto no me ponía su ropa ni dormía en su cama. No sé si estoy alucinando, pero sí siento que nos comportamos más cercanos que antes. Al menos como amigos, ya que no sé si oficialmente somos una pareja o no. Es como si todo lo malo que hubiera pasado nos hubiera unido más. Me trato de centrar en el presente, no quiero especular sobre etiquetas. Apenas si llevo un día aquí.
—Mañana es sábado —me recuerda Seiya de repente —. ¿Algún plan en particular?
—Pues… quiero ir a la compañía telefónica a que me den de alta un nuevo número. Hora de volver a la civilización —comento con gracia.
—Claro. ¿Nada más?
Hago un mohín.
—Además de reportarme con mis padres... había pensado en llamar a Unazuky.
Seiya deja caer su tenedor.
—No creo que sea buena idea, Bombón.
Pestañeo extrañada. ¿Está molesto?
—No la veré en la editorial. Jamás volveré ahí.
—Aun así —insiste.
—Sé que te preocupas y lo aprecio, pero no puedo encerrarme en una burbuja toda la vida, Seiya. Tengo que saber lo que ésa mujer tiene para decirme —argumento, tratando de ser lo más razonable posible. Tengo una corazonada desde que hablé con Molly y no quiero ignorarla.
—No quiero que vivas en una burbuja, pero tampoco quiero que te hagan daño —masculla frustrado, y se pasa la mano por la nuca.
Yo suspiro cansinamente. Mi fuerza de voluntad siempre se desvanece con éste hombre, y más cuando es tan protector conmigo. Revuelvo un poco lo que queda de mi plato, sopesando la solución.
—¿Puedo ir contigo? —se aventura a preguntar. Mierda, se ha incluso sonrojado, sacando su lado más tímido y adorable. Estoy a un pelo de decirle que sí y aplaudir como tonta.
Pero no lo hago. Tengo mis motivos.
—Seiya…
—No estorbaré. Ni te darás cuenta que estoy ahí.
—Lo dudo. Y ése no es el punto —reniego.
—¿Cuál es, entonces? —sube la voz, y yo también.
—Que actúas como si alguien fuera a venir a asesinarme —objeto, para después menguar mi voz —. Sólo es una directora de la editorial que quiere charlar. No son una secta, sólo fue una persona la que me atacó. No es como si se hubieran puesto de acuerdo. Será oportuno cerrar este círculo con el trabajo que para ser francos, dejé colgado a pesar de que sabía que él ya no estaba allí. Me fui huyendo porque no tenía de otra, pero ahora sí. Además… necesito volver a tener fe en la gente, aunque sea mínima. Entre ése depravado asqueroso y Diamante, me la paso mirando sobre mi hombro todo el tiempo. No quiero vivir así.
Seiya me mira atento. Con su silencio parece que está dando su brazo a torcer, por lo que continúo:
—Me gusta que me cuides, pero quiero recuperar la confianza en mí misma de a poco. No siempre vas a poder estar ahí para mí en todas partes. Este puede ser un primer paso para lograrlo.
Su mirada se vuelve desconfiada.
—No quiero que vayas —concluye en voz baja.
Quiero decirle que haré lo que me dé la gana, pero extiende el brazo y coge su mano con la mía, que estaba reposada sobre la mesa. Levanto la vista sorprendida, pero él se limita a mirarme con ojitos de cachorro y me estremezco de pies a cabeza.
—Lo sé —susurro.
—Pero aun así irás.
Suspiro.
—Me temo que sí.
Me suelta y vuelve a tomar su tenedor.
—Eres una curiosona —me espeta, pero sin maldad. Yo sonrío, y a la par se me ocurre una idea.
—¿Te dejaría más tranquilo si la cito en el café de Andrew y Lita? No estaría del todo sola, pero tendría privacidad. Si algo pasa, hay dos caras amigas que pueden echarme una mano. Aunque no creo que ocurra nada.
—De acuerdo —accede, aunque sé que no está convencido. Yo sonrío y abro mi galleta de la suerte —. Me llamas entonces cuando termines con la… mujer ésa, e iré por ti al café.
Mi sonrisa se ensancha al máximo. Así serán las cosas ahora, ¿cierto? Todos nuestros planes estarán conectados. Eso me pone tan contenta…
—Por supuesto —le digo, disfrutando de la sensación que implica algo tan banal como eso. Leo y le muestro la tira de papel de mi galleta —¿Ves? Dice: "Algo bueno está por pasar" ¡Es una señal!
Seiya me ve con mezcla de lástima y desprecio.
—Sí sabes que los imprimen de la Internet, ¿verdad?
—Aguafiestas.
Llega la prueba más difícil del día: la hora de ir a dormir. Decido que cómo la playera me queda bastante larga, no llevaré más que ropa interior debajo para estar más cómoda que con un chándal. El frío casi próximo de noviembre ha hecho que Seiya ponga una frazada extra en su cama, pero ni falta que hace. Me siento tan acalorada como si fuera julio. Mientras él se lava los dientes, me tapo y me destapo, me acomodo y remoloneo unas cien veces en distintas posturas.
Finjo estar interesada en las guitarras miniatura de colección de una repisa cuando el colchón se hunde a mi lado.
Seiya me llama.
—¿Quieres que te lleve de vuelta con Minako y Yaten? —me suelta, dejándome sin aire en los pulmones.
¿Qué?
—¿Tan rápido me quieres echar? —intento bromear, presa del pánico.
Me taladra con su mirada, pero su voz no muestra una emoción en concreto. Luego se echa las manos detrás de la nuca y mira al techo.
—Tienes un buen rato mirándome como si te quisiera morder y encima fuera ponzoñoso, Bombón. Si no estás segura de esto, lo entiendo. No quise persuadirte si eso te va a hacer sentir extraña.
¡Vaya, pues! ¿Qué le digo? Estoy feliz de estar aquí con él, pero al mismo tiempo me carcome que las cosas no salgan bien, de que ésto sea demasiado bueno para ser verdad. Siento que me va a explotar el globo en la cara.
Me siento en la cama y él hace lo mismo. Los dos estamos con la espalda recargada en la cabecera. Como antes no teníamos ni pizca de comunicación, supongo que debo empezar por ahí. Y hacerlo con honestidad.
—Para ser franca, me da algo… no, me da bastante miedo que estemos yendo demasiado rápido otra vez. Tú tienes tu manera de ser, muy distinta a la mía… Lo que te dije el día del cumpleaños de Minako iba en serio. No quiero a otras personas metidas en medio y sé que eres muy popular…
Seiya arquea una ceja con ironía. Parece muy divertido de que esté celosa sin motivos.
—¿Qué me estás llamando exactamente?
Me pongo roja.
—Nada, sólo que nos besamos ése día y…
—Tú me besaste a mí.
—¡Tú también lo hiciste! —replico, muerta de vergüenza. Seiya se carcajea, como siempre disfrutando de hacerme rabiar o sentir pena.
—Ya lo sé, Bombón. Pero no termino de entender qué quieres decirme ahora. Recuerda que soy hombre, no practico la telepatía ni el idioma de las señales contradictorias de las chicas.
Exhalo malhumorada, y aunque me cuesta sostenerle la mirada, lo hago. Otro punto en el cuál trabajar.
—Digo que si evidentemente si vamos a comportarnos como algo más que sólo roomies, no quiero lidiar con ésos embrollos. Quiero exclusividad o nada.
¡Y lo dije! Bueno, exactamente del modo que quería pero…
—Te recuerdo que fuiste tú la que rompió el trato al salir con Diamante —me pincha.
Pongo los ojos en blanco y me cruzo de brazos obstinadamente. No pensé que fuera capaz de echármelo en cara.
—Ya lo sé.
—¿Entonces a qué viene tanta desconfianza?
—No lo sé —invierto mi respuesta, pero con el mismo tono de mala leche.
Quisiera decirle tantas cosas. Que me revuelve el estómago pensar en cómo le coquetean otras, que quiero que me ame y me lo diga con todas sus letras, para que formalicemos esto de una vez y sea cómo siempre he querido nuestra relación. Pero también, siendo sincera conmigo misma, yo no sé si esté lista para eso, y no porque mis sentimientos no me lo griten a todo pulmón. Si no porque desde aquél horrible día yo estoy rota, y no sé si pueda darle a Seiya lo mismo que él podría darme a mí, si se lo pidiera. Tengo heridas que sanar. No quiero empezar otra relación tan pronto en circunstancias de muletilla.
Así que supongo que por ahora, eso me vale. Nos necesitamos. Eso está claro. Si sólo seremos nosotros dos a nuestro ritmo y como antes, creo que puedo aceptarlo. Por ahora.
Seiya alarga su brazo izquierdo y con él me toma de la cintura, haciéndome saltar. Me atrae hacia él haciéndome rodar hasta que quedamos prácticamente uno encima del otro. Está sonriendo mientras me mira. A mí. No debo estar muy atractiva con esta camiseta enorme y una coleta despeinada, pero sus ojos dicen otra cosa. Creo que nunca había visto una sonrisa como ésa en su cara perfecta.
—¿Sabes? Te eché de menos —me susurra, llevando su mano libre a mi barbilla, y luego a mi pelo despeinado. El corazón se me acelera a mil. Siento que me dará un ataque.
—¿En serio? —jadeo sin aliento. Jamás me había dicho algo así. Ni medianamente cercano.
—Sí.
—Mmm...
—¿No me crees? —pregunta volviéndose más serio. Su mano baja hasta mi cadera, acelerando aun más mi pulso. No me da tiempo de responderle —. Tal vez deba demostrártelo.
—Tal vez —le desafío, mirándolo con toda la devoción que le tengo. Parece gustarle la idea, porque sonríe.
Sus labios se pegan a los míos, y cuando abro la boca siento la deliciosa humedad que sus besos me proporcionan. Llevo las manos a su pecho, para luego bajar hasta su abdomen y quedarme ahí, luego acaricio con una mano su rostro. Él hace lo mismo con una de mis piernas. Seiya hace del beso un intento desesperado por estar aun más pegados, adentrándose aun más en mi cavidad, si es que es posible. Yo lo recibo gustosa, acelerando el ritmo y tocando su piel suave y caliente debajo de la camiseta. Sé que queda mucho por decir, muchos problemas por resolver, pero ahora mismo todo lo que quiero es perderme en él y olvidarlos.
Pero aunque estemos técnicamente vestidos, yo llevo muy poca ropa y la suya es muy delgada. Pronto nuestros cuerpos denotan la excitación que hemos desencadenado con los besos, y la cosa se apasiona más y más entre suspiros. Dejo que me bese el cuello mientras acaricio su espalda. No se encima sobre mí, pero hace un acomodo para incorporarme y así poder quitarme la camiseta.
Entonces lo veo venir.
Una aplastante oscuridad se cierne sobre mí, me deja ciega y me saca el aire de una estocada. Mi pecho se cierra, y ya no detecto en la nariz el aroma de Seiya, si no el de la colonia barata de Shiho junto con el alcohol, y sus manos bruscas queriéndome romper la ropa, mordiéndome la piel mientras yo me desgarro en gritos y llanto… y nadie me escucha.
—¡Bombón, Bombón! —me llama Seiya una y otra vez. Su voz suena angustiada —. Mírame. Soy yo.
Debo tener los ojos de una loca, desorbitados, porque ni siquiera soy capaz de enfocarle bien. Seiya me toma por los hombros, me abraza y me chista suavemente, como se mece a un niño para que deje de llorar. ¿Es que estoy llorando? Oh. Lo estoy. Me llevo una mano temblorosa a la mejilla y noto la humedad en ella.
—Bombón —me vuelve a llamar Seiya, no sé cuánto rato después —. Ya está. Estás aquí. Todo está bien.
Doy una gran bocanada de aire, y cuando mi respiración se normaliza mucho después, en un parpadeo lo veo todo en vivo y a todo color. Recorro con la mirada la habitación, como si hubiera despertado de un mal sueño. Me despego, veo sus ojos azules muy preocupados estudiándome, y al fin aterrizo a la realidad. No estoy atrapada en ésa oficina, ni tirada boca arriba en ése escritorio luchando por mi vida. No corro bajo la lluvia. No volveré a estarlo.
Me obligo a asentir y trago saliva. Siento toda la garganta seca.
—Sí, estoy bien. Lo siento —le digo con voz estrangulada —. Estoy bien —repito mecánica.
Él sacude la cabeza.
—Es mi culpa. Sólo quería besarte, pero me he dejado llevar… perdóname, Bombón.
—No es tu culpa. Soy yo la que está dañada —refuto, casi agresiva, y le doy un largo trago de agua al vaso que he llevado por costumbre para pasar la noche.
Pero su mirada se vuelve compasiva y triste.
—No lo estás.
—¿Ah, no?
—No. Sólo necesitas tiempo para recuperarte.
Tiempo. El tiempo es una cosa tan relativa, tan traicionera y tan rara… que no sé si puedo confiar en él. Aunque en Seiya sí que confío, y si él dice que pasará, debo creerlo.
Nos recargamos en la cabecera con las piernas estiradas, acurrucados. Él mantiene su brazo encima de mis hombros y yo estoy recargada en su pecho, pero no nos miramos. Siento mucha vergüenza por lo que ha pasado, una vergüenza incomprensible similar a la que tuve el día de la fiesta con el chico con el que bailé. Es como si tuviera una deuda permanente con todo el que me rodea por no poder comportarme como debería.
—¿Puedo decirte algo sin que te enojes conmigo? —me pregunta en voz baja.
Aquello me extraña, y miro hacia arriba con el entrecejo fruncido. Seiya no es el tipo de persona que pide permiso para opinar.
—Adelante.
—Tal vez hablar con alguien de ésto… te ayude un poco. No lo has hecho con nadie desde que pasó, ni siquiera con Minako. Y… tienes pesadillas, ¿no?
—¿Mina te lo dijo? —pregunto.
—No, pero siempre estás cansada y tienes ésas ojeras que antes no tenías.
Vuelvo a bajar la vista, sintiendo un estrujón desagradable en el estómago. No creí que fuera tan evidente. Como no digo nada pero enrosco mi pierna derecha con su cuerpo y lo estrecho con más fuerza, Seiya lo toma como una invitación a seguir.
—Te contaré algo. Cuando murieron mis padres, tanto Yaten como yo tomamos posturas totalmente diferentes. Ya sabes que eso de congeniar se nos da de fábula…
Esbozo una diminuta sonrisa.
—Claro, como dos gotas de agua.
—Yo tomé un camino fácil. Me emborrachaba casi todos los días, a veces con alguna que otra droga recreativa de por medio. Me metía en un montón de problemas. También me acostaba con una chica diferente en cada fiesta. A veces con dos en la misma noche.
Me tenso y él no nota.
—Lo siento, no quería mentir —se disculpa.
Yo niego suavemente con la cabeza.
—No importa. Sigue, por favor —le digo, pero me sienta fatal. Era algo que ya sabía, pero jamás me lo había dicho tan directamente.
—Toqué fondo cuando me involucré en una pelea en una fiesta de una universidad de chicos ricos y mimados. Todos eran unos unos auténticos tarados, con sus ridículas camisetas de cuello polo, bonitos coches descapotables pero sin agallas ni neuronas. Así que no me importó romperle la nariz a uno de ellos sólo porque me soltó un chiste de ésos clasistas en el beer pong.
Me incorporo. Seiya se encoge de hombros con una pequeña sonrisa.
—Estuvo mal, ya lo sé. Lo que no sabía, es que era hijo de un político medio importante… así que el chico llamó a papi y terminé derechito en la cárcel.
Reprimo un grito. Seiya se ríe como si fuera una anécdota de lo más divertida. No me lo puedo creer.
—No te asustes, no estuvo tan mal. Es decir, huele a orines y la gente que está ahí no es de lo más refinada, claro está, pero sólo estuve ahí cinco horas porque alguien me sacó. Me pusieron con los tontos que hacen imprudencias como yo, no con los asesinos en serie, Bombón. Y como yo iba hasta las trancas, me pareció que estuve como una hora, dos a lo máximo.
—¿Qué pasó?
—Bueno, a partir de allí comencé a comportarme mejor. Ya no me sentía tan enojado con el mundo, y definitivamente no quería pasar mi vida tras las rejas o matarme, o matar a alguien, en su defecto. Regresé a trabajar al bar (a ésas alturas ya me habían despedido), a dejar de meterme cosas raras y ya sólo salía de fiesta los fines de semana, aunque seguía teniendo mis bajones. Era medio inestable, pero la llevaba regular. La cosa es que sí, hice muchas estupideces, Bombón. Pero a pesar de todo éso, era Yaten quien me preocupaba que acabara peor.
Abro demasiado los ojos.
—¿Cómo así?
—Él hizo exactamente lo opuesto, todo lo que se supone que debía hacer. Se levantaba y se iba a acostar temprano. Se graduó con honores de la universidad, así que consiguió un buen trabajo de inmediato. No recurrió a los vicios ni a las distracciones femeninas. Ni siquiera salía de casa los fines de semana.
La curiosidad me puede.
—Pero, ¿qué tiene eso de malo? Sólo demostró lo fuerte y maduro que es —objeto. Seiya no se lo toma personal que le haya dicho indirectamente infantil o cobarde por recurrir al libertinaje.
—Tiene de malo todo, Bombón. No veía a nadie. No llamaba a nadie. Ni siquiera me hablaba a mí, a no ser que le preguntara algo o fuera algo importante. Era un puto fantasma. Era tan miserable como yo, pero no creo que lo canalizara de ninguna forma. No pasó ningún duelo. Imagina una olla de presión sin el pivote. Eso es algo peligroso. Y mucho.
Empiezo a comprender. Sí, supongo que sí.
—Oh…
—Yo usaba a mis amigos para desahogarme, a chicas o alcohol. Bueno o malo. Llámale como quieras. Él no tenía nada. A nadie. Se cerró tanto que la verdad, me daba miedo que un día simplemente, no sé…
—Ni lo digas —le callo, imaginándome lo peor.
—El caso es que ya sabes como es el rollo, en el funeral todos te desean lo mejor, te abrazan, te dicen que cuentas con ellos para toda la vida y cosas que no van a cumplir. Dicen lo que tienen que decir pero ahí se acaba el tema. Pero a lo que iba, un sujeto que era amigo de papá me dio una tarjeta ése día, dizque por si lo necesitábamos. Su esposa da asistencia psicológica en una pequeña clínica. Aun conservo la tarjeta.
Asiento, aunque algo confundida.
—¿Nunca pensaste en ir tú?
—Soy algo escéptico de los loqueros, pero puedes probar tú. Yo sólo guardé la tarjeta por si el enano pretendía arrojarse de un puente o algo así, pero conoció a Minako poco después, y mejoró. Ya no lo creí un problema.
Le miro sonriendo como una bobalicona. El tonto no tiene idea de lo dulce que es sin quererlo.
—¿Qué?
—No sé por qué ustedes se empeñan en fingir que se odian, cuando es obvio que se quieren un montón.
—No me jodas —aúlla.
—No te molestes en negarlo. Se nota a kilómetros.
—Sólo lo hice porque me sentía culpable de sobra con mis padres como para cargar otro muerto a la lista. Literalmente. No más —recalca, aunque no puede evitar que mi sonrisa se le pegue un poco.
—Lo que tú digas, hombre rudo —lo mosqueo. Seiya pone los ojos en blanco.
Es tan lindo con todo y lo que acaba de contarme de su pasado. Fue sincero, y está tratando de ayudarme, y de llevar esta ¿relación? lo mejor que puede, pese a ser una contradicción andante. Pero supongo que es parte de su personalidad y demostrar cariño. Como el modo que actúa con Yaten. Lo insulta, pero luego le cubre las espaldas. Cosas así. De hecho, me fascina que no sea correcto todo el tiempo. No soy perfecta. Él tampoco.
Me relajo y escondo la cabeza en el hueco de su cuello. Me sorprende lo agradable y fácil que me resulta su contacto después de mi crisis anterior.
—¿Puedo preguntar ahora yo una cosa?
—¿Tú querer saber algo? Eso es nuevo —se burla.
Me pongo recta y lo miro otra vez.
—¿Fue Diamante? —inquiero con cautela —. El que te sacó de la cárcel.
Seiya suspira largamente.
—Ajá.
Pero claro. Cómo no. Me limito a asentir.
—Ya.
Desde entonces Diamante Black ya sabía mover sus hilos para que todo y todos se movieran a su favor. No me extraña que Seiya le siga guardando alguna especie de ¿lealtad? ¿esperanza? No sé como llamarlo, a su supuesta amistad. Me sigo sintiendo incómoda que fuese yo quien se metiera entre los dos, pero no quiero ahondar en el tema y sé que él tampoco.
—No iremos a discutir sobre él, ¿verdad? —me pregunta en tono abrumado. Lo sabía. Tema vetado.
Le sonrío.
—No. Vale, veré si me paso por ése consultorio la próxima semana —le digo, haciendo círculos con mi dedo índice en su abdomen. Aunque no lo veo, detecto que Seiya se relaja —. Si eso ayuda a que no vuelva a pasar lo de hace un momento. No quiero ser así. Y… además quiero estar contigo —murmuro ruborizada.
—Estás conmigo. A menos que sí te hayas deschavetado de verdad y veas otros amigos imaginarios por aquí.
—¡Seiya!
El desgraciado se ríe, pero sé que como siempre, lo hace para que yo no me sienta angustiada sobre nada, porque sabe cómo me siento.
—Ya sabes a qué me refiero —le digo haciendo pucheros.
Seiya me toma la cara entre las manos, obligándome a verlo a los ojos.
—Bombón, no estás lista. ¿Qué importa? A mí no.
—¿Seguro? —pregunto y suplico al mismo tiempo. No quiero crear distancia entre los dos.
—Puedo hacer ésto, ¿no? —murmura cerca, muy cerca de mi oído. Me acaloro enseguida y anticipo cualquier cosa que vaya a ser. La verdad es que su simple presencia y su voz me hace sentir así, aunque no mueva un músculo.
Sus suaves y tibios labios se pegan a mi frente, causándome un escalofrío. Luego me vuelve a mirar, como esperando mi respuesta. Mi nariz incluso roza con la suya, de lo cerca que estamos. Me quedo momentáneamente confundida con lo que quiere decir, pero luego asiento con una sonrisa aliviada.
—Sí, claro.
—¿Y ésto?
La anticipación me produce un cosquilleo agradable me baila en el estómago al oírlo. Sin despegarse un centímetro de mi rostro, me besa también en la mejilla. Es lo más tierno e inocente que ha hecho jamás, y no sé por qué, se me llenan los ojos de lágrimas.
—Sí —repito con voz entrecortada, y aprieto los párpados para no llorar.
—¿Y será que ésto…?
Estampa su boca de modo sutil, muy sutilmente contra la mía. Es el tipo de besos que se dan los chicos de trece años o por primera vez. Los dedos de su mano tocan mi cuello y noto como su respiración cambia, al igual que la mía, pero no se acelera. Sólo hace de su beso un compás dulce y delicado con su lengua y sus labios, como los de las películas de época antigua. No será el beso apasionado y hambriento que nos dimos en la fiesta y me hizo flotar, pero este es más significativo. Más especial.
Se separa demasiado pronto para mi gusto, así que hago lo que puedo por ocultar mis ganas de más y le sonrío como la mema enamorada que soy.
—Sí.
—Pues a mí eso me basta y me sobra —me sonríe, y me pasa el pelo de la coleta por detrás del hombro —. ¿Vamos a dormir?
Pero antes de que apague la luz me le echo a los brazos. Lo quiero. Lo quiero entero. En todas sus versiones. Pero sobre todo, me gusta en quien me convierto a su lado. No necesito explicarle mis miedos para que me consuele, ni excusarme porque no necesita mis excusas. Nos hemos cambiado para mejor el uno al otro. De algún modo he conseguido que se abra —y ahora estoy segura que con ninguna mujer lo ha hecho así —y lo he hecho feliz por haber regresado, hasta donde me ha permitido. Y él me ha enseñado a vivir sin tantas tribulaciones y tonterías.
Antes de caer al sueño profundo me hago la promesa de esforzarme por superar esto. Por luchar por lo que quiero. Ésta vez será diferente. No le dejaré ir.
Al día siguiente amanezco más alegre que un girasol. Seiya y yo estamos desayunando en la barra de la cocina mi desayuno favorito: huevos con tocino, tostadas y café. He enviado algunas solicitudes más de trabajo, e incluso de una me han respondido para posible aplicación de examen. Por la tarde, iremos a hacer la despensa al supermercado con todo lo que me gusta. Luego veremos una película aquí en casa con palomitas de maíz y otras golosinas. Me encanta que dé por hecho que vamos a pasar juntos todo el fin de semana.
Su celular suena.
—¿Hola? Ah, hola señora Tsukino —saluda muy tranquilo, como si fuera el vecino de enfrente. Instantáneamente yo empiezo a toser y a atragantarme con el pan —. ¿Cómo está? Qué bien. Sí, nosotros todo bien.
«Nosotros» dijo…
Siento que estoy alucinando, y debo tener una cara épica porque mientras sus ojos se posan un segundo en mí. Sonríe divertido.
—De hecho ha salido a comprar algo de jugo para el desayuno, que se nos había acabado… le diré que la llame en cuanto vuelva. ¿Segura? Vale. Para nada, no es ninguna molestia —agrega en un tonillo cordial y acomedido que me empieza a dar comezón en el cuero cabelludo —. Muy bien. Hasta luego, señora Tsukino.
Y cuelga. Luego sigue comiendo como si nada.
—Disculpa que te interrumpa en tus sagrados alimentos pero… ¿se puede saber qué carajos acaba de pasar aquí?
—Cuando se te pase el shock, deberías llamar a tu madre —me dice igual de tranquilo.
—¿¡Y se puede saber por qué es que mi madre te llama?! —chillo.
—Relájate, Bombón. No son ni las diez de la mañana y ya estás con tus dramas. Es simple, no tienes número telefónico, y cuando trataron de localizarte llamando a Minako, ella les dio el mío.
—¿Cómo? O sea… ¿que saben que vivo contigo? —pregunto escandalizada.
—Elemental, mi querida bombona.
Paso por alto su comentario sarcástico.
—Y… ¿no dijeron nada?
—A mí no. Imagino que a Minako tampoco. Quién sabe —dice, restándole importancia, y sigue comiendo su tocino frito.
Se me aflojan los músculos de los hombros. Vaya...
—¿Por qué le has dicho que no estaba?
—Porque te veías pálida y confundida, e imaginé que no querías hablar con ella. Sólo di algo de tiempo para que pienses lo que sea que le quieras decir.
Como siempre, sabe exactamente cómo cuidarme. Sonrío.
—Gracias. De todos modos pensaba llamarles más tarde y decirles que vivo en tu apartamento. Espero se lo tomen bien.
Al menos papá sí, y estará feliz de saber que seguro nunca volveré con Diamante, al que le tenía odio desmedido. Aunque al final tenía razón en preocuparse. No era el indicado para mí.
—Lo harán, y es nuestro apartamento ahora, ¿okay? —dice natural, y deja su plato en la tarja. Luego escucho como abre el grifo de la ducha y se pone a silbar.
Cada vez que dice nuestro siento mariposas en el estómago. Cuanto más lo pienso, mejor suena.
—Okay —repito para mí misma, sonriendo de nuevo y picoteando mi desayuno.
Lunes por la tarde. He hablado con Unazuky por teléfono brevemente —o al menos lo mínimo que me ha permitido su insistente fisgoneo— y le he prometido que nos veremos pronto. Tal vez pueda ir a tomar un café con ella y con Molly, ahora que somos una especie de aliadas o algo así. El problema es que no podemos hablar con nadie de la editorial del asunto de Shiho, o eso entorpecería la investigación. Palabras textuales de la policía. Espero que sea paciente y no haga demasiadas preguntas.
Ahora miro por la ventana. Mis manos sujetan la taza de café que ya casi estoy por terminarme. Cada mujer que veo pasar imagino que es ella, y estoy poniéndome paranoica.
—Tal vez debí traerte una manzanilla —me dice Lita retirando las servilletas que de los nervios, las he hecho pelotas de papel.
—Me ofendes, Lita. El té me oxida la sangre, la yo sabes —trato de bromear, aunque siento que me tiemblan un poco los labios al sonreír.
Lita me echa una de sus miradas maternales y me da gusto.
—De acuerdo, te traeré otro latté.
—Gracias…
He llegado demasiado temprano a la hora de la cita, y ahora pago el precio de ello. Muchos pensamientos en mi contra y posibilidades catastróficas. Por momentos me arrepiento de no haberle dicho a Seiya que me acompañara. Justo cuando Lita entra al mostrador para poner en marcha su máquina de capuchino, una mujer alta, elegante y hermosa entra en el local. Al instante deduzco que se trata de Setsuna Meioh.
Como sólo estoy yo y un chico joven leyendo en unas mesas más lejos, ella me identifica sin problema. Está vestida justo como debería ser una ejecutiva exitosa del mundo editorial: falda entubada color crema, zapatos de tacón y blusa de manga larga de seda marrón brillante. En una mano lleva un abrigo de cuadros que parece muy costoso y en la otra un portafolios de cuero negro.
—Señorita Tsukino, ¿verdad? —confirma. Su voz es profunda y aterciopelada.
Siento como me sonrojo.
—Sólo Serena, por favor. Sí.
Ella me sonríe con sus labios pintados de un rojo perfecto.
—¿Puedo sentarme? —pregunta educada.
Asiento torpemente, y me llevo las manos a los muslos. Temo que si sigo sujetando la taza, la haga añicos.
Aunque hubiera preferido que la pasara por alto, no puedo evitar que Lita se acerque. Al fin y al cabo es una clienta más. Parece tan impresionada con su porte como yo. Debe ser el tipo de persona que no frecuenta cafés tan informales.
—Buenas tardes. ¿L-le traigo el menú?
—No hace falta, gracias. Quiero agua caliente y limón, con un poco de miel de agave.
—Yo, no estoy segura de tener...—empieza Lita titubeante.
—Entonces sólo con el limón —dice ella en tono impersonal, pero igual de cortés.
Lita también se ruboriza, y se escabulle rápidamente. Me pongo más nerviosa aun, si es que es posible. Setsuna deja sus pertenencias en la silla que tiene a la derecha y me vuelve a sonreír.
—Gracias por venir.
—A decir verdad, me dije muchas veces que no era buena idea —me da un arranque de sinceridad. Ya no estoy tan nerviosa. Debe ser que su sonrisa me reconforta un poco.
—¿Y por qué lo hiciste?
—No lo sé —contesto con un hilo de voz.
—Yo sí —Levanto la vista —. Estudiaste periodismo. Eso dice nuestro expediente. Encontrar la verdad está en tu sangre y tu personalidad. No puede ser de otra forma.
—¿Y usted va a dármela? —le pregunto con frialdad. Esta mujer no me conoce de nada, aunque tenga razón.
—En parte. Antes de informarte lo que necesitas saber quiero decirte que… siento mucho lo que te pasó.
Eso no lo esperaba. Aunque sus palabras llegan con mucha decisión disimulada con sus aparentes modales intachables, noto melancolía en su voz. Es algo extraño. Mucha gente me lo ha dicho, y sé que son sinceros, pero es raro oírlo de una desconocida.
Quiero hablar, pero no tengo idea de que decir, así que sólo asiento con la cabeza.
—Me preguntaba si ése hombre ha tratado de encontrarte de alguna forma —dice Setsuna seria. Paso saliva tratando de disimular la sensación desagradable que me produce en la garganta.
—No. Cambié mi teléfono y nunca supo donde vivía.
—Entiendo —dice simplemente. ¿A dónde quiere llegar? —. Serena, tú y yo sabemos que no podemos hablar de esto, pero ser miembro de la junta directiva tiene sus ventajas. Le dimos todo lo que teníamos a la policía, pero quería que lo vieras tú misma.
Mi corazón empieza a bombear frenético dentro del pecho. Setsuna desliza una carpeta manila hasta mi alcance, y la abre.
—Lo que ocurrió contigo hizo que se destapara la tremenda cloaca que era la editorial. Antes de ti hubo otras chicas, que misteriosamente renunciaron en dos o tres meses cada una antes de ser ascendidas.
Mis dedos acercan el papel y miro sus expedientes. Veo sus fotos y se me oprime el corazón. Todas son jóvenes, menudas, recién salidas de la universidad y de apariencias similares. Ahora recuerdo que las candidatas que me pidió reclutar Shiho también se parecían. Empiezo a leer sus nombres: Rika Zazaki, Hotaru Tomoe, Chiharu Amihara, Molly… y ahí estoy yo. La última.
Cinco. Cinco chicas que entramos a la editorial llenas de ilusión y ambiciones. Tan ajenas a lo que nos esperaba.
La ira me reverbera como la lava ardiente en las entrañas de un volcán.
—¿¡Cómo es que nadie se percató de ésta anomalía!? —le grito sin poderme contener. Joder, quiero voltear la mesa y romperlo todo.
Setsuna no pierde la compostura, pero se endereza tomando cierta distancia.
—Entiendo tu coraje Serena, pero yo sólo quiero ayudarte.
—¡Pues ayúdeme explicándose por qué pasaron por alto ésto! —vuelvo a exclamar, aunque en un tono de voz relativamente más bajo; no por eso menos furioso. El chico que lee nos ha mirado, y Lita se mantiene en la caja de cobro con actitud cautelosa.
—A éso es a lo que voy. Con tu situación salieron a la luz muchas irregularidades. No es que lo pasáramos por alto tal cual, creemos que Katsumoto Shiho también tenía complicidad con Yamato Akira, el jefe del departamento de recursos humanos, y al menos alguno del de sistemas. Curiosamente, todas las cámaras de su despacho siempre estaban desactivadas, y eso va en contra del reglamento. En cuanto a las renuncias inesperadas, todas estaban justificadas con algo que estaba por escrito, por lo cuál no dio pie a algo turbio. Enfermedad, problemas personales, mal comportamiento…
Las manos me hormiguean.
—Y ustedes se lo tragaron, evidentemente —espeto con acritud.
Setsuna suspira.
—Es una forma de decirlo. La editorial Kurai se asoció hace poco con nosotros, porque como quizá sabes, tenía problemas económicos muy serios. El error fue dejar una administración tan vieja seguir operando con normalidad, entre otros...
—Dos mujeres fueron sexualmente abusadas y posiblemente tres más, creo que se salió de los estándares de la normalidad, señorita Meioh —refuto, aunque no me siento valiente. Me siento expuesta e insignificante. Quiero echarme a llorar, pero me sorprendo cuando no vienen las lágrimas.
—No lo justifico de ninguna manera. Quiero darte claridad, no incordiarte más de lo que ya estás —me aclara.
Respiro hondo y tras darme un minuto, le asiento más calmada.
—De acuerdo.
—Todo esto ya se lo entregamos a la policía, y los están investigando a todos —dice, y cuando mira mi cara distorsionada otra vez agrega —, seguramente no tardarán en informarte. A veces no lo hacen pero no por vagos, si no porque no quieren darle esperanzas falsas a las víctimas. El hecho de que haya menos cabos sueltos no lo hace más fácil de resolver.
—Si usted lo dice —digo encogiéndome de hombros, sin fuerzas.
Setsuna cierra la carpeta y luego continúa.
—No todo son noticias funestas. Además de exponerte esto, hay más. La editorial de por sí ya estaba en números rojos, y con esto no tiene caso conservarla. Desaparecerá en un máximo de un mes.
—Ah —digo por decir algo, porque no es que me importe realmente. Quizá sólo por Unazuky, que probablemente se quedará sin trabajo. Bueno, es una chica joven y simpática. Algo encontrará.
—Ya cerramos un nuevo trato y vamos a asociarnos con la Star Publishment. ¿Te suena?
Aquello me deja muy, muy sorprendida.
—Claro, es una de las editoriales más grandes de Tokio.
—En un afán de tener a los mejores elementos para arrancar y dejando muy en claro de antemano que esto no compensa de ninguna manera lo que te ha pasado… nos gustaría que te incorporaras a nuestro equipo.
Tardo más o menos un minuto en procesar lo que Setsuna Meioh me acaba de decir.
—¿Qué? ¿Yo?
Ella sonríe con prudencia.
—¿Te sorprende?
—Claro. ¿Por qué?
—¿Necesitas razones que avalen tu contratación y no tenga nada que ver con… tu asunto personal? —pregunta directamente.
Me ruborizo, pero asiento con firmeza.
—Sí, creo que sí.
—No esperaba menos de ti —dice satisfecha, y saca de su portafolios otro documento. Lo pone sobre la mesa —. Este reporte indica que a partir de que te hiciste cargo de los proyectos de los nuevos autores, las ventas aumentaron un 31%. Básicamente gracias a ti salió a flote la editorial antes de hundirse definitivamente. Además, impresionaste a los inversionistas con una junta muy provechosa. Te calificaron con palabras como capaz, creativa y hasta divertida. Yo no estuve presente porque ése día pillé un resfriado horrible, pero les creo. ¿Qué opinas?
La junta… ni me acordaba de cosas así. La junta en la que le pedí consejo a Diamante, en la que estaba tan nerviosa y enfadada porque Molly no asistió. Claro, no asistió porque el perro de Shiho ya la había atacado. Trato de borrar ésos pensamientos y grabarme las palabras de Setsuna. Sí soy consciente que hice un buen trabajo, me maté para hacerlo. ¿Pero de verdad bastará para ésa extraordinaria oferta de trabajo? ¿Puedo confiar en ella?
—Yo… estoy halagada, pero no puedo regresar a ése lugar —le rechazo con la mejor amabilidad que consigo transmitir.
Ni la mejor de las terapias me hará olvidar ésas paredes, ésas puertas cerradas… Me estremezco.
—Perdona, quizá no fui muy clara cuando hablé de desaparecer la editorial. Era literalmente hablando —corrige arqueando una ceja —. Ése edificio era una podredumbre, ahora ya sabemos que no sólo por las humedades. Lo derrumbarán. Me parece que será un estacionamiento, no estoy segura. Siéntete tranquila de que empezarías en un lugar nuevo, con gente nueva, y en uno de las sedes corporativas más cosmopólitas de Tokio. Seguramente el panorama de tu nueva oficina te podría animar un poco.
Me quedo de a cuadros. Setsuna debe ser muy educada para no reírse de la cara que debo tener.
—¿Mi oficina? —escupo perpleja.
—En el departamento de manejo de contenido, colaborando conmigo. Sí —afirma en tono práctico, como si no acabara de decirme que me he ganado la lotería. Porque para mí, básicamente eso es. Me es tan difícil de creer que me ocurra algo bueno, pero no puedo evitar no alegrarme de momento y sacar a flote mi lado más defensivo. El que no pretende volver a bajar la guardia nunca.
Me inclino sobre la mesa y la miro directamente a los ojos, que están perfectamente maquillados con delineador y sombras café.
—¿Por qué hace esto? Y no me venga con lo del informe, ya ha dicho que saber la verdad está en mi sangre; y usted y yo sabemos que puede conseguir a una candidata en cinco minutos. Una mucho mejor que yo.
Setsuna asiente como si estuviera muy satisfecha por algo que he dicho, pero no entiendo por qué. Se reclina también y entonces una sombra oscura cobre su rostro.
—Digamos que de corazón quiero ayudarte.
—¿Por qué? —insisto.
Su voz suena débil y quebradiza cuando confiesa:
—Porque ya he pasado por lo mismo que tú.
Estudio su rostro y no creo que mienta. ¿Quién querría admitir algo así, y con una desconocida? Setsuna parece ocultar muy bien su vergüenza y sus sentimientos, pero claro está que le sigue afectando. Sus ojos se han acuado. ¿Me seguirá afectando así? ¿Qué le pasó? ¿Cuándo?
Como si me leyera la mente, se explica:
—Fue un profesor de la universidad. Me chantajeó con sexo a cambio de aprobar mi tesis. No acepté y me reprobó en el examen profesional. Me ocasionó muchos problemas para graduarme, porque además de eso, se encargó de revertir la versión y soltar rumores por todo el campus de que fui yo quien quería aprobar con métodos poco éticos.
Abro la boca, atónita. Que otro grandísimo infeliz, pero a pesar de que mis emociones empiezan a formarse un torbellino salvaje otra vez, logro morderme la lengua y no hablar de más. Quizá no le halla tocado un pelo, pero acabó con su reputación, su dignidad, sus sueños.
—Lo siento mucho —le digo con sinceridad, sintiendo rojas mis mejillas.
—Gracias. Fue hace muchos años. Nunca le conté nada a nadie, salvo a mi mejor amiga y a ti. Y admiro tu valor por sí haberlo denunciado. Yo no lo hice. Preferí esperar otros años para graduarme en otra universidad. En cuanto a ti, creo que lo menos que te mereces es recuperar algo de lo que ésa horrible experiencia te quitó. Y no es un acto de caridad, ya te he demostrado que puedes hacerlo. No tienes que aceptar si no quieres, desde luego, pero yo te sugeriría que te lo pensaras bien. Después de todo, éstas oportunidades no se dan en los árboles. Como bien dijiste, puedo conseguir a otra candidata en un tronido de dedos.
Cierro y abro los ojos. Me siento algo entumecida del cuerpo y la mente. Setsuna se ha terminado su infusión rara con limón y ha recuperado parte de su porte inicial, y se pone en modo profesional como si nada hubiera pasado. Como si no acabara de contarme algo tan íntimo y delicado.
—Esta es mi tarjeta, llámame cuando hayas tomado una decisión.
Asiento, aun medio aturdida, y acaricio el relieve de las letras con las yemas de mis dedos. Trabajar en Star Publishment sería prácticamente un sueño hecho realidad, pero ¿Estaré a la altura? ¿Estoy lista?
—Anímate, ya viste que no todo son malas noticias. Y hablando de eso… esto es un consejo no pedido pero aun así, si vas a trabajar conmigo debo decírtelo —me saca de mi cavilación —. Deja las cosas en manos de la policía, Serena. Sé que en estos momentos el término justicia puede parecer un chiste, pero tomarla por mano propia no es la solución. Shiho es un sádico, y si quiere, puede hacer lo mismo que mi profesor y encontrar la manera de hacerlos ver como culpables a ustedes y quizá no librarse de la sentencia, pero sí reducirla muchísimo. Eso sería una pena, ¿no crees?
Pestañeo e inclino la cabeza. Siento como si me hubiera hablado en otro idioma. ¿Ustedes, dijo?
—¿Disculpe? No entiendo bien lo que quiere decir.
—Que las cámaras de la oficina de Shiho estuvieran inhabilitadas resultó ser un arma de doble filo, pero te he dicho ya, él no es ningún estúpido. Y lo que hizo tu novio pudo ser muy heroico, pero también muy imprudente. Diría que hasta contraproducente si Shiho se encuentra el abogado adecuado…
Pongo las palmas de las manos en la mesa para llamar su atención.
—¿Mi novio? No, mi novio estaba de viaje en Hong Kong —replico en tono agudo —. Él no sabía nada… Regresó a Japón hasta días después. ¡Yo no sé ni de qué me está hablando!
Setsuna frunce sus cejas formando una arruga en forma de V en su fino y moreno rostro.
—Conmigo no necesitas guardar las apariencias, Serena. Se lo merecía, te diría que hasta me da gusto. Pero tienes que reconocer que ésa no era la solución.
Me llevo una mano a la frente y me doy unos golpecitos.
—A ver, ya no sé como explicarle: ¿Qué parte de no entiendo NADA de lo que dice no es clara? —exclamo, siendo más agresiva de lo que pretendía. Y es que el hecho de que pueda haber más debajo de todo esto y de lo que sé me saca de quicio.
—¿Dices que tu novio estaba de viaje cuando sucedió el incidente? —pregunta en tono sospechoso.
—Sí, regresó muchos días después. Él no sabía nada.
—¿Entonces quién le puso a Shiho la paliza de su vida justo antes de desaparecer?
Mi mente empieza a ir a mil. ¿Paliza? ¿Quién? Pues no lo sé. De Diamante a estas alturas me espero cualquier cosa. Pero no, él no pudo ser. Al menos no directamente. No es de los que hace el trabajo sucio. ¿El novio de Molly? Era alto y robusto, tenía suficientes motivos y sin duda podría partirle los huesos con gusto. Pero Molly no mencionó nada de eso. No es que debiera contármelo, pero era importante para la denuncia. Estoy segura que fuimos muy sinceras aquél día en su apartamento. No podría haberlo omitido. ¿O sí? Quizá es por eso que no quería sacarlo a la luz, para protegerlo… o no lo sabe. ¿O fue de parte de otra de las chicas? No, tanto tiempo después sería extraño.
Sacudo la cabeza para aclararme.
—Yo no sé, pero no tuve nada que ver con éso —le digo a Setsuna mortificada, y con la respiración entrecortada —. ¿Quién pudo ser?
Ella se encoge de hombros y hace un ademán indiferente con una mano.
—Alguien lo suficientemente listo para pasar la seguridad de la recepción sin ser visto, y también salir como si nada después de lo que hizo.
—Ya veo…
Setsuna mira su reloj de pulsera y hace amago de levantarse.
—Siento tener que retirarme así, pero tengo una junta importante en veinte minutos. Sólo quise decírtelo para prevenirte, pero si no sabes quién fue, tal vez sea mejor así. Llámame cuando tengas una respuesta, por favor. Incluso si es una negativa. No te preocupes. Me gustaría darte una recomendación para entrar a otro lado.
Consigo sonreír pese a todo lo que me acaba de soltar. La verdad es que su aparición fue como una bendición para mí. Mi corazonada era certera, aunque me trajo una preocupación más. Es como si el universo me gastara bromas pesadas todo el tiempo.
—Así lo haré, gracias…
Setsuna se despide y me deja con un infierno caótico en la cabeza. Guardo bien la tarjeta en mi billetera y tomo mis cosas con prisa. Son las cinco y cuarenta. Sólo hay una persona que puede confirmarme lo que necesito saber, y ésa es Unazuky.
Llego rayando dos minutos antes de su horario de salida, sin importarme si alguien me reconoce o no. A ésta hora los empleados ya se están retirando a sus casas. Mi necesidad de saber puede más que cualquier cosa. Ella salta de su asiento en cuanto me divisa atravesando las puertas viejas de cristal.
—¡Serena, santo cielo! —exclama sonriendo —. No creí que te volviera a ver por aquí. Hasta pensé que ya ni te caía bien —bromea, incluso.
—Hola, Una. No digas eso, es… cosa complicada —me excuso nerviosamente. Miro a todas direcciones, sin poderlo evitar. Es como si el espectro de Shiho rondara por aquí.
—Sí, eso dijo Molly. Pero nadie quiere contarme nada —se queja haciendo pucheros.
—¿Podemos ir fuera?
—Claro… —dice, pero yo prácticamente la arrastro al exterior.
Llegamos a la esquina, justo en el café donde solía comprar mis almuerzos a veces, pero no entramos, sólo nos quedamos apartadas de los peatones a los que podamos estorbar.
—Qué misterio… ¿Qué ocurre? —pregunta.
No sé cómo planteárselo sin embarrarla. Lo pienso bien antes de abrir el pico.
—Tú… recuerdas a Diamante, ¿cierto? El que era mi novio.
—Uf, cómo olvidar a un hombre así. Claro que me acuerdo —sonríe con picardía, y luego hace cara de pena —. Ay, no. ¿Era?
—Sí, luego te cuento eso. El caso es que… necesito saber. ¿Vino a buscar a alguien? ¿A alguien que no fuera yo? ¿A Shiho, por ejemplo?
Unazuky mira al cielo y se rasca la mejilla, como si se esforzara por recordar.
—Para nada. Apenas te fuiste los únicos que lo buscaban eran uniformados, claro. Me pregunto qué haría… seguro que hacía negocios turbios con las ganancias de la editorial, o no me explico por qué está ahora en quiebra —divaga sin sentido.
Le interrumpo antes de que empiece a asociar ideas.
—¿No vino nadie fuera de lo común antes de eso?
Niega con la cabeza, y su coleta pelirroja se agita y brilla debajo del sol del atardecer de otoño.
—No. Es decir, me preocupé cuando ya no te reportaste y ése chico dijo que estabas bien, y que ya me llamarías. Aunque no llamaste, por cierto… —acota algo resentida.
Hago corto circuito, aunque ya sé de qué habla.
—¿Cuál chico? —pregunto por inercia.
—¿Al que enviaste por tus cosas? —me dice en tono lento, como para corroborar que es cierto al mirar mi expresión —. Medio alto, pelo negro, ojos azules. Sonrisa deslumbrante. Guapísimo. Me recordó que era tu roomie, por eso se las di.
El alma se me cae a los pies.
Unazuky se muerde la uña del dedo pulgar.
—Ahora que lo mencionas, fue algo extraña su visita. Subí por tus cosas, pero luego apenas se las di, dijo que se sentía algo mareado. Cuando fui a buscarle un poco de agua había desaparecido por completo. En fin, asumí que se había sentido algo mejor y se había ido, a no ser porque Iky, el vigilante del turno, me dijo algo como que había ocurrido un disturbio en la planta alta o algo así, y que él posiblemente habría tenido algo que ver. No le di mucha importancia y lo tiré de a loco. ¿Por qué? ¿Serena?
Seiya.
Claro. Ése día llegó al apartamento con la mano toda hinchada y los nudillos heridos. Y una actitud rara.
Fue él.
Fue él… y me mintió.
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.
.
Notas:
Apreciable audiencia, quiero saber: cuántas pensaron de inmediato en la revelación y a cuántas realmente sorprendí o cuántas sospechaban pero no estaban seguras? :O
Bueno, qué pasará ahora con esta recién juntada "pareja"? ¿Es su fin? ¿O sólo un obstáculo que superar? No se pierda la conti en el siguiente capítulo de su telenovela de las ocho uwu.
Déjenme un rw para saber que les gustó. Miren que actualicé rápido, no se pueden quejar. ¬¬
XOXO
Kay
