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"Roomies"

Por:

Kay CherryBlossom

(POV Serena)

31. Límites

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A pesar de hacer un poco de frío, hoy es una de las mañanas más bonitas que he visto en meses. El sol es brillante y el cielo está muy limpio. El aroma a tocino frito invade la cocina y mientras preparo el desayuno, le echo vistazos ocasionales a una serie cómica que están pasando en la televisión a ésta hora. Me río incluso con los diálogos más insulsos, y es que estoy tan estúpidamente feliz…

He dejado a un agotado Seiya dormir otro rato, y es que se veía tan adorable abrazado a su almohada, como si fuera un niñito, que no le quise despertar. Anoche, por supuesto, también estuvimos particularmente ocupados en nuestra nueva actividad recreativa favorita. Una vez superada la prueba del primer intento, el sexo se volvió algo tan natural que diría que es hasta adictivo. No importa cuántas veces lo hagamos, nunca son suficientes para sacarnos las ganas. Seguramente eso tiene que ver con mi exagerado buen humor de ésta mañana. Las endorfinas generadas hacen que me sienta rozagante, cual crisantemo al rocío. Han logrado incluso que me haya puesto muy hacendosa, pues tengo en la mente muchas cosas qué hacer hoy.

—No, bueno… pero creo que sigo dormido —irrumpe Seiya en la cocina con voz soñolienta y tallándose aun los ojos —. ¿Tuuuú haciendo el desayuno?

—Te mereces un descanso, esclavo —lo pincho dándole la espalda.

—Gracias, señora —le oigo más cerca de mí mientras revuelvo los huevos. Pone una mano en mi cintura y me besa la coronilla del pelo para darme silenciosamente los buenos días mientras estira el brazo para buscar una taza.

Me estremezco y cierro los ojos.

—¿Hago café? —pregunta, y tardo algo en responderle. Me ha dejado atontada, como siempre que hace algo así.

—Eh… ya está —le señalo la cafetera. Seiya abre los ojos como platos.

—Te digo yo, hoy habrá una lluvia de estrellas fugaces o algo —coge con un tenedor y examina la carne. En cuanto la muerde hace un ruido exagerado —. Ya decía yo que nada puede ser perfecto —se burla de mi tocino quemado. O como yo le llamo, sólo es versión crujiente.

Me sonrojo.

—No seas pesado. ¡Todo lo demás está bien!

—Ya veremos —me sonríe mostrando sus perfectos hoyuelos maliciosos. Mi corazón se acelera y vuelvo a mis labores para disimular el efecto que causa siempre en mí. Ahora más que nunca.

Comemos tranquilamente mientras me cuenta una anécdota de un amigo suyo del bar, pero yo estoy ansiosa por sacar otro tema de conversación. Finalmente, aprovecho que hace una pausa con su café para hablar.

—¿Y… hoy trabajas? —le pregunto. Ahora sus horarios cambian cada semana y nunca me los sé.

Niega con la cabeza sin alzar la vista.

—Sólo tengo que darle clase al hijo de los vecinos de abajo, y creo que estaré libre.

—¡Qué bien! —no puedo fingir mi exagerado entusiasmo picoteando la comida.

Seiya me mira.

—¿Y tú?

—Pues pensaba ir a cortarme el cabello. ¡Mira lo raro y largo que lo tengo! —me quejo sacudiendo una de las coletas que me caen por la espalda.

—Bah, yo te veo igual que siempre —se encoge de hombros.

Enarco una ceja.

—¿Eso qué significa?

Parpadea y seguramente busca en mi cara alguna señal de enfado.

—Igual que siempre —repite algo lerdo —. Igual de... guapa y deslumbrante. ¡Joder, es que estás tan guapa que me duelen los ojos! —dramatiza tapándose con la mano a modo de pantalla.

Consigue que me eche a reír.

—Eres un payaso mentiroso. Pero gracias.

Me sonríe con dulzura.

—Además del corte de pelo, ¿otro plan en especial?

¡Bingo!

—Pues pensé que podríamos pasar el día juntos —me aventuro con mi mejor sonrisa. Seiya milagrosamente asiente sin despegar los ojos de lo que queda de su desayuno.

—Sí, suena bien.

Su reacción es más favorable de lo que esperaba, así que me suelto con todo:

—Verás, yo quería… —empiezo tímida, pero Seiya me interrumpe con un grito.

—¡Sí, Mad Max!

Parpadeo.

—¿Qué?

—Mad Max —confirma muy emocionado, mordisqueando su pan tostado —. La película de la que vimos avances la semana pasada. Ya está hoy en el catálogo. ¿Recuerdas? ¿Explosiones geniales, armas locas y todo eso?

Me quedo petrificada. Cuando me recupero sólo puedo espetar:

—¿Una película?

Asiente muy contento.

—¿Quieres que nuestros planes de sábado sean… ver una película en la tele? —repito, como si toda la oración fuera un insulto imperdonable.

—No, claro que no —se corrige. Yo suspiro aliviada —. Pediremos comida china, pizza o comida mexicana. Lo que tú quieras, tú eliges —me guiña un ojo, como si con eso me hubiera llevado el premio mayor de la lotería, pero está lejos de ser así.

Suspiro pero ahora apesadumbrada. No, no es lo que yo había pensado para éste precioso sábado. No, no y no. No otra vez.

—Seiya, en realidad… yo pensaba que podríamos hacer algo distinto. Fuera de casa, no aquí.

—¿Por qué? —replica.

¿Es mi imaginación o se oye defensivo? Eso hace que yo actúe del mismo modo.

—Porque vemos películas todos los fines de semana —le recuerdo en tono algo borde.

—¿Y qué?

—Y… porque ya te dije, quería hacer algo distinto hoy —trato de buscarle el lado amable, aunque me cuesta mucho al verlo tan reacio. Joder, que parece que lo llevo a que le saquen todos los dientes al dentista, no a una cita —. Mira, hay una película en el cine… bueno, de hecho es la adaptación de un libro que me encanta…

Pone una cara de repelús que me hace callarme de inmediato. Y enfadarme también.

—No, Bombón. Olvídalo. Si es de un libro tuyo, seguro es una historia cursi, predecible y aburrida donde al final uno de los protagonistas estira la pata.

Abro la boca completamente indignada.

—¡Oye, no es necesario que seas tan despreciable! —le regaño.

—Pero, ¿es cierto o no? —insiste enfurruñado.

Me pongo roja y al mismo tiempo ruedo los ojos.

—¿Ves? —dice sonriendo, como diciendo que él llevaba razón. Eso me irrita mucho.

—¡De acuerdo, olvida el cine! Podemos salir a cenar. No al local de las hamburguesas, a un restaurante —le aclaro mirándolo con ojos de pistola antes que se le ocurra mencionarlo.

Seiya se levanta a dejar los platos, lo cual me empieza a indicar, si no me equivoco, que quiere también huir de la conversación. Sé leer muy bien sus movimientos.

—¿Por qué querría plancharme una camisa y demás, para después de esperar media hora si bien me va, comerme un filete mal cocinado y encima pagarlo por el triple de lo que cuesta? ¿Quién querría? —reniega mientras se sirve más café.

—¡Yo! —estallo finalmente soltando mi tenedor. Sus ojos se posan en mí —¡Yo quiero! ¡Me muero por cenar algo que no venga en un horrible envase desechable!

Tras muchos segundos en silencio, él también suspira y se recarga en el lavaplatos.

—Perdona. Tienes razón —admite.

Esperaba que siguiera en la misma postura intransigente, pero parece que mi labor de convencimiento ha…

—Deberías llamar a Minako, y hacer algo divertido juntas. Yo me quedo.

Mi labor ¿que, qué? Ah, sí, que se ha ido a la mierda. Su actitud no demuestra que sólo no le interesa pasar tiempo conmigo, sino que es como si yo le importara un bledo en toda la extensión de la palabra.

—¡No quiero ir con Mina! ¡Quiero ir contigo! —exclamo levantando mucho la voz, y entonces me deshilo como el estambre que cae por una larga escalera —. Me muero por caminar por la ciudad y ver los adornos navideños hasta que nos duelan los pies, o comprar los regalos de nuestros amigos. Quiero que entremos a un museo aunque no entendamos ni jota de qué van las pinturas o quiénes son los artistas. Quiero patinar aunque me caiga cien veces. ¡Y sí, quiero ponerme un maldito vestido lindo y cenar en un restaurante aunque sea una vez, no importa si sale bien o no! ¿Es tan terrible acaso?

Mi confesión lo desconcierta. Incluso se queda con la taza en la mano, a medio camino de darle el último trago a su café o dejarlo en la tarja. Yo le miro fijamente sin echarme atrás. En este punto no se supone que debería elegir entre lo que le va a sentar cómodo o lo que yo quiero hacer. Somos una pareja. Deberíamos poder ceder en estas cosas, y marcar límites de lo que toleramos y lo que no del otro. Y yo ya no tolero estar aquí encerrada, comiendo chatarra y acostándome con él. Mi vida no es eso, hay tanto que quiero probar a su lado. Con Darien jamás encajé, me sentía inmadura e inferior. Y con Diamante ni bien pestañeé ya todo se había ido al demonio. Además no sentía ni la décima parte por él de lo que siento por Seiya. ¿Por qué no puede verlo como yo?

Es lo que se debe hacer, dar el brazo a torcer para hacer feliz a tu pareja de vez en cuando.

Porque lo somos, ¿no? Una pareja. Eso acordamos...

No puedo evitar que las palabras de Mina se asomen en mi cabeza. "¿Y te lo pidió él?"

Seiya se cruza de brazos apenas termino mi sermón. No está alterado, lo cuál me preocupa aun más, porque quiere decir que no está dispuesto ni siquiera a darme batalla. Porque no va siquiera a considerarlo. Lo sé. Ya lo tiene decidido aun antes de considerarlo.

—Quieres hacer tonteras de novietes, ya —ataja con desdén, rehuyendo mi mirada —. Pues yo no. Parece que tienes un problema.

Abro mucho los ojos y me arde la garganta. Lo sabía…

—¿Que yo tengo el problema? —me molesto poniéndome de pie, haciendo que la silla chirree—. ¡Se supone que es lo que somos! ¡Lo que queríamos! ¿Tú no? ¿Me has mentido acaso? —pregunto aparentando ser fuerte, pero en el fondo sintiendo un terror transitando por mi corriente sanguínea. Si me dice que prefiere dejarlo yo… yo...

No, no puede ser. No puede ser posible que sea tan fácil estar con él en tantos aspectos, y a la vez tan difícil en otros. Esto nunca va a funcionar. Estaremos atrapados en la misma rueda de hámster de los roomies, aunque él diga lo contrario. Eso es lo que parece.

Seiya gruñe y se despeina el pelo con ansiedad.

—Ustedes las mujeres todo lo enredan. Mira, yo te dije que quería estar contigo y eso es lo que estoy haciendo. Jamás he faltado a mi promesa —me refuta acalorado —. No pensé que al aceptarlo me pondrías un puto itinerario con condiciones moldeadas a tu gusto. ¡Me dijiste que fuera yo mismo! ¿O ya se te olvidó?

Cierro los ojos e inhalo y exhalo varias veces antes de coger la sartén y estampárselo en la nariz. ¿Por qué tiene que ser tan cabezota?

—Me refería a tu personalidad, Seiya. Que podías ser tú mismo conmigo, así como yo lo soy contigo. No pretendo cambiarte. No te estoy poniendo un itinerario ni mucho menos que cumplas requisitos de ningún tipo. Sólo estoy pidiendo que consideres salir un poco de tu burbuja de comodidad y probar cosas nuevas para que nuestra relación sea de otra manera...

—Sí, a tu manera —puntualiza.

—¡Eso no es…!

—Sí, es exactamente eso. Quieres a un tipo mono, de ésos que van bien peinados con goma y ridículamente bien vestidos. Que te envíe ramos de rosas y te cargue las bolsas de las compras como idiota. Que vaya los domingos a almorzar con tus padres y te celebre los aniversarios y todas ésas mierdas. Yo no soy así, y nunca lo seré —sentencia fulminándome con la mirada.

Me enfurecen sus palabras, pero no más de lo que me duelen, por mucho que ya lo intuía. Hago el último esfuerzo antes de rendirme por completo.

—Lo que dices no tiene lógica. ¡Hemos salido juntos antes! Al acuario, y el día del bar con Mina y Yaten. La pasaste bien, no sería diferente… —Es claro que ya estoy dando brazadas de ahogado, pero las doy de todas formas. Lastimosamente, Seiya me hunde con asombrosa facilidad.

—El día del acuario estabas hecha un harapo y sólo quería hacerte sentir mejor y verte sonreír, de la forma que fuera. Fue cosa de una vez. Y te recuerdo que el día del bar Minako me puso una trampa, así que no cuenta.

—¡Es absurdo! —exclamo frustrada dando una palmada en la mesa. Ya está, no son ni las once de la mañana y todo se ha ido al caño. Otra vez —. ¿Por qué tienes que ser tan tozudo? ¿Por qué no puedes proponer al menos un punto medio? ¡Todo es negro o blanco para ti! ¡Eres un egoísta!

Consigo que se quede callado. A pesar del breve momento comprensivo que parece estar teniendo en su cabeza, es claro que sigue en su modo cruel.

—Tal vez sí lo sea. Lo siento, Bombón. Lo que ves es lo que hay —se encoge de hombros tan indiferente y frío como pocas veces le he visto —. Tómalo o déjalo, pero yo estoy bien así. Lamento no cumplir tus expectativas. Como dije, llama a Minako o a otra amiga. Tienes la opción, no voy a impedirte que hagas lo que te gusta. Pero conmigo no obtendrás más de lo ya que te puedo ofrecer. Es un límite infranqueable para mí.

Levanto las manos dándome por vencida, aunque más bien me siento profundamente desilusionada.

—No puedo creerlo —farfullo sacudiendo la cabeza.

Su celular suena y no pierde la oportunidad de zafarse de nuestra discusión. Dejo los platos en la lava loza y a la par siento que se me humedecen los ojos. Aprieto los párpados porque no quiero que me vea llorar. Ni siquiera yo tengo deseos reales de hacerlo, porque es un llanto humillante. Del que te causa el enojo y la impotencia.

—De acuerdo, nos vemos —le oigo decir bruscamente al teléfono. Yo sigo dándole la espalda cuando se dirige a mí —. Era Haruka, tengo que cubrir el turno de la tarde de emergencia, así que…

—Haz lo que se te cante, no me importa —le espeto sin mirarlo, y me dirijo a la habitación para abrir el grifo de la ducha.

Ni crea que me quedaré aquí encerrada anhelando por su presencia. Mi cita en el salón es a las doce y aun pienso ir. Y tener un día de sábado en el mundo real como lo tiene la gente cuerda. Él puede seguir con sus hábitos de adolescente o largarse a donde le apetezca. Además, creo que necesitamos distanciarnos unas horas antes de que cualquiera de los dos haga o diga algo de lo que luego se arrepienta, empezando por mí.

Cierro con seguro la puerta y me meto en el agua, que me calma los nervios. Puede que no logremos hacer que esto funcione, y eso me preocupa. Puede que él esté demasiado reacio al compromiso y que yo sea demasiado idealista con él. Lo presiono con mis ideas y él hace lo mismo conmigo. Pero yo creí que ésa presión que nos imponíamos era lo que nos había hecho llegar hasta aquí. A pesar de nuestras diferencias, entre nosotros hay pasión, química y cariño. Tanto que casi me ahoga, que me hunde… y él es la única luz al final de mi túnel, el único que puede salvar mi corazón a pesar de que al mismo tiempo sea precisamente él quien lo esté condenando a romperse.

Me estoy peleando con la botella del champú cuando Seiya golpea la madera con suavidad.

—¡Vete, estoy ocupada! —le grito.

No insiste. Cuando salgo envuelta en la toalla el apartamento está vacío. No sé a dónde habrá ido antes del trabajo, pero no me importa. No me deja ningún mensaje y no pienso llamarlo, además de que he sido yo quien lo ha echado. ¿Qué quería decirme de todos modos? Que lo sentía o algo así, pero estoy segura que no era que hubiese cambiado de opinión, así que es lo mismo. Con una sensación fea en el pecho me arreglo lo mejor que puedo y salgo a la helada ciudad a tratar de despejarme la cabeza.

Termino gastándome una buena plata allí. No sólo me han cortado y acondicionado el pelo, si no que me han hecho la manicura, me han depilado las cejas —con gran dolor de por medio— y también me han hecho un facial con una mascarilla de aspecto repugnante pero que deja mi piel tersa y limpia. Las empleadas me ofrecen tantas cosas y yo acepto en automático, en un patético intento de sentirme mejor. Funciona. Esto es lo mismo que debe pasarle a Mina con la ropa y los zapatos. Cuando salgo del salón de belleza mi ánimo sube varios grados, a la par de que bajan algunos la temperatura de noviembre.

Pero me dura poco el efecto. No es como otras veces que iba al centro comercial a comprar un libro yo sola. En cada sitio ahora veo en otras personas lo que podría estar haciendo con Seiya si no fuera tan cerrado. Comer, comprar, pasear de la mano, reír (sobre todo reír)… y me siento fatal. Si ni siquiera está dispuesto a ir a una puñetera cita conmigo, ya sé lo que viene después. Jamás tendremos algo real, y aunque le dije que no quiero cambiarle, en el interior tiene algo de razón. Sí espero más de él. No quiero un novio emperifollado y perfecto. Ya tuve dos y resultaron ser un fiasco. Me gusta él, lo quiero a él, con sus defectos y sus virtudes, pero no en éstas circunstancias tan limitadas. Su negativa a formalizar es más que clara, y aunque mucho tiempo lo negué o lo callé, sí quiero a alguien que no saque sarpullido cada que menciono algo referente a los planes o al futuro. Ni hablar de matrimonio, eso sería cosa de locos.

La loca soy yo seguramente, por aferrarme a algo que…

Paro mis pensamientos y me pongo de pie de la banca en la que he estado torturándome durante la última media hora, y mejor me voy a caminar. No debo dar nada por hecho y no sé si sea muy ingenuo de mi parte, pero confío en que encontraré una solución. Al lado de otros problemas que he tenido en el año, ésto debería ser pan comido. Sólo tengo que averiguar el modo de convencerlo.

Y hablando de pan, eso me recuerda que no he comido nada en todo el día. El estómago me reclama alimento, así que considerando lo cerca que estoy, avanzo un par de cuadras y me meto en el Rose's, el café de Lita.

Atravieso la puerta de cristal y la encuentro detrás del mostrador, hojeando una carpeta gruesa. Parece más aburrida que una ostra. No hay nadie en el local, con excepción de un tipo solitario y con cara de pocos amigos. Qué alentador va mi sábado.

A Lita se le ilumina la cara en cuanto me ve.

—Por favor dime que no viniste sólo a conversar —me ruega, señalando el menú.

Aquello me causa gracia, y me río sinceramente.

—Claro que no. Quiero un latté y un pedazo de pastel. Uno grande.

Ella se anima y pone en marcha la máquina, pero no puedo evitar cotillear al respecto.

—Lita, ¿no se supone que hoy es día de alta afluencia? El café está desierto —murmuro mirando las mesas vacías.

Ella hace de sus labios un exagerado gesto de disgusto.

—Lo sé. Y lo peor es que un café vacío no es muy tentador para los clientes, ¿sabes? Es cuento de no acabar. Pensarán que es muy caro, o la comida de mala calidad...

—Qué mal. ¿Por qué? Siempre había mucha gente —recuerdo. Incluso tenía más personal, pero ahora no están. ¿Los habrá despedido?

Lita pone la taza humeante frente a mí, y me la llevo a los labios. Coge su carpeta y las dos nos sentamos en una mesa para dos. De todos modos no tiene a nadie a quien atender. Hundo el tenedor en el especial de otoño. Es pay de calabaza y es una delicia. Suave y dulce. Se deshace en mi lengua y enamora mi paladar.

—La gente está loca. Si ésto está para chuparse los dedos —opino molesta. Lita sonríe con ironía.

—La pesadilla de cualquier cafetería, Serena. Acaban de abrir una franquicia verde de café en la esquina. Ya sabes cuál.

—¡No!

Ella asiente con tristeza y suspira. Luego sigue hojeando su carpeta con aire distraído. No sé qué decirle. Yo venía a buscar consuelo, no a darlo. Además no sé nada negocios. Excepto que…

—Quizá deberían cambiar sus tácticas de venta —le sugiero, llamando su atención. Me mira con sus amables ojos verdes oscuro —. ¿Por qué no ofreces comida a domicilio?

—¿Tú crees que eso ayudaría?

—Claro. No sólo hay clientes potenciales en las calles. Yo no querría moverme del sofá en éstos días tan fríos para probar tus delicias —le digo orgullosamente.

Ella se rasca con un bolígrafo el pelo castaño y mira hacia arriba.

—No lo había pensado…

—¿No te ayuda Andrew con eso?

—Él administra el café, pero acordamos que yo lo manejaría totalmente. Era mi tema y mi inversión. Mis ahorros de toda la vida. Está claro que no sé nada de lo demás, ¿verdad? —se sonroja —. Como sólo estudié hasta la preparatoria, no se me dan ésas cosas. Mi sueño era tener un café o una florería, y ahora que lo tengo quizá lo pierda por cabeza hueca.

—¡No digas eso! —la riño —. Eres una chica muy inteligente.

—No tanto como tú, que hasta sabes de economía. Me lo acabas de demostrar.

No puedo evitar doblarme de la risa.

—¿Qué es tan gracioso? —pestañea algo mosqueada.

—Ay, Lita. Yo no sé nada de eso.

—Pero si acabas de…

Me recargo sobre los codos para hablarle en confidencia, aunque ni falta que hace. El tipo malhumorado ni nos mira. Tiene la vista fija en su periódico.

—No lo aprendí en la escuela. Pero sí salí varios meses con alguien que era un genio en los negocios. No siempre le ponía atención, porque sinceramente me aburría, pero lo escuché hablar por teléfono varias veces y si algo se me pegó, es que mientras no tengas deudas, siempre una empresa se puede salvar de la quiebra. Sólo hay que encontrar la manera de generar más… ¿cómo se dice? ¡Activos! —le digo acordándome, y me lleno la boca de pastel —. Eres magnífica en los postres, podrías venderlos para llevar en tamaño grande, así la gente los usaría para sus fiestas de cumpleaños. Y por aquí hay muchos negocios de comida, mejor no inviertas en un menú completo y enfócate en los postres. Definitivamente tienes un don que te aseguro que ninguna franquicia. Esos lugares sólo tienen chucherías que compran al mayoreo. Lo que pasa es que venden bien porque les hacen una excelente publicidad…

—Vaya —jadea Lita con los ojos como platos —. Eres asombrosa, Serena. Tus padres deben estar orgullosos de ti. ¡Muchas gracias por tu consejo!

Me entra la risa tonta.

—¡Sólo repito lo que se me pegó, te digo! —exclamo avergonzada.

Me mira tímida cuando me termino el pay. Estaba exquisito y empiezo a sopesar la idea de comerme una segunda rebanada.

—¿Puedo preguntarte algo? —pregunta mientras yo arrastro las migajas con el tenedor. Asiento —. Es Diamante, ¿verdad? El hombre del que estás hablando.

Aun se me encoje el estómago al escuchar su nombre. Es una sensación extraña y contradictoria. Como de un miedo atrayente.

Desvío la mirada un segundo, pero luego la miro con reservas.

—Mmm, ajá.

—Ya veo… —susurra mordiendo la tapa del bolígrafo —. Perdona si fui indiscreta, sólo me dio curiosidad —se excusa.

Agito la mano frente suyo.

—Descuida. Supongo que al ser alguien cercano a Andrew era fácil de deducir de quién hablaba.

Sonríe con dulzura.

—Sí, algo así —admite —. Pero sabes, me dio mucho gusto saber que ahora estás con Seiya. Ustedes en serio hacen una pareja ideal, y espero que les vaya muy bien. No te imagino con alguien como Diamante para nada.

Prefiero no contestar nada y sonrío con cortesía. Con toda la turbia conversación de la mañana y lo cambiante que puede ser nuestra relación, si se le puede llamar así, no me dejan ganas de compartirlo, aunque Lita no tenga la culpa.

«Ideal» dice ella.

Ufff, no sé si seamos ideales. No lo creo. No sé si existe lo ideal. Pero ella y Andrew sí lo aparentan. Por lo menos, seguro que a él no se le suben las pulgas cuando le pide que la lleve a cenar. Seguro que ella no siente dudas e inseguridades sobre sus sentimientos, ni mucho menos discuten sólo por tonterías como dos críos tercos por ver quien suelta la cuerda primero. Son muy maduros, confiados y pacíficos.

No me importa si Seiya no es mi pareja ideal, me conformaría con que fuera un poco más accesible para ciertos temas obvios y dejara de evadir la jirafa en la habitación. Nada más. ¿De qué sirve que nos la pasemos fenomenal charlando y acostándonos día y noche si a largo plazo éso no nos lleva a ningún lado? Juré que no me obsesionaría con el futuro, y lo he intentado. Pero le quiero, y es raro que vivamos juntos y que me diga que es mi casa también y que soy lo más importante para él, pero no quiera ni siquiera sopesar la posibilidad de ir a tomarse un puto café conmigo en público. ¿En un año estaremos en el mismo punto? Sería desesperante, pero por otro lado, las cosas iban bien y realmente no quería fastidiarlo…

—Dices que no eres estudiosa, pero ése es un gran recetario —le señalo para cambiar de tema.

Inmediatamente los colores se le suben al rostro, y empieza a lucir nerviosa. ¿Qué he dicho?

—Esto… n-n-no es un recetario.

Me inclino para mirar cuando me muestra la portada y las primeras páginas. Todo cuanto puedo apreciar son fechas de banquetes, pruebas de vestido y paquetes de floristas. No puede ser lo que yo creo que es.

Enseguida me fijo en su mano izquierda. En el dedo anular porta un anillo de oro tradicional con una piedra blanca, pequeña y ovalada que titila colores bajo la luz cálida de las bombillas del café. Sí es lo que yo creo que es, cómo no. Yo estaba en lo cierto. Ellos saben lo que quieren.

Se me cae la mandíbula hasta la mesa.

—¡Lita! —chillo a todo pulmón —. ¡¿Te vas a casar?!

Lita se tapa la cara con las manos toda abochornada.

—Pues sí...

Entonces Lita me lo cuenta todo con detalle. Ella quedó sin padres cuando era apenas una adolescente, y se crió con una tía. Cuando cumplió la mayoría de edad se independizó y aprendió a valerse por sí misma muy joven, y por lo mismo tenía claras cuáles eran sus prioridades: una casa bonita, un negocio propio y un esposo que la amara mucho. Parece simple y aburrido, como de ésas ideas de las mujeres de los años 50's, pero a ella no le importaba. Sabía lo que quería. Me dijo que por mucho tiempo tuvo mala suerte para que los chicos la tomaran en serio, por alguna razón que yo no comprendo, pues es muy guapa y agradable. El caso es que una vez, Andrew se fue de viaje a la playa con los muchachos. La conoció mientras ella servía mesas en un restaurante de la costa. Se enamoraron prácticamente durante todo el verano y luego él la convenció para que se viniese a vivir a Tokio. Hacía dos semanas que él se lo había propuesto y Lita había aceptado de a una, porque le hacía mucha ilusión formar un hogar con él. Al parecer Andrew era exactamente lo que había soñado: un hombre alto, tranquilo y muy cariñoso, y que para rematar adoraba a los niños. No necesitaba más. La fecha estaba fijada para principios de la primavera.

—Muchas felicidades. Tu sortija es muy bonita —le adulo, aunque en el fondo siento una punzada de envidia irracional.

Y ésto es de lo que yo hablo… podrá haber mucho afecto en una relación, pero ¿qué diablos pasa cuando queremos cosas totalmente opuestas? ¿Estamos destinados al fracaso? No quiero creer eso.

—Gracias. No se lo hemos dicho a nadie todavía. Pensábamos hacer una pequeña reunión y ahí anunciarlo a nuestros allegados. Ah, es que en dos semanas es mi cumpleaños —me dice muy emocionada y ruborizada. Claro, ¿quién no lo estaría? —. ¡Por supuesto que tienen que venir! ¿Se lo dirás a Seiya, cierto?

Sus ojos brillan como luceros, y soy incapaz de rehusarme.

—Claro, aunque no sé si… —me muerdo la lengua —Claro, ahí estaré —prefiero hablar sólo por mí. Seguro que Seiya prefiere servirle tragos a borrachos hasta que amanezca o ver la tele que acompañarme a cualquier sitio como una "pareja".

—¡Estupendo! Me dará mucho gusto tenerte allí. La verdad es que no conozco a muchas personas en la capital. Por no decir que a casi nadie, todos son amigos de Andrew y tú eres lo más cercano a una amiga que tengo —confiesa tímidamente. Luce algo triste de pronto y baja la mirada —. Desde niña pensé que al planear mi boda estaría rodeada de personas y no ha sido tan divertido como yo creía. Aunque será una recepción pequeña, son tantos detalles que me siento algo sola en todo ésto…

Y suspira como si se fuera a acabar el mundo, mirando las páginas de las revistas de novia y los post-it pegados por aquí y por allá. De pronto me invade la piedad. Lita ha sido muy amable conmigo y le tengo aprecio. Minako fue muy mandona y caprichosa, la típica bridezilla loca que sucumbe al estrés de una boda precipitada, pero era mi mejor amiga… y si aguanté aquél suplicio de la dama de honor, seguro que puedo echarle una mano a Lita.

Espero no arrepentirme. Todo sea en favor del amor verdadero… o lo que sea.

—Yo… no sé si pueda opinar o ayudar sobre todo lo que implica una boda —empiezo con cautela para no comprometerme. Lita me mira muy atenta —. Pero si quieres que te acompañe a la prueba del vestido, a elegir servilletas, invitaciones o lo que sea puedo hacerlo.

Se queda unos segundos en completo shock.

—¿Estás hablando en serio? —me pregunta atónita.

Le guiño un ojo.

—Oooh, sí.

—¡Serena, eres un ángel! —reprime un grito con sus manos, y luego se pone de pie y me envuelve en un abrazo demasiado fuerte. Joder, Lita es fuerte y me está asfixiando —. ¡Primero salvas mi negocio y ahora mi boda! ¡Estaré en deuda para siempre contigo!

—No… no es... para tanto —murmuro sofocada contra su ropa y dándole palmaditas como puedo para que se aparte. Huele a rosas y a pan recién hecho.

Al fin se aparta y yo cojo mucho aire, fingiendo estar muy alegre también.

—¡Claro que sí! Eres una joya. Si te casas te juro que te devolveré el favor —dice fervientemente. Como dudo que eso ocurra, le recordaré que me haga un pastel por mi cumpleaños el próximo año —. ¡Ah, y prometo no obligarte a usar ningún vestido horrible! Tú eliges. Es decir, siempre y cuando sea verde… —agrega apenada.

Oculto una sonrisa forzada bajo mi taza. Oh, Dios. Ya asume que seré su dama oficial.

Y tenía que ser verde. Detesto el verde en la ropa.

—Mientras sea un tono que me quede… —sugiero nerviosa.

—¡Por supuesto! —exclama feliz.

¡Ay, en qué lío me he metido!

Pago la cuenta y decido irme a casa, aunque probablemente Seiya no esté ahí ni me haya enviado ningún mensaje. Lita me vuelve a abrazar y a agradecer otras cincuenta veces antes de que le pida que pare o cambiaré de opinión.

Caigo en la cruda realidad cuando me pongo el abrigo con capucha y salgo a la calle atestada de gente: Acabo de acceder no sólo a ser su dama de honor postiza, sino lógicamente a ir a la boda. Y ¿adivinen qué? Sí, lo más seguro es que vaya sola, igual que a la de Minako. Pongo los ojos en blanco y bufo. Qué karma. No pensé en eso. Bueno, Andrew es prácticamente su mejor amigo, pero siempre existe la posibilidad de que me haga un drama como el de hoy o en el peor de los casos… que ni siquiera estemos juntos para entonces. En cuatro meses pueden pasar muchas cosas. No quiero pensar en una ruptura inminente, pero no puedo evitar que ése fantasma se asome en mi cabeza cuando algo va mal, como hoy.

Como voy distraída con mi nube gris siguiéndome sobre la cabeza, colisiono contra alguien y estoy a nada de irme de nalgas contra el asfalto, pero una mano me pesca del codo y lo evita. Abro los ojos para encontrarme con un hombre joven, muy alto y rubio cenizo que va vestido de muy buen gusto. Es como si fuera europeo o algo así.

—¿Estás bien, pequeñina? —me pregunta el chico, y sus ojos me evalúan de arriba-abajo por si me he hecho daño.

—Sí, sí… disculpe, no vi por dónde iba —tartamudeo toda abochornada por toparme con alguien tan atractivo sin previo aviso. Me parece familiar, pero no me acuerdo de dónde.

—¿Serena? Eres tú, ¿cierto? —canta una voz femenina al lado del chico rubio y dirijo mis ojos hacia ella. Trae un peinado recogido en moño que hace resaltar sus facciones y verse aun más bella, si es que se puede. Viste para el clima con la sofisticación de una revista de sociedad. Una mascada de seda protege su cuello y su maquillaje es natural y perfecto. Sí, no puede ser otra más que Michiru.

Genial.

—Hola, sí —saludo incómoda —¿Qué… qué tal?

—¿Tú eres Serena? —me pregunta el joven abriendo los ojos como platos, y después la mira para corroborarlo —. Me dijiste que era linda, Michiru. ¡Te equivocaste!

Me horrorizo y me pongo pálida ante su comentario tan mezquino. Pues no, ya sé que no soy como Michiru pero…

—Es una auténtica preciosidad —halaga sonriendo complacido. Yo me pongo de mil colores mientras Michiru se tapa la mano para reír, como si aquéllo fuera un secretito privado —. Mucho gusto. No nos han presentado, pero todo mundo me habla de ti, y de tu peinado tan… curioso.

Y estira la mano.

Yo la cojo algo aturdida. ¿Qué? ¿Todo mundo? Dios, conociendo a Seiya espero que no sea para mofarse.

—Ah. ¿Ah, sí? Eh… ¿Y tú… tú quién eres? —indago desconfiada.

—Haruka Tenoh —sonríe galante.

Tardo un poco en procesar la información. ¡Es Haruka! El… no, la jefa de Seiya. Y la pareja de Michiru. Vaya, sí que me ha dejado impactada. No sólo parece realmente un hombre —y uno muy atractivo—, si no que su fuerte personalidad y energía me ha jalado la alfombra debajo de mis pies. Vamos, que con dos tequilas podría llevarme a la cama si quisiera…

¡No, qué estoy diciendo! ¡Es una chica!

—Yo soy Serena Tsukino —informo autómata, sacudiendo mi mano y recordando mis modales. Michiru vuelve a reír con gracilidad —. Pero eh... éso ya lo sabías porque… bueno, en fin —murmuro, fracasando en el intento de verme como ellas.

Pero mis tonterías parecen divertirlas mucho, para variar.

—Es encantadora ¿no? —le dice Haruka a la peliverde, y ella asiente. No sé por qué, pero me da la impresión que están hablando de mí como si fuera un cachorro en y no una persona adulta.

Me aclaro la voz y me meto las manos en los bolsillos.

—¿Y qué las trae por aquí? —me enderezo para parecer más alta.

—Nada especial. Nos recomendaron este café —responde Haruka con un ademán súper elegante, y yo empiezo a babear. Ay… sí soy un cachorro. Qué patético.

—Sí, es muy bueno. Una amiga es la dueña —digo con orgullo.

—¿Y has venido sola? —pregunta otra vez Haruka con sutil interés. Siento una punzada de enfado y tristeza en las entrañas.

—Sí. Mi amiga y yo hemos hablado de asuntos para su boda y demás, así que tenía que venir sola —me encojo de hombros, como si en realidad no estuviera más plantada que los arbustos de la acera. Al menos me ha servido la excusa de la maldita dama de honor.

—Suena divertido —comenta Haruka con un tono que deja en claro que piensa exactamente lo opuesto.

—Sí —miento.

Michiru le da a su novia un manotazo insignificante, y demasiado femenino al hombro de su novia.

—Te lo he dicho. No deberías hacer trabajar tanto a Seiya y menos en su día libre, Haruka. ¡Quizá les has estropeado algún plan! —se ofende.

Cada minuto detesto más la ironía de la situación, y sé que es momento de irme antes de que sea más deplorable de lo que ya es.

—No creo que le importe —se me sale. Las dos me miran y parpadean confusas. Yo me revuelvo sobre mis pies —. Es decir, yo pienso que ya está acostumbrado…

—Yo creo que sí le importa —refuta Michiru con suavidad —. Todo cuanto le oigo decir es «Serena esto, Serena aquéllo… » Tal vez antes le diera igual, pero ya no.

—¿Ah, sí? —consigo articular, sonrojándome. ¿Qué les habrá contado de mí? Diablos, no puedo preguntárselos. No les conozco de nada y quedaría como una cotilla.

—Sí, ya es un poco molesto de hecho —opina Haruka sonriendo, ganándose otro manoteo bobo de Michiru.

Al verlas interactuar con tanto cariño y discreción, consiguen sacarme una breve sonrisa. Definitivamente hacen una pareja estupenda. Vamos que hasta para discutir son perfectas. Al parecer todos a mi alrededor les va de perlas, y eso hace que una gran sensación de soledad y añoranza comience a apoderarse de mí. A pesar de lo ocurrido ésta mañana, echo mucho de menos a Seiya. Quisiera que todo fuera tan sencillo como todos creen que es.

—Si me disculpan, es tarde y tengo que volver a casa —me dispenso dispuesta para irme —. Gusto en conocerte, Haruka.

—¿No te gustaría tomar el té con nosotras? —me pregunta Michiru, tan educada como una condesa.

Me cuesta mucho decirles que no, pero lo hago. Ellas no insisten. Algo dentro de mí se remueve cuando las veo abrir la puerta de vidrio del café. Quizá es culpa, por tanta mala leche que le tenía a Michiru y no sé por qué, con la poca interacción que he tenido con ella ya no me parece desagradable. Y Haruka hasta me gusta. Aunque no sé si es agrado genuino o el hecho de que no sean heterosexuales y además hayan dicho que Seiya no deja de hablar de mí. Como sea, llamo a Michiru en voz alta para que me escuche bien:

—Esto… deberías venir a cenar un día en el apartamento —la invito, sin creerme lo que acabo de decir — Si… si les apetece —sonrío en general, para no dejar fuera a la rubia.

Arquea sus cejas y abre sus ojos aguamarina con asombro, pero casi de inmediato su expresión se vuelve cálida y amistosa.

—Nos encantaría —contesta por las dos, y Haruka parece estar de acuerdo sin que le pregunten.

Sonrío y levanto la mano.

—Vale. Hasta luego.

—Adiós, preciosa —oigo la voz de Haruka, pero ya he empezado a caminar hacia la parada del autobús.

Cuando llego a casa todo huele tan bien que me ruge el estómago. Debí comerme un emparedado o algo en el café, pero no lo hice. Siento que me ahogo con mi propia respiración cuando veo a Seiya preparando la cena. En cuanto me mira me sonríe para darme la bienvenida, pero sin exacerbos de alegría. Debe pensar que voy a decirle algo grosero, pero yo no soy así y ablandarme con sólo la mayor de las simplezas como una sonrisa suya se le da demasiado bien. Más si va acompañado con comida.

Le digo hola sin mirarlo y me quito el abrigo. Luego lo cuelgo junto con mi bolso en el perchero.

—Hice los macarrones con queso que te gustan. Y no están empaquetados… busqué una receta en la Internet —dice con voz ligeramente humorística. Yo en cambio, suspiro cansada. No tengo muchas ganas de hacer las pases, pero me vuelvo para mirarle a la cara. Es obvio que ha levantado la bandera blanca antes que yo, y eso me alegra en el fondo.

—Se ven muy bien —reconozco con la misma actitud tranquila.

—Entonces voy a servir…

Entre nosotros se cierne el silencio unos minutos. El ambiente sigue extraño, pero ya no siento nada negativo. Seiya no parece aguantarse cuando se aclara la voz:

—Yo… bueno… Pensé en lo de ésta mañana…

—No quiero discutir de nuevo, Seiya —atajo sin elevar la vista de mis macarrones. Y es verdad. No me hago la digna, sólo no quiero que me vuelva a rechazar y menos en medio de la cena. Me va a caer mal al estómago.

—Tampoco yo. Me refería a conversar solamente —dice frunciendo el ceño y ruborizándose un poco.

Exhalo pesadamente.

—Dime —le concedo la palabra sin dejar de comer.

—Quería decir que tienes razón. No podemos vivir a cuatro paredes. Es absurdo y… muy injusto para ti. No sé que me pasó.

Pestañeo sin evitar ocultar mi sorpresa y hasta entonces le miro. No me lo creo.

—¿Estás jugando?

—No, claro que no —responde aun más ruborizado. Se ve tiernísimo así, pero no puedo creer que haya cambiado de parecer en tan sólo unas horas. Sería una fantasía, ¿no? Mi fantasía cumplida.

—Bueno, pues explícame porque no entiendo nada. Fuiste muy claro en…

Me interrumpe.

—Mañana… mañana saldremos. Sería como una de ésas cosas de cita —se explica torpe.

Me arranca una diminuta sonrisa.

—¿Cosas de cita?

—¿Quieres o no? —me pregunta brusco.

—Qué romántico —mascullo con sarcasmo mirando mi plato. Siento como Seiya me mira con algo de remordimiento, pero aun así le hago esperar un poco —. Sí, sí quiero —acepto finalmente. Es un avance abismal y se me ha ido totalmente la bronca que podría querer echarle encima.

Me extiende la mano con una sonrisa, y no tardo mucho en tomarla y ablandarme también. Su calor me traspasa y me cubre el pecho con alivio. Quisiera besarlo hasta cansarme y olvidarme de todo éste mal rollo, pero por azares de la vida se me ocurre preguntar:

—¿A dónde vas a llevarme?

Luce muy entusiasmado.

—A un sitio genial, Bomboncito —me dice con una sonrisita petulante. Mi estómago, como siempre, se contrae de felicidad cada que me llama así, porque nadie más lo hace. Es algo que él inventó y cuando le conocí solía sacarme de quicio pues lo hacía para molestarme, pero ahora no me imagino siendo otra que no fuera su Bombón. Y me encanta.

—¿Lo conozco?

—No sé. Puede.

—¿Es sorpresa? —pregunto totalmente intrigada.

—Eh… no —admite arrugando la nariz. ¿Qué será? ¿Teatro? ¿Una cena? ¿Un día de campo? Él carraspea —. Bueno, te cuento. He quedado mañana para jugar softball, así que…

Me quedo con la boca abierta a medio camino de comer. Me da mala espina.

—Así que, ¿qué? —escupo.

—¡Pues vendrías conmigo! —exclama aun sonriente.

Reprimo la necesidad de mirar a todos lados para descubrir dónde está la cámara y los conductores del show. Si ésta una broma, es una de muy mal gusto.

—Seiya, yo… yo no soy buena en los deportes. Creí que el día de los videojuegos había quedado claro —le digo, tratando de ser razonable. De ninguna manera pasaré por una de tantas humillaciones como las de la secundaria y preparatoria —. Y tampoco me gustan.

—Oh, eso lo sé. Jugaremos los chicos y yo.

—¿Los chicos? —pregunto en tono agudo, y evidentemente más hostil.

—Andrew, Zafiro y los de la banda. Y otros cuantos conocidos que no conoces. Pero no te preocupes, todos son muy relajados —me asegura, como si eso fuera lo importante.

La "cita" será un desastre, y eso que ni siquiera ha empezado.

—Si ustedes van a jugar… ¿qué se supone que haré yo? —inquiero directa.

Seiya hace una pausa larga que no me gusta nada.

—Mirar, supongo —sugiere. Yo le echo unos ojos peor que de psicópata. ¡Qué! Él enseguida cree que la compone, sólo para cagarla más —. ¡Puedes traernos bebidas! Ah, y después del juego comeríamos juntos, claro. Venden unos hot dogs en el estadio que están para morirse…

—¿Y las novias de… "los chicos" irán también?

Seiya se rasca el puente de la nariz. Esto va mal, muy mal...

—No creo… no tienen, o nunca han ido. A menos que tú invites a Lita, claro. Pero tiene que atender el café, ¿no? —resuelve, y se encoje de hombros como diciendo que no hay de otra.

Cierro los ojos, ahora tratando de no estamparle los macarrones en la cara como si fuera una tarta de cumpleaños. Esto no sólo es inaceptable, si siquiera ha… ha…

Se me irregulariza la respiración y las palabras brotan de mi boca sin siquiera pensarlas.

—¡No has entendido nada! —replico, y doy una palmada en la mesa que lo hace saltar. Esto es básicamente un deja vú.

—Joder, ¿y ahora qué te pasa? Pareces una loca de mierda —me espeta cabreado.

—No, tú eres el que parece un idiota de mierda —me quejo poniéndome de pie. No, no es posible… no sólo estamos repitiendo la escena de la mañana, incluso ahora es peor. Pero es mi culpa, por creer cosas que ni de milagro sucederían. Tiene veintiocho años siendo como es, no iba a cambiar así como así por mí. No sé que tanto pregone con sus amigos, pero seguro que no es nada significativo.

—¡Estoy haciendo lo que querías! —me reprocha.

Dejo caer el plato a la tarja sin importarme si se rompe o no, y me giro con ferocidad hasta él.

—¿Crees que mi idea de cita ideal es ser la porrista oficial de tus amigos?

Él gruñe.

—Como siempre, todo lo exageras —bufa —. Nunca dije que…

—Eso es lo que voy a hacer. Mirar como sudas y sueltas tu testosterona con tus compis mientras te regodeas de lo buenísimo que eres para los deportes. Ya. Y luego, si te acuerdas, me vas a honrar con un hot dog mientras ustedes comparten chistes sobre los traseros de chicas que conocen o la basura que vayan a hablar frente a mí. ¡Mi sueño hecho realidad! ¡Gracias, Seiya, qué nobleza la tuya! ¡En serio, debiste haberlo dejado en los macarrones!

Me devuelve el golpe tan rápido como esperaba:

—¡Carajo, pues me dijiste que lo que querías era salir de aquí! ¡Nunca me especificaste a dónde! ¡De haber sabido que te pones tan pesada, ni lo menciono siquiera y me largo yo solo!

—¡Sólo tienes que pensar un poquito, Seiya! —le grito dándome golpecitos en la sien con el dedo índice —. No es tan difícil, ¿sabes? ¿Cuándo diablos me has visto mirar la ESPN contigo? ¿No te has dado cuenta que cada que lo haces con Yaten o cualquiera yo desaparezco? ¿Creías que era mera coincidencia, genio?

—Vale, ya deja de hablarme como si fuera estúpido —me sisea furioso también levantándose. Está claro que he agotado su paciencia, pero me la suda. Yo estoy peor y mi ira aumenta a cada segundo. Estoy en el límite de explotar —. Lo estoy intentando, pero lo que tú quieres es que deje de hacer las cosas que me gustan y me convierta en tu puto prototipo de novio perfecto. ¡Acéptalo al menos!

No puedo evitar soltar una carcajada maléfica.

—Ay, Seiya… si mi prototipo de novio no fuera un músico fiestero, mujeriego y cabrón, te aseguro que no estaríamos teniendo ésta plática. Así que no me vengas con ésas.

Eso le hace sacar chispas.

—Ése es mi pasado y no tengo por qué defenderlo —me recrimina con voz gruesa —. Ni tampoco cambiarlo imitando algo que no soy sólo para complacerte.

Es duro de pelar, como siempre.

Pero yo también.

—¿Cuándo te he dicho que dejes la música o no salgas a divertirte? Se trata de que ni siquiera te pones a pensar un poco en lo que yo quiero.

—Y qué importa, si de todos modos no estarás conforme con nada —lanza los brazos al aire, todo endemoniado —. Haga lo que haga me vas a criticar y atosigar con tus estupideces. Nunca será suficiente. Ya lo sé, no soy suficiente para ti. ¡Por eso no tengo novias! ¡Para que ninguna monserga me esté controlando, amenazando con dejarme y cagándome la vida todo el tiempo! ¡Solo me va mejor y ahora lo confirmo!

Sus gritos me retumban en el cráneo y me clavo las uñas en las palmas de las manos. Luego, siento como algo frío y filoso me atraviesa el pecho. No sólo por lo que ha dicho de sí mismo, si no por lo que me ha dicho a mí. Toda la sangre se me ha helado en un segundo. Mi cuerpo, que no es más que batería en rojo, se empieza a rendir y las lágrimas inevitablemente vienen a mis ojos.

—¿Eso es lo que crees que soy? ¿Quieres estar solo, de verdad? —pregunto con tristeza, mirándolo directamente a los ojos.

Él cierra los ojos. Está tratando de controlar su temperamento y ésta vez no ha roto nada, pero me ha hecho mucho daño de todos modos y lo sabe. Tras los segundos más largos de mi vida, Seiya se recupera y da un paso hacia mí.

—Perdóname, Bombón…

—No, nada de perdones —le corrijo con voz temblorosa, evitando que se acerque —. Quiero saber si lo que dijiste es verdad, o sólo lo has dicho para hacerme daño.

—Es… parte y parte —admite atribulado —. Yo… sólo es cierta la parte donde pienso que nunca será suficiente. Lo demás no. Y no lo hice para hacerte daño, se me salió… estoy muy cabreado. Lo siento —jadea, y se retuerce el pelo de la frente como suele hacer cuando se siente atrapado.

El alivio me embarga, pero sólo momentáneamente.

—¿No crees que sea una monserga, entonces? ¿Una pesada que te caga la vida?

—¡No, nunca! —me jura meneando la cabeza —. He sido un imbécil… no sé ni por qué he dicho eso.

Se empieza a tronar los nudillos. Está ansioso porque esto llegue a su fin, seguramente resolviéndolo en la cama, pero no le dejaré. Respiro hondo para tratar de no decir nada que empeore la situación:

—Está bien. Te creo. Pero Seiya, tener algo… algo tan intenso como lo que tenemos tú y yo debe suponer más, ¿no crees? No podemos tener ésos límites infranqueables tan opuestos. Tienes que bajar las defensas un poc...

Como si la noche no fuera lo suficientemente bélica, me suelta de imprevisto:

—Tú no has cedido ni hecho nada en concreto por mí. ¿Por qué razón tengo qué hacerlo yo? ¿Sólo porque has leído demasiados libros con la misma ridícula versión donde el galán cambia para bien y para satisfacer a la prota? ¡Venga ya, Bombón! ¡Esto es la vida real!

Me provoca, y he picado. Ninguna novedad.

—¿Eso es lo que crees? —chillo retándole.

—Sí, lo creo.

—Vale, ¿quieres saber el por qué realmente te fastidio con mi estúpido cuento de novela?

Seiya se cruza de brazos como si no le afectaran mis palabras y chasquea la lengua, pero como no sabe que he llegado al límite, al verdadero,… no, ya lo he rebasado, no tiene idea de lo que le diré. De hecho, ni yo misma soy consciente de mis palabras cuando salen directo como una metralleta de mi boca:

—¿Por qué crees que acepté ésta chorrada de los roomies con derecho en primer lugar? —le atesto el primer golpe, desconcertándolo, y de ellos le siguen infinidad más —. ¿Por qué no soportaba que salieras con Michiru o sabe cuántas? ¿Por qué regresé a éste apartamento en cuanto me lo pediste, a pesar de que tenía tanto miedo y dudas? ¿Por qué hice las pases contigo aunque me echaste de aquí? ¿Por qué dejé a Diamante?¿Por qué me puse como desquiciada cuando pensé que te podrían mandar a la cárcel? ¿Por qué fui a terapia, en gran parte, para que pudiésemos estar juntos y por qué quiero hacer planes contigo que tú no quieres ni oír?

Ya estoy llorando a lágrima viva y mis palabras están entrecortadas, ahogadas, pero no me detengo. Seiya ha descruzado los brazos y me mira con la boca abierta, tieso como estatua. Siento que las palabras que diré definirán mi destino, y está bien, ya que es hora de asumirlo como tal:

—¿Por qué yo sí lo intento y lo intento...? —gimo limpiándome rabiosa las mejillas y lo señalo con acusación —. ¡Porque estoy enamorada de ti, idiota! ¡Siempre lo he estado…!

Y me quiebro en mil pedazos.

—Te… Te amo. Te amo tanto que me duele, porque… —me llevo una mano al pecho, que me arde como si estuviera en llamas, y consigo tomar un poco de aire para hilvanar la última la frase que le diré —, porque no creo que sientas lo mismo que yo siento por ti. Y que tal vez piensas que sólo estaré en tu vida de paso, por eso no quieres que nada cambie y yo… no, no lo voy a soportar. No pue…

Entre mis gimoteos no termino la oración.

El silencio de Seiya, mis sentimientos desbordados y su cara de absoluta estupefacción pueden más conmigo. Ahora soy yo la acorralada. Lo veo, y me resulta tan distante… Me va a rechazar. Lo sé. Y no puedo oírlo. No soy capaz. Poco a poco doy pasos contrarios lejos de él como la cobarde que soy. La que no quiere oír la otra verdad, aun después de haber dicho la propia y ya no haya marcha atrás...

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.

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Notas:

Presiento que en este capítulo se van a formar dos equipos: los team-Serena y los team-Seiya XD, no se preocupen, que yo no estoy a favor de ninguno, sólo escribo lo que se me va ocurriendo jajaja… Ya en serio, sé que quizá este capítulo parezca muy de relleno, pero no. Les prometo que este será el trampolín de cosas más importantes.

Sin intentar justificarme, he tardado mucho en la actualización porque octubre fue un caos horrible para mí, he tenido que lidiar con la enfermedad de un familiar muy cercano y fue muy difícil. Aun lo es, pero afortunadamente todo ha ido mejorando y a la par retomaré poco a poco lo que me hace FELIZ… sí, porque recuerden que nadie ni nada es capaz de robarte tu felicidad, a menos que tú lo permitas.

La vida es un boomerang, be kind. ;)

XOXO,

Kay