Los personajes pertenecen a la asombrosa Stephenie Meyer. La historia está basada en el libro "El Maravilloso Mago de Oz" de Lyman Frank Baum, en el libro "Wicked: Memorias de una Bruja Mala" de Gregory Maguire y en el libreto de la puesta en escena "Wicked: La Historia jamás contada de las Brujas de Oz" de Winnie Holzman. Yo solo quise hacer una interpretación diferente de las historias.

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Unos Años Antes

"… Con valor y con honor por la vida voy feliz… Lo que ya sé y aprendí nunca olvidaré, porque salió de aquí… Y, por eso, viva Shiz…"

Era una hermosa mañana en el país de Oz, el sol brillaba en todo su esplendor y el camino amarillo se mantenía reluciente como era usual.

Muchas personas habían decidido abandonar sus casas ese preciso día, pues empezaba un nuevo ciclo escolar en la Universidad de Shiz, el mejor instituto de todo Oz. El gobernante de Munchkinlandia no era la excepción, pues ese mismo día sus dos hijas iban a empezar el ciclo junto con muchos de los demás jóvenes afortunados que habían tenido la suerte de conseguir un lugar en aquel instituto.

Dentro del lujoso carruaje no se respiraba un ambiente tan festivo, sin embargo. Charlie estaba teniendo una seria charla con la hermosa Alice y con Isabella.

— Escucha, Isabella. No quiero espectáculos, recuerda que solo estás en esta escuela por una razón. — Decía casi enfurecido Charlie. Desde el nacimiento de su hija mayor había evitado que la gente la viera.

Y es que, siendo sinceros, Isabella no transmitía otra cosa que no fuera terror. Y no tenía nada que ver con su físico, ella era más bien delgada, larguirucha; poseía un largo cabello oscuro, a veces negro, a veces caoba, dependiendo de la iluminación. Las facciones de su rostro podían llegar a ser lindas si se pasaba por alto su piel… oh, su piel… allí es donde radicaba todo el problema…

El asunto con la hija mayor del gobernador era precisamente su color de piel…

Verde.

No era igual de verde que el día de su nacimiento… no, ella más bien se había oscurecido algunos tonos una vez que alcanzó la pubertad. Ahora, a sus escasos 18 años, combinaba perfectamente con los adornos navideños que siempre decoraban la mansión del gobernador. Oz sabía que Charlie había intentado durante años ocultar el característico color de piel de su primera hija, pero todo había sido en vano.

El gobernador pensó que todo mejoraría con la llegada de su segunda hija… su hermosa Alice, sin embargo, tal parecía que la desgracia lo perseguí con cada buena fortuna que le deseaban. Pues Alice, siendo la criatura más hermosa que Charlie hubiera visto jamás, tenía un solo desperfecto… ella era incapaz de caminar. Todo había sido debido a ciertas complicaciones durante el parto, y con el fallecimiento de su amada Renee, Charlie había tenido que adaptarse a la vida de padre soltero.

— Ya se… cuidar a Alice… — respondió con voz suave, pero de mala gana Isabella. No se contuvo en rodar los ojos y después mirar a su hermana menor, haciendo una mueca graciosa que las hizo reír a ambas.

— Mi hermosa niña… — la expresión de Charlie se suavizó notablemente cuando se enfocó en la menor de sus hijas. La pequeña Alice poseía una piel lechosa e inmaculada, contrastaba intensamente con su corto y oscuro cabello. Debido a la incapacidad, siempre mantenía una manta sobre su regazo, lo que complementaba su postura, haciéndola lucir recatada y elegante. — Te tengo un regalo de despedida. — Continuó alegremente su padre, sacando una caja amarilla de debajo del asiento del carruaje.

Las hermanas miraron la caja con ilusión, por razones diferentes, claro. Con tranquilidad, Alice quitó el listón que sujetaba la caja, se tomó su tiempo enrollándolo en su mano, haciendo que Isabella rodara los ojos con impaciencia.

De manera lenta el carruaje reducía la velocidad, faltaba muy poco para llegar a las puertas de Shiz. Algunos de los estudiantes volteaban sus cabezas ante la visión de tan elegante transporte llegando al instituto.

— ¡Zapatillas de rubí! — Gritó Alice impactada por tan costoso regalo. Su padre la había llenado de regalos a lo largo de su vida, pero nunca algo como esto. Fue en ese momento que el carruaje se detuvo, produciendo un chirrido alto por las ruedas poco engrasadas. — Pero, papá… esto debió haber costado…

— Ser gobernador tiene sus beneficios… — Le respondió sonriente Charlie al momento de bajarse. El cochero le ayudó a colocar a su frágil hija en la silla de ruedas que debía usar a todas horas y en todo lugar. Una vez lista, le dio un beso en la frente de forma amorosa y se volvió a su hija mayor. — Isabella… — La mencionada se acercó rápidamente, en su interior albergaba la pequeña esperanza de que su padre le hubiera traído un obsequio a ella también. — Cuida de tu hermana. — El gobernador le dio unas palmadas torpes en el brazo como despedida. — Y trata de no hablar mucho. — Finalizó subiendo de regreso al carruaje y partiendo.

Ninguna de las hermanas se molestó en pensar en su equipaje, pues sus maletas habían sido enviadas con algunos días de anticipación… ya la escuela se encargaría de llevarlas a sus dormitorios.

— Isabella… yo sé que papá… — empezó a decir de manera suave Alice, conocía perfectamente el temperamento volátil de su hermana, y la mayor parte del tiempo debía ejercer el papel de mediadora entre su hermana mayor y su padre.

— No importa, ¿qué me podría haber dado de regalo? — Isabella hizo todo lo posible por quitarle hierro al asunto. Se señaló la cara, inclinándose cerca de su hermana. — No combino con nada. — Comentó sarcásticamente. Pero Alice, conociendo a su hermana, solo le dio una sonrisa de disculpa.

Siguiendo el mar de estudiantes, Isabella empujó a su hermana para poder entrar al salón principal. Shiz era enorme, no había duda que en la antigüedad era usado como un castillo; poco se hablaba de los gobernantes antes de la llegada del Mago de Oz, pero los antiguos monarcas se habían asegurado de perpetuar su legado con semejante maravilla arquitectónica.

Una vez llegaron al centro de la sala, fue bastante obvio que Isabella iba a resaltar el resto del año escolar… Y no precisamente por su inteligencia.

Toda la estancia se quedó en silencio, mientras uno a uno, cada estudiante se volteaba para mirar a la chica verde.

— ¿Qué me ven? — La fuerte y sedosa voz de Isabella retumbó por la amplia habitación debido al silencio. — ¿Qué tengo? — Dijo ahora ya más en broma. — Ya se… tengo algo entre los dientes… — Siguió su broma personal, llevándose un dedo a la boca y rascando un poco sus dientes. — Entiendo… bien, mejor acabemos con esto de una vez… — Al ver que nadie le quitaba la mirada de encima, adoptó una postura irritada. Nadie la dejaría en paz, debía dejar las cosas claras desde el principio.

— Isabella… — Intentó frenarla Alice.

— No, nunca comí pasto cuando era niña; si, siempre he sido verde; no, no me maquillo con aguacate… — Se desahogó casi a gritos. A medida que escupía palabras de forma furiosa, empezaba a recordar cada apodo e insulto que las personas le habían dirigido solo por su color de piel. — Ella es mi hermana, Alice. Y como pueden ver su color es perfectamente normal.

Un gran estruendo interrumpió el discurso de la chica verde, todos se giraron a las enormes puertas del colegio/castillo, justo a tiempo para mirar a la despampanante rubia que recién llegaba. Tal parecía que fuera dueña del lugar por la forma en la que veía todo.

Su largo cabello rubio caía en suaves rizos un poco más debajo de la mitad de su espalda. Llevaba un conjunto de falta y saco, ambos rosas y una sencilla blusa blanca con un gran escote; la ropa a medida favorecía su curvilínea figura y acentuaba las hermosas facciones de la cara.

Isabella no pudo evitar encogerse un poco ante la belleza de la recién llega, le echó un rápido vistazo a su propia ropa, su negro y desgastado vestido le quedaba grande, siendo muy largo y con mangas largas, lo suficiente para ocultar la mayor parte de su verde piel. No ayudaba el feo gorro tejido que le había conseguido su padre, en un intento por disimular el color de su rostro. Y su lacio y escurridizo cabello se encontraba amarrado en una desprolija tranza que caía por su hombro, casi a la altura de su busto.

Casi no había tenido tiempo de analizar completamente a la rubia nueva cuando otro sonido la distrajo.

— ¡Bienvenidos! Bienvenidos mis nuevos estudiantes, yo soy la Señorita Esme, la directora de la Universidad de Shiz. — Una mujer de apariencia madura estaba de pie en la parte más alta de las escaleras principales. Resultaba una figura imponente, y aunque su mirada era amable y cálida, algo en su postura inspiraba respeto. — Ya sea que hayan venido a estudiar Leyes, Lógica o Lengualogía, sé que hablo por todos mis compañeros catedráticos cuando digo que tenemos las más altas expectativas — Recorrió la sala con la vista mientras bajaba las escaleras, llegando al pie de estas. Isabella notó que la mirada de la profesora aterrizaba en la rubia. — en algunos de ustedes…

Isabella sabía que esta era su oportunidad para hablar con la directora de algo muy importante.

— Disculpe, señorita Esme… — Y conforme hablaba empezó a empujar la silla de Alice para poder acercarse juntas.

O eso iba a ser hasta que alguno de los estudiantes más cercanos le había metido el pie, haciéndola caer al piso. Empujando a su hermana.

La señorita Esme solo alcanzó a ver a la hermosa joven en silla de ruedas que se acercaba hasta donde se encontraba.

— Usted debe ser la hija del gobernador, la señorita Alice, ¿verdad? — Casi como si estuviera en trance, le proporcionó a Alice una caricia en la mejilla, apreciativa. — Que rostro tan… trágicamente hermoso tiene… — Isabella, sin poder encontrar al culpable de su caída, decidió solo acercarse a la profesora y tocar su hombro, dispuesta a presentarse. — Y usted… — Un jadeo de sorpresa fue lo primero en abandonar los labios de la profesora, seguido de una exclamación sorprendida.

— Soy Isabella… la otra hija. — Dijo ácidamente, el estar acostumbrada a desplantes como esos no lo hacía más fácil. — Y yo soy hermosamente trágica. — Le dio una sonrisa sarcástica.

La señorita Esme miró a la chica verde con curiosidad, para Isabella fue un cambio agradable, pues no había ni una pizca del asco o del miedo que expresaban las personas

— Ya veo… — Dijo de manera suave, como buscando algo más por decir. — Sin duda, usted debe ser brillante. — Le dio una sonrisa suave, confundiendo a Isabella por su actitud.

Ni la señorita Esme, ni Alice, ni siquiera Isabella se habían percatado de la chica hermosa y rubia que se había acercado hasta ellas.

— ¿Brillante? — Dijo con sarcasmo. — Es fosforescente.

Todos los alumnos estallaron en risas, señalando a Isabella con burla. Esta fulminó a la rubia hueca que había empezado todo el alboroto. La señorita Esme hizo lo que pudo para ocultar su fastidio (sin lograrlo realmente), miró a todos los estudiantes, intentando desviar la atención.

—¡Atención, atención! Respecto a la asignación de dormitorios… — algunos alumnos levantaron la mano, sin embargo, la rubia grosera e Isabella se pegaron aún más a la señorita Esme para que se les atendiera primero. En un intento de poder continuar con sus actividades lo más pronto posible, se volteó hacia la chica rubia a su izquierda. — ¿Tiene que ver con las habitaciones? — cuestionó casi aburrida.

—Muchas gracias, profesora, pero a mí ya me reservaron mi suite privada… — dijo la chica con una sonrisa satisfecha. Los estudiantes empezaron a murmurar, sorprendidos de que le hayan dado a alguien su propia habitación, estando la mayoría de acuerdo con lo injusto que era eso. — ¡Pero! Todos pueden venir a visitarme cuando quieran, la pasaremos muy bien. — terminó con una sonrisa coqueta hacia los cientos de estudiantes que la rodeaban, algunos de ellos le sonrieron deslumbrados por las hermosas facciones de su rostro y otros, más bien se plantearon en hacerse amigos de la chica para poder conseguir más beneficios durante su estancia en la universidad.

—¡Que buena eres Vanya! — Exclamó efusivamente una chica detrás de ella. La chica en cuestión era de estatura bastante baja y con algo de sobrepeso, lo que más llamaba la atención eran sus ojos azules y su cabello negro azabache.

—¡Si! Eres tan buena. — dijo la chica a su lado, era totalmente opuesta a la anterior, esta era bastante alta y casi demasiado delgada, casi hasta parecer enferma. De alguna forma, esas dos parecían ser inseparables.

—Por supuesto que no. — Vanya rodó los ojos con falsa modestia, encantada de poder ser de nuevo el centro de atención.

—¡Claro que sí! — le siguió el juego la más baja, contenta de poder haber conseguido poner de su lado a Vanya.

—¡Ya paren! — rió tontamente la rubia. De forma algo boba, se acercó a las chicas dando algunos saltos y las tres se tomaron de las manos, empezaron a dar pequeños saltos emocionadas por algo aparentemente sorprendente que nadie más entendía.

Todos pensaban que esas chicas eran raras, pero nadie cuestionaría a alguien tan hermosa como Vanya.

De nuevo, la señorita Esme sintió que solo perdía el tiempo.

—¿Iba a preguntar algo? — le apresuró, intentando mantener su imagen profesional y abierta para todos los demás estudiantes.

—¡Si, claro! — respondió sonriente la chica, regresando su atención a la profesora. — Mire… yo soy Vanya Denali… —Como si su nombre fuera la respuesta a todo. La señorita Esme se mantuvo en silencio. — Hija de… Lord Eleazar Denali… — la chica frunció un poco el ceño al notar que Esme no tenía ni idea de lo que estaba hablando. — Bueno, da igual. — rió un poco, restándole importancia. — Este semestre me inscribí en su seminario de hechicería… de hecho le envié tres veces mi ensayo de solicitud. Tal vez recuerde el título: "Varitas Mágicas: DEBEN Combinar con tus Zapatos".

Algunas veces, por más que Esme lo intentara… algunos alumnos se la ponían muy difícil…

—Si… — le dio una falsa sonrisa. — Sin embargo, no imparto el seminario cada semestre. ¡Claro! A menos que encuentre a alguien especial. — terminó, felicitándose a sí misma por haberse quitado de encima a Vanya Denali de una manera tan profesional.

—Sí, claro… por eso… — comentó Vanya, señalándose a sí misma como si fuera obvio.

Cansada de esperar por más tiempo, Isabella se soltó del agarre de su hermana menor y caminó rápidamente hacia la señorita Esme, que seguía dialogando con la rubia tonta.

—Disculpe, señorita Esme. Aún no nos han asignado cuarto a mi hermana y a mí. — dijo lo más educadamente posible, señalando a su hermana detrás de ella.

Esme parecía encantada de enfocar su atención en otra persona que no fuera Vanya.

—¡Claro! El gobernador Swan expresó su preocupación por el bienestar de su hermana, por eso se ha decidido que compartirá habitación conmigo, para que pueda recibir ayuda en cuanto la necesite. — explicó Esme con tono amable, sonriéndole a la pequeña Alice.

Isabella no podía dar crédito a lo que estaba escuchando.

—Pero, yo siempre he cuidado de mi hermana, y necesitamos…

—¡Isabella! — La interrumpió Alice con tono de advertencia. Ya algunas personas se habían acercado para escuchar más fácilmente el intercambio de palabras entre la chica verde y la directora.

"Quiero entender cómo fue… Que una maldición hoy resulta un don…"

—Mire… entiendo perfectamente. — empezó a decir Esme. — A usted… su padre nunca la mencionó. — Isabella cerró los ojos con decepción. ¿Esperaba su padre que ella se dedicara únicamente a cuidar de su hermana? ¿Ese había sido el punto de mandarla a la universidad? — Un detalle sin importancia, no te preocupes, querida. Enseguida vemos dónde te colocamos. — intentó hacerla sentir mejor Esme. No era difícil notar hacia quién tenía mayor preferencia el gobernador Swan.

Por otro lado, un poco alejados en una esquina, Vanya se había reunido con sus, ahora nuevos amigos. Había descubierto que las chicas se llamaban Irina (la más baja) y Kate (la chica alta). También se les había unido un chico llamado Jasper, bastante bien parecido, sin embargo, al parecer de Vanya, su baja estatura le restaba gracia, y hacía que no quisiera poner sus ojos sobre él durante mucho tiempo.

—Yo creo que ni leyó mi ensayo… — se quejaba la rubia con un puchero en los labios.

—¡No es justo! — exclamó Jasper, perdido en las hermosas facciones de la chica. — Deberías decir algo… — dijo un poco más tímido al darse cuenta de su propio arrebato.

—¿Tú crees? — preguntó Vanya no muy segura. Jasper le asintió solemnemente con la cabeza, llenando a la chica de valor, entonces empezó a caminar, concentrada en lo que le diría a la señorita Esme, debía convencerla de algún modo para que la incluyera en su seminario, era la única forma de hacer sentir orgulloso a su padre.

—¡Atención, atención! ¡Señoritas! — llamó Esme — ¿Quién de ustedes se ofrece como voluntaria para compartir habitación con la compañera Isabella? — la mayoría de las chicas dieron un paso atrás, asqueadas por estar cerca de la chica verde.

—¡Señorita Esme! — gritó Vanya casi con furia levantando la mano, intentando atraer su atención. Su enojo pasó al desconcierto al ver cómo le sonreía Esme de manera casi lobuna.

—¡Gracias, querida! Es un gesto muy lindo de tu parte. — exclamó jovialmente Esme, tomando la mano de Vanya.

—¿Cuál? — preguntó sonriendo tímidamente la rubia, sin estar segura de por qué le agradecía. ¿La incluiría en su seminario después de todo?

—¿Ya ve, señorita Isabella? Va a compartir habitación con la señorita Vanya.

"Cuando él vea lo que valgo aquí… Lo que se pactó en cuanto nací…"

Tanto Isabella como Vanya lanzaron gritos de sorpresa, sin poder creer lo que acababa de pasar. ¿Vanya se había ofrecido voluntariamente a compartir su habitación? Esto debía ser una broma. Incluso algunos de los estudiantes acompañaron los gritos con sonidos de exclamación, igualmente sorprendidos.

—Pero, señorita Esme… — intentó intervenir Isabella de forma desesperada viendo como la profesora tomaba la silla en la que se encontraba Alice y la empujaba en dirección al pasillo detrás de las escaleras.

—Isabella, voy a estar bien… — le aseguraba Alice ya más alejada, aunque en su rostro se veía el desconcierto y la inseguridad que sentía al alejarse de su hermana mayor.

"Tal vez tengo un don o es maldición… Pero por algo pasó…"

—¡Jóvenes! A sus dormitorios… — empezó a decir la señorita Esme, intentando despejar la sala principal.

—Pero, es que le prometí a mi papá que… — Isabella sintió una presión bastante conocida en su bajo vientre, esta vez era algo tan repentino que no había tenido tiempo de reprimirlo y respirar. — ¡Deje a mi hermana!

Nadie había visto nada igual, ni siquiera la señorita Esme, en todos sus años de enseñanza. De la chica verde brotaron intensas chispas, se sintió un suave temblor en el suelo y todas las bombillas explotaron, como si se tratara de un evento ensayado y perfectamente cronometrado. Varios alumnos salieron disparados hacia atrás por una honda de fuerza invisible, la señorita Esme solo fue arrastrada unos cuantos centímetros hacia atrás gracias a sus habilidades, sin embargo, la silla de ruedas fue arrancada de sus manos y llevada hasta donde se encontraba Isabella.

La chica verde pareció darse por vencida en cuento tuvo sus manos sobre la silla, cayendo de rodillas, agotada. Conforme su vida avanzaba, ella y su padre se habían dado cuenta de las peculiares habilidades que Isabella poseía, etas parecían guiarse por las emociones que experimentaba de manera intensa, esto había ocasionado que su padre la mantuviera encerrada la mayor parte del tiempo, había ordenado que no se le molestara nunca y que solo le hablaran para llevarle la comida hasta su habitación.

—¿Cómo lo hizo? — susurró Esme, desde su posición se podía ver el cambio en el semblante de la hija mayor del gobernador Swan. Ciertamente nadie le había informado de este pequeño detalle.

—¿Cómo lo hizo? — La misma pregunta salió de los labios de Vanya, quien se encontraba en el suelo, siendo sostenida por la cintura por Jasper.

"Tu hermana te presume, y tu papá también… En todo Oz nos adoran…"

—Isabella, me prometiste que esto no iba a pasar. — le reclamó Alice molesta. — Dijiste que nada de esto sucedería en la escuela. — la alarma se reflejaba en su rostro.

—O sea que… ¿Usted ya ha hecho esto antes? — cuestionó Esme acercándose a las hermanas. Algunos de los alumnos que quedaban se acercaron un poco, entre alarmados y curiosos.

—Es algo… — Isabella se puso en pie con renovadas energías y se movió unos pasos hacia la profesora Esme. Al hacer el rápido movimiento, varios alumnos se alejaron, temerosos de que la chica verde pudiera hacerles daño. Isabella se detuvo de golpe. — Es algo que me sucede algunas veces, algo que no puedo describir. — miró a su alrededor, mirando los rostros asustados. Juzgándola. — Trataré de controlarme. — bajó la mirada en disculpa y regresó con su hermana, agachándose a su altura. — Alice, perdóname.

"¿Qué tal si alguien tan superior… Que alguien tan buena es su interior… Fuera hermosa en su exterior…?"

—¡No! — gritó Esme, terminando de acercarse a Isabella. — Nunca te disculpes por tener talento… lo que tienes es un don, y esa es mi especialidad… guiar el talento. — Esme le sonrió alegremente, casi como si alguien le hubiera dicho que había ganado la lotería. — ¿Has pensado en hacer una carrera en hechicería? — preguntó.

—¿Hechicería? — repitió Isabella, confundida.

—Yo seré su tutora… Tu tutora. Y no voy a aceptar a ningún otro alumno. — puntualizó Esme, sosteniendo a la chica por los hombros de manera reconfortante. Isabella se encogió un poco ante la muestra de familiaridad.

—¿Qué? — gritó Vanya, aún en el suelo.

"Si no estás bien con tu coloración… Yo te ofrezco una solución… Que importa si soy verde, rosa o gris…"

—He esperado muchos años, y siempre soñé con verte venir. — Esme tomó el rostro de Isabella en sus manos con infinita ternura. — Dime, niña. ¿Alguna vez pensaste en conocer al Mago?

—¿EL Mago? — Isabella abrió los ojos. El Mago de Oz… claro… él podría ser la respuesta a todas sus preguntas.

—Le escribiré enseguida, le diré lo que acabo de ver, le diré de ti. — seguía diciendo Esme con convicción, tanta que a Isabella se le llenaron los ojos de lágrimas. — Un futuro brillante te aguarda si logras impresionarlo de la misma manera que lo has hecho hoy conmigo. — Esme la soltó, apresurada.

Tomó de nuevo la silla de Alice e instó a los demás estudiantes a irse a sus dormitorios. Poco a poco todos dejaron sola a Isabella, incluso Vanya había abandonado la estancia, con el orgullo herido y un nuevo enojo aflorando dentro de ella.

"Sin límite… Me veo hoy sin límite… Y vislumbro un futuro como una predicción…"

Isabella caminó hasta las escaleras principales, sentándose en el segundo escalón.

Un mundo nuevo, lleno de posibilidades se abrió ante ella, tan intensamente que se sintió mareada. El Mago de Oz. Llevaba ya muchos años en el poder, Isabella apenas recordaba algo de su vida antes de que El Mago llegara al poder. Sin embargo, todos sabían que ganar el favor de El Mago era equivalente a ganarte la admiración y el aprecio de todos habitantes de Oz.

Isabella se sentía derretir antes las imágenes que llenaban su mente. Ella, junto al Mago, saludando a las personas desde el gran balcón. Su padre, sonriéndole por primera vez con orgullo, contándole a todos cómo su Isabella, su hija mayor, se había convertido en la mano derecha del gobernante de todo el país de Oz.

"Un gran festejo en todo Oz… Y todo es por mí… Me veo junto al mago, muy contenta he de vivir…"

Algunas ligeras lagrimas empezaron a deslizarse por sus mejillas. Casi podía sentirlo, casi podía saborearlo.

El Mago de Oz podría cambiar por completo su vida, ganarse el respeto de las personas, mostrar lo que verdaderamente valía. A nadie le importaría el color verde de su piel nunca más, porque todo lo que verían sería el alto y respetado lugar que tendría en la corte del Mago.

"Será siempre así y así seguiré, y dirán hasta donde llegó… Verán que soy capaz… Van a quererme más y más…"

Y así, en ese momento, Isabella descubrió que deseaba algo diferente para ella. Por fin había encontrado un verdadero propósito en su vida. Se encontraría con El Mago, lo impresionaría a como diera lugar… y entonces… todo podría ser diferente para ella.

Al fin, con estos poderes… No más encierro, no más rechazo… no más murmullos a su paso, no más vergüenza para su familia, ni para su padre, ni para su hermana.

"Él es el rey, yo soy su as…"

"El mago y yo…"

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Por fin pude terminar el tercer capítulo como Dios manda! Jajajaja ¿qué les pareció? Este es más largo, y ya vamos entrando en la historia… No olviden dejar un lindo comentario, quiero sabe qué opinan de la historia… tampoco olviden pasarse por mi grupo de Facebook 'Twilight Over The Moon', estoy organizando un importantísimo concurso jejejeje así que a lo mejor les interese pasarse a curiosear un poco jiji

¡Nos leemos pronto!