Los personajes pertenecen a la asombrosa Stephenie Meyer. La historia está basada en el libro "El Maravilloso Mago de Oz" de Lyman Frank Baum, en el libro "Wicked: Memorias de una Bruja Mala" de Gregory Maguire y en el libreto de la puesta en escena "Wicked: La Historia jamás contada de las Brujas de Oz" de Winnie Holzman. Yo solo quise hacer una interpretación diferente de las historias.
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Las jóvenes brujas estaban impresionadas ante la magnitude del enorme Castillo Esmeralda. Cuando abrieron las enormes puertas del salón principal se quedaron boquiabiertas.
Al igual que los edificios y caminos de la elegante ciudad, el castillo parecía estar hecho de diamantes que, al reflejar la luz, atenuaban el verde esmeralda, haciéndolo lucir más cálido. En altísimo guardia las guió a otra habitación, Isabella se olvidó de cuantas escaleras habían subido hasta ese momento. En verdad era un castillo enorme.
Las guiaron por un pasillo bien iluminado y se detuvieron frente a una puerta de madera, finamente adornada con símbolos desconocidos tallados en dorado.
Lo primero que vieron al entrar fue un enorme ser de apariencia lisa y extremadamente dura, el cual las miró con ojos vacíos al hacer ruido con la puerta. El ente pareció cobrar vida de repente, moviéndose furiosamente hacia los lados, intentando alcanzarlas, como si estuviera atado en su lugar. Era como una cabeza gigante.
— Soy Oz. Soy Oz. — rugió la cabeza. Su estridente voz retumbó contra las paredes y los cristales de la ventana. Las chicas soltaron chillidos de susto sin poder contenerse. — El grandioso y temible. ¿Quiénes son ustedes? ¿Quiénes son? — exigió saber el Mago.
Embargada por el miedo, Tanya se apresuró a ponerse detrás de Isabella, sosteniéndola por los hombros.
— ¡Bells, dile algo! — susurró apremiante, empujando a la muy asustada bruja verde. Esta tartamudeó.
— Me llamo… — respiró profundamente, armándose de valor. — Isabella Swan y ella es mi mejor amiga, Tanya. — le hizo señas a la rubia para que también se acercara y la tomó de las manos.
Un corto silencio reinó en la habitación.
— ¿Isabella? No me había dado cuenta. — exclamó una voz ajena a la cabeza gigante que aún se movía. Con un inesperado chirrido y una sacudida, la enorme cabeza se dejó caer unos centímetros y no se volvió a mover. — ¡Oh! — un hombre se tropezó al salir de detrás de la enorme cabeza que, hasta hace unos segundos, pensaban que era el Mago de Oz. — Espero no haberte asustado… — ríe de manera simpática. — Es tan difícil distinguir a la gente cuando estoy allá atrás. Bueno, veamos… — de algún lugar dentro de su larga capa verde saca unos pequeños lentes, colocándoselos sobre la nariz y mirando a Isabella. — ¿Isabella? — susurra con asombro, los ojos le brillaron al reconocer la piel verdosa. Isabella asiente. — Es un placer, Isabella. — exclamó con una sonrisa, tomando la mano de la chica y sacudiéndola suavemente. — ¿Y usted es?
A primera vista, no había nada remarcable en la apariencia del Mago. Era más bien un hombre algo bajo, entrado en años. Algunas canas se notaban entre sus cabellos azabache y, como todo habitante de la Ciudad Esmeralda, sus ropas eran de diferentes tonos de verde.
El Mago reparó de la guapa rubia que acompañaba a Isabella. Mientras, la bruja se paseó con cuidado por la sala, queriendo ver más de cerca la enorme cabeza que les había dado la bienvenida en un principio.
— ¡Tanya! La 'V' es muda. — comenta la rubia con una ligera risa, desconcertando al Mago.
Sin más que agregar, el hombre se vuelve hacia Isabella para encontrarla rozando cuidadosamente la gran cabeza con un dedo. Sonrió.
— Creo que es un poquito exagerado, ¿no? — dice algo avergonzado. — Pero la gente espera estas cosas… y a la gente, hay que darle lo que pide.
Ambos miraron la cabeza en silencio. Bella lo miró.
— Me hace muy feliz conocerlo. — susurró Bella intentando pasar el nudo que se arremolinaba en su garganta. Durante toda su vida había esperado esta oportunidad y al fin se volvía realidad.
— ¡Eso es bueno! — festejó El Mago. — Y eso es lo que más me gusta, hacer feliz a la gente. — miró con algo de nostalgia hacia la ventana, sin dejar de hablar. — Yo soy un gran sentimental… no fui papá y ciertamente es una pena. Creo que por eso soy tan paternal, por eso en Oz son todos 'mi bebé' — sonríe abrazando a Bella. — 'mi nena'. — continua, ahora abrazando a Tanya, que se les había acercado. — Soy de los que piensa que, al menos una vez, nos debe de llegar la hora de volar. — tomó a Isabella por los hombros, mirándola a los ojos con intensidad. — Y volarás conmigo… tal vez tú logres que me sienta cual papá.
A Bella se le llenaron los ojos de lágrimas, todo era mejor de lo que hubiera podido soñar.
— Señor Mago, eso es hermoso… — confesó Bella. — Pero no crea que hemos venido solo por nuestro beneficio. — añadió recomponiéndose.
— ¿Ah, no? — inquirió Tanya confundida.
— No… — Isabella la miró con intensidad para luego volver a mirar al Mago. — Venimos porque algo malo está sucediendo con los animales. — el rostro del profesor Cullen apareció en la mente de Isabella.
— ¡Por favor! Soy el Mago de Oz, ya sea por que vinieron. — rió amablemente el Mago. — Mi trabajo es concederles su solicitud. Claro, primero deben ponerse a prueba.
— ¡Claro! — exclamó emocionada Tanya, antes de empujar a Isabella. — Ponte a prueba… ponte…
— Pero ¿Cómo? — preguntó la chica verde, tartamudeando nerviosamente.
El Mago le hizo un gesto con la mano, instándola a esperar.
— Señorita, el libro. — llamó en voz alta el Mago.
Nada pasó durante algunos, hasta que de repente la puerta de la habitación se abrió con un estruendo y por ella apareció la Señorita Esme, ahora vestía un lujoso vestido (también verde) y entre sus manos traía un enorme y viejo libro.
— En seguida su majestad. — exclamó ceremoniosamente la señorita Esme antes de sonreírles a las chicas.
Ambas se encontraban gratamente sorprendidas, aliviadas de tener una cara conocida cerca.
— ¿Señorita Esme? — exclamó emocionada Tanya.
El Mago se movió para situarse al lado de la recién llegada.
— Veo que conocen bien a mi nueva secretaria de prensa.
— ¿Secretaria de prensa? — sonrió Bella con admiración. Se sentía profundamente feliz que la Señorita Esme pudiera desempeñar su trabajo en un cargo mucho más importante que en el instituto.
— Así es, hijas mías. Ahora soy clase ¡Premier! — dijo en tono arrogante moviendo su cabello, haciendo reír a las estudiantes. — El mago es muy generoso… si haces algo por él, él hará mucho más por ti. — miró profundamente a los ojos de Isabella.
— Pero, ¿Qué quieren que yo haga? — dudó por unos momentos, la castaña.
El Mago se adelantó.
— Veras… — camina hacia un extremo de la habitación donde se encontraba una puertecilla que hasta ese momento no había notado. Al abrirla, salió un pequeño y lindo mono color chocolate. — Este es mi chango, Chistery. — presentó el Mago y, por unos instantes, las brujas se sorprendieron al ver que el animal les dedicaba una graciosa reverencia. — Todas las mañanas, Chistery mira por la ventana contemplando a las aves con mucha ansiedad.
— Por eso a su magnificencia se le ocurrió hacer un conjuro de levitación. — finalizó la señorita Esme, mostrándole a Isabella el libro que estaba en sus manos.
— No puede ser… — exclamó Tanya con emoción y se acercó casi corriendo. — Ese es el Grimery…
— Si, es el libro de dramaturgia y encantamientos. — explicó Esme.
— ¿Puedo tocarlo? — susurró con voz contenida, estirando la mano.
— No. — exclamó Esme antes de alejar la mano de Tanya con un manotazo. Se volteó y puso el libro en las manos de Isabella.
Esta lo tomó y se arrodilló para apoyarlo en el suelo y poder leerlo con más atención. Sintió que, a su alrededor, Chistery saltaba intentando atraer su atención.
— Que curioso lenguaje… — susurró debajo de su aliento.
— Ah, sí. Es la lengua perdida de la magia… — se inclinó Esme hacia Bella. — No te desanimes si no puedes leer nada, a mí me tomó años descifrar uno o dos conjuros. — Isabella la interrumpió.
— Ahben Tahkay Ahben — unas ligeras cosquillas pasaron por los brazos de Isabella, obligándola a levantarlos. — Tahkay Ahben Atum Ahben Takayah Entayah Ah — la joven bruja nunca había sentido esta cantidad de poder antes, la abrumaba enormemente. — Entayah Tifentah Ahben Tahkay Ah
— Ay, Oz Poderoso. — exclamó la señorita Esme al notar la ligera neblina que salía de los dedos de Bella.
— ¡Chistery! Que experiencia estas a punto de tener. — celebró el Mago.
El momento de festejo rápidamente fue reemplazado por un aire de preocupación. Isabella necesitaba saber qué le pasaba a Chistery. El mono había empezado a chillar y correr por toda la estancia con pánico, con dolor, el sonido empezaba a sacar de quicio a Isabella quien, desesperada, deseaba aliviar el dolor que habá provocado sin querer.
— ¿Qué tiene? ¿Qué le pasa? ¿Por qué hace así? — chilló en pánico la bruja.
Todos los presentes miraron al animal sin saber qué hacer. Isabella buscó entre las páginas del libro algún hechizo para deshacer el anterior.
— Tranquila niña, es solo la transformación. — dijo Esme de manera tranquila. Isabella la fulminó con la mirada.
— No, pero le está doliendo. ¿Cómo hago que se detenga? — exigió saber, aun desde el suelo.
— No puedes. Una vez el hechizo esta dicho, no hay forma de deshacerlo.
Casi con el mismo dolor que Chistery, Isabella lo observó. Con miedo, el animal se acercó a la chica verde, buscando alivio, esta lo abrazó sin poder hacer más nada. Un par de segundos pasaron antes de que Chistery se empujara lejos de los brazos de la bruja y se doblara contra sí mismo, quedando su espalda arqueada.
Grande fue la sorpresa de todos cuando del animal salieron unas enormes alas. No de la clase de alas que Isabella hubiera pensado, llenas de plumas y suaves. Estas tenían la oscura piel estirada, casi tirante, de la parte más alta, salían ligeros picos que Isabella juró que parecía ser el hueso que sostenía la nueva extremidad.
Chistery lanzó un chillido.
— ¡Impresionante! — dejo escapar el Mago.
Tanya, quien se había mantenido sorprendida y ajena a todo, se apuró para llegar hasta Isabella, intentando consolarla. La señorita Esme también se movió hacia el Mago.
— Se lo dije, Señor. Le dije que tenía poderes que nos serían muy útiles.
— ¿Usted planeo todo esto? — Isabella se puso en pie encarando al par frente a ella, sintiendo los brazos de Tanya rodeándola.
— Y esto solo es el principio. Mira, mira lo que has hecho. — el Mago se movió rápidamente hasta llegar a una palanca que estaba colocada detrás de la enorme cabeza. Al jalarla, la pared detrás de la puertecilla se alzó y detrás de una pared más ligera de cristal, todos pudieron ver a los cientos de monos, cada uno corriendo por todos lados, con un par de alar idénticas a las de Chistery. — Si esto es lo que puedes hacer a la primera, ¡El cielo es el límite! — sonrió.
Isabella no daba crédito a lo que veían sus ojos.
— Que extensión de alas, que increíble. A poco no serían unos espías perfectos. — susurró Esme al llegar al lado del Mago.
Las brujas se sobresaltaron.
— ¿Espías? — graznó la chica verde. El Mago fingió un exceso de tos.
— Tiene razón… suena violento. — caminó unos pasos en dirección a Isabella, quien retrocedió. — Que te parece… monos exploradores… ¡sí! Eso es lo que serán verdaderamente. — empezó a explicar. — Volarán por todo Oz, cuidando que no haya anomalías.
Sin saber qué hacer a continuación, Isabella caminó hasta la pared de cristal para observar a los pobres animales que estaba detrás de esta. Ahora sufría, por su culpa. De repente, una idea cruzó su mente, poniendo en alerta todo su cuerpo.
— Entonces… ¿era usted? Usted es el que está detrás de todo esto.
— Isabella, cuando llegue por primera vez aquí, había descontento entre los habitantes. Como todos saben, la mejor manera de unir a la gente es ponerle un buen enemigo. — explicó de manera lenta el hombre, sintiendo el cambio de las emociones de Isabella.
— Usted es incapaz de leer este libro, ¿verdad? — la tristeza obligaba a Isabella a hablar en susurros. Todo este tiempo… — Por eso necesita de enemigos y espías y jaulas. — toda su vida… esperando… al fin… — Usted no tiene ningún poder…
— Emmm… exacto. — ante la afirmación del Mago, Bella tuvo que apoyarse contra el cristal al notar que sus piernas le fallaban. — ¡Por eso necesito de tu ayuda! Date cuenta… — armándose de valor, un plan empezó a formarse en la cabeza de la castaña, hizo acopio de su fuerza y caminó lentamente hasta el Grimery, que seguía en el suelo. — el mundo es tu ostra, tienes muchas oportunidades por delante. Las dos. — exclamó el Mago volviéndose hacia Tanya.
— ¡Gracias su majestad! — la rubia hizo una pequeña reverencia, pero no despegó sus ojos de Isabella. Podía ver en su rostro que algo planeaba.
— Y a las dos las llevaré a volar… — empezó a decir el Mago.
— ¡NO! — gritó Isabella, negándose a aceptar esta verdad. Corrió el tramo que le faltaba y se lanzó para tomar el libro, echándose a correr a través de la puerta e salida.
Pareciera que todo el castillo empezó a moverse en ese momento.
— ¡Isabella! — gritó la señorita Esme corriendo hasta la puerta, no había ni rastro de hacia dónde pudo haber ido Bella.
— ¡Bells! Lo siento mucho su majestad… ¡ahorita la traigo! — chilló Tanya sin saber muy bien qué hacer. Sin esperar un momento más, salió por la puerta en la misma dirección que Isabella. ¿En qué las había metido ahora?
El Mago caminó furiosamente hasta detrás de la cabeza, con el propósito de alertar a todo el castillo. Presionó un pequeño interfón pegado en la pared.
— ¡Guardias, guardias! Hay una fugitiva en el palacio. ¡Encuéntrenla, captúrenla! La quiero… aquí. — gritó por el aparatejo.
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Tanya pensaría que llevaba algunos minutos corriendo sin saber exactamente a dónde se dirigía, pero sus dudas se aclararon cuando vio el borde de la falda de Isabella moverse en una esquina al dar la vuelta. Gracias a Oz la había encontrado.
— ¡Bells! ¿Qué haces? — exigió saber cuando Isabella por fin se detuvo frente a una puerta, más allá del pasillo solo terminaba en una pared.
— Ya no hay más escaleras, esta debe ser la torre más alta. — con un empujón abrió la puerta y jaló a Tanya dentro. Una sola ventana iluminaba el cuarto, parecía más bien una bodega abandonada. — Los guardias están subiendo, tenemos que poner una barricada en la puerta. — buscando entre las cosas amontonadas, Bells tomó una escoba y una silla, colocándolas debajo del picaporte, para que no pudieran abrir. — Esto deberá ser suficiente.
Fue en este momento que Tanya explotó.
— ¿Por qué no pudiste quedarte quieta por un segundo, en lugar de perder los estribos? — Bella se volteó, sorprendida ante el arrebato.
— ¡Estoy cansada de que todo el mundo me diga cómo debo comportarme! ¿No entiendes lo que está pasando? El Mago ya no es la respuesta ahora, nunca fue la solución. ¡Era el causante de todo esto! — intentó hacer entrar en razón a su amiga.
— El mundo no es un campo de rosas, ¡qué mal por ti! Despierta, Isabella, el mundo no es un cuento de hadas. Deja de intentar darte aires de grandeza. — Tanya empezó a caminar en círculos por el cuarto, haciendo ademanes con los brazos. — Si, el Mago no es lo que pensábamos que era, pero ahora tienes la oportunidad de hacer algo. Con el Mago a tu lado, tendrás el poder de cambiar las cosas.
— ¡No! Él solo buscará limitarme, al igual que lo intentó Esme durante todo este tiempo. Todo era parte de su plan. Si no hago las cosas por mí misma, nunca sabré de lo que soy capaz. — Isabella se acercó a la ventana.
Tanya caminó hasta su amiga.
— ¡Pues que tengas suerte! — la jaló violentamente del brazo para encararla. — Y que te vaya bien. Ambas sabemos quién se está yendo a la deriva, porque se cree todapoderosa.
Isabella se enfureció.
— Que tengas suerte y que te vaya bien. Espero que seas feliz y continúes con tus vanas ambiciones de servir al grandioso Mago de Oz.
— Y aunque estoy segura de que no te ira bien… — Isabella la interrumpió.
— Te deseo toda la suerte del mundo. — terminó furiosa.
— ¡Y ya! — gritó Tanya dándole la espalda. ¿Cómo saldría de allí ahora? Los guardias pensarían que era cómplice de Isabella.
Ambas se quedaron en silencio, cada una reflexionando cuál sería su siguiente movimiento. Un sonido chirriante las distrajo, haciendo que miraran por la ventana, intentando ver qué pasaba. Se trataba de los parlantes exteriores del castillo, solo se usaban cuando el Mago deseaba dirigirse a toda la ciudad.
— ¡Pueblo de Oz! — la voz de Esme llenó todas y cada una de las calles de la ciudad. — Tenemos una enemiga que debemos encontrar y capturar. No crean nada de lo que les diga, ella es perversa. Fue la causante de la mutilación unos inocentes monos.
— Ay, no… — sollozó Tanya sin poder creerlo. La pobre de Bells… la rodeó con sus brazos.
— Su piel verde es claro manifestatum de su torcida naturaleza. — sin poder contenerse, Bella miró sus manos… miró su piel… ¿era eso lo era? — De esta retorcida… de esta repulsiva… — hubo un momento de silencio. — ¡Bruja Malvada!
La mente de Bella se quedó en blanco. ¿Ahora ella era…? Todo lo que había querido siempre era encontrar su lugar… Todo lo que había pedido era poder ayudar a los Animales, regresarles sus derechos y ahora…
— No tengas miedo… — le susurró Tanya, frotando sus brazos.
Pero la verdad era…
— No… yo no. — murmuró, mirando a la Ciudad Esmeralda en todo su esplendor. — Es el Mago quien debe tener miedo… ¡de mí! — terminó.
Tanya entró en pánico al escuchar las palabras de su amiga.
— Bells, hazme caso, nada más pide perdón antes de que sea muy tarde. — le suplicó de nuevo. Todo esto podría resolverse si…
Isabella la tomó de la mano.
— Lo se… — se miraron por un segundo. — Y… ya no quiero… No… — soltó su mano. — Ya no puedo quererlo más.
— Bells…
— ¿No lo entiendes? Hoy… hoy tenía que suceder y… en este punto ya no puedo deshacer lo que hice, no deseo hacerlo. Tanya… todo este tiempo mis instintos tuvieron razón y yo seguía empeñada en creer que el mago era la respuesta a todo.
— Isabella, solo debemos…
Pero Isabella ya no la escuchaba, si mirada se había perdido en el horizonte. Tuvo la vista perfecta para notar a los guardias saliendo del palacio y llenado las calles. Buscándola.
— Creí que lo peor que podría haberme pasado era un corazón roto… pero me rompieron el corazón, y ahora… no dejaré que también rompan mi alma.
— Bells, ¿de qué estás…
— Tengo que volar… — reflexionó Isabella, a lo lejos se apreciaban las enormes puestas, la entrada de la ciudad esmeralda y, más allá, en camino amarillo. — Si voy en contra de la gravedad, si cruzo la ciudad desde lo alto, nadie podrá alcanzarme. — sonrió ante la idea que se había formado en su cabeza.
— Isabella, eso es imposible. Si, le diste alas a un mono, ¿y qué?
Un fuerte golpe en la puerta las detuvo.
— ¡Abran la puerta en nombre de su altísima majestad! — los guardias por fin las habían encontrado, y no dejaban de golpear, la puerta no resistiría por mucho tiempo.
Sin dudarlo un momento más, Isabella sacó el Grimery de su desgastada bolsa y se arrodilló en el suelo, buscando algún hechizo útil.
— Ahben tahkay ah tum entay ditum entayah, — la conocida sensación llenó sus sentidos. — Ahben tahkay ah tum entay ditum entayah.
— ¿Qué haces? — A estas alturas, Tanya estaba harta de ese libro. — Deja eso. Eso fue lo que empezó todo este problema, con esos espantosos conjuros para levitar. ¡Ya! — chilló desesperada, empujando a Isabella para que saliera de su trance y se alejara del libro. — ¿Y bien? ¿Dónde están tus alas? — la bruja se llevó las manos a la espalda, intentando descifrar el funcionamiento del hechizo. —Tal vez no eres tan poderosa como crees… — pero un movimiento en la puerta llamó su atención. Alzó la vista. — Santo Oz…
Allí, frente a ellas, frente al par de amigas brujas… se encontraba la escoba que Isabella, anteriormente, había colocado contra la puerta… flotando.
— ¡Te lo dije Tanya! — Isabella corre para tomar la escoba, riendo. — Ves que te lo dije.
Una serie de golpes volvieron a escucharse detrás de la puerta.
— ¡Derriben la puerta! Preparen la catapulta. — era, de nuevo, la voz de uno de los guardias.
— Vamos, sube. — apuró a Tanya, haciendo un ademán con la mano.
— ¿Qué? — la rubia retrocedió algunos pasos, sin creer lo que Bella estaba proponiendo.
— Ven conmigo, imagina lo que podemos hacer… unidas. Juntas no tendremos límite, dime quien nos podrá ganar. Tanya, ¿no ves? Todos los sueños que planeamos…
— Todo en nuestras manos… — susurró Tanya, mirando a Isabella a los ojos. Si fueran juntas, entonces… ellas podrían…
— Con dos en contra de la gravedad, ¡Nadie nos va a detener! — exclama Isabella y Tanya se aleja, asustada de sus propios sentimientos. — ¿Qué paso? ¿Vienes?
Al borde del llanto, Tanya buscó algo que decirle.
— Bells… estas temblando. — Isabella cerró los ojos, decepcionada. Tanya buscó entre las cosas del cuarto y encontró una vieja capa negra. — Toma, ponte esto. — abrochó la capa sobre los hombros de su amiga, sin poder verla a los ojos realmente. Bella quiso imitar a Tanya y dejar que las lágrimas salieran libremente, pero sabía cuáles serían las consecuencias de hacerlo, de todas formas, se recompuso lo mejor que pudo. Tanya por otro lado, ya dejaba salir uno que otro sollozo, desconsolada. — Si esto es lo que de verdad quieres… entonces… que tengas suerte. — susurró Tanya con la voz quebrada por el llanto.
¿Era así como terminaría? ¿Era de esta forma que sus destinos se separaban para siempre?
— Si esta es tu decisión… entonces… espero que tú también tengas suerte. Espero no te arrepientas de este momento. — Isabella no pudo evitar el toque amargo con el que salió su apretada voz.
— Espero que halles suerte en lo que intentas hacer. — ambas amigas se miraron a los ojos destrozadas. — No me olvides, Isabella. — rogó la chica rubia.
— No me olvides, Tanya. — Ambas permanecieron cerca, apoyando la frente contra la otra, lanzando una plegaria al cielo, deseando que esta no fuera la última vez que se tuvieran así. Se separaron cuando la puerta salió volando por los aires. Isabella corrió a esconderse, deseando que eso fuera suficiente para que los guardias se dieran por vencidos, pero estos tomaron a Tanya por los brazos, haciendo que esta chillara con terror. — ¡Suéltenla! — gritó saliendo de su escondite. — Soy yo quien ustedes buscan, ¡yo!
Y con estas palabras, Isabella se montó a la escoba sujetándose fuerte, sintiéndose a sí misma elevarse de manera estable. Todas las personas que habían entrado a la habitación dejaron salir un jadeo de sorpresa ante la visión de la joven bruja volando.
El horizonte es el límite, pensaba Isabella, fascinada ante la sensación de estar volando. Después de todo el mago tenía razón, si me llegó la hora de volar, pensó con amargura.
— ¡Que todo el mundo sepa la verdad sobre este día! — gritó hacia los guardias. — De cómo Isabella Swan logró desafiar las leyes, de cómo el mago dejó de ser quién pone las reglas. — Salió disparada por la ventana ante la mirada horrorizada de todos.
La corriente de aire del exterior se estrelló con su rostro y ayudó a la escoba a ir más a prisa.
Nunca bajaré de aquí.
Se deleitó dando algunas vueltas por sobre la ciudad, llamando la atención de los ciudadanos y de los guardias, quienes se estaban aglomerando en la plaza central. Algunas personas la señalaban, algunas sentían miedo, otras solo asombro. Pero quedaba claro que nadie olvidaría ese día.
Recordando su propósito, Isabella maniobró para regresar a la plaza central frente al palacio, donde el Mago y la señorita Esme la miraban desde el balcón.
— ¿Puedes verme? ¿Era esto lo que querías? — gritó con desesperación. Necesitaba que el mago viera de lo que era capaz para que desistiera de sus planes de acabar con los Animales.
¡Es la bruja malvada! — escuchó que alguien entre la gente gritó, y algunos empezaron a señalarla.
Una risa de júbilo se apoderó de ella al sentir la adrenalina. Se dirigió a los habitantes de la ciudad Esmeralda.
—¡Y nadie en todo Oz! Ni Mago, ni hechizo, lograrán bajarme. ¡Nunca!
Y durante mucho tiempo, esa fue la última vez que alguien volvió a ver a Isabella, la buscaron incansablemente durante meses.
Simplemente, desapareció.
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Francamente, creí que tardaría más en escribir este capítulo jajaja supongo que me emocioné mucho jaja es que es de mis escenas favoritas… ¿se impactaron? Yo la verdad disfruté mucho escribiendo este capítulo. Espero que les guste n.n
Ay, chicas… ya vamos a la mitad de la historia… según mis cálculos deberían de quedar uno caps para terminar la historia… igual y me vuelvo un poco loca y hago más caps jaja pero aiñ kemosion
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¡Nos leemos pronto!
