Los personajes pertenecen a la asombrosa Stephenie Meyer. La historia está basada en el libro "El Maravilloso Mago de Oz" de Lyman Frank Baum, en el libro "Wicked: Memorias de una Bruja Mala" de Gregory Maguire y en el libreto de la puesta en escena "Wicked: La Historia jamás contada de las Brujas de Oz" de Winnie Holzman. Yo solo quise hacer una interpretación diferente de las historias.

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Dos años después.

La tarde había sido bastante tranquila y el día bastante soleado. Los habitantes de Munchkinland se sentía agradecidos por el agradable cambio en el clima, en aquel país las estaciones podían volverse agresivas en cualquier momento.

Alice, quien había regresado permanentemente al hogar de su padre hace un par de años, había ocupado su tarde revisando documentos importantes que necesitaban su aprobación lo más pronto posible. En eso seguía sumergida cuando Jasper tocó la puerta de la oficina y entró sin esperar respuesta, en sus manos cargaba una taza de té y algunas galletas.

— ¿Necesita algo más, señora? — preguntó con voz vacía.

Al igual que Alice, Jasper había pasado todo su tiempo en la casa de gobernación de Munchkinland, al salir de Shiz, Alice le había pedido que la ayudara volviéndose su asistente personas… él se sentía más bien como un sirviente.

Y, al final, nada había hecho cambiar de parecer a Alice.

— Te he pedido que me llames Alice, ¿recuerdas? — susurró Alice suavemente. Jasper apretó los labios, dejando el té y las galletas en el gran escritorio de madera.

— Si, señora. — dijo el rubio duramente. Sin esperar respuesta, se dio la vuelta, saliendo rápidamente de la oficina.

Alice intentó ir tras él, pero con la estorbosa silla de ruedas le era muy difícil seguirlo de forma rápida.

— ¡Jasper! — lo llamó sin mucha voluntad, sonando más como un ruego.

Muchos años habían pasado, y para Alice, era desalentador el nunca haber logrado dar el siguiente paso con Jasper. Después de todo, él siempre estuvo a su lado cuando Isabella había escapado después de armar un escándalo en Ciudad Esmeralda, dejándola sola a merced de su padre, teniendo que dar explicaciones de cosas de las que no tenía ni idea. Y a pesar de todo eso, Jasper siempre había permanecido a su lado.

Pero ahora pareciera que no puede ni verme.

— Parece que la más hermosa solo se vuelve más hermosa. — se escuchó una voz por la oficina, arrancándole un grito de sorpresa a Alice. Allí, a un lado de la ventana abierta, estaba de pie una figura alta y delgada envuelta en un complejo vestido negro. Parecía que habían remendado cientos de retazos de tela para armar la amplia falda, y el sombrero en punta terminaba el escalofriante cuadro. — Mientras la verde solo se vuelve más verde. — Alice solo la miró. Sus ropas negras y la larga y retorcida escoba en su mano la pusieron a la defensiva. Habían pasado muchos años desde la última vez que la había visto, que habían compartido la misma habitación, que había escuchado su voz. — Lo siento. ¿Te asusté? Parece que suelo tener ese efecto en las personas. — Isabella se sintió repentinamente incómoda al no recibir ninguna respuesta por parte de su hermana pequeña. Su vestido azul petróleo se veía demasiado serio y formal para la chica llena de vida que recordaba, pero después de todo, habían pasado muchos años desde la última vez que la había visto… aquel día en la estación de tren. — Es bueno verte.

La bruja le dio una pequeña sonrisa, incapaz de recordar cómo se sonreía correctamente, estos años le habían enseñado que no había razones para sonreír. Alice se enderezó en su asiento, tensando el rostro.

— ¿Qué estás haciendo aquí? — la voz de Alice, siempre suave, sonó más como un gruñido contenido.

— No hay lugar como el hogar. — dijo Isabella con ácido sarcasmo, no era difícil leer las emociones de su hermana. Soltó un suspiro. — No creí decir esto alguna vez… pero necesito la ayuda de padre. — Alice negó con la cabeza, pero Bella continuó. — Necesito que se ponga de mi lado.

— Eso es imposible.

— No, no lo es. No si tú le preguntas. — replicó la bruja, dejó descansar la escoba a un lado de la ventana por la que había entrado. — Lo hará por ti, Alice. Sé que él lo hará.

— Papá murió.

Por unos segundos, el silencio fue insoportable.

— ¿Qué? — instintivamente el cuerpo de Bella se tensó, dio un paso atrás en dirección a la ventana, buscando automáticamente una salida.

— Está muerto. Yo soy gobernadora ahora. — dijo Alice con voz dura. — ¿Qué esperabas? ¡Después de que descubrió lo que hiciste! — desarmada Bella caminó hasta la ventana, sosteniéndose del alfeizar. — ¡Murió de pena! Avergonzado hasta la muerte…

Isabella no podía creerlo. Era cierto que Charlie no había sido el mejor padre, pero ella recordaba los primeros años de su vida, los intentos de Charlie por crear cualquier tipo de vínculo con ella.

Se le llenaron los ojos de lágrimas al recordar el día en que su padre le había dado su primer baño, lo mucho que se había asustado al escuchar los gritos de su hija y lo roja que se había puesto su piel. Entre sueños creía también recordar algunas lágrimas rodando por el rostro de su recto padre. Si bien la mayoría del tiempo se encargaba en hacerle saber lo mucho que lo avergonzaba, Bella sabía que siempre sería su padre y la ayudaría (aunque fuera de mala gana).

Un siseo salió de sus labios cuando una lágrima se desbordó de su ojo. Intentó sostener las temblorosas piezas de su corazón y mantener la compostura. No llores, no llores, no llores… Al menos su padre no sufriría al ver el destino de su hija mayor.

— Bien. Me alegro. Así es mejor. — murmuró volviendo a mira a su hermana.

— ¡Eso es muy malvado! — Alice miraba a su hermana mayor con ojos como platos.

— No. Es la verdad. Porque ahora solo somos nosotras. Puede ayudarme, y juntas…

— ¡Cállate, Isabella! — gritó Alice. — Para empezar, no puedo darle refugio a una fugitiva. Y, ¿por qué te ayudaría? — maniobró en su silla de ruedas para acercarse a Isabella. — Te la pasas volando por todo Oz, ayudando Animales que desconocidos… y nunca has intentado usar tus poderes para ayudarme a mí.

— Ali… no… — intentó serenarla Bella.

— Toda mi vida he dependido de ti y de esta maldita silla de ruedas. ¿Cómo crees que me siento? — Alice empezó a llorar durante su furioso parloteo. El corazón de Isabella empezó a doler.

— Alice, no hay un hechizo para todo… la magia es misteriosa. — sin poder soportar más tiempo viendo sufrir a su hermana, Isabella se acercó y se arrodilló frente a Alice. — No es como ponerse un par de… — una idea cruzó por su mente al notar las zapatillas de rubí que estaba usando su hermana, regalo de su padre.

Buscando en su vieja bolsa, sacó el Grimery y se apuró para llegar al escritorio de su hermana y empezó a buscar entre las páginas del antiguo libro.

Ambulahn Dare Pahto Pahpoot… — empezó a murmurar Bella. — Ambulahn Dasca Caldapess… — miró a Alice, intentando enfocarse.

— ¿Q-Qué estás haciendo? — tartamudeó Alice nerviosa.

Lahfenahto Lahfenahtum — el trance de Isabella se pudo reflejar en las ligeras chispas que empezaron a salir de sus manos. — Pede Pede Caldapess…

— ¡Oh! ¡Mis zapatos! — exclamó Alice. Las zapatillas de rubí empezaron a brillar y la menor de las hermanas entró en pánico al sentir cómo estos se calentaban al punto de quemarle los pies.

Lahfenahto Lahfenahtum…

— ¡Mis pies! ¡Me están quemando! — volvió a gritar. Ahora se hallaba entre horrorizada y fascinada, nunca en su vida había tenido ningún tipo de sensación en sus piernas.

Pede Pede Caldapess…

— ¿Qué le hiciste a mis zapatos? — sus gritos se callaron en el momento en el que uno de sus pies se movió hacia enfrente, como si tuviera vida propia. El otro pie lo siguió y, tentativamente, Alice se impulsó con los brazos para intentar ponerse en pie. Isabella, igualmente sorprendida, intentó acercarse a su hermana. — ¡No! Quiero hacerlo sola.

Obedeciendo los deseos de su hermana, Isabella miró la escena con extremo deleite.

— No puedo creer que, por fin, por fin logré hacer algo bueno con estos poderes. — decía la bruja sonriente.

Junto con la emoción del momento, Alice sintió el impulso de hacer partícipe a la única persona que le importaba realmente.

— ¡Jasper! ¡Jasper, ven rápido! — exclamó Alice dando algunos cautelosos pasos hacia la puerta. Pensando en sorprender a su amado, se dejó caer sobre la desdichada silla de ruedas.

— ¿Jasper? — inquirió Isabella asustada, nadie podía saber que ella estaba allí.

— Jasper, ven acá rápido. — volvió a decir Alice en voz alta. Isabella caminó hasta ella sacudiéndola por los hombros.

— Alice, espera. — dice con urgencia. — Nadie puede saber que estoy… — se vio interrumpida por la puerta abriéndose.

Jasper había caminado tan rápido como podía, a Alice no le gustaba que la hicieran esperar.

— ¿Me buscaba, señora gobernadora? — Asomando la cabeza, abrió los ojos al notar a Isabella de pie al lado de su hermana, esta le regresaba la mirada con la misma expresión.

— Jasper. — llamó Isabella, en parte advertencia, en parte ruego. Hizo el intento de acercarse al chico.

— ¡Quédate donde estás! — exclamó Jasper aterrorizado. A Bella se le partió el corazón.

— Jasper, solo soy yo. No voy a lastimarte. — dijo lastimosamente.

— ¡Mientes! Es todo lo que sabes hacer. Tú y tu hermana. Ella es tan malvada como tú. — Jasper levanto las manos, intentando protegerse de cualquier posible ataque de parte de la bruja mala.

— ¡Jasper! — Alice no podía creer lo que escuchaba.

— ¿De qué estás hablando? — quiso saber Bella.

— Hablo de mi vida. Lo que queda de ella… no soy libre de dejar Munchkinland. ¡Ninguno de nosotros puede! Desde que ella se tomó el poder empezó a despojar a todos los habitantes de sus derechos. Y no siquiera teníamos tantos para empezar. Y, ¿sabe por qué? — los ojos del chico se llenaron de lágrimas.

— Para que te quedaras conmigo. — dijo Alice casi avergonzada. — Pero, nada de eso importa ahora. ¡Mira! — con movimientos inseguros, logró ponerse de pie de una sola vez, dejando caer la suave manta que había puesto sobre sus rodillas.

— ¿T-tu hiciste esto por ella? — susurró Jasper en shock. Bella asintió son estar segura de la reacción que esperaba.

— Lo hizo por nosotros. — respondió Alice llorosamente. Jasper se apresuró a su lado, tomándola de las manos.

— Oh, Alice. Esto cambia todo. — sonrió esperanzadoramente.

— ¡Lo sé!

— Alice… — susurró Jasper, aun sonriendo.

— ¿Si? — la menor de las hermanas le regresó a sonrisa. Jasper la tomó por los hombros, su sonrisa se hizo más grande.

— Estoy seguro de que ahora no me necesitarás todo el tiempo… podría ser que por fin tenga la oportunidad de irme.

— ¿Irte?

— ¡Si! Necesito llegar al baile de la Ciudad Esmeralda. Hoy se anunciará oficialmente el compromiso entre Tanya y Edward. — ambas hermanas se tensaron en su lugar al escuchar las palabras del rubio. Claro, fue por motivos muy diferentes.

— ¿Tanya? — murmuró Alice sin poder creer lo que Jasper decía.

— ¡Así es, Alice! — Jasper parecía estar a punto de saltar en su lugar de la emoción. — Aún estoy a tiempo de decirle lo que siento por ella. Alice… — ahora el rubio miraba a Alice soñadoramente. — Perdí mi corazón en el primer momento que vi a Tanya. Lo sabes.

— ¿Perder tu corazón? — la pequeña chica se deshizo del agarre del chico de un manotazo. — Ya veremos eso.

Isabella se acercó despacio a su hermana al ver que ésta estaba perdiendo la cordura.

— Alice, deja que se vaya.

— ¿Crees que dejaré que te vaya así? ¿Qué me dejes aquí? — su pequeña figura empezó a acorralar a Jasper contra la pared detrás de este.

— N-no te acerques a mí. — tartamudeó nervioso.

— ¡Solo conmigo vas a perder el corazón! — Alice había enloquecido de rabia. — Así tenga… así tenga… — miró alrededor de la oficina, buscando algo que le hiciera sentido a su atormentada mente. Sus ojos encontraron su objetivo en un segundo. — Así tenga que hechizarte.

Sin otra palabra, Alice corrió hasta el enorme escritorio, donde Bella había dejado el Grimery. Como en una carrera, empezó a pasar las páginas, hasta que un corazón apareció dibujado en una de las desgastadas páginas. Empezó a leer.

Ah toom… Tah take…

— Alice, ¡basta! Es peligroso. — Bella corrió para tomar a su hermana por los hombros.

— ¿Q-Qué… ¿Qué es lo que está haciendo? — exigió saber Jasper, mirando como la habitación se tornaba cada vez más fría.

— Alice, ¡estás pronunciando todo mal! — Bella deseaba que todo aquello fuera una pesadilla. No tenía ni idea de lo que resultaría si Alice continuaba leyendo aquel hechizo.

— Te lo advierto… no trates de detenerme… — la respiración de Jasper parecía acelerarse cada vez más. Rápidamente había empezado a jadear.

¡Ah toom core tum! — siguió diciendo Alice sin prestarle atención al chico.

— Oh… — Jasper se dobló sobre sí mismo, como si alguien le hubiera pateado el estómago.

— ¡Jasper! ¿Qué sucede? — gritó Alice en pánico. Por fin había detenido su desastrosa lectura.

— Mi corazón… — susurró sin aire. — Siento como si se estuviera encogiendo. — Antes de que alguien pueda notarlo, la ligera neblina que se había apoderado de la habitación, enfriándola, rápidamente se dirigió hacia Jasper, como si este la estuviera absorbiendo. El rubio cayó desplomado en el suelo.

La habitación se llenó de silencio por unos segundos.

— ¡Isabella! ¡Haz algo! — exclamó su hermana histérica.

— ¡No puedo! — Bella también pareció perder los estribos. — No puedes deshacer un hechizo una vez que lo has lanzado. — la bruja se acercó a Jasper, sin poder creer lo que su hermana acababa de hacer.

— Entonces, ¿qué hacemos? — suplicó la pelinegra. — ¡Todo esto es tu culpa! Si no me hubieras enseñado ese horrendo libro…

— ¡Cállate! — gritó Bella de regreso. — Necesito encontrar otro hechizo, es la única cosa que podría funcionar. — caminó de regreso al escritorio para después empezar a buscar algo en el Grimery, algo que pudiera ser de ayuda.

— Sálvalo… — murmuró Alice con ojos llorosos. ¿Cómo había sido capaz de hacerle algo así a Jasper? — Sálvalo, por favor, mi pobre Jasper. — se dejó caer sobre el amor de su vida. — Mi dulce, mi valiente. No me dejes, Jasper…

Vivahlos Vivahlos… — empezó Bella una vez que encontró lo que parecía ser el hechizo indicado. — Meno Non…

— ¿En esto nos hemos convertido? — murmuraba ahora Alice con la mirada perdida, aun abrazando el cuerpo inerte de Jasper. — Las brujas malas…

Cordo Meno… — la frente de Bella permanecía tensa a causa de la concentración. Su piel había empezado a picar por las ligeras gotas de sudor que empezaban a formarse en sus poros. Pronto estaría toda enrojecida. — Vivahlos Vivahlos Meno…

— Tal vez todos tengan razón y nos merezcamos esto…

Non Cordo… — finalizó Isabella con un suspiro. Cerró el libro y lo metió en su desgastada bolsa. Miró hasta Jasper, notando que el color de su piel empezaba a cambiar. — Está dormido.

Alice levantó la mirada hasta su hermana.

— ¿Qué hay de su corazón? — exigió saber.

— Está bien… — Bella sonrió amargamente. — No va a necesitarlo. — miró distraídamente a la ventana, apreciando el horizonte. — Tengo que irme. Debo llegar a la Ciudad Esmeralda. Lo que le pasó a esos monos fue mi culpa. Debo liberarlos.

Alice se puso de pie de Nuevo, encarando a su hermana. Aun con lo que acababa de pasar… qué egoísta.

— No vas a liberar a unos monos, ¡vas a buscar a Edward! Pero es muy tarde. — al mirar a los ojos de Bella, decidió cambiar su estrategia. — Isabella, por favor. ¡No me dejes!

¡Alice! — exclamó Bella. — Hice todo lo que estuvo en mi mano para ayudar y, aun así, no fue suficiente... — miró a su hermana a los ojos, como si por primera vez lo hiciera. — Y nunca será suficiente…

Le dio la espalda y, sin dar otra mirada en su dirección, tomó su escoba y saltó por la ventana, alzando el vuelo. Alice corrió en su dirección, deteniéndose cuando chocó contra el alfeizar de la ventana. Las lágrimas que había logrado contener todo este tiempo por fin decidieron descender por su cara. La habían dejado completamente sola.

— ¿Dónde estoy? ¿Qué sucedió? — se escuchó una chirriante voz detrás de ella. ¡Jasper! Alice se limpió la cara con sus manos, intentando mejorar su aspecto.

— Nada, solo te quedaste dormido. — Alice intentó sonar alegre mientras se giraba. Un grito de horror dejo sus labios cuando tuvo el primer vistazo de lo que era ahora el amor de su vida.

— ¿Qué sucede? ¿Qué está mal? — Jasper se puso en pie con excesiva dificultad.

Sus músculos se sentían muy tensos, como si hubiera estado inerte por días. Caminó hasta detrás del escritorio para buscar el espejo que Alice siempre mantenía allí, su rostro se sentía muy extraño.

Un jadeo escapó de sus labios al ver su reflejo. Su rostro… era… parecía… ¡su cara era de metal! Pareciera como alguien hubiera esculpido su rostro en láminas de metal, era imposible notar lo que estaba sintiendo a través de sus expresiones, pues estas parecían cinceladas en piedra (o más bien metal).

Llevó su mano hasta su rostro y vio que esta también era del mismo material nuevo. Bajó la vista para ver el resto de su cuerpo y se horrorizó al ver que toda su figura era ahora de metal. Era un… era un…

¡Un maldito hombre de hojalata!

— ¡No fui yo! ¡Fue ella! Intenté detenerla. — sollozó Alice, incapaz de poder acercarse a la cosa frente a ella.

Con asco de ver su propio reflejo, Jasper soltó un desgarrador grito. Soltó el espejo y se apresuró en salir de la oficina. Debía alejarse, debía poner distancia entre él y… y lo que fuera que estuviera pasando.

Esto no podía estar pasando.

— ¡Fue Isabella, Jasper! ¡Fue Isabella!

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¡Todo un drama este capítulo! ¿No creen? Estaba muy emocionada por terminar este cap, ahora sabemos qué sucedió con Alice y Jasper después de que Bella fue a la Ciudad Esmeralda. Triste, ¿no? Francamente no creí que fuera tan largo jaja

Nos deben de quedar uno capítulos por delante. ¿Cómo creen que terminará esta historia? ¡Quiero saber sus teorías!

En fin, espero que les guste, no olviden dejar su lindo comentario, tampoco olviden pasarse por nuesro dramático grupo de FB 'Twilight Over The Moon'.

¡Nos leemos pronto!