Los personajes pertenecen a la asombrosa Stephenie Meyer. La historia está basada en el libro "El Maravilloso Mago de Oz" de Lyman Frank Baum, en el libro "Wicked: Memorias de una Bruja Mala" de Gregory Maguire y en el libreto de la puesta en escena "Wicked: La Historia jamás contada de las Brujas de Oz" de Winnie Holzman. Yo solo quise hacer una interpretación diferente de las historias.
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Era la fiesta más exclusiva el año, eran contadas las personas que habían logrado obtener una invitación al baile de esa noche. Edward había insistido en retrasar el evento tanto como había podido, pero tanto sus padres como los de Tanya (sin mencionar al Mago mismo) habían estado detrás de todos sus movimientos, presionando para hacer oficial el compromiso.
Edward se veía tan galante con su uniforme de capitán de la guardia, el saco verde esmeralda (por supuesto) lleno de intrincados adornos dorados, botones de metal y ajustados pantalones negros. Él se sentía más bien incómodo, la parte de arriba de su uniforme cerraba completamente alrededor de su cuerpo, y si se movía muy rápido, empezaba a faltarle la respiración.
Tanya, por el otro lado. Lucía un elegante y enorme vestido blanco con muchos detalles esmeralda (para poder ir a juego con Edward). El escote dejaba sus hombros y uno de sus brazos descubiertos. Junto con un ornamentado sombrero, toda su imagen gritaba nobleza, por cualquier ángulo en el que la vieras.
Sin embargo, nadie había creído prudente hablarle de lo que se trataba el baile de esa noche. En lo que Edward respectaba, el baile se trataba de algún anuncio tonto que haría el Mago y, como siempre, necesitaba un montón de gente para aplaudirle y decirle lo maravilloso que era.
La cena no había sido nada del otro mundo, aunque las miradas que todos le dirigían a Edward y a Tanya lo tenían al borde. ¿Por qué todos sonríen cuando Tanya me toma del brazo? Se sentí más como un animal en el zoológico que como el capitán de la guardia.
Como si de un museo se tratase, los invitados siguieron al Mago. Al parecer, algunas personas tenían cosas que decir acerca de la situación actual.
— No puede ser que no podamos hacer nada. — había empezado a decir una mujer cuando, aparentemente, fue su turno de ponerse de pie para quejarse. — Cada día se vuelve más malvada, los habitantes de Oz están aterrorizados. Ataca a nuestros guardias y se lleva a los Animales a algún lugar, seguramente dejándoles a su suerte. — Tanya se había asegurado de tomar fuertemente el brazo de Edward para evitar que este arremetiera contra las personas. — Pero todos en esta sala sabemos que esa bruja solo sabe decir mentiras y provocar dolor.
Antes de que el cobrizo se adelantara, Tanya caminó al frente de su amplia audiencia. Recobrando la compostura les brindó una sonrisa tranquila y empezó a hablar:
— Amables personas de Oz, aunque los tiempos sean difíciles y terroríficos para todos, considero ocupar mejor este pequeño momento que tenemos. Hay que disfrutar de la fiesta. — las personas a su alrededor empezaron a aplaudir sonrientes ante la gentil energía que irradiaba Tanya con cada palabra que les dirigía.
La señorita Esme, quien se había mantenido en la parte más alejada de todo, observando, decidió hacer su gran entrada.
— Y no olvidemos quién ha estado al frente de la cacería de la bruja malvada, ¿no es así capitán? — comentó sonriente. De pronto, todos los ojos estuvieron en Edward.
Para él, era ahora o nunca.
— La verdad, yo no la considero una bruja malvada. — varios jadeos de sorpresa y horror sonaron al escuchar las palabras del capitán. — Es por eso que yo…
— ¡Cuéntenos, capitán! — interrumpió Esme con un grito. No era posible que el príncipe estuviera haciendo esto, justo ahora. Muchas veces había intentado convencerlo de que era mejor mostrarse de acuerdo con los deseos del Mago. — ¿Qué siente?
— Mucha frustración. — suspiró Edward. — Pero, me volví capitán de la guardia para encontrarla y… — las caras de todos se relajaron visiblemente al escuchar esto.
— ¡No! — volvió a interrumpir la señorita Esme, ocasionando que Edward gruñera de frustración. — ¿Qué siente al estar comprometido?
El salón se llenó de gritos de felicidad y felicitaciones. Todos parecían haber esperado la noticia. Tal vez esa había sido la única razón por la que habían ido en primer lugar.
Edward caminó rápidamente al lado de Tanya y la tomó por el brazo.
— ¿Esto es una fiesta de compromiso? — inquirió furioso, su mirada hizo que Tanya se encogiera sobre sí misma, pero viendo que nadie despegaba la vista de ellos, se irguió y le dirigió una sonrisa. Terminó siendo, más bien, una mueca de disculpa bastante discreta.
— ¿Sorprendido? — dijo la rubia para que todos la escucharan, miró a Edward con ojos suplicantes.
— Si. — bufó Edward rodando los ojos.
— Sabía que lo estarías. — le dio una mirada llena de significado. Se volvió para sonreír a su audiencia. — El Mago y yo, quiero decir. — todos sonrieron al escucharla hablar. — Porque, justo ahora, no se puede ser más feliz, ¿verdad? Saber que las mejores historias de amor están en los cuentos de hadas. — jaló a Edward para que se parara a su lado. Él accedió casi a regañadientes, pero consciente de las personas que lo miraban. — Él no puede ser más feliz, ¿verdad? — Tanya lo miró, rogándole. Edward no pudo hacer otra cosa que sonreírle. Es que, Tanya siempre se esforzaba tanto en hacer a las personas felices, siempre brindándoles una sonrisa. — Y nos da mucha alegría saber que todos están tan emocionados como nosotros. Porque uno es feliz si hace sus sueños realidad, ¿cierto? — terminó con un leve fruncimiento. Parecía que su mente estaba en otro lugar cuando terminó su discurso.
— Querida niña. — comentó Esme con una sonrisa antes de acercarse a Tanya. — Estamos muy felices por ti. Como secretaria de prensa, me encargaré de que todo OZ sepa lo que sucedió hoy aquí. — la profesora seguí sonriendo, pero tanto Edward como Tanya pudieron notar la sencilla amenaza que se escondía debajo de toda la fachada.
Empujando a la joven pareja (ahora comprometida), Esme hizo un movimiento con la mano, dándole la palabra a otra mujer dentro del público. El capitán y la bruja intentaron alejarse despacio de la multitud, intentando salir de ese lugar lo más pronto posible.
— Se han oído rumores de que fue maldita por usar magia negra y ahora puede verte desde su espalda. — francamente, la mujer parecía bastante loca. — La maldición hace que tenga que cambiar de piel como cualquier serpiente rastrera y, obliga a los Animales a darle refugio. ¡La única manera de defendernos es a través del agua!, pues su alma se volvió tan impura que puede derretirse.
Edward dio un salto.
— ¿Oíste eso? Que el agua la derrite… — le gruñó a Tanya, quien también parecía horrorizada. — Todos aquí están tan huecos de la cabeza que creen todo. — sin esperar respuesta, el capitán de la guardia salió del salón, directo a su alcoba. Estaba tan enfadado que podría golpear una pared justo en ese momento.
— ¡Edward! — urgió Tanya intentando alcanzarlo. Pero, las miradas curiosas no se hicieron esperar, les brindó una sonrisa. — Necesitamos discutir detalles del compromiso, si nos disculpan. — dijo suavemente hacia las personas que estaban allí. Todos le sonrieron embelesados por su belleza y su armonioso tono de voz.
Tanya se apresuró a subir las escaleras a un lado del pasillo para alcanzar a Edward, su respiración estaba entrecortada cunado por fin lo alcanzó, el pasillo era más largo de lo que pensaba. Cuando llegó hasta él, ya tenía una mano en la perilla de la puerta.
Edward la miró al escuchar sus pasos, sus ojos estaban algo llorosos.
— Lo siento, Tanya. No puedo. — susurró de forma contenida. Entró a la habitación y la rubia le siguió. — No puedo estar sonriendo y asintiendo a cada cosa que dicen.
El cobrizo se dejó caer en la cama, con la cabeza apoyada en sus manos, respirando con frustración.
— ¿Tú crees que a mí me gusta escuchar las cosas horribles que inventan? — comentó la joven dolida. — No lo soporto. — se dejó caer en la cama, al lado de Edward.
Tanya tomó el rostro de Edward entre sus manos, limpiando amorosamente las lágrimas que ya rodaban por las mejillas del cobrizo. Con un suspiro suave, se acercó a él para dejar un suave beso sobre sus labios.
— Entonces, ¿qué hacemos aquí? — mencionó Edward cuando se separaron. — Vámonos. — la esperanza brilló en su rostro, haciendo que Tanya se sintiera peor.
Envolvió entre sus brazos al príncipe con desesperación. ¿Cómo podía? ¿Cómo podía pedirle tal cosa? ¿A caso no dimensionaba las consecuencias de lo que podría pasar si huían? Enfrentarían el mismo destino que Bella.
— No puedo. — susurró aterrorizada. Apretó su abrazo cuando Edward intentó separarse. — No puedo ahora que las personas me necesitan, que me piden que les levante el ánimo.
A pesar de lo mucho que se esforzó por no hacer… Edward la entendió. Mucho habían cambiado ambos durante estos años junto al Mago, a veces sentía que estaban hasta las narices, enterrados en el lado enemigo de una guerra que probablemente nunca pasaría en realidad. Edward también tenía miedo, el estar en la guardia le había dado la oportunidad de ayudar a la gente, de hacer un cambio verdadero para los habitantes del país de Oz.
Sin embargo, no pudo contener su siguiente comentario:
— No puedes porque te encanta todo esto. — masculló entre dientes. Al contrario de sus palabras, su cuerpo entero pareció rodear a la joven que se aferraba a él. — Esa es la verdad.
¿Qué era la verdad al final? ¿Quién contaría todo el sufrimiento y horror que se vivía dentro del hermoso palacio esmeralda? ¿Quién relataría su historia cuando ellos ya no estuvieran? ¿Cuándo ella no estuviera?
¿Dónde estaba de todas formas? Pareciera que la había buscado por todo Oz, pero nunca encontraban ni una sola seña que les dijera que ella hubiera estado ahí. Edward ya no tenía nada a lo qué aferrarse, el único recuerdo que le quedaba eran sus memorias. Y, por supuesto, la hermosa chica en sus brazos.
— ¡Tal vez así sea! — Tanya se esforzó por separarse lo suficiente para ver el rostro del cobrizo. Edward se desarmó al ver la misma confusión en su mirada. El mismo dolor. — Pero, ¿es tan malo? — dijo ahora más bajo, como si se lo preguntara a sí misma. Edward unió sus frentes, en un intento de que ambos permanecieran en su lugar, en un intento de no desfallecer por la tristeza. — ¿A quién no le encantaría?
Ambos en mismas condiciones, hechos un mar de lágrimas, se entregaron en un apasionado beso. Con la intención de borrar todo, borrar al Mago, borrar las mentiras, las pérdidas. Sosteniendo sus piezas rotas, intentando encontrar un camino juntos.
Respirando pesadamente por el beso, Edward la miró a los ojos.
— Tu sabes a quien. — dijo de forma rota. Tanya se puso en pie, enojada y confundida.
— Yo también la extraño, pero no podemos dejar de vivir. — por un segundo le dio la espalda, dispuesta a irse, pero Edward era todo lo que le quedaba de su antigua y feliz vida, era todo lo que le quedaba de ella. — Nadie la ha buscado tanto como tú. ¿Qué no ves? No quiere que la encuentren. — tomó le rebelde y dorado cabello del príncipe en su puño, obligándolo a mirarla. — Tenemos que dejarla ir.
Unos segundos pasaron silenciosos mientras la pareja se devolvía la mirada el uno al otro.
Edward atrajo a Tanya y volvió a besar, solo que esta vez el trasfondo del acto era diferente. Sintiendo una necesidad imperiosa, guió a la joven para que se sentara a horcajadas sobre él sin romper el beso. La mente de Tanya estaba tan turbulenta, solo necesitaban un momento, solo quería saber que Edward estaba allí.
Rodaron sobre la cama del príncipe, urgidos de sentirse y saberse acompañados. Cuando Edward continuó sus atenciones hacia su cuello y sus hombros, Tanya por fin pudo respirar con normalidad, aunque aceleradamente. ¿Qué estaban haciendo?
Casi con furia comenzó a desabrochar los botones del saco de Edward, quería sentir su piel bajo sus palmas. Y cuando Edward comenzó a mover sus caderas, ya no hubo razón para detenerse. La ropa pareció sobrar y desvanecerse, queriendo estar seguro de lo que iban a hacer, Edward miró el rostro sonrojado de Tanya, quien con un asentimiento cedió.
Los suaves jadeos y respiraciones entrecortadas comenzaron cuando Edward, tomando a Tanya entre sus brazos, aceleró las embestidas de forma frenética, terminando ambos con un agonizante gemido.
Edward se desplomó sobre Tanya, sudoroso y agitado. Respirando profundamente contra el cuello de Tanya, quien seguía volando entre nubes de colores, dejó un húmedo beso antes de salir de ella, haciéndola soltar otro largo gemido.
— Tienes razón. — declaró Edward. Agotado, rodó sobre su espalda y se levantó para poder llegar al cuarto de baño, a unos pasos de donde se encontraban ellos. Dejando a Tanya flotando confundida sobre la cama.
Al parecer, ninguno de los dos podía dar marcha atrás ahora.
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Porque para mí así se arma un buen drama jaja Obviamente quiero saber lo que opinan ustedes, este capítulo estuvo intenso, yo lo sé.
No se olviden de dejarme su comentario y pasarse por nuestro dramático grupo de Facebook 'Twilight Over The Moon'.
¡Nos leemos pronto!
