Los personajes pertenecen a la asombrosa Stephenie Meyer. La historia está basada en el libro "El Maravilloso Mago de Oz" de Lyman Frank Baum, en el libro "Wicked: Memorias de una Bruja Mala" de Gregory Maguire y en el libreto de la puesta en escena "Wicked: La Historia jamás contada de las Brujas de Oz" de Winnie Holzman. Yo solo quise hacer una interpretación diferente de las historias.
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Pareciera como si toda la alegría del mundo hubiera desaparecido en cuestión de horas.
Horas.
Era el tiempo que Tanya llevaba encerrada en su enorme habitación. Mirando a su alrededor, recordando las pocas noches que, en medio de la noche, Edward había entrado discretamente buscando compañía. Ambos la habían necesitado después de todo.
En un inicio, las preguntas habían barrido sus pensamientos como un huracán. ¿Qué les diría a todos? ¿Cómo les explicaría a los padres de Edward – los reyes – lo que había pasado? ¿Les diría que su hijo había traicionado la confianza del Mago?
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El viaje había sido extremadamente agotador. Habían pasado horas volando por todo Oz – algunas veces sobre las nubes, otras veces haciendo maniobras peligrosas, volando entre los arboles –, siguiendo las instrucciones de Edward. Aparentemente, el plan de Bella se había terminado en el momento en que saltaron por la ventana del palacio.
Finalmente, fueron capaces de entrar al territorio Vinkus (perteneciente a la familia Masen). Edward guió cansadamente a Bella entre las rocosas montañas, hasta acercarse a una de ellas, en la base de esta había una cueva. A primera vista pasaría como cualquier otra cueva ordinaria, pero cuando aterrizaron torpemente, Bella fue capaz de ver el desgaste en la entrada. Como si hubiera sido utilizada continuamente hacía mucho tiempo.
Sus primeros pasos dentro de la cueva fueron torpes y adoloridos. Edward sabía que la vida de Isabella no había estado inundada de lujos, pero viajar sobre una escoba… ciertamente no era algo que estaba emocionado de repetir pronto.
Permanecieron un momento en silencio, segundos en los que intentaron recuperar el aliento y sus miradas chocaron.
Edward se acercó lentamente hasta la joven bruja, casi con miedo de perturbarla, pensando que ella podía asustarse y desaparecer en cualquier momento. Bella imitó su movimiento, deseando convencerse a sí misma de que todo era real, que él verdaderamente estaba frente a ella.
La tensión parecía lanzar su torrente sanguíneo por la borda, como si sus cuerpos presintieran la natural conexión que existía entre ellos.
La primera en hacer un movimiento fue Bella. Acarició suavemente la mejilla del príncipe, quien cerró los ojos ante el contacto perfecto.
Sin poder contenerse, los gruesos brazos de Edward atrajeron el menudo cuerpo de Isabella. Y, por primera vez desde el momento en que posó sus ojos sobre ella, pudo conocer el tacto de sus labios contra los de él.
Caminaron torpemente, adentrándose en la desgastada cueva, esperando poder refugiarse del mundo entero y cruel que los esperaba afuera. Esa noche no hubo pudor alguno entre ellos. Finalmente, habían logrado expresar de alguna manera la intensidad de sus emociones por el otro.
Cuando la ropa por fin desapareció, Edward apreció los distintos tonos que coloreaban el hermoso cuerpo de la bruja. Verde. No más, ni menos. Saboreó con sus manos, y algo más, las oscuras aureolas que coronaban sus senos y pudo dejarse llevar más allá de la planicie de su estómago, arrancando sonidos de placer de Bella.
Esa clase de sensaciones eran extrañas para Isabella, de quien cuya vida solo había sido repleta de dolor y rechazo, sentía como si por primera vez estuviera viva, como si toda esperanza se hubiera recuperado mágicamente debido al encuentro que estaban viviendo ambos. Juntos. Por fin juntos.
Compartieron un lento beso cuando él por fin estuvo dentro de ella, llenándola, haciéndole sentir que toda la espera había valido la pena. Cambiando sus pensamientos tenebrosos por otros llenos de luz y canción.
Isabella no quería que eso acabara. Nunca. Deseaba vivir para siempre en ese momento.
— No me sueltes, Edward. — jadeó Isabella sintiéndose caer al borde del placer, perdida en las sensaciones que el príncipe provocaba. Casi se atrevió a sentir miedo ante la intensidad de lo que su cuerpo estaba recibiendo. Las embestidas de él eran firmes y constantes. Nublando cualquier rastro de consciencia que hubiera sido capaz de proyectar por sí misma.
— Nunca más, amor. — susurró Edward sin aliento.
Esa fue su promesa. Nunca más estarían solos. Nunca más tendrían que fingir ser otras personas. Solo eran ellos, solo importaban ellos.
Mientras viva en ti.
Se aferraron cuanto pudieron al sentir la gigantesca ola de placer que los aprisionó entre sus fauces. No sabiendo cómo conducirse, atinaron a mirarse a los ojos, impactados ante la implacable conexión que parecía crecer con cada segundo que pasaban juntos de esa forma.
La pareja quedó inmóvil por unos segundos, cada uno intentando recuperar el aliento y la sensatez que les había dejado en su arrebato pasional.
Edward movió su rostro lentamente hacia Isabella, sintió un tirón en su cuello a causa del esfuerzo que había hecho.
— ¿Qué pasa? — preguntó el príncipe escuchando el largo suspiro de la joven bruja.
Los pensamientos de Isabella eran un torbellino dentro de ella. Hacía tanto tiempo que deseó poder tener alguna oportunidad con Edward, poder compartir sus sentimientos hacia él... ahora que lo había logrado se sentía...
— Es que... — imágenes llenaron su mente, con flashes de sus días en la escuela. Recuerdos de días mejores. Días más felices. — Por primera vez me siento... — las imágenes se detuvieron de pronto, centrándose en una atractiva rubia que la observaba con una sonrisa. — Malvada.
Un par de parpadeos después, Bella se sentó abruptamente. Sus ojos se habían llenado de lágrimas y luchaba con todo su ser para poder retenerlas.
No llores. No llores.
Los recuerdos de sus momentos con Tanya no ayudaban en nada. La noche después de esa primera fiesta, cómo Isabella había ayudado a Tanya a mejorar sus notas, sus últimos momentos felices en la Ciudad Esmeralda.
Incluso se le vino a la mente su reencuentro, cómo Tanya la había rodeado con sus delicados brazos y había respirado su aroma, susurrando dolorosamente su nombre. Ni un ápice de rencor, ni un gramo de arrogancia.
Solo... amor.
— Está bien. — le consoló Edward cuando llegó a su altura. Su cálida mano frotó su hombro y parte de su espalda, intentando ayudar a la joven bruja a contenerse. — Estamos bien.
Él entendía lo difícil que era para Isabella no llorar. Sabía que de alguna forma habían empezado los ridículos rumores. Isabella no podía estar cerca del agua.
— Solo desearía que... — susurró con voz quebrada.
A Edward se le cortó la respiración. Allí, con la luz de la luna reflejada en su piel, maravillosa, etérea. Él nunca había visto una imagen más hermosa antes.
Su respiración se cortó por unos momentos y le invadió la urgencia de retratar ese momento, esa imagen, su imagen. Isabella, que siempre había sido un torbellino, una fuerza de la naturaleza, por fin bajaba sus barreras. Por fin le mostraba su verdadero ser.
— ¿Qué cosa? — le animó suavemente. Una emoción le recorrió el cuerpo de forma indescriptible, haría cualquier cosa que Isabella quisiera. Movería cielo, mar y tierra hasta conocer todos los deseos de su corazón. Todo, si eso le garantizaba poder ver al menos una vez más su sonrisa.
Acaricio sus mechones rebeldes y se asustó cuando una sola lágrima rodó por su mejilla esmeralda. Dejando tras de sí un delgado caminillo rojizo, mostrando claramente cómo su piel rechazaba cualquier contacto con el agua.
— Desearía poder ser hermosa para ti. — dijo quedamente. Su rostro se tornó casi resignado, como si no hubiera otra forma. Siseó entre los dientes, sintiendo el conocido ardor de sus mejillas. Seguramente ahora estaría apareciendo una horrible marca en el lugar que tocaba la lágrima. Su lágrima.
Siempre contenida. Siempre entera. Incapaz de buscar consuelo en el llanto como el resto de la gente, incapaz de... bueno, de tantas cosas.
A Edward, esta declaración lo movió de maneras que nunca creyó posible. ¿Desearía ser...? Apoyó su frente sobre el terso hombro de ella. Suspiró.
— Bells, no tienes...
— Tranquilo — Bella se apresuró a interrumpirlo. —, no tienes que mentir. — le explicó mirándolo incómodamente. — No tienes que decirme que soy hermosa.
Ella le sonrió de forma deslumbrante.
— No iba a decirlo. — rió Edward al ver la expresión repentinamente seria de Isabella y su cómo ceño comenzaba a arrugarse. — Aunque, no sería una mentira. — la tomó del mentón, rozando dulcemente sus labios. — Solo es ver las cosas de manera diferente. — la atrajo hacia él, necesitando rodearla con los brazos, necesitando sentir su piel contra la suya. — Tu y Tanya se van a reconciliar — habló quedamente contra su cabello. —, y todos podremos superar esto.
Isabella miró aquellos pozos esmeralda con intensidad. La confianza que brillaba en ellos casi la pone al borde de las lágrimas de nuevo.
Juntos. Podrían hacerlo juntos.
Una noche con él era casi suficiente para borrar los últimos años de soledad, años de escasez, años de...
Tomó su rostro con ambas manos. Bajo la luz de la luna, las líneas que surcaban parcialmente su cuerpo parecían brillar. Le dio una breve sonrisa, recorriendo amorosamente los surcos rectos que comenzaban en su hombro.
Afuera de la cueva un sonido llamó su atención. Inclino la cabeza para poder escuchar más cuidadosamente, su mirada aún en el rostro simétrico de Edward hizo que este también se tensara, en estado de alerta inmediata. ¿Alguien venía? ¿Isabella podía escuchar algo? Sabía que la joven bruja tenía habilidades extraordinarias desde el momento en el que nació, pero desconocía si estas se habían desarrollado a lo largo de sus años separados.
Bella se separó, ahora con el ceño fruncido profundamente, cuando volvió a escuchar de nuevo el sonido.
— ¿Qué es eso? — susurró bajo su aliento. Coloco su dedo índice sobre sus propios labios, indicándole a Edward que permaneciera en silencio. Con una señal, ambos se vistieron de forma rápida, listos para correr (o volar) si era necesario.
Lentamente, caminaron hasta la rocosa entrada de la cueva, deseando no tener que partir y dejar aquel cómodo escondite.
— ¿Qué pasa, Bella? ¿Qué escuchas? — susurró Edward, mirándola fijamente.
Abruptamente, Isabella tomó el brazo de Edward, en total alerta.
— ¡Eso! — exclamó la chica, mirando fijamente al busque que se extendía frente a ellos. — Suena como... alguien que llora o algo así.
Edward se relajó visiblemente. Probablemente eran sonidos del bosque, ambos estaban agotados y paranoicos. Nada que una buena noche de sueño no pueda reparar.
— Tal vez solo es el viento. — comentó el cobrizo con tranquilidad. Tomó los hombros de Isabella delicadamente, intentando llevarlos de nuevo a la protección que les brindaba la cueva.
— ¡Mira! — exclamó Bella, ya sin importarle si eran escuchados o no.
Edward alzó la vista hacia el cielo, hacia el lejano punto al que señalaba Bella.
— ¿Qué cosa? — Edward se esforzó al máximo. — Ahí no hay nada... — pero la expresión atribulada de Isabella le hizo repensar mejor las cosas. — ¿Qué ves tú?
— ¿No lo ves? — Isabella parecía casi indignada. — No tiene sentido, es... — dudo unos momentos. — una casa, y...
— ¿Una casa? — Edward habría esperado escuchar cualquier cosa. Fuego, aves, tal vez un ataque sorpresa. Edward se sentía preparado para un ataque sorpresa. Casi lo hubiera preferido.
— ¿Por qué una casa estaría volando? — siguió hablando la joven bruja como si Edward no hubiera dicho nada. Él también quería saberlo. Debajo de sus manos, sintió el cuerpo de Isabella tensarse de forma intensa y abrupta. — ¡Tengo que buscar a Alice! — tomó firmemente su escoba, dispuesta a lanzarse a los cielos en ese instante.
— Voy contigo. — habló Edward firmemente, tomándola del brazo para retenerla.
Bella lo vio claramente entonces, Edward, dentro del Palacio Esmeralda, manejando a los hombres del Mago como un arma más, ladrando órdenes por todos lados.
Y, ahora, aquí está, en medio de un bosque conmigo... sin palacio, sin ejército, sin trono... solo yo.
Bella se preguntó si valía la pena todo lo que el príncipe estaba sacrificando. Se preguntó si ella verdaderamente valía todo eso.
— No. No puedes. — dijo con voz queda sosteniendo su masculino rostro entre sus manos. — Es muy peligroso. — haré lo que esté en mi mano para mantenerte a salvo, al menos puedo prometerte eso.
— ¡Escúchame! — ordenó Edward tomándola de la cintura. — Mi familia tiene un castillo en Kiamuco... — casi se atraganta intentando mencionar el nombre, había tantos recuerdos en ese castillo... haré lo que esté en mi mano para mantenerte a salvo. — nadie vive ahí, excepto por los guardias que lo cuidan. Nunca hemos vivido allí. — al menos no desde...
— ¿Dónde vives entonces? — cuestionó Isabella.
Edward rodó los ojos y casi se echa a reír. Solo Isabella haría preguntas absurdas en medio de una discusión.
— Pues en el otro castillo. — dijo el príncipe como si tal cosa, más que nada para molestar a la bruja. — Ese lugar es perfecto, hay túneles y pasadizos secretos. — podía imaginar vivir allí con ella. Los dos. Para siempre. — Ahí vas a estar segura.
Ambos se observaron por un momento, queriendo grabarse la imagen del otro a fuego en sus memorias. Esto se sentía como una despedida.
Edward la atrajo en un abrazo.
— ¿Nos vamos a volver a ver? — preguntó Bella en un susurró contra el pecho del príncipe.
Los ojos de Edward se llenaron de lágrimas y, casi le costó trabajo respirar a causa del nudo que se había formado en su pecho, el cual parecía estirarse hasta su estómago y caer allí pesadamente.
Se aclaró la garganta.
— Bella... — tuvo que aclararse la garganta de nuevo, pues sentía que su voz se quebraba. — Siempre vamos a estar juntos. — rió acariciando su largo cabello. — Puedes ver casas volando en el cielo... pero, ¿no puedes ver cuánto te amo?
Al ver la expresión de la bruja, Edward casi se arrepintió de haberlo dicho. Pero, ya estaba cansado de callar.
Isabella lo miró intensamente, grabando se a fuego sus perfectas facciones, acarició una última vez sus perfectas hebras cobrizos antes de darle una última y triste sonrisa.
Tomo su escoba y despareció en la inmensidad de la noche.
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¡Hoy ando con todo!
Jajaja por si no saben… hoy actualicé mis otras historias: "30 Días de Amor" y el último capítulo de "The Past Is Back". ¡Y ahora también tenemos actu de esta linda historia! Solo quedan 4 capítulos para terminar. ¿Están emocionados?
En fin, no se olviden de dejar un lindo comentario y pasarse por nuestro hermoso grupo de Facebook 'Twilight Over The Moon'.
¡Nos leemos pronto!
