Los personajes pertenecen a la asombrosa Stephenie Meyer. La historia está basada en el libro "El Maravilloso Mago de Oz" de Lyman Frank Baum, en el libro "Wicked: Memorias de una Bruja Mala" de Gregory Maguire y en el libreto de la puesta en escena "Wicked: La Historia jamás contada de las Brujas de Oz" de Winnie Holzman. Yo solo quise hacer una interpretación diferente de las historias.
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Cuando Tanya llegó por fin al lugar, no pudo contener su jadeo de sorpresa.
A primera hora de la mañana la Señorita Esme le había despertado abruptamente, alegando que había sucedido un terrible accidente y era necesario que ella hiciera acto de presencia para tranquilizar a los afectados.
Así que, sin pensarlo más tiempo, Tanya se colocó uno de sus acostumbrados y enormes vestidos, invocó una burbuja (el único y absurdo medio de transporte que era capaz de conjurar sin ningún problema) y se apresuró al lugar que le habían indicado.
En un principio, se sintió confundida, pues en ese lugar no había absolutamente nadie, era un claro basto y lleno de flores, solo que la linda postal era arruinada por una gigantesca casa en medio de todo. No como si la hubieran construido ahí, si no… patas arriba, algunas partes se caían a pedazos, mientras que, para otras, ya no había ninguna esperanza de reconstrucción.
Sintió miedo de que alguien pudiera estar dentro de aquella entraña vivienda. ¿Cómo había llegado hasta allí, tan lejos de la civilización? Había algunos materiales que Tanya no podía reconocer, algo extraño y poroso al tacto cubría – lo que imaginaba que era – la parte superior de la casa ¿un techo? ¿Cómo una casa podría soportar un techo tan pesado? Era parecido a los utensilios para comer que se utilizaban normalmente entre los aldeanos del pueblo de Oz.
Mucho más grande fue su sorpresa al ver salir a una pequeña niña de entre los arbustos que rodeaban el claro. Su vestido azul y par de trenzas la hacían ver inocente y francamente perdida.
Suspiró aliviada cuando la niña le explicó que había llegado con su Perro Toto (gracias a Oz, alguien responsable, no tendría que dialogar con una niña pequeña) y cuando solicitó amablemente hablar con el señor Toto, la niña (quien se había presentado como Renesmee) rió divertida e hizo un ruido extraño con sus labios.
Efectivamente, un perro acompañaba a Renesmee, pero no era un Animal como había pensado anteriormente, sino que se trataba de un animal común y corriente, sin la capacidad de hablar.
Tanya se ocupó entonces, de presentarse ante Renesmee, le habló de cómo había sido nombrada la "Bruja Buena" por el Mago y cómo su misión en el país de Oz era ayudar y hacer sentir mejor a las personas que habitaban allí.
Sin perder más tiempo, Renesmee le explicó a Tanya lo que había sucedido: Su "casa" había sido elevada a causa de un "tornado" que arrasó con su ciudad "Seattle", y Renesmee junto a su inútil perro habían sido llevados a consecuencia. Aterrizando en ese mismo claro en el que ahora se encontraban.
Sus sospechas empezaron cuando Renesmee le contó acerca de la amable pareja de ancianos que habían estado allí antes. Al parecer, habían felicitado a la pequeña por su "valiente acción", pues gracias a su aparatoso aterrizaje, había sido capaz de aniquilar a la "Bruja Malvada del Este".
¿Del este? La rubia sabía que algunos aldeanos habían llamado "La Bruja Mala del Oeste" a Isabella… Entonces, ¿quién podría ser esta nueva bruja a la que se refería Renesmee?
Renesmee continuó explicándole que la pareja le había dado instrucciones de ir hasta la Ciudad Esmeralda para encontrarse con el Mago de Oz, pues él sería el único que la ayudaría a regresar a "Seattle".
— El extraño señor también me dijo que debía llevar estos hasta la Ciudad Esmeralda. — explicó Renesmee mostrando unas exquisitas zapatillas de rubí, las prendas brillaron reflejando la luz del resplandeciente sol. Aunque el par era claramente demasiado grande para la pequeña niña, al poner sus pies dentro, estas se encogieron hasta abrazar sus pequeños pies de forma delicada. Ambas chicas jadearon ante tal despliegue de magia. — Dije que, solo con estas zapatillas el Mago aceptaría una audiencia para ayudarme a regresar a Seattle.
Sospechando quienes podrían ser aquellas misteriosas personas, Tanya se apresuró a conducir a la pequeña y a su perro hasta el camino amarillo (si resultaba tener razón, el mismo Mago había convocado a la niña a presentarse frente a él en el Palacio), un camino que el Mago se había esmerado en construir para que todas las personas de Oz supieran cómo llegar hasta él.
— ¡Adiós, Renesmee! ¡Que tengas buen viaje! — despidió con una falsa sonrisa que, ya se le hacía duro mantener. Cuando por fin la niña estuvo lo suficientemente lejos, Tanya se volvió a acercar al desastre de casa que esperaba detrás de ella. — Así es, solo recorre todo el camino amarillo, llegarás pronto. — añadió cuando la niña se dio la vuelta para asegurarse de que había captado las direcciones correctamente.
Cuando la niña estuvo lo suficientemente alejada de su vista se volvió hacia el terrible desastre que aguardaba a sus espaldas.
Aquellas zapatillas eran inconfundibles. Y solo podían pertenecer a una persona.
Se acercó hasta la enorme y extraña casa, fijándose mejor en el desordenado y arrancado pasto. Un par de inertes y débiles piernas se asomaron por una esquina.
Tanya se llevó las manos al rostro, más específicamente, a los labios. No deseaba atraer la atención de cualquier cosa o persona que pudiera informar al Mago de lo que acababa de ver.
Esa… debajo de la casa… era…
— Oh… Alice… — sollozó Tanya. Su horror solo era igualado por su confusión. ¿Qué hacía Alice sola en el bosque? ¿Dónde estaba su silla? ¿Cómo había llegado hasta allí sola?
La Bruja Mala del Este, había dicho Renesmee. Pero, Alice… la hermosa y reservada Alice… ¿cómo había podido suceder aquello? Tanya sintió que sus piernas no lograban sostener su peso y el peso de su enorme vestido, por lo que se rindió y, dejándose caer, comenzó a llorar.
Y, de entre los árboles, una devastada Isabela luchaba por contener su propio llanto.
Alice… su hermana… la había dejado tan deprisa que ninguna tuvo tiempo de despedirse, de hacer las paces… y ahora…
Escogió la furia por sobre la desesperación. Y tenía a la persona perfecta a la cual culpar.
— Que conmovedora demostración de dolor. — dijo secamente por fin mostrándose a Tanya, quien levantó la cabeza asustada. Por un momento creyó que se podría tratar de alguno de los secuaces del Mago, o peor… la señorita Esme.
Sintiéndose en desventaja, se puso en pie rápidamente, secándose las lágrimas.
— Tu y yo no tenemos nada de qué hablar. — replicó Tanya.
¿Nada de qué hablar?
— Lo único… — comenzó Isabella, sintiendo cómo le faltaba el aliento. Estar discutiendo frente a su hermana… lo que quedaba de Alice. — Lo único que quedaba de mi hermana eran esas zapatillas. Las que le dio mi padre durante nuestro primer día de clases. — Isabella sintió su furia crecer exponencialmente. Elevó la voz. — Y tu… — jadeó. — se las acabas de dar a esa… ¡mocosa! — exclamó sintiendo sus ojos arder.
Apretó la escoba que seguía en sus manos, repasando mentalmente cada hechizo que había aprendido, necesitaba hacerle pagar, quería…
Luchó por tomar una bocanada de aire.
— Si no te importa — dijo con sarcasmo. —, me gustaría un momento a solas, para poder despedirme de mi hermana. — Durante un segundo, Tanya tuvo un atisbo de lo que realmente sentía Isabella, su Bells. La desesperación e indignación le recordaron a aquellos días durante las clases, cuando Isabella defendía a capa y espada sus pensamientos e ideales, y después de todos estos años… Tanya sintió exactamente el mismo impulso de protegerla, de consolarla.
La bruja buena se movió, dándole paso a Isabella a que se acercara hasta el lugar donde yacía su hermana.
— Alice… — susurró Isabella, arrastró sus pies hasta el lugar y se dejó caer al suelo mullido. Su escoba rodó unas pulgadas lejos de ella. — Alice — graznó de nuevo, más como un reclamo, como una orden. —, por favor, perdóname. — finalizó, apoyando su frente en el suelo.
Bella descubrió, por primera vez en su vida, que esa posición era la más indicada para llorar. Pues las lágrimas no tocaban ni un centímetro de su piel, sino que goteaban de sus ardientes ojos hasta estrellarse con la húmeda tierra.
Tanya, en cambio, estaba hecha un mar de lágrimas.
— ¡No, no, no! — corrió hasta su antigua amiga, envolviéndola en sus brazos. — Bells, no te culpes, por favor. — Obligó a Isabella a alzar el rostro, asegurándose de limpiar sus lágrimas, queriéndole evitar cualquier otro tipo de sufrimiento. — Sé que es horrible. — tartamudeó un poco, intentando encontrar las palabras. — Muy horrible que te caiga una casa encima. Pero, así pasan los accidentes. — finalizó con una leve sonrisa.
Los ojos de la bruja verde llamearon de furia, y Tanya pudo sentir la extraña corriente eléctrica que empezaba a cargar el aire.
— ¿Le llamas a esto un accidente? — siseó la bruja. Estiró su mano en dirección a su escoba y esta levitó hasta su agarre de acero.
— ¡C-Claro! — Tanya tartamudeó ante el despliegue de poder. — Bueno… no exactamente un accidente… — su voz se fue apagando y ya no pudo terminar la oración.
— ¿Cómo lo llamarías tú? — Tanya tuvo que seguir el movimiento de Isabella cuando esta se puso en pie, cada gramo de instinto que se alojaba dentro de su cuerpo le gritaba que no la perdiera de vista. Como si estuviera frente a un enorme león salvaje, impredecible, capaz de atacar en cualquier momento.
— Pues… un… — Tanya tragó pesadamente. — inesperado golpe del destino… — dudó cuando los ojos de la bruja se abrieron llameantes. — Como caído del cielo… — susurró finalmente. En su mente, se golpeó por ser incapaz de mantener la boca cerrada en momentos importantes y serios.
Cuando Isabella intentó acercarse a Tanya, esta dio un paso atrás. Isabella se detuvo, tensa.
— ¿Tú crees que los tornados aparecen así, de la nada? — masculló entre dientes. Siguió a la rubia cuando esta le dio la espalda para alejarse e intentar ponerse a salvo.
— Ay, Bellis — gimió fastidiada la bruja buena. — La verdad, no tengo idea. Yo nunca…
— ¡No! ¡Claro que tú nunca! — explotó de pronto Isabella. — Porque solo te la pasas diciéndole a los demás, lo maravilloso que es todo. — terminó, su voz se había elevado algunas octavas, terminando en un grito acusador.
— ¡Bueno! — exclamó Tanya, intentando igualar el volumen de su examiga. — Es que ahora soy una figura pública. — se excusó pobremente. — La gente espera que yo les…
— ¿Mientas? — se burló Isabella con una sonrisa arrogante.
Tanya la miró indignada, ella, de todas las personas que pueden hablar sobre mentiras.
— ¡Anime! — gritó la rubia. — Y, ¿qué has estado haciendo tú? — inquirió con veneno. — A demás de estar montada en esa cosa vieja y cochina. — señaló despectivamente a la destartalada escoba.
Isabella rió falsamente.
— Bueno, no todos podemos volar en burbujas. — alzó ambas cejas. — Y, ¿de quién es ese invento? ¿Del Mago? — volvió a reír, acercándose. Tanya retrocedió de nuevo. — Y, aunque no fuera así, él seguramente se robaría el crédito.
Tanya se cruzó de brazos.
— Si… algunos de nosotros robamos cosas que no nos pertenecen, ¿verdad?
Ella no…
Isabella rió entre dientes.
— Espera un momento. — sonrió cruelmente. — Sé que va a ser muy difícil que alguien como tú — la señaló groseramente. — pueda entender que alguien como él haya elegido a alguien como yo. — se señaló a sí misma. — Y, puedes irte volando en tu estúpida burbuja y mover esa ridícula e inservible varita mágica que te dio el Mago. — Tanya enmudeció. Se suponía que aquello aún era un secreto, la rubia no entendía aún el funcionamiento de aquella herramienta, esa era la razón por la que nunca la usaba. — Pero no vas a poder cambiar nada. — continuó. — Él nunca fue tuyo. — murmuró Isabella con saña. — Él no te quiere. — aprovechó la parálisis en la que parecía estar Tanya para acercarse. — Jamás te quiso. Me quiere a mí. — su cruel discurso fue interrumpido violentamente por la bofetada que le propinó Tanya. El silencio sepulcral reinó en el claro, como si la naturaleza esperaba alguna reacción de la bruja verde. Por su parte, Isabella empezó a reír. — ¿Te sientes mejor? — le preguntó con una sonrisa dulce.
— Si. — Tanya le devolvió la sonrisa.
— Perfecto... yo también. — añadió la bruja, y sin dar ninguna señal, devolvió la agresión con una bofetada igualmente fuerte.
Tanya la mira sorprendida, recordaba a una Isabella inquieta, y normalmente hablaba cuando quería levantar la voz ante alguna injusticia (normalmente en clase de debate o en la materia del Dr. Cullen). Pero, nunca había visto que Isabella agrediera físicamente a nadie.
Su tensión aumentó cuando un extraño humo verde comenzó a salir por entre sus dedos de igual color. Queriendo defenderse, Tanya intentó imitar aquel despliegue de poder, así que con mucha dificultad se concentró para expedir la misma clase de humo (de la cual no tenía idea de cuál era su utilidad). Sin embargo, ambas brujas casi gruñeron con fastidio cuando el humo rosa comenzó a apoderarse de gran parte del claro.
— No tienes control. — siseó Isabella. Asechó tentativamente a la rubia, comenzando a dar vueltas a su alrededor. — Si hubieras prestado un gramo de atención durante las lecciones. Tal vez podrías ser una buena oponente. — añadió burlonamente.
En un arranque impulsivo, Tanya levantó su mano en dirección a la bruja. Antes de que ambas se dieran cuenta, el humo empujó a Isabella algunos metros atrás. Esta se sujetó el sombrero en punta para que no saliera volando.
Tanya parecía ser la más sorprendida, nunca se hubiera imaginado ser capaz de algo así.
Un rayo furioso de color verde pareció salir de la nada hasta estrellarse contra la chica rubia, quien salió volando y se estrelló torpemente contra un tronco caído.
El estruendo de la pelea atrajo la atención que algunos guardias que merodeaban la zona, buscando a Tanya.
Cuando todos hubieron llegado hasta el claro, se sorprendieron ante la escena por lo que rápidamente tres de ellos sujetaron de los brazos a la Bruja Malvada, otro de ellos haciendo uso de todo su coraje, descanso la punta afilada de su lanza en el cuello de la chica.
— Sueltenme. — gruñó Isabella por lo bajo. Normalmente eso bastaba para que todos corrieran horrorizados.
— Suéltenla. — se escuchó la lejana amenaza de Tanya, quien se ponía de pie con dificultad. Parte de su vestido rasgado por la caída y uno de sus brazos era adornado por un hilillo de sangre. — Ella es mía.
Ambas se miraron. Isabella examinó su cuerpo, curiosamente preocupada por su ex mejor amiga, en su mente solo había querido empujarla algunos metros atrás como ella había hecho, sin embargo, la ira dentro de ella le había jugado una mala pasada.
— Discúlpenos, su excelencia. — habló el guardia que mantenía el arma contra su cuello. — Las instrucciones que nos dio eran confusas. No podíamos encontrar el claro.
El interior de Isabella llameó de furia.
— Esto es increíble. — los ojos de la bruja se llenaron de lágrimas. — Usar la muerte de mi hermana como trampa para capturarme.
Una lágrima se deslizó por su mejilla, se removió ante el ardor que está ocasionó y los guardias afianzaron más su agarre, impidiéndole detener la lágrima, obligándola a sentir el ardor por el resto de su rostro, su cuello y parte de su pecho, hasta que fue absorbida por su vestido.
— Bellis... — susurró Tanya con arrepentimiento. Ella no tenía nada que ver con aquello. Quiso acercarse y ayudar a su amiga a liberarse.
— Estoy sorprendida, no creí que tu cerebro diera para tanto. — jadeo cruelmente Isabella, sintiendo los restos del dolor desaparecer demasiado lento.
Un movimiento de los arbustos llamo la atención de todas las personas que estaban presentes.
Portando fuertemente un arma entre sus manos, apuntando hacia todos los presentes, apareció Edward.
— Dejen a la chica verde. — gritó el recién llegado con una sonrisa arrogante mirándolos desde la mirilla del arma de fuego.
Isabella rodó los ojos y el miedo comenzó a aflorar dentro de ella.
— Edward... en el nombre de Oz... — comenzó Isabella.
— ¡Sueltenla! — la interrumpió el príncipe con un grito. Todos se paralizaron, observando cada movimiento que hacía. — O tendrán que explicarle a todo el mundo... — caminando lentamente, Edward apuntó firmemente hacia Tanya. — por qué no hicieron nada mientras Tanya era sacrificada. — la mencionada tembló cuando el cañón estuvo a pocos centímetros de su barbilla.
Los guardias lo miraron con confusión y miedo. El jefe de la guardia, su jefe de guardia... ellos creían que ahora que había caído en las garras de la bruja malvada (en todo Oz se hablaba de cómo ella lo había capturado como rehén para poder escapar del Palacio), seguramente debía estar bajo algún hechizo o maldición.
— Edward, ¿qué estás haciendo? — gimió Isabella.
De acuerdo, ella había atacado a Tanya unos instantes atrás, pero eso era muy diferente a querer hacerle daño realmente.
— No lo volveré a pedir. — siseó Edward. Con el arma, empujó el rostro de la chica rubia, haciendo que esta temblara ante el contacto con el frío y duro metal.
Los guardias detrás de ellos soltaron a Isabella de forma brusca, Tanya había pasado a ser su prioridad en ese momento, no podían dejar que la salvadora del país de Oz sufriera ningún daño, y menos a causa de la Bruja Malvada y sus secuaces.
Isabella se tambaleó hacia enfrente al ser liberada tan abruptamente, casi tropezando con algunas rocas esparcidas por el claro, debido al impacto que tuvo la asa con el suelo.
— Isabella… — jadeó Edward sin quitar su mirada de Tanya. — Vete. — ordenó con seriedad.
El cuerpo de la bruja tembló con temor.
— No, Edward. — susurró con miedo. — Sin ti no me voy.
Edward se obligó a mirarla de reojo, manteniendo un extremo del cañón de su arma contra la pálida piel Tanya.
— ¡Vete! — gritó exacerbado por la furia. Más bien, su mente eclipsada ante el temor de que le pudiera pasar algo. Se miraron en silencio un par de segundos, como si fueran capaces de comunicarse a través de sus mentes (que, en el caso de Bella, bien podría ser cierto).
— Vete. — escucharon ambos a una voz cantarina que les susurraba bajamente. Isabella y Tanya se miraron. — ¡Vete! — volvió a exclamar la rubia.
En un último intento por proteger a Isabella, Edward apuntó su arma hacia los guardias, quienes habían comenzado a correr detrás de la bruja. Todos evaluaron la situación por un momento, paralizados por el temor de lo que la lucha podría ocasionar.
Sin importarles mucho sus vidas, los guardias aprovecharon tener la atención del joven príncipe y corrieron hacia él, deseando mantener fuera del peligro a Tanya. Casi sin fuerzas y, al ver cómo Isabella desaparecía dentro de la vista de todos, dejó caer el arma, para ser seguidamente sujetado por los brazos. Miró al suelo en derrota.
Cumpliré mi promesa, Bella.
— No. No, no. ¿Qué hacen? — exclamó Tanya al ver a Edward siendo sujetado y totalmente indefenso. — En el nombre de la bondad, ¡alto! — les ordenó a los guardias. Quienes no liberaron al príncipe, pero se detuvieron y se concentraron en la bruja buena. — ¿Qué no ven? — se acercó apresuradamente y tomó la callosa mano de Edward. — Él es incapaz de lastimarme… es solo que… — sus ojos escocieron ante la realidad que se estrellaba contra su cara. — la ama...
— Perdóname, Tanya. — susurró Edward. Su rostro era un claro reflejo de lo mucho que lamentaba esa situación. En realidad, nadie quería que todo terminara de esa forma.
Uno de los guardias ajustó su agarre sobre el brazo de Edward, obligándole a doblarse hacia atrás.
— Llévenlo a aquel campo. — ordenó con voz gruesa. — Sujétenlo hasta que nos diga dónde está la bruja. — exigió rudamente. Otro de ellos desenredó la soga que colgaba flojamente de su cinturón, destinada a someter a la bruja, pero esto también funcionaría.
Sujetaron sus muñecas y tiraron de su cabello para arrastrarlo hacia otro lugar. El guardia ordenó que retiraran a Tanya de regreso al Palacio.
— ¡No! — gritó Tanya desconsolada. — ¡No lo lastimen! ¡Edward!
Fueron las últimas palabras que Edward escuchó antes de que una presión detrás de la cabeza hiciera que todo se oscureciera de repente.
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¡Holi! Feliz día de los muertos jeje Tengo dos días libres, así que aproveché para terminar este capítulo jeje
Espero que les guste, nos quedan unos tres o cuatro capítulos antes de terminar la historia, este en particular era un poco más largo jaja pero me gustó más la idea de recortarlo un poco. Ya lo entenderán con el siguiente cap.
No se olviden de pasarse por nuestro lindo grupo de Facebook 'Twilight Over The Moon' y de dejar un lindo comentario.
¡Nos leemos pronto!
