Capítulo 3: "Confiando en el extraño"

Luego de que la horrorosa imagen se desvaneciera de su mente, Kagome abrió los ojos llorosos dándose cuenta del calor del cuerpo ajeno y los brazos que la acunaron débilmente, entonces se enderezó y se alejó un paso de súbito, mientras sentía que sus mejillas se coloreaban rápidamente, alzó la vista y él la miró sintiendo algo de preocupación, por un segundo le pareció que ella temblaba entre sus brazos y buscaba afecto o protección, pero entonces el hombre desvió rápidamente la mirada y avanzó un paso entrando en la oficina. Kagome lo miró nerviosa y luego vio a Souta que parecía más blanco que el papel y no se atrevía despegar sus pies del suelo. Ella caminó presurosa a su lado y le tomó la mano.

-No te preocupes... todo estará bien... - Murmuró alterada no creyendo mucho en sus propias palabras. Lo instó a bajar y avisar a la secretaria del incidente, el chico corrió torpemente escaleras abajo, luego ella miró hacia la oficina desde la distancia, de donde Inuyasha salía muy serio.

-¿Lo conocía?- Preguntó él acercándose un poco más a ella que las veces anteriores. Kagome tragó nerviosamente y asintió apenas pero tenía la vista concentrada en el piso esta vez, sus ojos de pronto comenzaron a humedecerse pero retuvo las lagrimas y el miedo que la embargó a duras penas. Inuyasha pudo percibir su congoja y sólo se quedó a su lado, pensando y tensando la mandíbula. Esto se estaba poniendo siniestro y muy peligroso... demasiado... pero había algo más extraño aún, sentía que su estómago se encogía de solo recordar la forma en que ella había actuado los momentos previos al encuentro con el cadáver. No podía equivocarse, la chica parecía haber "presentido" que algo malo había sucedido... su corazón esta vez pareció también encogerse y retuvo el aire de sólo imaginar en aquella imposible posibilidad... ella... ella... ¿podría ser? La miró sin entusiasmo desde su altura, parecía indefensa ahora, pequeña y delgada, acurrucada casi contra la pared, con la vista fija en el piso... no, no podía ser, él lo hubiera sabido antes, lo habría reconocido... sus ojos como el fuego la observaron esta vez queriendo descubrir algo más en aquel cuerpo físico que se le presentaba. Y la examinó concentrando sus sentidos, Kagome estaba tan abatida que no se dio cuenta de la mirada que tenía él sobre ella... pero luego de unos leves instantes Inuyasha apartó el rostro convenciéndose que no podía ser. No, ella era una chica ordinaria, nada especial... nada especial...

La policía los retuvo en el edificio buena parte del día y ambos se vieron en la obligación de declarar cómo habían encontrado la escena del crimen. Todos estaban consternados, los alumnos miraban con ojos inquietos a los policías y más de alguno derramó una lagrima. Es que el señor Sukishiro Ishima era un anciano de aproximadamente 80 años, de aspecto bonachón y amable, de esos maestros que nunca ponían una mala calificación y a la cual todos querían. Desde el rector de la Universidad hasta el conserje, todos estaban completamente abrumados. La policía resolvió dejar a Kagome e Inuyasha puesto que ya una teoría se formaba en sus cabezas: Un vulgar asalto. Sin embargo, la joven se limitó a no decir nada más de lo debido y su actitud pensativa llamó poderosamente la atención de Inuyasha, que ahora, caminaban por la calle recibiendo el aire frío de la noche.

Ella se detuvo enfrente de un pequeño hotel y ellos la siguieron. Kagome pidió una habitación doble, para ella y su hermano y otra para Inuyasha. En cuanto Souta se quedó dormido pesadamente la chica sollozó y luego lloró. Aún no podía creer que aquel amable anciano que conocía de toda la vida estuviera muerto, muerto, igual que el abuelo, su madre y padre. Las horas pasaron lentamente, no podía dormir, el miedo la consumía enormemente. Tenía el presentimiento que el asesinato era por algo más que un simple robo. No, aquello no la convencía para nada.

El silencio era total en aquel pequeño edificio, la muchacha podía oír los propios latidos de su corazón inclusive. Se levantó caminando en puntas hasta salir al pasillo, allí estaba levemente iluminado por las pequeñas lámparas que estaba adosadas a la pared. Kagome cerró la puerta tras de si y afirmó su espalda en ella, alzando la vista al techo mal pintado y dando otro suspiro de agobio. De pronto la puerta del frente se abrió y ella abrió más los ojos cuando vio al joven hombre salir de su habitación. Esta vez no llevaba el abrigo y solo vestía unos jeans algo desgastados y una ajustada camiseta gris. La miró y ella pudo notar, por segundos demasiado veloces, que la miraron impresionado, el cabello suelto de ella ahora la hacía parecer más niña y la pijama rosa tampoco ayudaba mucho, él luego adoptó la actitud arrogante y se llevó ambas manos a los bolsillos, pero preguntando lo inevitable.

-¿Lo conocía hace mucho?

Kagome lo observó con incredulidad ¿le importaba acaso¿No era que se limitaría a hacer sólo su trabajo? Estudió su rostro bronceado y endurecido, la mirada dorada parecía esquivarla ahora, sus labios entreabiertos, el ceño algo fruncido, aunque no tanto...

-Era... amigo de mi abuelo... – Respondió finalmente en un murmullo con la cabeza baja, él la miró directamente-... la ultima vez que lo vi fue en el templo... Souta era muy pequeño como para recordarlo...

Inuyasha desvió su mirada indiferente esta vez hacia el final del pasillo, una sombra había llamado su atención pero pronto se dio cuenta que eran las luces proyectadas de los vehículos que pasaban allá afuera.

-Él... ¿sabía... de la perla?- Preguntó en un hilo de voz, mirándola de soslayo. La vio alzar la cabeza y mirarlo como si adivinara sus pensamientos. Inuyasha ladeó el rostro con la mirada fija sobre la suya, esperando a la expectativa, él tenía un muy mal presentimiento de todo esto.

-Sí... que estaba perdida... sólo eso... - Respondió la chica muy bajito y en sus ojos se reflejó el temor claramente. Pero le sorprendió que él pensara lo mismo que ella, aquello no había sido un vulgar asalto, a ese profesor lo habían asesinado... y seguramente porque sabía algo de la perla de Shikon ¿su paradero exacto tal vez?. Inuyasha respiró hondo y miró nuevamente hacia el final del pasillo.

-Entonces... alguien más anda en su búsqueda... – Murmuró más para sí mismo que para ella. La joven se acomodó el cabello nerviosa, sus dedos juguetearon con los rizos de sus puntas y se mordió el labio al recordar la amenaza que se cernía también en su cabeza. No respondió, él pareció despertar de sus pensamientos y la miró sin expresión nuevamente.- Bueno, me voy a dormir, que descanse.

Volteó y cerró la puerta tras de sí dejándola sola en el pasillo. Ella se quedó mirando el lugar por donde él había entrado ¿habían tenido una "conversación" sin pelear?... pero pronto se olvidó de aquellos sentimientos para recordar nuevamente la tristeza que la embargaba al saber de la pérdida de un hombre bueno y gentil y que probablemente sabía algo más del paradero de la perla de Shikon. Entró a la habitación nuevamente y miró a Souta dormir, ella se recostó en la cama del lado pero sus ojos no se cerraron del todo, ya sabía lo que vendría, no podía conciliar el sueño, el insomnio sería nuevamente su compañía.

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El sol brillaba con toda su luminiscencia y sus rayos parecían quemar aun a través de la tela de su chaqueta. Se la quitó y la sostuvo en su regazo y miró de reojo a Inuyasha que parecía no percatarse del calor que había, pues llevaba encima el largo abrigo como si nada. Souta acomodó su mochila en su espalda mientras el estómago gruñía de hambre. El hombre posó sus ojos en el pequeño y luego miró a la chica, a su lado, demasiado ensimismada en sus pensamientos como para darse cuenta que ya era tarde y que había un niño que necesitaba su comida.

-Creo que es hora de comer- Dijo con la voz gutural, obligándola casi por inconsciencia a traerla a la realidad. Kagome ladeó el rostro mirándolo incrédula, él parecía impasible, sus ojos brillantes y dorados se clavaban en sus pupilas, igual a la primera vez de su encuentro. No le gustó el modo en que le habló. ¿Que se creía?... ¿qué era él quien mandaba? Frunció el ceño fastidiaba pero sin mirarlo ahora y apretó más la pequeña mano de Souta.

-Es temprano aún. - Protestó, casi infantilmente pues sabía que él tenía la razón. Sin embargo buscó con la vista algo apagada un lugar en donde comer, para Souta y para él, ella no tenía mucho apetito.

Suspiró por enésima vez y revolvió los palillos entre su porción de ramen, sus ojos castaños estaban dirigidos al cielo, pensando. Inuyasha comía con ahínco, al igual que Souta que pidió una ración extra esta vez acompañada con otra de papas fritas, aprovechando la divagación de su hermana. Cuando terminaron se sintieron realmente satisfechos y entonces el pequeño miró a Kagome, preocupado. Se podía dar cuenta de la tristeza de ella y también de su preocupación.

-Kagome... - Murmuró, trayendo de inmediato no sólo la atención de la chica, sino del hombre que estaba a su lado.-... ¿dónde iremos ahora?...

La muchacha lo miró con sus ojos castaños impregnados de miedo y dudas. Se desviaron un segundo hacia el hombre, encontró también su mirada clavada sobre la suya, ella la desvió rápidamente y volvió a posar la vista en Souta. Los segundos pasaron lentamente y la joven cerró los ojos como si meditara muy bien lo que iba a decir. Inuyasha volvió a mirarla como si fuera un halcón que busca su presa. Se fijó en cada minúsculo movimiento de ella, necesitaba saber y confirmar si sus sospechas eran ciertas, a pesar de que nada era concreto. Ella abrió los ojos y volvió a suspirar, llevando la mano a la mochila semi abierta y extrayendo un papel amarillento que desplegó sobre la mesa, con las manos temblando. Souta se inclinó para mirarlo, Inuyasha miró a Kagome muy serio, ella también lo miró, en sus ojos no se reflejaba la arrogancia de ella esta vez, al contrario, él pudo leer en sus ojos casi la súplica. Entonces se inclinó también para mirar el papel, que reconoció, era el que ella había sacado en la estación de tren, a la llegada a Yokohama.

-¿Qué es?- Preguntó Souta levantando su pequeña cabeza inocente y mirándola confundido. Inuyasha arrugó el ceño y también la observó, con demasiadas preguntas en su mente. Kagome miró nuevamente a su alrededor, como era ya media tarde, hacía horas que el centro de comidas se encontraba casi vacío, entonces eso la impulsó a hablar, no sin antes cuestionarse la noche entera si debía hacerlo. No por Souta, él era su hermano menor, sino por Inuyasha. Pero sentía algo muy extraño desde aquella vez en que inconscientemente lo había abrazado al ver el cadáver del anciano profesor. Por un segundo se había sentido "protegida".

-Verán... - Murmuró con un hilo de voz y ambos chicos se vieron en la obligación de acercarse más a la mesa-... este documento lo encontré en la bodega abandonada, en la que hay muchos objetos que mamá insistía eran sólo cosas sin valor... - Y miró a Souta quien afirmó con su cabeza.

-El abuelo no quería deshacerse de esas cosas... y sólo por eso mamá las retuvo... aunque siempre le disgustó... - Afirmó Souta. Kagome también asintió y miró a los ojos de Inuyasha para comprobar que tenía su atención, y sí lo estaba.

-Pues... encontré esto... miren aquí arriba... es escritura antigua... lo sé porque... - Tragó con dolor y se repuso nuevamente a duras penas-... el profesor Ishima fue quien me enseñó algo cuando era niña... él pasaba largas temporadas en el templo... eran muy amigos con el abuelo...

-¿Y qué es lo que dice?- Preguntó por primera vez Inuyasha levantando sus ojos hacia la muchacha, ella retuvo el aliento, era extraño, la forma en que la miraba era distinta esta vez... estaba... ¿preocupado?

-Aquí dice... - Sus dedos apuntaron temblorosos a las primeras letras-... La joya de las cuatro almas...

-La shikon no tamma- Rectificó Inuyasha. Ella asintió rápidamente.

-"La joya de las cuatro almas, es una perla de inmenso poder creada hace muchos siglos atrás y que debe ser custodiada... – Su voz se detuvo y alzó la vista hacia los dos. Inuyasha arrugó el ceño exasperado.

-¿Qué más?

Kagome se recostó levemente en la silla y movió la cabeza negativamente.

-Es que sólo hasta ahí pude descifrar lo que decía... no soy una experta...

El hombre hizo una mueca exasperado y respiró hondamente, como si intentara controlar todo el mal humor y la rabia junto con la poca paciencia que lo estaba invadiendo. Se levantó de su silla y Kagome alzó la mirada confundida.

-Así que usted iba por ese profesor con ese objetivo ¿no, para que le leyera ese papel completo...

La chica asintió y el hombre finalmente desvió la vista, tampoco le gustaba mucho que ella lo mirara a la cara, aquellos ojos castaños parecían querer hundirse en su mente.

-Sí... – Murmuró la joven. Lo vio pasarse la mano por el cabello endureciendo el rostro, la mandíbula se tensó y parecía intranquilo.- Usted sospecha lo mismo que yo... ¿no es así?... él sabía algo más, quizás sabía en dónde esta la perla.

Inuyasha no quiso mirarla esta vez, pero sintió que su piel reaccionaba como un escalofrío. Carraspeó más incómodo y finalmente se sentó.

-¿Qué sucede hermana?- Preguntó finalmente Souta. Ella tenía la vista fija en el hombre. No podía equivocarse, estaba segura que él pensaba lo mismo que ella.

-Alguien parece habérsenos adelantado... tal vez tiene una copia de ese documento en sus manos... – Dijo él precipitadamente, Kagome abrió un poco más los ojos al escuchar la palabra "habérsenos", sonaba demasiado involucrado en la situación... y volvió a cuestionarse ¿no es que sólo se iba a dedicar a su trabajo y nada más?-... puede ser... considerando que desde que usted lo encontró e hizo publica su búsqueda, muchas personas llegaron al templo ¿no?... cualesquiera pudo haber sabido de antemano de este documento, he hizo una copia... - Respondió Inuyasha finalmente con el tono de voz muy bajo. Souta se quedó con la boca abierta y Kagome finalmente asintió.

-Es muy posible... ha entrado incluso gente extraña a mi casa a amenazarme... no me extrañaría... - Murmuró ella con rencor. Inuyasha levantó una ceja y se encogió de hombros.

-Bueno el caso es... - Interrumpió muy serio y esta vez se inclinó más en el amarillento papel-... que a pesar de que usted no sabe el contenido completo de esto... y que supongo no se atreve a preguntar a alguien más por el contenido... aquí hay un mapa. ¿No?... este documento parece antiguo... pero no lo suficiente... no me extrañaría que fuera escrito por su abuelo y aquel profesor quizás con qué objetivo... porque si fuera un medio para encontrar la perla, habrían ido ellos perfectamente ¿verdad?

-Sí, lo sé... - Murmuró la joven.

-Estoy casi seguro que ésto esconde algo más... - Meditó Inuyasha.

-¿Lo cree usted?- Preguntó Kagome impresionada. Lo vio escudriñar en el fondo de sus ojos, ella sintió que su corazón se aceleraba, las mejillas se ruborizaron de súbito y esperó expectante su respuesta. Era como si descubriera lo que estaba pensando, aquello le daba escalofríos, la verdad la joven sospechaba de eso también, que habían cosas que no concordaban.

-Dígame... ¿porqué esta tan segura que la perla le pertenece a su templo? Este documento no prueba nada.- Dijo finalmente él. Kagome se quedó con la boca abierta. Él joven parecía saber mucho más de lo que aparentaba.

Ella tragó nerviosamente y miró después el papel que estaba en la mesa unos segundos, luego levantó la vista hacia Inuyasha y apuntó con su dedo a las ultimas líneas, unas que estaban al pie del pergamino, abandonadas y solitarias en una esquina de ella.

-Aquí dice... "búscala Higurashi"...

Souta miró asustadamente a Kagome y el hombre desvió los ojos hacia las pocas líneas que representaban palabras en el papel. Su corazón había dado un brinco y arrugó el ceño mucho esta vez. No podía ser cierto lo que allí estaba, no podía ¿con qué razón involucrarlos a ellos?

-¿Esta segura?- Preguntó con firmeza y ella asintió sin dudas. Él la observó sin un atisbo de sentimientos, su mandíbula se tensionaba demasiado y la manzana de Adán en su garganta se movía inquieta.

-La perla de shikon ha estado perdida desde hace más de 100 años... muchos creen incluso que ya no existe... - Murmuró Kagome.-... pero el abuelo me dijo, cuando era niña, que aquella perla estuvo la ultima vez en nuestro templo, era un secreto... y que nuestra familia debía protegerla.

Él no sabía qué pensar... en realidad todo ahora era muy confuso, se inclinó y miró atentamente el documento, mirando esta vez los dibujos que estaban en él.

-Esto... puede representar al monte Fuji... - Los dedos de Inuyasha apuntaron hacia la colina de cumbres blancas que se dibujaba en el papel-... ¿y estas letras de más abajo?- Miró a Kagome y ella respondió enseguida.

-Dice Sukishiro Ishima...

Inuyasha asintió comprendiendo porqué estaban en Yokohama, la búsqueda comenzaba aquí después de todo.

-... ¿y esto?... - Arrugó el ceño y Kagome se inclinó sobre el papel-... ¿una flor?

-Es una flor... y un monolito de piedra... no entiendo qué puede ser... son cosas que pueden haber en muchas partes... – Murmuró Kagome esta vez pasándose los dedos por las sienes, sin lugar a dudas había meditado mucho al respecto y no encontraba una solución. Él tragó nervioso y se recostó cruzándose de brazos en su silla, cerró los ojos y comenzó a pensar. Una flor y un monolito¿porqué habían dibujado cosas tan comunes y corrientes? Aquello no era una pista...

-Es muy bonito el color... aunque siempre he tenido dudas... ¿es azul, lila o malva?

Inuyasha arrugó el ceño, qué bobería¿a quien ha de importarle el color de la dichosa flor?

-Yo la veo azul... - Dijo Souta.

-Los hombres siempre reconocen los colores como neutros- Se quejó la muchacha e Inuyasha tuvo deseos de reír, pero... ¿es que acaso ella conocía a más hombres?-... Parece... lila... y con toques de azul... ¿qué flor puede ser?... sólo... el iris... - Murmuró la muchacha. Inuyasha que la escuchaba con los ojos cerrados sin poder concentrarse bien, se volvió a erguir en su asiento y la miró esta vez muy serio.

-Puede ser... un jardín... ¿no?... ¿hay alguno por aquí?

La joven arrugó el ceño y de inmediato extrajo de su mochila el mapa de la ciudad que ella había pedido en la estación de trenes. Lo desplegó sobre la mesa y los tres se inclinaron sobre él. Ella posó el dedo índice sobre unas letras y luego levantó el rostro esbozando una pequeña sonrisa de satisfacción.

-El jardín de Sankeien... a 30 minutos de aquí... la flor típica es la azalea... y el iris... - Sus ojos buscaron los de Inuyasha sin temor esta vez y los encontró fijos en sus pupilas. Todos se levantaron de súbito tomando sus cosas y salieron de inmediato del local. Kagome se sentía bastante esperanzada esta vez y sonrió al cielo por ello. De pronto sintió el agarre en su muñeca algo fuerte, obligándola a detenerse, ella volteó asustada y lo miró, sus mejillas se volvieron a encender y arrugó el ceño sintiendo que el corazón se aceleraba.

-Yo... quiero agradecerle... por confiar en mi- Murmuró Inuyasha pero esta vez intentaba esquivar sus ojos. Kagome se quedó con la boca abierta, sentía el calor de sus dedos en su muñeca y parecía fuego que quemaba su piel. Tragó y él soltó su mano, ella lo miró aun muy seria y esta vez él mostró sus ojos.

-Yo sólo... espero no arrepentirme después...

Continuará...