Capítulo 4: "Confiar o no".

Inuyasha sintió una punzada extraña en el corazón, y sintió también como si la sangre hubiera dejado de correr por sus venas, su mirada agradecida por unos segundos cambió, tornándose brillante, más brillante que nunca, con expresión totalmente opuesta a la anterior. Kagome lo miró directamente dándose cuenta del cambio drástico de sus ojos y entonces arrugó el ceño turbada. El joven desvió la vista hacia Souta que los observaba desde unos metros más adelante, extrañado y entonces se volvió a erguir orgullo y arisco. Cuando posó nuevamente los ojos en Kagome volvió a mostrar la mirada agresiva que tanto le atemorizaba, su mirada casi demoníaca.

-Si tanto le pesa podría no haberme dicho nada. – Replicó esta vez demasiado molesto pero también demasiado irritado con él mismo. La chica sentía que las mejillas se enrojecían aun más pero se mordió el labio sin decir una palabra. ¿Lo había herido? Probablemente. Lo vio alejarse e ir con Souta y ella lo miró desde la distancia, aun de pie y estática sin decir nada. Se sentía miserable en verdad. Lo había ofendido y eso no estaba bien, él la estaba ayudando, no quería admitirlo pero sí lo estaba, a pesar de las duras palabras al principio, él se estaba involucrando más de lo debido en el asunto. ¿Porqué le costaba tanto confiar en él?... ¿y cuál era el afán de buscar siempre pelea?..

Los siguió desde atrás a paso lento sin siquiera ser capaz de mirarlo a la cara. Tendría que rectificar sus palabras, tendría que hacerlo para quedar contenta con ella misma... y porque se lo debía. Lo observó ahora con más minuciosidad que las veces anteriores, no en su aspecto físico, sino en la actitud que empleaba con Souta. ¿Porqué se llevaba tan bien con el pequeño y con ella era imposible tener una conversación sin tener que pelear?

-Somos igual de orgullosos... e infantiles... - Murmuró mirándolo quietamente, podía ver su perfil y admirarlo. La luz de sol naranja del atardecer se reflejó en su rostro varonil y bronceado resaltándolo más y atrayendo formas oscuras a su cara igual a las de un antiguo retrato. Sintió que la piel se erizaba, sus ojos se detuvieron en los labios de él que se formaban en una semi curva, tragó nerviosamente al ver cómo los humedecía con su lengua, Kagome sintió que las mejillas ardían y entonces ladeó rápidamente el rostro, avergonzada. ¿Pero qué estaba haciendo! Sintió el corazón latir con fuerza, se llevó una mano a él porque le dolió incluso y se mordió el labio inferior avergonzándose de sí misma... ¿pero qué estaba haciendo?

El jardín Sankeien era un lugar hermosamente turístico, creado casi a principios de siglo por un empresario que amaba las flores y que cuando falleció, su familia la donó al estado. Los intensos y extensos prados verde contrastaban enormemente con los colores brillantes de las innumerables flores que adornaban el lugar. Los tres caminaron por el sendero de piedrecilla y las azaleas color fucsia parecían darles la bienvenida con sus formas alegres y coloridas. Souta corrió feliz adelantándose bastante mientras miraba maravillado su entorno. Kagome sólo podía pensar ahora en el mapa que llevaba en el bolsillo y de pronto el recuerdo del anciano profesor destajado en su propia oficina se posó en su mente haciéndola estremecer.

-¿Tiene miedo?

La pregunta la hizo detenerse de súbito y entonces lo miró a los ojos. Él también se detuvo, llevaba una mano por sobre el hombro sosteniendo el bolso que le servía de equipaje y la otra en el bolsillo de su largo abrigo, la miró con seriedad y ella tragó apenas. ¿Había olvidado la discusión ya?

-¿Porqué?

-Sólo preguntaba... - Murmuró él encogiéndose de hombros y retomando la caminata sintiéndose un idiota ¿para qué había preguntado? No había podido evitarlo. Vio que ella volvía a su lado en silencio. Se detuvieron al final del sendero de entrada, justo cuando el enorme estanque color esmeralda se presentaba ante sus ojos. Ella se quedó con la boca abierta admirando el lugar, realmente era muy hermoso, más de lo que hubiera imaginado y allí sólo se respiraba paz y tranquilidad. Vieron a Souta en el puente de color carmesí que lo cruzaba, el chico estaba ensimismado mirando el estanque. Ambos caminaron y llegaron a su lado, entonces se dieron cuenta de lo que llamaba la atención del pequeño. Eran los innumerables peces de colores que nadaban y se asomaban fuera de las aguas, en busca quizás de alimento, típico en esta especie. El niño estiró sus brazos como queriéndolos alcanzar y reía divertido. El viento de la noche sopló de pronto y Souta bostezó, entonces Kagome se dio cuenta que ya era de noche. Y estaban en el jardín ¿no habría sido mejor ir a un hotel primero, dejar sus cosas y luego ir al lugar? Ella tragó nerviosamente, el dinero realmente le era escaso y menos para atender las necesidades de tres personas.

-Kagome... el parque esta a punto de cerrar... - Dijo de pronto Souta apuntando con su dedo al letrero que estaba unos metros más allá. Y era cierto. Kagome miró a Inuyasha inconscientemente pero luego que él también la miró, desvió la mirada, esto la hizo sentirse demasiado tonta y avergonzada que sonrió nerviosamente al niño y le tomó la mano.

-Volveremos mañana... anda, vamos... - Lo instó a caminar pero el chico no cedió, ella lo miró con el ceño fruncido, hastiada ¿porqué tenía que comportarse así?- Anda Souta, mañana...

-Ni siquiera tienes dinero suficiente para dormir en un buen hotel... - Se quejó Souta. La chica enrojeció. No muy lejos había una anciana alimentando a los peces y temió que lo hubiese escuchado.

-¿Acaso quieres dormir a la intemperie? Cualquier hotel es mejor que la calle, vamos Souta.- Replicó ella intentando no voltear y encontrarse con la más probable sonrisa burlona del hombre. Miró a Souta con indignación pero el pequeño estaba realmente resuelto a no moverse. Ella vio a la anciana acercarse con paso lento y pesado hasta su lado y esbozó una pequeña sonrisa al grupo. Kagome soltó de inmediato a su hermano y la miró con seriedad, no sin antes inclinar levemente la cabeza en señal de respeto.

-Veo que al pequeño le gusta mucho el jardín- Dijo con la voz añosamente suave, mirando de soslayo al hermano de Kagome, quien le sonrió de inmediato. La anciana luego alzó la vista hacia la muchacha y pronto sus ojos se desviaron hacia Inuyasha.- Buenas noches, lamento la interrupción... pero no pude dejar de oír lo que hablaban... son forasteros, necesitan descanso¿verdad?

-Sí, pero ya nos vamos a un hotel.- Respondió la muchacha tomando la mano de Souta nuevamente y sonriendo de manera incómoda al darse cuenta que el niño ni siquiera se movía. La anciana le devolvió la sonrisa, divertida ante la situación y se inclinó hasta el pequeño posando su arrugada mano en la cabeza.

-Eres un pequeño muy obstinado... ¿cuál es tu nombre?

-Souta... Souta Higurashi.

La anciana abrió más los ojos mirando directamente al niño y luego se levantó observando esta vez con algo de turbación a la pareja de jóvenes que tenía enfrente. Luego de unos leves segundos se recuperó por completo y volvió a sonreír, y sus ojos oscuros se detuvieron en Kagome.

-¿Puedo saber de donde vienen?

Inuyasha a su lado se movió inquieto frunciendo el ceño. Bajó al fin el brazo y se irguió tanto como su alto porte se lo permitía, demostrando sólo con sus movimientos y la estampa, que la mujer estaba haciendo demasiadas preguntas y que eso le incomodaba. La anciana lo observó en silencio y volvió a desviar la vista hacia la muchacha, que completamente contraria a su compañero, la observaba con tranquilidad y amabilidad.

-De la ciudad de Tokio.- Respondió la chica quietamente. La mujer tragó con dificultad e Inuyasha clavó sus ojos como un halcón en ella. La sombra de la duda tiñó sus ojos dorados y la anciana percibió el malestar y la desconfianza del muchacho, pero no se dejó intimidar.

-¿Serán acaso parientes de un amigo que vivía en un templo, allá en la capital?- Preguntó mirando con interés a la muchacha. Ella asintió rápidamente al tiempo que se pasaba un mechón tras la oreja.

-Usted debe referirse a mi abuelo Jinta... él falleció hace un año atrás...

-Oh, sí, él... vaya... qué coincidencia... supongo que eres su nieta... ¿no?... ¿Kagome?

-¿Lo conocía usted?- Preguntó ella algo asombrada. La mujer esbozó una pequeña sonrisa mientras miraba al cielo. Inuyasha volvió a moverse inquieto y esta vez se acercó un poco más a la muchacha, las preguntas de aquella anciana parecían impertinentes y él desconfiaba casi de todos. La mujer otra vez le dio una media mirada al joven e Inuyasha sostuvo la suya, muy serio, apretando la mandíbula y tensionando más su atlético cuerpo.

-Claro que sí, pequeña... – Respondió con nostalgia mirándola con cariño-... fui su amiga... mi nombre es Kaede... no nos vimos mucho estos últimos años... pero asistí a su funeral...

-¿Verdad?... no lo recuerdo... - Murmuró Kagome meditando sus palabras y recordando aquellos tristes días.

-Lo sé... lo vi desde lejos... era mejor así... - Murmuró la anciana y la joven arrugó el ceño sin comprender, justo cuando iba a preguntar por qué Kaede la miró cambiando el rostro a uno alegre y posó su mano esta vez en el hombro de la muchacha.- Pero qué grande estas... toda una mujer... muy bonita... y él... - Sus ojos de desviaron hacia Inuyasha y Kagome la imitó- ¿es tu novio?... ¿o tu esposo?

Kagome enrojeció súbitamente y sintió que su cuerpo reaccionaba con un escalofrío. Sonrió tontamente mientras percibía que las mejillas comenzaban a arder. Escuchó la risa de Souta a su lado y ella se excusó rápidamente.

-No, no, claro que no... él es... - ¿Cómo catalogar a Inuyasha?... ¿decir que era el "guía" de su viaje?... ¿o mejor decir que era su "acompañante"?... no, eso era más confuso aún, miró de reojo al hombre que esta vez miraba a su alrededor aparentando completa indiferencia hacia la conversación, pero fue Souta quien finalmente respondió.

-Inuyasha es mi amigo, nos acompaña en este viaje.

La mujer volvió a mirar a Inuyasha y sólo asintió. Kagome miró el suelo, se sentía bastante avergonzada, decir que era su esposo, qué ocurrencias, ni siquiera se toleraban, ni siquiera se miraban!

-Oh, lo siento pequeña... - Sonrió la anciana. La brisa del viento nocturno sopló nuevamente con inusitada fuerza y entonces la mujer la miró seriamente-... Los invito a hospedarse en mi casa... soy la administradora de este lugar... por favor, sería un honor para mí... en memoria de tu abuelo, pequeña...

Souta esbozó una amplia sonrisa y Kagome la miró sin poder rechazar la oferta. Tenían que quedarse al fin y al cabo y lo mejor sería ahorrar el poco dinero que le quedaba... además el mapa indicaba este lugar que debían explorar, pero primero había que descansar, sobre todo el pequeño Souta. Ladeó sólo un poco el rostro para mirar a Inuyasha, no sabía por qué, hubiera querido preguntarle esta vez su parecer, pero él volteó disgustado, sin siquiera mirarla. Ella apretó los puños de sus manos y luego esbozó una sonrisa a la mujer.

-Claro... nada nos agradaría más...

Su habitación era algo pequeña pero tenía lo suficiente para dormir con tranquilidad y comodidad. Una cama con un colchón blando, un armario y los ventanales que daban a la parte interior del jardín. Ella se levantó de la cama vistiendo esta vez su camisola y caminó hasta ellos dando un suspiro de cansancio. La luna se alzaba en lo alto como un sol iluminando con sus rayos de plata los jardines, haciéndolos parecer siniestros a luz de las tenues sombras y a la vez hermoso. La puerta se abrió precipitadamente a su espalda y ella se volteó con rapidez, sólo para encontrarse con sorpresa con el chico de ojos dorados que entraba con la ropa puesta aun y cerraba la puerta tras su espalda, se apoyó en la madera fría de esta y ladeó el rostro sin mirarla. Kagome había abierto los ojos asustadamente y sintió nuevamente que sus mejillas se ruborizaban. Luego de un momento de turbación, ella pestañeó repetidas veces y frunció el ceño indignada.

-Pero qué...

Inuyasha en ese momento la miró y avanzó hasta ella a zancadas, su rostro era serio, no, más que eso, disgustado. Kagome tragó con dificultad sintiendo que se le secaba la garganta, él la tomó de ambos brazos, sus dedos parecían clavarse en su nívea piel, la chica lo miró horrorizada esta vez pero no fue capaz de decir nada.

-Usted no se da cuenta del peligro que corremos¿verdad?... estamos buscando la perla de shikon y un hombre fue asesinado por eso... no puede confiar en nadie!

Las palabras eran un susurro pero firmes que la descolocó por completo, los ojos del hombre estaban fijos en sus pupilas, su rostro tan serio y casi amenazador la hizo estremecer, se quedó sin habla y con él sosteniendo rudamente sus brazos desnudos. Los segundos pasaron lentamente, Inuyasha pareció darse cuenta de su arrebato y se calmó, la soltó y ella pudo ver el color de sus ojos suavizados ahora casi como un bálsamo de puro arrepentimiento. Antes parecían llamas del mismísimo infierno. Él apretó sus labios varoniles y bajó la vista. Kagome poco a poco se recuperó, luego lo miró con burla casi, sonriendo malvadamente mientras se cruzaba de brazos.

-No desconfiará de una pobre anciana... - Y lo miró divertida. Inuyasha esquivó sus ojos y apretó más los puños de su mano.

-Usted no se da cuenta cuan importante es la perla... - Gruñó esta vez alzando la vista y mirándola enrabiado. Kagome pestañeó demasiado confundida y herida. -... Ni del peligro que nos acecha... no puede confiar tanto en las personas... menos ahora...

-¿Y qué le importa?... le pago solo para que nos acompañe y no para que se meta en mis asuntos. Además confío más en ella que en usted, así que no se tome tantas atribuciones!

Los ojos de Inuyasha se tornaron peligrosamente oscuros y vivos, clavándose tanto en sus pupilas que le irritaba la vista. La tomó de un brazo, hubiera querido zamorrearla ahí mismo por su tonta ingenuidad. Ella lo desafió con la mirada, enfrentándose esta vez a la dureza de su rostro intentando apaciguar a su corazón que latía con prisa, sintiendo que desfallecería, de temor y algo más que no supo reconocer. Él la volvió a soltar y se alejó un paso mordiéndose el labio. Parecía querer decir algo más, y estuvo a punto de hacerlo pero luego bajó la vista. Kagome se sobó el brazo y a la luz de la luna vio los dedos clavados y rojos sobre su piel. El joven se volteó y salió precipitadamente de la habitación, dejando a la chica más turbada aun. ¿Pero qué pretendía?... ¿porqué se comportaba así?... Salió en su búsqueda al pasillo, alcanzó a verlo voltear y salir de la casita. Ella lo siguió a paso rápido, la brisa del viento le sopló en el rostro helada y fresca que su piel de inmediato reaccionó con un escalofrío. Él cruzó a grandes zancadas el jardín trasero, mirando a todos lados, la joven supo que buscaba el monolito.

-Ey!... ¿Qué hace?... ¿no cree que se esta comportando como un tonto?- Gritó siguiéndolo a paso rápido y de vez en cuando corriendo, se dio cuenta de la gran ventaja que le sacaba al caminar.

-Váyase a dormir si puede... - Refunfuñó enrabiado y deteniéndose una vez más para mirar a su alrededor y retomar nuevamente su loca búsqueda.

-Debería comportarse como un huésped y no como un loco!- Le gritó Kagome, se habían alejado bastante de la casita y los arboles del pequeño bosque los recibió siniestramente. Ella se detuvo de súbito al ver la oscuridad el lugar, los arboles eran tan frondosos que escasamente la luz de la luna pasaba por su follaje. Sintió escalofríos y él se detuvo de pronto, volteando y mirando a su alrededor, alerta. Kagome frunció el ceño y luego sonrió con malicia. - Se comporta como un loco... le dije que no se tomara atribuciones...

El ruido de una rama quebrarse la hizo voltear asustadamente pero de pronto vio a Inuyasha correr delante de ella y en un movimiento demasiado rápido, abrió su abrigo y extrajo del cinto una enorme espada que la chica miró con pavor. La hoja del arma se alzó en el aire provocando un leve sonido con el contacto del viento e Inuyasha miró atento hacia la oscuridad del follaje. Kagome cayó en la tierra de puro susto, mirando con terror la enorme y peligrosa espada que él llevaba, que siempre llevaba y ahora comprendía que el abrigo era un medio para ocultarla. Las piernas le temblaron y sus ojos aterrados se concentraron también en el oscuro follaje, los segundos pasaron, hasta que finalmente de entre los arbustos apareció una pequeña rata, que se alzó en sus patas traseras con un fruto en el hocico y que luego corrió al ver a las personas. Inuyasha suspiró aliviado y bajó la espada, la escuchó sollozar y entonces volteó, la chica estaba en la tierra húmeda mirándolo con más terror que nunca, la vio temblar completamente y notó en sus ojos castaños la repulsión y el miedo que la embargaba. Entonces él envainó nuevamente su espada y caminó a paso lento hacia ella, cuando estuvo enfrente la miró directamente, quería disculparse por su arrebato, pero lo había hecho casi sin pensar... se turbó ante este pensamiento y se reprochó por eso. No, nada lo volvería a desviar de su objetivo esta vez. Miró a Kagome casi adolorido, estiró su mano para levantarla, pero ella se levantó sola y lo miró a los ojos, enrabiada y completamente asustada.

-Esta loco! Esta loco! Nunca debí confiar en usted!

Continuará...


N/A: jeje, bueno, pongánse en el lugar de Kagome... a cualquiera le daría miedo ver a una persona portando una tremenda espada, sobre todo si es el "Colmillo de Acero" en pleno siglo XXI jaja y menos si se tiene un "poquitín" de desconfianza (considerando donde lo conoció...) de esa persona... o se esta loca... o es simplemente un peligroso delincuente...

El jardín Sankeien existe, eh? esta en Yokohama y mañana pongo unas fotos muy bonitas de él en mi blog (ahora me dan deseos de viajar a Japón, a ellos les gusta mucho los jardines)... Bueno, muchas gracias por sus reviews y recuerden que también estoy en infoanime con este fic... nos vemos y cuidense n.n

Lady Sakura Lee.