Capítulo 10: "Miedo en el Bosque"
Él acarició su cabello con la delicadeza que se lo permitían sus torpes dedos, sentía la suavidad de las hebras color azabache contra su piel, como hilos de la más rica seda. Inuyasha suspiró casi involuntariamente apoyando su cabeza en el tronco del árbol, sus ojos se dirigieron al cielo que ya comenzaba a tomar tonos malvas y anaranjados, pronto a un nuevo amanecer. No pudo evitar el evocar nuevamente el sabor de sus besos que aun perduraba en sus labios. Jamás había probado labios tan dulces y suaves en su vida, su sabor le recordaba las golosinas que de vez en cuando comía cuando niño, a escondidas. Aquellos no eran tiempos tan felices pero esos momentos lo eran de infinita alegría y sin lugar a dudas con el beso de la muchacha se sentía igual de feliz y tranquilo.
Ella se movió levemente y un quejido se escapó de sus labios, seguro que el dolor de la herida de su pierna era demasiado fuerte aun. Inuyasha bajó la vista y la cubrió más. Se preguntó si realmente estaba cómoda en la posición en que se encontraba, medio cuerpo sobre sus piernas y el resto sobre la manta, casi como un bebé. Pero Kagome dormía profundamente y él no quiso despertarla para saberlo. Ella debería recuperar el sueño y las fuerzas que había perdido por su culpa.
Su culpa. Otra vez el remordimiento. ¿Acaso estaba condenado a hacer sufrir a los demás por sus tontas acciones? por eso no deseaba entablar relación con nadie, menos con una mujer... la muerte de la otra había sido tan... terrible y dolorosa, en ese momento creyó que nunca se perdonaría en la vida el error de no haberla podido salvar... pero ahora tenía la esperanza que su conciencia pudiera descansar en paz... con Kagome las cosas podían ser diferentes... muy diferentes... arrugó el ceño y su corazón latió aprisa recordando su misión con la perla... no, pero Kagome no podía ser sacerdotisa, Souta le había dicho que la chica fingía serlo sólo para atraer público al templo, que no había nacido con dones especiales y que eso no era gran problema para ella... pero... ¿estaría Kagome relacionada verdaderamente con la joya o sólo era una confusión igual como había sucedido con Kikyo?
- Kikyo... - Murmuró casi sin querer. El viento sopló más fuerte trayendo el aire helado de la costa que lo hizo estremecer.
- ¿Quién es Kikyo?
Su corazón dio un vuelco y bajó la vista rápidamente. Kagome lo miraba con los ojos semi abiertos y luego de pestañear un poco, algo sonmolienta, se incorporó y lo miró con seriedad.
- ¿Qué?
- ¿Quién es Kikyo?... te escuché claramente... - Preguntó la chica con la voz tan suave que parecía casi un murmullo.
Inuyasha pestañeó contrariado y luego desvió la vista. No creía que había pronunciado aquel nombre en voz alta... eso había sido una torpeza muy grande... ¿cómo no se había dado cuenta?
- ¿No me lo dirás?... - Preguntó nuevamente levantando las cejas. Inuyasha sintió que le costaba respirar y luego de unos segundos pudo enfocar sus ojos en la muchacha.- Bueno... si no quieres no te presionaré... creo que me tengo que acostumbrar a tus secretos...- Sonrió ella quietamente y el tono de su voz resultaba suave, casi como si fuera un asunto sin importancia. Deslizó sus dedos entre sus cabellos intentando arreglárselos y sonrió más al ver lo boquiabieto que él aun estaba.-... Sé que te gusta ser misterioso. - Agregó con picardía. Se movió más y finalmente se sentó, lo primero que hizo fue aspirar profundamente el aire fresco de la mañana con los ojos cerrados, cada uno de sus movimientos eran observados con suma minuciosidad por el joven. La chica alzó la vista y miró al cielo con una suave sonrisa. Se sentía tranquila, completamente tranquila y descansada, en verdad necesitaba las horas de sueño que había perdido y ahora estaba como nueva y eso la ponía de muy buen humor. Inuyasha entonces se puso de pie en silencio. Luego de un breve momento él volvió a mirarla detenidamente, su manzana de Adán se movió inquieta en su garganta y al fin ella, como si lo hubiera presentido, bajó el rostro hacia él y le respondió con la mirada.
- Kikyo era una chica... que quise mucho...
Kagome frunció levemente el ceño y sus ojos se tornaron más ocuros que lo usual. Él clavó su vista en sus pupilas, quería saber qué reacción tomaba. Kagome luego de unos segundos de perturbación arrugó más el ceño, pero más que perturbada parecía querer saber aun más.
- ¿Era tu novia?- La pregunta fue directa y bastante normal. Inuyasha entornó los ojos ¿Kikyo su novia?... no... ni siquiera habían llegado a eso... todo había sucedido muy rápido...
- No, no lo era.- Respondió con quietud. Kagome sólo suspiró y bajó la vista. Parecía meditar sus palabras y ya se estaba preparando para que la conversación estuviera terminada pero...
- ¿Y qué sucedió?
Ella volvía a mirarlo con interrogación, estaba muy seria, pero completamente calmada. Él se dio cuenta que podía evitar contarle las cosas pues sabía que no se enojaría, aparentemente ella parecía estar de bastante buen humor... pero... ¿para qué ocultarlo? aquello ya era asunto del pasado.
- Ella murió... fue un accidente... en todo caso... fue hace mucho tiempo ya... - Murmuró él dándose la vuelta y ahora sí dando por terminada la conversación. Cuando se puso en cuclillas sentía que le dolía el cuello, seguro que ella lo observaba quiatemente desde su puesto ¿acaso quería seguir preguntando? Volteó y la enfrentó. Kagome seguía sentada con ambas manos afirmadas en el suelo y sus ojos denotaba algo de tristeza.
- Lo lamento... - Fue todo lo que dijo, con congoja y dolor por el destino de aquella desconocida. Eso lo sorprendió, en verdad no esperaba una reacción así de la muchacha, él en su lugar se hubiera puesto celoso o algo así. Entonces sonrió y se acercó lentamente a ella, poniéndose en cuclillas para estar a su altura tomó su rostro entre sus dedos y la miró directo, sus ojos dorados escudriñaron con ternura su mirada pura e inocente, eran sentimientos verdaderos los de Kagome, no cabía duda.
- Eres una chica muy buena... - Murmuró con voz ronca y la besó con suavidad en los labios. Cuando se separó notó que ella ya le había echado los brazos al cuello. Sonrió al verse imposibilitado de separarse.
- No soy buena... me iré al infierno... - Musitó traviesa y fue la joven quien esta vez le dio un beso corto, entonces cuando se separó él soltó su rostro y enlazó sus brazos en su cintura, atrayéndola fuertemente hasta su pecho. Kagome soltó un quejido e Inuyasha de inmediato aflojó el enlaze, abriendo más los ojos asustado y luego avergonzado.
- Lo lamento pequeña... ¿aún te duele?
- Sólo cuando respiro... - Sonrió Kagome y enseguida rio levemente, haciéndolo sonreir también a él pero Inuyasha volvió a arrugar el ceño, preocupado.
- ¿De verdad?
Kagome volvió a reír y lo besó. Aquel beso era totalmente diferente al anterior, su beso era suave y delicado, demasiado lento también, podía Inuyasha sentir la ternura en cada uno de sus movimientos, en lo traviesa que era cuando mordisqueó su labio y lo exquisita cuando sintió su lengua. Dulces... golosinas... él mantenía los ojos abiertos y cuando la muchacha se apartó al fin, Inuyasha le acarició la mejilla, aun preocupado.
- Estoy preocupado... ¿puedes dejar de jugar y decirme si todavía te duele algo?
- Tan serio Inuyasha... - Respondió Kagome rápidamente soltándose del joven y alejándose, a lo que él no tuvo más remedio que deshacer el lazo de su cintura.- Estoy bien...- Murmuró acomodándose el cabello y dejándolo todo sobre un hombro. La piel blanca y expuesta de su cuello quedó al descubierto e Inuyasha tragó con nerviosismo, ella le provocaba reacciones lujuriosas... -... al menos ya no me duele la cabeza... ni el cuerpo... ¿puedes ayudarme a levantarme?
Ella estiró sus brazos e Inuyasha se levantó tomándolos con firmeza. Al primer impulso Kagome se puso más pálida que el papel, de sus labios se escapó un leve quejido pero finalmente se puso en pie casi testarudamente. Él hubiera querido tomarla en brazos pero la chica se mantenía firme en su postura. Claro que el dolor de la rodilla no le permitía apoyar el pie en el suelo, así que la mantuvo a duras penas unos cuantos centímetros en el aire. Su cara de frustración era evidente. Kagome no fue capaz de soltarse de Inuyasha porque su cuerpo temblaba. Tenía la vista concentrada en el suelo y no fue hasta luego de unos segundos que levantó la vista hacia él. El joven estaba preocupado, pero no demasiado.
- Te cargaré en mis brazos, ya lo he hecho antes.- Sonrió y con un rápido ademán la cargó en sus brazos. Ella dio un pequeño grito de sorpresa y se aferró a su cuello con fuerza.
- Pero estamos muy lejos aun de Osaka... ¿qué haremos?
- Ah, no te preocupes por eso... ya encontraremos algo.- Su repuesta no la tranquilizó como él creía. La sonrisa desapareció de su rostro y la depositó con calma sobre la manta.- ¿Te preocupa algo más?
Ella asintió. Sonrió un poco al notar la conexión casi telepática que habían desarrollado. O tal vez era su imaginación...
- Me pregunto si Souta y la anciana Kaede estan a salvo...
Inuyasha pudo ver claramente el temor en sus ojos, entonces se puso en cuclillas a su lado y le acarició el rostro.
- Ellos estarán bien... de cualquier forma haremos una llamada en cuanto encontremos un teléfono... ¿esta bien?
Kagome asintió no muy convencida.
- También me preocupa... aquella mujer del tren... ¿estaba sola o acompañada?...
Inuyasha pestañeó. Ese detalle no lo había percibido. Intentó recordar y de inmediato se vino a su mente el rostro de aquella mujer observándolos desde unos asientos más atrás de donde ellos estaban. ¿Estaba sola? pues habían más personas a su lado, podrían ser sus ayudantes o tal vez otros simples pasajeros. Esto resultaba algo complicado de dislucidar.
- No lo sé... - Murmuró al fin y luego posó sus ojos en Kagome que lucía bastante asustada e intranquila. Ella había sentido como el corazón comenzaba a latir rápidamente, no podía evitarlo. Inuyasha posó una mano en su hombro y una leve sonrisa se dibujó en sus labios intentando trasmitir tranquilidad- Pero no te preocupes... no creo que ellos se hayan lanzado como nosotros del tren...
- Es cierto, no los creo tan locos como nosotros.
Él sonrió y la abrazó. Es cierto... al menos no podían ser tan locos como ellos...
Ni un solo ruido, salvo el trinar de las aves, se dejó escuchar mientras caminaba al lado de la línea del tren. Su rumbo era el sur, la ciudad de Osaka. Kagome no se sentía cómoda. No era el hecho de estar en sus brazos, pues daría la vida por estar así, claro que en otras circunstancias. Ahora se sentía bastante impotente, deseaba que él no estuviera demasiado cansado pues ya llevaban bastante rato de la misma forma, él caminando y ella en sus brazos. No era justo.
- Inuyasha... - Protestó nuevamente para que se detuviera y descansara, no era sólo ella, estaba su bolso y también su mochila.
- Ya te dije que soy bastante fuerte... y tu pesas como una pluma...
Ella enmudeció pero aunque él estuviese diciendo esos halagos, la verdad no deseaba ser una carga ni una molestia.
- Tienes un corazón muy orgulloso- Agregó Inuyasha al notar lo incómoda que se encontraba, pues bien se había dado cuenta con lo poco comunicativa que estaba. Se detuvo y la dejó en suelo. Kagome volvió a mirar su rodilla vendada y suspiró.
- Si fuera una sacerdotisa podría poner mis manos en ella y sanaría... - Mumuró posando su mano sobre la herida y cuando la retiró aun seguía sintiendo dolor. Inuyasha, que dejaba también el bolso y la mochila en el suelo, al escuchar su comentario palideció y su cuerpo se puso rígido, de inmediato posó sus ojos en las acciones que ella realizaba y cuando Kagome retiró su mano e hizo una mueca de decepción, entonces él tragó con algo de dolor recién dándose cuenta que eso de ser sacerdotisa era lo peor que le podría pasar, sobre todo si llegaba a ser la verdadera guardiana de la perla de shikon.
- Mejor que no seas sacerdotisa... - Murmuró de mala gana pero retuvo el aliento. Recordó cada una de las acciones extrañas de ella, la primera, al percibir que algo había sucedido cuando fueron a ver al anciano de la universidad; luego, en el bosquecillo cuando llovió repentinamente y finalmente, al darse cuenta del peligro que corría su hermano menor, Souta.
- Bueno, sí, tal vez sea mejor... sino creo que tomaría demasiadas responsabilidades- Se dijo más para sí misma que para él, pero estaba algo decepcionada, en el interior de su alma hubiera querido tener dones excepcionales, como su abuelo o sus antepasados, además tenía entendido que quien custioba la perla debía ser una persona con poderes espirituales, una sacerdotisa...
El ruido de las hojas crujir bajo lo que parecían pies los hizo poner alertas a ambos. Kagome entreabrió los labios y miró de inmediato a Inuyasha que se quedó inmóvil unos segundos alertando sus sentidos ante el más mínimo ruido. Se escucharon más ruidos y entonces Kagome comenzó a respirar con dificultad. Se levantó a duras penas mientras veía a Inuyasha llevarse la mano al cinto, tanteando la espada y mirando a su alrededor, alerta. Luego hubo una pausa y Kagome quiso caminar hasta él, pero al posar su pie en el suelo le dolió tanto que hubiera querido gritar de dolor, Inuyasha se acercó rápidamente a ella y le cubrió la boca con su mano, apoyándola contra un árbol se quedaron así, esperando. Él se preguntó como defendería a Kagome del peligro, si ella ni siquiera podía correr o escapar, entonces no le quedaría más que batirse con el enemigo hasta el final. El joven la miró, una pequeña capa de sudor cubría la frente de la muchacha, vio sus ojos aterrorizados y sentía el corazón latiendo aceleradamente contra su propio pecho. Hubiera querido infundirle palabras de consuelo, pero sólo pudo mirarla y hacerle entender a travez de su ojos, que pasara lo que pasara, primero tendrían que matarlo antes que lastimarla.
Los crujidos y pisadas se escucharon más cerca y de pronto, saltando de entre un arbusto cercano, un pequeño zorro se dejó ver. Inuyasha soltó una maldición y destapó la boca de Kagome, mientras ella dejaba descansar su cabeza en el cuello del chico y suspiraba aliviada, primero quiso reír y luego sollozó.
- Maldito animal... - Gruñó con rabia Inuyasha mirando de reojo al pequeño animal que lamía su pata sin inmutarse de los humanos. Luego se detuvo mirando a su alrededor, movió sus orejas y se alejó rápidamente. Inuyasha sonrió aliviado, enderezó el rostro de Kagome y le quitó los rastros de lágrimas de sus mejillas.
- Lo siento...- Murmuró ella con pena-... hay cosas que me superan...
- No debes temer, sabes que siempre te protegeré...- Musitó Inuyasha tomándola por la barbilla.
- ¿Verdad?
- Por mi vida... - Su voz era ronca y escalofriantemente sensual. Kagome volvió a temblar, no era miedo esta vez lo que la invadía, sino sentir el calor de su cuerpo pegado al suyo, sintiendo cada uno de sus duros músculos, la fuerza de su pecho chocando contra el suyo, su brazo enredado en su cintura, las piernas entre las suyas. Las mejillas le ardieron con súbito. Aunque Inuyasha la observaba atentamente parecía que la había sorprendido con un pensamiento lujurioso, porque se aproximo más a ella dejándola totalmente pegada a él, ella tragó y sonrió con nerviosismo. Inuyasha besó su cuello, primero un corto beso y luego otro, bajando hasta donde la blusa se lo permitía, y eso fue hasta su hombro, luego subió su rostro, al ver que la muchacha había cerrado sus ojos besó su garganta, ella jadeó y sus manos se encrisparon en los antebrazos de él, entonces el joven la besó. Ansiaba tanto unir su boca a la suya que cuando ahora lo estaba haciendo sentía más deseos de estar así, siempre. Su sabor era inconfundible, exquisito y sus besos parecían despertar sensaciones casi dormidas en él. No supo en que momento dejó escapar un ronco gemido, se imprecionó de sí mismo un segundo, pero luego no le importó mucho, así que sus manos comenzaron a acariciar el cuerpo de ella con frenesí. Kagome alzó los brazos y se aferró a su cuello, levantándose en puntitas para alcanzarlo mejor, los besos de aquel hombre eran realmente embriagadores y todo a su alrededor parecía ya no existir.
- Vaya vaya... qué sorpresa...
Ambos se separaron de súbito y lo primero que vieron fue al hombre de cabellos oscuros, el mismo que había amenazado a Souta en el jardín Sankeien, que se encontraba ahora de pie no muy lejos de ellos. Instintivamente Inuyasha se posó delante de la chica desenvainando la espada pero vio con horror que el sujeto esta vez venía preparado. De entre su mano, un arma apuntaba directamente a ellos.
- Mussou... - Musitó Inuyasha con su voz ronca y tragando con dificultad. Luego Kagome pegó un respingo a su espalda y jadeó. Era porque otro hombre se unía a Mussou sonriendo malvadamente. Esta vez, ese sujeto no estaba solo...
Continuará...
N/A: Gracias gracias gracias, por todos sus reviews, vaya, fueron bastantes, se los agradezco , también por el saludo del día de las madres, aunque yo no soy mamá (que Kami me ampare! x muchos años más jajaja, además soy muy joven para morir :D), pero gracias de todos modos.
Nos vemos, cuidense... ahhh, estoy nerviosa, Inu y Kagome se quedaron en una situación bastante comprometida ¬¬' qué sucederá:S
Lady Sakura
