Capítulo 13: "La Promesa"
Los rayos de un esplendoroso sol entraban traviesamente por las aberturas de las cortinas, dejándose descansar sobre ella y haciéndola despertar. Pestañeó ante su fulgor y ladeó el rostro para evitarlo. Lo primero que vio fue su cara dormida. Demasiado cerca estaba, que sólo en ese instante se daba cuenta que estaban durmiendo abrazados. Se enderezó rápidamente pasándose la mano por los cabellos pero sin dejar de mirarlo. Un escalofrío recorrió primero su cuerpo y un fuego de pronto de posó en la boca de su estómago al mirarlo con más detención. Su respiración comenzó a ser forzosa, sintió que las mejillas se enrojecían... sus ojos se habían detenido en su torso, tuvo que forzarse a desviar la vista y salir rápidamente de la cama. De pronto necesitó otra ducha.
Cuando salió del baño sacudiendo sus mojados cabellos, lo vio despierto ya y de pie, intentando ponerse una de sus camisetas limpias que guardaba en su bolso de viaje. Su rostro parecía de un niño el cual intenta descifrar un extraño mensaje. Kagome se acercó rápidamente y lo ayudó a ponérsela. Inuyasha cerró los ojos y se acercó más a ella, parecía un chiquillo, dócil y tierno.
- Es frustrante... - Murmuró con la voz ronca mientras la muchacha le arreglaba el cuello de la camiseta-... despertar y encontrarse solo...
Kagome le dio una medio mirada mientras se mordía el labio. Él hablaba como si ya tuvieran una relación formal, y la verdad no estaba segura de qué iba a pasar con ellos una vez que la perla fuera encontrada. Pero sospechaba que Inuyasha también andaba tras la perla y fue entonces que lo miró esta vez muy seria, la sonrisa burlona de él desapareció, sabía que lo que venía no iba a ser muy agradable.
- Hay tantas cosas que no sé de ti... - Comenzó la chica y lo vio fruncir el ceño levemente. Estaban tan cerca uno del otro que ella hasta percibía que el corazón del joven comenzaba a latir más rápido.-... yo sé que igual buscas la perla...
La frase quedó en el aire, no quería proseguir ahora para saber qué era lo que él podía responder. Inuyasha, que tenía el rostro inclinado hacia ella, lo levantó finalmente y se alejó unos pasos. Kagome lo siguió con la vista. Lo sabía, al fin y al cabo no estaba equivocada. ¿Qué pasaría ahora? ¿y qué era lo que él pretendía con esa joya? Inuyasha le había dado la espalda y se acercó al ventanal de la habitación. Los rayos del sol matutino le dieron de lleno en su rostro, iluminándolo, a pesar de la seriedad de su cara, de la tensión de sus músculos, del ceño fruncido y sus labios firmes, ella dejó de respirar nuevamente. Era demasiado atractivo, era indudable.
- No te he dicho nada... - Murmuró apenas sin mirarla-... porque... tienes razón... - Suspiró pesadamente y volteó observándola directo. Kagome se llevó una mano al pecho. Las palabras que saldrían de su boca podrían ser muy duras.-... sí, busco la perla...
Quería ver su reacción pero para su extrañeza ella no movió un solo músculo de su rostro. ¿Acaso no se asombraba de eso? La muchacha asintió levemente al fin y sonrió.
- Claro... ¿pero puedo saber porqué la quieres?
Él levantó ambas cejas. Esperaba un berrinche, un golpe en la mejilla tal vez... que lo ignorara o que decidiera a realizar su viaje sola... Suspiró nuevamente pero de agobio, bajó la vista y sus pasos lentos lo dirigieron al borde de la cama, al lado de la muchacha, alzó la vista y la abrazó de la cintura, escondiendo el rostro en su estómago comenzó a hablar casi por inercia.
- Vengo de una familia que se ha declarado custodia de reliquias desde hace muchos siglos... fuimos criados como guerreros... mi hermano y yo... hay mucha gente que se quiere apoderar de cosas que tiene que ver más con lo espiritual que con lo material... entre esas esta la "perla de shikon"... - Alzó la vista y su mirada se fundió en la inquieta de ella-... vengo de China... y se supone que la perla la debemos tener nosotros...
- ¿De China?- Repitió la chica confundida esta vez. Él sólo asintió y volvió a hundir el rostro en su regazo.
- Mi deber es llevarla a mi casa... cuidarla... esa joya emana un poder espiritual de los más grandes... de acuerdo a los escritos que he leído...
- Eres algo así como... ¿un cazador de reliquias?- Preguntó Kagome sonriendo apenas. Él alzó la vista y también sonrió.- ¿Ese es tu deber?
- Sí... - Sonrió a medias. De pronto tuvo una punzada en el corazón, como si tuviera un mal presentimiento.
- Pero yo no puedo entregarte la perla- Respondió ella con firmeza y esta vez se alejó sólo un paso de él, mirándolo con extrema seriedad que lo sorprendió un poco, debido a la calma que antes presentaba.- La perla de shikon siempre ha estado en nuestro templo ¿porqué debería tenerla tu familia? Estará bien custodiada por nosotros.
- La perla debe ser custodiada por la verdadera guardiana- Respondió simplemente levantándose de un brinco.- Y jamás se ha sabido que tenga una... desde que apareció en este mundo, hace más de 500 años...
Kagome lo miró sin decir nada. ¿Custodiada por una guardiana? Aquello le sonaba más a leyenda que a realidad.
- No, la perla es de mi templo... ¿qué mal podrá causar?
- No es el mal que pueda causar, Kagome... - Susurró acercándose a la chica e intentando conciliarse con ella, posó una mano en su rostro y sonrió levemente-... es el peligro que corres si tú la tienes... vives sola ahora... ¿quién te protegerá de quienes quieren esa joya a toda costa?
¡Ah! ¿Era eso? La muchacha sonrió con ironía y él vio el brillo en sus ojos.
- Eso no es problema para mí, siempre he podido mantenerme segura- Mintió. Ya veía que un rayo le daba de lleno en su cabeza. Inuyasha sonrió aún más. Su mente le gritó "mentirosa, si yo mismo he invadido tu cuarto", pero controló su lengua.
- Ya veo que eres una chica testaruda... - Murmuró.
- Bueno bueno... - Agregó Kagome ocultando las mejillas rojas de su mentira y alejándose de él- ... de cualquier forma aun no encontramos la perla... ya veremos como arreglamos ese asunto...- Se sentó en la cama y comenzó a peinar nerviosamente sus cabellos. Vaya, ahora la perla la querían los dos... y él era de China... con que esa era su "misión". Entonces los latidos se volvieron más fuertes, casi dolorosos, un pensamiento se coló en su mente, alzó la vista para mirarlo, él la observaba atentamente aun.-... pero cuando esto acabe... ¿significa que te irás?
Sólo al pronunciar aquello le provocó un dolor casi indescriptible. Oh! ¿Porqué se había dejado ilusionar por él? Entonces seguir con el jueguito de amor sería absurdo ¿no?
- Bueno... - Musitó Inuyasha mirando el techo y luego bajó la vista a ella que lo observaba ansiosa-... Nadie importante me espera allá...
Esperar su respuesta, aunque fueron sólo segundos, igual fue una agonía. Cuando él dijo las últimas palabras a Kagome le costó reaccionar, sólo cuando el joven sonrió se dio cuenta de lo que significaba.
- ¿Te quedarás?- Preguntó incrédula aun.
- Contigo... lo prometo... - Afirmó él.
Entonces sus ojos castaños se iluminaron de alegría y sin pensarlo mucho lo abrazó y le dio una infinidad de besos en el rostro, en los labios y en el cuello.
- Me haces... muy... feliz...
- Sí... ya... veo... - Sonrió Inuyasha divertido ante la situación pero completamente complacido de su alegría. Entonces ya estaba todo decidido y arreglado ¿no?. Kagome alzó la vista y sonrió ampliamente. El mundo no podía ser más perfecto ahora, nada podría hacerla más feliz. ¿Pero cómo se había prendado tanto de él en tan poco tiempo? Sentía que lo conocía de toda la vida... y sentía también que todo era una locura.. una hermosa locura.
- Brujo... - Musitó la muchacha posando sus labios en los de él. Inuyasha la rodeó con un solo brazo a su cintura, apegándola a él. Los labios sedientos de ella eran casi de fuego ahora. El joven sonrió más, vaya agradecimiento. Sintió una mano de Kagome posada suavemente sobre su pecho, sobre sus vendajes, el calor que emanaba era tan agradablemente cálido, como si una fuerza invisible se fuera apoderando de él. Amaba como reaccionaba su cuerpo ante sus caricias, con su cercanía, con su mirar, incluso con su voz. ¿Cómo podría irse así sin más si jamás nadie lo había hecho sentirse tan bien? Al diablo China y su familia, que bien poca felicidad le daba debido a su loca "misión" de la vida. La aferró más a él, Kagome gimió complacida y él volvió a sonreír entre sus labios. También deseaba que todo esta loca carrera en búsqueda de aquella joya terminara, así tendrían tiempo para ellos, para conocerse... aunque sentía que la conocía de toda la vida. Volvió a sonreír y finalmente se separó, viendo como ella no deseaba hacerlo que luego lo miró algo molesta.
- ¿Me dijiste brujo o fue mi imaginación?- Preguntó él acomodándole el flequillo desordenado de su frente. Kagome sonrió de manera cómplice y se alejó.
- Eso dije... - Murmuró y luego volteó. Sonrió al verlo en el mismo lugar en donde lo había dejado pero con el rostro totalmente-... porque has hechizado mi corazón...
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La gorra sobre la cabeza de Inuyasha y además los anteojos oscuros no eran artículos que lo ayudasen a pasar desapercibido, como deseaba Kagome. Ella, que iba a su lado casi igual que él, con una gorra que recogía por completo sus largos cabellos y anteojos, podría pasar desapercibida, pero él.. Para comenzar el porte alto y el cuerpo atlético ya era llamativo. La actitud arrogante al caminar y la cabeza siempre en alto la hacía reír. Pero bueno, era lo menos, Osaka era una ciudad con bastante gente y llegar al Castillo había sido afortunadamente demasiado fácil, puesto que siendo un lugar conocido y visitado turísticamente, miles de personas tenían como destino aquel milenario lugar. Cuando llegaron a sus afueras, ella tuvo un extraño sentimiento. No era la magnificencia del lugar, sino que por un segundo creyó, que sin lugar a dudas, ahí vivía un monje con inmenso poder. Sin embargo, de pronto una fuerza extraña la invadió por completo. La sonrisa se quitó de su rostro y tuvo que afirmarse en el brazo de Inuyasha para no caer. Era como si de pronto hubiera perdido algo de energía.
- Lo siento... debo estar cansada aún... no es nada- Musitó evitando mirarlo pero él la observó con preocupación. La palidez de su rostro era ahora extrema y aunque evitaba mirarlo, el joven notó que hasta el brillo en sus ojos había cambiado.
- ¿Estas segura?
No, no lo estaba. Intentó dar un paso más y se encogió de dolor cayendo de inmediato al suelo. Él vio con horror a la chica tendida en el pavimento, aparentemente sin sentido, tan repentino había sido todo que ni siquiera había alcanzado a tomarla.
La cargó en sus brazos corriendo con desesperación hasta el interior del castillo, las altas murallas lo recibieron haciéndole recordar las grandes moles medievales europeas, incluso este edificio tenía un foso en donde el agua rodeaba por completo. Entró sin importarle nada, sólo deseaba dar con un lugar en donde tuvieran servicios de emergencia. Miró a su alrededor con desesperación y sólo pudo ver los árboles de cerezos en flor invadiendo en todo el amplio patio. De pronto sintió una mano en su hombro y él volteó con brusquedad.
- Puedo ayudarle- No era una pregunta, era una afirmación. Inuyasha miró con detenimiento los ojos azules del hombre, serios y hasta místicos. Entonces tragó y asintió.
Cuando sus ojos se abrieron sintió un terrible dolor en la cabeza, como si hubiera recibido un golpe muy grande. Sus ojos esquivaron de inmediato la luz y tuvo que posar su mano en la frente para tener algo de sombra. Un techo bajo y muy limpio fue lo primero que vio y entonces volteó el rostro. Una joven algo mayor que ella de mirada dulce y tranquila la observaba con una media sonrisa.
- ¡¿Dónde estoy?- Preguntó al fin. La chica, que se encontraba sentada en la cama, se levantó y y sacó el paño húmedo que estaba en su frente.
- En el castillo de Osaka... tu novio te trajo, te habías desmayado.- Comprobó posando su mano en la frente de la chica su temperatura y al no notar nada extraño la miró con seriedad.- ¿No estarás embarazada o si?
Kagome abrió los ojos pasmada y no sólo sus mejillas enrojecieron esta vez. ¿Porqué la gente tenía que sacar conclusiones tan drásticas de Inuyasha y ella? La anciana Kaede había creído que era su esposo...
- ¡Claro que no!- Respondió con rapidez. La chica sonrió y se sentó nuevamente a su lado.
- Lo siento... es tan común ahora... perdóname... ni siquiera me he presentado- Extendió su mano y Kagome se irguió de la cama en que estaba postrada.- Mi nombre es Sango...
La muchacha la miró nuevamente con detenimiento y luego le respondió al saludo.
- Soy Kagome... ¿dónde esta Inuyasha?
- Supongo que te refieres a tu acompañante... - Dijo la muchacha esta vez intentando no hablar sin saber, entonces se levantó y caminó hasta la puerta-... le diré que venga a verte, estaba muy preocupado...
En cuanto él entró en la habitación la abrazó de inmediato. Nunca en su vida había experimentado la sensación de terror y también de abandono como ahora. Tomó su rostro entre sus manos y la observó con sumo detenimiento, como si intentara ver algo más allá de lo verdaderamente visible. Kagome le sonrió y aunque aún sentía el cuerpo pesado y también una sensación de ahogo, como si la atmósfera estuviera cargada o pesada, intentó creer que todo era puro cansancio.
- Me siento bien... sólo fue un desmayo, por el cansancio... ya te lo había dicho... - Le respondió antes que él le preguntase. Lo vio tensar la mandíbula y sus ojos de fuego más brillantes que nunca, luego de unos instantes él respiró aliviado.
- Me asustaste... - Murmuró con congoja y ella bajó la vista, su rostro de tristeza la hacía sentirse horriblemente culpable.-... pero tengo excelentes noticias, Kagome...
Ella posó sus ojos en los de él con interés. A veces sentía que lo veía bajo una bruma, pero luego de pestañear repetidas veces volvía a verlo normal. Estaba muy cansada, al parecer.
- La perla esta aquí ¿verdad?
Inuyasha abrió algo más sus ojos dorados y luego la miró impresionado.
- Sí... el monje Miroku me dijo que la tienen aquí... en el último piso del castillo... no la he visto aún... te esperaba a ti... - Luego se cruzó de brazos algo molesto-... vaya... a veces me asusta tu manera de acertar a las cosas...
Kagome sonrió tranquilamente pasándose un cabello tras la oreja.
- Sólo fue casualidad... - Murmuró. Levantó el rostro y vio aún a la muchacha que la había ayudado, parada junto a la pared, observando la escena. De pronto se dejaron escuchar pasos rápidos que se acercaban, Inuyasha se levantó de un brinco justo en el momento en que Miroku entraba precipitadamente a la habitación.
- Sango... ven- Ordenó.
- ¡¿Pasa algo?- Preguntó Inuyasha, asustado.
El monje de traje púrpura lo miró con seriedad pero sin ocultar su agitación.
- Es la perla... esta muy rara...
Continuará...
N/A: Jejeje... gracias por los comentarios, nos vemos en el siguiente capítulo. Ah! lo de la canción de "The Rasmus" la escucharé n.n (primero la buscaré)
Gracias.
Lady
