Capítulo 19: "La terrible misión de Inuyasha"

Ella sollozó bastante rato entre sus brazos. No sabía porqué había incendiado su propio templo, el que tanto amaba su abuelo y en el cual generación tras generación habían custodiado la perla. Inuyasha miró hacia afuera y suspiró agradeciendo a que la lluvia no había consumido en su totalidad la estructura, al menos por fuera estaba casi intacto, el problema había sido por dentro.

- Jamás me lo perdonaré... jamás... - Sollozó moviendo la cabeza y ocultando el rostro entre sus manos. Ni siquiera era capaz de mirarlo a la cara. Todo aquello había sido tan escalofriantemente extraño. Una fuerza más fuerte que la propia la hizo sentir odio contra todos y cuando ya había controlado su espíritu, casi a duras penas, vio que era demasiado tarde.

El joven la consoló como pudo, pero era casi imposible hacerla sentir mejor. No escuchaba, no entendía, simplemente el dolor y el arrepentimiento la embargaba por completo.

Al fin Kagome se quedó dormida y él la arropó lo que pudo recostándola en el mismo sofá. La miró de pie y notó las perlas de sudor en su frente, y aunque dormía, seguía sollozando y hablando en murmullos. No estaba bien, parecía delirar. El viento sopló tan fuerte que la casa crujió por entero. Dirigió sus ojos hacia afuera nuevamente y vio algunos árboles caídos al suelo y también los techos de algunas casas que se los llevaba el viento. Entonces tragó y se colocó un impermeable que había encontrado tras la puerta de la cocina y salió al exterior. La lluvia lo recibió de lleno y el viento lo golpeó con fuerza, era infernal el ruido que producía, siniestro y escalofriante como un susurro diabólico y lamentero. El chico alzó la vista al cielo negro de nubes y tragó con fuerza. Su corazón no dejaba de latir como si corriera un maratón. De pronto, con sólo un salto llegó al techo de la casa y entonces lo vio, esperando, unos metros más allá, en la misma posición en que lo había visto horas atrás. Arrugó el ceño y llegó hasta él.

Su rostro delineado y pálido goteaba agua de lluvia así como sus largos cabellos claros. La mirada era la misma, fría e insolente, lo observaban casi con desprecio y a la vez reproche. Llevaba un largo abrigo negro y en sus manos una espada similar a la de él.

- Sesshoumaru... - Murmuró Inuyasha sin mucho agrado. Nunca se habían llevado bien y el que se apareciera ahora y así de pronto le daba mala espina.

- No sé como tienes el descaro de estar tan tranquilo... y menos aún de proteger a la sacerdotisa corrupta... - Gruñó el otro con rabia e Inuyasha abrió más los ojos, completamente sorprendido.

- ¿Sacerdotisa corrupta? - Repitió abriendo sus inmensos ojos dorados- ¿Quién te crees que eres? ¡Kagome es la mujer más buena y pura que he conocido en mi vida!

El otro arrugó más el ceño y su mirada severa se agudizó. Un rayo cayó no muy lejos dándole un aspecto casi fantasmagórico.

- Estas enamorado de esa mujer... - Murmuró en cambio. Inuyasha lo miró con seriedad, pero no respondió ¿porqué tenía que rendirle cuentas a su hermano?-... qué lastima... no sabes cómo lo lamento por ti...

- ¡Ya basta, Sesshoumaru! ¡Basta! ¿qué quieres? ¿a qué viniste? no creo que sólo a molestarme...

Sesshoumaru lo miró atentamente y un trueno se dejó escuchar tan fuerte que retumbó en el lugar.

- Sé que encontraron la perla de shikon que estaba perdida... - Dijo de pronto sin más rodeos, en un susurro.-... y sé que ella es su guardiana... - Acentuó la vista severa en los ojos dorados-... eso podría haber sido algo bueno... pero la dejaste con ese sujeto... Naraku... la dejaste sin importarte lo demás... tú... que tu misión era protegerla a la guardiana y a la perla, no cumpliste con ninguna!

Inuyasha hizo una mueca de burla, se cruzó de brazos y lo miró como si nada.

- Kagome esta conmigo y soy dueño de hacer lo que quiera con mi vida... esa perla ya no es importante...

- ¡¡Te equivocas!- Interrumpió él con la voz tan fuerte como un trueno. Inuyasha se sorprendió y pestañeó confundido.- ¡Nunca escuchaste los consejos de nuestro padre! ¡todo para ti era un juego! ¡nunca un deber! la perla de shikon debía estar siempre bien custodiada... jamás había aparecido la verdadera guardiana y tal vez no hubiera sido necesaria nuestra intervención, puesto que la misión de resguardar la joya le pertenece a ella y sólo a ella... y sin embargo... tú... que protegías a la sacerdotisa... tú... su... "guerrero guardián"... - Hizo un desprecio al nombrar la última palabra-... dejaste la joya en las peores manos... en ese Naraku... ¿y ahora qué ha sucedido? ¿no lo sabes? claro que no lo sabes... nunca escuchaste a nuestro padre... - Miró el cielo y apuntó con su dedo-... ¡el cielo se esta cayendo y tú no haces nada!

Inuyasha permanecía en completo silencio y cada vez sentía que el corazón le iba a explotar. Miraba atentamente a Sesshoumaru tragándose el orgullo de ser tan humillado por él... aun no tenías las cosas muy claras... si había que recuperar la perla, iba y arriesgaría la vida con tal de traerla nuevamente!

- La traeré... no te preocupes tanto... - Murmuró con cinismo. El otro le dio una mirada casi asesina.

- ¡Idiota! ¡el mal ya esta hecho! la perla y la sacerdotisa son una... y eso le dio a ella más poder que cualquier ser viviente en la tierra... ya no es una simple sacerdotisa capaz de curar heridas y predecir ciertos acontecimientos... pero eso no es lo malo... lo malo fue haber dejado que su esencia se mezclara con sangre corrupta... he visto la prueba de que el ritual ya se ha realizado... la sacerdotisa guardiana ha quemado su propio templo... el clima esta empeorando, los corazones de las personas se estan llenando de odio y nuestra nación esta en alerta de guerra! ¡Todo es culpa de la mezcla de sangres! ¡la sacerdotisa ya no es capaz de controlar su propia voluntad!- Bramó Sesshoumaru y en cuanto terminó de hablar un rayo cayó nuevamente. Inuyasha sintió que moriría... ¿aquella era la leyenda? ¿de eso se trataba? No sabía qué decir, ni qué hacer, se quedaron en un largo y profundo silencio.

- Y... - Su voz esta vez había perdido el orgullo, lo miró casi con súplica-... ¿qué puedo hacer? Kagome no tiene la culpa de lo que esta sucediendo, ¡todo es por Naraku! ¡Ese maldito!

- Ella se volverá cada vez más poderosa, su alma se volverá más negra y se unirá sin chistar a ese individuo, puesto que él tiene la perla en sus manos... ella irá a él... y de eso... ¡que Kami nos ampare!

- ¡No! ¡Kagome no irá!- Protestó defendiéndola con fervor.- Ella se quedará conmigo... su alma no esta oscura, lo sé... la vi llorar hace un momento y aún en sueños seguía llorando por lo que... - Se detuvo y luego prosiguió.-... por lo que se vio obligada a hacer...

- El mundo colapsará y ella será la responsable... tiene demasiado poder ahora... - Musitó Sesshoumaru y esta vez su mirada casi se suavizó un segundo.-... eres su guerrero guardián... deberás hacerte cargo irremediablemente esta vez... corregir lo equivocado para que el mundo vuelva a su cause normal, sacar de raíz el mal que nos acecha...

- Dime qué debo hacer- Suplicó. Y sintió su corazón encogerse tanto que no supo porqué, tuvo una indescriptible pena que sintió la garganta amarga y adolorida. Sus ojos comenzaron a brillar y Sesshoumaru dictó la sentencia sin piedad.

- Matarla. Matar a la sacerdotisa es la única forma de acabar con todo esto que esta recién comenzando. No tienes otra opción... la perla y ella son una y estan corruptas... debes matarla con tu propia espada y todo esto acabará... - Al ver que el muchacho palidecía mortalmente y sus labios se entreabrieron el otro no dudó en proseguir-... Y si no lo haces, ¡¡lo haré yo!... ella es muy poderosa... no dejes que lea tu mente... ahora es capaz incluso de leer el alma de las personas... no dejes que descubra la tuya... lo sabrá y serás tú quien estará acabado...

No supo cuanto rato, después que se fue Sesshoumaru, se quedó de pie ahí mismo, recibiendo la lluvia sobre su cuerpo y las ráfagas de viento como azotes sobre él. ¿Matarla? ¡matar a Kagome y así acabar lo que estaba comenzando? no, aquello no era posible... ¿cómo iba hacer eso? ¿Con Kagome? ¿Con SU Kagome?... no... esto no debía estar pasando... no... seguro estaba soñando, seguro pronto despertaría y se reiría de haber imaginado tanta locura. Un trueno estruendoso lo sacó de su loca meditación y volvió a palidecer... ¿matarla para acabar con esto? ¡NO! ¡Jamás! seguro debía haber una solución, una solución para ayudar a Kagome y que las cosas volvieran a la realidad... él buscaría una solución y la encontraría... sí... fuese como fuese... la encontraría...

Cuando entró a la casa le sorprendió encontrarla despierta y extrañamente tranquila. Estaba sentada sobre el sofá casi con la vista perdida. Él tragó con fuerza y tembló, no de frío, sino de las palabras de Sesshoumaru.

Retuvo la respiración y entonces ella levantó el rostro y lo miró con su profunda mirada castaña.

- ¿Era tu hermano?

Entonces el joven sintió que moriría. En breves segundos tuvo que aplicar las técnicas de bloqueo mental aprendidas de su padre y que no usaba desde que era un niño contra él mismo o su hermano mayor... jamás pensó tener que usarlo contra Kagome, deseaba tal vez llorar, el muy maldito tenía razón, ella era capaz de leer su mente y tal vez descubrir su alma...

- Sí... sí... - Musitó sacándose el abrigo e intentando mantener la mente tranquila y casi en blanco. Estaba demasiado pálido y sus manos estaban muy torpes.

La chica agudizó la visión sobre él, como una gata queriendo atrapar su presa. Arrugó el ceño luego de darse cuenta que no sacaba nada con querer saber más... su mente estaba en blanco. Se levantó como una felina, lenta y suavemente y sonrió con levedad, acercándose por atrás lo abrazó inesperadamente. Inuyasha sintió su corazón latir con fuerza.

- ¿Qué quería?- Preguntó posando sus manos sobre el pecho del hombre tan fuerte que él sintió el calor que emanaban de ellas traspasando su camiseta. Volteó rápidamente deshaciéndose del abrazo y la miró desde su altura.

- Qué curiosa... - Murmuró intentado sonreír. La sonrisa que ella le devolvió le puso la piel de gallina y más aún cuando Kagome se le acercó nuevamente.

- Quiero saber... nada más... - Su susurro cerca de su oído fue tan escalofriante como excitante y la reacción para él fue de inmediata, sintió la erección en su pantalón y se turbó.

- No... no... - Tragó como si se le secara la boca, ella sonrió y posó ambas manos sobre su pecho-... sólo... pasaba por aquí...

- ¿Pasaba por aquí?- Repitió la muchacha no muy convencida.

Su voz tan sensual le quitaba el aliento y no pudo esta vez evadir su insistente mirar.

- Sí... nada más... - Musitó apenas.

Kagome volvió a arrugar el ceño como si no creyera mucho en sus palabras y luego bajó la vista. Vio el bulto en sus pantalones y entonces sonrió. Deslizó suavemente una mano y entonces lo acarició. Inuyasha retuvo el aliento y la apartó.

- Kagome... - Gruñó débilmente.

- Yo sólo... - Susurró ella, mordiéndose el labio se acercó más a él dejando que su cuerpo tocara el suyo.-... ¿no quieres?

- ¿Querer?- Gimió el muchacho levantando ambas cejas y sintiéndose casi embriagado de deseo. Kagome tomó una mano de él y lo obligó a posarla sobre su cintura. Ella casi lo arrinconó contra la pared y sonrió al verlo tan perturbado.

- Sí... ¿no quieres? - Murmuró-... yo sí... quiero más... eres mío ¿lo recuerdas?

El joven no respondió, sus ojos estaban muy fijos en los de Kagome, parecían que sus pupilas danzaban casi hipnotizándolo. ¿Cómo ella podía estar así después de lo que había sucedido con su templo? ¿acaso lo había olvidado? ella es muy poderosa... no dejes que lea tu mente... ahora es capaz incluso de leer el alma de las personas... no dejes que descubra la tuya...

- Vamos... - Ronroneó risueña al verlo tan paralizado- ¿porqué estas tan... asustado? ¿no me quieres?

- Sí... sí... te amo... - Murmuró sintiendo que perdería el control por completo. Kagome sonrió y se acercó para besarle el cuello, su piel reaccionó como un escalofrío cuando sintió la lengua tibia de la muchacha jugando con su piel- Kagome... esto es... tan raro...

- Mmmmm ¿raro? ¿porqué?- Sus manos se deslizaron bajo la camiseta y volvió a acariciar lentamente su pecho. El chico inclinó la cabeza hacia atrás, jadeante.- ¿porqué?

- Porqué... pareces... que estuvieras... seduciéndome... - Musitó sin saber mucho lo que estaba hablando. Simplemente se dejaba hacer y lo único coherente que su mente le decía era no pensar en las palabras de Sesshoumaru.

Kagome rió y su risa avivó el fuego de su piel.

- ¿Seducir? ¿yo?- Sus manos bajaron lentamente, Inuyasha cerró los ojos e intentó no pensar en nada- ¿Yo?- Repitió Kagome- no sé... cómo hacerlo... - Sus labios alcanzaron la oreja del muchacho y la retuvo suavemente con sus dientes. Inuyasha exhaló el aliento retenido y sus ojos se tornaron más brillantes y serios que nunca. La apartó un poco y sin previó aviso abrió la camiseta de su pijama y los botones saltaron y cayeron al suelo. Kagome lo miró atenta y él se inclinó a besarla como si hubiera perdido el control por completo. Ella cerró los ojos y le respondió de igual manera, dejando que sus bocas se unieran hambrientas el uno del otro. Luego fue él quien tomó el control de la situación y la levantó del suelo, la chica se afirmó en él con sus piernas, tan fuerte a sus caderas, que gimió al sentir la erección chocando entre sus piernas. Rápidamente la camiseta del muchacho desapareció e Inuyasha la llevó hasta el sofá en donde ambos cayeron.- Inuyasha... - Susurró recibiendo de lleno los besos apasionados del hombre que le cortaron la respiración. La fuerza del clima de allá afuera no era nada comparado con la feroz pasión de los dos.-... sé que me escondes algo... - Musitó pero él pareció no escucharla porque la besó casi a la fuerza y luego siguió con su garganta y sus pechos. A Kagome se le nubló también la razón y lo aprisionó más con sus piernas, rosándose contra el hombre que sentía la sangre hervir hasta el punto de que su cuerpo tembló por completo. Pero sabía que ella intentaba hacerlo perder la razón, encontrarlo débil y saber de algún modo qué era lo que había hablado con Sesshoumaru... cielos... ¿sería capaz de hacerlo? ¿de hacer lo que quisiera con tal de saberlo? no, no debía pensar, Kagome no debía saber, no... además él aun se negaba a que todo lo contado fuera realidad... no, ¿su Kagome un peligro? jamás! Levantó el rostro casi rojo y volvió a besarla con brusquedad. La chica sonrió, sabía que ganaría, que lograría descubrir su secreto. No era ella la que actuaba ahora, no ella precisamente, era su lado oscuro y casi perverso, la sangre corrupta que la hacía actuar casi egoístamente. Tuvo un momento de lucidez y se dio cuenta de lo que estaba haciendo pero antes de recuperarse volvió a caer y sus ojos se entrecerraron al recibir la embestida que la hizo dar un brinco. Ni siquiera él había logrado deshacerse de sus pantalones y ni siquiera ella se había dado cuenta en qué momento la privó de su pantalón también. Pero lo aprisionó más con sus piernas e Inuyasha gimió. Lo abrazó tan fuerte del cuello que el muchacho tuvo que afirmar ambas manos en el sillón para sostenerse y no desplomarse sobre ella. Kagome alzó la vista hacia él y entre sus desordenados cabellos lo miró intensamente, los ojos, sus ojos dorados siempre parecían espejos y ¿ahora? no lograba ver nada, nada... Inuyasha que la observaba atentamente no podía apartar la vista de ella, y aceleró el ritmo de sus embestidas sólo para probar más placer y así que se olvidaran de todo. Pero Kagome deslizó una de sus manos que tenía en su cuello hasta la altura de su corazón y desde allí notó, el ritmo vertiginoso de el y hasta podía sentir la sangre correr desesperada por sus venas. Volvió a gemir cuando él le levantó más una pierna hasta la altura de su cintura, mirándola aun intensamente, Kagome se mordió el labio y susurró-... ¿a qué... le temes?

Él se mordió el labio y apartó la vista rápidamente, y sintió como ella retenía fuertemente su sexo, ahogó el gemido entre sus labios y se acercó casi exhausto, aspirando el aroma de su cuello sabía que ya no podría seguir controlándose, y fue cuando explotó dentro de ella que el temor de verla muerta por su propia espada se apoderó de él en imagenes creadas por su cabeza casi delirante. Un gemido demasiado ronco salió de su garganta y se dejó caer finalmente. La escuchó sollozar y luego retomar su respirar. Estaba empapado, sudado por completo y cuando levantó la cabeza la vio. Kagome tenía el rostro desencajado, a pesar del rubor extremo de sus mejillas y los labios hinchados de tantos besos, estaba más pálida que la propia muerte. Inuyasha se asustó ¿acaso había logrado descubrir el temor de su corazón? ¿de su alma? no, no, había sucedido todo demasiado rápido, no podía ser. La muchacha de inmediato cambió la expresión de su rostro y lo miró esbozando una leve sonrisa. Sus ojos se volvieron al castaño normal, no el oscuro que él había visto en los últimos momentos y hasta el rostro de ella se había suavizado.

- Gracias... - Murmuró con la voz suave, ni siquiera tenía el toque de felina sensual que había tenido antes para "seducirlo".

- ¿Porqué?- Preguntó él aun con su voz demasiado ronca y ordenando el flequillo húmedo de ella en su frente.

Kagome bajó su otra mano enredada tras su cuello y la dejó descansar sobre el pecho. La mano que estaba posada sobre su corazón pareció quedar pegada aún más sobre el. La chica bajó la vista y suspiró.

- Porque... me has hecho muy feliz...

Inuyasha la acercó más a él casi levantándola del sofá y la abrazó con fuerza. El clima allá afuera pareció tranquilizarse y eso ni siquiera le importó. ¡Qué diablos! ¿cómo dejarla? ¿cómo hacer caso de las palabras de Sesshoumaru? no... jamás... jamás...

Las ruidosas sirenas lo despertaron de la cama que había compartido con ella y se extrañó de encontrarse solo, nuevamente.

En cuanto salió de allí miró hacia afuera y su boca se entreabrió al ver el desolador paisaje nevado. La nieve blanca y helada que caía quizas de qué hora pero que ya tenía un par de centímetros de alto. ¿Cómo era posible que nevara si muy pronto llegaría el verano? ¿qué estaba pasando? Su corazón se encogió. ¿Tendría que ver... Se vistió rápidamente y la buscó por toda la casa, nada. Se angustió y tensó la mandibula. ¿Donde estaba? sólo recordar las palabras de Sesshoumaru casi le paralizaron el corazón: - debes matarla con tu propia espada y todo esto acabará... y si no lo haces, ¡¡lo haré yo!...

- ¡¡Maldición!- Gimió tomando la espada por la empuñadura y corriendo por la casa hasta abrir la puerta de entrada. Se paralizó al ver a su hermano, los mismos ojos dorados lo miraban con la frialdad característica de él. Inuyasha palideció aún más y sus manos temblaron de angustia.

- Ella no esta aquí... se fue... con él... con Naraku... - Dijo Sesshoumaru y la espada de Inuyasha cayó al suelo...

Continuará...

N/A: Arigatou por sus reviews, ya saben, en el otro cap. esta historia se termina ¿qué sucedera:S... bueno, supongo que ahora entienden porqué el fic se llama "Tu Destino en mis Manos" ¿No? Kagome esta en las hermosas manitos medias asesinas de Inuyasha u.u... cielos! esto esta muy siniestro... bueno, las dejo para seguir escribiendo ahora para la otra historia, que espero hayan leído n.n sí ya sé, muchas ya la leyeron, gracias gracias... a seguir escribiendo entonces para actualizar la prox. vez "Bajo un Hechizo de Luna" n.n

See you. (¿¿Me creerán que aun me cuesta escribir una escena lemon? u.u')

Lady.