Capítulo 20: "La decisión de Kagome"

Aunque sentía el abrazo fuerte de él, su cuerpo cálido y el infinito amor que le profesaba, Kagome no podía dejar de sollozar. Lo había visto claramente, tan claramente que la había dejado pasmada. Ella, muerta a manos del propio Inuyasha. Se miró la herida en la muñeca y sollozó más dolorosamente aún, ahogando de vez en cuando los deseos de llorar a todo pulmón. ¿Porqué había tenido que ser así? ¿porqué ser guardiana de la perla de shikon? ¿porqué ella precisamente? y no sólo eso, sino que porqué ser parte de una pronta catástrofe. Lo entendía ahora todo tan claramente. Se había convertido en casi un instrumento para Naraku... eso era lo que el abuelo le intentaba decir. Esconder la perla de aquello malditos era un medio para protegerla... y el recuperar luego la joya también. Ahora que era adulta y podía valerse por sí misma podía hacerse cargo de la perla pero... todo había salido mal, muy mal. Ladeó el rostro y lo vio dormido y sintió que su corazón se destrozaba ¿qué hacer? él ni siquiera tenía la culpa de sentirse tan angustiado... sólo debía cumplir con su deber, nada más. Se incorporó y vio la espada a un lado de la cama. El filo de ella le erizó la piel y su vista quedó fija por un buen rato.

- Ven...

La muchacha pareció despertar de su ensueño y pestañeó confundida. Lo había escuchado claramente, alguien la llamaba. Miró nuevamente a Inuyasha y él aún dormía pesadamente. Entonces se levantó y miró hacia afuera. El paisaje blanco le develó que era por su causa. Las cosas no estaban bien, podía sentir el odio y la confusión en muchos corazones, era su culpa. Tragó con angustia ¿qué debía hacer? sus ojos nuevamente se desviaron hacia la espada.

- Tiene que... matarme... para que nada malo pase... - Murmuró con horror su cerebro y ella no pudo ocultar la angustia enorme de aquella revelación. No, eso no podía ser, simplemente no podía ser ¿era todo su culpa?

- Ven...

Sintió nuevamente el susurro en su cerebro, una orden. La joven abrió más los ojos, su corazón comenzó a latir con violencia y su respiración se hacía dificultosa, la voz era maligna, podía sentirla, no quería escucharla, no quería, pero... volvió a mirar a Inuyaha, durmiendo con tranquilidad y sintió rabia por él. ¿Cómo podía dormir tan tranquilo?

- Ven...

El sentimiento de odio comenzó a apoderarse de su corazón. Odio, rencor, tristeza, todo se mezclaba. Nuevamente volvió a recuperarse y se aterró. ¿Cómo podía dejarse llevar por aquellos sentimientos? no, no... ¿y si volvía a cometer una locura como cuando quemó su propio templo? Cayó de rodillas sintiendo que la cabeza le explotaría, pero nuevamente la voz la llamaba, más fuerte, más intensa y entonces casi a duras penas se cambió de ropa y salió de inmediato de la habitación, podía poner en peligro la vida de Inuyasha y eso sería su perdición... pero no alcanzó a llegar muy lejos... perdió la conciencia de sí misma y miró sin expresión al abrir la puerta de su casa... esa mujer... Kagura, la esperaba para llevársela.

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- Te acompañaré- Sentenció Sesshoumaru en cuanto vio que Inuyasha se recuperaba y volvía a entrar a la casa. - Necesitarás ayuda, son muy poderosos... - Él miró a su alrededor. La morada, pequeña pero acogedora le develaba incluso la personalidad de sus dueños. Y entonces se cuestionó ¿cómo el destino podía deparar que una muchacha inocente fuera la responsable de la casi destrucción del mundo? miró a Inuyasha que parecía recorrer sin rumbo la habitación. Arrugó el ceño... ¿qué es lo que él haría? por su actitud y porque lo conocía sabía que estaba completamente enamorado de aquella sacerdotisa guardiana... ¿acaso cumpliría su misión?- Inuyasha... - Pero el chico no lo escuchó, sus manos intentaban abrochar los botones de su abrigo pero estas le temblaban- ¡Inuyasha!- Sesshoumaru se había posado delante del muchacho y afirmó ambas manos en sus hombros, lo miró directo, con la seriedad extrema que lo caracterizaba- Tranquilízate, eres un guerrero, sabes lo que debes hacer.

- Sesshoumaru... tu no entiendes... - Musitó-... yo la rescataré... la rescataré de las manos de ese bastardo- Gruñó apretando esta vez el puño, pero Sesshoumaru movió la cabeza.

- Ella ya no puede ser rescatada... Inuyasha... lo sabes...

- ¡Cállate!- Gritó alejándose de él y ciñéndose nuevamente la espada al cinto, cuando abrió la puerta volteó y lo miró con rencor-... se que igual vendrás... pero no permitiré que le pongas un dedo encima a Kagome... - Advirtió. Sesshoumaru arrugó el ceño ¿qué se creía al hablarle así? él, un tonto imprudente culpable en parte de la situación que estaban pasando. Inuyasha lo miró con sus ojos llenos de odio e incluso el ámbar de sus ojos cambió, volviéndose más oscuro y casi fieros. Se tragó las palabras, jamás lo había visto de esa forma. Luego de un titubeo Inuyasha volteó y salió de la casa, la nieve seguía cayendo, se hundió en ella hasta las rodillas y sintió el frío como si le destrozara los huesos, aún así comenzó a caminar como si nada.

- Inuyasha... - Murmuró Sesshoumaru desde atrás-... no te prometo nada... pero tampoco dejaré que el mundo colapse...

Inuyasha casi no escuchó sus palabras. Estaba seguro que de alguna forma, de alguna manera, encontraría la forma de salir de todo esto. Era su culpa, debía hacerlo sin poner en riesgo la vida de su amada Kagome.

Llegar a las rocas de Liancourt había sido realmente una odisea esta vez. Centro de tensión entre militares Japoneses y Coreanos, él y su hermano habían aterrizado a duras penas en una pequeña ensenada en medio del bosque semi tropical del lugar, que lucía fuera de lugar ahora por la nieve que lo cubría casi todo. Inuyasha conocía el camino, aunque esta vez había que ser mucho más prudente, así que tan rápido y con la destreza que lo caracterizaba, corrió esquivando ramas y fosas hasta que con el corazón palpitante, llegó a ver la cúpula de la siniestra pagoda. Se detuvo en seco y retuvo el aire ¿podría estar Kagome en manos de aquel maldito?

- Bloquea tu mente... - Sentenció Sesshoumaru tras él. El joven dio un respingo y luego arrugó el ceño. ¡Maldición! ¡Sesshoumaru dando órdenes! cuanto detestaba eso.

- Esta bien... aquí... - Su voz se detuvo, y abrió los ojos dorados inmensamente al escuchar un ruido tan fuerte que incluso Sesshoumaru se impresionó. Ambos miraron hacia el cielo y casi no podían creer ver un misil surcando el aire.

- No puede ser... - Musitó Sesshoumaru y luego bajó su perfilado rostro hacia Inuyasha, que también lo miró pasmado, tragando con fuerza.

- No... nada tiene que ver con Kagome... - Murmuró pero esta vez ya no estaba muy seguro de sus palabras. Palpó la espada y se extrañó de que sus manos temblaran esta vez. Entonces respiró hondo e intentó tranquilizarse. Kagome no se quedaría con ese maldito... no pasaría lo mismo que con Kikyo... él no ganaría esta vez...

- Sería prudente... esperar hasta el anochecer... - Musitó Sesshoumaru inclinándose tras el matorral en que estaban y el cual les permitía vigilar la siniestra pagoda sin ser vistos por los monjes que la custodiaban.-... aunque no hay mucho tiempo... - Su voz se oscureció de pronto.

Inuyasha lo entendió perfectamente. El misil en el cielo era ya una señal que se estaban moviendo para una guerra. ¿Pero como era posible que ocurriera este tipo de catástrofe por culpa de una perla? De pronto lo vio. El maldito que le había disparado en el bosque se encontraba afuera con un revolver en sus manos y mirando atentamente a su alrerdor. Quizo matarlo en ese momento, aún recordaba lo horrible que se sintió al estar herido y no poder proteger a Kagome...

- Tranquilízate... él sabe que estas aquí... - Murmuró Sesshoumaru con voz de ultratumba.

- Naraku... ese debe haber sido Naraku... - Musitó Inuyasha con rabia.- ... puede que no pueda leer la mente... pero sí siente las presencias de las personas... ese maldito tiene demasiado poder... de otra forma... no controlaría a Kagome tán fácilmente...

Vio a Hakudoushi esbozar su sonrisa maquiavélica y cínica, igual a la otra vez. El muchacho tuvo que apretar los puños de su mano para contener la ira que lo embargaba. No podía arriesgarse a ser descubierto antes de tiempo.

- Sé que estas aquí basura... - Gritó el otro provocando el recelo de los hermanos. El muy maldito estaba provocando.- ¡Sal y muestrate!- Gritó nuevamente. Inuyasha tuvo el impulso de saltar y golpearlo pero Sesshoumaru lo retuvo con fuerza del hombro.

- ¡Detente!

- ¿Acaso te da miedo que te de otro tiro?- Se mofó el otro sonriendo aún y mirando a su alrededor apuntando con su arma. Inuyasha ya no pudo contenerse, saltó de entre los arbusto. Hakudoushi volvió a sonreír y disparó, pero la rabia de Inuyasha era más grande y esquivó el tiro corriendo tan rápido que el otro no se dio cuenta hasta que lo tuvo casi encima y de un sólo golpe en la mano, el arma cayó lejos y él al suelo. Cuando abrió los ojos vio el filo de su espada en plena cara y el rostro desde lo alto de Inuyasha mirándolo diabólicamente.

- ¿Creíste que te saldrías con la tuya nuevamente?- Murmuró y Sesshoumaru arrugó el ceño al ver la actitud tan perversa de su hermano menor. Abrió los ojos cuando vio alzar la espada y supo en ese momento que lo mataría sin piedad. Pero Inuyasha se detuvo en seco con la espada en lo alto. Y entonces un viento fuerte y congelado sacudió el lugar. Sesshoumaru miró hacia la entrada de la pagoda, al igual que Inuyasha, y en ese momento la vieron, vestida de sacerdotisa, con el rostro muy pálido y sus ojos castaños más oscuros que nunca, junto a Naraku.

- Déjalo- Ordenó el hombre mirando con seriedad a Inuyasha, pero el joven tenía tanta sed de venganza que quizo de igual forma acabar con su vida, en cuanto volvió para hacer su cometido, una extraña fuerza lo retuvo dejándolo pasmado. La espada quedó en el aire y Hakudoushi se escapó de inmediato.

- ¿Lo sientes?- Preguntó Naraku con la voz rasposa provocando más escalofríos que el mismo hielo del aire- Es el poder de tu amada sacerdotisa... la perla... incluido el de la mujer que amaste en el pasado...

Inuyasha abrió sus enormes ojos dorados y miró a Kagome. La chica parecía observarlo sin expresión alguna.

- Ka... Kagome... - Musitó sin creer lo que estaba pasando. Su corazón latió tan fuerte... deseaba arrancarla del lado siniestro y lúgubre de ese hombre y abrazarla protegiéndola de todos, incluso de él mismo... qué absurdo y frustrante.- Kagome... - Murmuraron sus labios más fuerte esta vez siendo audibles para todos, incluso para ella que pareció despertar del trance en que se encontraba y pestañeó mirando a Inuyasha horrorizada.

- ¿Inuyasha?

En ese momento el joven recobró la movilidad de su cuerpo y se alejó de un salto pero aún sosteniendo la espada y mirando alternativamente al maldito Naraku y a Kagome. Su corazón parecía querer escaparse de su pecho.

- ¡Inuyasha!- Gritó Kagome queriendo ir hasta él pero en cuanto dio un paso se detuvo en seco y sus ojos nuevamente se tornaron oscuros. Inuyasha abrió los ojos al notar la sonrisa malévola de Naraku y sintió tanta rabia por él que apretó sus manos contra la empuñadura y se abalanzó dispuesto a matarlo al fin, pero Kagome levantó una mano y él cayó al suelo sintiendo que el corazón estaba siendo desgarrado de su cuerpo. Le dolía demasiado, tanto que apenas lo dejaba respirar, de rodillas allí soltó la espada aferrando una mano a su pecho y sintiendo que en cualquier momento moriría. Un gemido se escapó de su boca y nuevamente Kagome pareció recobrarse. El dolor lo abandonó pero lo dejó exhausto y debilitado. Sesshoumaru desde su escondite estuvo a punto de salir al ver a Inuyasha casi amoratado de dolor, pero afortunadamente la sacerdotisa había vuelto a reaccionar. - Inuyasha... Inuyasha... - Sollozó al darse cuenta que no podía luchar contra ella misma, ni siquiera podía alejarse del lado de Naraku. La muchacha deseó morir antes que causarle un daño a él ¿y que pasaba si la próxima vez no podía recupar la conciencia? Palició mortalmente aún más ante el siniestro pensamiento.

- Llévenselo... - Musitó el maligno hombre y los monjes, junto con Hakudoushi se lo llevaron casi a rastras del lugar. Ella sollozó sintiendo que el dolor le desgarraba el alma ¿y qué hacer? ¿podía seguir luchando contra aquella fuerza maligna que era tan poderosa como para utilizarla sin piedad?- ¿Vamos querida?- Él la había tomado desde la barbilla obligándola a mirarlo a los ojos, hubiera querido resistirse pero no podía contra él, cada esfuerzo que hacía la debilitaba más aún, apoderándose sin piedad de su alma y conciencia.- No llores...- Susurró quitando las lágrimas silenciosas de ella-... mejor descansa... necesito que te encuentres bien... el mundo nos espera... tu poder es tan inmenso y junto con el mío seremos invencibles... podremos hacer lo que queramos... ¿no quieres eso? ¿no quieres?... Kikyo sí quería...

Kikyo, siempre Kikyo... pero ella no era Kikyo... no... primero muerta, primero muerta que ser utilizada para propósitos malignos... primero muerta...

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Se levantó pesadamente del frío piso de piedra sintiéndose debilitado y enfermo. La cabeza le daba vueltas y la sacudió intentando sentirse despierto. En cuanto se levantó se dio cuenta que estaba en una oscura y mugrosa celda. Los barrotes del costado traían el gélido aire del exterior y un ruido casi ensordecedor se dejó escuchar remeciendo el lugar y también su cerebro. Se acercó pestañeando aún adolorido y miró por los barrotes el paisaje blanco. Al alzar sus ojos dorados al cielo, vio la lluvia de misiles y aviones de guerra que anunciaban, con horror, que todo había comenzado...

- Inuyasha... - La voz de Sesshoumaru lo hizo voltear, el otro, alto y distinguido abrió la puerta de la celda sin dificultad e Inuyasha avanzó rápidamente hacia él.

- Kagome... donde esta Kagome... - Gimió esperando que su hermano no hubiera actuado con su propio criterio. Se aferró fuertemente a los hombros de él tambaleando, el otro frunció el ceño.

- No he hecho nada... no... pero salgamos pronto de aquí... - Murmuró con seriedad. Inuyasha volvió a sacudir la cabeza.

- Debemos... debemos rescatar a Kagome... debemos...

- Hay que deshacerse de Naraku primero... vamos... - Respondió entregándole de vuelta su espada.

La celda estaba algo apartada de la casa principal, al correr por el oscuro pasillo que seguramente los llevaría a ella y luego a la pagoda, se encontraron esta vez de frente contra Hakudoushi. Inuyasha se detuvo en seco mirándolo con odio. El otro posó de inmediato su mano al cinto, en donde estaba su revolver, y lo desenfundó. Sesshoumaru alzó su espada, pero Inuyasha, al darse cuenta que su propio hermano quería batirse a duelo con él, cosa que él jamás permitiría puesto que ese maldito le debía una muy grande, se le adelantó y se avalanzó contra el hombre de ojos asesinos. Una bala la esquivó la hoja de su espada pero aún así Inuyasha tenía la vista clavada en la del hombre, acercándose sin ninguna prudencia. El otro volvió a disparar casi a quema ropa pero el joven de ojos dorados puso nuevamente la espada como protección así que la bala chocó contra la hoja, provocando un sonido metálico, sonoro y agudo. Hakoudoushi borró la sonrisa de sus labios cuando vio que Inuyasha ya estaba en frente suyo, todas las balas se habían acabado y entonces, desesperado, tiró el revolver al suelo y en un movimiento rápido, se llevó la mano al cinto en donde portaba una daga. Inuyasha sólo hizo un movimiento, agitando la espada tan fuerte que el hombre cayó al suelo, con el estómago destajado y los ojos abiertos mirándolo con profundo rencor.

- Mal... dito... - Escupió sangre por la boca y luego se quedó inmóvil, mirando el oscuro techo del pasillo.

Sesshoumaru miró a Inuyasha y descubrió, casi con asombro, la nueva mirada de su hermano, terrible, temible, la de un guerrero ¿Había despertado acaso su esencia de guerrero guardián para proteger a la sacerdotisa dueña de la perla? los músculos de sus brazos se hicieron notorios a pesar del abrigo que llevaba encima, a Seshoumaru no le cupo duda... Inuyasha haría cualquier cosa, por salvar a la muchacha.

- Vamos- Ordenó a Sesshoumaru que pareció despertar de su meditación. Arrugó el ceño al darse cuenta que le hablaba como si fuera una órden, pero lo siguió. El pasillo terminaba y cruzaron una estancia de la casa principal. Miraron hacia todos lados pero al parecer no había nadie. Sus ojos dorados se posaron sobre una puerta lateral y entonces tragó nervioso. Con el sudor en la frente y algunas magulladuras y restos de sangre, el joven sólo tenía en mente una sola cosa: Kagome. Pero en cuanto dio un paso la mano pesada de Sesshoumaru lo detuvo y entonces volteó a mirarlo con rencor. - Suéltame- Bramó.

- Ella esta ahí... sucederá lo mismo... te atacará... - Murmuró el hermano mayor clavando sus fríos ojos dorados sobre los de él. Inuyasha hizo una mueca y se soltó.

- No me importa.- Respondió con rapidez y entonces abrió la puerta. El aura maligna de la perla les provocó dolor de cabeza y náuseas, pero el joven hombre las ignoró de inmediato. Y sus ojos se abrieron con sorprensa al verla tendida en el altar, con el cabello desordenado y luciendo más pálida que nunca. Naraku se encontraba de rodillas en su meditación, pero sin duda lo esperaba, porque abrió los ojos de inmediato y sonrió.

- Sabía que no andabas solo... - Murmuró.

- Argg, ¡maldito desgraciado!- Rugió intentando acercarse pero en un segundo un ruido extraño lo hizo detenerse en seco y miró hacia el lado. Muchos monjes estaban allí, incluso la mujer del tren, de pie, listos para atacar y defender lo que les parecía justo. Inuyasha dudó ¿debía matarlos a todos?

- Ellos no tienen alma... son como los ninjas de la otra vez... ya estan muertos... - Musitó Sesshoumaru y entonces lo miró con seriedad. - Encárgate del bastardo... déjame a mí estos...

Sesshoumaru se abalanzó sobre ellos y los fue batiendo sin piedad uno a uno, Inuyasha se dio cuenta que esta vez dependía de él todo. Si tan solo pudiera apoderarse la perla de shikon. Intentó dar un paso hacia el altar pero se detuvo al ver a Kagome despertar y levantarse. Los cabellos mojados y la piel sudorosa le develeba con terrible dolor que ella estaba sufriendo. En cuanto alzó la vista hacia él vio que estaba nuevamente siendo controlada y miró a Naraku, que sonreía siniestramente.

- Esto se pondrá divertido... - Dijo el maldito con su media sonrisa. Kagome se levantó pesadamente y lo miró a los ojos. Inuyasha tenía la espada en lo alto pero no la movió un sólo milímetro, ni siquiera cuando vio a Kagome que tomaba una espada dejada a propósito del suelo y lo enfrentaba.

- Kagome... qué haces... Kagome... - Murmuró. Ella pareció hacer una mueca dolorosa pero luego le dio un asestazo fuerte en el brazo, la sangre salpicó su ropa blanca de sacerdotisa y la muchacha pareció nuevamente dudar.

- Vamos sacerdotisa... mátalo... mátalo y serás libre... - Murmuró Naraku sentado y mirando el espectáculo.

Inuyasha lo miró con rencor pero parecía no darse cuenta de la herida de su brazo, a él más le dolía el corazón.

Sesshoumaru lo miró un segundo por el rabillo del ojo y se dio cuenta de la grave situación. Y la perla de shikon emitiendo su siniestro brillo oscuro y maligno abarcándolo todo.

- Mátalo... - Susurró Naraku y Kagome volvió a asestar. Esta vez Inuyasha esquivó la hoja de la espada, luego otra vez y otra, sin ser capaz de defenderse. Si tan solo pudiera atrapar la perla de shikon, pero Kagome le impedía el paso. En un inesperado movimiento él se adelantó y corrió hacia el altar. Naraku levantó ambas cejas de sorpresa y cuando sus dedos tocaron la perla una descarga parecida a la eléctrica lo embargó. Aún así la sostuvo a pesar del dolor. Y de pronto un golpe de la espada en su espalda. El joven abrió los ojos más y la sangre le salpicó el rostro a Kagome. Inuyasha cayó de rodillas pero aún así sostuvo la perla en su puño. Naraku rio escalofriantemente y Kagome pareció despertar de su trance. Lo miró horrorizada y luego la espada que ella sostenía entre sus manos. Retuvo el aliento al ver la herida de Inuyasha en al espalda, abierta y sus manos impregnadas en su sangre, que la lastimaba y parecía quemarla. - Mátalo... - Volvió a susurrar Naraku y las manos de Kagome temblaron más. Miró con los ojos llenos de lágrimas a Inuyasha sabiendo que el poder oscuro se estaba poderando nuevamente de ella.

- Kagome... - Musitó Inuyasha. Él no iba a luchar contra ella, eso estaba decidido. Y Kagome se dio cuenta en ese momento la voluntad del joven. Aunque su misión era eliminarla a pesar de todo, él no lo haría jamas. Un ruido ensordecedor se dejó escuchar y todos notaron que eran aviones de guerra. Kagome miró luego a Naraku con rabia y a paso seguro se acercó y antes que este pudiera volver a controlarla le dio directo en el estómago. En cuanto sacó la espada de su cuerpo cayó de rodillas sintiéndose debilitada y volvió a mirar con dolor a Inuyasha.

- Sé... - Musitó como si le costase respirar y un mechón cayó en un ojo de ella, pero aun así la joven lo miraba atentamente-... que ya no hay vuelta atrás...

- No... - Gimió Inuyasha abriendo el puño y luego mirando la perla, que seguía siniestramente oscura. Él se sorprendió, creyó que todo acabaría con la muerte de Naraku pero... desde la distancia Sesshoumaru estaba de pie respirando agitadamente de cansancio. Los monjes muertos en el suelo y también, a sus pies, el cadáver de aquella horrible mujer, que había resultado más fuerte que los demás.

- Cuida a Souta... - Murmuró la muchacha tomando la espada y las lágrimas le cayeron por las mejillas pálidas. Inuyasha retuvo el aliento y abrió los ojos con sorpresa al darse cuenta lo que ella tenía pensado hacer-... dile... que lo quiero... y recuerda... que siempre te amaré...

- ¡No! ¡Kagome!- Gritó levantándose de súbito sin importarle la herida que aún sangraba en su espalda. Pero no alcanzó a llegar, se detuvo de súbito al ver como ella se enterraba la espada en el estómago. Un hilo de sangre borboteó su boca y luego, poco a poco sus ojos se comenzaron a cerrar. Él volvió a correr a su lado y la alcanzó a tomar un segundo antes que la muchacha cayera al piso.- ¡Kagome! ¡Kagome!- Gritó, pero ella ya no le respondió.- ¡Despierta! te dije que te cuidaría, ¿porqué no me dejaste a mi solucionar esto? ¡¡Kagome!- Gritó desesperado y luego, para sorpresa de Sesshoumaru, lloró escondiendo la cabeza en el regazo de la muchacha. Allá afuera el clima comenzó a cambiar, dejó de nevar y las nubes negras comenzaron a dispersarse. Un pequeño rayo de sol se dejó caer sobre el suelo, como un rayo de esperanza a un nuevo comienzo. Luego volvió a voltear, su corazón se encogió de dolor al ver a su hermano menor tan abatido, sostenido el cuerpo sin vida en sus brazos como si quisiera revivirla. Inútil.

- Inuyasha... - Musitó Sesshoumaru.

- Yo no sé vivir sin ti... Kagome... ¿qué era yo antes? nada... tú tragiste alegría a mi vida... impetuosa... caprichosa... mi Kagome... ¿porqué?- Gimió mirándola atentamente y sacándole el mechón del rostro. ¿Qué sería de él ahora? se suponía que había prometido protegerla... estar por siempre a su lado. Y entonces dejó de gemir... tal vez aún podría estar por siempre a su lado ¿no? y miró su espada tirada en el suelo.

Sesshoumaru posó de pronto sus ojos en la perla de shikon, tirada en el suelo de madera no muy lejos de la pareja. A él le pareció que ya no estaba tan oscura. Y entonces volvió a mirar a Inuyasha, que alcanzaba la espada y la tomaba en sus manos, y comprendió sus intenciones.

- No te dejaré sola... - Murmuró con la voz gutural y dejándola recostada cuidadosamente en el suelo.- Nunca...

La habitación se llenó de luz con los rayos de sol y sólo el ruido de las olas del mar llegaba a sus oídos, inundando la habitación.

El muchacho miró nuevamente a Kagome con amor y luego apuntó su espada en el estómago. La perla comenzó a brillara cada vez más con su luz rosa y destellos de plata. Sesshoumaru, impresionado, caminó presuroso hasta ella y notó el color cada vez más claro, lo que develaba, que la maldad ya había sido eleminada. Seguro que era por el sacrificio de la sacerdotisa. Entonces la observó y creyó que soñaba ¿era su impresión o su pecho se estaba moviendo? Miró a Inuyasha y entonces corrió a detenerlo.

- ¡Alto!- Gritó tomándole con fuerza las manos y el joven lo miró con odio.- No lo hagas... mira... - Y apuntó al cuerpo de Kagome. Inuyasha la miró con atención. Sus ojos se abrieron pasmados al ver el leve movimiento de su pecho. La luz de la perla le daba directo y era como si le estuviera devolviendo la vida. Entonces soltó la espada y se acercó casi a gatas hasta su lado, volviéndola a tomar y esbozando una sonrisa al sentir el calor nuevamente de su cuerpo. Posó su mano grande sobre su rostro y el brillo de la perla comenzó a disminuir progresivamente. En cuanto La muchacha abrió los ojos, la perla se hizo añicos, quedando sólo polvo en el suelo.

- Kagome...

La joven lo miró con seriedad unos segundos, Inuyasha, que jamás había creído en los milagros, creía que tal vez ya estaba muerto y con ella a su lado. Pero la muchacha sonrió y levantó su mano debilitada hasta alcanzar su rostro, tocándolo y sintiendo que estaba viva. El joven sollozó y se refugió en el regazo de ella. Kagome cerró los ojos dando gracias a Kami y sintiéndose completamente renovada. Extrañamente se sentía muy débil y sus sentidos no eran sensibles como antes ¿acaso sus poderes de sacerdotisa los había perdido?

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- Nunca existió... no hay rastros de ella... ni siquiera se encontraron los cadáveres... - Dijo Sesshoumaru con la voz roca y mirándolo seriamente, aunque el brillo del desprecio y orgullo casi había desaparecido. Desde que había visto la fuerza y voluntad de Inuyasha, más la resolución y el poder de la sacerdotisa de volver a la vida ayudada por la perla de shikon, sentía que él no era nada comparado con aquellos dos.- Parece como si hubiera sido un sueño... nuestro país se disculpó con Corea, los cadáveres encontrados en la isla nunca se encontraron, creyeron que había sido un sabotaje organizado por altas esferas de la milicia... ellos fueron juzagos por traición... todo esta en paz ahora...

Inuyasha, que estaba en frente lo miró asintiendo con levedad. Desde el techo en donde ambos estaban podía ver el atardecer ocultándose poco a poco en las colinas de la ciudad.

- Gracias, fuiste de mucha ayuda- Dijo el chico estirando su mano, a lo cual sorprendió a Sesshoumaru que lo miró dubitativo y luego se la estrechó.

- Somos hermanos... era mi deber... - Murmuró y luego sus ojos se desviaron hacia la chica que estaba allá abajo y mirando hacia todos lados.- Creo que te busca... ¿ya no tiene poderes espirituales?

Inuyasha meneó la cabeza cerrando ligeramente los ojos.

- No, nada... es una chica normal... aún así siento la fuerza de su noble corazón... ya no hay nada que pueda preocuparla... la perla no existe, se desintegró tal vez para protegerla... y es mejor así... tanto poder en este mundo... sería una catástrofe.

Sesshoumaru asintió, estando por primera vez de acuerdo con él.

- Ve donde ella... - Murmuró y luego se marchó rápidamente con la destreza que lo caracterizaba. Inuyasha lo observó hasta que se perdió de vista y luego volteó para mirar a Kagome, que seguía buscándolo y notó la preocupación en sus ojos, entonces saltó y cayó de pie enfrente de ella. La muchacha dio un grito y se llevó una mano al corazón, asustada.

- ¡Tonto! me asustaste! ¡estaba preocupada por ti!

Él rio y luego la abrazó con fuerza. Desde la ventana vio a Souta adentro molestando al gato que tenían.

- No te preocupes... estoy bien... - Susurró esbozando una sonrisa. Luego la miró con devoción. Adoraba ver sus ojos castaños puros y cristalinos, sus mejillas siempre teñidas de rosa y sus labios que parecían siempre ansiar un beso. La acercó más a su pecho y ella bajó la vista jugueteando con el cabello negro de él.

- Pero... tus heridas... - Murmuró con pesar. Sin duda alguna aún se sentía culpable por lo sucedido.

- Ya cicatrizaron... no te preocupes... además no eras tu... - Susurró él. Kagome alzó la vista y lo miró con seriedad.

- Pudiste acabar con mi vida y así salvar al mundo... y no lo hiciste... mi destino estaba en tus manos...

- Si tu destino estaba en mis manos... entonces tu destino siempre hubiera sido vivir y vivir... jamás haría algo para dañarte ¿cómo crees?... ni por un segundo... - Sonrió y besó sus labios con infinito amor. Kagome lo abrazó con fuerza-... aunque el mundo se estuviera derrumbando hubiera querido que vivieras... soy tu guerrero guardián... ¿no estaba así escrito?... siempre estaré a tu lado...

Ella sonrió y afirmó su cabeza en su hombro. Era cierto. Su guerrero guardían que a pesar de las circunstancias y ya no siendo ni una sacerdotisa y menos guardiana de una perla inexistente, se quedaba a su lado como lo había prometido, cuando se embarcaron en un viaje que afortunadamente había llegado a un final feliz.

FIN.

N/A: Los finales me agotan, pero me dejan feliz de haber termiando algo nuevamente. Espero les haya gustado esta historia, escrita con cariño para su entretención. Nos vemos en la otra, que básicamente es más romance que cualquier otra cosa. n.n Arigatou por el apoyo y sus reviews, gracias por todos, nos vemos ;)

Lady Sakura Lee.-