Disclaimer: ninguno de los personajes me pertenece, solo la melancolía por las fiestas y el amor por esta pareja.

Notas de la autora: ha pasado tanto tiempo que ya no recuerdo como se hace esto, pero aquí vamos. ¡Volví! Así es, después de más de dos años de exilio estoy de regreso. Y justo como me fui, con una historia navideña llena de nostalgia y su sana dosis de fluff (porque no podía ser de otra manera). La inspiración vino con una canción de Taylor (qué novedad) que le da su nombre al fic, aunque también parcialmente en all too well y this love. Espero que la disfruten tanto como yo amé escribirla. ¡Feliz 2022!

Canción: 'tis the damn season - Taylor Swift.


If I wanted to know who you were hanging with
While I was gone I would have asked you

(Si quisiera saber con quién estabas saliendo mientras no estaba, te habría preguntado)


Lo primero que notó cuando el mundo dejó de girar y los colores estroboscópicos se disiparon, fue que estaba nevando. Pequeños y brillantes copos que se apilaban con suavidad a su alrededor. No había más que silencio y brisa gélida en esa parte del bosque. Le hubiera gustado quedarse más tiempo ahí. Disfrutar de la soledad y la quietud. Claro que disfrutaba de su residencia actual en una gran metrópoli en ebullición, cuyo ritmo y bullicio eran apropiados para silenciar su mente. No le costaba enfocarse en un ambiente así. Pero había algo majestuoso en ese prado pacífico y blanquecino. Casi podría escuchar un papel caer ahí. Sus pies hacían crujir la leve capa de nieve que empezaba a convertirse en escarcha. Nunca pensó que estaría considerando lo agreste de su ciudad natal, desprovista del ruido de los coches y las brillantes luces de neón de los comercios que jamás cerraban. Wiltshire estaba quieta, como detenida en el tiempo. Podría haberse aparecido en la cercanía a la mansión familiar, pero necesitaba esa caminata para centrarse.

Espero que vengas para las fiestas.

Esas habían sido las palabras de su madre. No una orden, ni una petición. Lo formuló casi como un deseo, de la forma que debía saber se tornaba imposible negárselo. Y no estaba molesto con ella, tampoco era un sacrificio inmensurable estar ahí. Sí, se perdería un par de buenas fiestas. Pero había estado en tantas que ya resultaba un alivio. No, su renuencia tenía nombre y apellido. Uno que, desgraciadamente, no tardó en escuchar en tanto se adentró en la plaza local.

-¡Yo también estaba muy sorprendida! Creí que se casaría con ella, hacían una pareja muy linda.

-En las fotos, querida. Dicen que no hacían más que discutir todo el tiempo. Y luego están las fiestas... Todos sabemos cómo son los jugadores de quidditch. Especialmente él -se detuvo frente a una panadería. Recordaba sus días de niñez, cuando llegaba esa época del año y los roles de canela y manzana nunca faltaban a su mesa. Había sido tan afortunado. Sin pensarlo mucho, entró en la vieja tienda familiar. Para su infortunio, las chicas bulliciosas seguían detrás de él. Y no pudo seguir evitando escucharlas mientras esperaba que la fila avanzara.

-Siempre ha negado tener algo con ella, pero no puedes conocer a alguien por más de quince años y jamás sentir aunque sea un poquito de atracción, ¿no? Yo creo que solo se ha contenido por su amigo.

-No lo sé, Rebecca. No me parece que tengan nada en común. Pero, ¿qué tal la rubia? La chica del quisquilloso. Salen juntos muy a menudo.

-Dicen que está algo chiflada, pero... ¡Tendrían niños hermosos! ¿Te imaginas?

-La verdad es que cada vez lo dudo más.

-¿Por qué? -sí, dinos por qué; secundó, reprendiéndose al instante por estar tan intrigado por el cuchicheo de las jóvenes.

-Uhm, intuición. Me parece que le tiene miedo al compromiso o... No sé, es como si jamás pudiera ser él mismo -se arregló el flequillo, tratando de ver a la chica en el reflejo del aparador.

-Eso parece algo rebuscado. ¿Dónde lo leíste?

-En ningún lado, Mary. Es solo que... Si lo miras en las fotos, siempre parece bien. Quiero decir, siempre es amable, incluso cuando no quiere dar entrevistas. Después de cada juego se queda firmando autógrafos, posa con los niños... Es casi como si estuviera interpretando un papel. Y sí, sabemos de sus altercados con su ex y algunas fiestas en las que se le ha visto pasado de copas, pero aún así... No creo que sea fácil para él tanta prensa, tanta presión. En algún momento debe cansarse, ¿no? Ahora imagínate tratar de salir con alguien sabiendo que todo el tiempo habrá una cámara a la vuelta de la esquina, que incluso una pequeña discusión puede terminar en primera plana. Eso desanima a cualquiera.

-Ah, como la chica MacKeon, ¿te acuerdas? Dicen que salió con él solo para ser fichada en el equipo. Y lo terminó cuando la contrataron como reemplazo y él no quiso usar su influencia para que la ascendieran a la alineación principal.

-¡Exacto! A eso me refiero.

-Podría ser... Aunque hay quienes opinan que es porque siempre busca relaciones complicadas. O prohibidas -avanzó un par de pasos, aliviado de que ya casi era su turno. Estaban llegando a una parte de la conversación que realmente no quería escuchar.

-Ah, hablas de la esposa de aquel funcionario, ¿verdad? Pero eso nunca se confirmó.

-Uhm, tampoco lo del trío con los jugadores de la selección danesa, pero vaya que sonaron los rumores -ambas chicas rompieron en risas nerviosas, mientras él finalmente conseguía los roles de canela, una tarta de banana y galletas de jengibre. Tomó las últimas más por los viejos tiempos que porque realmente le gustaran.

De vuelta en la plaza, se acomodó los tibios paquetes y retomó su camino luchando por sacar los cotilleos de su mente. Aunque solo tuvo que girar la esquina para volver a ver el rostro del centro de los rumores. Justo bajo un encabezado en rosa chillón en el número navideño de Corazón de bruja.

"¿Con quién se parará bajo el muérdago este año? ¡Hagamos un repaso por los romances más escandalosos de..."

Qué inútil. Qué trillado e invasivo. Tenía algún tiempo sin verlo, pero podría imaginarlo bufando al leer esas líneas y comprando un ejemplar solo por la satisfacción de tirarle un Incendio. Entonces se burlaría de las columnas de chismes y diría el chiste de siempre "ojalá yo también pudiera llenarme de oro a base de escribir tonterías". Luego buscaría algo de comer y se distraería hablando de algo más. Porque enojarse por ellos sería darles el poder. Y nadie más que él mismo podía decidir sobre su vida.

Suspiró para enfilar el camino solitario hacia la propiedad familiar. Porque ya no podía asegurar que esa fuera su rutina. La había sido hace años. Cuando lo conocía. Cuando podía ver más allá de lo que él mostraba a todos. Pero ahora era un simple espectador, como cualquier otro de los que leía esas columnas exageradas y empalagosas. Y esa maldita temporada se lo recordaría a cada instante.


There's an ache in you put there by the ache in me

(Hay dolor en ti puesto ahí por el dolor en mí)


Lo mejor de estar de regreso en Inglaterra era la quietud de su casa y la apacibilidad del paisaje. Aspectos que sufrieron un cambio drástico cuando una bruja escandalosa aterrizó profiriendo maldiciones en la alfombra egipcia de su sala de estar.

Astoria Greengrass era una bruja sangre pura criada para ser la mujer perfecta: educada, sociable y sumisa. Algo que ella se encargó de mandar al diablo a los dieciocho años, cuando decidió que vestir a lo muggle, hacer carrera en un campo dominado por hombres y maldecir como camionero era lo que quería para su vida. Fue justo en esa época que se hicieron amigos. Aunque se lo había confesado hasta algún tiempo después, sentía una profunda admiración por ella.

Por luchar por todo lo que nunca te atreviste a conseguir para ti.

Hizo ese pensamiento a un lado. Sus condiciones habían sido muy diferentes entonces. Si bien la familia de Astoria no apoyaba del todo sus decisiones, al menos no tenía sobre ella los prejuicios y represalias por la guerra.

-¿Te piensas quedar ahí viéndome o me ayudarás a levantarme? -increpó, sacudiéndose las manos como si existiera la remota posibilidad de que hubiese polvo en la alfombra.

-Tú sí que sabes hacer una entrada, querida.

-Y tú sí que sabes ser un dolor en el trasero -pese a sus quejas y aparente mal talante, le tendió una mano. Ella se incorporó con agilidad, usando el agarre para hacerlo dar una vuelta-. Maldito seas, te ves increíble.

-Muchas gracias, Tori.

-¿Y bien?

-Estás más hermosa que la última vez que te vi -dijo, como era de rigor. Los ojos verdes se encendieron con maldad, lo que lo hizo prever una respuesta de lo más impertinente y escandalosa.

-¿Más hermosa que la vez que me propusiste matrimonio y te rechacé?

-¡Astoria! -la chica estalló en carcajadas, dándole un empujón para después quedarse colgada de su brazo.

-Ya, no seas llorón, Dray. Ni siquiera lo hiciste entonces.

-Tú sí lloraste -recordó, empezando a conducirla hacia uno de los salones traseros que sus padres casi nunca frecuentaban-. De alivio.

-Es que tener el valor para decirte que no... Fue el día más feliz de mi vida -rió, rememorando la sencilla propuesta efectuada con palabras nerviosas y ensayadas.

Es lo mejor para nosotros. Tendremos estabilidad, compañerismo y cumpliremos con las expectativas de nuestros padres. Su discurso había sido elaborado de forma muy convincente y racional. Entonces Astoria lo había contemplado en absoluto silencio por casi dos minutos antes de contestar con un rotundo no. Podría decir que había estado devastado, sorprendido o incluso indignado... Pero la verdad sea dicha, él también había estado aliviado. Y quizás solo un poco ofendido. Aunque fue algo que desapareció muy pronto, al escuchar la explicación de la chica.

-Te lo dije entonces y lo sigo creyendo, ese podría haber sido el peor error de nuestras vidas. Sí, tal vez podríamos haberlo hecho funcionar, por todas las razones que mencionaste. Pero también sé que ambos habríamos sido horriblemente miserables.

-Auch.

-¡Sabes de lo que hablo! -insistió, riendo un poco-. No soy del tipo de estar en casa, sonreír para las fotos y quedarme en silencio al lado de un hombre. Y tú no eres tipo para... Bueno, para ser feliz con una mujer, por decir lo menos -el chico resopló, dejándose contagiar por el ánimo relajado de su amiga.

-En resumen: no podríamos haber sido felices porque tú eres problemática y a mí me gusta chupar pollas.

-En efecto, querido.

-Hablando de ti y sonreír para las fotos... Blaise me envió esa portada tuya de hace unas semanas.

-¿Hace cuántas?

-Poderoso Merlín, ¿cuántas portadas has tenido últimamente? -cuestionó, con genuino y horrorizado interés.

-Solo un par. Ah, debió enviarte mi favorita.

-Si es la que te mostraba haciendo esa señal obscena al viceministro, entonces sí.

-Asqueroso viejo pervertido. Lástima que no captaron el momento completo, porque antes de esa seña le había dado una bofetada. Lo que pagaría por tener la secuencia completa -confesó con un suspiro soñador.

-¿Cómo es que celebras las fiestas fuera de Azkaban después de golpear en público a un oficial de alto rango?

-Porque soy fabulosa.

-Ah, ¿no me dirás? -Astoria entró al salón dando saltos, casi recordándole a una personalidad muy diferente. A una chica de ojos grises y cabello rubio.

-Tiene mucha mierda en el buró.

-Creí que se decía "tener esqueletos en el armario".

-Oh no, lo decía de forma literal. Después de mi acusación por acoso, encontraron muchas cosas incriminatorias en su despacho. Ahora sabes quien sí pasará las fiestas en Azkaban -culminó, guiñandole el ojo. Debía admitirlo, su quijada estaba a punto de llegar al piso. Blaise había obviado esa parte de la historia, centrándose en la escandalosa portada del profeta. Pero tampoco debió sorprenderlo escuchar esa clase de detalles.

Porque esa bruja sangre pura, criada para ser la esposa y madre perfecta... Era una de las más fieras y capacitadas integrantes del cuerpo de aurores. Y algo que la caracterizaba era precisamente su propensión a las misiones encubiertas, desbaratando conspiraciones y asociaciones con métodos poco ortodoxos pero aceptados por su efectividad.

-Pero olvida eso. Aquí quien tiene información de lo más jugosa eres tú.

-¿Uhm? -el antiguo Slytherin, que ya se había repantigado cómodamente en una butaca doble, ladeó la cabeza con intriga.

-Umm, ya sabes. Del porqué súbitamente decidiste volver después de tres años de exilio.

-Mi padre ha estado mal de salud, no está en condiciones para viajar. Creí que lo sabías -respondió sencillamente. Por su parte, jamás había expresado repudio por volver a su país natal. Pero tampoco entusiasmo. Y los años anteriores, cuando su madre propuso viajes a otros países para celebrar las fiestas, le pareció lo más acertado. Al menos hasta ese año.

-¿Solo eso?

-¿Qué más querías oír, cotilla? -Astoria se echó a reír. Se había sentado en el suelo (cómo no) y estaba dando buena cuenta del bote de chocolates de la mesa central.

-Lo usual, por supuesto. Tu proezas y aventuras más salvajes. Vamos, ¡has estado en Francia más de tres años! Es la ciudad del amor.

-Es la ciudad de los luces. Y de los croissant, pero esa puede ser una percepción personal.

-Draco -presionó, cruzándose de brazos y alzando el mentón.

-Ríndete, no ha habido nada extraordinario. Sí, los franceses pueden ser encantadores. Sí, he salido con algunos. Pero no, nada serio. Tampoco dejé un corazón roto por allá ni traje a nadie que presentar a mis padres. ¿Eso responde todas tus dudas? -culminó con una floritura perezosa.

-En parte. Aunque nunca hubiera esperado eso último. Y dime, ¿qué te detiene de vivir una tórrida fantasía literaria con un francés? Y como me respondas que estás centrado en tu carrera, te tiraré un zapato. El trabajo jamás debería ser obstáculo para un buen polvo -el joven rió por lo bajo mientras le lanzaba una mirada de afectuosa reprimenda.

-¿Quieres la verdad? Se perfuman demasiado.

-Ajá.

-Les gusta mucho el queso.

-Eso enfría a cualquiera -siguió, empleando el mismo tono escéptico.

-No considero el francés un idioma del todo seductor.

-Una opinión muy válida.

-Y no he visto nada que sea de mi gusto.

-Eso ya parece más cercano a la verdad -Draco sonrió perezoso, acomodando un cojín bajo su cabeza para poder verla mejor.

-¿Qué hay de ti?

-Ya iremos a eso -la repentina seriedad en la voz de su amiga lo puso en alerta. Prefería sus pullas maliciosas antes que tener una conversación de corazón a corazón. Y conociéndola, eso era lo que terminaría sucediendo.

Draco llevaba mucho tiempo temiendo y anhelando esa conversación. Porque si alguien podía entenderlo, sería ella. Pero hablar de lo sucedido hacía tres años... Revivir el hermoso caos de esos días y el inminente final de una historia que jamás debió comenzar... Lo aterraba. Porque había sido muy doloroso, no solo para él. Aunque algo era innegable, y quizás el motivo de su renuencia a hablar de lo sucedido: todo había sido su culpa. Todo el sufrimiento, la amargura e inseguridades habían venido de él. Para terminar devastando de paso a la persona que más amaba en ese momento.


'Tis the damn season, write this down
I'm stayin' at my parents' house
And the road not taken looks real good now

(Es la maldita temporada, escribe esto: me estoy quedando en casa de mis padres. Y el camino no tomado se ve muy bien ahora)


-No fue sencillo entonces, Tori. Y si soy sincero, tampoco lo es ahora -la suave mirada de la chica era comprensiva, animándolo en silencio.

-Eso lo sé muy bien, Dray. En esa época... Sabía que algo muy fuerte te estaba sucediendo. Algo fuerte y complicado. No te presioné al respecto porque apenas nos estábamos conociendo, pero lo notaba. Tenías como estos chispazos de alegría contenida que luego se convertía en culpa. Como si algo maravilloso te estuviera sucediendo, pero sintieras que no era para ti -se detuvo un segundo, probablemente calibrando su reacción. Decir que estaba impresionado sería un eufemismo. Llevaba años sabiendo que Astoria era una mujer muy perceptiva, pero no creyó que desde entonces pudiera leerlo tan bien.

-Es... Es lo que fue.

-Tenías a alguien, ¿verdad? Alguien muy importante -su tono era una mezcla de certeza y miedo. El tono de quien conoce la verdad pero preferiría no haberla descubierto.

-Así es.

-¿Qué pasó? -Draco tragó saliva. Una parte de él quería retarla a seguir adivinando. Igual estaba haciendo un magnífico trabajo. Pero otra parte de él, sabía que tenía que ser quien contara esa historia. Se lo debía.

-Que nunca debió pasar, Tori -aspiró tembloroso, listo para desnudar su alma-. Él... Yo... Era demasiado, ¿sabes? Demasiado intenso, demasiado real. Tan cegador que casi me distrae de mi camino. Encontré en él tal comprensión y desahogo que por un momento todo parecía ir bien. Incluso estaba animado y pude salir adelante con la cabeza en alto. Pero nunca le pude ver un futuro a todo eso. Porque no lo tenía. Sin importar que a veces pretendíamos que sí, los dos sabíamos muy bien que estaba destinado a ser un amor de verano. Los dos teníamos expectativas sobre nosotros. Y no podíamos renunciar a ellas tan fácilmente.

-Pero lo hiciste -ella casi parecía herida, con el ceño fruncido y un aire de afrenta en sus brillantes ojos verdes-. Te rechacé y no buscaste casarte con otra. ¿Por qué no arriesgarte con eso también?

-Porque estaba lleno de mierda, Astoria. Tenía muchos asuntos pendientes, mi madre estaba enferma, mi padre en la cárcel. No podía darme el lujo de ignorar todo eso por un buen revolcón.

-Era más que eso. Lo acabas de decir, lo noto en tu mirada. Creo que es algo por lo que habría valido la pena luchar.

-No se trataba solo de mí -pausó dos segundos, sacudiendo la cabeza e incorporándose (o más bien deslizándose) hasta quedar sentado en el suelo frente a ella-. Para él también era una época difícil. Había perdido mucho en la guerra, no sabía qué rumbo dar a su vida. Centrar su atención en mí era perfecto para distraerse de todo eso. Pero nada más.

-¿No te parece que estás siendo injusto?

-Tal vez sí, tal vez no. Digo, yo... Realmente llegué a pensar que me quería, que era importante para él. Pero había mucho en medio.

-Así que solo decidiste que todo acabara -volvió a tragar saliva, quedándose con un regusto amargo en la boca-. Oh, no me mires así. Sé muy bien como eres. Te asustó la magnitud de todo, el riesgo que implicaba para ti. Así que actuaste como juez, jurado y verdugo. Dime, ¿siquiera te despediste de él? -tenía mil réplicas para eso, que iban desde la impertinencia, pasando por el fastidio hasta el sarcasmo. Pero no ofreció ninguna de esas.

-Sí, lo hice.

-Así que rompiste dos corazones y escapaste de aquí.

-No diría que fue así para él.

-¿Porque así lo crees o porque te convenciste de ello para sentirte menos culpable? -se quedó pasmado por minutos completos antes de poder negar levemente.

-A veces eres tan malditamente cruel, Tori.

-Lo siento, pero... Es solo que no lo entiendo. Habías encontrado a alguien que iluminaba la peor época de tu vida. Alguien que era un escape, un refugio seguro. Y lo alejaste, renunciaste a todo eso.

-No era un buen momento.

-Eso te dijiste entonces, ¿qué piensas ahora?


The holidays linger like bad perfume
You can run, but only so far

(Las fiestas perduran como el mal perfume. Puedes correr, pero solo hasta cierto punto)


-¿Ahora? -repitió, dudoso de haber entendido a lo que ella se refería.

-Sí, ahora. Estás en Inglaterra, pasarás las fiestas aquí. ¿No te gustaría verlo?

-¿Con qué propósito? -cuestionó sinceramente, acordándose contra su voluntad de la conversación que había escuchado recién llegando al país-. Ni siquiera sé si sigue aquí. Y si lo hiciera, ¿para qué buscarlo? No hemos tenido comunicación en años. Debe haber rehecho su vida con alguna bruja hermosa que luzca bien de su brazo en las fotos. Alguien a quien puedan entrevistar sin cuestionar su pasado y que le pueda dar una docena de herederos.

Se dio cuenta de que había hablado de más cuando Astoria jadeó y se llevó las manos a la boca.

-Olvida eso.

-Dray... -negó con énfasis. Una cosa era contarle esa parte de su vida. Pero ponerle un nombre y hablar libremente sobre él... Eso estaba fuera de discusión.

-Dije que no.

-Yo... -parecía querer agregar algo más, pero terminó por exhalar derrotada-. Está bien.

-Gracias.

-Entonces... ¿Te quedas hasta el otro año?

-Hasta el tres -precisó, apreciando con el alma el cambio de tema. Habían sido suficientes sentimientos por un día y Astoria debía saberlo.

-¿A dónde quieres ir? Seguro todavía podemos conseguir reservación en tu restaurante favorito. ¡Oh, y está ese nuevo lugar en Diagon! Es fantástico, preparan unos tragos multicolor que acaban hasta con el peso más pesado. Aunque si estás de ánimo para algo más muggle, también conozco buenos lugares.

-Es una buena oferta, pero no creo que salga mucho. Vine a estar con mis padres y por lo demás... Suele haber demasiada gente en esos lugares.

-¿Y eso qué? Al primer idiota que intente decir algo ligeramente ofensivo, lo mando a Azkaban sin poder sentarse -Draco rió genuinamente por primera vez, imaginando con bastante precisión esa escena.

-No dudo que así sería, pero no será necesario. Me gusta estar de vuelta en la mansión, Tori. El silencio, el clima... Quiero pasar las fiestas en calma.

-Escondido.

-No empieces -advirtió con seriedad. Astoria hizo un puchero, pero volvió a fruncir el ceño.

-¿Al menos me dejas acompañarte en tu soledad?

-Tus padres...

-Se fueron de crucero... Solos -se encogió de hombros, sin llegar a parecer incómoda, aún cuando sabía que lo estaba. Los padres de Astoria llevaban años odiando sus elecciones de vida. Pese a todo, no la habían desheredado ni le negaban la entrada a la mansión familiar. Pero tampoco era recibida con bombos y platillos. No, como ella misma había llegado a "bromear", simplemente toleraban su existencia. Quizá conservando la vana ilusión de que ella cambiara de opinión.

-¿Y Daphne? -una historia diferente era su hermana mayor. O la deshonra número dos. Le había tomado dos años más, pero un matrimonio fallido tras siete meses fue el acabose para ella, que también terminó representando todo lo que les enseñaron a repudiar.

-Uh, no tengo muchas esperanzas con ella. Desde que sale con ese Weasley pasa en las nubes. Es decir, entiendo que es divertido y está hasta las manitas con él, pero soy su hermana. Debería siquiera apartarme dos días al mes. O ya puestos, presentarme a...

-Rebobina 10 segundos, Tori. ¿Dijiste que Daphne sale con un Weasley? Daphne. Tu hermana mayor.

-Ah, sí. Creo que llevan unos seis meses.

-¿Con cuál de todos?

-El de la tienda.

-¿Tu hermana, la chica más seria de Slytherin sale con George Weasley? -insistió, porque dudaba estar entendiendo bien.

-Supongo que es uno de esos casos en que los opuestos se atraen.

-Increíble.

Los cotilleos de pasillo, el ponerse al día y bromear sobre sus conocidos se alargó por el resto de la tarde. Al punto que cuando Astoria se fue, un par de horas después de cenar, Draco casi había olvidado la conversación que habían sostenido a su llegada. En realidad no era mucho lo que le había contado sobre él, aunque se había sentido como si lo fuera. Justo la sensación que solía acompañarlo en esa época, de estar entregando mucho hasta en el gesto más nimio. Y no siempre estaba seguro de lo que recibía. Suspiró, sopesando si aguantaba otra copa de vino o si debía dar por finalizada la noche. Entonces sintió algo que despertó algunas de sus memorias más valiosas y escondidas de todos esos años.

La mansión Malfoy estaba rodeada por protecciones muy elaboradas y antiguas. Y desde hacía años, habían sido modificadas para que cualquiera de ellos tres pudiera autorizar el paso a algún visitante, según fuera requerido. El caso era, que cada persona que pedía acceso tenía una energía mágica diferente. Y el rastro que acababa de sentir era demasiado entrañable para no reconocer su procedencia.

Está aquí. Y quiere verme a mí.


I escaped it too, remember how you watched me leave
But if it's okay with you, it's okay with me

(Yo también escapé, recuerda cómo me viste marchar. Pero si está bien para ti, está bien para mí)


Realmente no sabía qué esperar. O siquiera porqué estaba caminando hacia el lugar donde sabía que lo encontraría después de dejarlo pasar. Pero era justamente lo que hacía. Y él aguardaba ahí. Cabeza gacha, cabello despeinado, sin guantes. Casi sentía haber vuelto en el tiempo. Salvo cuando los oscurecidos ojos verdes lo enfocaron. Solía recibir otro tipo de miradas. No esa especie de... Evaluación mezclada con intriga y reservas.

-Viniste -fue lo único que se le ocurrió decir. No estaba preparado para verlo, fue algo que comprendió cuando el chico resopló, espantando algunos mechones oscuros.

-¿Te sorprende? -su voz sonaba diferente. Más profunda, más madura. Todo él, de hecho. Tenía capas de ropa encima, pero podía percibir lo ancho de sus hombros y los músculos que debía estar escondiendo.

-Bueno... Ha pasado algún tiempo -le estaba dando una charla trivial e insulsa, era obvio. Pero sus opciones eran eso o preguntar cómo supo que estaba en la ciudad. O cómo era que todavía quería verlo después de la forma en que lo había abandonado. O peor, hacer algún comentario patético de si no tenía alguna cita a la que había dejado plantada.

-Eso pensé.

-Tú... -¿quieres explicar qué haces aquí? ¿Quieres marcharte antes de que ambos pesquemos un resfriado? ¿Quieres entender de una maldita vez que hay que usar guantes cuando nieva?- ¿Quieres infiltrarte? -dijo en cambio, rechazando todas las opciones que eran más razonables y decantándose por la más problemática.

-¿Cómo en los viejos tiempos?

-Exacto.

Y fue así como terminó con la leyenda viviente del quidditch, salvador del mundo mágico y rompecorazones de oro en su habitación. Era algo tan conocido y al mismo tiempo tan inesperado, que ninguno de los dos parecía saber cómo iniciar. Habían estado ahí tantas veces. Hablando en susurros, buscándose en la oscuridad. Bebiendo de la respiración del otro, aferrándose al calor y la magia de momentos robados.

Y ahí estaban de nuevo, sentados a cada extremo del sofá cama compartiendo un silencioso trago de brandy.

-Entonces... Supe que tu equipo clasificó a las semifinales -el moreno le dio un trago a su bebida antes de mirarlo de reojo, una mueca de ácida diversión en la comisura de sus labios.

-¿En serio vamos a hacer eso, Draco? ¿Una charla banal entre dos viejos conocidos? -ciertamente tuvo un escalofrío tras esas palabras. Aunque no estaba seguro de si se debía al uso de su nombre de pila o la posibilidad de hablar sobre lo sucedido hacía tres años.

-Uh, solían gustarte mis charlas banales -compartieron una densa mirada que él se encargó de romper. Porque también recordaba lo que el chico había dicho después de bromear con eso.

¿Y sabes por qué me gustan tanto? Porque me permiten quedarme otro rato contigo.

-He estado en Francia todo este tiempo. De hecho... -tragó saliva, sin ser capaz de precisar porqué decía eso. Quizás para llenar el pesado silencio. Quizás para romper un poco la capa de hielo que parecían haberse traído desde el exterior-. Fui a ver el juego amistoso entre selecciones hace unos meses.

-Uhm, ¿el infiernillo? -rió suave ante eso, ciertamente el calor había sido desesperante durante las cinco horas que duró el partido.

-Ese mismo.

-Perdimos ese día.

-Lo sé -confirmó, aunque casi lo había olvidado, demasiado concentrado en lo que sucedió quince minutos antes del final del encuentro.

-Aunque no lo vi.

-Te desmayaste por el calor, ¿verdad?

-Eso dijeron, sí -asintió, sin saber muy bien cómo continuar con ese intercambio. Solía ser tan fácil hablar con él en el silencio de su habitación... O no hablar en absoluto-. ¿Cuánto te quedarás? -estaba aliviado y un tanto decepcionado por el cambio de tema. Aunque el ex Gryffindor no se equivocaba al asumir su partida.

-Me voy el tres.

-Ya -su acompañante hizo algo raro en ese momento, dejando el vaso en suelo y girándose en el sillón. Draco lo interpretó como una petición de hablar cara a cara, por lo que lo imitó. Aunque ciertamente no esperaba lo que dijo a continuación-. ¿Y ya no te preocupa que tu madre nos encuentre? No te vi correr a poner el seguro ni has aplicado un encantamiento silenciador.

-Bueno, dudo que hagamos algo demasiado ruidoso para ponerla en alerta. Pero si quieres, lo haré -el joven alzó una ceja, con un aire escandalizado que lo hizo explicarse a las prisas-. ¡No! No estoy proponiendo nada, ni espero que pase... Eso -temió haberlo ofendido con alguna accidental propuesta indecorosa, pero la risa del moreno le informó que solo estaba burlándose de él-. Maldito seas, Harry.

-¿Por qué estás tan nervioso, Draco? -oh, no lo sé. Quizás porque no te he visto en tres años, estás sentado a medio metro de mí luciendo tan jodidamente bien y riéndote como si nada hubiera pasado.

-¿La verdad?

-Eso me gustaría, sí.

-No creí que quisieras verme -y ahí estaba, su patético pensamiento había encontrado el camino hasta fuera de su boca.

-Mmm bueno, siendo justos, tampoco creí que tú quisieras verme.

-En realidad, te vi desde que el traslador me trajo a Inglaterra -informó, cobrándose su pulla. Cuando el chico lo observó con intriga, añadió:- Ya sabes, en cierta revista de reputación dudosa -Harry bufó como hacía siempre que su fama era mencionada.

-Ah, creo que hablas de lo que usé para encender mi barbacoa hace unos días.

-Tu legendario ritual de oposición a la prensa amarillista.

-No sé si lo llamaría así. Pero tu costumbre de comprarlas y enviármelas con tus partes favoritas subrayadas, eso sí era legendario -rió sin reparos, recordando ese tiempo en que lo hacía para molestar, hasta que empezó a ser una especie de comunicación secreta entre ellos. Aunque en la actualidad, difícilmente podría discernir entre lo que era inventado y lo que era real en esas crónicas. Tal vez fue ese sórdido pensamiento el que lo llevó a efectuar el siguiente comentario:

-Tan legendario como tu larga lista de amantes -Harry se mantuvo en silencio un momento, casi haciéndolo lamentar traer eso a colación, pero respondió después de una sonrisa cansada.

-Sabes que nada de eso es cierto. Aunque de vez en cuando leo los chismes, la vida que me inventan puede llegar a ser muy interesante -se había metido en terreno pantanoso, por lo que optó por salir de ahí con una broma.

-O aterradora.

-¿Eso crees? -ahora el chico parecía intrigado, por lo que asintió seriamente mientras se explicaba:

-Bueno, estaba pensando en esa época en que se decía que Granger, Weasley y tú tenían una relación poliamorosa -sus palabras tuvieron el efecto esperado, Harry se echó a reír, y él ni siquiera lo pensó antes de secundarlo.

-¡Merlín, no! -coincidió, con un escalofrío de espanto muy genuino-. De acuerdo, eso sí fue aterrador.

-Si tan solo supieran...

-Ese era el punto, ¿no? Que nadie lo descubriera -pero cómo no, se las había arreglado para arruinar en segundos el precario ambiente distendido de su conversación.

-Harry, yo... Lo siento -las palabras salieron atropelladas y sin filtro alguno, una maldición que solía caerle en compañía de ese hombre en particular. Aunque de alguna forma, sabía que llevaba demasiado tiempo sosteniendolas, demasiado tiempo debiéndoselas.

-No lo hagas, sé que entonces tenías razón -lo peor de esa réplica, es que parecía sincera. Como si lo hubiera pensado muchas veces hasta reconciliarse con esa verdad.

-No, yo... Lo siento por la forma en que me fui -aclaró a pesar de todo. Era lo que había asaltado su mente al verlo de nuevo en el terreno nevado de la mansión. Era lo que le había privado del sueño tantas veces aún cuando su vida parecía bien encarrilada por primera vez en años.

-Necesitabas encontrar tu esencia. Y tenías planes muy ambiciosos -recordó sus palabras, casi haciéndolo escuchar su voz temblorosa cuando las pronunció hacía tanto tiempo-. Solo que yo no estaba en ellos -no podía discernir si la tristeza de esa última frase era un eco del pasado o algo que seguía acompañando al joven como un lastre. Pero para él fue como una pesa fría machacandolo contra el suelo.

-También siento haber dicho eso.

-Pero lo conseguiste, Draco. Tienes todo cuanto querías. Quizás más -Harry sostuvo su mirada con tal convicción y serenidad que no pudo hacer más que contemplarlo estupefacto-. Creo que no había ninguna forma de decirlo que lo hubiera hecho más agradable. Pero ahora lo entiendo.

-¿En serio?

-Claro.

-No fue fácil -se estaba dejando absorber por lo íntimo y sincero de la conversación, pero no le importaba. Llevaba años temiendo haber dejado una impresión equivocada. Porque había dicho muchas mierdas insensibles y definitivas, como diría Tori. Pero no de corazón. No, precisamente en eso había residido su partida: en una decisión tomada desde la razón y el buen juicio, dejando su corazón devastado como un efecto secundario.

-Para ninguno de los dos -informó, aunque eso lo sabía muy bien. Pues aquella noche solo uno de los dos había llorado.

-No sabes cuantas veces... Mi mente regresaba a ese día, a mis palabras, a tu mirada... Te cargué mucho, y no era así. Tú no eras un obstáculo ni un ancla, Harry -necesito seguir mi camino y debo alejarme de todo lo que me detenga. Eso había dicho, recibiendo dolor y traición en los ojos que le habían profesado algo mucho más dulce y agradable esa misma noche.

-¿Entonces qué era? -una duda susurrada, que en ese tiempo había estado tan asustado de contestar. Y en la actualidad...-. Cierto, eso nunca tuvo nombre -finalizó con cierta amargura, tomando como respuesta su silencio.

-Como un tabú...

-¿Qué?

-Como un tabú -repitió, luchando por espantar el dolor y la culpa que volvían a ser tan vívidos-. No necesitábamos decirlo y aún así era malditamente auténtico -por primera vez Harry parecía descolocado. Una parte de él le reprochaba el haberle tirado su aire de serenidad, pero también se sentía mejor al poder leer sus emociones más crudas y reales en cada pequeño gesto.

-Mi mente también ha vuelto a ese día, muchas veces -confesó, agachando la mirada un segundo antes de continuar-. ¿Debí rogarte para que te quedaras? ¿Debí seguirte hasta el fin del mundo? Ay, no lo sé, Draco. Mucho me he recriminado sobre eso. Pero en mi corazón siento que también hice lo correcto. Porque quería que te quedaras, o que me conservaras... -había una especie de anhelo olvidado en esa declaración. Un deseo dormido que se había reprimido por mucho tiempo. Sin embargo, no estaba en él darle la razón sobre todo.

-No habría funcionado de ninguna de esas formas... -comunicó, expresando los motivos tras su racional e inapelable decisión-. Todavía había mucho odio en el aire, mucho dolor. Todo nos terminaría asfixiando. Fue solo... Una llamarada muy potente en un espacio cerrado. Nos terminaría lastimando más -lo había intentado entonces, pero cuando pensaba en salir juntos... Imaginaba las miradas de desprecio sobre ellos, la presión por ser todo lo contrario a lo que todos deseaban para el chico dorado. Su familia era repudiada, su padre estaba en la cárcel. Draco era todo lo opuesto a lo que se esperaba de la pareja del elegido. Y finalmente, Harry se daría cuenta de que todos tenían razón.

-¿Y ahora?

-¿Cómo dices?

-¿Ahora ya sabes cual es tu esencia? -casi había olvidado la propensión de Harry a hacer ese tipo de preguntas. Porque sabía que era más que para seguir una conversación. Realmente le interesaba y analizaría su respuesta.

-No siempre -¿sabía quién era? ¿Sabía lo que quería? Por ratos. ¿Le gustaban esas respuestas? Eso era todavía más difícil de decir.

-Ya veo -y por esa críptica reacción, sabía que Harry debía estar haciendo esa misma evaluación en su mente. Por eso dijo lo único que se le ocurrió.

-¿Te quedas hasta mañana? -...que no fue necesariamente algo apropiado o razonable.

-¿Por los viejos tiempos? -volvió a decir, algo que no era la negativa que esperaba y que lo hizo sonreír.


Time flies, messy as the mud on your truck tires|
Now I'm missing your smile, hear me out

(El tiempo vuela, desordenado como el barro en las llantas de tu camioneta. Ahora extraño tu sonrisa, escúchame)


-¿Recuerdas la primera vez que estuve aquí? -preguntó al cabo de un rato, tras quitarse los zapatos y empezar a juguetear con uno de sus almohadones. Draco ni siquiera tenía que esforzarse para convocar esas memorias.

-Fue en la semana de los juicios, después del ataque a mi madre -esas eran vivencias complejas, por decir poco. Había mucha incertidumbre y odio en el ambiente. Y en medio de todo eso...-. Entonces apareciste. Tú, de entre todas las personas. Ofreciéndote para hacer hechizos de protección en toda la propiedad.

-Y me mandaste al diablo -rió a pesar de todo-. Porque tú de ninguna maldita manera ibas a aceptar mi ayuda.

-Estaba molesto. Ya tenía una deuda de vida contigo, ¿por qué seguías con esa estúpida necesidad de protegerme?

-Lamento haberte ofendido con mi bondadosa oferta.

-Oh, recuerdo muy bien todo tu sarcasmo también -reprochó, aunque seguía riendo.

-Pero terminaste cediendo.

-¿No es siempre así cuando se trata de ti? -Draco se mordió el labio, arrepintiéndose al instante por haberse dejado llevar por el ambiente distendido.

-Y luego me invitaste a tomar el té.

-Ese té tenía algo -masculló. Porque nunca admitiría fácilmente lo ocurrido ese día. Y cómo es que una conversación incómoda se había transformado en una sesión de besuqueo en su habitación.

-El mejor té de mi vida.

-No seas idiota -pidió entre risas, casi previendo que Harry no se conformaría con recordar solo esa parte de la historia.

-Oh, pero lo mejor fue lo que vino después.

-No lo digas.

-Porque cuando se me ocurrió volver... -siguió, indolente.

-¡Cállate!

-Estabas furioso conmigo. ¿Y por qué, Draco?

-No sé de qué hablas -sentía el infantil impulso de cubrirse las orejas, pero se contuvo y se conformó con apretar los labios caprichosamente.

-Mmm yo sí. Estabas furioso porque te dejé besarme.

-No lo recuerdo así.

-¿No? A ver, cuéntame tu versión de la historia.

-Ya lo olvidé. Pero sé que no fue así -se empeñó, cruzándose de brazos.

-Mentiroso -difamó, claramente conteniendo la risa.

-¿Y qué hay de ti, eh? El señor "solo fue un beso" que terminó acorralandome en la alacena.

-Las alacenas aquí son muy grandes.

-También tu descaro -tras eso, ambos se echaron a reír.

Durante mucho tiempo Draco había relegado esos recuerdos hasta el fondo de su mente. No porque los repudiase o se arrepintiera de ellos. Al contrario. Eran demasiado valiosos... Y también solían doler. Pero hablando de ellos con Harry, de vuelta en la oscuridad de su habitación... Era casi como si el tiempo no hubiera pasado. Como si se hubiera ido unas semanas y al volver la nostalgia les ganara. Se sentía apropiado, como si fuera precisamente él la única persona con quien debía compartir todo eso. Pero el tiempo había pasado, el tiempo volaba, realmente.

-No lo hagas, Draco.

-¿Disculpa?

-Te estabas retrayendo, quizás pensando en lo diferente que es todo ahora.

-Bueno, sabes que esa fue una época dura para mí.

-Eso es imposible de negar -Harry cruzó las piernas, mostrándose cada vez más confiado-. ¿Cómo está tu padre?

-Tiene sus días malos. No pasó mucho en Azkaban, pero... Diría que Azkaban sí pasó por él esta vez.

-Lo siento.

-Tuviste que ajustar las protecciones para él cuando volvió, ¿verdad? Cuéntame cómo fue eso -desvió, sin querer profundizar sobre las vivencias de su padre en la prisión mágica.

-Raro, supongo. Me gustaría haber visto su cara cuando tu madre le dijo que debía llamarme -sonrió a medias, encogiéndose de hombros-. Pero me ha visto por aquí algunas veces más y ya casi no se encrespa cuando me mira, así que estamos bien, supongo -Draco asintió. La amistad de Harry con su madre era algo que todavía sorprendía a muchos, pero que se había ido estrechando con el tiempo. Dudaba que viera en ella a una figura maternal convencional, o que ella lo tratara del todo como un niño, pero de alguna manera se entendían.

-Ya que te quedas, ¿quieres algunas galletas de jengibre? -dijo de pronto, volviendo a escabullirse de un tema potencialmente escabroso. Harry sonrió en respuesta.


Sleep in half the day just for old times' sake
I won't ask you to wait if you don't ask me to stay

(Durmiendo la mitad del día, solo por los viejos tiempos. No te pediré que esperes, si tú no me pides que me quede)


-Creo que sí esperabas que viniera -presumió, dando cuenta de su tercera galleta consecutiva. Draco masticó despacio su rol de canela antes de enseñarle la lengua-. Gracias por recordarlo.

-Debí saber que el deportista de élite no toma alcohol -pinchó, pues Harry le había entregado su vaso de brandy antes de pedirle un poco de leche.

-Lo hago, de vez en cuando. Pero las galletas van con leche.

-En el santo manual de san Potter -Harry se echó a reír al escucharlo rescatar esa burla del pasado.

-Así es, tengo códigos muy estrictos ahí.

-¿Algo que me concierna?

-Mucho, en realidad -alzó una ceja, pero el chico no amplió su explicación. Aunque sí conservó una sonrisa maliciosa. Temía y le intrigaba preguntar más al respecto.

-¿Sigues viviendo con Ronald? -cuestionó en cambio, volviendo a desviar el tema a terrenos más estables.

-Mmm no, hace años que se mudó. Primero estuvo viviendo con George y hace poco empezó una especie de prueba con Hermione.

-¿Siguen juntos?

-¿Te sorprende? -intentó mantener un tono casual, pero algo debió haber evidenciado. Aun así, negó.

-Al contrario, creí que ya estarían casados -o en terapia-. Y habrían agregado un par de nuevas cabezas pelirrojas al árbol familiar.

-Creo que Mione no quiere hijos.

-Ni quien la culpe -Harry le frunció el ceño, pero él solo se encogió de hombros-. Ya sabes que no todos compartimos el sueño de la familia con tres niños y dos perros.

-Creí que de los dos, eras tú quien llegó a proponerle matrimonio a alguien -Draco aspiró indignado, lo que provocó la risa de su acompañante.

-Cambié de parecer.

-¿Y qué buscas ahora?

-No busco nada en absoluto -los ojos esmeralda lo evaluaron por algunos segundos, hasta que debió concluir no ahondar más al respecto.

Al parecer no era el único esquivando minas en esa conversación.

-¿Qué hay de ti? -y aunque debió dejarlo por la paz, no pudo evitar soltar esa impertinente pregunta.

-Pues según corazón de bruja, yo busco tener un harem con mi equipo de quidditch -Draco casi escupe su leche, aceptando que se merecía eso por él mismo no haber ofrecido una respuesta sincera.

-Mmm creí que también se te vinculaba con mujeres casadas -aportó su granito, ensanchando la sonrisa del moreno.

-Oh sí, es que eso de los amores prohibidos e imposibles es lo mío -sabía que seguía abonando a su broma, pero no pudo mantener su sonrisa tras escucharlo decir eso.

-Harry...

-Déjalo, fue un comentario desafortunado -ofreció tranquilo. Teme haber estallado una bomba, reconoció.

-Esa idea del matrimonio y la familia nunca fue mía -confesó, dejando a un lado su plato vacío y volviendo a centrarse en él-. Y después que Astoria me rechazó, simplemente la deseché. Vivía el día a día. Y si te soy sincero, no lo he pensado en todos estos años. No es algo que anhele ni que tenga planificado.

-Yo sí lo quiero, sabes que es así -respondió por su parte, suspirando pesaroso-. Pero en todo este tiempo, solo he tenido una cita prometedora. Y no quiso volver a saber de mí después que en El Profeta criticaron su atuendo y su peso -no supo reconocer del todo los sentimientos que ocasionó esa revelación. Lástima, sorpresa y una indeseada dosis de celos-. Estaba llorando, Draco. Y me dijo que jamás podría vivir con una cámara en la cara y la posibilidad de que criticaran hasta su forma de respirar.

-Diablos, Harry.

-Y lo peor es que no sé hasta cuándo será así -continuó, tristeza e impotencia impregnando su voz-. Amo el quidditch, pero a veces me pregunto si no debería cambiar a un trabajo de bajo perfil. Algo que me permita llevar una vida más normal. Y lo único que me detiene es que no puedo dejar que me quiten eso también. Entonces... Mis opciones parecen ser exponer a mi pareja a todo el circo, o mantener una relación clandestina que nunca llegue a la primera plana. Pero de nuevo, ¿por qué tendría que hacerlo? -Draco sería incapaz de precisar cuánto tiempo llevaba el chico pensando en eso, dándole vueltas a eso, pero parecía estar descargando años de frustración-. Tengo este sueño estúpido, incluso ridículo... Pero, quiero tener hacia donde mirar después de atrapar la snitch. Me encantaría poder dedicar mis victorias y... -se detuvo, inusualmente cohibido, como si recordase de pronto a quien le estaba dirigiendo ese monólogo.

-Y volar hacia la tribuna para celebrar con un beso de esa persona -finalizó. Y supo que había acertado por la mirada atónita que recibió. Nunca habían hablado sobre la carrera del chico como buscador profesional. Esa había sido una decisión tomada después de su partida. No obstante...- No lo sé, Harry. Creo que todavía te conozco lo suficiente para saber que dirías eso. Además, he visto a otros buscadores hacerlo. Y ciertamente sus parejas parecen muy halagadas.

-Es una tontería.

-No lo es. Y espero que algún día puedas vivirlo -sintió un tirón incómodo al decirlo, pero decidió achacárselo al uso del traslador esa mañana.

-Llegaste hoy, ¿verdad?

-Cómo siquiera insinues que me veo cansado, iré a tu siguiente partido solo para tirarte de la escoba -Harry se echó a reír, lo que nunca fallaba para amainar su ansiedad.

-Uhm, pues yo sí lo estoy. Tuve una práctica larga hoy.

-Mañana es Nochebuena.

-Y tenemos partido en los primeros días de enero, así que no hay espacio para bajar la guardia.

-Te están explotando.

-¿Me prestas algo para dormir? -era estúpido, pero tras todo lo que habían estado hablando fue eso lo que consiguió hacerlo sonrojar. Ya que eso nunca fue necesario con anterioridad. Todas las noches que Harry había pasado en esa habitación... Bueno, la ropa había sido el menor de sus problemas.

-Tendrás que agrandarlo. Tus hombros están más prominentes -Draco finalmente se puso en movimiento para ignorar esa ceja levantada y la maldita sonrisita del ex Gryffindor.

-Y que no sea de seda, nunca me ha parecido cómodo -contuvo un respingo por muy poco. El chico estaba detrás de él, espiando sobre su hombro hacia el contenido de su valija.

-De haberlo sabido, te traía un enterizo de unicornio.

-¿Tienes uno?

-Era una broma, Potter -dijo con aparente fastidio, entregándole unos pantalones de chándal y una camiseta sencilla. No era precisamente un pijama, pero sería cómodo para dormir.

-Lástima, creo que te verías bien en uno.

-Ahora es que dices que era una broma -advirtió, cruzándose de brazos en la actitud más retadora posible.

-Claro, como digas -pero su sonrisa perversa contradecía sus palabras-. Por cierto, ¿tu familia sigue teniendo la costumbre de dormir hasta mediodía el fin de semana? -inquirió, ya con la mano en la puerta que llevaba a su baño privado.

-Así es.

-Perfecto, así podemos hablar un poco más antes de dormir -determinó, dándole una última sonrisa rápida antes de entrar a cambiarse.

Draco suspiró. Necesitaba decirse que eso estaba mal. Que revivir todas esas memorias y compartir la noche como en los viejos tiempos no podría traer nada bueno. Pero algo en la presencia de Harry siempre lo había hecho sentir intrépido. Escucharlo reír y hablar de su vida era demasiado adictivo para rechazarlo. Así solo fuera por esa noche. Porque después no podría invitarlo a desayunar ni pedirle que volviera. Y seguramente él tampoco lo esperaría.


And wonder about the only soul who can tell which smiles I'm fakin'

(Y me preguntarán por la única alma que puede decir qué sonrisas estoy fingiendo)


Draco despertó desde el instante en que sintió que Harry empezaba a escabullirse de la cama. Había sido así siempre. Aunque en el pasado, se habría lanzado sobre él para obligarlo a quedarse un rato más. O para robarle un último beso.

En ese momento, simplemente le permitió alejarse. Aunque no lo hizo sin antes cobijarlo y darle una caricia en el cabello tan ligera que podría haber sido el viento o su anhelo. Lo escuchó ir al cuarto de baño y moverse por la habitación. Sonidos de ropa siendo reemplazada, la hebilla del cinturón y la cremallera.

Era tan malditamente difícil mantener los ojos cerrados... Pero lo único que se permitió fue un suspiro tenue. Era la tercera mañana que sucedía eso. La primera vez había estado seguro de que no se volvería a repetir. Al día siguiente era Nochebuena y casi era seguro que Harry tendría mejores cosas que hacer. Y a medias tuvo razón. Porque volvió hasta la noche de Navidad. Y luego al siguiente día.

-Draco... Sé que finges estar dormido -el susodicho abrió un ojo, notando la amplia sonrisa del moreno-. Llegaré más tarde hoy.

Sin explicaciones, Potter. No nos debemos eso. Así había respondido muchas veces hacía años.

-¿Por qué? -dijo esa vez. Su voz sonando adormilada y nada pretenciosa.

-Tengo entrenamiento por la tarde y luego cena con el equipo.

-¿Me traerás algo? -el chico se acercó, dejándolo apreciar la forma en que su sonrisa iluminaba su mirada.

-¿Qué quieres? -a ti.

-Algo dulce -Harry se sentó al borde de la cama, riendo mientras alargaba su mano para apartarle el flequillo de la cara.

-¿Azúcar? ¿Miel?

-Chocolate -alzó una mano con propósito de apartarlo con un golpe juguetón, pero él lo esquivó y la atrapó en cambio.

-Chocolate será.

-Harry... -¿por qué sigues volviendo? ¿Por qué me das estas muestras de cercanía pero al final siempre te vas? ¿Es esto una especie de indulto, condena o algo más?

-¿Sí? -animó, acariciando el dorso de su mano.

-Trae tu maldita pijama. No pienso dejarte agrandar una camisa más -el inconsciente ex Gryffindor se echó a reír ante eso, dándole un último apretón antes de soltar su mano.

-Está bien, es una petición razonable. Ahora sí me voy -entonces pasó algo raro. Harry se inclinó sobre él de una forma tan natural y conocida, que Draco solo atinó a cerrar los ojos y esperar por su beso de despedida. Aunque no habían compartido más que un abrazo en esos días. A parte de la cama... Y la ropa. Pero tan inesperado como su reacción, el beso llegó. Aunque fue en la frente, un suave roce antes de que Harry se alejara. No parecía arrepentido, aunque algo en su gesto delataba que también había sido algo no premeditado-. Hasta luego, Draco.

-Suerte en la práctica -añadió por lo bajo, despidiéndolo con una sonrisa hasta que la puerta se cerró y pudo enterrar la cara en su almohada. Que desdichadamente tenía el olor de Harry.

En soledad era cuando más podía recriminarse a sí mismo. Estaba siendo descuidado, temerario e inconsciente. No había ni una jodida posibilidad de que todo eso pudiera terminar bien. Aunque no era como si algo más estuviera pasando. No, era algo abismalmente diferente a hacía tres años. Porque entonces no hacía falta hablar. Harry sabía que su invitación al piso de arriba tenía un propósito y no renegaba cuando tenía sus manos encima, mandando a volar su ropa y empujándolo hacia la cama. Las primeras veces apenas habían hablado. Era algo salvaje, intenso, necesitado. Era malditamente liberador. Porque no necesitaba pensar de más mientras estaba con Harry. Los gemidos excitados, el calor de sus cuerpos sudorosos, escucharlo sin aliento tras llegar al clímax... Era perfecto para escapar de su realidad, para mantener a raya su ansiedad y todas las presiones que pendían sobre su cabeza. Luego vendría alguna plática corta. Primero de tinte incómodo o sobre cómo eso jamás volvería a pasar. Luego, para acordar la siguiente vez. Y después, simplemente para compartir confidencias, historias infantiles y chismes de corredor.

Nada de eso había pasado esos días. La primera noche, ni siquiera se habían abrazado al meterse a la cama. Eso fue un efecto secundario al despertar. Al igual que la siguiente noche. Hasta la anterior. Porque entonces Harry había mencionado que podría necesitar un abrazo. Y él se lo había dado sin preguntar porqué. Fue así como conversaron hasta que los venció el sueño. Estaba seguro de que esas tres noches había hablado más con el chico que durante todo ese verano. Le había contado sobre sus días en Francia y había escuchado sobre sus giras con el equipo. Se había quejado sobre los modales franceses y lo había escuchado quejarse sobre su club de fans. Había hablado con alegría sobre las múltiples certificaciones que había conseguido esos años, y había escuchado atento cómo Harry le narraba sus juegos favoritos. Sí, era tan diferente que casi no había punto de comparación. Era como redescubrirlo, cómo conocerlo realmente. Y de alguna forma, toda la intimidad física compartida anteriormente le sabía a poco comparada con la intimidad de una verdadera charla sobre sus vidas, sueños y temores. Y sabía que eso podía ser mucho más peligroso.

-¡Estrellita, dónde estás!

-Mierda, no -Draco enterró todavía más su cara, al punto de casi no poder respirar.

-¿Se puede? ¿Estás decente?

-¡Largo, Astoria!

-Mmm, sabes que voy a entrar de todas formas. Así que tienes cinco segundos para cubrir las reliquias familiares. Cinco, cuatro, tres, dos... ¡Uno! -la chica abrió la puerta de par en par, solo para recibir un cojín en su deslumbrante sonrisa-. ¡Fabuloso trozo de cretino! -increpó, armándose con dos almohadones en su camino a la cama. Draco cruzó sus antebrazos frente a sí, previendo un ataque frenético que nunca llegó-. Draco Lucius Malfoy.

-¿Uhm?

-Has tenido visitas masculinas recientemente, pequeño pillo.

-Estás loca.

-Literalmente estoy viendo un pijama extra en tu cama -acusó, usando un almohadón para señalarlo.

-Es mi ropa.

-Es dos tallas más grande.

-Es para dormir.

-¡Estás usando tu pijama de seda! -Draco resopló fastidiado, pero eso jamás desalentaría a Astoria Greengrass-. Además, todavía se sienten residuos de un perfume que tú jamás elegirías.

-No sabía que tienes entrenamiento sabueso -dijo con sorna, pero ella siguió en lo suyo olfateando el aire y evaluando la habitación.

-Es algo fuerte y de notas ácidas, nada propio de ti. Si tuviera que apostar, eso le va más a alguien que suele llevar un ritmo más movido. La he percibido en aurores. Aunque también podría ser apropiada para entrenadores de criaturas... O jugadores de quidditch -finalizó, con una sonrisa sugerente.

-Deja de meter tu nariz en mis asuntos -masculló. Su apariencia huraña solo sirvió para que la chica diera un gritito y se sentara a su lado con demasiado entusiasmo para esa hora de la mañana.

-¡Acerté! Entonces, ¿has estado reviviendo viejas pasiones?

-No voy a responder a eso.

-Aunque estás vestido y ese pijama improvisado indica que él también estuvo vestido -rumió, ignorando su mal humor-. Aunque eso pudo variar durante la noche. Pero estás muy peinado para una follada de reencuentro.

-¡Astoria! -renegó, empujándola cuando la chica se acercó a olfatear su cabello.

-Mmm no, sin rastros de actividad coital. ¿Qué pasó entonces? -su ceño fruncido finalmente debió darle alguna indicación a su amiga, que levantó las manos en señal de derrota-. Ay, está bien. Pero no me culpes por estar emocionada. No creí que fuera a dar resultado.

-¿De qué hablas?

-Ah, nada.

-Astoria -ella le dedicó la sonrisa patentada para admitir sus fechorías.

-No te enojes, Dray. Ni conmigo ni con él.

-Astoria -repitió.

-Bien. Después de nuestra charla el otro día... Me quedé pensando en el pasado, en lo que dijiste y descubrí de quien hablabas. Y se me ocurrió que si seguías adelante con tu idea de permanecer recluido en la mansión, no tendrías ocasión de verlo. Así que decidí escribirle.

-¿Qué? -la palabra salió cargada de furia contenida y decepción. Llevaba días creyendo que la presencia de Harry en su casa se debía a la iniciativa del chico al enterarse que estaba en la ciudad. Y resultaba que solo era producto de la intervención de su mejor amiga-. ¿Le escribiste a Potter para decirle que viniera a verme?

-Mmmm no. Hice una nota imitando tu letra para avisarle que estabas en casa de tus padres -jadeó indignado.

-¡Maldita sea, Astoria! Eso es peor.

-¿No me escuchaste? No fue una invitación ni nada por el estilo. Solo un sencillo "me estoy quedando en casa de mis padres" -defendió, con demasiada tranquilidad para la atrocidad que había cometido.

-No intentes justificarte.

-Dray... Entiende, él vino porque quiso. ¡Porque quería verte! Y sé que tú también a él. Pero ninguno de los dos iba a hacer algo al respecto.

-Eso no te da derecho a decidir por mí, a meterte en mis asuntos más...

-¿Más qué? -Draco se levantó con ímpetu, dejando atrás su confortable cama y a la desconsiderada de Astoria.

-Más personales. Tú no sabes cómo fue. Lo que pasó o las cosas que dijimos. Lo que vivimos. No tenías que hacer eso, pasaste una línea muy importante.

-Yo... -por primera vez en mucho tiempo, parecía sin palabras, casi herida. Justo como él se sentía. Herido, traicionado, embaucado.

-Vete, por favor.

-Dray...

-¡Y no me digas así! -ella dio un paso atrás, sus hombros cayendo y la mandíbula tensa.

-Está bien. Pero no me voy a disculpar, Draco. Sigo creyendo que hice lo correcto. Y tú lo sabes -asintió con convicción, deteniéndose ante la puerta medio abierta-. Solo te quise dar una oportunidad. Porque noté cuánto te importaba. Y sí, tal vez no era mi decisión. Es tuya. Y estará en ti el volver a crear excusas para dejar algo que te hace feliz, o finalmente tener la madurez para dar un salto al vacío confiando en que no estarás solo al caer.

Astoria finalmente se retiró, dejándolo con un peso extra en el pecho y una sensación agridulce sobre las noches anteriores.


And the heart I know I'm breakin' is my own
To leave the warmest bed I've ever known

(Y el corazón que sé que estoy rompiendo es el mío. Al dejar la cama más cálida que alguna vez he conocido)


Recordaba a la perfección todo lo sucedido ese verano. Pero había dos noches en particular que se sentían grabadas a fuego en su memoria. La primera vez que Harry lo había abrazado después de volver a caer en su peligroso juego, y la última noche. Había estado muy seguro de todo entonces, de cada palabra, de su inapelable decisión. No había estado preguntando ni negociando, solo transmitiendo sus planes. Había provocado mucho dolor esa noche. Para sí mismo, para Harry. Aunque lo cubrió todo con raciocinio y responsabilidad. Y se marchó sin más, apartando la mirada de esas noches interminables llenas de caricias y eso a lo que nunca pusieron nombre, como tan acertadamente había dicho el moreno hacía unos días. Un tabú, así lo había llamado él, pero se seguía mintiendo. Era más entrañable y demoledor que eso. Lo había sabido entonces y todavía podía afirmarlo con certeza. Pero había algo que siempre le impidió verbalizarlo y no eran los motivos que Harry pensaba. No tenía nada que ver con su estatus, con cobardía o negación. No. Se trataba de una promesa efectuada a sí mismo la primera vez que sintió que su aventura con Harry se podía convertir en algo más.

No tengo permitido enamorarme. Y si lo hago, él jamás lo sabrá.

Y así había sido. Sin siquiera poder reconocerlo ante sí mismo. Se había marchado callando y había sido su secreto durante esos años, pensando que jamás tendría que volver a verlo ni afrontar nada de lo ocurrido. Pero cómo no, la desquiciada de Astoria había creído que podía intervenir en su vida, que estaba bien tirar de los hilos y acercarlo a él. Solo para volver a afrontar el final conocido. Porque él tendría que irse. Y Harry volvería a pensar que solo lo había usado para llenar la soledad de sus noches.

-¿Llevas tiempo esperando? -Draco alzó la mirada, había estado tan ensimismado en sus pensamientos que no reconoció la alteración mágica del escudo-. ¿Draco?

-Yo, sí. Necesitaba aire.

-¿Problemas?

-Uno... De cierta importancia -Harry ladeó el rostro, una arruguilla de sospecha apareciendo en su frente.

-¿Quieres discutirlo aquí?

-No estoy seguro de que quieras entrar después de lo que diré.

-De acuerdo -se está poniendo a la defensiva, reconoció.

Y no podía cuestionarlo. El escenario era demasiado familiar. Dolorosamente familiar. Porque hacía tres años habían caminado juntos hasta ahí. Donde Draco le había comunicado que se iría a la mañana siguiente. El juego había terminado. Salvo que para Harry no había sido ningún juego.

Y para mí tampoco.

-Esa noche me equivoqué, Harry. "Fin del juego"... Fue una estúpida forma de intentar quitarle importancia -dijo, olvidando momentáneamente lo que había planeado comentarle-. Pero fue importante. Y espero que lo sepas. Tenerte en esa época fue... Más de lo que merecía. Y el impulso necesario para aferrarme a la vida.

-Draco... -sonó como un suspiro, seguido de una profunda inhalación-. ¿Qué hay de mí? ¿Alguna vez te tuve? -había tanta tristeza y vacilación en esa pregunta que solo atinó a asentir.

-Pero merecías más.

-Nunca lo viste, ¿verdad? Eras tú. Solo tú, Draco. Agradecía seguir con vida cada vez que venía aquí. Soñaba despierto con cada momento a tu lado -exhaló, meneado la cabeza ligeramente-. Pasaba los días entre audiencias, declaraciones y prensa. La maldita prensa. Pero llegar a ti, tenerte a ti... Era lo único bueno y agradable de mis días.

-Era hermoso, Harry. Como una fantasía prohibida y maravillosa en la que pudimos perdernos muchas veces. Pero el mundo real aguardaba.

-Y será igual esta vez, ¿verdad?

-Sobre eso... La nota que recibiste.

-¿Por qué lo dices así?

-Porque no la escribí yo -confesó, reconociendo la conmoción y la decepción en el rostro del chico-. Fue la imbécil de Astoria después de... No viene al caso. Pero ella se enteró sobre nosotros y actuó a mis espaldas.

-Por eso parecías genuinamente sorprendido de verme.

-Lo estaba.

-Mierda... Entonces, todos estos días ¿creíste que de alguna forma me enteré que estabas aquí y simplemente vine a buscarte? -por algún inexplicable motivo, se sintió sonrojar ante eso.

-Bueno, sí.

-Astoria es la hermanita de Daphne, ¿no?

-Te mataría si te escuchara decir eso, pero sí.

-¿Y ella sabe sobre hace tres años?

-Muy poco -Harry asintió, volviendo a pasar los dedos por su cabello. Lucía avergonzado, aunque también intrigado.

-Creí que sería el secreto de tu vida.

-Uhm, no. Ese lugar lo tiene ocupado la cantidad de panqués de mantequilla que he comido en un día. Y no te desgastes, no te lo diré -el chico rió entre dientes, mordiéndose el labio en ademán pensativo-. Harry, sobre lo que dijiste de estos días...

-Olvídalo, ni siquiera enviaste la nota. Es obvio que estos días no han sido más que una feliz confusión. O algo así.

-La enfrenté por hacerlo, pero ella tenía razón en algo que dijo. Y es que yo jamás habría tomado la iniciativa por mi cuenta -Harry alzó la cejas, por lo que continuó hablando antes de darle tiempo a sacar conclusiones erróneas-. Primero, porque no hemos hablado en años. Segundo, porque solo me quedaría unos días. Y tercero... Porque habría estado seguro de que me mandarías al diablo antes de aceptar mi invitación. Sin embargo... Ha sido encantador verte.

-¿Encantador? -Draco apretó los labios, con ganas de tirar una bola de nieve a la media sonrisa del maldito Potter.

-No me hagas retractarme.

-Recapitulando, eso nos deja que... No querías verme, pero ha sido encantador verme.

-No dije que no quisiera hacerlo -el rubio tragó saliva, odiando el impulso que lo hizo decir eso. La sonrisa de Harry se tornó más cálida.

-No planeabas verme, pensabas que no querría saber de ti y te irás a seguir tu vida en unos días.

-Así es.

-Me has visto y no te mandé al diablo. Pero eso no cambia lo último, ¿verdad?

-Temo que no -afirmó, atribuyendo la duda en su voz al frío invernal.

-Ya veo. Entonces... ¿Seguimos esta conversación aquí o en tu habitación? Porque empieza a nevar. Y te traje el chocolate que pediste -obviamente su suspiro de satisfacción y alivio tenía que ver con las condiciones climáticas y con nada más.


We could call it even
Even though I'm leavin'
And I'll be yours for the weekend
'Tis the damn season

(Podríamos decir que estamos a mano, aunque me estoy yendo. Y seré tuyo por el fin de semana, es la maldita temporada)


No es que esperase que Harry se fuera profiriendo maldiciones y jurando venganza hacia Astoria y toda su familia. Pero tampoco esperaba que, a parte del momento incómodo al enterarse de la verdad, decidiría quedarse. Y volver a la siguiente noche. Y a la siguiente.

Ambos sabían con lo que trataban, al menos. Las fiestas estaban por acabar, Harry retomaría sus compromisos de quidditch en los primeros días del año, y Draco volvería a Francia para seguir con su rutina y sus negocios allá. Era como debía ser.

Y esa sería la última noche que podría dormir a su lado. Claro que era como debía ser.

-Así que sigues molesto con Astoria.

-¿Por qué lo dices?

-Porque su correspondencia empieza a apilarse aquí -señaló. Draco, que había evitado mirarlo a propósito, enfocó la mesa que el joven señalaba. O al menos lo intentó, porque su vista quedó atrapada por el maldito Harry.

Había llegado hacía rato, despeinado y con la ropa llena de barro. Práctica de quidditch hasta tarde, ¿puedo usar tu baño?, fue su saludo, antes de desaparecer y dejarlo hecho un manojo de nervios. Y recién acababa de emerger, con el cabello goteando, una toalla alrededor de los hombros y sin camisa. Cómo lo odiaba.

-Se lo merece.

-Creo que estás siendo un poco cruel con ella.

-Cruel sería devolverle las cartas -alegó, cruzándose de brazos. Harry llegó hasta la cama, secándose el cabello ociosamente.

-Te vas en dos días, ¿la dejarás pensando que sigues molesto?

-Es que sigo molesto.

-Draco... -lo miró de mala gana, resistiendo el impulso estúpido de quitarle la toalla y secarlo apropiadamente.

-¿Y tú no trajiste camisa?

-¿Qué?

-Estás parcialmente... -desnudo. Resopló-. Expuesto.

-Solías ver más que esto -dijo, aparentemente sin un ápice de vergüenza.

-Solías ser más tímido al respecto -trató de atacar, pero solo consiguió hacerlo reír.

-Creo que ser nombrado el jugador más caliente por dos años seguidos me ayudó con eso -Draco se acercó a él, primero tocándole el hombro y luego posando una mano en su mejilla. El moreno se quedó completamente quieto. Había algo eléctrico en su mirada, una corriente casi magnética sobre su piel. Pero se sobrepuso a todo eso para informarle:

-Nope, no siento nada de todo ese calor. ¿Seguro no tenías fiebre cuando te catalogaron así? -Harry resopló, y él volvió a su lugar, con solo un tenue cosquilleo en las yemas de los dedos.

Afortunadamente, el chico sí había llevado camisa. Fue un alivio y una pena verlo ponérsela, justo antes de meterse en la cama a su lado. Draco se acomodó sobre su costado, permitiendo que fuera el chico quien se acercara a él, pero también permaneció en esa posición, quedándose de frente aunque solo a centímetros de distancia.

-Creo que yo sí podría enviarle una nota de agradecimiento a Astoria.

-No quiero hablar de ella.

-¿Entonces?

-Háblame de la práctica -obtuvo varios segundos de contemplativa curiosidad, pero entonces empezó el relato sobre sus vivencias de esa tarde. Y realmente no podía haber precisado o repetido la mitad de lo que Harry dijo. Lo único que se quedó con él fueron sus expresiones, su sonrisa que le robaba el aliento y la mirada verde oscurecida e intensa, acentuada por las sombras en la habitación.

-¿Tienes sueño?

-No realmente.

-Dejé de hablar hace cinco minutos y no has dicho nada -Draco suspiró, consciente de que no había hecho más que seguir tratando de encontrar algo en sus ojos, algo que le dijera que no era el único cuya cabeza empezaba a sentirse embotada y confundida.

-Harry...

-¿Sí?

-¿Recuerdas lo que dijiste la primera vez que me abrazaste después de estar juntos? -el silencio los envolvió de tal forma que casi se arrepentía de traer el tema a colación. Porque esa vez también lo había lastimado. Y precisamente por eso, por su silencio.

-Te confesé cómo me sentía.

-Y yo no respondí -todavía en ese momento, Draco juraría haber reconocido una sombra de amargura. La misma que lo animó a seguir hablando-. Porque me lo había prometido a mí mismo. Que no podía sentir eso por ti. Y que si lo hacía, jamás lo diría. La verdad es que no esperaba que tú lo dijeras primero. Pero estaba tan asustado... Que no pude hacerlo. Fallé a la primera parte de mi promesa, pero sostuve la última.

-Draco...

-Lo siento, Harry. Lo siento tanto... -ya no podía precisar porqué se disculpaba, pero tampoco tuvo que explicarlo. Porque entonces, poder, rendición y gloria colmaron el ambiente. Y sin cuestionar presente o pasado, se dejó arrasar por un beso que sabía a anhelo, desesperación y amor.

Maldita sea, maldita sea. No podía dejar de repetir eso mientras se aferraba a la ancha espalda del chico y sentía como sus fuertes manos se colaban bajo su pijama para empujarlo contra su cuerpo. Lo había besado así muchas veces. Siempre con prisa, siempre con ansia, sabiendo al descontrol que eso los llevaría. Probablemente fue eso lo que lo condujo a ralentizar sus labios, acariciando la nuca del moreno en lugar de estrujarlo. Harry debió percibir el cambio, porque también reemplazó su implacable agarre por suaves caricias. Sus roces se tornaron pacientes y cariñosos, sus labios entregándole el beso más delicado y conmovedor de toda su maldita vida.

-Te he extrañado tanto -Draco apretó los ojos, dejando que esas palabras se clavaran hasta lo más profundo de su ser.

-Jamás dejé de pensar en ti -admitió, su voz convertida en un susurro.

-Pero te volverás a ir -no era pregunta, tampoco una súplica para hacerlo cambiar de opinión.

-Harry...

-Está bien -abrió los ojos, inseguro de lo que iba a encontrar. Contrario a hacía tres años, no había lágrimas de recriminación.

No, no estaba bien. No lo estuvo antes y no lo estaba en ese momento.

Pero no pudo decirlo. Porque en Harry percibía anhelo, pasión, amor... Pero no esperanza. Había dejado de creer en ellos, había dejado de esperar un futuro a su lado.

-Me iré -confirmó, con el peso de todo lo que seguía sin poder decir-. Pero esta noche es nuestra. Y soy solo tuyo.


It always leads to you in my hometown

(Siempre me lleva a ti en mi ciudad natal)


Hacía tres años, se había ido con el corazón roto pero con la certeza de que estaba haciendo lo correcto. En esa mañana de enero, tenía el corazón destrozado de nuevo. Pero le faltaba lo segundo. Se había despedido de sus padres, pero decidió caminar por el pueblo hasta el lugar donde había llegado.

Harry se había marchado por la mañana el día anterior, después de un último beso y más cosas sin decir. Pero así debía ser. Se lo repetía como una plegaria.

Ahora mismo está jugando quidditch. Seguro ganará y después irá a celebrar con el equipo. Se tomará unas copas y seguirá con su vida. Y Draco tenía que hacer lo propio. Activar el traslador, volver a Francia y seguir con su vida.

-¡Draco! -alzó la mirada, casi dejando caer la varita. Una bruja despeinada y que parecía haberse vestido en la oscuridad corría hacia él.

-¿Qué carajos...?

-Qué bien, pensé que ya te habrías ido -consiguió articular entre resoplidos.

-¿Hace cuánto que no corrías?

-Más de lo que puedo recordar.

-¿Qué haces aquí? -Astoria se apartó el pelo de la cara, mirándolo como si fuera estúpido.

-Me pediste que viniera.

-No, no lo hice.

-¡Claro que sí! Me enviaste una nota -palpó sus inexistentes bolsillos, dado que vestía un pantalón de yoga-. Bien, no la tengo, pero tenía tu firma.

-Astoria, no te envié nada.

-¿No? Pero dijiste que estarías aquí. Y que querías hablar conmigo antes de irte -parecía convencida de ello y casi herida por su negativa. Su confundida mirada esmeralda lo hizo bufar.

-Ese maldito.

-¿Qué?

-En serio, si alguien más vuelve a enviar notas en mi nombre, lo demandaré en el Wizengamot -rebuznó, olvidando de momento que se sentía mal por tener que irse.

-Aguarda, ¿Potter me envió esa nota?

-Supongo.

-Oh -reconoció la mirada de loca de su amiga, por lo que se apresuró a negar.

-Me estuvo fastidiando con que debía hacer las paces contigo. Seguro pensó que sería más complicado estando yo en Francia y por eso te hizo venir.

-O quería que te entretuviera -dijo de todas maneras, tergiversando la situación como preveía-. Al menos hasta que él...

-No vayas por ahí, Potter está en un juego importante ahora mismo. Podría estar ocupado por horas. No va a aparecer aquí ni nada por el estilo.

-No puede... Así que envió a alguien con sentido común para que te detenga.

-Se me ocurren muchas más opciones con más sentido común para ese propósito -apuntó con acidez.

-Pero no saben sobre ustedes.

-Estás malinterpretando las cosas.

-Maldita sea, Dray. ¿Por qué tienes que ser tan obtuso?

-Soy realista, Astoria -se empeñó, mirándola con tedio.

-Dime algo, y quiero que seas sincero. ¿Cuántas noches pasaron juntos?

-No es asunto tuyo.

-Te importa, puedo verlo. Por eso estabas dolido cuando actué en tu nombre, y ahora...

-¡Claro que me importa! Me fui sin poder decirle que lo amaba, pasé años pensando que me odiaba y ahora que nos reencontramos fue por tu estúpida intervención. Y sí, en parte te lo agradezco, pero todo se fue a la mierda de nuevo, Astoria. Ni siquiera me pidió que fuera a su maldito juego de quidditch o que me quedara un día más. Y me jode como no tienes idea porque quería que lo hiciera. Quiero ser el idiota al que mire después de atrapar la snitch y quiero besarlo después enfrente de todo el puto estadio. Pero no me lo pidió y ahora tengo que irme sin poder ofrecerlo. ¡¿Eso es lo que querías escuchar?! -culminó con un suspiro tembloroso, dejándose caer de rodillas sobre la fina capa de nieve matutina. Le habría gustado que su arrebato hiciera que Astoria se arrepintiera de haber intervenido, que se disculpara, que lo mirara con lástima... Pero no, la entrometida bruja tenía que optar por otra reacción.

-¡Entonces no te vayas! Si estás siendo tan específico sobre eso, es porque él te lo dijo, ¿verdad? Y eso no se dice a la ligera, Draco.

-Tú no sabes...

-No, no estuve ahí. Tampoco conozco toda la historia. Pero sé esto: volviste después de tres años y una corta nota bastó para que él volviera a ti. Y eso me dice, que llevaba todo ese tiempo esperando por algo así.

-No, él ya no espera nada de mí. Pude verlo en sus ojos.

-¿Le preguntaste? ¿Dejaste siquiera entrever la posibilidad de intentarlo de nuevo? Pero bien, sin secretismo ni culpas.

-Pues no... -Astoria resopló, tendiéndole la mano y mostrando su inconfundible expresión decidida.

-Entonces solo pensabas irte sin arriesgarte ni un poco.

-Tori...

-Ya basta, Dray. Puedo entender que antes tenías excusas, perdón, motivos razonables. Pero ya no es así. Dale siquiera la oportunidad de rechazarte.

-Eso no es nada alentador -se quejó, por fin tomando su mano y permitiendo que lo ayudara a levantarse.

-Es el escenario menos probable, estoy segura. Ahora vamos.

-¿A dónde? -cuestionó con temor, aunque podía adivinar la respuesta.

-Al estadio de quidditch. Tienes un buscador al que atrapar.

-No tenemos entradas.

-Por suerte para ti, los Weasley ahora tienen un palco. Y yo tengo a alguien allí que nos hará entrar.


En retrospectiva, el plan era una locura y jamás debió dejarse arrastrar hasta ahí. Pero Astoria no solo estaba loca -y despeinada-, también era persuasiva y astuta. Y tal como dijera, Daphne los hizo entrar en cuanto llegaron al estadio. Como cualquier partido del Puddlemere, el lugar estaba a rebosar. El público gritaba, abundaban los jerseys con el número del buscador estrella y Draco estaba al borde de hiperventilar. Tampoco ayudó que hubiera tantos Weasleys presentes. Ronald, Ginevra y George le dedicaron un asentimiento cortés, aunque intrigado. Los señores Weasley le sonrieron y luego volvieron a dar su atención al juego. El mayor de los hermanos también estaba ahí, con un niño de unos dos años en las piernas. Y a su lado, el otro que había sido prefecto en sus primeros años en Hogwarts -¿Perry?- pero cuyo nombre no recordaba. Perfecto, nada de presiones.

-¿Cómo se supone que sepa que estoy aquí? -le cuchicheó a Astoria, que lo evaluó dos segundos antes de quitarle el gorro-. ¿Qué haces?

-Supongo que voltea hacia aquí de vez en cuando. Y una cabellera rubia entre tanto pelirrojo seguro que le llama la atención.

-Te odio.

-Vamos, tienes que estar al frente -de nuevo se dejó arrastrar, luchando por obviar las miradas curiosas y sus propios nervios. Eso saldría bien. O sería un completo desastre.

Harry lo vio después de veinte minutos. Lo supo con certeza por la forma en que se ladeó en la escoba. Y por el grito y el pellizco que le dio Astoria. Draco lo saludó con la mano. Algo estúpido dada la distancia y la concentración que el chico debía tener en el juego, pero casi habría jurado que lo vio sonreír.

-Bien, tengo que preguntar. ¿Qué haces aquí? -quién finalmente se acercó fue Ronald. Tenía el ceño ligeramente fruncido.

-Veo el juego.

-El juego llevaba ya dos horas. Y si no me equivoco, miras a un jugador en particular.

-Piérdete, Weasley.

-¡Astoria! -reprendió, sin poder creer que se diera el lujo de tratarlo así en su propio palco. Ya podía ver cómo los sacaban los de seguridad por la impertinencia de su amiga. Sin embargo, el chico se echó a reír.

-¿Quieres una bebida?

-Licor de jerez. Una cerveza para los nervios de Dray. Y no rechazaría unas papas -casi percibía el suelo en la mandíbula, en especial cuando lo escuchó contestar:

-Bien. Pero luego quiero la historia completa.

-¿Qué diablos, Tori?

-Sí sabías que es auror, ¿verdad? Llevamos año y medio trabajando juntos.

Hubiera seguido indagando, pero la exaltación de la multitud le hizo saber que algo importante sucedía en el campo de juego. Draco se giró justo a tiempo para ver la persecución codo a codo de los buscadores. La snitch volaba por el lado oeste, zigzagueando, elevándose y escabulléndose en el último segundo.

-No te atrevas -susurró, quedando opacado por el grito de indignación colectivo. En una sucia estrategia para incapacitar y tomar ventaja, el buscador de las Avispas tomó cierta distancia y cambió de dirección, listo para colisionar con Harry. Y justo cuando el choque parecía inevitable, el moreno se dejó caer en picada en un ángulo de vértigo. Le costó que la snitch se alejara más, pero fue lo suficiente para que el otro buscador se fuera de frente contra un golpeador de su propio equipo. El estadio tronó de júbilo, con unas cuantas expresiones de dolor mientras dos jugadores caían al césped y otro alzaba la mano con la snitch presa entre sus dedos. En ese momento glorioso, los nervios y las dudas salieron sobrando, mientras silbaba y vitoreaba junto a la multitud.

No obstante, todo volvió multiplicado a medida que el buscador ganador volaba hacia el palco, tras librarse de los abrazos entusiasmados de su equipo. Quizás no era nada especial, debía acercarse a celebrar con su gente todo el tiempo. Salvo que se detuvo justo frente a él, con una inmensa sonrisa y la mirada centellante.

-Volviste -como si no lo creyera, pero fuera lo que siempre soñó.

-Nunca me fui -Harry se ladeó, quedándose de costado para escucharlo entre el rugir de la afición.

-¿Cuánto te quedarás?

En lugar de ofrecerle una respuesta verbal, lo tomó por el frente de la túnica y le dio un beso que esperaba empezara a reconstruir la esperanza perdida.

-Te amo. Y ya no me iré a ningún lado -prometió contra sus labios, sabiendo por lo enardecido de su corazón que ese sería un juramento que podría mantener durante toda su vida.

FIN


Notas finales: creo que me quedé sin palabras después de escribir este pequeño y hermoso monstruo, jajaja. No me di cuenta de lo largo que era hasta que lo terminé, y no me pareció apropiado quitarle ninguna escena. No recuerdo haber escrito sobre Astoria antes, pero amé hacerlo aquí. Ni qué decir de lo bonito que se siente volver. De nuevo, no sé cuándo me verán de vuelta, pero estoy haciendo lo mejor por coordinar mis horarios y esperaría que sea antes de dos años, jaja. En fin, gracias por leerme y espero volver pronto.

Allyselle.