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El misterio de los siete años
Dos de marzo, 1975
Pocos saben cómo se ve dentro del Departamento de Misterios. Algunos, entre esos el o la ministro de magia mismo, han logrado pasar por la primera entrada y ver la sala circular, con el suelo muy pulido y doce puertas alrededor. Pero, ¿lo que hay detrás de cada una de esas puertas? Solo ciertos inefables de mayor rango lo saben.
Por ejemplo, la joven inefable Gillian Pokeby solo conoce su propia sala de misterios y dos más: la del espacio y la del tiempo. Y solo porque trabaja muy de cerca con los misterios de esas dos últimas salas.
Eso es mucho más de lo que otros han podido ver. Gillian ha trabajado en el Departamento de Misterios por solo dos años, y conoce tres salas al dedillo. Ella ha sabido de inefables que se han pensionado a los ochenta años, con unos sesenta años de carrera en el ministerio, y que solo han conocido su propia sala de misterio.
Sin embargo, es difícil sentir que eres uno de los "elegidos", cuando sigues siendo tratado como un recién llegado, de a los que se les dan los turnos nocturnos sin miramientos. Esa noche fría de marzo, Gillian Pokebay sale de la sala de Tiempo para regresar a la suya propia. Allí estuvo hablando con el inefable sobre el hechizo reparo. No es que fuera muy necesario para su investigación, pero es que a ella le gusta hablar con Nathaniel. De hecho, es su inefable favorito… Tal vez porque es el único del primer turno de noche, además de ella, que es más o menos de su edad, soltero y muy amable. Para los estándares de los inefables, claro.
Mientras entra a la sala, Gillian se ríe por lo bajo de la broma que le dijo Nathaniel sobre la paradoja lunar de Kowalsky y la relación con… Siente un sonido discordante. Eso no es común y no estaba allí cuando se fue a hablar con Nathaniel. Gillian baja su gorro para poder quitarse las orejeras peludas y de color morado que llevaba esa noche.
No necesita oír ni por dos segundos. Sonríe grande, da brincos en su lugar y hasta grititos de felicidad cuando se da cuenta de que… ¡Va a ver uno nuevo, y en su turno!
―¡Habita lumos! ―pide a la sala mientras corre con mucha energía, adentrándose en el lugar totalmente iluminado de repente.
Aún cuando deja de caminar cada tanto, para mover su cabeza de un lado al otro, ella está lista para volver a saltar en cualquier momento. Parece un perro de caza que quiere orientarse por medio de los sonidos. Lo cual no de extrañar si se le conociera bien. A ella y a su familia.
Gillian sabe que esa es la gran razón por la que, con solo veintidós años, fue contratada para ser una inefable poco después de haber iniciado un trabajo en el Ministerio. Claro que ser una Ravenclaw con las mejores notas en runas y hechizos, y obtenido un excede las expectativas en Aritmancia, la hacía una valiosa opción. Pero lo principal que tuvieron en cuenta al contratarla, y justo para trabajar en ese misterio, fue que ella había heredado la habilidad especial de los Pokebay… Como sus grandes orejas redondeadas que, aún en ese momento, casi siempre esconde detrás de una de las tantas orejeras de colores que tiene. Y no solo por estética, si no por salud mental.
Esos pocos Pokebay especiales tienen la habilidad de la audiomancia. Oyen todo tipo de cosas, rangos de volumen, distancias y hasta entienden con gran facilidad lo que están oyendo. Pero, a lo largo de su historia familiar, se han especializado en diferentes cosas. Uno de ellos, el tan famoso Gulliver Pokebay, llegó a entender las comunicaciones entre animales, aún algunos animales mágicos. Mientras otros, como Gillian, han tenido facilidad para controlar las ondas sonoras.
Así que, es entendible que esa mujer muy alta y delgada tenga a su alrededor gramófonos, mientras camina entre lapsos de pasos rápidos y momentos de quietud para guiarse. Porque esa sala enorme, que parece no tener otra pared que en la que está la puerta y varios cubículos divididos por pizarras; está llena de gramófonos de todo tipo. Hechos de madera, metales, piedras y hasta cueros algunos… Tienen enchufes, rubíes o hasta botones por doquier. Son de todo tipo de tamaños: el más pequeño puede posarse en la palma de una mano y, el más grande, es de unos cinco metros de altura.
Todos ellos están funcionando, unos tan lento que ni parece moverse al ojo humano. Otros tan rápido, que hasta alzan viento a su alrededor. Sin embargo, en todo ese enorme lugar solo se oyen los pasos esporádicos de la mujer. Puede que, en todo el mundo, solo Gillian tenga la habilidad de oírlos. Y ni ella puede explicar cómo son los sonidos que hacen. Pero sí es la única que puede saber al instante que algo no está bien con la "orquesta" apenas entra al lugar.
Si hubiera activado el mapa mágico de runas y aritmancia del lugar, como cualquier otro de sus compañeros hubiera hecho al entrar; habría sabido lo que pasa en unos pocos segundos de análisis. Pero, como Gillian se deja llevar por su oído, no pudo hacer otra cosa que adentrarse de una vez por ese laberinto de gramófonos.
Mientras pasaban los minutos, su entusiasmo se empieza a teñir de extrañeza y un poco de preocupación. Cuanto más se acerca al gramófono que pelea por sonar dos melodías, se da cuenta de que puede ser… "Eso no es posible", se dice ella. Ese gramófono es el base, el central… Pero, pocos minutos después, deja de negarlo y corre hacia el primer gramófono, el que inició esa sala de misterios y el que está en el centro de todos.
Si no tuviera runas ligeramente resplandecientes por doquier, parecería cualquier otro gramófono que se podía encontrar en casas muggles desde el siglo pasado. Con base de madera, una campana de metal dorado y un disco de vinilo que gira a un ritmo estable, por más que la aguja se mueve de una posición a otra repetidamente.
No puede ser. ¡Es el gramófono propio! El de ellos, el central, y la base… Gillian se queda quieta por quién sabe cuánto, viendo a la aguja brincar para allá y para acá con la boca abierta. Eso hasta que recuerda quién es y cuál es su trabajo.
―¡News! ―grita tan fuerte que hasta le duelen los oídos.
Pero Gillian solo entrecierra los ojos, mientras busca entre la gran cantidad de bolsillos internos de su túnica. Uno tras otro, encuentra tinta, pluma y una libreta especial, que está conectada con los archivos del Departamento de Misterios.
Cuando los aleteos se acercan, Gillian recuerda para qué había llamado a la lechuza a cargo de la mensajería nocturna de ese departamento.
―¡Por las barbas de Merlín, qué mente a mía! ―busca de nuevo entre sus bolsillos y, apenas encuentra un pedazo de papel en blanco, arranca un poco del mismo.
Los aleteos se acercan… Gillian mira alrededor pero no encuentra en donde sentarse a escribir. Así que se tira al suelo, abre el envase de la tinta, moja la pluma y, justo cuando va a escribir, la lechuza llega y, sus alas, mueven el pedazo de papel.
―¡Oh, vamos!
La lechuza se posa en el suelo, cerca de ella, y la mira con ojos insondables. Gillian quiere decirle que no sea tan impaciente. Pero News, como las otras lechuzas negras del ministerio, le impone gran respeto. Si no se lo tuviera, esa lechuza la dejaría dolorida y sangrando por fuertes picotazos.
Se sienta en el suelo, y pone el mensaje con mano temblorosa. Gracias a los ancestros que todo papel que ella usa puede limpiarse fácilmente antes de secarlo con un hechizo.
"Oficina de universo.
Este universo está inestable. Espero instrucciones.
Gilliam Pokebay."
Le quita las manchas más grandes con su dedo, luego lo toca con su varita. Piensa zecar y la tinta es absorbida por el papel. Cuando mira hacia News, la lechuza macho tiene la pata extendida hacia ella. Gillian no sabe a quién le está enviando el mensaje. Pero sí sabe que las lechuzas del Departamento de Misterios no son como las demás. Además de ser más inteligentes y resistentes, esas lechuzas no solo saben en dónde están los magos y brujas de Gran Bretaña cuando se les dice el destinatario de la carta, como hacen las demás, si no que ellas saben quién es el destinatario más pertinente.
Gillian pone el mensaje en la pequeña bolsa de cuero amarrada a la pata del animal. Luego, activa el hechizo para cifrar el mensaje. Esa es otra cosa que diferencia a las lechuzas negras: son capaces de descifrar esos mensajes para sus destinatarios.
Mientras ve a la lechuza volar hacia la oscuridad sin fin que es el techo de ese lugar, Gillian piensa en que en serio que el salón del Misterio de la Vida se merece ser el más grande y lleno de inefables. Ellos fueron los que desarrollaron esas lechuzas negras… Entre otras cosas.
-o-
Treinta y siete minutos después, Gillian sigue sentada en el suelo. Está observando la aguja que no ha cambiado en nada su ritmo en los brincos, ni sus sonidos. Eso es lo que apunta en un intervalo de cinco minutos, después de haber hecho los primeros diez cada dos minutos… Gillian maldice el haber estado hablando con Nathaniel en vez que en su puesto. No sabe cuándo empezó ese fenómeno. Al menos ha dejado un espacio al inicio de su libreta, después buscará la hora en el mapa de runas y aritmancia.
Espera que alguien llegue para hablar de la situación. Por más que no ha cambiado algo en ese tiempo, la tensión de saber que el gramófono en resonancia con el universo y la realidad que ellos viven está diciendo que algo está inestable, la hacer sentir inestable también a ella. Le duele todo el cuerpo de la tensión y siente que ha estado ahí sentada por al menos dos horas…
¡Qué susto! Los sonidos de aleteos, pasos y una respiración rápida le hace saber que, quién sea que fue a buscar News, ya está llegando.
Gillian se huele el aliento, y se vuelve a hacer su trenza en el larguísimo cabello ligeramente rizado que tiene. No sabe si tiene mal aspecto, pero sí que siente hambre. Tiene tiempo para comer alguno de sus bocadillos antes que llegue, pero no puede calcular cuánto dura encontrar algo en su abrigo. Así que decide no intentarlo. Espera que su estómago no le dé una mala pasada.
Quiere dar una excelente primera impresión. Quien esté llegando debe ser un peso pesado en el Departamento de Misterios… Para Gillian, eso lo hace aún más importante que la reina de Inglaterra y el Ministro de magia juntos.
… El Departamento de Misterios no responde a nadie más que a sí mismo y sus principios rectores. Se puede decir que son la verdadera autoridad máxima de Gran Bretaña.
El hombre que llega es muy delgado, entrado en años, de alargada nariz y mentón. Está sudando y jadeando mientras corre a su encuentro… Gillian vuelve a abrir su boca de la sorpresa. Él sí es la máxima autoridad. La máxima autoridad en teoría de la magia en la comunidad mágica europea. Adalbert Waffling mismo está frente a ella, las manos en las rodillas para tomar aire y vestido con pijamas a rallas rojas y moradas.
¡Por las barbas de Merlín! Gillian se ha puesto en pie de un salto y quedado quieta, viéndole. No se da cuenta de cuando ha empezado a proferir un continuo gritito agudo por detrás de su boca cerrada y muy sonriente. Da pequeños brinquitos en su sitio, mientras se toma las manos a la altura de su pecho… ¡No puede ser! ¡Por Merlín y todos los grandes magos y brujas de la historia… está frente a frente a Adalbert genio-"abridor"-de-tres-salas-de-misterios Waffling! Él la mira como sondeándola. Gillian espera sus palabras, hiperventilando. Por fin, él abre la boca para decirle:
―¿Tiene café o chocolate? Prefiero eso a un leve Rennervate. ―su voz es rasposa. Gillian asiente con fuerza y levanta su varita para atraer lo necesario desde los cubículos. Adalbert Waffling se sienta en el suelo y pasa sus manos por su rostro y cabello, susurrando―: Es muy tarde para estas cosas, o yo me estoy haciendo viejo…
Horrorizada de que su mayor ídolo con vida hable de esa manera, ella responde:
―¡Es muy tarde, por supuesto, señor!
Él solo da un gruñido de asentimiento. Luego, mira hacia el gramófono. Frunce el ceño, se acaricia la barbilla y observa alrededor. Da un suspiro, saca una libreta de su bolsillo, coge la pluma que Gillian estaba usando y escribe algunas cosas antes de ver los apuntes de la joven inefable.
Las cosas necesarias para el café y el chocolate llegan a su encuentro. Gillian agradece que su madre hubiera insistido tanto en que aprendiera hechizos domésticos. Jamás hubiera imaginado que saber usar su varita para preparar bebidas en el aire, iba a ser la primera habilidad suya que enseñaría a su ídolo. Pero sabe que Adalbert Waffling podrá ver lo tan hábil que se debe ser en hechizos para lograr hacer el chocolate y el café con tanta fluidez.
―No dice cuando empezó el fenómeno.
Es una afirmación, pero Gillian lo toma como un regaño. Para su gran humillación, parte de sus casi terminados café y chocolate cae en el suelo mientras ella responde:
―No señor, lo siento. Estaba fuera de la sala.
―Lo demás está debidamente detallado. ―de nuevo solo es una afirmación, pero Gillian sonríe como si él la hubiera elogiado―. Ve por los demás datos, para poder analizar como se debe…
―¡Sí señor!
Gillian deja las dos tazas cerca de él, limpia los pequeños charcos en el suelo y sale corriendo. Una gran sonrisa en su rostro: ¡Va a trabajar codo a codo con Adalbert Waffling!
-o-
Unas horas después, hay varias tazas y platos alrededor de ellos. Como papeles y vasos de tintas, que están usando para escribir de un lado a otro. De repente, los dos se enderezan casi al mismo tiempo. Él le tiende una mano y ella le da el papel en donde escribía. Adalbert lee, da un suspiro y luego baja el papel al suelo, lo pone en la pila más grande de las que están alrededor de ellos.
―Es más que suficiente por hoy. Buen trabajo, joven… ―la mira con el ceño fruncido.
―Gillian, Gillian Pokebay.
El hombre enrojece y se avergüenza.
―¿Dónde están mis modales? Adalbert Waffling, Director General del Departamento de Misterios.
―¡Un honor conocerlo! ―Gillian prácticamente grita.
Él le sonríe con diversión. Luego coge una taza, con té, chocolate o café, ni él sabe. Simplemente toma mientras Gillian lo mira con una gran sonrisa en el rostro, emocionadísima. Vuelve a hablar con parsimonia:
―Usted trabaja con diligencia y detalle. Hice bien en contratarla cuando se nos fue… El inefable que la precedió. Así que también fue un gusto conocerla…
―¡Gracias, señor Waffling! ―aunque, de nuevo, Gillian prácticamente grita esas palabras de la emoción, él sigue con su idea como si no la hubiera oído:
―… Eso es muy bueno, porque este tema me interesa inmensamente. Así que volveré a verla, a usted y al equipo de este Misterio, cuando me parezca necesario. ―toma de otra taza, termina con el líquido en ella, la deja en el suelo, se pone en pie y se despereza. Cuando vuelve a hablar, su voz es más emocionada―: Por lo pronto, la oscilación entre las dos realidades sigue estable, y ya tenemos los bosquejos necesarios para la observación del mismo, y las tareas investigativas que le dejé a cada uno de ustedes… ¡Es hora de irme! Buenas noches, señorita Pokebay.
Camina por entre los gramófonos sin más, con un aire de que acaba de levantarse en su casa y va a desayunar. Gillian lo ve y recuerda como ida lo brillante que es él. Su fama no le hace justicia. La manera en que analizó los datos, en que entendió todo, recordó e inventó teorías mientras organizaba sus tareas… Fue increíble, simplemente increíble.
Adalbert se gira y camina de nuevo hacia ella.
―Debe saber… Antes de irme, se me olvidaba ―sonríe, nervioso consigo mismo―. El tema es que esta información no debe salir de aquí. Así que, voy a activar unas runas para que esos recuerdos solo se activen cuando estén aquí dentro. ―hace a girarse pero termina encarándose de nuevo con ella―: ¡Se me olvidaba también! Esa es una magia parecida a la que está puesta en mí cuando trabajo como director del Departamento de Misterios. A los cinco minutos de no estar en mi presencia, olvidarás todo de mí menos mis órdenes… Seguridad y todo eso. ―le tiende la mano―. ¡Fue y será bueno trabajar con usted, señorita Pokebay!
―¡Oh, gracias… gracias! ―Gillian le da la mano y la mueve enérgicamente por un par de segundos.
Adalbert Waffling intenta irse de nuevo y, otra vez, se devuelve. Aunque esa vez sí es la última:
―Esté tranquila con las deficiencias de memoria que este hechizo acarrea. Está probado que no tiene efectos secundarios. De hecho, te ayuda a tener una vida más equilibrada. Así que, tranquilidad: es una orden.
… Es Gillian Pokebay la que lo hace girarse de nuevo hacia ella. La mujer en verdad intentó dejarlo ir al fin, pero oír la disonancia de la música no la dejó en paz y tuvo que preguntar:
―¿Qué pasa si se da el cambio de universo?
Adalbert Waffling mira alrededor, da un suspiro y, finalmente, dice:
―Será un caos.
Y, por fin, se pudo ir.
Desde esa noche, y por varios meses, a Gillian le costó dormir por más que no recordaba por qué se preocupaba.
Lo que sí sabía es que, siempre que entraba a trabajar, tenía que pasar unos minutos dándose a la idea de que el universo conocido estaba en la cuerda floja y ¡Que había conocido a Adalbert Waffling!
-o-
… Ellos no supieron que esa fue la noche en que Debby fue engendrada hasta varios años después. Cuando el mundo se hizo un nuevo universo por una carta que una niña de siete años enviara al director de Hogwarts.
Adalbert había tenido razón. Cayó el caos en ellos… Estuvieron meses sintonizando todos los gramófonos de otras realidades con la realidad central.
Cuando por fin entendieron cual fue el detonante del cambio de su realidad, Gillian Pokebay y los demás inefables de esa sala, empezaron a llamar al misterio de los ocho años (como sigue apareciendo en los registros) como "Debbyzación" de la realidad… Para la vergüenza e incredulidad de la propia Debby.
