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Despedida, bienvenida

Arthur no sabe qué hacer. Lo mejor para su esposa e hija es que Gertry siga con la magia. Pero eso es imposible, porque la magia de la elfa no es infinita. Debe mandarla a parar para que no ponga en riesgo su vida o la de su bebé. Y, cuando se termine, tanto Molly como la bebé, como el tío abuelo Allan estarían en peligro… A menos qué…

―Gertry, ¿otro elfo doméstico puede relevarte de hacer… lo que estás haciendo?

―¡Sí joven amo, podemos intentar eso! ―Gertry estaría de acuerdo con cualquier idea que diera por hecho que sus tres amos van a ser salvados.

Arthur sube la voz y llama a todos los elfos domésticos de Rosemary Fields por su nombre. No sabe bien cómo ellos se dan cuenta de que los están llamando desde tan lejos, el caso es que todos aparecen. "¡Buen amo, buen amo!", exclaman todos con sus voces chillonas, los ojos lagrimeando, y acariciando en donde podían al tío abuelo Allan.

Los dos sanadores se quedan estupefactos viendo la forma en que ellos se comportan. Cuesta ver elfos domésticos actuando sus emociones, pero no tanto como ver alguno vestido… con ropas. Ropas hechas de lana y cuero, y paja en el caso de los sombreros de los varones, pero ¡ropa!

Arthur también se queda un poco sorprendido de ese exabrupto. Les va a decir qué necesita, pero parece que uno de ellos lo entiende al solo mirar a Gertry. Éste se posiciona frente a ella, y pone sus manos a los lados de los de Molly y Allan.

Poco a poco, el brillo que emana del anillo entre esas manos se extiende a él y empieza a alejarse de Gertry. Dos minutos después de la llegada de los elfos domésticos, el cambio se ha llevado a cabo y, otro de los elfos ha desaparecido con Gertry, que ha caído al suelo, exhausta.

―Bien hecho, Naf ―le dice Arthur al elfo que se está haciendo cargo del anillo.

Pero este está tan concentrado en lo que hace, que no tiene tiempo para embargarse de emoción por el elogio.

Arthur mira hacia su esposa, y apenas se contiene de tomarle la mano a Molly. La sanadora le ha dicho que no debe tocarla. Solo uno de los mejores en su campo, pudo activar las runas en el vientre de Molly sin que su magia afectara lo que hacía Gertry y pusiera en peligro todo el entramado en sí. Es cuando Arthur se da cuenta…

―¿De qué exactamente se trata esta magia? ¿Por qué ayuda el anillo del cabeza de clan a los tres, y por qué pone en peligro al tío abuelo si no lo tiene en la mano? ¿Y por qué ellos pueden tocar al tío y yo no?

Un par de los elfos domésticos quieren contestarle, pero como Arthur se gira hacia los dos sanadores, se mantienen en silencio.

A Arthur le hubiera ido mejor si oyera a los elfos. Los dos personeros de San Mungo se miran entre sí, como si pudieran encontrar esas respuestas de la nada en el otro. El mayor de ellos se aclara la garganta antes de hablar:

―No podemos decir mucho de la magia de los elfos domésticos. ―se disculpa con la mirada y un movimiento de cabeza―. Sabemos que ese anillo es el foci de la familia Weasley. Como debe conocer, los foci son los objetos que hacen la unión entre una magia más poderosa y extendida, y la que se encuentra dentro del cuerpo. Normalmente, las varitas usan la magia del planeta para…

―Sí, sí. ―Arthur lo corta―. Sé que el anillo une a una persona con la magia familiar. Que eso lo hace ser consciente si los demás están en problemas, puede aumentar la magia de otros, sanarlos más rápido…

―Lo de sanarlos más rápido no es cosa de todas las magias familiares…

Le corta la sanadora de repente. Ella mira de uno a otro con emoción. Se mueve en sus propios pies apenas controlando el no brincar entusiasmada ahí mismo. Cuando los dos la miran con interés, sigue con lo que estaba diciendo:

―Quiero decir, lo de sanar más rápido es cosa solo de algunas magias familiares, no de todas. Es más, la de los Weasley… ―se da cuenta de que está hablando muy rápido, enrojece y empieza de nuevo, más lento―: Según nuestros archivos, la magia familiar de los Weasley… Lo resumo en que es una propicia para el crecimiento. Por eso casi que todos sus embarazos llegan a término, y son excelentes para la herbología y magizoología. Sanar no es una habilidad primaria, si no secundaria. Mejoran el proceso natural del cuerpo para sanarse a sí mismo. En el caso del señor Allan Weasley, esa habilidad ha sido usada para hacerle un hechizo continuo. Si no fuera por la ayuda de eso y algunas pociones, él habría muerto. Pero, con ellas, su muy deteriorado corazón ha seguido latiendo con magia.

Arthur mira hacia su tío abuelo, sobresaltado.

―Mal de corazón… No sabía nada de eso.

Uno de los elfos que rodean al anciano mira hacia él y, con un tartamudeo, "confiesa":

―La elfa Gertry ama de llaves ha cuidado al buen amo Allan desde hace muchas primaveras. Ella nos hace cuidar el corazón del buen amo por turnos y, desde el gran incendio, le da pociones con magia de nosotros para cuidarlo. ¡No queremos que el buen amo nos deje!

―¡Fascinante! ―exclama la joven sanadora. Ella da un par de pasos hacia los elfos, su mirada es hambrienta por conocimiento―. No sabía que tales criaturas tuvieran su propia cultura sobre magia. ¿Pueden enseñarme…?

―¡Meredith! ―la regaña el otro sanador. La joven cierra la boca y mira hacia abajo mientras él se gira hacia Arthur―. Perdone su… energía. Ella es tan Ravenclaw que olvida las buenas maneras. Pero dicho esto, la situación es de gran interés el el campo de la magia sanadora. ¿A quién tenemos que pedir permiso para hacer una investigación sobre las pociones y magia de sus elfos domésticos? En verdad creemos que puede ayudar mucho.

Arthur está confuso por la dirección que tomó la conversación, pero aún así piensa y responde:

―Ese sería Granny Allan pero, como ve… ¡Pero primero lo primero! ¿Qué es lo que están haciendo con el anillo?

―El capataz mayor Naf está ayudando al anillo para que pueda tener dos amos, buen joven amo Artie ―le explica el mismo elfo que habló antes―. Así, la magia de los buenos amos y la tierra donde vivimos ayudará más al buen amo, a la joven ama Molly y la futura bebé ama sin nombre.

Finalmente, Arthur entiende que son los elfos los que tienen las respuestas, por más extraño que eso suene.

―¿Cómo están? ―pregunta, acercándose a ellos.

El mismo elfo que ha estado hablando, uno que tiene unas muy largas cejas y un gran sombrero de paja con huecos para sus orejas; brinca sobre sí mismo con mucha felicidad. Eso de sentirse apreciado por un amo es una de las emociones que más les llenan.

―La buena y joven ama Molly va a estar bien en menos de una semana. Los sanadores de san Mungo son excelentes y la tienen dormida porque… Por el bien de la bebé sin nombre. Rigby y todos los elfos de la magna familia Weasley y su progenie están agradecidos por ello. ―todos se giran hacia los sanadores y les hacen unas amplias reverencias.

Los dos sanadores se quedan sin saber qué decir. Al menos hasta la más joven se devuelve a un tema ya comenzado:

―En cuanto al señor Allan Weasley, ¿lo podemos despertar ya? Según lo poco que pudimos ver en los hechizos de análisis, él se encuentra estable. Así, podríamos hablar del permiso para poder hacer una investigación al respecto.

Rigby habla hacia Arthur. Es obvio que algo en la pregunta de la sanadora no le gusta, y por eso no le responde a ella.

―Siento decir eso, joven amo Artie, pero el corazón del buen amo Allan y los pequeños tubos que llevan sangre a todo su cuerpo... Los elfos creen que no podrán ser sanados por la magia de los magos y brujas.

Arthur mira hacia los sanadores, y se da cuenta de que lo que el elfo dijo es cierto. Palidece. En verdad, desde que oyó a su mujer caer por las escaleras, Arthur había centrado su preocupación en Molly y la bebé. Se siente culpable por no haber hecho lo mismo con su querido tío abuelo.

―¿Y la magia elfa?

Todos los elfos domésticos enrojecen y bajan las miradas, con grandes sonrisas en sus rostros. No están acostumbrados a ser tomados con tanta importancia. Rigby intenta empezar a hablar varias veces hasta que por fin lo consigue:

―La magia elfa ayuda con la magia de la amada Ottery y la magna familia. Con ella cuidamos al buen amo y a su corazón. Con la poción hacemos que el tiempo se devuelva en buen amo, y que deje de ponerse mal. También, limpia los pequeños tubos llenos de sangre por su cuerpo. Pero sin la magia de la amada Ottery y la magna familia, la poción no puede… El buen amo…

De un pronto a otro, Rigby se quiebra en llanto. Los elfos a su alrededor se acercan a él para palmearle la espalda, también tristes. El único que no lo hace es Naf, que parece estar en su propio trance, con la mirada puesta en las manos cercanas al anillo que brilla.

Rigby pasa varios minutos llorando y tomando fuerza para poder hablar. Arthur espera pacientemente, mientras hace como que no oye a los sanadores. Están maravillados con que los elfos domésticos sean capaces de hacer pociones con dos efectos.

Rigby por fin encuentra la fuerza para hablar, aun entre lágrimas y gemidos:

―El buen amo necesita la magia de la amada Ottery y la magna familia, la que da el sacro anillo; si no, los elfos domésticos no pueden ayudar al corazón del buen amo. Por eso, si usted nos deja buen joven amo Artie, nosotros vamos a seguir manteniendo el lazo entre los buenos tres amos y, para cuando nazca la ama bebé sin nombre, devolveremos el anillo al buen amo. Todos estarán bien.

―Muchas gracias, muchas gracias. ―apenas puede decir Arthur, mientras se sienta a la par de su esposa dormida.

Los elfos se embargan tanto de emoción como el mismo Arthur unos minutos después, cuando se le dice que puede coger la mano de su esposa.

-o-

Unas semanas han pasado y se han dado varias visitas a esa habitación. No solo de la familia de Ottery St. Catchpole, también de los Prewett y los amigos de Molly y Allan.

Pero más que ellos. Se presentaron varios magos y brujas interesadas en saber sobre la magia curativa de los elfos domésticos. ¡Hasta terminaron en un reportaje del Profeta! Para la desesperación del joven y recién casado Xenophilius Lovegood.

―¡Esta historia iba a ser mi gran exclusiva de pasado mañana! A este paso, me iré a la banca rota por la baja acogida de la Exo. Hasta terminaré convirtiendo al Quisquilloso en mi revista mensual para sobrevivir. Parece que lo único que la gente quiere de mi imprenta son historias tontas y sátiras para mantener la moral alta en estos tiempos tan oscuros ―dice el hombre, que mira con desdeño hacia el Profeta, el culpable de su desgracia.

Allan está sentado en su cama, con su mano siempre al lado, brillando y cerca de la de Molly. Es de noche, pero no por eso han hecho irse a Pandora, Xeno, Arthur y los padres de éste. Están sentados en unas sillas alrededor de los pacientes.

Los sanadores dicen que las visitas mantienen en buen ánimo a Allan, así que más bien hasta les gusta tener siempre llena la habitación.

Por más que a la pelirroja la deben mantener dormida. Los sanadores la han despertado unas veces después de que sanó de sus heridas. Pero, el darse cuenta de la situación en que está su bebé, la hace perder control de sus emociones y, por lo tanto, de su magia.

Eso hace a los elfos domésticos estar a punto de perder las conexiones mágicas que mantienen estables a los dos adultos, y creciendo a la bebé después de haber sido sanada de sus graves heridas por la caída de su madre.

―Ya basta de tanta negatividad querido ―le reprocha Pandora a su esposo, y le da una palmada en el antebrazo―. Con lo cerrados de mente que pueden ser en El Profeta, Gran Bretaña necesita de la investigación exhaustiva de la revista mensual Exo. La que investiga e informa, no solo la que impresiona para que sea comprada.

―Después de leerla, yo ya no puedo volver a lo de antes. ―le apoya Cedrella, la madre de Arthur―. Antes solía comparar, ya sabes, para pasar el rato. Pero luego lo dejé de hacer. Es obvio tu talento, Xeno Lovegood, nunca lo dudes. Para ser casi que el único periodista de la revista, haces que cada reportaje sea diferente y justo para su tema.

―Además ―insiste Septimus, el padre de Arthur y esposo de Cedrella―, todos sabemos que la Exo se está leyendo menos porque tiene el coraje de decir las cosas como están pasando. De escribir el nombre Voldermort. Sigue así, jovencito.

El aludido se sonroja casi como lo haría un elfo doméstico.

―De acuerdo, de acuerdo ―dice Xeno.

―Además, estos solo tienen media página con un resumen del punto de vista de los sanadores. ―sigue Allan―. Tú tienes mi entrevista, el afectado directo y de Gertry, que con lo poco que pudo decir entre tanta vergüenza, hay mucho más de lo que los sanadores entienden y lo que el Profeta inventa. Además... ¡Una gran noticia! Artie y yo te daremos otra gran primicia dentro de unos meses, ¿no Artie?

El aludido está viendo como un elfo doméstico aparece para relevar a Gertry y, por eso, dura un poco en responder:

―¿No crees que es un poco rápido para decirle a la prensa, Granny?

―Pero no a la familia. ―Allan sonríe con gran emoción―. El próximo año, Artie y yo abriremos mi escuela. La escuela para niños con magia que he estado viendo desde… desde…

Pasa de la nada. Allan cierra los ojos y cae sobre las almohadas. Gertry empieza a gritar por su amo, el otro elfo cae como repelido por una gran onda de luz viniendo desde el anillo. Los sanadores llegan con apariciones unos segundos después… Nadie se da cuenta de que el anillo se mueve por sí solo, y se inserta en el dedo corazón de la mano izquierda de Molly.

De lo que sí se dan cuenta los sanadores, es que el influjo de magia que surge de la bebé se hace menos descontrolado. Pero sigue aumentando en potencia.

Los sanadores que intentaron hacer algo por Allan se dan rápido a la idea de que este murió, y no pueden hacer nada más por él. También, de que no podrán sacar a Gertry de la habitación, como sí hicieron con todos los demás.

Aún cuando no llega a tener ni siete meses de gestación, los sanadores deben sacar a la bebé del vientre de la madre. Si no lo hacen, tanto Molly como la bebé corrían el riesgo de sufrir efectos por la sobrecarga de magia que desencadenó toda la situación. La misma que los sanadores no saben explicar porqué sucedió.

De lo que sí están seguro es que en esa noche del equinoccio de otoño, el 23 de setiembre de 1975, muere Allan Weasley y nace una bebé. Una niña que en la gran mayoría de universos, ni llega a ser concebida.

-o-

La sala de emergencias pocas veces ha estado tan concurrida como esa vez. Al menos no solo con familiares y amigos de los pacientes. Eso sucede cuando son dos del clan Weasley los que están ingresados y con pronóstico reservado.

El espacio en donde se despiden de Allan, frente a su cuerpo, está también dentro de la sala de emergencias. Pero ahí se entra individualmente, y los que quieren hacerlo esperan a que se sientan listos para que sea su turno.

Rigby, el elfo doméstico, se encuentra frente a la puerta, muy erguido por más que enormes lágrimas siguen saliendo de sus grandes ojos.

Aunque algunos hablan entre sí, la preocupación y los llantos silenciosos hacen opresivo al lugar. La puerta se abre, y los pasos de una sanadora resuenan casi como un grito. Muchos se ponen en pie y le hacen preguntas al instante, aunque no Arthur. Él tiene en sus regazos a sus dos hijos, que están durmiendo.

Y aun así, Arthur no habría podido ponerse en pie. Se siente tembloroso y débil.

―Molly Weasley va a sanar totalmente y estará recuperada dentro de unos cuatro días. ―todos los presentes hacen algún sonidos de alivio y alegría. Arthur solo abraza más a Billy y Charlie contra sí. No olvida que no es Molly quien estaba en más peligro―. En cuanto a la niña. Está viva y todo lo estable que puede estar. Pero, como no tiene ni siete meses de gestación, necesitamos su permiso para llevar a cabo el mejor tratamiento posible: hacer magia en la placenta de su esposa.

El silencio que sigue a esas palabras es enorme. El uso de cualquier parte humana en procedimientos mágicos está mal visto. Bien que mal, esa es una de las prácticas más blasfemas en las artes oscuras. El que la sanadora le esté pidiendo permiso, quiere decir que la condición de la bebé debe ser desesperada.

Arthur está en silencio y parece medio en un trance cuando mira hacia la sanadora. Su ceño está fruncido cuando le habla lentamente, inseguro y confuso.

―¿Para qué… la placenta de Mo-mo… para qué la necesitan?

―Vamos a mantenerla funcionando lo más que podamos. Así, la bebé seguirá obteniendo los nutrientes y sustancias que necesita para crecer, aunque esté fuera del vientre. Por ahora, la elfa doméstica se está haciendo cargo de su respiración pero, sin esa magia, me temo que no seremos capaces de…

―¡Vaya y hágalo de una vez! ―exige Arthur, desesperado.

Los niños se despiertan mientras la sanadora se gira y va hacia la habitación. "Mamá, mamá", pide Billy, mientras Charlie empieza a llorar. Arthur los tranquiliza con gran habilidad, y pronto se vuelven a dormir. Al menos eso sí puede hacer por su familia.

-o-

Mirar hacia esa puerta se convierte en la única cosa que Arthur hace. Esa puerta verde, de la que salen y entran sanadores y que resguarda a su esposa dormida y su hija en estado crítico. Lo peor de todo es que, fuera de dar un poco de sangre cada tanto, Arthur no puede hacer algo más que vigilar la puerta.

No puede ni verlas, porque "la bebé es muy pequeña y no tiene defensas", o algo así. Con la cantidad de personas diferentes que entra y sale de ahí, a Arthur le parece una excusa…

―Deja las excusas y come algo Arthur Aldebarán Weasley ―le pide su madre, con una taza de sopa frente a él.

Él lo hace, sentado como está en el suelo, justo a la par de la puerta verde y cerrada. Siente como su madre le acaricia el cabello, como siempre cuando la necesitaba, desde niño. Los ojos se le aguan.

Aunque hay más personas en la sala de emergencias: sanadores, medimagos, los gemelos Fabian y Guideon Prewett y el padre de Molly, además de Tessy y otras personas más; nadie dice nada de que un hombre Gryffindor, casado y con dos hijos esté llorando a rienda suelta abrazando a su madre.

-o-

Fueron cinco días después de ese fatídico 23 de setiembre, que Arthur sale por primera vez de San Mungo. Su padre lo ha mandado a hacerlo. Por Allan, pues ese es el día de su funeral.

Arthur se sorprende de que no hubiera pensando en esa ceremonia, por más que la memoria de su tío es una constante en su mente.

El joven padre se pone en pie, asiente y dice que está bien a un par de familiares y se acerca al primer sanador que ve:

―Necesito dejar mi sangre, voy a salir por el día.

Hasta el sanador le sonríe con cierta felicidad, como hacen todos los demás ahí presentes.

―Muy bien, señor Weasley.

Apenas se toma la poción replenedora de sangre, Arthur camina hacia las chimeneas, coge polvos flu y va a la casa de sus padres.

La recibida de sus hermosos niños le hace sentir una calidez enorme. Después de asegurarles que su mamá y hermana estaban bien, que él y Molly los extrañan y aman mucho, jugaron un par de horas. La calidez se incrementó en su corazón, y tuvo fuerza para no volver enseguida a San Mungo, a mirar hacia la puerta verde que era lo único que lo mantenía cuerdo, o al menos eso creía.

Arthur estuvo fuera del hospital hasta media tarde del día siguiente. Sin embargo, ni él ni sus dos hermanos menores serían vistos en el funeral de Allan.

-o-

Los elfos domésticos en Ottery st. Catchpole se sienten más o menos igual que Arthur. Tanto que están trabajando más horas, porque de tanto llorar, no pueden hacer sus tareas con la rapidez de siempre.

Sin embargo, no hay dos elfos más desconsolados que Gertry y Kenny. Los elfos que estaban cuidando del anillo cuando algo pasó con esa magia, y se dio la muerte del tan querido amo Allan.

¡Están tan destrozados emocionalmente, que no pueden levantarse para ir a trabajar! ¡No trabajan!

En el caso de Gertry, se queda en su pequeña cama y debajo de su edredón tejido. Viendo a la nada, los ojos vacíos pero lagrimeando. Kenny, por más que la sagrada ama Rosemary se los prohibió, ha estallado en llanto y en enormes ataques de auto lesión. Si otro de los elfos no lo hubiera atrapado en el aire, es muy posible que hubiera muerto cuando se tiró de un barranco.

Ese es el peor de los estados de ánimo para un elfo doméstico. Un estado que la gran mayoría de elfos ven con gran vergüenza, como la peor de las bajezas. Por eso, los que se encuentran así, suelen ser duramente insultados o ignorados por los demás de su propia especie.

Sin embargo, la mayoría de elfos no son los que viven en Rosemary Fields y trabajan para la extendida familia Weasley. Los elfos domésticos también aprenden la cultura de quienes sirven. Esa cultura hasta marca su tipo de magia más allá del cuido de la casa (como las pociones sanadoras que pudieron hacer para Allan), claro que influenciará también su forma de tratar con los suyos.

Por eso, todos están muy preocupados por esos dos devastados elfos… Como cualquier Weasley lo estaría por un familiar suyo.

Tanto, que han llegado al punto de reorganizar sus tareas, para siempre tener alguno de ellos cuidando a Gertry y Kenny.

La elfa doméstica no está tan destruida. Sí, no trabaja y mira hacia la nada todo el tiempo, pero se mantiene limpia, come, duerme y cuida de sus hijas y de su embarazo… Pero Kenny, en verdad parece querer morir…

Por eso, en conversaciones entre ellos, se decide que es hora de pedir audiencia con el amo de más rango.

Normalmente, lo harían con quien tenga el anillo y la conexión más directa con la magia familiar. Pero, como la nueva ama Molly no puede volver a la granja por ahora, deben ir a pedir audiencia con el siguiente amo de más rango.

Esa persona, cuya forma de vida le ha hecho tener la conexión más fuerte con la magia de la Rosemary Fields… Está alistando una tierra con oloroso fertilizante cuando Naf y Bavy, la pareja de elfos domésticos

con más años trabajando para ellos, aparecen a su lado.

La persona simplemente baja sus varitas. Usa dos, y no solo porque es muy práctico. La segunda la tiene en honor del fantasma de la granja; por más que siguen siendo tan cercanos como cuando estaba con vida.

Mientras mira en silencio pero con paciencia hacia los recién llegados, el carretillo lleno de fertilizante deja de moverse por el camino entre la tierra lista para sembrar.

―Buenos días, Naf y Bavy… ¿Ya es lo hora? ―a diferencia de lo que haría cualquier otro, esa persona mira hacia el cielo para calcular la hora, en vez del reloj que tiene en la muñeca.

―No, gran capataz Pri ―dice Naf.

―Oh ―dice, y espera sin más.

Entre los dos, y con esa forma de hablar de los elfos domésticos, le explican la situación de Gertry y Kenny. Pri les oye en silencio, aunque todo el tiempo mira hacia la distancia, hacia el sol que poco a poco, inicia su camino para desaparecer en la noche…

El viento es cada vez más fuerte y frío en ese finales de setiembre. El sonido de un sin número de ramas de árboles entrechocándose a la par de la tierra vacía adorna el viento. Pri usa su varita para cambiar su suéter a uno más abrigado.

Su fantasmagórico acompañante ha llegado en medio de la explicación y el pedido de ayuda de los elfos. Fue éste el que dice su punto de vista cuando los elfos dejan de explicar, y esperan órdenes en silencio.

―No sé si Pri pueda arreglar esto. No es como que uno pueda dejar de sentir lo que siente porque se lo ordenen ¿no? Y el tío Allan es muy querido por todos… Y ustedes los elfos… No es como que sean muy… ¿Fríos? Con sus emociones que digamos.

Los dos ancianos elfos empiezan a exclamar a la vez, en un ejemplo mismo de la emocionalidad de su especie:

―¡Pero si dice qué hacer…!

―¡Déle tarea directa, por favor amo…!

―¡Y del gran capataz Pri!

―Naf se movería para no solo llanto y golpes.

―¡Qué alegría ser llamado por amo Pri…!

El fantasma es el que, de nuevo, interrumpe a los elfos:

―Gertry es de las mejores en la cocina, podría hacer mis platillos favoritos, yo paso por entre ellos, y Pri se los come… ¿Qué tal?

―¿Está de acuerdo, gran capataz Pri? ―pregunta Bavy, muy interesada. Su sonrisa es tan grande, que hace de su anciano rostro un cúmulo de arrugas.

Como le conocen, todos esperan por varios minutos a que Pri deje su silencio, ese que sigue teniendo mientras mira hacia la nada. Cuando finalmente habla, su tuno es tan parsimonioso como toda su persona:

―Creo que tenemos que ir a un funeral. Todos, hasta ellos dos debemos atender. Y después, después hay que vivir recordando lo que Allan querría para nosotros y de nosotros.

Y sin más, vuelve a lo que estaba: repartir abono por la tierra. Como si el fantasma de la granja no se estuviera quejando porque debía haber aceptado a su plan; o los dos elfos domésticos, llorando y hablando entre sí sobre el buen amo Allan. Nadie ve que los ojos de Pri están llorosos.

-o-

Más o menos una hora después, mientras varias personas celebran y lloran la buena, sencilla y al final, heroica vida de Allan Weasley; Molly Weasley está abriendo lentamente los ojos. Se siente pesada, confusa y sin alguna posibilidad de mover su cuerpo. El sabor de su boca es como a poción rancia.

"¡Esta vez me quedaré despierta sí o sí!", piensa con fiereza. Está harta. Ya son varias veces que pasa por ese apenas tener algo de conciencia, para caer dormida de nuevo. Lo sabe aunque no recuerda mucho de lo que pasó las otras veces. Recuerda vagamente que hubo personas diciéndole que las cosas están bien y bajo control. Que la despiertan porque debe pasar un tiempo así entre hechizos Hipnus. Pero no le dicen mucho de lo verdaderamente importante para ella: su familia. Sobre todo, sus hijos.

―Señora Weasley, señora Weasley… ―la voz que parece lejana, esa vez, es de una mujer.

―No, no ―apenas puede decir Molly. No quiere que la vuelvan a dormir, quiere despertar del todo, ¡Si lo pudiera decir!

―Tenemos buenas noticias, señora Weasley. Su magia ya está suficientemente equilibrada y eso quiere decir que…

"¡Eso qué importa!", se exclama Molly, medio oyendo y entendiendo esas palabras. Es increíble el gran esfuerzo que debe hacer para poder preguntar sobre lo que sí es vital para ella:

―Bebé, bebés… Artie…

―Están bien. La menor está siempre con usted.

Ante esas palabras, Molly siente como una oleada de energía la inunda. Puede abrir los ojos del todo, y mirar a la mujer que le habla. Está conversando con alguien a su lado sobre la posibilidad de usar otro renervate.

De repente hay una luz. La joven madre siente una brisa caliente y ligeramente picante en la cabeza. Para su gran alivio, siente totalmente despierta su mente, aunque el cuerpo sigue adormecido. Intenta sentarse, pero no solo su cuerpo no la deja, también la sanadora. Ella le pone una mano en el hombro y la hace caer de nuevo en la cama.

―Míreme, por favor, señora Weasley. Mi nombre es Hester Wellbeloved, soy la sanadora experta en embarazadas y la primera infancia. ¿Necesita que le explique sobre la situación que la trajo a usted y a su bebé al hospital?

―Ya me lo han dicho. Me caí, tuve heridas. Pero estoy bien… Pero no me dicen mucho de la bebé, o de mis niños Billy y Charlie. ¡No he visto ni a mi Artie aún!

―Lo sentimos por eso. Lastimosamente, es de esas cosas que no les gusta a los pacientes, pero son necesarios. ¿Quieres que te explique por qué?

Molly solo asiente. Por una vez, en verdad cree que la persona que la ha despertado le importa ella como bruja, y no como el cuerpo que tiene que sanar. Se queda atenta a todo lo que le diga.

―En el embarazo, la magia de la madre es la que cataliza la magia del bebé. Las dos se conectan para ayudar a desarrollar la del pequeño.

―Lo sé. Por eso es que se vuelve más difícil hacer magia.

―¡Exacto! Entonces, imagino que también sabes que la magia es afectada por las emociones del mago o la bruja, y por eso el estado de ánimo puede afectar al bebé. También, en el tercer trimestre, el bebé empieza a ser finamente influenciado por la magia de los familiares. Los estados de ánimo, de nuevo, son importantes en esos momentos de interacción. En familias mágicas, esos últimos meses suelen ser de los mejores. Dado que usted ya es madre, sé que sabe de lo que hablo.

Molly sonríe grande. Recuerda varios momentos que ella y Artie compartieron cuando esperaban a los dos mayores.

―Sí, es como si los bebes sintieran nuestro amor y lo devolvieran a uno. Es casi, casi como verlos por primera vez ―Molly tiene que dejar de hablar. Un quejido de llanto se le ha colado por la garganta. Se ha dado cuenta de que ya se ha perdido eso con su bebé.

La sanadora Hester Wellbeloved le pone una mano en el hombro para reconfortarla. Molly casi no siente el contacto, pero sí se tranquiliza ante la expresión amable de la mujer.

―Aunque su hija no está dentro de su vientre, ella está cerca suyo y desarrollará también ese tipo de vínculo, con usted y su familia.

―¿Cómo está ella, sanadora? ―Molly no puede ni quiere contener la pregunta.

La bruja traga saliva, pero no cambia la expresión tranquila y amable de su rostro.

―Ella es toda una luchadora, hace su esfuerzo por crecer y estar sana con la ayuda de todos los que estamos aquí, como usted lo hará también, estoy segura.

Molly siente su miedo y nervios desvanecerse. Saber que puede hacer algo la llena de una gran determinación.

―Lo que sea.

―Como le dije, ella es una luchadora, y ella y nosotros hacemos todo lo posible para que crezca saludablemente. Pero la bebé nació con poco menos de siete meses y, por eso, no se verá como cualquier otro bebé recién nacido. Ten en cuenta eso, que no te haga temer mientras la cuidas. Recuerda que lo que más necesita ella, es que tenga sus emociones tranquilas, que la rodees con seguridad y amor mientras estén juntas.

Molly asiente, y se manda a respirar lentamente, como para probar que ella está lista para la misión. La mujer le sonríe antes de volver a explicar.

―La bebé tiene varias runas pintadas en su cuerpo, que son parte de los tratamientos para ayudar a su crecimiento. También tuvimos que usar una poderosa magia blanca que usa sangre, para mantener aún

trabajando el cordón umbilical conectado a la placenta.

Molly abre mucho los ojos.

―¿Ella sigue unida a mí? Eso quiere decir que está aquí…

―Sí, y estoy segura de que la bebé ha sentido su reconfortante amor por ella todo este tiempo. Respire, respire... Recuerde que la bebé también puede sentir su preocupación y miedo. No queremos que se sienta mal, ¿verdad? Ella va a crecer lo mejor posible rodeada de amor, seguridad y positivismo. Respire lento, y céntrese en su amor por ella, nada más que eso.

Ante la amable insistencia, Molly vuelve abrir los ojos, cerrar la boca y respirar hondo. Se acaba de dar cuenta de que estar tranquila no es su fuerte… Tiene que trabajar en eso. Después de unos minutos, siente que está lo más centrada que puede en ese momento, y pregunta:

―¿Qué tengo que hacer?

―Déjeme decirle un poco más de cómo se encuentra su hija y luego, hablamos de ello.

Las dos conversan por lo que parecen que son dos horas. Aunque la sanadora le habla sobre lo que quieren que ella haga, también le da opción a Molly de decidir algunas cosas. Como de mandarle una carta a su pobre esposo. Necesita verle, y saber cómo están todos los demás.

Después de ello, la sanadora Hester Wellbeloved le da una poción tranquilizadora y le explica que va a levantar un hechizo que puso en ella desde antes de despertarla. Un hechizo que la hace no notar cosas a su alrededor y solo centrarse en la sanadora. La mujer le narra lo que va a ver y, ante la felicidad y resolución de Molly, levanta el hechizo.

La joven madre se da cuenta de que alguien está a su izquierda. Mueve la cabeza y se encuentra con Gertry muy cerca de ella. La elfa le sonríe, sus grandes ojos están llorosos.

―Buena ama Molly, Gertry está feliz de verla despierta al fin.

―Gracias Gertry, es bue… ―Molly no termina su frase, porque se ha dado cuenta de que la mano de la elfa está encima de su pecho. Y cuando ha mirado hacia allí… Es inundada de amor.

La pequeña mano de Gertry no está puesta directamente sobre Molly, sino que cubre toda la espalda de la bebé, que sí tiene un contacto piel a piel con su madre. Ella casi no puede creer que ella está ahí, dormida con un lado de su cabeza pegada a su pecho. Al latido de su corazón.

Es una bebé extremedamente pequeña y delgadita con piel muy blanca y semi-transparente, por las que se pueden ver sus venas y arterias. Su cabecita está llena de pelitos que brillan de un rojo amarillento, a la luz de las runas que tiene pintadas en el cuero cabelludo. Sus dos puñitos están cerca de sus mejillas y, uno, de la boca abierta. Sus brazos, tan delgados, también brillan levemente con runas. Su respiración no es natural, parece más fuerte, como mecanizada...

No es una imagen fácil de ver para una madre, que solo necesita que sus hijos estén felices y sanos. Pero Molly respira hondo y le habla bajito… Dentro de sí hay temor y preocupación, pero se manda a no dejarlo ver. A solo traspasar lo más fuerte de todo a su bebé, su amor.

―Hola mi vida, mi pequeña luchadora… ―eso y más le susurra, mientras le acaricia una y otra vez sus puñitos, rostro, cabello…