5
En honor al Granny Allan
Tessalia y Fiona Weasley llegaron a la familia y a Ottery St. Catchpole al casarse con un hermano y un sobrino de Allan, respectivamente. Sin embargo, las dos quedaron viudas tempranamente, a causa de la guerra contra Grindelwald.
Pero, en lugar de devolverse a sus familias, Allan y los Weasley se reunieron alrededor de ellas y las apoyaron en todo lo que pudieron. Se quedaron en Ottery St. Catchpole junto a la familia de sus maridos. Es más, para los hijos y nietos Fawcett de Tessalia, el Granny Allan se convirtió en la figura paterna del clan Fawcett.
Así que fueron Tessalia y Fiona las que más conocían, y de las que más se entristecieron, con la muerte de Allan. Y por eso fue en esa rama de la familia, la comandada por Tessalia Weasley y su hija Eleonore Fawcett née Weasley; que se decide la forma en que se va a dar el adiós a Allan.
Como gran parte de la comunidad mágica de Gran Bretaña que tienen más tradición e historia, la familia Weasley hace los funerales alrededor del anochecer. Lo hacen al aire libre, hablando de quién se fue y llorándole si es necesario, mientras la oscuridad los envuelve poco a poco.
¿Qué más hacen en una de esas ceremonias? Depende de los familiares del difunto. Tiene que ser algo que represente o le agrade a quién celebran.
Tessalia, su descendencia, y Fiona; decidieron que el cuerpo de Allan fuera cremado y sus cenizas esparcidas lentamente en una caminata. Como tantas otras que Allan diera, por entre los plantíos, los animales, las casas y todos los que han crecido en Rosemary Fields.
El día otoñal está despejado, pero frío. Casi no hay nubes que se coloreen, y se puede ver el cielo oscurecerse lentamente. Pero el rojo, naranja y café de las plantas toman su lugar, mientras las estrellas y luna empiezan a traspasar la noche con su luz.
Bilius y Cedric ven a lo lejos la gran cantidad de personas que llegaron a Rosemary Fields para la ceremonia. Desde esa altura, son solo puntos de diferentes colores que se mueven lentamente por el camino desde el plantío de las hortalizas hacia el rancho de las ovejas.
―Ojalá que terminemos pronto, quiero llegar al menos al final de la caminata. ―comenta Cedric, las manos en los bolsillos de su ropa. Lo dice como para romper el silencio.
Bilius asiente y se sorbe la nariz. Tiene el rostro enrojecido e hinchado, y cada tanto rompe a llorar por pocos minutos. Él nunca ha tenido reparos para actuar sus emociones y decir lo que piensa.
―Creo que Granny Allan se pondría más alegre con lo que estamos haciendo justo ahora. Ya luego vamos a caminar por donde están sus cenizas, ¿no? Creo que en primavera será mejor, que es su estación favorita. Era… Era… ―Bilius explota a llorar de nuevo―. Iba por to-todo lado, dan-dan-dando pociones anti ale-lergias y…
Cedric solo se acerca a darle una palmada en la espalda y a oírle hablar de Granny Allan. Él solo tiene los ojos llorosos. Por alguna razón, aún no ha podido llorar. Es como si no creyera que Granny Allan estuviera muerto. Cuando se apareció hace unos minutos en el jardín delantero de La Flor, Cedric se extrañó de no verlo sentado en una mecedora, leyendo un libro. Luego, recordó que había muerto.
―Perdón por la tardanza…
Los dos dan un brinco de sorpresa.
―¡Merlín! ¡No hagas eso! ―pide Cedric, su mano en el pecho.
―¡En serio, Artie! ¿no puedes hacer apariciones con sonido como cualquier otro mago? ―pregunta Bilius, exasperado.
Arthur, que acaba de aparecer justo detrás de ellos, sonríe con picardía.
―Tal vez porque no soy como cualquier otro mago.
Los tres hermanos se sonríen. Y luego, al recordar la situación en que están, se ponen más serios. Al punto que Arthur les dice muy sentidamente:
―Gracias por venir conmigo… En verdad que no quería hacer esto solo.
―Por supuesto, Artie ―dice el menor, sonriendo amenamente.
Bilius le da un gran palmetazo en la espalda.
―¡No es como que pudieras hacerlo solo! En esto vas a necesitar mis deslumbrantes conocimientos en Aritmancia, mi brillante originalidad en runas… Y a Cedric.
―¡Ey! ―se queja el aludido― ¡Que tuve mejor nota que tú en Runas!
Pero Bilius solo camina hacia la entrada de La Flor sin más.
―Por ser menos original.
―¿Por no explotar alguna aula vacía por lo menos una vez por semana?
―Por no tener la paciencia de experimentar hasta llegar a las runas indicadas…
―¡Silencio los dos! ―pero Arthur lo dice con una sonrisa en el rostro.
Por una vez en esos días, siente que su mundo vuelve a alinearse. Esa sensación le da fuerza para abrir la puerta de la casa y, luego, de la habitación de Granny Allan.
Acompañado por sus hermanos, miran el lugar con ojos llorosos por varios minutos y en silencio. ¡Es que esa habitación está tan llena de vida y cotidianidad! La cama tiene algunas arrugas y hay varias túnicas en una silla frente al armario.
Pero es el enorme escritorio, que domina casi toda una pared, el que más parece estar esperando por su dueño. Allí hay un armonioso caos de varios montones de pergaminos abiertos y cerrados, además de todo tipo de libros. Frascos de tintas con sus propias plumas están por allá y acá. Hay una hasta en el suelo, cerca de la silla.
Arthur se acerca aún más, y se ríe mientras se limpia las lágrimas del rostro.
―Ay Granny Allan, siempre escribiendo con tintas de colores para diferenciar sus temas. El día antes de… ―se aclara la garganta― el sacrificio que hizo por la familia, él me dijo que los pergaminos escritos en naranja, rojo y rosado son sobre la escuela.
Por eso han ido allí, para buscar esos papeles, organizarlos, analizarlos y empezar a hacer realidad el sueño de tantos años de su querido tío abuelo.
Todos los que conocieron a Allan lo oyeron hablar de sus ganas de hacer su escuela primaria, entre otros proyectos y sueños. Y, en los días que estuvo en San Mungo, hacer realidad la escuela fue su tema preferido. Tanto, que consiguió enrolar en el sueño a Arthur. Y Arthur, a sus dos hermanos y a su suegro y cuñados.
Los Prewett son los mecenas del proyecto. Ellos son una familia de cientos de años de historia mágica y, aunque no viven en la opulencia como otras antiguas familias, esos muchos años los ha hecho recolectar todo tipo de objetos. Objetos que pueden ser vendidos cuando ellos quieran. Y lo harán para hacer realidad el sueño de Allan… Lo que sea por la persona que sin dudar, puso en riesgo su vida para mantener viva a su hija, hermana y nieta, sobrina.
Los Weasley que trabajan en la granja han dicho que darán madera y algunos materiales para runas y pociones, mientras que Quartus, Bilius y Cedric se harían cargo de la construcción. Las matriarcas Fawcett y, sobre todo, el squib Alphonse Fawcett y su prometida muggle Vivian, están interesadas en ser parte del personal. Arthur se los agradece, pues ellos serán de mucha ayuda: él es administrador de empresas y, ella, maestra de primaria. Granny Allan había dicho que los dos eran indispensables en su sueño para educar niños entre los cinco y once años. Él había insistido que, en esos años, los niños son solo niños y no brujas y magos.
Por su lado, aunque parece que todos lo ven a él como el que tiene que dar la última palabra sobre lo que sea sobre la escuela, Arthur no sabe bien qué va a hacer. Pero sí que ha dado los campos de maíz que están al lado de la Madriguera para construir la escuela. Espera que a Molly no le importe mucho cuando despierte. La venta de maíz da una buena parte del presupuesto de la casa, el dominio de su esposa.
… Arthur se sorprende por algo. Según lo que cuentan los sanadores, Molly tiene el anillo del cabeza de familia en su mano. La magia Weasley que emana de esa joya mágica está ayudando mucho a la bebé. Pero no solo eso. Y hasta ese momento Arthur lo entiende: que el anillo esté con ella solo quiere decir que la magia familiar la ha aceptado. Molly Weasley es la nueva cabeza de clan.
Arthur empieza a reír nerviosamente, tanto que sus hermanos se le quedan mirando con miedo. Cedric, que ha estado viendo hacia la ventana, se acerca lentamente.
―Artie, tranquilo hombre…
―¿Se habrá topado con alguna poción rancia o algo? ―pregunta Bilius al menor.
―¡Oh, por las barbas de Merlín! ―dice Arthur por lo bajo―. ¿Se imaginan a Molly como cabeza de la familia? ¡Pondrá en cintura a la gente de la Rosemary field mientras hace la cena y lava la ropa!
Los hermanos, que tampoco habían hecho la conexión, también empiezan a reír con fuerza. Molly Weasley, cabeza mágica de familia… Algo les dice que se vienen cambios a la comunidad mágica de Ottery St. Catchpole, y no solo porque abrirán una nueva escuela.
―Bueno, creo que también tendremos que coger los que tienen tinta negra. Esos son los de negocios serios, o eso dijo Granny Allan.
Los tres respiran hondo y se acercan, por fin, al escritorio.
-o-
Arthur, Bilius y Cedric se habían propuesto ir al funeral de su querido tío abuelo, pero estar en el cuarto de él, mirando sus cosas; termina siendo su manera de celebrar la vida.
―Es increíble la cantidad de investigación que hizo ―comenta por enésima vez Cedric―. Esto más que un informe, es casi que un cuento. Los dibujos de cómo se imaginaba las aulas, el comedor, hasta toda la investigación detrás de las tres casas en que se van a dividir los niños… ¡Miren este plan final de la ceremonia de escogencia!
Arthur coge el papel, y lee las grandes y gruesas letras rosas de su tío. Ríe con ternura.
―¡Hasta a mí me gustaría saber en qué casa estaría! ―baja más el pergamino, y abre la boca de sorpresa―. ¡Mira Bilius, el tío hace un comentario sobre ti! Hasta el dibujo del animal se te parece.
Los hermanos ríen a razón de eso, antes de volver a leer más papeles. Todos están maravillados.
―… Y por lo menos el setenta por ciento de su material es o se basa en los conocimientos muggle ―analiza Bilius de la nada, como si hubieran estado conversando y no leyendo en silencio por varios minutos―. En serio que estamos desfasados en muchas cosas, y en serio que los muggles son tan ingeniosos. ¡Esa Montessori y su idea de aprender jugando es justo lo que yo necesitaba cuando niño! ¿Dónde estaba Granny cuando mamá nos tenía hasta media noche en el techo, viendo estrellas y oyéndola hablar y hablar de astronomía, y la magna historia de la familia Black?
―¡Pero si ver las estrellas te encantaba Billius! ―le exclama Arthur― Lo que no te gustaba es que mamá no te dejara inventar constelaciones o tus versiones de historia para las ya existentes.
―¡El Granny Allan me hubiera dejado!
Los tres ríen de nuevo, y vuelven a ordenar la enorme cantidad de pergaminos, cuadernos muggle y libros que han encontrado en el escritorio.
Ese escritorio tenía un tipo de hechizo en él. Una variación del hechizo para las tiendas mágicas o el famoso maleta-hogar. Cuando se abre cualquiera de las gavetas en el escritorio, se ve una gran cantidad de papeles en todas sus formas. Y, todas, parecen ser miniaturas para casas de juguetes o hadas.
Pero cuando empiezan a sacar alguno de ellos, sobre todo los libros, las cosas cambian. Apenas están afuera de la gaveta, cualquiera de esos objetos crece a su tamaño natural como si fuera un globo inflable.
Así que ese enorme escritorio guarda dentro de sí todo un gran estudio y biblioteca. Porque Granny Allan no solo tenía más de veinte años de estudio sobre la educación infantil, la organización de una escuela y hasta los temarios de clases por años. No solo tenía muchos libros de todo tipo ahí, también tenía arte.
Los hermanos en verdad se sorprendieron de la cantidad y calidad de su arte. La cantidad de sus dibujos, retratos y pinturas bien resguardadas dentro del escritorio era enorme. Pero es no era todo. El Granny Allan también era un escritor. Tenía once novelas terminadas, unas siete sin terminar, una antología de historias cortas de más de mil quinientas páginas y, lo que más llamó su atención: doscientos cuarenta y cuatro cuentos infantiles terminados, ilustrados y encuadernados casi que profesionalmente.
Arthur y Cedric sienten aguarse sus ojos al ver algunos o todos esos cuentos. Bilius llora sin vergüenza alguna. Se puede sentir un rastro de magia en ellos, sobre todo por los dibujos muy coloridos que se movían por sus páginas. Quieren decir algo al respecto, pero no logran dar con las palabras… Es algo así como si el Granny Allan les regalara todo su cariño desde esas páginas, para siempre. Como que además de su magia, dejó un poco de sí mismo también.
Arthur es el primero que sale del trance. Se limpia toscamente los ojos con su antebrazo, y mira hacia algún otro de los papeles.
―Tenemos que traer a Xeno y Pandora para que vean todo esto. No sé porqué Granny lo escondió, pero yo no sé nada sobre arte y veo lo mucho que… ―carraspea y se da un momento para respirar y tranquilizarse antes de volver a hablar―: que está bien hecho. Me parece que algo de esto se podrá editar en la Exo… Creo que a Granny le hubiera gustado verse editado.
―¡Claro que sí! ―grita Bilius entre llantos, y abraza a su pecho tres o cuatro de los libros infantiles―. Si él mismo se editó y todo… ¡Todo niño se merece tener un Granny Allan en su vida!
―Creo que es buena idea… Vamos Bilius ―dice finalmente Cedric, conciliador―, guardemos todo de nuevo, y sigamos con todo lo de la escuela.
―¡La Granny Allan primary school! ―grita el mediano de los hermanos.
Aunque Arthur y Cedric sienten que la escuela merece algún nombre más noble, lleno de respeto, Bilius insiste tanto en ese título, que al final tuvieron que coincidir con él.
Al final no llegan ni al final de la ceremonia. Se quedaron tanto tiempo dentro de esa habitación, sentados al suelo y rodeados de papeles en todas sus formas; que ni se acordaron de eso. Pero no les importa mucho. Ellos van a ser realidad el sueño de su querido tío abuelo. Esa es su mejor manera de honrarlo.
-o-
El mapa arquitectónico, pictórico y mágico está desplegado frente a ellos, iluminado por la luz del sol naciente. Ahí se ve una edificación que más bien parece un pueblo pequeño.
Tiene un espacio central, lleno de juegos infantiles, espacio y algunas flores. Alrededor de eso, hay casas de una planta, grandes y amenas, pintadas artísticamente y con cariño. Cuatro de ellas tiene tonalidades diferentes: azules, rojos, amarillos y verdes; a diferencia de las otras, esa tiene un pequeño campanario. La última de las casas es la más diferente de todas: parece un mini-castillo blanco con manchas de todos los colores.
Cercando las casas, hay diferentes terrenos en cada uno de los puntos cardinales. Uno de ellos es de un huerto rodeado de varios arboles frutales. Otro tiene un lago, calmo y celeste. El del sur, es un terreno llano y, finalmente, en el oeste hay un corral con espacios para varios tipos de animales. Se pueden ver conejos, puffkins y gallinas entre ellos.
Aunque todo está dibujado con la perfección arquitectónica del gran aritmático que el Granny Allan era, lo que salta más a la vista es su arte. La forma en que están pintado es impresionante, casi que se palpa el amor que Allan le tenía a ese sueño. Las plantas, la luz danzando en el agua de la piscina, las nubes espumosas, las aves de colores imponentes y hasta las paredes llenas de líquenes decorativos… Todo destilaba cariño y anhelo.
Sin embargo, lo que más llama la atención es el movimiento de la pintura. Es un día soleado y con un viento que mueve las hojas de los árboles. Hasta que hay un movimiento dorado en el campanario… ¡Y la pintura se llena de vida! De todas las casas, menos la verde, salen niños. Niños de entre cuatro a once años, seguidos de cerca por sus maestros. Son pequeños felices, de todos los colores, contexturas, alturas y caracteres.
Los niños se dividen en grupos. La gran mayoría de ellos se van al parque, a jugar y a organizarse entre ellos para darse turnos. Algunos van a las hamacas que se mueven solas, otros se suben en escobas voladoras, otros hacen castillos de arena… Otros niños se van al campo a jugar la anda, o cerca de los árboles para darle del huerto para jugar escondido.
Un par se tiran al lado descaradamente, y uno de los maestros corre hacia ellos para regañarles y sacarlos. En el otro extremo, están los niños que se sientan en los corredores alrededor de las casas, para hablar, leer o jugar juegos de mesa; o los que se acercan a mirar las gallinas, y abrazar conejos o puffkins.
La acción se sigue dando por diez minutos. Granny Allan ha hecho un entramado de pequeñas historias en que todas las personas dibujadas son protagonistas. Parece que más que una pintura, estuvieran viendo una fotografía mágica… La campana dorada vuelve a moverse, y todos los niños caminan lentamente, instigados por los maestros, hacia sus casas. Aunque no hay alguien, el espacio sigue "vivo" en las ramas de los árboles moviéndose, o la luz en el agua. Hasta que la campana se mueve, y los niños vuelven a salir al recreo.
Cedric baja el mapa que los tres hermanos han estado mirando. Como han pasado una noche en vilo, leyendo y ordenando los papeles de su tío abuelo, los tres están algo pálidos y ojerosos. Sin embargo, hay una clase de paz en ellos. En silencio, los tres se concentran en el maizal que, poco a poco, se ve más amarillo por la luz solar. Hay una brisa suave en el aire, cada vez más caliente…
¡PAP! Bilius da una gran palmada que hace brincar a los otros dos. Luego, empieza a hablar con una gran sonrisa y rapidez:
―¡Pues bien! Granny Allan ha hecho unos planos preciosos y estoy feliz de poder hacer este proyecto. ¡Pero aún más de que me haya dejado algo a mí! ―Bilius se mueve con mucha energía, como tocado por un rayo. Coge su varita y gira e indica con ella de allá para acá, haciendo hechizos no-verbales. Frente a él y flotando en el aire, aparecen un caballete, un pergamino, pluma y tinta―. Que sí, que tenemos toda la lista de lo que quiere con las casas. ¡Pero no hay planos por ningún lado! Así que los haré yo ahora mismo. ¡Mi cabeza está llena…
Mientras habla, ha estado poniendo todos los objetos en su lugar. Sin embargo, cuando va a bajarlo al suelo, se da cuenta de que están de pie en un camino de bajada algo empinado. Es cuando se gira hacia su hermano menor, y lo increpa viendo entre él y el suelo:
―Cedric, ¡Vamos! ¿Para qué te tengo? Conjura un cúmulo de tierra y luego alísalo para que pueda apoyar todo esto. ¡Ya quiero dibujar!
Pero el menor lo mira con ojos entornados:
―O podemos ir por el principio, Bilius, y hacer un mapeo mágico del suelo, saber con lo que trabajamos aquí e iniciar los hechizos para alistar el terreno…
Bilius lo corta con una pedorreta.
―Aburriiiido. Lo dicho, para eso te tengo aquí. Hazme la plataforma y luego te vas a hacer todo eso allá… ―como el menor no se mueve, sube la voz―. ¡Vamos, vamos, que la vida no espera!
―Bilius, que hemos estado toda la noche a la luz de las velas leyendo y ordenando todo lo del abuelo ―le recuerda Arthur.
―Solo tú has estado toda la noche leyendo y ordenando papeles ―corrige Cedric… Bilius está pintando en el pergamino con movimientos rápidos y largos, ausente a todo―. Bilius y yo nos dimos unas siestas, y por tu insistencia. Creo que ahora es tu turno mientras nosotros trabajamos.
Arthur intenta protestar, pero no por mucho. Es verdad que está cansando, y que sus hermanos ya son mayores de edad y pueden decidir trabajar en cosas que necesitan mucha atención al detalle cuando casi no han dormido.
Aparece temprano en la entrada de la casa de sus padres, para dormir en su antigua cama. Despierta unas dos horas después, para hacerles el desayuno a Billy y Charlie.
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Después de una corta siesta recuperadora, los gritos felices de sus hijos al verlo en casa cuando despiertan, un buen desayuno hablando con sus padres e hijos, y horas de juego varios la sala con ellos, bajo la vista vigilante de su madre; Arthur aparece de nuevo en el camino que lleva hacia la Madriguera.
Bilius no se ha movido de su sitio en todo ese tiempo. Sin embargo, los movimientos de su mano eran más comedidos, aunque igual de intensos. Eso sí, tiene un nuevo ayudante encima del pergamino: una cinta métrica, que se mueve con igual rapidez y ahínco siguiendo los deseos de Bilius. Parece tan consciente, que hasta da un latigazo hacia Arthur cuando este se acerca y desconcentra a Bilius de su trabajo.
―¡Hombre Artie! ¡Aparece como cualquier mago del mundo y has un sonido, por Merlín!
Él mayor solo sonríe y mira hacia el mapa.
―Madre me ha mandado a exigirles que regresen a casa a dormir y, de una vez, que almorcemos en familia como hace tiempos no lo hacemos. Papi vendrá de los graneros y todo.
Bilius ha estado entre mirarlo a él y seguir con su dibujo mientras asiente.
―Sí, sí… Ya casi termino la casa roja, mi casa. Cuando lo haga, aparezco por allá.
―Billy y Charlie te esperan para jugar…
―En serio estoy por terminar… Ni dos minutos, guardo todo esto en la oficina y voy para allá.
Arthur hace un sonido de incredulidad, pero lo deja ser. Acaba de darse cuenta que Cedric va hacia ellos desde los maizales, sobre una escoba voladora. Le saluda con la mano y se le acerca cuando el menor desmonta junto a los dos.
―Madre los quiere ya tomando una siesta en la casa, y luego almorzando en familia. Hasta está haciendo estofado de cordero.
―¡Estofado de cordero! ―grita Bilius, levantando un puño mientras la otra mano marca un línea.
Cedric sonríe…
―… Y galletas de chocolate de postre ―termina Arthur. Cedric sonríe aún más. El mayor hace un ademán con la cabeza hacia el maizal―: ¿Y? ¿Cómo ves la tierra?
Cedric deja de sonreír.
―Nada que nos atrase mucho, la verdad. Solo que, si construimos todo lo que Granny quería, prácticamente no quedará algo de espacio para el maíz ―dice a regañadientes, y luego se apura e insiste―: Aunque podríamos quitar alguno de los terrenos que el Granny puso alrededor de las casas, así no perderías tanto maíz…
―No ―lo corta Arthur con firmeza―, la escuela será como Granny Allan había soñado que fuera.
―¡Bien dicho, Artie! ―Bilius se mueve de frente su plano de la casa, aunque nunca deja de mirarle, para acercarse a Arthur y darle un palmetazo que es tan fuerte, que el pobre da un gritito. Ese golpe le arderá por varios minutos―. Esto será tan como el Granny quería, que se convertirá en fantasma solo para estar ahí por siempre jamás ―lo último lo dice enfrascado de nuevo en su dibujo.
Los hermanos se miran entre sí y se hacen ademanes con la cabeza, como diciéndose que es el otro el que debe hablar con Bilius y no él mismo. Aunque al final deciden hacer como que no ha dicho algo, y vuelven al tema del maíz. Cedric es el que reinicia la conversación:
―¿Te das cuenta de que si así lo decides, esta sería la última cosecha de maíz de la Madriguera? Y solo tenemos otro maizal funcionando en Rosemary Fields… Ya sabes que los demás siguen casi completamente malditos, de esos que durarán por lo menos dos años más en sanar lo suficiente para empezar a plantar poco a poco; y prácticamente solo tenemos maíz para tres, cuatro meses, en los graneros. Con la cosecha de los Diggory que ya están terminando, y la que se hará aquí, tendremos maíz para el próximo año, y con las raciones de ahora. Pero después de eso…
Arthur solo hace un ademán con la cabeza, como diciendo: "sé de lo que hablas, mi hermano", con cierta pesadumbre.
―¿Crees que no lo he pensado? Pero lo único y peor que puede pasar es que, por dos o tres años, el maíz escasee mucho. Y ya sabes lo que la tía Muriel suele decir: "lo único que necesitamos comer es agua, todo lo demás, por sí solo, es capricho". Creo que la comunidad puede vivir un par de años sin mucho maíz y, si no, puede bien comprarlo en el mundo muggle. ―da un suspiro y mete sus manos en los grandes bolsillos de su túnica―. En cuanto Molly, los niños y yo. Tenemos techo, comida y yo tengo trabajo. Estaremos bien sin el maíz… Además, la idea es que ya para el próximo año escolar, esté funcionando la escuela y Molly será la cabeza de la familia… Todo estará bien.
―Sí, todo estará bien ―repite Cedric, convencido por su hermano.
Arthur no quiere pensar en otra cosa que no fuera esa posibilidad. Mira el maizal, como queriendo ver la escuela de una vez ahí. El sueño del Granny Allan, el que no hizo por pensar en practicidades de la vida. No, Arthur no va a caer en la misma trampa, va a realizar, con ayuda de la familia, el sueño del Granny Allan aunque deje sin maíz a Gran Bretaña por diez años, si fuera necesario.
… No se preocupa por Molly y los niños. Sabe que lo único en la vida que no pueden conseguir usando transfiguraciones, es comida. Y, esa, gracias a la magia, siempre la tendrán en Rosemary Fields.
En medio de su silencio, Bilius ha terminado lo que hacía, desaparece todo para que esté de donde los había "agarrado": su oficina; y se acerca hacia ellos con una gran sonrisa en el rostro:
―¡Estofado de cordero y galletas de chocolate! ―les grita con los puños en alto.
―¡Siesta antes de todo! ―lo emula con cierta burla Arthur.
Bilius y Cedric suben de nuevo sus puños por eso y, luego, usan la desaparición uno detrás del otro. Arthur es el último. Por alguna razón, no puede dejar de ver hacia donde estará la escuela, y sonreír suavemente.
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Arthur está dando vueltas entre chimeneas de la red Flu, pero el vacío en su pecho no es por la desorientación.
La despedida de Billy y Charlie fue difícil. Los niños no querían que se fuera de la casa. Lloraban como si no fuera a volver ese mismo día. Aunque Arthur lo comprende: están pequeños como para poder entender, por más que se lo han dicho varias veces, porqué su mamá no está con ellos. Es obvio que no les va a gustar que su papá entre y salga de sus vidas, aunque sea por horas… Da el paso para salir de la chimenea con naturalidad que traen los años de práctica.
―¡Señor Weasley! ―la voz de una medimaga lo saca de sus tristes cavilaciones.
La mujer, baja, obesa y que aparenta alrededor de los cincuenta años, camina con pasos cortos pero muy rápidos hacia él. Una sonrisa ancha en su rostro moreno y un pequeño pergamino enrollado en su mano extendida.
Arthur mira a la medimaga, coge el pergamino y pregunta, esperanzado:
―¿Nuevos resultados de la bebé? ¿Ya está mejor de los pulmones?
―Siguen igual: mejorando muy lentamente. Esto es otra cosa, y puede que mejor para usted que un simple informe, señor Weasley ―le dice ella, con una sonrisilla amable en el rostro.
La medimaga se gira y va con ese caminar alegre hacia el puesto de los medimagos. Una joven le está esperando, y las dos caminan juntas hacia una de las puertas que no es la de Molly, y que él no sabía que estaba siendo usada. No hay personas esperando por noticias de quien fuera esa paciente.
En todos los días que ha estado por ahí, solo dos veces ha visto otras personas en la sala de espera, con sus correspondientes pacientes encerrados en sus cuartos. Una de ellas, según entendió, salió de la sala de emergencias hacia alguna cama común de San Mungo al día siguiente de haber llegado. La otra, de la que aurores esperaban tener noticias, murió dos días después de llegar. Supo su nombre por el Profeta del día siguiente: Bernard Jonhson, 44, auror desde hacía muchos años y padre de dos hijos. Muerto en un duelo contra mortífagos, salvó a varios muggles con su esfuerzo.
Arthur espera que, quien sea que esté en ese cuarto siendo atendido en ese momento, tenga mejor suerte que Bernard Jonhson. Puede ser poco Gryffindor de su parte, pero entre morir como un héroe o vivir para cuidar de su familia, él prefiere mil veces la segunda opción.
… Recuerda que tiene un pergamino en la mano solo después de que se sienta en el suelo, junto a la puerta de Molly y la bebé. En seguida, lo abre. Las preocupaciones y pesadumbres se evaporan de dentro de él solo con ver la letra de quién le escribe. Sonríe como un tonto y le cuesta poder concentrarse lo suficiente para leer de la felicidad que siente:
"Amado Arthur.
Le pido a la magia que estés bien, tú y Billy y Charlie. Sé que la familia estará contigo y ellos, pero… Ya sabes cómo soy, no puedo evitar preocuparme y sentir que debo pedir perdón por no poder estar ahí con ustedes y por, aunque sé que no es mi culpa, ser la razón por las que no están bien.
Por favor, sé que lo debes haber hecho, pero insisto: por favor, diles a Billy y Charlie que les amo, que estoy bien y que no puedo estar con ellos, muy por mi disgusto, pero que haré lo posible para salir de aquí pronto. Dales también un gran abrazo de mi parte.
También deseo que te dejes ayudar por todas las personas que te quieren. A veces, es malo tener tanto orgullo… Y así no me preocuparía tanto por ti. Que sepas que te amo mucho, que sé que podrás con todo y que, por eso, no tengo resquemores en hacer lo que debo hacer aquí. Lo siento mucho por todo que este accidente te ha hecho pasar. Cuando regrese, te lo compensaré de alguna manera, mi Artie.
Por más que he insistido en que quiero que me visites, la doctora Wellbeloved repite que nadie que no sea necesario para la recuperación de la bebé puede entrar. Me parece que es una excusa, ¿por qué no pueden hacerte el hechizo que se hacen a sí mismos para poder estar cerca de ella sin enfermarla?
Te extraño mucho. No sabes lo cuanto que me gustaría que estuvieras aquí conmigo. Con nosotras.
Pero no te preocupes, estaremos bien. La bebé y yo estamos mejorando, y tenemos la fuerza para seguir haciéndolo.
La sanadora Wellbeloved me ha estado hablando de la situación, de que solo podemos esperar a que ella vaya creciendo lo más naturalmente posible. Y, en mi caso, estar tranquila y darle a amor y confianza a la bebé. Ahora que sé qué puedo hacer, estaré más tiempo despierta y, espero, estaremos afuera de esta sala más rápido para volver con ustedes y la familia. Más ahora…
Con eso, Arthur llega al final del pergamino. Aunque Molly ha hecho cada vez más pequeña su letra para poder escribirle todo lo que quería, se ve que no ha terminado la carta. Por eso, le dibuja una flecha hacia un lado. Arthur entiende que su escrito sigue en la otra cara del pergamino, y lo gira. La letra de Molly sigue siendo muy pequeña desde el inicio. Toma unos segundos para volver a la lectura.
La verdad es que le ha costado leer la carta, porque cada tanto tiene que darse unos segundos para respirar y bajar un poco sus reacciones ante lo que dice. Sonrisas, lágrimas y meneos de cabeza han sido frecuentes. Aún así, durante la lectura, Arthur no ha dejado de sentir que todas las mortificaciones de su vida se le han aligerado. Él también ha extrañado mucho a su Mollywaffles.
Vuelve a la carta después de dar una fuerte bocanada de aire. Arthur se da cuenta de que Molly tuvo que darse un tiempo para pensar, antes de seguir con la carta. La mancha al inicio del siguiente párrafo se lo dice: la pluma estuvo inactiva por algunos minutos, antes de que ella volviera a escribir. Aunque, por el tema, Arthur entiende porqué hizo la pausa.
"Desde antes supe de la muerte de Granny Allan. No tengo palabras para expresar mi pésame. Él siempre supo cómo hacerme sentir en casa en Rosemary Fields, aún antes de que fuéramos pareja. Aunque me duele, no puedo pensar más que GRACIAS cuando supe porqué murió. Cuando veo a nuestra bebé en mi pecho, siento que entiendo por qué tomó la decisión que tomó, y no tengo ganas de reprochárselo. Sé que él lo hizo de corazón, y cuando se hace así… Solo se le puede decir gracias.
No sé qué tipo de despedida por Granny Allan hicieron en Rosemary Fields, pero espero que podamos hacerla nosotros dos juntos cuando salgamos de aquí. Es lo menos que puedo hacer en su nombre.
Aunque no sé si en verdad es lo menos que podemos hacer. Él hizo tanto por nosotros, que se siente que, lo que hagamos, será poco. Lo que me hace pensar que, tal vez, el destino me dice algo con esto de que tengo el anillo del cabeza de familia en la mano. Aunque, sé que llegó allí porque Granny quería salvarme a mí y a la bebé, ¿y si la magia me termina haciendo la cabeza de familia con todas las de la ley…?
Sé que es una tontería. Imagino que se hará algo para que lo tenga un Weasley de sangre cuando salgamos de aquí, ¿no? Lo que pasa es que, ya que tengo el anillo y mi magia está volviendo a ser la que era… No sé cómo explicarlo, pero es como que lo siento. La magia del anillo, un algo más fuera de mí, grande pero amable y vigorizante. Aunque algo me dice que puede serlo aún más, o que antes lo era más…
¡Pero perdón por irme por las ramas! Ya se me acaba el pergamino y no quiero tener que pedir otro.
El último tema que siento que no puede esperar, es algo que creo que debemos hacer como agradecimiento al Granny. Sé que habíamos dicho que, si teníamos una niña, tú le pondrías el nombre. Sin embargo, desde poco después que la vi, supe que su nombre debía ser Allana. Espero que te guste la idea.
Estoy al final del pergamino. Espero con ansias tu carta para poder responderte pronto. Los amo a todos.
Molly Weasley."
"Allana Weasley", piensa Arthur. Y asiente con fuerza cuando la idea se le completa en la cabeza.
―Allana Ginevra Weasley ―dice en voz alta―. Sí, me gusta cómo suena.
Arthur vuelve a leer pedazos de la carta, y toda ella por un par de veces más. Hasta que, finalmente, se levanta del suelo y va hacia la estación de los medimagos, para pedir pergamino, tinta y pluma. Se siente como en esas semanas en vacaciones de Hogwarts en que solo podía conversar con Molly por ese medio.
Siente como si, por fin, ha empezado a amanecer después de vivir en la oscuridad por muchos días.
