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¿Dadas de alta?

Con las cartas entre los dos pasando esa puerta que antes era infranqueable, Arthur y Molly se sienten mucho mejor. Aunque la situación sigue siendo difícil, y parece que cada pocos días la vida les pone al frente nuevos retos; al poder conversarlo entre ellos, el mundo volvía a ser manejable.

"… La sanadora Wellbeloved dice que Ally necesita que la placenta siga funcionando para que la alimente. Por eso me preocupa que, por más magia que usen, en menos de una semana, tendrán que removerla… ¿Y si no tiene fuerza para tragar…? Aún así, siento que Ally ya empieza a ser más mía que de los sanadores y medimagos, porque estaría tomando de mi leche…"

"… Así que, por eso creo que deberías escribirles partes de las cartas especialmente para ellos. Billy intenta hacerse el fuerte, pero Charlie está cada vez más ansioso. Madre dice que por todo hace berrinches, no quiere comer saludablemente, y se escapa a los terrenos de alrededor todo el tiempo. Me es difícil de creer, porque siempre que estoy con ellos, es al revés. Billy hace más berrinches, y Charlie es muy cariñoso y bien portado…"

"… Y esa es la explicación de por qué, desde mañana, Gertry, Naf y los demás elfos, por más que ni ellos ni yo estamos seguros de querer seguir las órdenes; van a dejar de ayudar a Ally a respirar por algunos minutos, y la van a dejar hacerlo sola… ¡No sabes los nervios que me tengo que tragar por el bien de ella! Y lo peor de todo, es que la sanadora Hester dice que, si deja de respirar, solo le toquemos el piecito para "recodarle" que respire, ¿puedes creerlo?".

"¡No tienes ni idea del papeleo y los requerimientos que ponen los muggles para inscribir una escuela privada! ¡Y yo que creía que nada podía ser peor que la burocracia del Ministerio! Intenté decirle a Vivian que es mucho trabajo para algo que no creo que sea necesario. Pero ella insiste en que, para los squib o hasta magos y brujas que quieren vivir en el mundo muggle, es lo mínimo que se puede hacer. No estoy muy convencido, pero después de verla organizar el curso que usaremos para enseñar a los interesados a ser maestros, creo que no tengo de otra que seguir fielmente su palabra. Además, según sus planes, el Granny así lo quería…"

"… Pero toda la felicidad que tenía por poder simplemente caminar de allá para acá con Ally, bañarla, vestirla y darle de mamar se fue al traste por Meredith. ¡Esa sanadora no tiene tacto alguno! En lugar de ver con felicidad que ya puede estar más tiempo respirando sin la ayuda de los elfos, esa mujer me insiste en que le dé permiso para hacer experimentos con ellos. ¡Me tiene harta! No es como que tener el anillo me hace en serio la cabeza de familia. Y, según me dijiste, al Granny Allan tampoco le hizo mucha gracia esa idea de la sanadora, por lo que…"

"¡Feliz cumpleaños mi amada Mollywoffles! No sabes lo tanto que te seguimos extrañando, hoy como que se siente aún más. Pero, también, ha sido mucho más patente el amor que Billy y Charlie te tienen. Cuando se dieron cuenta de que era tu cumpleaños, insistieron en que te hiciéramos un pastel y un gran ramo de flores. ¡Por los pantalones de Merlín! ¡Qué bueno que no estuviste aquí para ver cómo dejamos tu cocina! Juro que nunca antes he usado tanto un hechizo como cuando usé "evanesco" en ese lugar. Después de todo ese esfuerzo, espero que los sanadores y medimagos me dejen dártelos, el pastel y el ramo, aunque no sea presencialmente. Y, también, de que el pastel nos haya quedado, al menos, comible. Billy dice que…"

"¡Gracias por el regalo mi amor! El pastel estuvo mucho muy rico porque me lo comí pensando en ustedes tres haciéndolo. En serio, con tal de haberlos vistos hacerme ese pastel, no me hubiera importado el caos en mi cocina. Me sabe mal que no me dejaran ni ver el ramo de flores, pero ya sabes que eso puede hacerle mal a las vías respiratorias…"

"Estoy indeciso y preocupado Molly. Volver al trabajo, aunque solo sea en jornada de medio tiempo, ha sido muy difícil para mí. Entre los niños y toda la organización para poder iniciar con la escuela del Granny el próximo año lectivo, no doy abasto con lo de la oficina. Y se hecha de ver. Cuando fui a pedirle al jefe Mallone un permiso para usar giratiempos, él habló muy seriamente conmigo. Me dijo que entiende por lo que he pasado este mes, pero que la oficina ya está en una situación precaria porque solo tiene dos puestos de trabajo y que, conmigo y mis problemas, las cosas se van a salir de control. Casi que me dijo que debería decidirme: o en serio apostar por la escuela y renunciar, o dejar que la familia se haga cargo de ella y volver a tiempo completo. Te voy a decir lo que he pensado al respecto, pero quiero que decidamos entre los dos..."

"Hoy recibí una carta que me ha sobresaltado. Es más, según cuentan, todos se sorprendieron cuando vieron entrar una lechuza desde la red Flu. Era de Gringotts. En resumen, un tal Bloodfang me exige que, aunque sea por carta, ponga en orden las cuentas de Rosemary Fields. Que ni en setiembre ni en octubre he hecho nada al respecto, y que la cuenta que recoge todos los pagos de las demás cuentas puede congelarse si no hago los pagos a las familias de las granjas… ¡Pero si Tessy, Fiona y todos me han dicho que no me preocupara por eso! ¡Que se iban a hacer cargo de todo lo que hacía el Granny! ¿Qué voy a hacer Artie…?"

"En serio que empiezo a apreciar mucho más lo que hacías por nuestra familia Molly. ¡Lo hacías ver tan fácil! Pero cuidar de niños mágicos, la casa y nuestra pequeña granja se me está haciendo más difícil por momentos. A veces, hasta más que seguir viéndomelas con las dos burocracias, muggle y mágica, chocar una y otra vez por la escuela y conmigo en medio. No, las cosas no pueden estar tranquilas ni un por momento. Más cuando empeoran porque tienes a dos hermanos y un tío que están construyendo una escuela a tu lado, y han empezado a vivir en tu casa con la excusa que está más cerca del trabajo…"

"¡Excelentes noticias, Artie! ¡Las mejores! Pero te las daré mañana. Tráete a todos los que puedas cuando vengas, por favor. Creo que a ellos también les alegrará el día".

Noviembre 17, 1975.

Arthur aun tiene ese pergamino dentro de su bolsillo cuando sale de la chimenea. Esa vez, pone mucho empeño en no dar un paso en falso. Tiene alzados a Billy y Charlie a cada lado de su cuerpo y, aunque les ha dicho que se agarren fuerte a él, cuando se viaja con niños por Red Flu se debe tener todo el cuidado posible.

Aunque siente firme al llegar, su madre Cedrella le toma de la mano, a él y a Charlie, para evitar cualquier problema. Ella no es la única que había llegado primero a la sala de emergencias. También están su padre, Tessy, Sextus, Pandora, Xeno, uno de los hermanos de Molly y su padre, y algunas otras personas más desocupadas a media mañana de un lunes en Ottery St. Catchpole.

Las sanadoras Hester Wellbeloved y Meredith Prince están en la estación de los medimagos. La mayor le sonríe y se acerca a él por entre las demás personas.

―Buenos días señor Weasley… Así que estos son los famosos Billy y Charlie de los que tanto he oído ―dice ella con una sonrisa hacia los susodichos.

La reacción de los dos no puede ser más opuesta. Mientras Charlie esconde su cabeza en el pecho de su padre, Billy le saluda con la mano y una gran sonrisa en el rostro:

―¡Gusto en conocerla!

La sanadora se derrite de ternura al instante.

―¡Vaya, qué joven más encantador! El gusto es mío, señorito Weasley.

Arthur baja a Billy, pero le da la mano, mientras habla con la sanadora.

―Espero que tener tantos invitados en la sala de espera no le haya metido en problemas, sanadora Wellbeloved.

―No, para nada. De hecho, y como les decía a los abuelos ahora mismo, aquí todos estamos felices de que, por una vez, tengamos la sala llena por buenas noticias. Casi nunca nos dejan dar de alta desde aquí mismo, la gran mayoría de las veces tenemos que subirlos a sala. Pero con Molly y Ally, nos dejaron tenerlas aquí hasta el final… ―se gira para empezar a caminar, guiándolos. Pero se detiene al instante―: ¡Ah! ¡Ahí vienen ellas!

Arthur se da cuenta que no entiende totalmente lo que le está diciendo, aunque no sabe por qué. No al menos hasta que una persona baja y pelirroja, sale de detrás de esa puerta cerrada por él hace casi por dos meses.

―¡Mollywaffles!

―¡Mami!

―¡Mami!

Arthur y Billy salen corriendo hacia la muy sonriente y llorosa mujer. Charlie también está igual de desesperado, pero solo grita "¡mami, mami!" desde los brazos de su padre, brincando en su sitio.

Molly también correría, pero no puede. Sus dos brazos también están ocupados y además, ellos ya están suficientemente cerca y corriendo hacia ella. Ni se da cuenta de que, los demás, también se han acercado, pero no lo hacen más porque saben que ellos no son los que tienen derecho a la primicia.

Ella decide agacharse y acercar el cuello hacia Billy, mientras mueve un poco hacia un lado a la bebé dormida. El niño de casi cinco años le abraza con mucha fuerza, llorando y diciéndole que la ama mucho y que la extraña. Pronto, Arthur y Charlie se unen al abrazo desde su espalda.

Molly no sabe ni qué hacer con ella misma. Mueve de un lado para el otro su cabeza, entre risas, llantos y palabras de cariño, para darles besos a los tres. Al menos hasta que todo ese caos de cariño despierta a la menor de la familia. Solo el oído entrenado de una madre puede oír los gemiditos débiles de la pequeña bebé.

Ella se aleja un poco de Arthur, Billy y Charlie, se limpia un poco las lágrimas en su hombro y habla con más fuerza.

―Aquí hay alguien más que quiere saludar ―y mientras habla, mueve un poco la manta con su mano. Eso hace aparecer, por primera vez para su familia, a la menor de ellos.

La bebé extremadamente pequeña, flaca, pálida y con piel transparente había desaparecido por una bebé recién nacida sana. Hasta está obesa, pues sus mejillas están tan llenas que sus ojos, apretados por el llanto, se ven más pequeños. Pero lo que llama más la atención es la cantidad de suave cabello en su cabeza. A la luz de la sala, brilla con un color entre rubio y rojo.

La mano de Arthur se posa enseguida sobre su cabeza, y la acaricia. Los niños también se acercan, sonrisas y sorpresa en sus rostros.

―¿Ella es Ally, a la que solo mami podía sanar? ―Billy dice, acercando su cara a la niña que se sigue removiendo, por más que su madre la mese. El niño de casi cinco años tiene la boca un poco abierta del

interés.

Charlie, por su cuenta, palmea lentamente el vientre de la bebé, y le susurra:

―No lloyes, to`o está ben.

―Sí, ella es Ally. Y ya está bien como para ir con nosotros a casa, ¿no es genial?

―Sí, lo es ―responde Billy que está muy concentrado, viéndola.

Arthur solo acaricia la cabeza de la bebé, y mira hacia su familia. Molly y los niños siguen hablando entre sí.

―¿Ya nos podemos acercar? ―les pregunta una voz femenina desde arriba.

Los dos padres suben la cabeza. Se dan cuenta que los demás también se han acercado y rodeado a la familia, aún sentada en el suelo.

―Pero, primero, aparezcamos o transformemos unas sillas, ¿no? ―vuelve a hablar Cedrella, con fingida seriedad en su rostro.

―¡Ups! ―exclama uno de los gemelos hermanos de Molly, pues los dos se estaban sentando en el suelo junto a ellos.

Todos ríen un poco la gracia, mientras los niños y sus tíos gemelos se ponen en pie al instante. Arthur también lo hace, pero pronto se agacha un poco y extiende los brazos.

―Creo que ya la has acaparado mucho, ¿me prestas a mi pequeña niña, Molly?

Su esposa le arruga el rostro por un instante, en juego. Mueve a la bebé hacia él.

―¡No importa, que yo tengo dos bebés para mí solita!

Arthur coge con cuidado a la niña. La cabecita de ella bien apoyada en su brazo. Cuando se yergue, todos los demás adultos se acercan a hacer voces tiernas por la bebé, que no sigue muy contenta con tanto alboroto.

―¡Vengan acá! ―exclama Molly con los brazos abiertos.

Billy y Charlie no la hacen esperar. Los dos se sientan a su regazo como pueden, la abrazan y hablan un buen tiempo de las cosas que han pasado mientras la esperaban. Molly les asiente y expresa sorpresa por más que muy poco es entendible.

Los adultos solo dicen que la bebé es preciosa, que ya quieren que les dejen tomarla, que pobrecita por seguir llorando…

Y entre tanta conversación sin mucho sentido, las sanadoras y medimagos solo ven mucho amor. Y se enfrascan en esa vista, tomando fuerza de ella. Luego comentaron que deberían dar de alta con más frecuencia. Muy pocas veces se dan cuenta de la felicidad que pueden dar gracias a su trabajo. Normalmente, solo se quedan con la esperanza de los que pueden subir al hospital mejoren, y las lágrimas de los que se quedaron ahí…

-o-

Por más que Molly y Arthur intentan quitarle importancia al asunto, los gemelos Fabian y Gideon, junto a Pandora y Cedrella; lograron su cometido: Llegarán de improviso donde Quartus, y le exigirán que abra su casa para una celebración familiar.

Cuando Molly oye eso enrojece e intenta, con más insistencia, que no hagan algo por ellas. Pero Septimus insiste que no es tanto. Dice que su hermano mayor sabe que su casa es perfecta para que la familia celebre en ella. Además, en esos tiempos y después de la muerte del Granny Allan, Ottery st. Catchpole en serio necesita alegría. Y ya todos se habían contagiado con ella en media sala de emergencias. ¡Hasta Xeno invita al personal del lugar a la fiesta!

―¡Sí claro, nos encantaría tenerlos ahí! ―exclama Gideon, el más corpulento de los gemelos―. Salen a las dos, ¿no? ¡Lléguense apenas terminen aquí!

―¡Es más, manden lechuzas con invitaciones a todos los sanadores y medimagos de los otros turnos ahora mismo! ―le secunda Fabian.

Molly, totalmente mortificada y enrojecida, les da de manotazos a los dos mientras susurra en gritos:

―¿¡Cómo se les ocurre!? ¡Que no es su casa…! ¡Ni siquiera es su tierra familiar!

―Es verdad, ¿cómo se les ocurre muchachos? ―exclama Septimus, con una sonrisa divertida en su rostro― ¡Que no pueden enviar las invitaciones si no se saben la dirección! Sanadora Wellbeloved, por favor, apunte…

Al final, y ahí mismo Septimus, Cedrella y la sanadora Wellbeloved, escribieron las invitaciones a la fiesta en la casa de Quartus… Y no una al mismo Quartus para decirle que va a hacer una fiesta, dicho sea de paso.

Molly esconde el rostro en sus manos, muy avergonzada por toda la atención que se le está dando a su salida del hospital. Arthur la abraza divertido mientras le insiste que no es para tanto. El abuelo Prewett está embobado con su nieta en brazos, que se ha vuelto a dormir con su nana. Los gemelos y Xeno juegan y hablan con Billy y Charlie, todos sentados en el suelo. Los otros adultos están organizando entre sí la fiesta donde Quartus… Y la sanadora Meredith Prince mira a todos con sorpresa y una gran pero agradable extrañeza.

Un ambiente tan amable y distendido… Meredith nunca lo había visto y, menos, sentido. Era como si estuvieran en la sala de estar de alguien como la abuela favorita que cualquier niño desea tener; y todos estuvieran siendo bienvenidos y abrazados por simplemente estar ahí. Meredith nunca antes ha estado tan segura de que en serio que la familia Weasley tiene una poderosa magia dentro de sí. Por esos varios minutos, lograron convertir la sala de emergencia en un hogar. Ese que se llevaron consigo cuando salieron por la Red Flu.

La sala de emergencias volvió a ser la de siempre, para la melancolía de los que se quedaron.

-o-

De las primeras cosas que se les dice a los padres con bebés recién nacidos es: no debes usar ciertas formas de transportación mágica con niños menores de dos años. Por eso Molly, Arthur y la bebé tienen que usar algo que pocas veces se ve por los aires de Gran Bretaña: una alfombra voladora.

Por más que las corporaciones de escobas voladoras las han logrado hacer ilegales en Gran Bretaña, también es verdad que nadie ha podido inventar un medio de transporte mágico más seguro para los niños pequeños. Por eso, San Mungo es el único lugar en esa comunidad mágica tiene alfombras voladoras, pero solo para el transporte de infantes de menos de dos años de esa institución a su casa y viceversa.

Así que, cuando ya todos los demás familiares partieron hacia la casa de Quartus a decirle que van a hacer una fiesta ahí, la sanadora Wellbeloved guía a Arthur, Molly y la bebé al techo de San Mungo. En el camino, conversan animadamente sobre Ottery st. Catchpole mágico, lugar que la sanadora nunca ha visto pero que, gracias a la estadía de Molly y la bebé como sus pacientes, cada vez le interesa más. Está tan inmersa en esa conversación, que no es hasta que está a punto de abrir la puerta para salir a la azotea, que recuerda algo muy importante y se gira hacia ellos, apenada:

―¡Lo siento mucho! Con tanta celebración se me había olvidado… Por favor, síganme a mi oficina. Tenemos suerte de que está cerca. Tengo que hablar con ustedes de los cuidados que Ally necesitará desde ahora en adelante.

La sanadora se gira y empieza a caminar. Ellos la siguen al instante. La bebé bien pegada al pecho de su madre, y dormida. Por eso, antes de hablar, Molly respira y piensa. Ya ha aprendido que tiene que tener cuidado con sus emociones cerca de su niña.

Arthur no tiene esa consideración:

―¿Hay más que no nos ha dicho? ―pregunta él, totalmente serio―. ¿Ally no está fuera de peligro?

―No. Si lo estuviera, no le estaría dando el alta. Pero eso no quiere decir que deban tener cuidados constantes con ella.

Molly salta al instante:

―¿Cuáles? ―nada como saber qué puede hacer y cómo para sentirse mejor con la situación.

―Son cosas simples. Aquí adentro lo hablaremos con tranquilidad.

La sanadora abre una puerta de las tantas que hay en ese pasillo solitario, y entra. La oficina es más grande de lo que hubieran creído desde fuera. Algo a lo que los magos y brujas están muy acostumbrados. No a que la oficina de un sanador sea más parecida a un soleado jardín-sala de estar, que al lugar oscuro, cercado por ingredientes de pociones que suelen ser.

La sanadora los hace pasar por un camino de césped bajo, hacia unos sillones de mimbre muy acolchonados. Una individual para ella, y otro de tres plazas al frente. A la par de los mismos, hay una pequeñísima cascada que sale directamente de la pared, agua que llega a una lagunita donde viven peces de colores. El sonido es reconfortante.

Mientras los esposos se sientan, la sanadora mueve su varita para hacer aparecer una mesita de té entre los tres.

―¿Desean algún aperitivo o bebida? ―pregunta ella. Sonríe―. Molly es testigo de que la comida de este hospital no está tan mal.

―Por mi parte no ―replica Arthur, tratando de ser ameno, aunque la preocupación sigue patente―, tengo que alistarme para la fiesta de más tarde. Usted también, sanadora Wellbeloved. ¿La comida en una fiesta de Rosemary Fields? ¡Épica en sabor y en cantidad!

Molly no se deja llevar por el intento de suavizar el ambiente, y vuelve al instante al tema:

―No gracias, hace poco desayuné… Usted nos decía que tenemos que tener cuidados constantes con Ally. ¿Cuáles son esos cuidados?

La sanadora Wellbeloved da un suspiro, pero sonríe y asiente. Ya ha visto esa misma expresión de concentración en Molly antes. No parece la misma mujer a la que tenían que volver a dormir porque se dejaba llevar por los nervios y los miedos. Desde que habló con ella por primera vez, la joven madre de tres ha peleado y mejorado en poder canalizar toda esa energía emocional en ella, en dar con soluciones y trabajar por ellas. Nunca más tuvieron que dormirla, aun cuando la niña pasaba por cualquiera de sus crisis, más que todo cuando los elfos domésticos hacían los cambios de turnos.

Sin embargo, la bebé llegó al punto en que no debía seguir dependiendo de los elfos para respirar; por más que hasta cabe una posibilidad de que ella jamás recupere totalmente su salud pulmonar. Pero la sanadora Wellbeloved sabe que ese tipo de cosas no se deben decir de esa manera a los familiares, más cuando se trata de niños pequeños.

―Como saben, cuando Ally nació tan prematura, teníamos muchas preocupaciones por su desarrollo. Gracias a la madre tierra, ahora mismo, la gran mayoría de ellas han sido subsanadas. Pero hay otras en las que se tiene que seguir trabajando.

La sanadora mueve su varita. En la mesita de té, aparecen varios y pequeños biberones, llenos de una poción de color rosada lechosa. Molly las reconoce al instante:

―Esa es la leche especial de la que te hablé, Artie. De las que tengo muchas miniaturizadas aquí, en mi bolsillo. Ally tiene que mamar de mí y, dos horas después, tomar esa leche y así. ―la forma en la que habla Molly es un poco frenética―. Es muy buena para el sistema digestivo de ella, sirve para que vaya aclimitándose paulatinamente a la absorción de nutrientes.

Arthur la mira y la asiente. La sanadora le da un momento de silencio, como para darle oportunidad de seguir hablando si así lo quiere. Como no lo hace, Hester Wellbeloved vuelve a hablar.

―Exactamente señora Weasley. Y, como ustedes saben, no solo el sistema digestivo de Ally nos preocupa. También está su sistema respiratorio.

Molly no puede aguantar quedarse en silencio un momento más.

―Lleva una semana con un ritmo de respiración estable ―dice al instante.

Arthur se acerca más a su esposa y le abraza de lado. En silencio, Molly pone la cabeza en su hombro y se acurruca un poco en él. La relajación es notoria en ella. la sanadora Wellbeloved les sonríe y vuelve a hablar con su tono paciente de siempre:

―De nuevo tiene razón, señora Weasley, y por eso y por los buenos cuidados de sus padres, es que les estamos dando de alta. Voy a explicarles los cuidados que necesitan tener para con su sistema respiratorio. ―mueve de nuevo su varita y, frente a ellos, aparece un caldero.

El caldero es muy diferente de lo que suelen ver normalmente en pociones. No está hecho de algún mineral como todos los demás, si no de un material grueso, cristalino y azulado. Está lleno de una sustancia de la que emana un vaho muy blanco que se evapora rápidamente en el aire.

―Esto es un oxigenador. Lo que hace es llenar de más oxígeno el aire, que le facilita la respiración a Ally. San Mungo se los va da, como todos los demás tratamientos, hasta que ella lo necesite. Aunque, si algo le pasara al oxigenedor, la reparación correría a cargo de ustedes. Espero que no haya ningún problema en con eso.

―Por supuesto que no… ―acepta Arthur. Saca la varita de su bolsillo―. ¿Puedo?

―Claro.

Arthur indica hacia el oxigenador con la varita. El objeto flota en el aire y se acerca lentamente hasta el rostro de Arthur. Él murmura "revelio" y un hechizo dorado sale de su varita, impacta en el caldero y se convierte en una bruma de humo que cubre el objeto por un instante. Frente a los ojos de los tres, ese humo se condensa en líneas y letras que se "pegan" alrededor del oxigenador.

Esas son las inscripciones rúnicas del objeto. Las "instrucciones" que dice cómo se hace la magia. Mientras el caldero sigue en el aire, Arthur lo gira para examinarlo.

Molly también ve el objeto con interés, enojada consigo misma por no haber tomado Runas junto a Arthur en Hogwarts… ¿De qué sirve saber que los muggles usan algo que se llaman pantalones, tubos de tela para cada pierna? ¿O qué significan las líneas de sus manos en el porvenir de los magos o brujas? ¡Si al final la adivinación cambia con esas mismas líneas, y todo el tiempo! Pero Runas, Runas ahora mismo es lo que en la base de la salud de su bebé.

―¡Qué ingenioso! ―exclama de repente Arthur, y devuelve el caldero a la mesita con un movimiento de varita―. Molly, esto es una obra de arte. Solo necesitas llenar con agua el caldero, tocarlo con tu varita activada hasta que haga un sonido. Solo con eso, va a funcionar alrededor de doce horas… ¡A tío Sextus le encantará ver esto!

Molly asiente con energía y mira hacia la bebé dormida. Le acaricia en círculos la espalda, como tratando de tranquilizarse de que está bien, sobre su corazón.

―Me imagino ―le responde distraídamente a Arthur, luego mira hacia la sanadora―: ¿Hay algo más que debamos saber del oxigenador, sanadora Hester? Tal vez sobre su mantenimiento…

―Como solo se trata de agua, que se evapora toda por su encantamiento, el único cuidado que debes tener es tenerlo en un lugar estable.

―¿No hay problemas de desgaste? Bien que mal, va a estar funcionando continuamente ―pregunta Arthur.

Apenas conteniendo el silencio, Molly mira hacia la sanadora casi que acusadoramente. Espera su respuesta seriamente.

Por alguna razón, Hester siente que está otra vez frente a su madre aquella tarde a sus ocho años. Fue el peor regaño de su vida. Jugando a ser mamá, ella había hecho alguna poción para su hermano menor. El pobre terminó con piel azul, enormes dedos tanto en pies y manos, su cabello cambiado en plumas y, su llanto, era como el repiqueteo de campanas.

Pero lo de ser tremendamente regañada por su madre vino después. En ese momento, cuando su madre vio lo que pasó, la bruja se sentó a la par de su hijo para acariciarle por encima de la ropa y calmarlo, mientras ella debía enviar la lechuza mensajera a San Mungo.

Cuando vio a los sanadores arreglar el terrible sufrimiento que ella había infligido sin querer a su hermano; Hester Wellbeloved, de apenas ocho años, supo lo que quería hacer en su vida: sanadora de San Mungo. Casi sesenta años después ahí está, sentada frente a unos padres amorosos y su bebé que mágicamente sobrevivió al nacer ni con siete meses de gestación. Ahora, ella es la que tiene las respuestas y las formas curar.