―No se preocupen, no tendrán problemas de desgaste con el oxigenador. Cada vez que nos veamos en los seguimientos de Ally, se aprovechará para cambiarlo. ―ella acerca la varita al objeto mágico―. Permítanme enseñarles cómo se usa en más detalle. Si eso les tranquilizan, hasta pueden practicar con él antes de ir a casa.

Unos diez minutos después, cuando hasta Molly está confiada en que sabe todo lo necesario para hacer uso del oxigenador, la sanadora se enfrasca en el tema que más le interesa.

―¿Alguno de ustedes ha oído de los hechizos bullae? ¿Los hechizos que usan burbujas?

Arthur, que había empezado a levantarse del sofá, se sienta al instante. Molly está respondiendo a la pregunta:

―Solo la que se usa para poder respirar bajo el agua, el que enseñan en quinto o sexto año.

―Ese es el más conocido de ellos, y saber hacerlo les va a servir para la parte de intención del que les quiero enseñar. El hechizo se llama humini bullae. Sirve para rodear todo el cuerpo de una persona en una burbuja permeable al aire. Si se hace bien hecha, no será redonda si no que siempre estará a unos centímetros de su piel, la persona no flotará, la burbuja no se verá y prácticamente es como si no existiera. Voy a hacer el hechizo ahora mismo con Ally. Miren los movimientos de varita, por favor.

La mujer dice claramente el hechizo, y mueve la mano en forma circular y con un movimiento de indicar y alejar lentamente al final. De la punta de su varita sale no un rayo, si no lo que parece ser una larga burbuja de jabón que se acerca a la recién nacida, la envuelve y, de la nada, desaparece. La bebé sigue durmiendo sin más.

―¿Se siente algo, Molly? ―pregunta Arthur con interés. Cuesta ver una magia que no se sienta, por la que no se reaccione al instante y que no despierte a una bebé pequeña.

―No, solo como una brisa acuosa al principio. Pero, ahora, nada… ―mira hacia la bebé y vuelve a acariciarle la espalda y luego, mueve esa mano hacia su bolsillo. Saca la varita―. ¿Podemos ver de nuevo el hechizo? Quiero practicar.

―Pero primero, ¿para qué exactamente sirve? ―pregunta Arthur.

―El humini bullae es lo que llamamos un hechizo base ―responde la sanadora―. Sirve para hacer una barrera entre la persona y el entorno. Luego, se decide de qué tipo de burbuja se va a trata. Por ejemplo, ―mueve la varita, como pidiendo permiso. Molly le asiente―. Se puede mezclar esa burbuja con un protego ―de una vez hace el hechizo.

Alrededor de la bebé aparece un halo blancuzco, a unos centímetros de ella y siguiendo su forma. La burbuja rodea ciertas partes de Molly, manteniendo las manos y brazos de ella dentro de la burbuja y en contacto con la bebé sin ningún problema.

―¿Y ahora, se siente algo? ―repite Arthur.

―Como si llevara puesta unas cadenas ligeras en ciertos lugares. Nada más.

Para dejar ver que el protego sirve, la sanadora usa el hechizo que produce cosquillas contra esa barrera protectora. La bebé sigue dormida mientras el rayo impacta contra la burbuja, esta se curva un centímetro, y expulsa el hechizo hacia un lado. El rayo da contra la cascada antes de desaparecer. La sanadora hace el finite incantatem, con mucho cuidado, dirigido hacia la bebé. La burbuja-protego desaparece. Pero, aunque pareciera que esa era su intención, Hester hace una mueca de decepción.

―Solo quería quitar el protego, pero también se quitó la bullae... Como imaginarán, el imponer el segundo hechizo a la humini bullae es más difícil que hacer ese hechizo comúnmente. Se necesita más concentración y visualización. Algunos excelentes magos y brujas logran solo cancelar el segundo hechizo y mantener la bullae puesta, lista para activar otro hechizo en ella. Uno de nuestros sanadores, Asclepio Abbott, hasta puede cambiar el tipo de bullae sin tener que decir los hechizos… En su juventud, eso lo llevó a la final del campeonato de duelo internacional contra el Filius Flitwick. No ganó, pero sí ha sido la final más cerrada y larga que haya vivido nuestro gran campeón.

Hester deja de hablar de repente. Se da cuenta de que estaba divagando y, aunque Arthur estaba muy interesado en el tema, Molly no. La mamá de la bebé la mira con esa concentración que le dice "ve al punto" más que sus palabras:

―Entiendo la gran utilidad de aprender ese hechizo, sanadora Wellbeloved. Pero, antes de que lo practiquemos y aprendamos, quiero saber cuál o cuáles son los segundos hechizos que quiere que usemos en Ally. Y por cuanto tiempo o por qué son tan necesarios.

―Por supuesto ―responde Hester―. El segundo hechizo es el procelcius. Ally necesita estar rodeada de una temperatura constante de entre 18 y 20 grados centígrados, como lo tenemos en el hospital.

―¿¡Tan caliente como aquí!? ¡Si ya está abrigada! ―exclama Molly.

Hester se sonríe con cierta diversión.

―Aunque sea difícil de creer para los que hemos crecido con veranos de 15 grados centígrados, de 18 a 20 grados es la temperatura en la que los seres humanos estamos más cómodos como especie. Además, y esto es lo más importante para Ally, es la temperatura perfecta para la respiración.

Molly y Arthur asienten con seriedad.

―Recordemos también, que tienen la poción que deben calentar para que ella respire su vapor por al menos diez minutos antes de dormir.

―Sí, Molly también me habló de eso. La primera vez que oigo de pociones que se administran en vapor. Ojalá tantas otras fueran así, que entre respirar o tragar una de ellas… Aunque no sé si la hora sea la mejor. Al menos no si es como Billy, que le cuesta dormirse. E intentar dormir a un bebé haciéndolo respirar el olor de una poción, no sé yo si nos hará las cosas fáciles.

Molly le ha dado un par de codazos para callarlo mientras habla. A pesar de eso, Arthur no teme decir sus comentarios hechos con buen humor.

Hester Wellbeloved asiente.

―También pueden ponerla a respirar la poción cuando ya esté dormida. Aunque es un poco difícil de hacer con el bebé acostado, imagino que pueden encontrar la manera entre los dos. Sin embargo, entre eso y las pijamas con runas que les dimos, las que cuidan de su ritmo de respiración y pulso cardiaco, no creo que tengan algún problema grave.

―Sí, no es tan difícil sanadora. Mi esposo solo trataba de bromear ―dice Molly y mira a su esposo, como para acusarlo de incomodar a la sanadora.

―Lo entiendo. Y me parece muy bien, ¡que el buen humor es necesario para llevar bien la vida! ―ella hace un movimiento, como un pequeño brinquito ahí sentada―. ¡Y bien! Esos son los cuidados que la niña necesita. Si Ally siempre está rodeada de esa temperatura, a menos de cinco metros del oxímetro, está vestida con sus pijamas especiales, no hace esfuerzos excesivos y respira su poción en la noche; tendrá lo necesario para alcanzar un desarrollo óptimo de su sistema respiratorio y circulatorio.

Molly frunce los ojos y Arthur se acerca más al filo del sofá.

―Un bebé no hace esfuerzos excesivos ―dice al fin el padre.

―¿Cuánto tiempo va a necesitar estos cuidados mi… nuestra bebé? ―termina Molly, abrazando más fuerte contra su pecho a la aludida, que duerme sin saber que están explicando como será su vida.

Hester sabía que iba a tener que decirlo, y aunque lo hace con tranquilidad y hasta positivismo, por dentro está nerviosa con cómo los padres pueden tomar esas noticias.

―Esperemos que alrededor de los ocho años, esté mucho mejor y podamos quitarle alguno de los cuidados. ―"¡Ocho años!" exclaman los dos padres, ella sigue con su explicación―: Pero creemos que, para cuando alcance los veinte y cinco, ya su sistema respiratorio esté totalmente maduro y sano. Dado que estará bajo sus cuidados, y la de sus elfos domésticos, estoy muy esperanzada de que así sea.

Arthur y Molly se quedan callados por algunos segundos, asimilando lo que le han dicho.

―¿Hay… hay algo más? ―dice Molly, su voz algo baja y aguda, con temor―. Sobre su cerebro, y su motora, y sus ojos… Lo que me dijeron al inicio que podría tener problemas… Pero usted dijo que iba bien, ¿no, no?

―Sí, todo está como debe ser. Se mueve como se debe, responde a los sonidos, mama bien y, sus ojos, están bien según su edad. Todo está como debe ser a esa edad y, si algo pasara después, tenemos formas de ayudarla. Tenemos que estar pendientes con el sistema circulatorio, que trabaja muy de cerca con el respiratorio. Como ya les hemos dicho, este es de lo más problemático en los bebés prematuros. Como siempre está activo, es más difícil de sanar.

―Eso lo sabemos… ¿¡Pero hasta los veinticinco años!? ―se indigna Arthur. Molly solo acaricia la espalda de la bebé, en silencio.

―Para esa edad, siempre se ha terminado de instaurar la magia intra-corporal que ralentiza el envejecimiento y cuida mejor de nuestra salud.

―¡No sabía eso! ¿Por eso es que vivimos unos cincuenta años más que los muggles? ―pregunta Arthur, muy interesado.

―Así es. Y, los siete años que mencioné antes, es más o menos cuando la magia empieza a ser menos caótica en los niños mágicos. Como que se asienta dentro del cuerpo. Eso hace que, nuestros remedios, sean más fáciles y estables de administrar. Por todo eso, tenemos la esperanza de que la magia termine de sanar los sistemas respiratorio y circulatorio de Ally.

―¿Y su corazón? ―pregunta Molly―. Siempre dices que está funcionando bien, pero que el sistema circulatorio trabaja muy de cerca con el respiratorio y que, con el tiempo, se puede desgastar… Y el corazón también trabaja todo el tiempo…

―No te preocupes por lo que puede pasar, Molly. Ocúpate de lo que puedes hacer para intentar que no pase. Por ahora, con los cuidados que le van a dar a Ally ustedes, los elfos domésticos y toda Rosemary Fields por lo que sé, las posibilidades de que su salud se normalice son de las mejores. ―la mujer vuelve a hacer ese movimiento, como de un pequeño salto―. ¡Bien! ¿Quién quiere practicar los hechizos humini bullae y procelcius primero?

―¡Yo! ―pide Molly, y la bebé se remueve y hace un amago de llanto.

―Bien ―la sanadora ofrece sus manos―. ¿Puedo cargarla mientras practicas?

―¡Mejor lo hago yo! ―exclama esa vez Arthur.

Molly le da la bebé al muy sonriente papá. La pequeña se sigue removiendo pero, para cuando la madre está segura de tratar el hechizo bullae con su hija, Arthur ya la había logrado dormir de nuevo.

-o-

Casi tres horas después, la sanadora Wellbeloved está sentada al frente de la alfombra voladora, deslizándose por el aire, bajo el cielo nuboso. Arthur y Molly, con la bebé en los brazos de su padre, están a medio metro de ella, uno a la par del otro. La alfombra voladora es de color azul claro y tiene líneas blancas y doradas que hacen dibujos florales. Justo donde están sentados ellos tres, y dos espacios más atrás de los esposos, tiene los dibujos tejidos de nubes con tintes dorados.

Frente al espacio del piloto, donde Hester Wellbeloved está sentada; hay varios símbolos hechos con la misma tela blanca y dorada. Aunque si se ve más de cerca, se puede observar que en medio de esos trazos de telas hay runas tejidas que, si la sanadora toca el símbolo, se iluminan un segundo antes que la alfombra voladora siga el comando que la piloto le da… Eso, que las alfombras voladoras sean más difíciles de pilotar, es uno de los tantos factores por las que son ilegales en Gran Bretaña… A excepción de un uso controlado para San Mungo.

―Señora Weasley, creo que ya estamos llegando al valle de Ottery st. Catchpole ―dice de repente la sanadora―. ¿Puede fijarse de nuevo para saber hacia dónde debo ir?

Mientras lo dice, toca algo en la tela frente a ella. Y, en pocos segundos, la alfombra voladora para del todo. Se queda en el cielo, flotando y con sus bordes moviéndose, como si estuvieran sobre una oleada tenue en el mar. Aun así, Molly no teme ponerse en pie, porque en donde se encuentran ellos se siente como si estuvieran parados en tierra firme. Además, la alfombra misma tiene un sortilegio protector que rodea hasta unos tres metros alrededor de ella, y evita problemas con las corrientes del aire, baja de oxígeno y temperatura de viajar alto en el cielo.

Allá, como si fuera una miniatura de juguete, Molly puede ver el valle donde se asienta lo que ellos llaman Ottery muggle. Una calle principal, y casas desperdigadas hasta las faldas de los tres pequeños cerros y una meseta de diferentes tamaños que rodean el valle. Más o menos a la derecha de la calle principal hay un río grande. Ahí están las nutrias por las cuales se nombró a ese pueblo. El mismo tiene su riachuelo en la montaña más alta de las que rodean el valle.

―¿Ves el río que baja de la montaña más alta? ―dice Molly, ya orientada―. Ve a la montaña que está a la derecha de esa. La mansión del tío Quartus está en la cara oeste de ella. No la perderás de vista.

Molly se sienta y lentamente al inicio, la alfombra se vuelve a acercar hacia la dirección que la pelirroja le acaba de dar a la sanadora. Mientras tanto, Arthur, que ha estado dejando que su bebé le tome el dedo, siente que tiene que hablar:

―En serio, me encantaría poder comprar una de estas ―repite Arthur, mientras su esposa se acerca a un lado.

―Creo que Gran Bretaña necesita tu firma y, por lo menos, mil más para que el Winzegamot siquiera oiga esa posibilidad. Que aquí tenemos dos de las más grandes fábricas de escobas voladoras de toda Europa. Y ellos, y sus galeones, sí que no quieren que las alfombras voladoras, que no les han dejado entrar fuerte a los mercados asiáticos y africanos; se infiltren en sus territorios… ¡Vaya! ¡En serio que ese era un gran hechizo de camuflaje!

Eso último lo dice cuando la sanadora Wellbeloved de un pronto a otro, por encima de las colinas que parecían solo tener césped y árboles naturales; aparece el doble o el triple de tierra, convirtiendo esas pequeñas colinas en casi unas montañas. En todo ese terreno recién descubierto, está Rosemary Fields. Es una granja que usa algo como gruesísimos escalones para tener espacios planos en un terreno natural empinado. Y cada uno de ellos, ya sean para animales, árboles frutales u hortalizas; parece tener su propio carácter, o encanto.

En el espacio que antes era más o menos las cimas de las colinas, y que al ser mago o bruja puedes ver que solo era parte de la falda del cerro; está lo que los magos y brujas que viven ahí llaman "Ottery mágico".

Como a un cuarto de kilómetro de las casas muggles, están la mayoría de las viviendas de los Weasley y su descendencia. La Madriguera es una de ellas. Es más, es una de las más cercanas al pueblo muggle. Hasta algunos lugareños podría hablar de la existencia de su maizal; aunque la casa en sí tenga hechizos aleja muggles y parezca, frente a los ojos de ellos, como una pequeña casa en ruinas.

La vivienda de Quartus, como La Flor, no es una de esas casas de las faldas y relativamente cercanas a los muggles. Esa está en la parte alta del cerro, muy cerca de la cima. Es una mansión de dos pisos que tiene cierto parecido con el Taj Mahal, aunque pintada por doquier y, sin algún orden, con colores pasteles. Además, parece haber sido cincelada del cerro mismo… Una obra de arte que, si le preguntan sobre ella al tío Quartus, puede durar varias horas hablando al respecto, sus ojos brillantes de puro entusiasmo.

El "escalón" donde fue construida esa mansión tiene árboles frutales, por lo que el lugar es muy colorido, alegre. Es perfecto para que, en un espacio con árboles mucho más espaciados, hicieran un hermoso jardín en donde han aparecido mesas, sillas y donde unas setenta personas, varios adultos y muchos niños de diez o menos años, están esperando por ellos.

Mientras más se acercan, las personas se van reuniendo hacia donde viene la alfombra voladora. Los familiares les mueven sus brazos en bienvenida y con alegría. Hester Wellbeloved se da cuenta de que, personas que ella creía que eran niños, en verdad eran elfos domésticos. Esos son los más alegres de todos, brincan en su sitio de pura felicidad.

―Manténgase cómodos y no teman. Para bajar, voy a pedir a la alfombra que baje en un ángulo de treinta grados. No se preocupen, sus asientos los mantendrán en su lugar. Si sienten nervios, cierren los ojos ―dice la sanadora, con ese tono de que ha repetido eso ya varias veces. Aún así, en su rostro hay una sonrisa.

En sus años de sanadora ginecológica, puede contar con una mano los bebés prematuros de menos de treinta semanas, que han podido sobrevivir. Y de esos, ninguno lo ha contra todo pronóstico como la pequeña Weasley y, menos, parece haber salido de ello sin ningún problema neurológico.

Por ese tipo de cosas, y después de aprender en unos dolorosos primeros años en la práctica, ella sigue al pie de la letra la máxima de no involucrarse emocionalmente con los pacientes. Hester puede ser amable, tranquila y el bastión para ellos, pero jamás se dejará verdaderamente sentir por sus pacientes, más con los que tienen circunstancias difíciles.

Por eso, aunque ha sido invitada varias veces a celebraciones (en el peor de los casos, funerales) por sus pacientes o sus familiares; esa es la primera vez que atiende a una de ellas. Hay algo en la familia Weasley, en su hogar y en la manera que la magia de esa familia y lugar confluyeron en la de los elfos domésticos, que la hacen sentir esperanza. Esperanza de que ha encontrado la manera, aunque no termina de entender cómo lo hará, de ayudar a sus pacientes.

Simplemente, no puede ni quiere alejarse de ellos o de esa posibilidad.

Y, con una sonrisa, termina de bajar la alfombra voladora y se detienen. Cuando se queda flotando a unos treinta centímetros por encima del césped, casi que todos los invitados los están rodeando. Hasta Tercius, el fantasma de un niño de nueve años y el único de su clase que reside en Ottery mágico, está ahí.

… Los dos fantasmas que residen en Ottery muggle visitarían La Madriguera algunos días después, muy curiosos de conocer la bebé de la que tanto fanfarroneaba el muy ufano tío abuelo… De perennes nueve años.

En el día de la llegada desde san Mungo, ese fantasma ha pasado por entre varias personas, literalmente, corriendo en vez de flotando y llevando frío a quienes ha traspasado. Cuando llega donde Molly, Arthur, la bebé y los primos que los rodean, él sonríe grande y extiende los brazos con energía.

―¿¡Puedo cargar a la bebé!? ¡Puedo, puedo, por favor sí!

Arthur y varios otros alrededor de él niegan y sonríen. Aunque la mayoría, ven al pequeño con cierta lástima o tristeza, mientras el padre de la recién llegada se agacha a su altura.

―Tío Tercius, no puedo dártela. No es porque no quiera, es porque eres un fantasma, ¿recuerdas?

El niño baja los brazos con fuerza y da varias patadas en el suelo, aunque no mueve ni una hoja del césped con eso. A la vez, grita con una actitud de berrinche:

―¡Uuuuuy, por las barbas de Merlín! ¡Me olvidé de nuevo! ―da un gruñido de pura frustración mientras vuela por encima de los congregados. Mira alrededor, encuentra a "su presa" y empieza a gritar mientras vuela hacia él―. Primus, Primus, ven aquí de una vez y carga a la bebé por mí… Vamos, deja la comida y de mirar desde lejos. ¡Vamos!

Primus, es el único de los hermanos de Septimus que no se casó y tuvo hijos. Dejando de lado a Tercius, por obvias razones, y a Quintus que murió en la guerra contra Grindelwald antes de poder casarse.

A diferencia de ellos dos, Primus parece que no se casó simplemente porque no le interesó. Él es un hombre de la tierra, de esos que aman tanto la naturaleza que no saben cómo tratar con los seres humanos. Tanto, que su mejor amigo y más leal compañero es el fantasma de su hermano menor muerto. Los dos viven junto a su madre, en la casa donde crecieron. Ellos son los únicos que quedan de la familia de nueve que antes llenaba de energía ese gran hogar.

Extrañamente, muchos dicen que en esa casa, quien da la vitalidad es justo el único ser no vivo: el fantasma de Tercius. La forma introspectiva de ser de Primus y esa extraña perenne observación en los Ollivander; familia en donde nació la madre de ellos, hace que el fantasma de un niño energético que murió a los nueve años, sea el más "vivo" de esa vivienda.

Mismo fantasma que, de alguna manera, tiene "tomada" la mano de su hermano mayor y lo está jalando hacia los recién llegados. Él es un hombre alto y fornido de rizos pelirrojos muy canos. En verdad ronda los sesenta cinco años de edad pero, por la fisiología de los magos, aparenta unos cuarenta y cinco. No parece muy entusiasmado con lo que pasa pero, mientras se deja llevar por el fantasma y la familia le da espacio, parece darse a la idea de su destino.

Hester Wellbeloved se pregunta cómo es eso posible. Que ella supiera, lo más que pueden hacer los fantasmas es mover algunos objetos cuando están llenos de emoción. Sin embargo, por la forma en que camina Primus, siguiendo la fuerza que toma su mano, es obvio que ese fantasma lo puede arrastrar... Sin embargo, ni el aludido ni los familiares parecen extrañados por eso…

Los Weasley son cada vez más interesantes a los ojos de la sanadora. Por el intercambio de miradas y comentarios entre sus compañeros de la sala de emergencia, Hester sabe que no es la única que se dio cuenta de ese nuevo misterio sobre los granjeros pelirrojos. Un fantasma que puede tocar solo se ha adherido a la lista de esos milagros dentro del hogar Weasley, esos de los que nadie tenía idea que existían.

Mientras todos los medimagos y sanadores miran hacia el fantasma que podía jalar una persona, este ha llegado frente a los homenajeados, deja ahí a su hermano mayor y flota a un lado, para mirar todo.

Molly sonríe alegremente, con Charlie alzado y Billy tomado de su mano. Los dos pequeños se ríen con fuerza, apenas manteniendo sus bocas cerradas. Aunque llevan pocos años conociéndole, hasta ellos saben que el tío abuelo Primus ya hacía mucho con estar en una fiesta llena de personas.

―Buenos días tío Primus ―dice Arthur, algo nervioso―. Entonces, ¿listo para cargar a Ally? Eh, ¿sabes cómo hacerlo o…?

El aludido sube la mirada y carraspea.

―Soy un Weasley ―dice el hombre, con esa voz baja y grave―. Sé como alzar bebes.

Y sin más, la coge entre sus grandes brazos.

Por alguna razón, todos empiezan a aplaudir y vitorear. Uno de los más bulliciosos es Tercius el fantasma. Primus hace como que no oye nada, sonrojado por debajo de sus pecas y bronceado, mientras mueve lentamente a la bebé.

-o-

Desde ese mismo día, la aguja del gramófono de ese universo empezó a estar más tiempo en la nueva posición que en la anterior. Por supuesto que Gillian Pokebay, Adalbert Waflling y cualquier inefable que tuviera que ver con la oficina de Universo saben que eso se dio. Aún así, nadie sabe por qué se da ese cambio exactamente en ese día. No lo saben ni cuando dan con la existencia de Debby como el catalizador del cambio de universo.

Nadie sabe que, en la realidad principal de esos universos, el que fue la base de una historia de siete libros y ocho películas en otra realidad mucho más diferente que estas; más o menos fue por ese día que Allan Weasley muere de un derrame cerebral.

Eso fue muy repentino y doloroso para la familia de Ottery mágico. Tanto que, en los meses en que Primus, el nuevo patriarca, se empieza a dar a la idea de sus tareas; ya la granja había perdido mucho de su funcionalidad.

Eso no fue lo peor de todo. Con los años, y el recrudecimiento de la guerra contra Lord Voldermort, muchos de los Weasley, Diggory y algunos Fawcett, decidieron migrar de Gran Bretaña. Ser parte de una familia sangre pura "traidora a la sangre", era cada vez más peligroso para ellos.

Los problemas económicos se fueron apilando, cuando los demás magos y brujas empezaron a rescindir los contratos para no ser "vistos como traidores a la sangre". Eso en medio de que se dieran varios ataques contra Rosemary Fields, matando con eso a cuatro familiares. Una cifra pequeña en comparación con los ataques perpetrados en Ottery muggle, solo por vivir cerca de los Weasley…

Por eso, y más, Rosemary Fields cayó en la bancarrota a finales del ochenta. Eso hizo perder a la familia su silla en el Winzegamot, que los familiares que migraron se quedaran en su nuevo hogar… Y que los Weasley, la familia que por más de cien años dio de comer, con todos los ingredientes, a unas diez mil personas; se convirtieran en "los pelirrojos que tienen más hijos de los que pueden sostener".

Sin embargo, en el universo donde sí nace Debby, Allan muere para salvar dos vidas. Los elfos domésticos de Rosemary Fields dejan ver su valía, la de ellos como la de sus tierras. Nace una niña milagro que se convierte en noticia y esperanza, aunque solo por unos días, en una Gran Bretaña que necesita mucho de eso… Todas situaciones que llenan de cierta alegría y orgullo a la familia.

A diferencia que con lo que le pasara a Primus en el universo original, la familia Weasley estaba unida y fuerte. ¡Lista para seguir viviendo, y creciendo, a su manera!