8. Un paseo por las dudas

Recibir un whatsapp de Marin preguntándole si le apetecía quedar para charlar un rato fue lo mejor que le pudo haber pasado esa mañana. Llegó a las inmediaciones del Arco de Adriano, su punto de encuentro acordado, con tiempo suficiente para poder sentarse en un banco y ver pasar la gente como si fueran figurantes de una escena sin protagonistas. El sol aún estaba escalando hacia su punto álgido y el aire que corría era frío, idóneo para espolear los sentidos.

Kanon hundió la nariz en el cuello alzado de su chupa de cuero. Las manos estaban metidas en los bolsillos de la chaqueta y las piernas, relajadas y ligeramente separadas, brincaban con una mezcla de nervios y ansiedad. No llevaba el tabaco encima y ya comenzaba a echarlo en falta, pese a estar masticando una importante amalgama de chicles de menta; dejarlo en casa había sido una decisión premeditada, puesto que él mismo se estaba dando cuenta que el abuso de nicotina de esos útlimos días le estaba dejando la garganta rasposa y el pecho castigado.

El tráfico de esa hora de la manaña ya era terrorífico, y cuando el semáforo cercano a esa plazoleta dio paso a los peatones, Marin apareció entre la marabunta de gente que cruzaba. Desde que Thane quedara libre de cargos su camino profesional se vio extinguido y ambos se dedicaron a sus terrenos personales sin haberse hablado hasta que la abogada le mandó ese mensaje que Kanon respondió con una llamada.

Al pisar el terreno arenoso de la pequeña plaza sus pies se detuvieron, y con un rápido barrido visual de la zona pronto dio con la figura de Kanon repantigada en un banco. Él ya la había divisado desde que su avance la separó de la corriente de la muchedumbre, y cuando se vio descubierto se alzó del banco y andó un par de pasos que Marin alcanzó enseguida.

- ¡Hola! - Dijo al detenerse frente a él, dudando entre darle los dos besos acostumbrados de saludo u obviarlos.

- Hola, Marin.

Kanon no mostró ninguna intención de zanjar el saludo con las establecidas costumbres sociales, y Marin se las guardó antes de forzar algo que tampoco hacía falta.

- ¿Hace mucho que te esperas? - Se recolocó con gracia la cinta del bolso sobre su hombro, pero al darse cuenta que le volvía resbalar optó por cambiársela de lado y cruzársela.- Siento si he llegado un poco tarde, pero es que dejar a Regulus en el colegio siempre es una odisea.

- No te preocupes.- Kanon le sonrió, aunque sólo se pudo apreciar por la expresión de sus ojos, dado que llevar rato sentado en ese banco, en pleno carril de aire matutino, le había dejado los músculos entumecidos, el frío metido dentro y los labios ocultos tras el cuero .- He venido pronto porque no tenía ganas de estar en casa. Te veo muy bien a ti...

Marin se pasó una mano por el cabello con coquetería, desviando la mirada hacia el horizonte y sonriéndose para sí misma.- Sí, estoy bien...- Confirmó, ahora sí, alzando la mirada para conectarla con la de Kanon.

- Me alegro.- Fue la sincera respuesta del abogado, que sin quererlo abrió un paréntesis de silencio tan estúpido como incómodo.- ¿Y a qué se debe tu propuesta para vernos? ¿Quieres ir a un café a desayunar algo o prefieres que paseemos por aquí? - Propuso, girando su rostro para indicar la entrada a la zona de las ruinas del Templo de Zeus Olímpico.

- Un paseo me parece genial.- Aceptó Marin, sonriendo a la vez que también se guargaba las manos en los bolsillos de su abrigo.- Hace tiempo que no vengo por aquí.- Ambos emprendieron unos relajados pasos, caminando juntos y sintiéndose tan extraños y torpes como dos desconocidos estrenando una cita a ciegas. Kanon no decía nada, sólo andaba con desgana, el mentón hundido en el cuello alzado de la chaqueta y la mirada puesta en el suelo. Marin tenía que contarle algunas cosas pero no sabía cómo empezar, y después de descubrirle tan marchito y alicaído, aún menos.- ¿Y tú cómo estás? - Se aventuró a preguntar, tratando de romper ese inoportuno bloque de hielo aparecido entre los dos.

Kanon alzó la vista al frente pero seguía encogido. En sus facciones se apreciaba cómo la musculatura de la mandíbula se movía por estar masticando chicle y un suspiro le atravesó los pensamientos antes de ladear el rostro y fijarse en Marin.- Te podría decir que estoy bien para cumplir con mi parte de este protocolo estúpido, pero la verdad es que estoy hecho una puta mierda, Marin.

- ¿En qué sentido, Kanon? - Marin apretó un par de pasos para poderse posicionar frente a él y detenerse, invitándole a hacer lo mismo al posar la mano sobre su antebrazo.

- En todos.- El encogimiento de hombros que acompañó la respuesta agravó la expresión de desánimo con la que Kanon se sinceró.- En todos, Marin...

- ¿Os ha pasado algo con Rada?

- No del todo...- admitió después de debatirse unos segundos entre ser correcto o puramente sincero - pero pasará si según él no "cambio de actitud", además que aborrezco la mierda de trabajo que hago, si es que se puede llamar trabajo, sumándole grandes diferencias personales que ahora mismo estoy teniendo con mi hermano y...joder...- Kanon resopló con hastío mientras huía de la atención que le ofrecía Marin. Miró al suelo, medio chutó una piedra, cambió el peso de su cuerpo de un pie al otro y cuando inspiró con fuerza intentó erguir los hombros y la mirada, hallándose con la abogada aún pendiente de él.- No sé qué cojones hacer con mi mierda de vida, esta es la puta realidad.

Marin tragó saliva sutilmente, miró a su alrededor y divisó un banco al cual arrastró a Kanon sin pedirle permiso. No había previsto que la conversación que quería mantener transcurriera por esos cauces, pero tampoco podía hacer nada para evitarlos.

- Y ahora viene cuando tú intentas convencerme de que todo lo que digo está magnificado por el momento de mierda que vivo, ¿me equivoco? - Le soltó, dejándose caer en el banco.

Ella flexionó una pierna y se sentó sobre ella, aprovechando esa posición de cercanía para apoyar el brazo en la parte superior del respaldo del banco mientras seguía mirándose fijamente a Kanon, el cual comenzó a sentirse estudiado e incómodo.

- Hace unos pocos meses, aunque ahora pueda parecernos que ha pasado una eternidad - comenzó a reflexionar - cuando supe que tenía que trabajar contigo pensé "no...por favor, con este tío no...".- Kanon ladeó el rostro hacia ella y le prestó atención absoluta.- Todo lo que creía saber de ti era que resolvías casos muy menores, que trabajar te gustaba poco y nada, que no eras un compañero del que poderte fiar y que te regocijabas siendo el hermano "malo" del Fiscal General de Atenas, Saga Samaras.

- Menudas credenciales las mías...- Se rió Kanon sarcásticamente.

Marin también se encogió de hombros y enarcó las cejas.- Eran las que tú solito te dedicabas a ofrecer. Y parecías estar muy a gusto caminando al margen de todo, sintiéndote indiferente ante todos. Y digo "parecías" porque después de los primeros días que pasamos trabajando juntos empecé a darme cuenta que tras todo el desprecio que despachabas con toda la gente que te rodeaba, existía alguien que por dentro no estaba tan podrido como quería hacer creer.

Kanon bajó la mirada, recordando cómo se había comportado con Marin al inicio de la defensa de Ikki Kido.- La verdad es que fui un jodido cabrón contigo, y lo siento.- Susurró, mirándola de soslayo.

- Ya sé que lo sientes, Kanon. Y sí, ahora viene el momento en que te digo que mires a tu alrededor y aceptes lo bueno que hay en él.- Dijo Marin.- Que el trabajo que tenemos lo aborreces...pues lo entiendo. Pero el trabajo es algo que se puede cambiar, no estamos obligados a conservarlo de por vida. En cambio, el hermano que tienes siempre será el mismo, y aunque paséis rachas de poca comprensión mútua...acuérdate de cómo te asusaste el día que pensaste que Saga no sobrevivía a esa operación a corazón abierto. Ahí, todas las diferencias que os habían estado consumiendo durante semanas, desaparecieron por completo.

Marin guardó unos segundos de silencio para que Kanon fuera asimilando con calma todo lo que ella le iba diciendo, viéndose compensada cuando él le ofreció una tímida confesión.

- No sé si podría ser capaz de concebir una vida sin mi hermano al lado...

- Y tienes a Rhadamanthys...Sí, ya sé...- Marin revoloteó la mano al aire como para aligerar todas las excusas y pretextos que pudieran surgir al planteamiento de esa realidad - Rada no es un familiar de sangre y todos sabemos que las parejas vienen y van, pero Rhadamanthys ha regresado para quedarse. Y si ha regresado es porque sabe lo que hay dentro de ti - dijo, posando su mano ligeramente sobre el pecho de Kanon.- No creo que haya nadie en el mundo, a parte de Saga, que te conozca como él. Bueno...es que creo que incluso te conoce mejor que Saga, y aún así, está contigo.

- Con un ultimátum de por medio.

- Pero está contigo. Y si te ha puesto en aviso, reflexiona y tómale en cuenta sus motivos...- Kanon miró al cielo y resopló ante las palabras de Marin, que siguió hablando con calma.- Regulus ha pasado los seis primeros años de su vida casi sin disfrutar de su padre. Yo me iba a dormir cada día ignorando si allí donde estaba de servicio Aioria explotaría un conflicto bélico que se lo llevaría por delante o no, y ahora que ha regresado y que ha decidido seguir con su profesión aquí, sin asumir riesgos personales aunque viéndose recompensado económicamente con menos, yo valoro mucho más el hecho de volver a tener una familia.

- ¿Y qué me quieres decir con todo ésto? - Le replicó Kanon, sintiéndose un poco perdido.

- Pues que no todo lo que te rodea es una mierda, como tú mismo dices. Rhadamanthys te ama, con tu hermano os adoráis, yo puedo llegar a considerarme una amiga...Shaka también es alguien con el que puedes contar...¿Que el trabajo es una decepción? Estoy de acuerdo contigo. Tanto que aquí hay el motivo por el que quería verte y charlar.

Kanon mantuvo su mirada fija en Marin, aguardando a la explicación que intuía inminente, pero la abogada parecía estar buscando las palabras adecuadas.

- ¿Ha pasado algo? - Atizó Kanon, al impacientarse con el silencio.

Marin rebuscó la mejor manera de exponer lo que necesitaba compartirle, pero al no encontrarla decidió concentrarse en esa mirada tan magnética, inspirar con fuerza y soltarlo sin filtro.- Dejo el departamento de la Abogacía de Oficio.- Kanon fue sacudido por una expresión de sorpresa que le agrandó los ojos y le enarcó las cejas.- Lo he probado, me he dado cuenta de que no sirvo para ello...o que no me gusta...o ambas cosas a la vez y lo dejo, Kanon.- La expresión de sorpresa rápidamente transmutó en otra de preocupación o decepción, que Marin se apresuró a corregir antes de sembrar más dudas de las que ya torturaban a Kanon.- Y no, por favor...ni te atrevas a pensar que es culpa tuya.

- ¡Nos tocó un caso que resultó ser una puta mierda, Marin! - Exclamó Kanon, abandonando su posición relajada para sentarse más erguido y atento a su compañera de profesión y charla.

- Pero sirvió para darme cuenta de que no me gusta este mundo de los juicios y los tribunales. No todos somos Saga, y sinceramente, después de la experiencia mía, propia, personal e intransferible, creo que hay que nacer para ello. Tu hermano es obvio que nació para estar ahí en medio, pero yo no. Y tú...me atrevo a decir que tampoco. Por eso te digo que comprendo tu desencanto con el trabajo.

- ¿Y qué harás entonces?

- Pues he pensado en montar un bufet para llevar divorcios, separaciones y temas de este tipo. Sin tribunales, sin testigos, sin escenografías, sin implicación emocional. Con un horario de oficina y los fines de semana para mi familia y para mí.

- Pues me parece cojonudo, Marin.- Le sonrió Kanon con sinceridad.- Así ya sé dónde acudir cuando eche de casa a Rada para poder cobrarme todos los dolores de cabeza que me haya dado.

- ¡No seas tonto! - Marin le dio una palmadita en el hombro en plan amical y se rió con él.- Tú y Rada os arreglaréis, estoy segura. Sólo que...

- A ver - le cortó Kanon, achicando la mirada para hacerla pícara e inquisitiva.- Sólo que ¿qué?

- Relájate Kanon...- la joven recuperó la seriedad y siguió hablando con suavidad.- Si la abogacía no es lo tuyo estás a tiempo de buscarte otro futuro. Y si hay algo más que te atormente, valora las soluciones que pueda tener y pide ayuda si es necesario...

- Si fuera tan fácil como dices...- Susurró, regresando la vista al suelo y volviendo a hundir las manos y el mentón en la protección de su chaqueta.

- ¿Y por qué crees que no lo es?

- Pues porque Thane nos ha planteado a Saga y a mí la posibilidad de poder "hablar" con nuestro padre. Afirma que está listo para hacerlo...- Añadió, ofreciéndole otra mirada de refilón, tímida y apocada.

- Esto es fantástico, Kanon...- Susurró Marin, dejando que su pequeña mano descansara sobre el hombro de Kanon, ofreciéndole cercanía.- ¿Qué problema hay?

- ¿En serio, Marin? - Le replicó Kanon, estirando el cuello para poder girarse hacia ella otra vez.- ¿Qué se supone que debo decirle a mi padre? Si ni siquiera recuerdo qué fue lo último que le dije antes que muriera...- Ahí se vio con la necesidad de aprentar los dientes y tragar saliva, porque sí, lo recordaba perfectamente y acababa de mentir para ocultar a Marin ese rostro suyo tan detestable, pero no pudo seguir sosteniendo esa farsa - Mierda, Marin...sí que recuerdo qué fue lo que le dije...- llevó otra vez su vista al frente; se fijó en un hombre paseando a un perro sin raza y se odió a sí mismo con la misma repugnancia de tiempo atrás - "Me importa una puta mierda lo que puedas decirme, papá. Por mí como si te mueres ahora mismo"...Ésto es lo que le dije, Marin...y al día siguiente murió en pleno juicio. Yo tenía veinticuatro años y ya estaba consumido por dentro, aunque ignoraba que aún podía consumirme más...

Marin se había quedado sin palabras que ofrecer. No se esperaba que Kanon le compartiera esa oscura parte de su pasado, pero sabía que Thane era un hombre muy especial y por el que había sentido un gran afecto una vez lo conoció tan vulnerable como humano.

- No pienses Kanon...- susurró con suavidad, presionando el hombro del abogado con su mano - Déjate guiar por Thane, pero creo que lo necesitas...

- Todo el mundo me decís lo mismo.

- Porque sabemos que te duele estar así con tu padre...Este odio...este rencor...ya no sabes dónde acaba el que sientes por tu padre y dónde empieza el que sientes por ti mismo.

Kanon se movió, obligando a que Marin retirara su apoyo y comprensión del hombro. Sacó las manos de los bolsillos y se las llevó a los cabellos para alborotárselos al tiempo que resoplaba y se volvía a erguir en el banco. Todo para evitar que sus ojos se aguaran y tratar que el fastidioso nudo de su garganta se fuera deshaciendo.

- ¿Y si te digo que no me siento capaz de hacerlo solo? - Le planteó, cruzandándose de pies y también de manos, las cuales fueron a descansar sobre los muslos, como si fuera un niño pequeño esperando alguna pizca de aceptación.

- Tienes a Saga, a Rada...

- Ya sé, Marin...pero no siento que sean ellos los que necesito a mi lado...Lo que tiene Saga con mi padre es muy distinto a lo mío y Rada...Rada està muy harto de mí...

- Entonces...¿a quién te refieres?

- Me muero de ganas de coger el teléfono y llamar a mi tío para pedirle que venga a mi lado...¿te lo puedes creer?

- ¡Pues hazlo, Kanon! - le animó Marin sin pensárselo.

- ¡Ya está otra vez en América! ¡¿Cómo puedo hacer ésto?! Es un capricho estúpido e infantil...es...¡no sé lo que es, Marin! Sólo sé que le necesito...y me jode mucho no saber por qué, de repente, tengo tanta necesidad de él...- Confesó, casi con la voz rota.- Pero no me veo capaz de afrontar a mi padre sin mi tío Defteros a mi lado, me da mucho pavor hacerlo solo...

- Llámale, Kanon. Y cuéntale lo que acabas de decirme a mí.- Marin le miraba con ternura y comprensión, y sus palabras eran sinceras.- Vi que tienes una conexión especial con él, y si él la siente también contigo...te ayudará. Encontraréis la manera de hacerlo.

- ¿Tú crees?

- El "no" ya lo tienes, Kanon...Llámale, no te lo pienses más.

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Eran las cuatro y media de la madrugada cuando el móvil de Defteros comenzó a vibrar sobre la mesita de luz del cuarto de Sasha. Desde que había regresado a Massachusetts que dormía con ella, ya fuera en el sillón o conformándose con un cachito de cama a su lado, como era el caso de esa noche. Estiró el brazo hacia atrás para tantear la mesita y dar con el teléfono, arrancándolo del cable de carga para llevárselo ante sus ojos adormecidos.

El nombre iluminado en la pantalla pertenecía a su sobrino menor y con el sueño aún pesándole en los párpados atinó a permitir la comunicación.

- ¿Kanon?

#Continuará#


¡Gracias Monse!

¡Gracias Krista!