15. Úrsula
- Eres Kanon, ¿cierto? - el humo formado por la frágil calada hizo que la mujer achicara los ojos, maquillados e inquisidores.- Y tú...- añadió, señalando a Rhadamanthys con los dos dedos que sujetaban el cigarrillo - tú debes ser el chaval inglés, pero no recuerdo tu nombre, cielo...
- Rhadamanthys Wyvern, señora.
Kanon le miró de reojo al notar como se posicionaba a su lado y se mostraba tan asquerosamente educado y amable como siempre. A él todavía no le surgían las palabras y el adjetivo de estúpido se quedaba corto para definir cómo se sentía en ese momento.
Úrsula les observaba de forma intermitente, manteniendo una mano en la puerta y la otra en el marco, hasta que una pizca de cordialidad surgió de sus labios rojos y se apartó para despejar el camino y permitirles entrar.
- Pasad si queréis. Atenas está a unas tres horas en coche, por lo que dudo que vuestra visita sea casual, ni mucho menos que responda a un acto de cortesía sin más.- Dicho ésto propinó otra corta calada a su cigarrillo, observando con fijeza a Kanon, quien permanecía inmóvil y con el ceño fruncido por lo disgustante que se palpaba la escena.
Sus miradas, afiladas y altivas, libraban un pulso de orgullo a través de un tenso silencio que se quebró gracias a una imperiosa necesidad vital que a Rhadamanthys le urgía satisfacer.- Disculpe mi atrevimiento, señora Walden...¿el baño? Lo siento pero es que no puedo aguantarme más.
- Claro, adelante. La última puerta del pasillo.- Rhadamanthys agradeció el gesto y se apresuró hacia las interioridades de esa casa que parecía protegerse tras un campo magnético que repelía al abogado.- Veo que con los años no se te ha suavizado el mal carácter...
Úrsula aspiró otra ligera calada, repasó a Kanon de arriba abajo y se alejó de la puerta, dejándola abierta. Un enorme y peludo gato apareció de la nada, con la cola en alto y maullando entre ronroenos hasta que su dueña se agachó para cogerlo en brazos. El fino cigarrillo fue apresado entre los labios mientras iba acariciando la cabecita del gato y se dirigía hacia la redonda mesa del salón, lugar donde liberó el felino y aplastó la colilla en un cenicero que ya albergaba un par más, marcadas con el rojizo sello de su pintalabios.
Desde su inmovilidad Kanon pudo observar cómo se alejaba hasta quedar como una figura oscura, recortada por la majestuosa luz natural que invadía el salón a través de lo que parecían unos enormes ventanales, y entonces se sintió traspasado por una extraña oleada de pena.
O compasión.
O ambas sensaciones a la vez.
Úrsula nunca le había caído bien. Ni de niño, ni de adolescente ni de muy joven. Jamás había entendido qué le podía encontrar su padre para mantenerla como amante hasta el día que falleció. Siempre la había percibido como una mujer engreída, descarada, egoísta, frívola, superficial y con ínfulas de grandeza sólo por acostarse con quien lo hacía, a pesar de trabajar bajo sus órdenes y servirle como un perrito fiel. Tan fiel que malgastó los preciosos años de su juventud ofreciendo un amor incondicional sin esperanzas de correspondencia. Otro gato, más esbelto y pequeño, apareció para rondarle las piernas y restregarse una y otra vez para conseguir su propóstio de ese momento. La figura de Úrsula desapareció del campo visual de Kanon, seguida con premura por los dos felinos y fue entonces cuando él se vio con suficientes fuerzas para sortear el irracional rechazo que siempre le había producido y accedió a esa vivienda que desprendía un triste aroma de soledad.
El salón que avistó desde la calle no era muy amplio, pero la pared formada por dos grandes ventanales que daban acceso a un cuidado jardín lo transformaban en un espacio diáfano. Kanon se quedó plantado ahí en medio, pivotando sobre su eje para poder apreciar simples detalles que le relataban mucho con muy poco. La voz de Úrsula se escuchaba en lo que supuso que sería la cocina, donde hablaba con los gatos y trasteaba entre maullidos hasta que éstos cesaron. En el salón no había ni rastro de fotografías que presumieran de sus seres queridos y las pocas que vio, ubicadas en una esquina de la pared, sólo la mostraban a ella en diferentes lugares del mundo o con algún animal de compañía en sus brazos. Una de ellas le atrajo la atención, y al acercarse para curiosearla mejor sus movimientos se vieron coartados por la voz de Úrsula hablándole a sus espaldas.
- Aún era joven ahí...Tenía unos treinta y dos años, creo...- dijo, acercándose más hasta posicionarse a un par de palmos de Kanon, que ladeó el rostro levemente, volviendo a percibir la oculta tristeza que emanaba de toda su silueta.- Y esa gatita que está conmigo me la regaló Aspros. Me contó que la había encontrado vagando por la calle, hambrienta, y que había temido que si la ignoraba algún coche acabaría dándole caza. Asumió de forma totalmente unilateral que conmigo estaría bien cuidada...Qué ingenua que fui. No sé si fue cierto que la encontrara por casualidad o si de lo contrario la consiguió adrede, pero ahí ya me estaba diciendo que no viviera de ilusiones, que él no era hombre para mí. Me negué a comprender su mensaje, y seguí envenenándome con mis propios anhelos: "dale tiempo, Ursy. Sólo debe olvidarse de su esposa. Aún lleva la alinaza de casado, espera el día en que no se la veas más. Entonces estará listo para poder verte a ti"...- Se humedeció los labios sin debilitar la intensidad de su carmín e inspiró con fuerza en un intento de mantenerse firme en su orgullo.- Jamás se despojó de ella.
- Ya lo sé. Mi padre nunca te amó.- Kanon ignoró la razón por la que su voz pronunció esa cruel sentencia, pero lo hizo, y al voltearse para quedar frente a frente con Úrsula notó cómo una pequeña punzada de arrepentimiento le atravesaba el pecho.- Lo siento, no quise_
- Tienes razón.- Admitió Úrsula, luchando para mantener el brillo de sus ojos controlado.- Nunca me amó de la forma en que yo le amaba a él. Siempre lo supe, Kanon. Si únicamente has venido hasta aquí para dañarme con tus palabras, lo siento, pero llegas muchos años tarde.
Kanon bajó el rostro para evitar que una oleada de vergüenza pudiera verse reflejada en su mirada. Úrsula nunca había sido una mujer que se dejara amedrentar y seguir manteniendo esa inútil lucha verbal no respondía a ningún sentido común.- Supongo que aún me cuesta perdonarte que jamás hicieras el mínimo esfuerzo de ser amable con mi hermano y conmigo, sobretodo cuando éramos dos críos que de la noche a la mañana nos habíamos quedado sin madre y bajo la custodia de un hombre que poco estaba en casa.- Murmuró en un vano intento de justificar su desubicada actitud.
- Fui egoísta, sí. Yo estaba enamorada de Aspros, pero no de sus responsabilidades familiares. Además, era muy joven. Aún no me había planteado la posibilidad de tener hijos propios, ¿cómo podía recaer en mí la faena de criar a hijos ajenos? En ese momento de mi vida yo era ambiciosa con mis proyecciones de futuro y ni siquiera me había acostado con tu padre todavía, aunque ganas no me faltaran. El derrumbe de tu familia no fue por mi culpa, que te quede claro ésto.
Kanon le sostuvo la mirada. Apretó los labios y tensó la quijada varias veces antes de volver a hablar. Esa conversación no se estaba dando tal y como él la había imaginado durante el largo trayecto que condujo sin la compañía consciente de Rhadamanthys, pero ya se encontraba metido de lleno en ella y si algo le podía gustar de Úrsula era que no se escondía tras palabras gentiles e hipócritas.
- Sé que tú no fuiste el revulsivo que lo echó todo al traste.- Dijo al fin, fijándose de refilón que Rhadamanthys huía de escena para dejarles toda la intimidad que el momento precisara.- Y en el fondo soy consciente que ni Saga ni yo éramos tu problema. La verdad es que no sé por qué nunca pude contigo...- admitió, encogiéndose de hombros al darse cuenta del sinsentido de los caminos que decidía tomar esa conversación.- No soportaba a mi padre, motivo por el que debiera haberme importado una mierda lo que hiciera con su vida. Pero ahora, observo tu casa...- continuó, deslizando su mirada por todos los rincones del salón, reparando en uno de los gatos lavándose el ocico sobre una silla y el otro escurriéndose hacia el jardín - y veo que estás sola. Siento que por culpa de mi padre tú también has desperdiciado tu vida y no sé...no creo que sea justo.
Úrsula se dio media vuelta y avanzó hacia la redonda mesa para alcanzar otro cigarrillo que sujetó entre sus labios, ofrenciendo el cajetín a Kanon.- ¿Te apetece uno?
- No, gracias. Tengo de los míos.- Kanon buscó refugiar sus manos en los bolsillos de sus pantalones. No sabía por dónde moverse y no veía educado anticiparse con algún movimiento antes de ser invitado a ello.
- Fuma si quieres.- Masculló, con la voz deformada por la sujeción del pitillo y el par de intentos para prenderlo.- A mí no me importa - Aclaró, soltando una larga bocanada de humo que se concentró en mitad del pequeño salón.
- Lo dejé en el coche.
Los pasos calzados con zapatos de medio tacón acercaron su figura hacia el ventanal. La pequeña brecha que dejaba paso a los gatos fue ensanchada todo lo que la cristalera permitía y, sin esperar a ser seguida, salió al jardín y tomó asiento en una de las cuatro sillas que rodeaban una mesa de mármol, sostendia con un elegante pie de acero forjado.- Tú mismo, ahí está.- Insisitó, dando otra pequeña calada que expulsó lentamente, alzando el rostro hacia el cielo para sentir las caricias del sol que regalaba ese domingo de enero.
Kanon se lo pensó dos veces. No sabía si lo correcto era aceptar la insistente invitación o volver a rechazarla, pero los nervios seguían acuciádole el estómago y finalmente se halló tomando un pitillo de esos típicos femeninos y se asomó al jardín, donde aceptó el ofrecimiento de fuego por parte de Úrsula. El sabor que golpeó su paladar era mucho más suave que al que él estaba acostumbrado, y la delgadez del canuto se hacía rara entre los grandes dedos de su mano.
- Justo o no, ¿qué más da ya? Repito: yo lo acepté así, cielo. Corrí el riesgo de perder a sabiendas que era el destino más probable. Aspros nunca me sedujo con palabras traicioneras.
Kanon barrió con el pie una gran losa de piedra que pavimentaba parte del jardín, digeriendo poco a poco todas las contradicciones internas que le generaba esa mujer.
- ¿Has tenido alguna relación después de mi padre? - Inquirió, separando las piernas al notar cómo el gato más peludo y rechoncho se deleitaba restregándose alrededor de ellas.
- Un par. O tres.
- ¿No funcionaron?
- Uno de ellos decía amarme...pero yo a él no.- Úrsula le esbozó una sonrisa que albergaba ese punto justo de tristeza y resignación.- Dile karma, o simplemente ironías de la vida. Tú puedes considerarte afortunado, Kanon. Más de lo que te crees.
- ¿Por qué?
- ¿Cuánto tiempo lleváis juntos tú y tu novio? - A Kanon se le atragantó el humo, pero Úrsula prosiguió con su reflexión - Aún no se os cerraba la barba que ya descubríais codo con codo todas las esquinas prohibidas del mundo.
- Rada no es mi..."novio". Suena ridículo dicho así.- Masticó Kanon, visiblemente molesto por saberse ardiendo de bochorno.
- Pues amigo con derecho a roce, pareja...llámalo como quieras.- Úrsula aspiró otra caladita y comenzó a echar cuentas mentales mientras acariciaba el minimo que había desistido de buscar arrumacos en el lugar equivocado.- Si ahora tú debes estar en tus treinta y ¿tres? ¿cuatro?
- Treinta y cinco.
- Pues éso...¡veinte años juntos! No todas las parejas lo pueden contar así.
- Hemos estado diez años sin vernos - Kanon se dio cuenta que había comenzado a compartir ciertas vivencias demasiado personales, pero hallándose sin posibilidad de dar marcha atrás decidió apartar la silla que quedaba frente a Úrsula y tomar asiento en ella - Él regresó a Inglaterra y entonces cortamos todo tipo de contacto.
- ¿Cuándo fue eso? - Se interesó Úrsula, apagando su cigarrillo a medias en el cenicero que había al centro de la mesa, el cual acercó hacia Kanon.
- Pues, hace diez años.- Las facciones de Kanon se ensombrecieron al recordar esa épco convulsa en que se dedicaba a destripar todas las partes de su vida.
- ¿Qué paso? - La mirada que le despachaba Úrsula escondía un verdadero interés, aunque todo su lenguaje corporal se esforzara para hacerla parecer simple y chismosa.
- Cosas, Úrsula, pasaron cosas y bueno...se acabó.
- Te afectó la muerte de tu padre y no supiste sobrellevarla. Es comprensible...
- Ah no, no vayas por ahí...- le advirtió, señalándola con los dedos que sujetaban el cigarrillo para enfatizar más el desagrado que le generaba ese comentario.
- Está bien.- Aceptó ella.- Estábamos en que el rubiecito se marchó porque pasaron "cosas" pero es obvio que volvió. Y eligió otra vez Atenas...- resumió Úrsula, divirtiéndose internamente al saber que hablar del inglés ponía en apuros a Kanon.
- Sí, volvió a Atenas. Nos reencontramos este pasado otoño. Wyvern decidió poner en marcha un negocio propio y ahora regenta un pub inglés en Piraeus.
- Así que regresó por ti...- se sonrió, satisfecha tras haber desnudado un poco el alma rebelde de Kanon.
- Regresó porque le dio la puta gana de regresar y listo. Aquí se come mejor que en Inglaterra, y tenemos un clima más agradable.- Le justificó Kanon, restándose de la ecuación gracias a la terrible vergüenza que se estaba apoderando de él, de su orgullo y de su fachada de tío duro y desligado de todo.
- Regresó por ti, cielo. Y lo sabes. Y te da miedo aceptarlo porque sigues igual de cabezón y estúpido que cuando eras un insoportable adolescente que amargaba la vida a su padre únicamente por el placer de hacerle los días un poquito más difíciles.- Úrsula le observó a través de la cálida luz que les caía sobre sus hombros. Los ojos se le transparentaron hasta hacerla parecer joven, aunque el maquillaje que cubría sus arrugas nada podía hacer para protegerlas de la verdad que relataban con su sola presencia.
- No te he pedido que fueras tan jodidamente directa.- Se enfadó Kanon, antes de dar otra calada de cortesía a ese cigarrillo delgaducho e insulso.
- Habló el comedido.- Rió Úrsula, agarrando el felino para dejarlo sobre sus piernas cruzadas y presionarle un poco el espinazo para que se quedara acostado sobre ellas.- Lo primero que me has escupido antes de un saludo protocolario es que Aspros nunca me amó, y ahora te quejas que soy directa...Ay, cariño, a mí ya no me queda nada para guardar, ni tampoco para impresionar a nadie. A mis cincuenta y nueve años ya estoy de vuelta de todo. Soy lo que soy y del mismo modo que las heridas ya no me escuecen, tampoco se me derrumba el mundo por aceptar muchas realidades: sé que nunca fui amada como deseé por aquél al que yo ofrecí mi vida, ahogándome en esperanzas que me creaba yo sola, y también siempre vi que ese muchacho que te está esperando fuera, que se ha metido tres horas de coche entre pecho y espalda sólo por acompañarte hasta aquí, ese muchacho de mirada extravagante y educación exquisita...Rhadamanthys...él siempre ha estado prendado de ti.- Sentenció, al tiempo que sujetaba con dulzura las patitas delanteras del gato para evitar que éste hiciera uñitas en sus rodilla desnuda.
- Puede ser...- murmuró Kanon, dando la última calada antes de desmenuzar el cigarrillo a medio consumir.- Pero ¿y qué? No he venido para hablar de mi relación con Rada.
- Vale, de acuerdo. Entonces sí hay un motivo para recibir tu visita...- Se sonrió con mirada pícara.- Te ha costado admitirlo.
- Es que...no es fácil, Úrsula. Este es el primer intercambio de palabras de más de cinco minutos que hay entre nosotros. Te olvidé el mismo día en que mi padre falleció y no ha sido hasta hace unas horas que Saga me ha hecho pensar en ti.
- Saga...¿cómo está el Señor Samaras, actual "Fiscal General de Atenas"?.- Dijo Úrsula con un fingido tono solemne.- Sé que al final lo consiguió. Nunca ha podido evitar convertirse en una réplica de vuestro padre. Su adoración ciega hacia Aspros siempre ha sido superior a él.
- Mi hermano es muy bueno en lo que hace, independientmente de quien sea hijo. El puesto de Fiscal se lo ganó a pulso y con mucho estudio y dedicación. El apellido no le regaló nada.- La defensa que Kanon ofreció tomó por sorpresa a ambos, obligándoles a medir bien sus palabras si no querían arruinar del todo ese indeseado encuentro.
- No lo dudo, Kanon. Sigo las noticias que llegan desde Atenas, y estoy al corriente del infarto que sufrió y del proceso que ahora mismo tiene entre manos. Te juro que no me alegré al saber que casi fallece del mismo modo en que Aspros nos dejó. Disculpa si mis palabras han creado un malentendido...- Kanon le dedicó una fugaz mirada de desprecio, suficiente para que Úrsula inspirara profundamente y guardara unos segundos de silencio durante los cuales decidió dejarse de rodeos y conducir al gemelo menor directo al motivo de su visita.- ¿Para qué has venido exactamente? Dejémonos de fingir que tú y yo podemos compartir un rato agradable. ¿Qué es lo que quieres?
- ¿La verdad? No lo sé.- Kanon seguía observándola con detenimiento, aún extrañado que su aparición tras la puerta no le hubiese golpeado con un efecto sorpresa tan potente como él se había imaginado.- Dímelo tú. ¿Qué hago aquí? ¿Por qué Saga me llama de madrugada y me exige que te busque? ¿Por qué lo único que me dice es que urge que de contigo antes de iniciar el juicio? ¿Por qué me da la sensación que mi hermano me ha mandado a una misión ciega, puesto que ni él parece saber por qué debemos encontrarte? ¿Qué coño pasa contigo, Úrsula?
Ella bajó la mirada. Se humedeció los pintados labios otra vez y exhaló un pequeño suspiro mientras iba acariciando el abundante pelaje del gato que seguía en su regazo.- Supongo que ha llegado el día.- Dijo al fin, alzando los ojos visiblemente licuados.
- ¿Qué día?
- Creí que sería Saga el que acudiría, pero Aspros siempre os contempló a los dos.- Añadió, alzándose de la silla, obligando al gato a abandonar su reconfortante regazo.
- ¿Que nos contempló a los dos para qué? ¡No estoy entendiendo nada, Úrsula! - comenzó a exasperarse Kanon.
- Espera aquí. Lo tengo preparado desde que sé que tu hermano y tú estáis atrapados en este proceso contra Hyppolitos Sifakis.- Con esos elegantes pasos que contrastaban con la camisa de dormir y el batín de seda que se ceñía a su cintura, Úrsula se internó en el salón y se perdió entre las sombras del pasillo, dejando a Kanon solo en el jardín.
- Ay que joderse...- refunfuñó, quedándose sentado y únicamente con la compañía de ese gato gordo y peludo, que acabó subiéndose a la mesa para acercarse a su brazo apoyado en ella y darle varios restregones con la cabeza.- ¿y tú qué cojones quieres? ¿que te rasque? - un maullido, seguido de un sonoro ronroneo, pareció darle una respuesta afirmativa, y los restregones se reanudaron.- Pues lo llevas claro, bola de pelo. Que te consienta tu dueña.- le soltó, sin darse cuenta que era su mano la que estaba amañagándole por debajo las orejas y la barbilla.
El eco de los tacones acercándose le devolvió a la realidad, empujó el gato al suelo y achicó la mirada al descubrir que Úrsula dejaba una especie de cofre de generoso volumen sobre la mesa. Al parecer estaba cerrado con un candado de combinación numérica y los interrogantes que pudiera tener Kanon no hicieron otra cosa que aumentar.
- ¿Qué es ésto?
- La combinación para abrirlo es el cumpleaños de tu padre.- Informó Úrsula, apoyando una mano sobre su cadera mientras con la otra señalaba la cerradura.
- ¿2006 o 0620?
- 2006.
- ¿Qué guarda?
- Varios sobres cerrados que fue confiándome a lo largo de mucho tiempo.
- ¿Qué hay en ellos?
Úrsula se encogió de hombros, intentó reacomodarse el batín y se ciñó mejor el lazo que lo sujetaba a su cintura.- Nunca abrí ninguno. Sólo hice lo que Aspros me pidió. Aunque puedo imaginar que su contenido es información delicada.
- ¿Sobre qué?
- Pues sobre su trabajo, cariño. Nunca quiso hablarme claro al respecto, pero yo también trabajaba en la Fiscalía, aunque fuera solamente una secretaria, y no era tonta. Algo le pasaba y por alguna razón no podía hacerle frente.
- ¿Crees que aquí hay información sobre el desgraciado de Hypnos? - Inquirió Kanon, olvidándose por completo de todas las rencillas vividas con esa mujer.
- Imagino que puede ser. Sólo te puedo asegurar que empezó a confiarme dichos sobres, siempre sellados, cuando estaba con el caso de Thane Sifakis, el médium.
- No me jodas...- Kanon se quedó mirando el cofre, acariciando la tapa y reflexionando para sí mismo aunque fuera en voz alta - Así que los condenados papeles de papá...los que jamás hemos encontrado Saga y yo, siempre han estado contigo...
- "No preguntes. No los abras. No quieras saber. No los entregues nunca a nadie a no ser que vuelva a ser yo quien te los pida, o cualquiera de mis dos hijos"...Estas fueron sus palabras.- Recordó Úrsula, con la mirada perdida entre las memorias que guardaba el cofre, ajena a las lágrimas que se estaban formando en sus ojos.- Pues bien, Kanon...aquí lo tienes.
#Continuará#
