16. Úrsula II
- ¿Seguro que no os queréis quedar a comer? Podéis pasear un poco por la ciudad y así me doy tiempo para cocinar algo.
Úrsula se hallaba de brazos cruzados justo frente al umbral de la puerta de su casa, vigilando que ninguno de los dos gatos intentara escapar. Rhadamanthys ojeó a Kanon para no anticiparse a ninguna decisión, y su estómago se constriñó en un silencioso lamento al ser testigo de la firme negativa del abogado.
- Debemos volver a Atenas lo antes posible. Saga necesitará revisar todo lo que hay aquí y apenas le queda una tarde para hacerlo.
- Pues al menos dejadme que os prepare algún bocadillo para el camino.- Kanon iba a negarse de nuevo, pero Úrsula prosiguió con su intención.- Tómalo como una ofrenda de paz entre nosotros.
- De acuerdo, la acepto.- Susurró Kanon, esbozando una ligera sonrisa.
Úrsula le imitó el gesto y se internó en su casa dejando la puerta entreabierta, no sin antes advertir a ese par de muchachos que impedieran todo intento de escapada por parte de los curiosos felinos.
Al cabo de unos minutos reapareció con una bolsa que contenía dos bocadillos y un par de botellas pequeñas de agua fresca. Rhadamanthys recibió el desayuno como si se tratara de una bendición caída del cielo, y se despidió de Úrsula con la misma educación que ella le recordaba de adolescente. El coche lo habían estacionado un trecho más abajo y el inglés dejó que Kanon se despidiera de ella sin que su presencia le coartara de alguna manera.
- Gracias, Úrsula.- Dijo, mirándose el cofre que sujetaba bajo el brazo.
- No hay de qué. Únicamente respeté la voluntad de Aspros.- Una ligera necesidad de morderse el labio inferior se hizo presente cuando sintió que su mirada se aguaba, para acto seguido esforzarse en mostrar una sincera sonrisa de satisfacción por la promesa cumplida.
- Lo que te he dicho antes...- comenzó a murmurar Kanon, hallándose con dificultad para sostenerle esa mirada que ahora percibía herida.-...que mi padre nunca te amó...he sido muy cruel, y lo siento. Deduzco que para confiar en ti del modo en que lo hizo, debía sentir algo más que respeto profesional.
- No pasa nada, Kanon. Al final, lo que me unió siempre con Aspros fue una sincera amistad, forjada por una gran confianza mutua entre la que existían pequeños paréntesis de íntimo placer que yo aprendí a disfrutar en el momento, sin esperar nada más.- Una tímida lágrima osó condensarse y resbalar por su mejilla, obligándola a hacer curiosas muecas para poder deshacerse de ella sin estropear el maquillaje que ocultaba todas sus capas de tristeza.- No me arrepiento de lo que pude vivir con Aspros, cielo. Recuérdalo si esto te puede hacer sentir mejor.- Los dedos con los que se había secado la lágrima habían quedado húmedos, y con coquetería se cruzó de brazos y aprovechó el gesto para secárselos con la resbaladiza tela de su batín.
Kanon quería irse, pero una extraña fuerza le estaba manteniendo anclado frente a esa puerta que horas atrás había considerado hostil. Inspirar profundamente fue una absurda necesidad, tanto como echar un vistazo hacia la zona donde había estacionado el coche y ubicar a Rhadamanthys, apoyado contra el chasis y presuntamente hablando con alguien por teléfono.- ¿Por qué Esparta? - Inquirió, volviendo a propiciar una conexión de miradas.- ¿Por qué dejaste un trabajo fijo de por vida? En Atenas tenías la vida solucionada...
Una espontánea risa surgió de los más profundo de su corazón para intentar evitar que las lágrimas fluyeran de verdad.- Ay, cariño...sí, tenía seguridad laboral y económica, cierto...- admitió, cruzándose de brazos otra vez, aunque en esta ocasión parecía abrazarse a sí misma mientras ladeaba la cabeza y se perdía en la transparecia de la mirada que le ofrecía Kanon, exquisitamente iluminada por el sol.- Pero no le tenía a él. Las primeras semanas después de su muerte me ahogaba el simple hecho de acudir al despacho de la Fiscalía y sentarme tras el ordenador, trabajando a las órdenes de un hombre llegado de otra jurisdicción y sin ningún tipo de conexión...conmigo. Le extrañaba, Kanon. Y supe que debía cortar con todo lo que de alguna manera me había unido a Aspros si quería seguir adelante con mi vida. Quedarme en Atenas dejó de ser una opción.
Una inconsciente mohín le arrugó la nariz, y con ello impidió que su rostro siguiera sucumbiendo a las oleadas de sentimientos que la estaban sacudiendo por dentro.
- Creo que un poco te comprendo...- Kanon selló los labios y tensó la mandíbula, como siempre hacía cuando la garganta se le cerraba.- No sé qué puedo decirte a parte de gracias, y que me perdones por lo gilipollas y cretino que fui contigo.- Concluyó, encogiéndose de hombros sin saber qué más hacer.
- ¿Puedo darte un abrazo? - Preguntó ella, tragando saliva para evitar que su voz se rompiera.
- Supongo que sí...
La sorpresa por la pregunta paralizó a Kanon, que de repente se halló con los brazos de Úrsula rodeándole el cuello, obligándole a inclinarse hacia adelante para facilitarle el gesto y recompensárselo con su indeciso brazo libre ciñéndose en la todavía esbelta cintura.
- Necesito pedirte perdón a ti también - susurró contra el acelerado pulso que retumbaba en el cuello de Kanon - por haber sido tan egoísta y desconsiderada cuando tú y tu hermano érais dos niños. Debí comprenderos. Aceptaros como una extensión del hombre que amaba y no como un escollo. Lo lamento mucho, cielo, aunque sea tarde para remendarlo.
- No pasa nada, Úrsula...- Kanon cerró los ojos con fuerza y enterró la nariz entre esos rubios cabellos perfumados con el mismo aroma de siempre - Es parte del pasado...Dejémoslo ahí, donde debe estar.- La mano que se sujetaba con timidez en la cintura se atrevió a ofrecerle un par de suaves caricias antes de intentar rasgar el abrazo. Ese necesario abrazo que nació para otorgarles un sentido y mutuo perdón.- Desde que casi pierdo a mi hermano que intento mirar hacia adelante. Vivir del pasado no ha hecho otra cosa que oscurecerme la vida...- confesó Kanon a media voz, perdiéndose intermitentemente en cada uno de los brillantes irises con los que Úrsula le observaba de cerca, y por primera vez en lustros, con cariño.- Pero aún hay partes donde me quedo atrapado...- una intensa inspiración fue necesaria para frenar el derroche de rabia contenida que siempre le generaba pensar o hablar de Aspros - ...y no sé cómo cojones liberarme por completo de ésto que...- la mano con la que acababa de ofrecer su perdón se cerró en puño y se golpeó un par de veces el pecho - ...ésto que tengo aquí dentro y que no deja de doler...
La voz bordeó el punto de quiebre, y tuvo que volver a sellar los labios cuando Úrsula le acarició la mejilla.- Aspros siempre te amó, Kanon.
- ¿Cómo pudo hacerlo con lo jodidamente rebelde y ruin que fui con él? - preguntó, como si buscara alguna justificación al sentimiento de vacio que seguía oprimiéndole el alma.
- Porque eres su hijo, Kanon.- Úrsula le acarició la mejilla con el pulgar antes de apartar la mano y volverse a cruzar de brazos, dando un paso atrás para dejarle libertad de acción.- Y ahora ve, cariño. No es elegante ver llorar a una vieja - sentenció, sonriendo mientras le dedicaba la última mirada antes de alcanzar la puerta con la mano.- Y vigilad en la carretera. Es muy monónota y traicionera, y vosotros vais cansados.
- Lo haremos.
Kanon le sonrió en respuesta y vio cómo esa mujer que había detestado durante gran parte de su vida desaparecía tras la puerta.
Al virar la vista hacia Rhadamanthys, éste parecía seguir estar hablando por teléfono y al acercarse a él, cambiándose el cofre de lado para buscar las llaves del coche dentro del bosillo custodiante, vio cómo cesaba la comunicación.
- Estaba hablando con Valentine...- le informó, antes de sentirse cuestionado por su acción.- Hacía días que le quería preguntar cómo está.
- ¿Y cómo está?
- Bien...mejor de lo que me pensaba.
- Pues cojonudo, ¿no? - Kanon abrió el coche al tiempo que Rhadamanthys lo rodeaba y se dirigía a la puerta derecha, abriéndola cuando escuchó el chasquido de desbloqueo automático.
- Sí, claro...me alegro por él.
Rhadamanthys no se sentaba porque Kanon tampoco lo hacía. El gemelo había depositado el cofre sobre el asiento trasero y ahora parecía estar vagando por demasiados senderos que sólo él apreciaba ante los ojos de su mente, alertando al inglés que algo le rondaba por dentro cuando éste le observó apoyándose con los brazos cruzados sobre el capó.
- ¿Le amaste, Rada?
- ¿Y ésto a qué viene ahora? - Preguntó Wyvern, desconcertado.
- ¿Le amaste o no? No es tan difícil responder a la pregunta.- Insistió.
- Le quise. Y le sigo queriendo, Kanon. Le guardo un gran afecto, no te voy a decir lo contrario únicamente para acariciarte el ego.- Contraatacó Rhadamanthys, frunciendo su tupido ceño en señal de desagrado por el tema elegido.- Pero nunca me enamoré de él si es ésto lo que quieres saber.
Kanon guardó silencio, asimilando la respuesta. Con la mano que sujetaba las llaves parecía jugar con ellas y al regresar la vista hacia Rhadamanthys aceptó esa otra pequeña espinita que raspaba en su corazón.- Era lícito que buscáramos a alguien con quién refugiarnos. Supongo que forma parte de nuestra naturaleza como humanos...
Sus miradas se sostuvieron entre las invisibles conexiones de confianza que les habían unido siempre, hasta que al final Kanon le esbozó una sonrisa y desmontó la relajada posición de sus brazos sobre el capó.- Tenemos tres largas horas de coche, así que no lo demoremos más...- con gestos cansados abrió la puerta del conductor, pero antes que pudiera dejarse caer tras el volante la presencia de Rhadamanthys apareció a su lado.
- Dame las llaves. Conduzco yo.- Demandó, ofreciendo su diestra con la palma hacia arriba.
- ¿Tú? Si eres un jodido desastre conduciendo con el volante a la izquierda.
- Casi todo el trayecto se da por autopista. Es recto y fácil.- Rhadamanthys comenzó a ofrecer una buena colección de motivos por los cuales Kanon debía cederle el honor.- Yo he dormido durante el camino hasta aquí, por lo que estoy más descansado que tú y, además..., deduzco que te mueres de curiosidad por abrir esta caja.- Kanon echó la vista hacia la parte trasera del coche y admitió en secreto que sí, que ardía de impaciencia para llegar a casa de Saga y ver qué era lo que su padre dejó bajo la protección de Úrsula durante años.- Y de paso cómete el bocadillo que te ha preparado. Yo ya me he zampado el mío, y estaba buenísimo.
Kanon pensó en todas las razones ofrecidas y acabó por depositar las llaves sobre la mano del rubio inglés.- Si no te ves cómodo o seguro, cambiamos.
- Antes de llegar a Atenas lo hacemos. Ahí sí que te dejo el marrón a ti.
Kanon quiso apartarse de la puerta, pero Rhadamanthys se interpuso en su camino, robándole un rápido beso que sosegó un poco la tribulación interna que hacía días no dejaba de zarandear al abogado.
Dar cuenta del bocadillo preparado por Úrsula fue lo primero que Kanon hizo. No lo quería admitir, pero haberse alimentado solamente con humo y un café no había sido suficiente para aplacar los rugidos que se gestaban en su estómago desde hacía horas. Con tres copiosos sorbos vació la botella de agua hasta la mitad, y cuando hubo saciado hambre y sed se sintió listo para afrontar todo lo que ese intrigante cofre podía contener. Echó el asiento hacia atrás todo lo que pudo, se desabrochó el cinturón de seguridad para poder voltearse y lo alcanzó a través de la separación de los dos asientos. Desde que Rhadamanthys se hiciera con el control del coche que una visible rigidez se había asentado sobre sus hombros, pero fue incorporarse a la autpista y comenzar a destensar los nervios que le acuciaban siempre que conducía un coche construido al revés de lo que él estaba acostumbrado.
- ¿Vas bien, Wyvern? - La pregunta llegó con cierta preocupación, en vistas del perfil concentrado y de la pequeña pátina de sudor formada en la sien.
- Sí. Ahora sí.- Dijo Rhadamanthys, ajustándose la posición de las gafas de sol.
- Pues, allá vamos...- Kanon emitió un largo suspiro mientras se volvía fijar el cinturón y estiraba las piernas en un vano intento de relajar todo la ansiedad que le recorría el cuerpo.
La combinación numérica facilitada abrió las entrañas de tanto misterio sin problema alguno, y lo primero que apareció ante la mirada de Kanon fue una abundante colección de sobres cerrados donde sólo se leía el nombre de Aspros escrito a mano. Sostuvo uno al aire y lo sacudió un poco, comprobando que contenía algo más que una simple hoja de papel. El siguiente era parecido, y el otro, y casi todos los que conformaban un fajo nada despreciable.
- ¿No los abres? - la pregunta de Rhadamanthys llegó acompañada de una fugaz ojeada de refilón.
- Creo que es mejor que me espere y darle a Saga este gusto.- Los dedos de Kanon iban pasando los sobre con rapidez, hasta que uno de ellos resaltó por sus diferencias con los demás. Era más grande, y parecía estar doblado sobre sí mismo para poder ser encajado en el cofre. Kanon lo sacó del montón y al desplegarlo pudo leer el nombre de una clínica médica en la esquina inferior, y los datos personales de Aspros en una pegatina ubicada al centro.- ¿Qué cojones...?
- ¿Qué ocurre? - Kanon no respondió. Se limitó a coger su teléfono móvil y abrir Google para introducirle el nombre de la clínica y averiguar qué se podía tratar en ella. Las reseñas que aparecieron definían la clínica como una de privada, la mejor de Atenas. La más solvente en la detección de posibles problemas de infertilidad masculina y en el éxito de sus tratamientos para subsanar dichos obstáculos.- ¿Qué pasa? ¿Por qué no me respondes?
- Nada.- Kanon volvió a doblegar el sobre, pero en vez de guardarlo otra vez en el cofre aprovechó que Rhadamanthys no quitaba la vista de la carretera para metérselo en el bolsillo de los pantalones, junto al teléfono móvil.- ¿Sabes qué? Creo que aprovecharé para dormir un rato. ¿Te importa?
- No, en absoluto.- Dijo Rhadamanthys, sin apenas desviar la mirada.
Kanon se formó una especie de almohada con su chaqueta, la colocó sobre su hombro y apoyó la cabeza en ella para no hacerlo directamente contra la ventanilla. El cofre quedó en su regazo y apenas le dio tiempo de cruzarse de brazos que sintió cómo la caída de los párpados le exigía un imperioso descanso.
Un descanso que, todavía sin saberlo, sería el último que viviría plácido antes de acompañar a Saga en lo que se estaba convirtiendo en el juicio que marcaría su vida.
#Continuará#
¡Gracias Krista!
