Amor en el Paseo de Cerezos y Gingkos
Hace ya mucho tiempo que me gusta, y él lo sabe, hoy como tantos otros días estoy en el mismo sitio de siempre, en el banco que, en la puesta de sol, recibe sus últimos rayos. Mientras estoy ahí sentada no dejo de pensar en mi peliazul, en su mirada tan fría, todo en él me gusta. Las flores de cerezo empiezan a caer cuando el viento las mueve con delicadeza, desde ese banco da la impresión de que esta lloviendo, llueven pétalos de sakuras mientras que se mezclan con pétalos de la flor del gingko. Mientras estaba ahí sentada apenas me di cuenta de que alguien se sentaba a mi lado, sólo cuando noté una cálida man oaferrando la mía me di cuenta. Mi peliazul, mi querido Uchiha, estaba ahí sentado, junto a mí. De repente enrojecí, no sabía que decir, estaba cortadísima; él, sin embargo, me miró y tras una brece pausa acercó su cara a la mía atrayendo la mía hacia él al mismo tiempo con una mano. Yo, simplemente me dejé llevar, aquello con lo que había soñado toda mi vida estaba ocurriendo en ese mismo momento. Tras una pausa prolongada nos separamos. Ambos estbamos bastante colorados, aunque a él era más difícil de notarselo.
Y de aquella manera, en el momento en que los árboles de cerezo y gingko estan en flor y el viento arranca las pétalos de estas de sus ramas nuestro amor se declaró para el otro. Aquel mismo día empezamos a salir.
Ahora ya llevamos tres años casados y tenemos dos hijos, Coud era el mayor y Kagura, un año mayor que él, ambos eran formidables con todo tipo de jutsu, Coud ya tenía el saringan de tres puntas, mientras que Kagura manejaba el de dos. Creo que en estos momentos en los que estamos los cuatro juntos es lo más feliz que podría pasarme.
