¡Hola a todos! Volví después de un tiempo con una nueva historia... va a tener varios caps (indefinidos todavía) para el placer de los que gustan de ello. Debo decir que quería tenerla más avanzada antes de publicarla, pero mi ansiedad y mi tiempo libre no cooperan con ello. Hace mucho que la vengo planificando, así que a ver si con su ánimo me inspiran para seguir. Igual ya tengo unos cuántos caps para ir subiendo.
Como siempre, y si ya me acompañaste en alguna historia anterior, gracias por estar acá y leer cada una de las boludeces que se me ocurren. Para mi que les guste, es todo. Si son nuevos, ¡bienvenidos!
Sin más que decir...
¡Buena lectura!
22 años y actualidad. Una semana antes del 13 de julio
Si me pagaran por cada vez que mi vida daba un giro de trescientos sesenta grados, sería más que millonario, de eso estaba seguro. Ese día después de mucho debate interno, me decidí. Era tarde, pero estaba seguro que me atendería, por lo que llamé a la persona que tenía que llamar y le pedí, con todo el terror del mundo, reunirme con él la mañana siguiente. Mi pierna no dejaba de temblar con un tic nervioso mientras esperaba a que llegara con un café en la mano.
Si alguna vez alguien me llegara a preguntar cuáles eran los momentos de mi vida en donde más terror había tenido, definitivamente este se encontraba dentro del top diez, incluso dentro de los tres primeros puestos. Había llegado más temprano de lo convenido porque necesitaba repasar mentalmente las palabras que tenía que decir, pero en ese momento mientras esperaba y cada segundo se volvía un minuto y cada minuto se convertían en horas, si era sincero conmigo mismo, una parte de mí se estaba arrepintiendo de estar siguiendo el consejo de mi hermana mayor, Fanren, y quería salir corriendo. Lo que, en cierto punto, podría llegar a ser irónico era que en realidad a quien estaba esperando (que debería ser a quien más miedo tendría que tenerle) era en realidad la persona que más apoyo me brindaría, probablemente.
Así que, sí, estaba sentado esperando mi muerte con un café en la mano y con ganas de mandar todo al diablo y hacer todo de la manera que mejor me parecía, sin consultarle a nadie. Pero, no podía. Si me concentraba un poco, incluso, podía llegar a escuchar la voz indignada de mi hermana Fanren, mirándome con ojos entrecerrados y brazos cruzados: "¡Xiao Lang! Un Li tiene honor y nuestra madre te ha enseñado a comportarte. Hay una sola forma de hacer las cosas, así que hazlas como deben hacerse". Shiefa, en cambio, solo me diría: "Xiao, si no quieres que nuestra madre te mate, te aconsejo hacer lo que dice Fanren". Por otro lado, Meilin me había dejado en claro que ella no me daría muchas opciones, por lo que, me gustara o no, esa era mi mejor alternativa.
Y pensar que hacía dos días mi única preocupación era saber qué estaría pensando hacer Sakura por mi cumpleaños... pero, en cuanto vi a Fanren y a Shiefa paradas en la puerta de mi casa el martes por la mañana, supe que algo no andaba bien.
Un día antes de la actualidad
Lágrimas corrían por mi rostro y empapaban el vestido de mi amiga que, como siempre, me había recibido con los brazos abiertos. La garganta me ardía y la angustia e impotencia me estaban envolviendo como enredaderas, buscando sacarme la respiración. No sabía qué hacer, no sabía qué decir y lo único que podía hacer era volverme un mar de lágrimas.
—Ya me imaginaba que iba a encontrarte así —dijo una voz detrás de mí.
—¡M-Meilin! —chillé con sorpresa al verla parada en el umbral de la habitación de Tomoyo.
Hacía al menos un año que no la veía y no pude evitar salirme de los brazos de Tomoyo para cambiarlos por los de Meilin y seguir llorando.
—Ya deja de llorar y comportarte como una tonta —me dijo apenas la envolví con mis brazos.
—¿P-pero… t-tu s-sabes...?
No pude terminar de preguntar porque Meilin me interrumpió con una risa estruendosa. Con gentileza, aunque sin dejar de reír, me empujó por la espalda hasta volver al sillón, al lado de Tomoyo que nos miraba con una ligera sonrisa.
—Claro que sí, tonta. Por eso vine, sabía que la amabilidad de Tomoyo no sería suficiente para que reacciones.
Podría haberme ofendido, pero la verdad era que no podía. Al contrario, me sentía agradecida por tenerla ahí conmigo. Me limpié las mejillas con el pañuelo que Tomoyo me ofrecía y volví a mirar a la recién llegada entre medio de hipidos.
—¿Qué q-quieres de-decir?
—Lo que Mei quiere decir, Sakurita —Tomoyo me acarició el brazo con dulzura—, es si vas a quedarte sin hacer nada.
Miré a mis dos amigas con desconcierto. ¿Qué podía hacer yo ante algo que ya estaba decidido? No podía prohibir, ni suplicar, ni hacer nada. No me correspondía y no podía impedirlo porque por más que me doliera, sabía que era lo correcto.
—No hay nada… que pueda hacer —susurré agachando la mirada.
Mis ojos amenazaron con volver a ser una catarata por lo que me aferré con fuerza a mi pollera, lo único que podía estrujar sin romper.
—¿Cómo que no? No me hagas enojar, Kinomoto —el ceño fruncido y el tono que Meilin había usado conmigo me hicieron acordar a los primeros años de amistad que habíamos tenido—. Déjate de tonterías.
—Pero… él…
Poniendo un dedo sobre sus labios, Meilin me chistó para que mantuviera la boca cerrada. Lo que yo no imaginaba era que lo que me iba a callar definitivamente iban a ser sus siguientes palabras.
—¿Cuántas veces lo dejó todo para quedarse a tu lado?
Abrí y cerré la boca varias veces intentando buscar una respuesta que, desde ya sabía, no iba a encontrar. De pronto me sentí como una persona egoísta al querer que él volviera a hacer lo mismo que venía haciendo hacía tiempo y es que Meilin tenía razón. Desde hacía años que él hacía lo mismo por mí, que él había cambiado toda su vida y su destino por mí sin quejarse, sin poner peros, sin hacer otra cosa que quererme.
—¿No crees que esta vez es tu turno? —la voz de Tomoyo me sacó de mi encimamiento y la miré con nuevas lágrimas en los ojos.
Las palabras de mis amigas se repetían una y otra vez en mi cabeza como una especie de disco rayado, llenando mi cuerpo de preguntas y miedos. Pero debía admitir que si ponía en balanza qué opción me daba más temor, tenía la respuesta casi sin pensarla.
—Pero… él no quiere —murmuré limpiando las lágrimas de mis ojos con el dorso de la mano.
—Porque también es un tonto al cuadrado.
—Lo que Mei quiere decir —Tomoyo volvió a sonreír y yo no pude evitar preguntarme hacía cuánto tiempo ellas dos sabrían lo que iba a pasar y lo que tenían que decirme—, es que a veces los dos se olvidan del tiempo que llevan juntos y que son más fuertes unidos que separados. Y que aunque él te diga que no porque cree que de esa manera te protege, sabes que detrás de su coraza y fachada de serio, está gritando que sí con toda su alma.
—Entonces, Sakura, ¿qué piensas hacer?
Había algo en mi pecho que dolía y a la vez se llenaba de calidez. Sabía que mis amigas tenían razón y yo también sabía qué era lo que deseaba mi corazón. A su vez, también, sabía que habían muchas cosas y personas que estaría dejando atrás y entre ellos estaban mis amigos, mi prima, mi padre y mi hermano. ¿Qué dirían si les contaba lo que estaba sucediendo? ¿Podría acaso dejar todo atrás y cambiar mi vida por completo? ¿Por él? Me levanté del sillón en silencio y me dirigí hacia una de las ventanas, donde el atardecer comenzaba a asomarse y llenaba el cielo de colores anaranjados volviendo a las nubes una poesía de colores.
Cada vez que pensaba en el tiempo que llevábamos juntos; cada vez que recordaba el momento en que él había vuelto a Tomoeda para quedarse conmigo y acompañarme en todos los sucesos extraños que ocurrían en mi vida; cada vez que pensaba en cuánto habíamos crecido juntos, tomados de la mano y acompañándonos en cada paso, mi pecho se llenaba de una sensación inexplicable. Era como si el aire me faltara, pero a la vez mi pecho y mi corazón se llenaran de calidez. Era como sentir dolor en el corazón, pero un dolor agradable por la inmensidad de mis sentimientos.
El rostro de Shaoran se hizo presente en mi cabeza con su cabello castaño despeinado, sus ojos ambarinos que me miraban con ternura y su ligera sonrisa que decía más de lo que realmente quería expresar. Ah… Shaoran… si pensaba en todos los momentos que habíamos pasado juntos, casi diez años que eran muchos y a la vez tan pocos...
Lo amaba, realmente lo amaba como nunca había amado a nadie y pensar en separarnos me estaba rompiendo en mil pedazos.
—¿Sakura?
Me giré sobre mis talones y miré de nuevo a mis amigas. Ojos rubíes y amatistas me miraban expectantes, esperando una respuesta. Y a pesar de que la expectativa me estaba cargando de miedo, que el no saber me estaba llenando de terror, las miré con decisión.
—No dejaré que suceda.
