¡Hola nuevamente!Les cuento que se vienen una serie de capítulos narrados en tercera persona. Esto se debe a que voy a usar este recurso para representar un poco el pasado.

Desde ya agradezco a quienes empezaron a leerme. Espero no decepcionarlos. Y déjenme saber qué les va pareciendo.

Sin más que decir...

¡Buena lectura!

14 años

"Lo tengo terminado. ¿Quieres verlo?"

"¿El qué?"

"Ya sabes el qué".

"Eto… ¿No?"

"¡Oh, vamos! ¡Está de en sueños! Hasta creo firmemente que es mi mejor trabajo. Lástima que no usaban uno de mis trajes, hubiera sido perfecto".

"¡Tomoyo!"

"¿Lo vas a venir a ver o lo llevo a tu casa para que lo vea también Kero y… Touya, si es que espía por la puerta…?"

"¡De ninguna manera!"

"¿Entonces?"

"Voy a ir".

"¡Estupendo! ¡Muero porque lo veas!"

No sabía cómo, pero de alguna manera Tomoyo siempre se salía con la suya. Y esa no era más que una nueva ocasión. Resignada a ver el video que su prima y amiga había editado para ella, Sakura la siguió por los pasillos de la gran casa para ir hasta su habitación. Sentía el calor en sus mejillas y estaba segura de que el color rojo estaba tomando protagonismo hacía rato en su rostro. Tomoyo encaminaba la marcha tarareando una canción, parecía extremadamente feliz de poder mostrarle su trabajo. Y no es que a Sakura no le gustara la edición de sus videos, era que en esa ocasión sabía perfectamente qué había grabado y se estaba muriendo de vergüenza. Sería la primera vez que lo vería desde otro ángulo y no podía siquiera imaginarlo.

—¿A Shaoran no se lo vas a mostrar?

—¡Claro que no! No perdería el tiempo e intentaría destruirlo como la última vez que les mostré un video de ustedes —Tomoyo se giró sobre sus talones y miró a su amiga de manera tal que a Sakura un escalofrío le recorrió la espalda—. Déjame decirte que esta ocasión tengo muchas copias de seguridad.

Un gemido lastimero salió desde su interior. ¿Cuántas copias tendría su prima guardadas bajo llave? Sakura no quería ni imaginarlo.

—¡Tomoyo!

—Lo siento, pero es culpa de Li. Todavía me lamento no tener una copia de su confesión de amor y ese abrazo tan maravilloso que pude grabar. Nunca más volveré a cometer el mismo error.

Indignada consigo misma, Tomoyo volvió a girarse y retomo su camino. El día fatídico, para su amiga, y milagroso, para ella y Shaoran, había sucedido en su casa. Tomoyo los había citado para mostrarles una grabación de la que estaba muy orgullosa y que creía que era merecedora de publicarse como un corto de cine. En el video se los veía a ellos dos cansados, lastimados y aliviados luego de atrapar la última carta que Sakura había creado accidentalmente. Con su magia fuera de control, había creado una carta de teletransportación y con ella había desaparecido a Shaoran y a ella misma a diferentes lugares, uno tras otro, como si se tratara de un túnel que atravesaba el tiempo y el espacio y del que ellos no podían salir. Era como encontrarse en una especie de limbo, donde uno no paraba de atravesar dimensiones. Les había costado mucho, pero gracias a Shaoran, las cartas Sakura y las nuevas cartas, había logrado sellar su poder. En cuanto habían vuelto al tiempo y el espacio reales de Tomoeda, Shaoran la había abrazado con desesperación y había aguantado el dolor que al tocarla le producía (por la magia que habían utilizado sobre ellos) hasta no aguantar más y caer rendido al suelo. En su pelea con la carta de teletransportación, ella y Shaoran casi se separan en diferentes tiempos y Sakura casi pierde el báculo de no haber sido por él y la carta del tiempo. Una vez más él la había salvado. Una vez más lo había dado todo por ella y, una vez más, con los sentimientos a flor de piel, le había dicho que había tenido mucho miedo de perderla, que era lo más importante del mundo para él y que la quería mucho. Todo había sucedido, por supuesto, bajo el lente de la cámara de su mejor amiga.

Ese día, apenas Tomoyo les había mostrado con orgullo cómo había editado el video (incluyendo música y edición de luces), Shaoran, con el rostro sumamente enrojecido, había roto el CD donde estaba la grabación. Tomoyo había estado tan dolida después de eso, que no les habló durante una semana entera.

Al llegar a la habitación, su prima la hizo pasar inmediatamente a la sala contigua que tenía una pantalla enorme y cómodos sillones, básicamente una sala de cine en su propio cuarto.

—Ponte cómoda, Sakura.

Sintiendo los latidos de su corazón acelerarse, Sakura tomó lugar en uno de los mullidos sillones y cerró los ojos fuertemente en cuanto Tomoyo hubo apagado las luces y encendido la pantalla grande. Sabía exactamente lo que su prima quería mostrarle y de antemano ya se sentía avergonzada.

—Tienes que abrir los ojos, Sakura —la voz de Tomoyo sonó tan cerca de su oído que Sakura pegó un respingo en su lugar—. ¡Verás que es hermoso! ¡Es un final de telenovela!

Apretando uno de los comandos en el apoyabrazos del sillón, Tomoyo dio inicio a la reproducción del video de hacía una semana atrás. Era domingo y era el primer fin de semana tranquilo que pasaban después de mucho tiempo. Sus problemas habían terminado por fin y con el entrenamiento que estaba recibiendo de Eriol y Shaoran, pronto volvería a tener las cartas Sakura en sus manos junto con las nuevas. Ese domingo Tomoyo había propuesto ir al parque de diversiones y relajarse un poco ya que consideraba que después de tanto esfuerzo, merecían un descanso, con lo cual junto a Eriol y Shaoran decidieron pasar el día en el parque. Pronto, la pantalla se plagó de imágenes donde todos reían y se divertían subiendo a montañas rusas, el barco pirata, la rueda de la fortuna, entre otros juegos. No obstante, Sakura no podía disfrutar de lo que estaba viendo ya que la tensión de saber lo que se venía, la estaba matando.

—¡Ahí viene mi parte favorita! —chilló su amiga con emoción.

En ese momento, Sakura quiso que la tierra se la tragara, sentía su rostro en llamas y lo único que podía agradecer, era que no hubiera nadie más presenciando ese video. Los ojos verdes contemplaron cómo el sol había comenzado a caer y a colorear toda la pantalla con sus colores anaranjados. Tomoyo le había agregado una melodía suave e instrumental al video y la cámara fue moviéndose poco a poco (para esa ocasión había llevado un drone que conectaba la imagen con su celular). De una manera casi poética, el cielo anaranjado dejó lugar a una panorámica del parque y luego fue descendiendo hacia el bosque lindero al parque, donde ella y Shaoran se encontraban hablando animadamente, sus manos estaban entrelazadas y Sakura se vio a sí misma embobada, sin poder quitar los ojos de Shaoran y sin dejar de sonreír. Sus mejillas estaban algo sonrojadas y Shaoran jugaba con sus dedos entrelazados.

Sentada en el sillón y mirando todo desde otra perspectiva, Sakura pudo ver con mayor claridad la expresión que Shaoran tenía en el rostro. Estando parada frente a él no lo había notado, pero Shaoran la miraba de la manera más dulce que había visto en su vida. Realmente parecía estar mirando una película con actores y no a ella misma. La música seguía sonando y las voces estaban muteadas. Shaoran la rodeó con sus brazos por la cintura y la abrazó con cariño. Recordaba ese momento de manera perfecta y cada vez que pensaba en él su corazón comenzaba a latir con velocidad y sus labios cosquelleaban. Sakura se tapó el rostro con las manos sabiendo lo que estaba a punto de suceder, aunque ella sí recordaba con exactitud las palabras que habían salido de su boca en ese momento así como también las últimas palabras de su novio.

Se habían quedado solos en el momento en que Eriol y Tomoyo habían marchado en busca de unos helados para disfrutar de lo que quedaba de la tarde. Shaoran, con timidez, había tomado una de sus manos y entrelazando sus dedos mientras hablaban de lo divertida que había sido la última montaña rusa. Pronto la conversación giró en torno al entrenamiento que estaba realizando para controlar sus poderes y Shaoran se aseguró de animarla afirmándole que estaba mejorando mucho y que pronto volvería a poseer sus cartas. Luego, él la había rodeado por la cintura con uno de sus brazos y con el otro acariciaba su cabello.

—¿Shaoran?

—Recuerda siempre que tienes un hechizo infalible —susurró él contra su cabello.

—Pase lo que pase, todo estará bien —dijo con una sonrisa.

—Así es, Saku…

Algo dentro de ella se removió ante la mención del apodo que le había puesto hacía no mucho tiempo. Sin poderlo evitar, inclinó un poco la cabeza hacia él topándose con esos orbes ambarinos que tanto amaba. Los ojos de Shaoran tenían un brillo especial y también inclinó la cabeza hacia ella.

—Shaoran… —susurró sintiéndose perdida en su mirada—. Tomoyo debe estar… filmándonos.

—Lo sé —inclinó un poco más su cabeza. Sakura podía sentir el aliento de él sobre sus labios haciendo que su corazón latiera de manera errática, anticipándose a lo que estaba por pasar—. Pero esta vez no me importa.

No tuvo más objeciones, no quería poner más objeciones. Cerró los ojos cuando su nariz rozó la de él y cuando sus labios por fin tocaron los suyos, Sakura creyó que se iba a desmayar entre los nervios y la emoción. Fue un beso algo torpe y lento. Sus labios apenas se movieron sobre los de él, pero sin dudas había sido el mejor primer beso de su vida.

Ver ese momento sentada en el sillón, en la casa de su amiga, era lo más bochornoso que había pasado ese día . Sumaba un momento más de suma vergüenza a la larga lista de momentos bochornosos que ya conformaba parte de su vida.

—Es el beso más perfecto de toda tu historia Sakurita —anunció Tomoyo cuando hubo terminado su película. Tenía las manos entrelazadas en su pecho y la miraba con emoción.

—Tomoyo, no me lo tomes a mal… pero no sé si quererte u odiarte.


15 años

Matemáticas... cada vez que le tocaba cursar matemáticas le era imposible no pensar en ella, como en ese momento. Había terminado su examen antes que sus compañeros por lo que le quedaba tiempo libre y había aprovechado a mirar por la ventana disfrutando del silencio que el examen brindaba. Lápices rasgando el papel, gomas borrando frustraciones y dedos golpeando las mesas con nervios eran los sonidos que le rodeaban y la vista del cielo celeste con algunas nubes era su recompensa. Si prestaba atención a las nubes podía jurar encontrar su forma en el cielo. Ella siempre le decía que no entendía cómo disfrutaba tanto de las matemáticas y cómo era que se le daban tan fácil cuando eran aburridas y tediosas... la verdad es que ella las aborrecía pero él no, porque simplemente eran perfectas, lógicas, exactas, sin ambigüedades... todo lo que a él le parecía ideal. Las matemáticas eran así... no necesitabas interpretarlas y rezar a que tu interpretación fuera la indicada. Las matemáticas eran lo opuesto a la literatura o a las relaciones, por ejemplo, donde a veces cruzaba los dedos para que su respuesta o sus pensamientos fueran los indicados.

A veces deseaba que el amor fuera igual de simple que las matemáticas. Es decir... uno más uno suman dos, no había más alternativas, no había más que pensar, pero cuando de ella se trataba, muchas veces se volvía loco pensando en las mil y un posibilidades que su accionar o sus palabras podían ocasionar. En esos momentos una parte de él deseaba volver a ser ese hombre solitario que había llegado a Tomoeda con la esperanza de conseguir educación de calidad como su madre había esperado, pero cuando recordaba su sonrisa, su risa y sus ojos verdes tan profundos como el mar mismo, sus dudas y sus miedos se desvanecían, se olvidaba de todo, su corazón se llenaba de calidez y su vida de felicidad al sentirse correspondido. En esos momentos se olvidaba de su preferencia por las matemáticas.

Sus pensamientos y fantasías se vieron interrumpidas por un gemido lastimero proveniente de su derecha. Giró su cabeza con curiosidad y pudo notar la expresión de frustración de la nueva estudiante que hacía dos semanas se había cambiado de escuela y mudado a Tomoeda. Chelsea Gaea, si no se equivocaba, y por lo que sabía… no lo hacía. Una muchacha delgada de curvas pronunciadas, de cabello largo rubio atado en una pulcra coleta, de ojos negros como el carbón y labios carnosos... bastante escandalosa, avasallante, expresiva y despreocupada. Al menos eso aparentaba. Tenía una clara tendencia de no saber qué era el espacio personal y de no importarle nada de lo que pensaran los demás. Su forma de actuar, contradecía por completo la pulcritud de su aspecto. Gaea era una mujer muy particular si le preguntaban su opinión. En ese momento tenía el ceño fruncido y movía las piernas en un claro tick nervioso que estaba empezando a incomodar. Gaea parecía estar pasándola mal en un examen que debía ser sencillo ya que era todo lo que habían visto antes de sus vacaciones de invierno, parecía estar pasándola incluso peor que su chica de ojos verdes.

—Hey, Shaoran —la inconfundible voz pacífica de su amigo lo hizo dejar de mirar a la chica nueva y centrarse en quien se sentaba delante de él, que también tenía la vista fija en la nueva y una expresión de pena detrás de sus lentes—. Ya terminé, salgamos a tomar aire.

—Claro.

Sin decir mucho más, Shaoran se levantó de su asiento y siguió a su amigo saludando al profesor en el camino.

—Gaea parecía pasarla mal, ¿no? —preguntó Eriol caminando hacia las escaleras, con claras intenciones de ir hacia la terraza de la escuela.

—Supongo que no es fácil cambiar de escuela a mitad de año y rendir un examen integrador… —respondió encogiéndose de hombros.

—Me da un poco de lástima —admitió Eriol luego de un momento, justo cuando abría la puerta que les brindaría algo de aire puro.

Shaoran se acercó a una de las rejas que daba al patio de la escuela y miró hacia las canchas de básquet, donde un grupo practicaba en la clase de gimnasia. Entrecerró los ojos buscando a su debilidad sabiendo que estaría practicando con gran alegría y energía.

—Es un poco rara —dijo localizando por fin a su chica. Desde esa altura no podía distinguirla con claridad pero estaba seguro que era ella por la manera atlética que tenía de moverse—. No conoce lo que es el espacio personal.

—Bueno, supongo que sí, teniendo en cuenta que viene también de China.

Shaoran asintió con la cabeza, sin hacer caso al mensaje escondido que había detrás de esa frase y desvió la mirada hacia su amigo. Hacía exactamente un año y medio que Eriol había vuelto a Tomoeda y se había inscripto en la secundaria para terminar la escolarización junto a sus ex compañeros. A decir verdad, Eriol había vuelto con el objetivo de ayudar a Sakura con los sucesos extraños que la rodeaban, para enseñarle a controlar sus grandes poderes y evitar posibles desgracias. El tiempo en que Sakura creó nuevas cartas fue caótico y Shaoran había agradecido con toda su alma la participación de Eriol en la protección de Sakura. Finalmente, Eriol había decidido permanecer más tiempo en Tomoeda y ayudar en la protección de Sakura alegando que su tiempo en Inglaterra había terminado con la muerte repentina de la profesora Mizuki. Con quince años, Shaoran creía que su amigo era la persona con más experiencia y sabiduría que conocía.

—Ayer hablé con mi madre —Shaoran volvió a desviar la vista hacia las canchas de básquet y continuó hablando, recordando la conversación que había mantenido y donde le aclaraba unas cuantas dudas—. Dice que Gaea es parte del clan Shinozaki en Hong Kong. Mi madre cree que la han enviado a fin de averiguar mi estado o si tengo definido o no tomar mi lugar en el clan Li. Es demasiada coincidencia que entre en el mismo curso que yo.

—Shinozaki… me suena.

—Es uno de los clanes que se oponía a Clow.

—Ah, si. Ahora lo recuerdo. ¿Y ella es…?

—Una de las hijas bastardas del líder del clan. No le dio su apellido pero la mantiene bajo su protección. Es por eso que no la reconocí cuando apareció en clase. Además, no parece tener ningún poder.

—No, tampoco percibí algún poder en ella —Eriol miró a su alrededor pensativo—. Supongo que por eso mismo la han enviado a ella, es una forma de probar su valía.

—Eso creo. Pero, por el momento lo único que sé, es que me están vigilando.

Desde lo alto de la terraza, Shaoran pudo divisar la cabellera corta de Sakura esquivar varios compañeros desde el centro de la cancha para terminar encestando de manera impecable. El deporte era sin duda uno de los talentos de su chica. En ese momento agradeció que todo en el entorno de Sakura estuviera con calma y ella no se viera en la obligación de utilizar las cartas.

—¿Y te decidiste?

La pregunta de Eriol lo hizo suspirar. Había estado esperando el momento en que se la hiciera, pero no estaba preparado para dar una respuesta. Desde que había vuelto a Tomoeda que esa decisión lo perseguía como una pesadilla en cada una de sus noches.

—Sé cuáles son mis deseos —admitió luego de un momento. A lo lejos, la figura de Sakura logró arrebatar la pelota a un oponente—, pero no sé qué es lo que debo hacer. Por ahora solo quiero que Sakura esté bien y que Gaea se marche.

A su lado, Eriol también miraba en dirección a las canchas de básquet, aunque Shaoran tenía la ligera sospecha de que no estaba mirando el partido sino a una persona en particular.

—Ella estará bien. Gaea difícilmente logrará detectar el poder de Sakura.

—Si… pero Gaea ya debe haber puesto su atención sobre Sakura tan solo por estar conmigo. Si se llegan a enterar que ella tiene las cartas que eran de Clow… y la inmensidad de su poder… Sakura representa un peligro para ellos...

Dicho lo último , Shaoran no pudo evitar apretar la mandíbula y cerrar las manos en dos fuertes puños. No pudo continuar hablando y expresar lo que por su cabeza estaba pasando. Con la mirada continuó el recorrido de Sakura por la cancha de baloncesto sintiendo una presión en el pecho. Él estaba dispuesto a dar su vida por Sakura y su felicidad. Sabía que si dejaba que algo malo le pasara, jamás se lo podría perdonar.

—No dejaremos que eso suceda —el rostro serio de Eriol y la seguridad con la que había dicho aquello, le llevó algo de calma. Agradecía tener a alguien como él para compartir sus miedos, por más extraño que fuera en ciertas ocasiones, y agradecía que estuviera tan dispuesto a proteger a Sakura como él mismo—. Además, Kerberos y Yue jamás permitirían que algo malo le pase.

—Lo sé.