Capítulo 2

Christine Destler corría de un lado a otro en su apartamento, llegaba tarde de nuevo, lo sabía.

¡Sara! – Gritó al techo - ¡Baja, que tu desayuno está listo y llegamos tarde!

Minutos después una chica apareció en la cocina, con cara de estar cansada.

Christine miró a la chica de 12 años y suspiró.

Sara, de verdad que nos tenemos que dar prisa, yo ya llego tarde al trabajo y tu llegarás tarde al colegio – dijo Christine.

Mami, hoy no me encuentro muy bien – se quejó Sara.

¿Qué pasa hoy? – Christine pregunto a desgana, esto se estaba convirtiendo en la rutina de todas las mañanas.

Tengo ganas de vomitar, creo que hoy me debería de quedar en casa – intentó la niña convencer a su madre.

Sara, te encuentras así de mal, porque te pasas las noches leyendo hasta bien pasadas las 12, y no duermes lo suficiente, y no puedes quedarte en casa, tengo que trabajar – le respondió su madre.

Sara suspiró: me podría quedar con papá – dijo mientras aparte de delante suyo su desayuno inacabado.

¡No, no puedes quedarte con tu padre, está trabajando – le respondió bruscamente.

¡¿Cómo lo sabes! No has llamado y preguntado – gritó Sara.

Porque siempre está trabajando, ahora vete a lavarte los dientes y vete al colegio – Christine terminó la conversación.

Después de dejar a Sara en el colegio, christine corrió hacia el teatro, llegaba otra vez tarde a los ensayos, y el espectáculo se estrenaba en un mes.

Esta época no era fácil para Christine, ¿Por qué Sara tenía que complicarlo todo con su comportamiento preadolescente?.

Dejando su coche en el aparcamiento, Christine corrió hacia la entrada del escenario.

Al entrar se encontró con su mejor amiga, Meg Giry, a la que conocía desde sus días de colegio.

Meg miró la cara acalorada de Christine.

Christine llegas tarde, ¿te encuentras bien? – preguntó preocupada.

Sí, Meg estoy bien, no te preocupes, simplemente he tenido una mañana difícil – le respondió Christine.

Meg sabía que las cosas no le iban muy bien a Christine últimamente. Estar sola con Sara y manejar los papeles del divorcio, habían hecho que perdiera la chispa de felicidad que la solía caracterizar. Meg todavía no entendía que podía haber ido tan mal entre Christine y su marido.

Christine había estado tan enamorada de Erik y él besaba el suelo que ella pisaba. Meg nunca había visto dos personas tan perfectas la una para la otra.

Sí, estaba la enfermedad que había deformado la parte derecha de la cara de Erik, pero a Christine nunca le importó. Christine siempre le amó con todo su corazón. La cara deformada, la diferencia de edad, los comentarios de la gente… nada nunca había hecho a Christine dudar de su amor hacia Erik.

Y Sara, la alegría que irradiaba la pareja cuando nació la pequeña. Ahora parecía una molestia para Christine. Meg estaba realmente confusa, pero apartó esos pensamientos de su cabeza. Tenían que concentrarse en el ensayo.

Christine estaba en el escenario junto al resto del equipo, y el director les dijo lo que iban a hacer hoy.

Bien, no tenemos mucho tiempo hasta el día del estreno, así que concentraos. Sr. Destler trabajará hoy en casa, pero nos ha dicho que hoy hay que trabajar duro en la escena 12 y 16. Así que vamos a empezar – dijo en director y dio dos palmadas.

Genial – pensó Christine, no se sentía con fuerzas de enfrentarse a Erik.

Cuando comenzaron no pudo evitar echar un vistazo hacia el palco 5, donde normalmente se sentaba Erik para observar los ensayos.

Dios, tengo que dejar de actuar en sus producciones – pensó Christine cuando comenzó la música.

Horas después Christine se preparaba para ir a recoger a Sara, fue a recoger algo del suelo cuando oyó una voz.

¿Christine? – se giró para ver una cara bien conocida.

¡Raoul! – Exclamó ella - ¿Qué haces aquí?

El hombre sonrió y fue a darla un beso en la mejilla.

Solo vine a ver a un amigo que trabaja en el teatro, ni siquiera sabía que estabas en esta producción – dijo él.

Christine sonrió – Te veo bien Raoul, ¿Cuántos años han pasado? – preguntó Christine.

Cerca de 14, ¿Cómo has estado? – la preguntó.

Bien, pero ocupada – dijo ella – en realidad muy ocupada, pero me gustaría recordar viejos tiempos más adelante.

¿Qué te parece un café mañana? – preguntó Raoul.

Fantástico – exclamó ella, le abrazó y fue corriendo hacia su coche.

Después de esperar 15 minutos en la puerta del colegio de Sara, Christine decidió ir a buscar a su hija, probablemente se habría quedado en la biblioteca ensimismada con un libro o algo por el estilo.

Sara no estaba ni en su clase ni en la biblioteca. Mientras se dirigía hacia el aula de música, se tropezó con la secretaria del director.

Sra. Destler, ¿está buscando a Sara? – preguntó la mujer joven.

¿Sabes donde está? – dijo sintiendo como su paciencia se terminaba.

Su padre la recogió antes, ella… - no le dio tiempo a terminar la frase, porque Christine ya se dirigía hacia el coche.

Erik abrió la puerta y se encontró con la cara de una Christine no muy contenta. Él suspiró.

Hola Christine, imaginé que serías tú.

¿Dónde está mi hija? – dijo mientras entraba en el apartamento.

Nuestra hija está durmiendo en mi cama – dijo Erik.

¿Qué te crees que haces, Erik, sé que acordamos una custodia compartida, pero no puedes llevarte cuando te venga en gana sin avisarme – le replicó Christine.

¡Christine, ¿quieres relajarte, el colegio me llamó diciéndome que Sara había estado vomitando y no podían localizarte – no estaba de humor para otra discusión.

Entonces, ¿por qué no me llamaste? – preguntó Christine.

Créeme, lo intenté, pero a lo mejor te olvidaste de encender tu teléfono tras los ensayos. Sara me dijo que te había dicho que no se encontraba bien, y la mandaste al colegio de todas formas, ¿por qué hiciste eso Christine? – añadió Erik.

Porque juega al mismo juego todas las mañanas, cuando no es su estómago, es la espalda o detrás de sus rodillas, ¡cualquier cosa, como se supone que debo saber cuando dice la verdad – dijo bruscamente Christine.

Mami – se oyó una voz, y ambos se giraron para ver una figura en las escaleras. Sara entró en el salón, sus rizos revueltos de dormir.

Sara coge tus cosas, tenemos que ir al supermercado antes de ir a cenar – dijo Christine.

Christine, os podéis quedar a cenar – añadió Erik.

No, quiero que se vaya pronto a dormir – dijo Christine sin la menor intención de ceder.

Sara salió de l habitación para recoger sus cosas.

Christine no seas tan dura con ella, esto también es muy difícil para ella – dijo Erik.

Lo sé Erik, pero no lo intenta facilitar para ella… o para mí. Está todo el día respondiéndome y nunca hace nada de lo que la digo – dijo Christine.

Quizás se debería quedar unos días conmigo – dijo él.

¡No! – respondió Christine.

¡¿Por qué demonios "no"? Ella también es mi hija – le reclamó Erik.

Porque no quiero que la descuides con la excusa de que tienes que trabajar – le respondió Christine.

¡Tú trabajas igual de duro! ¿Acaso has prestado atención alguna a tu hija al mandarla hoy enferma al colegio?

¿Me estás llamando mala madre! – le susurró Christine enfadada.

Solo estoy diciendo que tu tampoco eres una santa – le gritó Erik.

No te atrevas… - los dos se callaron al ver que Sara entraba de nuevo en la habitación, habían acordado no discutir delante de ella, sin importar la razón.

Vamos cariño, nos vamos – Christine intentó poner un tono de voz más alegre.

Sara no dijo nada, y se dirigió a abrazar a su padre.

Adiós, papá – dijo con voz triste.

Adiós cielo, te veré pronto – la voz de Erik sonó como a punto de llorar.

Christine cogió la mano de su hija y se despidió cerrando la puerta tras de sí.

Cuando se fueron, Erik se maldijo a sí mismo: ¿Por qué no podían tener una simple conversación sin que ninguno de los dos perdiera los nervios?

¿Por qué él no podía mantener una conversación con ella sin perder su temple?

¿Por qué demonios tenía ella que ser tan testaruda todo el rato?

Sí, el trabajaba duro en su música, pero ella hacía lo mismo con sus actuaciones. Hasta ahora nunca había supuesto un problema.

¿Por qué tenía que ser tan perra? Si no fuera por él, ella nunca habría tenido tantos papeles en actuaciones en su vida… ¡No, no debería pensar en eso, él había disfrutado cada papel que había escrito para ella, ¡La amaba, por amor de dios!

Se dirigió a su mesa y rompió los papeles del divorcio.

¡No la dejaría ir sin pelear!